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GASTON MATUTE
L A S AV E N T U R A S D E L C A P I T Á N V U L G A R I D A D
S E G U N D A PA RT E
Prólogo.
Estas aventuras que estas por leer, Las Aventuras de Capitán Vulgaridad, son
aventuras, sí, pero son de verdad. ¿Si existe el Capitán Vulgaridad?, no lo
sabemos, pero si te fijas bien, todos tenemos algo del capitán, y aunque suene
tan vulgar, puede sonar a fantasía, pero el Capitán Vulgaridad tiene de todo,
pero ante todo tiene autenticidad. Toda historia aunque irreal, lleva el afán de
reflejar la realidad, esta no sé si lo logra. Quien no se ha cruzado alguna vez
con una persona mágica, o se ha perdido en un canto de sirenas, que nos
encanta. En el último caso, salvadas todas estas salvedades, esta novela solo
intenta divertir, espero pueda llegar a lograrlo. Además que les parezca mágica
y les encante.
Las novelas que yo escribo, en principio no son para nadie. Es como armar un
barco de madera, lo armas para vos mismo. A lo sumo lo regalás, pero lo
armas por el hecho de armarlo. Con mis novelas, en mi caso, las armo para mí,
después las puedo dar, pero en un principio son para mí. ¿Y cómo es eso?
Bueno haciendo una alegoría, es como armar un barco de madera. Vas
construyendo tu nave en base a los materiales que tenés en tu mente: tus
sueños, anhelos, preocupaciones, convicciones. Y armas un barco, con tu
diseño y a tu medida. Y sale a navegar por los mares que vos deseas, aunque a
veces se lo lleve la corriente. Puedes prestar tu barca, tu historia, para que
otros salgan a navegar, crucen el mar, capeen una tormenta, o simplemente
chapoteen en la lluvia, y se diviertan en los charcos con mi barco. Hay quien
lo usará para huir por las noches, quien le podrá servir de patera. Ojalá mi
barca y mis palabras nunca la usen de nave de combate, para atacar o destruir
ningún planeta.
Los materiales son muchas veces propios, otras veces, prestados o juntados
por ahí. Endebles algunos, frágiles, férreos y sólidos otros.
La barca va por ahí. ¿Los vientos?, quien sabe de dónde vienen los vientos,
cuales son, ni quien los sopla. Otras anda por ahí tan apacible que no hace
falta viento para andar, solo transitar por un mar en calma. A veces mis velas
las soplas vos, y me ve ir y venir tan solo tu mirada.
Releo esto y me doy cuenta que empecé mintiendo, si escribo para alguien,
para dos o tres miradas, y para inspirar, dar un soplo de aliento a las velas del
deseo. Que el que lea, le den ganas de hacer y nunca dejar de navegar.
Este libro es sobre un barco, sus tripulantes y su Capitán, Las aventuras del
Capitán Vulgaridad, segunda parte. Porque anda por ahí una primera, que
quien sabe si alguien habrá leído alguna vez entera y de corrido. Nadie me lo
dijo todavía, ni supe tampoco. Bueno, como dije, en realidad escribo para dos
personas, y si puedo escribir para esas dos, el mundo está salvado. No necesito
mucho más. Pensar que esas dos personas estarán bien, o se alegrarán leyendo
mis poemas ya es suficiente. Para el resto de la multitud, existe una cantidad
de escritores reconocidos y tantos otros. Si escribo para dos, pero hay por ahí
gente disputándose esos dos puestos inamovibles, quizás.
Este libro en primera instancia iba a ser varios libros todos en uno solo. Luego
se me dio por decir que podían habitar todos los personajes en esta historia.
Entonces hice que se crucen magos, hadas, sirenas, capitanes, poetas,
filósofos, y demás por sus páginas. Una parte es una novela urbana y
costumbrista con personajes tan reales, con tanta vida, que parecerán de
fantasía. Otra es un mago y su aprendiz, llena de magia, pero otra vez tan
fantasiosa y tan llena de vida, que parecerá real.
Y para terminar, un poemario, Solo miro lo que me mira, este al revés que las
novelas, no lo escribo para mí, si bien escribirlos me da muchas
satisfacciones, y yo dialogo con lo que escribo y resuelvo algunas cosas, están
escritos pensando en alguien, o en alguna cosa, la mayoría de las veces. La
diferencia radica en que un poema es más visceral, quema al escribirlo. La
novela es más contemplativa. A grandes rasgos, así parece que fuera, en la
mayoría de los casos, aunque a veces los roles se entrecrucen, así es como lo
podría describir.
Bueno que no tengo que aclarar y explicar nada, solo lea lo que tengo que
contar y decir, sin tantos miramientos, y gócela sin tantas interpretaciones,
solo por el solo hecho de disfrutarla como yo lo disfrute al escribirla, buena
lectura, y embárquese con el Capitán Vulgaridad.
Pero antes présteme atención y deje que le diga. El Quijote tenía su segunda
parte, aunque dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Salvo el
Quijote y Terminator 2, no se conocen buenas segundas partes. Ya verán.
Vamos por la segunda parte de Las Aventuras del Capitán Vulgaridad, en
proceso de escritura. No desesperen. Ya saldrán a navegar con Las Aventuras
del Capitán Vulgaridad, segunda parte.
Esta novela como el bergantín el mensaje en una botella te llevará a buen
puerto, te hará cruzar los siete mares, atracar cien puertos. Te llevará al fondo
del mar, alcanzarás tus horizontes. Entrarás en tu cueva oscura. Jugarás con la
reina de corazones.
Agradezco a los cuatro libros que inspiraron esta estas aventuras: El Quijote,
Alicia, el Principito y Pinocho. También las aventuras del Capitán Alatriste. A
todos los poetas y especialmente a los poetas cantantes, Sabina, Dylan y
Calamaro.
Por último, y para no dilatar más el comienzo a las aventuras del capitán, voy
a decirles. Todos mis personajes son de mi propia creación, y admiro al
capitán por todo lo que representa. Si en algún caso tienen algún problema con
el capitán, tendrán problemas conmigo. Son voces internas, que hablan en las
voces de mis personajes. Ahora, no vayan a preguntarme que quiso decir el
Capitán Vulgaridad con tal o cual cosa. En todo caso tendrán que buscar al
capitán y preguntárselo ustedes mismos. Sin más, demos comienzo a las
aventuras.
Revelación o pista.
¿De verdad quieren saber dónde vive el Capitán Vulgaridad, donde reside?
Búsquenlo por la noche, las noches de luna llena, es él un viejo lobo de mar.
Amparado por la luna lo veras salir y entrar, de su puerto preferido, por un
mar plateado por la luna, un mar de plata. Algunos lo llaman Mar del Plata.
En la chapa que puedes ver al llegar al puerto se lee:
Érase una vez un capitán, el Capitán Vulgaridad.
Si sabemos una sola cosa Las Aventuras del Capitán Vulgaridad. Segunda
parte. Desembarcaron en la ciudad de Mar del Plata. Un 17 de Octubre de
2017.
Las aventuras del Capitán Vulgaridad.
Segunda parte.
Capítulo 1. Vuelve el poeta Relámpago a escribir.
Capítulo 2. De vuelta a costa Melancolía.
Capítulo 3. El bosque tenebroso.
Capítulo 4. Una montaña encantada.
Capítulo 5. Costa Fantasía.
Capítulo 6. El manotas.
Capítulo 7. Un arrecife de sirenas.
Capítulo 8. Se encuentra el poeta con un escritor.
Capítulo 9. De visita al Rey tormenta.
Capítulo 10. El mensaje en una botella.
Personajes.
El Capitán Vulgaridad, el bergantín el mensaje en una botella. El Ayudante, el
Joven grumete, El poeta Relámpago, el loco, el borracho, El filoso filósofo Fo,
el borracho, el estúpido engreído, el caminante.
El Rey Tormenta, la Reina Revuelta, La Princesa Fantasía, los consejeros
Claridad, el mensajero Relámpago. Reino Sensatez, Rey Razonable, Rey
Determinación, Reina Resuelta, Princesa Revuelta, Princesa Carisma, Princesa
Siniestra. El bosque alegría. Ciudad Fascinación, confianza.
Costa Melancolía, La corte de los milagros, El Rufián, la Pasión.
Capitán extravagante, No puede ser de otra manera. El Capitán Esperanza, el
Imposible. Capitán Contradicción, Es mejor así. Capitán Incomprensión, Todo
lo sabe. Capitán Absurdo, Ya lo veras. Capitán Extraordinario, el Rarezas.
Capitán Sarcasmo, el Ironía. Capitán Poesía, el Fantasía.
La montaña Encantada. El mago Ilusión, el aprendiz Desenfado. La bruja
Silencio. El mago claroscuro. La Pitonisa.
Solo se mirar lo que me mira.
Arrecife de Sirenas. Sirenas Arenales. Sirena espuma, sirena Resaca, Sirena
marea, sirena salina, sirena marina, sirena remolino. Sirenas Infernales.
Sirena Desolación.
El Manotas, los piratas del Olvido.
Costa Fantasía, El vendedor de sueños, musas Realidad e Imaginación, el
caminante, la Despertar. El reparador de sueños.
Tormentas, vientos, mares, puertos.
El reino Corazón, rey de Corazones, reina de Corazones.
Capítulo 1. Vuelve el poeta Relámpago a escribir.
Donde se cuenta como estaba el poeta Relámpago escribiendo en su camarote
Las Aventuras del Capitán Vulgaridad, segunda parte.
1
Llovía, llovía a cantaros y mares, una lluvia interminable sobre un mar
interminable. Sobre ese mar se encontraba, acostumbrado a mares
extensísimos, a ojos en tormenta que no paran de llover, el bergantín el
mensaje en una botella del Capitán Vulgaridad. El poeta Relámpago se hallaba
en la guardilla que servía de sala de navegación, esparcimiento, y biblioteca
del capitán. Veía llover sobre la mar, no llegaba a tormenta violenta, era una
simple lluvia de un 11 de Junio de un año bisiesto. Al poeta Relámpago, le
parecía agradable ver caer las gotas sobre ese mar interminable, y se acordó de
la primera vez que la vio llorar. Faltaban días para divisar un puerto, tierra
firme. Poder caminar por tierra, la cubierta a veces se volvía monótona, se
necesitaba cada tanto visitar los puertos, los polvos de los caminos. En este
momento solo se podía ver al bergantín, y el lejano horizonte. Siempre
acompañando al bergantín, la mar, a veces la lluvia, y el horizonte. De repente
Relámpago volvió a recordar el llanto y una frase que le decía:
-Siempre que llueva, acuérdate de mí, soy yo que te estoy llorando y
recordando- le habían dicho.
A Relámpago siempre le había parecido poético, y por no dar muchas vueltas
al asunto, por hacer caso a lo que le habían dicho, y porque era poeta, la
recordó. Empezó a escribir como hacia siempre, sin más, tan solo escribiendo
lo que se le presentaba en la cabeza, ideaba todo en un par de segundos,
evocando todo lo que llevaba en su memoria, claro está. Sin duda alguna, sin
engañarse.
A Relámpago le gustaban las tormentas. El mundo protestaba cuando llovía a
cantaros, a él le encantaban. Podía ser una lluvia normal y natural, sin más, o
podía ser de las más violentas, de esas vehementes que lo arrasaban todo. Le
gustaban las tormentas revoltosas, siempre y cuando no revolvieran
demasiado, tanto como para marear. Podía variar con satisfacción pero nunca
de desolación. La idea de mojarse un poco ante las tormentas asusta un poco,
te hace dudar, pero cuando sales a empaparte, es maravilloso. Naufragar en
buen puerto, controlar ciertas tormentas. Ciertas tormentas limpiar el suelo y
purificarlo. El poeta se acordó de lo que decía siempre el capitán sobre su
bergantín:
-Un bergantín que capea las tormentas, busca los mares en calma, para llegar a
buen puerto.
De empaparse de ciertas cosas de vez en cuando. Las tormentas que se llevan
en los ojos. Había que empaparse, dejar que el agua despejara las dudas,
arrastrara los problemas. Quedaran, como quedaba la cubierta del bergantín
luego de una tormenta, radiante, genial.
El poeta sabía que de la mujer que se acordaba cada vez que llovía, su espejo,
su doble, su imagen. Era tormentosa, en eso momentos mejor ni te pusieras a
su lado, pero luego de sus tormentas era radiante como el astro Rey, estrellada,
como las princesas nocturnas. Entonces Relámpago muchas veces si creía que
era ella en noches tormentosas la que lloraba.
Paró por un segundo de escribir, paso la vista por todo lo que había escrito,
corrigió comas, puso acentos, visualizó faltas de ortografía. Escribía con tanta
rapidez, que, si bien sabidas las reglas, se le pasaba alguna por algo, y al
volver a leer, tenía que remendar errores. De la sintaxis y gramática se
ocupaba pero, lo escrito, escrito estaba, y así le parecía bien.
Paso la vista por la biblioteca que tenía al lado del escritorio. Siempre se
sorprendía. Que hacia un capitán Vulgaridad con libros de Rimbaud, hasta uno
de todas las letras de Sabina. También estaba el lobo de mar, Moby Dick, la
nave de los necios. En un pequeño estante había puesto los suyos. El capitán
siempre lo sorprendía, era insondable como las profundidades del mar, lleno
de sorpresas. Pero claro como la orilla de los arrecifes al hablar. Tormentoso,
vehemente, apacible. Admirable pensó, sorprendente y admirable. Volvió a
recordar una charla que había tenido una vez con el capitán:
-Es que a mí lo que más me gusta es navegar, cuando no lo estoy haciendo
sobre el bergantín, el mensaje en una botella, lo hago en los libros, o en una
charla, como estoy haciendo ahora con vos. Mi recomendación joven poeta
Relámpago es que sigas escribiendo, has navegar a todos los que puedas.
Esto lo había dicho el capitán Vulgaridad en una taberna, entre copas, ya se
sabe que el capitán no era de aflojar mucho la lengua. Si no era necesario.
Pero entre copas. O entre amigos.
El poeta Relámpago sigue escribiendo las Aventuras del Capitán Vulgaridad.
Volvió a recordar a la mujer que generaba las lluvias, con melancolía y se
acordó de una letra de Sabina que tocaba todas sus fibras. Tomo el libro que
había visto sobre las letras de Sabina y leyó la letra de calle melancolía. Y la
leyó, esta vez a solas, sin melodía, sin la voz carrasposa, emotiva y desoladora
del cantante:
Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía
Agarró un diccionario que había sobre el estante, y leyó la palabra melancolía,
también le gustaba cada vez que la leía:
melancolía
Del lat. tardío melancholĭa 'atrabilis', y este
del gr. μελαγχολία melancholía.
1. f. Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físic
as omorales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión e
n nada.
2. f. Med. Monomanía en que dominan las afecciones morales tristes.
3. f. desus. Bilis negra o atrabilis.
Pensó que en algún momento había leído por ahí que era el recuerdo de cosas
o personas pasadas. También le gustaba eso, pero no se acordaba bien si era
esa palabra, buscada en otro diccionario, o una palabra similar, como añoranza
o nostalgia.
No importaba, el caso es que volvió al texto de Calle melancolía de Sabina y
rememoró. Tocaba mucho de sus recuerdos, de sus ideas.
Se le acumularon todos los mares de repente. Primero pensó que si debía
escribir Las Aventuras del Capitán Vulgaridad, segunda parte, debía
desangrarse aún más con lo que decía, o tal vez contarlo todo, no desangrarse
pero si contarlo, que otra cosa va a hacer un poeta, que contarlo todo. Eso le
gustaba a eso se dedicaba. Para eso se embarcó en el bergantín el mensaje en
una botella, para contar en primera persona, las aventuras del Capitán
Vulgaridad.
Entonces empezó por asimilar que contaría además de las aventuras del
capitán, también que a él le daba cierta añoranza, no tristeza, pero si ganas de
saber a veces que fue de tal o cual persona que había conocido. Algunas eran
muy queridas, otras fueron conocidas tan solo un día, transeúntes
desconocidos, pero le habían caído bien al poeta, y pensaba que sería de ellos,
volver a verlos. A él los recuerdos no lo abrumaban, es más le gustaban, tan
solo deseaba saber de ellos o volverlos a encontrar.
Volvió a leer la letra. No buscaba a nadie, no le abrumaban los recuerdos, pero
si era un poco melancólico a veces, solo a veces, porque tenía sus raptos de
melancolía. Pero salía enseguida, era algo pasajero. Era necesario. Y si era así,
estaba bien en culpar al exterior por hacerlo así, pero no se evadía, se hacía
cargo de su responsabilidad, y que en definitiva él era el artífice de todo.
Aunque el tiempo, las tormentas, por decir algo, o por así decirlo, lo trataran
mal, él era el que debía capearlas, dominar su barca, decidir cómo navegar.
Tampoco se sentía oscurecido por las sombras, ni los mares profundos si
buceaba, siempre salía a la luz de la superficie.
En fin, siguió leyendo. Le llamaba mucho la atención eso que decía el verso
de que el campo estaría verde, y que su ciudad era desolada de antenas y de
cables, es decir, no había mucho, no se comunicaban demasiado, todo
destruido había quedado por las antenas y los cables, ¿Pero comunicación real
entre personas?, ninguna o poca alguna. Y la idea de volver a un tiempo más
silvestre, sin asfaltar por le tecnología le parecía bárbaro. En eso pensaba en
poeta cuando pensaba esas cosas.
2
En eso estaba cuando salió del trance evocador que es encontraba y se puso a
seguir escribiendo Las Aventuras del Capitán Vulgaridad, segunda parte.
Pensó en algo que pudiera definir al capitán o contar algo sobre él. El plan del
Capitán Vulgaridad era no plan. Si bien el Capitán era todo resolución, y las
necesitaba para llegar a buen puerto, no tenía planes. Cuando le preguntaban:
¿Cuáles son tus planes a futuro? le daba gracia. Él contestaba, no sé lo que
voy a hacer los próximos 5 minutos menos el resto de mi futuro. Soy eléctrico,
ecléctico, dejo que la mar lleve mi barca. ¿Qué voy a planear? Si no sé qué me
traerá la marea, ni que vientos soplarán. Lo decido todo en el momento. Tomo
los vientos llevaderos, trato de adivinar qué mares andarán en calma. No
puedo planear, si a los minutos tengo que cambiar el rumbo. En definitiva mi
plan es no plan. Planéelo todo usted si quiere, o así lo desea, yo solo se
navegar. Ver vientos, mareas, tormentas, mares en calma y navegar.
Y cuando le dijo una verdad tan reveladora:
-¿Querés saber la verdad? ¿Lo que le dicta la conciencia, su corazón? Volvete
loco un rato, borracho, niño, poeta, tan solo un rato. Y sabrá la verdad en un
instante. Son los únicos que dicen la verdad.
Una de las pocas veces que el Capitán Vulgaridad se brinda en una charla tan
sincera, con el poeta Relámpago. Ya sabemos que el Capitán no era de hablar
demasiado, era un hombre de hacer, de navegar. Pero como estaba en la
taberna con el poeta, y entre copa y copa, aflojaba un poco la lengua, pero
sabía muy bien lo que decía y cuanto decía.
-¿Y no le da pena dejar los puertos? le preguntó el poeta- siempre navegando,
siempre uno diferente cada día.
-Mira poeta, no te pases, ni me vengas con preguntas insidiosas, ni quieras
disfrazar algo tan magnánimo como una simple pregunta, pero voy a
contestártelo- dijo el Capitán decidido a hablar- Si bien me vez navegar y
atracar cada día un puerto distinto, yo tengo mis puertos preferidos, sé que me
espera en cada uno de ellos. Además, yo nunca me voy, si siempre estoy
volviendo. ¿No dice así un tango? Son fascinantes las llegadas, descubrir
algunos puertos. También si dejar otros, da no sé qué. A muchos no me costó
nada zarpar. Según el caso. A ver, te voy a hacer una pregunta: ¿A vos no te da
como cosa, lo que escribís, digamos, pensando que tenés como una
responsabilidad, tener cuidado de decir ciertas cosas?
-Sí, a veces- dijo el poeta- depende de que, tan solo un segundo, pero por lo
general lo digo todo, trato de decir cosas edificantes, nada desolador.
Procurando pensar que el lector va a tomar cierta distancia, que sabrá
discriminar, que lo va a tomar con alegría y a fin de cuentas, va a hacer lo que
a él le parezca, puede tomar un consejo, una advertencia, o un parecer, pero va
a hacer lo que le dicte su corazón. Siempre con la mejor voluntad, supongo.
-Entonces conteste a tu pregunta en parte, yo tengo que navegar, como vos
escribís. Dejando todos los días los puertos, regresando. Vos debes dejar el
papel navegar, irte por ahí y volver otra vez, al papel. A mí me divierte
navegar, como a vos te divertirá escribir.
-Además, tu casa es el bergantín el mensaje en una botella, como la mía la
pluma y el papel- dijo el poeta.
-Te lo iba a decir, pero preferí que lo digas vos, que sos poeta- le dijo al poeta.
-¿Y usted desde cuando navega, capitán?- preguntó el poeta Relámpago.
-Desde siempre. De niño navegaba con los cuentos que me contaban,
navegaba sobre camas y almohadas. Ya más de grande, navegaba con lo que
contaba sobre almohadas y noches contadas. Hoy solo navego, sobre noches y
correntadas, en un bergantín, el mensaje en una botella, que me hace de
almohada- dijo el capitán.
-¿Y nunca se perdió, nunca anduvo a la deriva?- volvió a preguntar el poeta.
-Solo unas pocas veces, solo unos instantes, pero mi joven poeta, con los
instrumentos que hay hoy, es casi imposible perderse- dijo el capitán.
-¿Y si se rompe la brújula?
-En esos casos tenemos el sol, que nos guía- repuso el capitán.
-¿Y de noche?- volvió a preguntar el poeta, que ya le gustaba el clima de la
charla, y por donde iba la cosa.
-De noche tenemos las estrellas, sin estrellas, sin algo que brille allá en el
firmamento, muy poco podríamos hacer- repuso el capitán.
El poeta no sabía si hablaba en serio o en forma metafórica. Optó por pensar
que el capitán hablaba alegóricamente, y buscaba estrellas, cosas que brillan,
algo que lo guíe, que lo motive a navegar.
-¿Y en los días nocturnos, de tormenta, donde nada se ve, como que el cielo se
hubiese apagado?- dijo el poeta, que ya le está encantando el tono referencial
de la charla.
-Esos suelen ser los más excitantes, los más venturosos. Te pierdes en ellos, no
tienes puntos de referencia, la brújula no responde. Pero tienes tus instintos, a
solo ellos te debes, y debes confiar en una sola cosa, en ti mismo, en lo que te
dice tu brújula, en tu estrella, para llegar a buen puerto- concluyó el Capitán
Vulgaridad, que ya se estaba cansando de decir tantas vulgaridades.
El poeta quedaba deslumbrado, siempre, ante el Capitán Vulgaridad. Quizás
un rato nomás.
3
El Capitán Vulgaridad se podría haber llamado Juan Carlos, el Rey de los
mares, o tantos otros, pero no. Como era Capitán de un barco bergantín, el
mensaje en una botella, le decían Capitán. Y como al Rufián de la taberna la
corte de los milagros, que le gustaba ironizar y burlarse, sabía que el Capitán
era muchas cosas paro nada Vulgar, le había apodado el Capitán Vulgaridad, y
todos lo empezaron a llamar así. Entonces, se podría haber llamado Juan
Carlos, pero como era tan vulgar, y el Capitán era todo lo contrario, se llamaba
el Capitán Vulgaridad.
En esto estaba el poeta escribiendo cuando por sobre su hombro como
mirando lo que escribía se escuchó la voz del ayudante del capitán que decía:
-¿No le molesta decir lo que dice?
-¿Molestarme? Al contrario, me encanta. Sinceramente, a mí me molesta la
hipocresía, bueno en realidad no me molesta, me da lástima, tener que
mentirse uno mismo, al otro, dar una imagen que uno no es. Cuando veo eso
en las otras personas me da pena, y no quiero eso para mí. Igualmente, no digo
todo lo que pienso, claro está, imagínese. A veces por cortesía, otras por salvar
el pellejo, otras por no tener que pelearme con nadie. Imagínese si yo dijera
que, si lo pensara, que usted es un estúpido, si es comprensivo quizás lo
entendería, en ese caso no es estúpido y podríamos discutirlo. Pasa eso con los
amigos, con los conocidos. Pero si usted es un desconocido o un estúpido,
seguramente nos moleríamos a golpes, y para evitar eso, ¿Se entiende?
-¿Vos no estarás pensando que soy un estúpido?- le preguntó el ayudante,
entre risas.
-Por supuesto, usted primero sabe bien quien es, y la estima que le tengo.
Además si usted no lo piensa yo tampoco- concluyó el poeta.
Yo navego, si se presentan mares embravecidos, capeo tormentas. Si se
presentan mares en calma, navego. Un poco así se resume mi escritura- el
poeta veía que el ayudante estaba con una mirada como pensando demasiado y
le dijo: -¿Le gusto lo que escucho?
-Si pero no, no quiero que me digas lo que quiero escuchar, para eso me
contesto yo- contestó el ayudante.
-¿Conoce el verso: Ayer la tormenta casi me rompe el corazón, de Calamaro-
le preguntó el poeta al ayudante del Capitán Vulgaridad.
-Hum, creo que lo escuche alguna vez. Pero, ¿Qué pasa, tenés el corazón de
papel, o a la intemperie?- le preguntó el ayudante, en parte para reírse en parte
para que el poeta hablara.
-Sí, pero de forma metafórica. Creo que en parte hay un problema con la gente
que lee un verso. En parte se lo toma tal cual lo leyó. No interpreta más que
una tormenta me va a venir a destrozar el corazón. No pueden ir más allá, no
pueden imaginar. Por conveniencia, porque es lo más inmediato. Imaginar les
debe llevar tiempo, no les debe ser conveniente. Es más práctico atenerse a la
frase. No la miran del revés. Claro para mí lo que me viene enseguida es
imaginar, luego analicemos. Y puedo imaginar que Calamaro habrá querido
decir que en ciertas circunstancias, en algunos climas, uno es más proclive a
ser más emotivo, más frágil. Por decir algo. La tormenta puede ser un llanto.
Vaya uno a saber, quizás quiso decir cualquier otra cosa. Yo si tengo el
corazón de papel, a veces. De papel y tinta china. Hablo como alegoría.
Calamaro puede que también tenga el corazón de papel. Pero me inclino más
porque quiso decir otra cosa, porque quería que imaginemos.
-Sigue imaginando poeta- yo me voy a seguir con mis tareas.
4
No tardo mucho el poeta en dejar de imaginar y salir a la cubierta a tomar un
poco de aire fresco y para esparcir un poco las piernas y el pensamiento.
Cuando se encontró con el filósofo que vaya a saber uno en que pensaba con
la mirada perdida en el horizonte. Y para sacarlo del trance en el que se
encontraba le dijo:
-¿Me describirías al capitán según tu mirada y tus palabras? Es que estoy
escribiendo algo sobre su persona, su figura.
-¿Y cuál es la filosofía del capitán?- preguntó el filósofo al poeta.
-¿Filosofía? ¿Cuál es su naturaleza me querés preguntar? Si se podría decir
algo de naturalezas- dijo el poeta.
-Sí, si vos querés, ¿Cuál es su naturaleza?- quiso saber Fo.
-Ya sabes que me encanta imaginar, imaginar también es una forma de definir,
¿No? Aunque condenamos las definiciones, ¿No? ¿Encerrar al Capitán en una
definición? Bueno, voy a decirte. El Capitán Vulgaridad es ese que como ya
he dicho en mis primeras aventuras que escribí, un capitán que capea las
tormentas, busca los mares en calma, para llegar a mejor puerto. Un capitán
que su único plan es no plan, que va siguiendo su instinto, sin mapas, y en
parte por experiencia, porque ha navegado lo suficiente, ha atracado los
puertos suficientes, y a partido de las costas necesarias. ¿Hay acaso un manual
para capear una tormenta? Te podrán decir mira, llegado una tormenta hace así
y esto y aquello, pero llegada la tormenta, eres vos el que está ahí, de vos
dependerá la decisión que tomes, que hacer en cada escollo, no podrás
detenerte a pensar que decía el manual, y eso te lo da la intuición en parte y las
tormentas que hayas capeado, pero no todas las tormentas son iguales, debes
capear con tu tacto cada una como se te presente. Por eso el no plan, sin mapa
del capitán. Él sabe cómo navegar, como llegar a los puertos, y como irse de
otros. Claro que se ha equivocado, por eso sus cicatrices, pero no se arrepiente
de nada de lo que le paso, no quisiera cambiar nada, lo que hizo así esta y a él
le parece bien. Se enorgullece de ello. Él es así, y todo lo que hace no lo hace
como estrategia, lo hace porque así lo siente, le sale. Ya que hablamos de
naturalezas, al natural, no planea nada, lo hace, no a tontas y locas, sino que lo
hace sin tener que actuarlo, lo hace. Cuando te habla y te encanta por ejemplo,
cuanto encanta a las sirenas, no lo hace con artes de retóricas, ni elocuencia, lo
hace en parte porque está acostumbrado, y ha hablado muchas veces con
sirenas, y en parte lo hace porque así le sale. No necesita estrategias. Si eso
hiciera, escribiría un tratado de navegación o un manual de seducción. El no
necesita, si lo hiciera, el manual y el tratado dirían: Tratado de navegación,
navega. Manual de seducción, no planees nada, seduce. Sin más. No te
encanta la idea, a mí me encanta. Un poeta que no tenga que usar palabras, un
filósofo que no necesita el pensamiento- terminó de decir el poeta.
-Algo de eso iba a decirte. Hay veces que pienso que el Capitán Vulgaridad es
tan natural, tan vulgar, que desnaturaliza por naturaleza, es una rareza, de esos
que no se encuentran todos los días. Te desequilibra, revierte tus sentidos, te
deja sin palabras, sin pensamientos, te lleva a los primeros tiempos, a las
cavernas, te deja naufragando en la arena. Te hace llorar una tormenta. Sabes
que tiene una parte tan tierna, es como un cuento de hadas, te acobija en si
barca, lejos de los males de la tierra, de la devastación de los crímenes atroces,
de los asesinatos de las pasiones de los sueños, de la humanidad, y te lleva de
paseo por un mar de incertidumbre, de viaje, y devuelve a los mares de la
niñez, con él te ves como en un paseo por el parque de niño, y vuelven tus
sueños de la niñez, lo que siempre quisiste ser, donde no había mentiras, y
pesadillas del mundo, caes en un sueño profundo, no te traicionan las
enseñanzas, y no te preguntan en que nos hemos equivocado, donde quedaron
tantos años de las cavernas y tantos años de sabiduría. En qué momento nos
desbastó la máquina infernal del progreso. Y bueno ¿porque te pensás que en
su barca va embarcado un filósofo, un poeta, un loco, un borracho, un joven
grumete, un ayudante y un estúpido engreído? Porque es verdad todo lo que se
cuenta del capitán, es real todo lo que se ve- dijo el filósofo.
-Es verdad. Yo puedo contar sus aventuras, pero ahí está él. Porque el Capitán
vulgaridad no traiciona- dijo el poeta.
El joven grumete que pasaba, escucho algo de la conversación y quiso saber
más sobre el capitán.
-¿Qué es lo que hace al Capitán vulgaridad tan extraordinario?- preguntó el
joven grumete.
-Los otros. Él es extraordinario, porque los demás se sienten tan a gusto con
él, que lo hacen sentir extraordinario. ¿Cómo no verlo así? El loco es
rescatado de su locura; el filósofo se olvida de sus pensamientos, aunque sea
por un momento; el estúpido engreído, bueno a ese dejándolo seguir siendo
estúpido sin pedirle nada, a lo sumo lo hace ser un estúpido pero con estilo al
fin un estúpido genial; al poeta escuchar los cantos de sirenas, a vos joven
grumete te libera de tus mandatos, al borracho lo hace salir a flote desde el
fondo de sus botellas, a todos de naufragar en un mar de dudas, y sentirse
protegidos en el bergantín el mensaje en una botella. Y que es el mensaje en
una botella, pues eso, una botella arrojada al mar, que cuando llega a los
puertos a las orillas de las playas, se puede leer su mensaje, y su mensaje, lo
que hay en el interior de la botella, es lo mismo que hay en el barco, es como
la vida misma, todos estamos un poco locos, un poco borrachos, somos un
poco poetas un poco jóvenes grumetes, borrachos y todos queremos ser el
Capitán Vulgaridad- No sé si contesté tu pregunta dijo el filósofo.
El poeta estaba cerca observaba quería decir algo pero se cayó, el ayudante
siguió.
-Y cuando sientas que has naufragado, no puedas divisar el horizonte ni norte,
no haya estrellas que seguir, ni cosas bellas que decir, el Capitán Vulgaridad te
salvará, para ir navegando- dijo el ayudante.
Más tarde el poeta en su camarote escribió:
Cuando ya no haya estrellas que seguir,
Quien ya no tenga cosas bellas que decir,
Donde no haya más botellas con elixir,
Como las centellas que se dejan de escribir,
Cual huella que no se dejan de seguir,
Aunque descabella todo en un sentir,
Porque sella una musa en mi camarín.
Hay en un puerto un bergantín,
A las órdenes del Capitán Vulgaridad,
Que zarpa de costa Vanidad,
al mar de la soledad,
a buscar aventuras sin fin.
5
Estaba el poeta, el filósofo y el ayudante del capitán hablando sobre la
cubierta:
-¿Y de que huirá el mensaje en una botella, que puertos deja el capitán?-
preguntó el filósofo.
El poeta iba a contestar raudo como de costumbre, el ayudante despreocupado
se encogía de hombros antes de contestar, cuando se escuchó una voz, alegre,
jovial, y risueña que despejo la duda de los tres:
-El mensaje en una botella no huye de nada, entra en las tormentas, atraca los
puertos, se va con alegría de otros, ¿Y su capitán? Su capitán es igual, no teme
entrar en la caverna, mirar a las fieras, ir por un mar de canto de sirenas- dijo
el Capitán Vulgaridad para sorpresa de todos.
Los tres miraban atónitos y sorprendidos al capitán, veían sus cicatrices.
Seguían callados y excitados por la presencia del capitán.
-Les sorprende mis cicatrices- dijo el capitán que advirtió la mirada de los
tres- después de todo lo que les relate, no pretenderán que no salga lleno de
marcas, pero feliz- terminó por decir el capitán.
El ayudante estaba acostumbrado a las reacciones y comentarios del capitán,
no se inmuto, el filósofo quedo sorprendidísimo. El poeta quería abrazar al
capitán, pero se contuvo, quizás lo abrazará en un poema o luego.
-Prepárense- terminó de decir el capitán- estamos por llegar a Costa
Melancolía.
Todos voltearon alegres, por ver otra vez las costas de Costa Melancolía.
Capítulo 2. De vuelta a costa Melancolía.
Donde se cuenta como el Capitán Vulgaridad y su tripulación vuelven a
encontrarse en costa Melancolía. La corte de los Milagros, con la tabernera la
Pasión y el cantinero el Rufián.
1
En Costa Melancolía podía estar uno triste de día, un rato, porque por las
noches el bulevar Alegría se iluminaba con luces azules, rojas y verdes,
dándole es aspecto de un cuadro emborronado de expresiones y cinismos, algo
así como un impresionismo, un grito que combinaba con la Corte de los
Milagros, la taberna más concurrida de la zona, abigarrada de colores y
personajes, de los más pintorescos. En la Corte de los Milagros la música era
silenciada por el ruido ensordecedor de gritos y cantos de taberna. El
tabernero, el Rufián no daba abasto en la barra despachando copas de un elixir
que hacia recordar, marear a las penas, convertía a maleantes, ladrones,
oportunistas, asesinos y putas en amigos, algo así como cómplices en el vicio,
todos ellos genios de botella. Y a la vista de la luz del día, visto por un ojo
inocente, parecería un cuadro del desconcierto.
Ahí se encontraban el Capitán Vulgaridad y su tripulación.
El Capitán Vulgaridad charlaba entre otros capitanes intercambiado historias
de mares y puertos. Estaba el Capitán Estrella del bergantín el Noche Negra.
Al Capitán Estrella le gustaba navegar de noche, guiado por la luz de las
estrellas. El Capitán Rebeldía en el bergantín Osadía le encantaba capear
entrando y saliendo de las tormentas más peligrosas. Si necesitabas llevar una
carga por mares peligrosos no dudarías en encargarle tus cosas al Capitán
Rebeldía. Los otros capitanes escuchaban atentos la historia que el Capitán
Rebeldía ofrecía.
El poeta Relámpago charlaba con una habitual tarotista que frecuentaba la
Corte de los Milagros. La tarotista Dadavuelta tiraba las cartas al poeta, ante la
mirada incrédula de Relámpago que no creía en adivinaciones pero la dejaba
hablar, se divertía.
-Dicen estás cartas que estas a punto de recitarme un verso al oído- dijo la
tarotista entre risas.
-¿Querés un par de versos que te cambien el destino?- le dijo el poeta y se
acercó al oído de Dadavuelta. Estaba en trance poético, cuando se escuchó al
borde de la mesa.
-Te crees muy hábil con tus trucos de poeta, y cuanta chulería al querer seducir
a mi Dadavuelta contándole bobadas al oído y a la vista de la concurrencia-
dijo uno que parecía ser el que literalmente daba vuelta a Dadavuelta.
-Bueno te sorprendería todo lo que puedo hacer con mis trucos. Tigres más
bravos que vos se convirtieron en gatitos ante mis versos, mujeres bravas
miraban y ronroneaban con ojos de gata ante los susurros de mis versos al
oído- dijo el poeta que no podía creer lo que escuchaba del tipo con pinta de
asesino y ante la mirada entre asustada y encantada por lo que decía el poeta,
que cayó y miraba al tipo impasible.
Todo lo siguiente sucedió tan rápido con una violencia inusual, que si no fuera
por lo que voy a relatarles hace que el poeta Relámpago casi prueba el acero
Toledano.
El tipo, que ya era conocido por sacar la daga antes que terciara palabra,
siendo infiel a su proceder y supongamos que por un poco de respeto por la
tarotista, intento decir algo antes de lo que iba a hacer, pero ante el desenfado
del poeta, no se supo de dónde pero el poeta pudo ver a una cuarta de su
corazón como una daga infernal casi le atraviesa el corazón si no fuera porque,
y esto lo recordó más tarde, una espada se desprendió rauda, del decorado en
la pared y con un esfinta desarmo al tipo, dándole un golpe tan certero a la
daga haciéndola volar y luego rodar por el suelo, y nunca quedo el poeta tan
mudo ante nada, y la voz que llevaba el florete dijo:
-Esto de arreglar los pleitos con acero Toledano es cosa de antes, hoy en día
deberías afrontarlos con palabras, que desarman más que los aceros, como el
poeta aquí estaba desarmando a la Dadavuelta.
El tipo miraba encolerizado, con la punta del florete apuntándole un ojo y
sobre el otro extremo el Capitán Vulgaridad, que conocía de aceros Toledanos
de solo mirarlos, de solo olerlos de solo oír el rechinar de los metales al
chocar.
El poeta Relámpago agradecía a todos los dioses del olimpo que el Capitán
Vulgaridad parara el acero Toledano que casi le atraviesa el corazón de lado a
lado.
-¿No sabía de su habilidad con la espada?- dijo el poeta- ¿Donde aprendió esa
destreza, que velocidad?
-De chicos jugábamos con el rey Tormenta y ya un poco más de grandes
tomamos clases con el maestro espadachín Mandoble. Yo aprendí de él toda la
soltura y desenfado, la destreza, a la hora de manejar un arma, el rey Tormenta
la violencia que se necesita para arremeter y dar una estocada cuando los
tiempos lo requieren. Ambos eso sí, usamos ambas manos como aconsejaba el
maestro Mandoble, todas las manos que fueran necesarias.
-Bueno nosotros los poetas escribimos a cuatro manos- intervino el poeta.
-Si supongo. El golpe, como cualquier estocada hay que darlo con todo su ser,
a dos manos, decía el maestro. Vos usarás tu dos manos, más las dos de las
musas, o tus otras dos imaginarias- dijo el Capitán.
-Algo así. También escribo con velocidad, a cuatro manos- y se rio el poeta,
que siguió diciendo: -No puedo decirle lo agradecido que estoy, y mis manos
se lo agradecerán guiando a mi pluma por sus aventuras, ya no falta poco para
que las termine.
-No te preocupes, mis movimientos son instintivos, pude ver el peligro ni bien
acercaste tu boca a la tarotista, el ademan que hacia el tipo mientras te
imprecaba y el destello de la daga recién salida de la vaina hizo que raudo
desarmara a ese bellaco. Tienes que tener cuidado poeta Relámpago en que
oídos pone tu boca. No todos usan la palabra para ataque y defensa.
-Creo que puedo defenderme del acero, con armas más letales, la palabra por
ejemplo. Veo capitán que por sus cicatrices se ha salvado de lances peores, ha
esquivado más de un acero toledano en la vida. Acá como me ve también llevo
cicatrices- dijo el poeta Relámpago- internas como podrá imaginar. También
he tenido mis lances, como todos, y es normal que llevemos nuestras marcas,
producidas por armas peores que la espada: La palabra, el olvido, el
desengaño, la traición y otros agravios. Y esas mismas armas también sanan
nuestras cicatrices, una palabra, un olvido, también algún recuerdo,
desengaños, traiciones y agravios que nos salvan y curan cicatrices.
El Capitán Vulgaridad, astuto a la hora de cambiar de rumbo, le preguntó al
poeta:
-¿Llevas a voz ronca desde hoy?
-Si afónico. Pudo haber sido por el susto. Déjame imaginar un poco y poetizar.
La afonía es la falta de voz, puede ser que si sentía esta noche la falta de vos al
defenderme, me moría. También me falta la voz ante tanto susto, alguna voz
que me consuele. Se me fue la voz, que quede mudo, silencioso, no sabía que
decir. Se me fue la voz, anduvo por ahí, frecuento otras voces, pero al final mi
voz volvió.- Se detuvo un segundo, nada importa demasiado pensó y le
preguntó al capitán- ¿Va a enseñarme el arte de la espada?- tenemos tiempo de
sobra en el barco.
-Le vendrán bien un poco de acero Toledano a tus palabras, poeta Relámpago-
dijo el Capitán Vulgaridad- pero no abuses del acero, sabe que una mano a
tiempo, una caricia, también puede atacar y defender, dañar y acobijar, según
el caso. Vamos por otro trago.
2
Termino su turno y subió abrazada al Capitán Vulgaridad. Cantaba el capitán
medio entonado la canción de pirata, la tabernera lo miraba y lo dejaría cantar
lo que durara todo el trayecto hasta su alcoba si no fuera porque obedeciendo a
su pasión lo besaba a cada tramo de escalera. A medio camino, en el descanso,
la pasión arrincono tanto al capitán como si fuera una colegiala que hubiese
dado su primer beso, sin importar si por ahí subía o bajaba alguien. La puerta
de la alcoba se abrió y dio contra la pared dando una estampida, fue un sonido
tan atronador, que fue como el sonido al golpean los beatos a golpe de puño,
con el corazón, ante la puerta del deseo. Entrar los dos era como subir a los
cielos, para rodar por el suelo, o quizás descender a los infiernos, como deja el
poeta su tinta en los cuadernos. La Pasión estaba contenta de tener al Capitán
Vulgaridad de vuelta en su guarida. Es que la pasión era como una gata, se
escapaba por los tejados, iba por ahí, se dejaba acariciar por extraños, pero
siempre volvía a su casa, al capitán. Ella había visto mil pieles, había arañado
cien almas, una buena compañía, pero era en la piel del capitán donde
ronroneaba, esa piel llena de cicatrices del capitán. Y la pasión lamia las
heridas del capitán por las noches y desaparecían, se las curaba. Y por las
noches, la piel del capitán rejuvenecía, y se olvidaba de sus mares, de sus
puertos, de sus dioses.
La noche duro hasta la madrugada, hasta que encontró a los dos, tanto al
Capitán Vulgaridad como a la Pasión, tan extenuados de besos y excesos, que
se quedaron profundamente dormidos.
El Capitán Vulgaridad se despertó con las ganas que lo asaltaban todas las
mañanas, esas ansias de seguir por sus mares, de alcanzar los puertos, jovial
como siempre, y no reconoció su camastro, sino una cama ancha y acogedora,
en estaba a la vista la sala de máquinas, sino una especie de litera un poco más
allá, el piso era un poco menos gastado que el del bergantín el mensaje en una
botella pero no tanto, las paredes de ladrillo y cemento, todo esto le decía que
se podía encontrar en un solo lugar, volteó la cabeza y ahí estaba la Pasión,
durmiendo a su lado. Si el poeta estuviese mirando la escena diría que se
levantó con la tabernera la Pasión, igual que se levanta todas las mañanas, con
la pasión, con el ansia de navegar. Miro por la ventana, el amanecer le
anunciaba que era temprano, pero en un par de hora deberían zarpar, los
esperaba el bosque Tenebroso, hacia ahí se dirigían, así que se vistió en
silencio, no quería despertar el sueño de la Pasión. Pero la pasión percibió en
sueños al capitán y se despertó, miro al capitán con la pasión que siempre lo
miraba y le dijo:
-No tardes en volver, sabes que la pasión te espera siempre en esta cama- dijo
la tabernera.
-No sé qué me atrae más, si tu pasión o tu cama- dijo el capitán.
-No podrás distinguirlo jamás- dijo la pasión- el caso es que siempre que
vuelvas estaré esperándote con una pasión y con una cama.
3
Iba el poeta caminando, faltaba como una hora para zarpar y quería dar una
última vuelta por las calles. Subió por calle Tristeza, calle recodo del Tedio,
hasta llegar al bulevar del olvido, por donde había estado el día anterior
cuando se encontró con un cantante, entonando calle melancolía. El poeta se
emocionó de escuchar calle melancolía en costa Melancolía. Se detuvo a
escuchar el último verso:
En la escalera me siento a silbar mi melodía. Y un rasque en un tono menor
que apaciguo el canto.
El poeta aplaudió, para su sorpresa era el único que se encontraba
escuchando.
-Magnífica interpretación- dijo el poeta- una de mis preferidas, ¿la tocas
seguido?
-Está siempre en mi repertorio- dijo el cantante- tengo de mi autoría también-
De pronto, me llamo el cantante Melancolía- y miro nuevamente al poeta y
dijo: -pero si es el poeta Relámpago, el rey de costa Fantasía, sé que harán tu
coronación de fantasía , que alegría. Un cantante saluda al rey de los poetas.
-Que bien, en costa Melancolía, por el bulevar del olvido, interpreta calle
melancolía, el cantante melancolía- dijo el poeta Relámpago que se
encontraba encantado- Toca algo tuyo. Y no me llames rey de los poetas,
menos si aún no me han coronado- Se rio el poeta.
-Claro, Relámpago. Veras tengo una que es buenísima, bueno a mi entender, a
la gente que anda por acá siempre me pide que la toque. Trata sobre la
inspiración. Todos necesitamos inspiración, como inspirar a otros. Acá como
me vez, mis tres referentes son Sabina, Calamaro y Dylan. Se me acusa
muchas veces de escribir a lo Sabina, a lo Dylan, a lo Calamaro, a lo cantante
Melancolía.
Y bueno uno tiene sus referentes, sus modelos, pero también su propia voz.
¿Qué quieren que escriba a lo comentario de jugador de fútbol después del
partido y escupiendo al piso? En todo caso escupo sobre el papel, con tinta,
baladas, penas y glorias. O que hable a lo marujas en la puerta de la vereda.
En todo caso yo doy mi canto por mi bulevar. No puedo imitar a Valdano, no
me saldría. Menos a la bruja de maruja mi vecina. Lo que sí puedo hacer es
imitar a los poetas y a mis cantantes. Y escuchar mi propia voz. Para luego
hacer que otras voces se encuentren, que lleven mi canto, y les inspire el suyo.
Mira acá como me vez, soy un cantante, cuando escribo y cuando estoy en el
bulevar cantando. Luego suelo ir por calle tristeza o recodo del Tedio, y tratan
de retenerme de frenarme, de llevarse mi excitación y mi pasión. Pero yo voy
más rápido, y llego al bulevar del olvido, y entono mi canción para inspirarme
e inspirar.
-Me encanta todo esto que decís- algo así hago yo- escribo las Aventuras del
Capitán Vulgaridad, contra la corriente, contra el manotas de las
profundidades del mar que todo lo hunde. Para alegrar, para divertir, para
inspirar.
4
Recordó el poeta Relámpago cuando acabada de desembarcar del bergantín el
Mensaje en una Botella, por primera vez en Costa Melancolía. El Capitán
Vulgaridad no se sabía dónde andaba, tampoco el resto de la tripulación, como
si ni bien pisar tierra, todos hubieran disparado a hacer sus cosas, o a encontrar
otras, vaya uno a saber. El Ayudante del Capitán le había dicho antes de bajar,
mientras el poeta se acomodaba y preparaba su bolso para el desembarco:
-Te espero en la Corte de los Milagros.
Costa Melancolía era encantadora, sus habitantes salían como de un cuento de
hadas, y ni hablar de la Corte de los milagros, nunca se sabía que podía llegar
a pasar, ni que ibas a encontrarte ahí dentro.
El poeta pensó en dar una vuelta antes de entrar a la taberna, pero como lo
esperaban y además necesitaba un trago no tardó en llegar.
-Bienvenido nuevamente a la corte de los milagros- le dijo la tabernera la
Pasión. -Lo esperan en la mesa del fondo- Atareada como estaba como
siempre con las mesas y los clientes.
-Gracias Pasión- Y se fue a encontrar con el quien, suponía, sería el ayudante-
Que bien le queda la Pasión al Capitán, pensó el poeta.
Ahí estaba el ayudante, se sentó y como vio que la pasión andaba en otro lado
se fue a la barra a pedir una cerveza, y saludar al cantinero el Rufián.
-Siempre es bueno regresar por una cerveza a la Corte de los Milagros, aunque
no se hable bien de su concurrencia aunque se aconseje y todos tus instintos te
digan que ni lo pienses- dijo el poeta.
El rufián que había reconocido la voz del poeta se dio vuelta enseguida
diciendo:
-Hey bienvenido- y como era un irónico por naturaleza, y su profesión no le
dejaba ser otra cosa, y en parte para no achicarse y siempre en broma cuando
se encontraban entre camaradas, siguió diciendo- Bueno no sé de qué te
asustas, subiendo y bajando del Mensaje en una Botella, con la fauna esa que
lleva, deberás estar acostumbrado.
El poeta se rió, tomo su cerveza cambió unas palabras con el Rufián, pero
como se lo veía atareado lo dejo para charlar más tarde.
De regreso paso por al lado de un hombre que hablaba muy alegremente con
otros dos, el que hablaba parecía estar muy entretenido con lo que decía, y los
otros dos lo miraban como embelesados.
-¿Quién es ese que ahí está?- le preguntó el poeta al ayudante.
-El genio, o así le llaman, pero no se lo digas, porque él lo niega, no lo
reconoce- espera que termine de hablar y si lo encuentras solo, andá y hablale,
es deslumbrante, un genio- dijo el ayudante.
El caso es que ni bien se desocupó el poeta no dudo un segundo y se sentó
enseguida a la mesa del genio.
-Que querés tomar, te invito una cerveza, no todos los días se ve un genio, y
dicen que vos sos uno, ¿No es verdad?- dijo el poeta que no se si era lo más
apropiado para empezar una conversación, pero al poeta le pareció bien,
arrancar con todo.
El genio, que en realidad lo era, no se inmutó, más bien le agrado, se rió y le
dijo al poeta:
-Solo porque me invitas una cerveza te dejaré sentar a mi mesa, sino tendría
que cobrarte mucho más, o echarte. No todos los días se conoce a un genio, y
aunque intuyo por tu prudencia que no sabes si es la forma de entrar, es la
única forma que se le entra a un genio. Me divierte, toma asiento. -mofándose
del poeta que ya se había sentado, y se rieron.
Lo que hablaron el genio y el poeta deslumbro a este último, muchas de las
palabras quedaron en la mesa. El caso es que el poeta quedo encantado y ya de
vuelta a su alojamiento pensó.
Tiene todos los rasgos de un genio, y ¿Por qué no lo quiere ser, por qué lo
niega? Porque precisamente es un genio.
¿Cuáles son esos rasgos? Eso sí lo sabía bien el poeta: Al genio le importaba
cosas muy distintas que el resto, o le prestaba atención a cosas distintas, en su
compañía, te hacía sentir que el genio eras vos, y lo más importante era un
genio porque era como era, no necesitaba demasiado, menos que lo
reconozcan como genio, y aunque en el fondo lo vieran diferente, él quería ser
uno, sin ninguna condecoración ni tener que demostrar nada, y como no
demostraba nada y como no necesitaba serlo, nunca quiso serlo, ¿Y por qué
nunca quiso serlo? Sencillamente porque era un genio.
El poeta Relámpago siguió recordando, dudando si escribir lo que había
hablado con el genio en la mesa de la taberna la Corte de los Milagros. Pudo
haberse quedado ahí, pudo haber sido un recuerdo poético del poeta, uno muy
bueno del genio, lo que sucedió es el que el poeta lo recordó, y quiso
escribirlo:
- Suspendí mi educación, cuando empecé la escuela. Volví a retomar mi
educación, cuando me gradué de la escuela-dijo el genio entre risas.
-¿Y cuál es la finalidad del genio?- le pregunto el poeta al genio.
-Eso tendrás que preguntárselo a un genio- dijo el genio sin ánimos de
alardear- Yo puedo decirte que aunque parezcan raros, hay que mirarlos,
aunque sea un solo cuerpo un solo peso, ante la multitud, es el peso que
equilibra la balanza, sin ellos, se iría toco cayendo, quizás por su propio peso.
¿Conociste a algunos? ¿Sabes realmente lo que es un genio?
-Sí, todos están en mi memoria- dijo el poeta recordando- No sé si tendrá
mucho que ver, pero quizás es algo parecido. Recuerdo una vez, fue en un
hotel lejano, conocí no un genio, sino una genia. ¿Qué fue de ella nunca más
lo supe? En ese momento no había muchos medios de comunicación así que le
perdí el rastro. El caso es que siempre la tuve presente, su último recuerdo fue
mirarnos mientras yo estaba en el lobby y ella tomaba el ascensor. Creo que la
particularidad del genio es esa, una persona que por alguna razón, es mágica,
nos encanta, y no podemos dejar de mirarla.
-Bueno me das la idea de que sigues buscando a esa mujer en todas. Mira no
sé si llegaste a conocerla en ese instante, pero te la imaginaste. De eso se trata
un poco de encontrar a lo que nos imaginamos, y siempre, todas serán la
misma. Siempre será la misma. Por el otro lado, puede que haya quienes
rompan los moldes que tenemos, los esquemas y aun así nos gusten. ¿No sé si
te satisface mi respuesta?
-Viniendo de un modesto genio, no está mal- dijo el poeta y se rieron.
-¿Y cómo llego usted a ser tan sabio?- le preguntó el poeta.
-Voy a contarte un secreto, es que no lo soy. Se creen que porque digo alguna
que otra cosa en apariencia reveladora, que lo soy. Y me ensabian. Debe
pasarte como a vos, que porque hablas de libros o escribes versos, ya te llaman
poeta, o estás leyendo todo el día, ¿No?- dijo el sabio.
-Sí, puede ser, pero a usted se lo ve tan seguro, tan despreocupado, ¿Cómo lo
logra?- insistió el poeta.
-Bueno precisamente ese es el truco, no hacerte problemas por nada- volvió a
responder el sabio.
-Sí, sí, todo muy bonito, ¿Pero cómo lo logra?- quiso saber el poeta.
-Haciéndolo, la verdad que ni me lo pregunto, si me lo preguntara estaría en
un gran problema, como ya ves- concluyó el sabio.
El poeta pensó un segundo y siguió con lo que estaban hablando un segundo
antes:
-Me pasa a veces como me paso con una conversación que tuve con el loco y
el filósofo del bergantín el mensaje en una botella, estábamos charlando el
filósofo y yo, cuando se acercó el loco y preguntó de repente:
-¿No les duele muchas veces pensar o poetizar llegado cada uno en su caso?
preguntó el loco al poeta y al filósofo.
-Hay veces que mejor no pensar ciertas cosas, no saber otras. Conocer y mirar
las cosas a la luz del día puede ser atroz, pero divertido y revelador,
esclarecedor muchas de las veces por la noche- dijo el filósofo.
-Sabemos manejarlo, Fo en su pensar, yo en mi sentir. ¿Qué querés que deje
de sentir? ¿O de pensar?- dijo el poeta.
-Eso mismo hago yo, ¿dejar de hacer locuras? El mundo está terriblemente
cuerdo. Me duele más la sobriedad de los cuerdos.
-Puedo hacer un verso que te calme- dijo el poeta al loco.
-Puedo darte una locura que te salve- le respondió el loco.
El filósofo miraba y escuchaba la última conversación entre el poeta y el loco.
No quiso ni pensar, ni analizar lo que decían. Tan solo se reían. Igual dijo:
-¿Están razonando lo que dicen?
-Yo estoy alterando lo que digo- dijo el loco.
-En todo caso yo estoy poetizando lo que digo- dijo el poeta.
-En todo caso yo estoy pensando lo que dicen- dijo el filósofo.
-Vos me parece que te haces el loquito- le dijo el poeta al loco.
-Sí, claro. Como vos te haces el poeta y él el filósofo- dijo el loco.
-Una conversación de locos dijo el genio- y se rieron.
De repente se vio al Capitán Vulgaridad en una mesa, solo. Mirando algo
parecido a un mapa. El genio vio que el poeta miraba al capitán con alegría y
le dijo: -Ve y hazle compañía al capitán puedes volver a charlar conmigo más
tarde- pero se detuvo- no espera ahí va la Pasión a estar un rato con él. Deja al
capitán y la Pasión que se llevan tan bien.
Y así es que el genio se quedó charlando con el poeta de tantas otras cosas.
5
Ya estaban a los pies del bergantín el mensaje en una botella, listos a partir.
Estaban hablando el poeta y el ayudante del Capitán Vulgaridad sobre puertos
cuando llega el estúpido engreído con su comentario.
-He escuchado de pasada, ustedes no lo han advertido, pero yo estaba ahí al
lado viendo mientras partía el mensaje en una botella, de Costa Melancolía y
escuché. Supongo que si hay un único Rufián y una única Pasión, pero ¿No es
acaso que buscamos a la misma Pasión y al mismo Rufián en cada puerto?
El poeta y el ayudante se miraron, como diciendo ¿Y a este que le pasa? Y el
ayudante raudo, sin dejar que el poeta mediara palabra, porque no quería que
la conversación se vaya demasiado de su curso navegable, le iba a decir, pero
intervino el Filoso Filosofo Fo, siempre tan certero, siempre tan filoso,
siempre tan inmediato, siempre tan a tiempo:
-Tu pregunta tiene doble interpretación. Por un lado vos decís que ya traemos
un mapa de lo que buscamos, hay como una idea preconcebida de lo que
queremos, pero, ¿Quién sabe?, o la tenemos o nos gusta sin más sin tener
muchos esquemas. Y por otro lado, no se busca en reemplazo a la misma
pasión en otra pasión, las Pasiones pueden ser parecidas, pero nunca
reemplazables, sino destruiríamos la idea de autenticidad y particularidad que
existe en cada persona. ¿Te parece bien?
Al poeta y al ayudante le pareció bien y amaban al Filósofo filoso Fo cuando
hacia esto y los salvaba de su dilema. Lo que no sé es si le parecía bien al
estúpido engreído, o no entendió, o no le importaba demasiado, porque se dio
media vuelta para ponerse a hablar con el borracho que estaba a su lado, con la
mirada perdida, no se sabe si por lo que acaba de oír, o por lo mucho que
acababa de beber, o por lo mucho que trataba de olvidar con la bebida.
-Yo creía que la estupidez no tenía nombre, que no la conocía o fingía
ignorarla. Ahora me vengo a dar cuenta, o enterar que tiene nombre y apellido,
carnet de socio y millones de afiliados- pensó el poeta.
6
Capitán Vulgaridad habla con el poeta Relámpago sobre vientos.
El Capitán Vulgaridad estaba en cubierta, el día era calmo, no se divisaba
tierra a la vista, nada había que hacer en el barco más que viajar por el mar
hasta el próximo destino. La tripulación conversaban algunos, jugaban un
extraño juego de mesas con fichas cartas y figuras de metal otros, el poeta
pudo leer sobre la caja del juego: Capear las Tormentas. Siguió mirando al
capitán, le encantaba verlo así con las manos en los bolsillos de su gabán, con
la mirada en el horizonte, contemplándolo, vaya uno a saber pensando en que,
no aguantó más y se acercó a preguntarle:
-Linda tarde para navegar, tranquila, ¿no se ve tierra, a cuánto estamos?-
preguntó como para sacarle algo de conversación pero intrigado por lo que
pensaba- ¿Está mirando algo en particular? se animó.
El capitán lo miró como quien ve venir un viento, y le dijo:
-Estos sintiendo el viento, lo que me cuenta de tierras lejanas, buscando
vientos que me hagan llegar y me lleven al próximo puerto- empezó a decir el
capitán.
-¿Y cómo los encuentra, como los busca?- quiso saber el poeta que le
encantaban las respuestas del capitán.
-Bueno, voy a decírtelo en tu lenguaje, de forma poética: Algunos se los ve
venir de lejos, otros como un acto reflejo, te sorprenden bien de cerca, saltan
tu cerca, otros son tan violentos, te derriban como un buen cuento, unos no te
mueven un pelo, otros revuelven tu cabello al ciento por ciento. Algunos son
solo un soplido, como un quejido, yo a los puertos recurro, que me llaman con
susurros- dijo el capitán Vulgaridad que no estaba acostumbrado a hablar en
verso, pero para complacer al poeta y por divertirse un rato.
El poeta sabia de la condición del capitán, sabía que había leído demasiado,
había navegado demasiado, sabía demasiado, pero no necesitaba retórica ni
sabiduría poética, para saber y poetizar la vida.
7
Acababan de zarpar de Costa Melancolía. Cuanta añoranza daba dejar ese
puerto, las ganas de volver siempre eran irremediables. No se podía dejar
Costa Melancolía sin recordar a sus habitantes, sus calles, sus tabernas.
Personajes tan pintorescos como los que se encontraban en la taberna la Corte
de los milagros, como el tabernero Rufián y la camarera la Pasión, no eran
cosas que uno se cruzara por ahí todos los días. Siempre era bueno, y una
alegría, volver a Costa Melancolía.
En el bergantín el mensaje en una botella, estaba en poeta, mirando alejarse de
la costa, seguramente pensando más o menos esto. En sus ojos se podía
descubrir una mirada de nostalgia. El ayudante del Capitán Vulgaridad, que
también miraba alejarse la costa, quizás con la misma melancolía que el poeta,
miro un segundo al poeta, y quedó emocionado al ver la mirada del poeta, le
entró la misma nostalgia que al poeta. Le cautivó, le embelesó, le agradó, casi
se desarma. Pero como era un ayudante sensato y razonable, y con una
entereza descomunal, para salir con rapidez de su encantamiento momentáneo
que le producían los ojos del poeta, y para sacarlo al mismo poeta de su
extravío, le preguntó a modo de frase disuasoria:
-¿Que bueno se está en la Corta de los Milagros, no? Puede haber tabernas
más agradables, mejor acondicionadas. Pero tan sórdidas, sombrías, con
personajes tan extravagantes como sacados de un cuento de hadas, y al mando
del Rufián y servido todo por la Pasión, dudo que encontremos en cualquier
otro lado- dijo el ayudante que con este comentario no sé si ayudaba al poeta
pero si lo saco de su pensamiento, por lo menos por un rato.
-Rufianes y Pasiones, debe haber en todos lados, pero Rufianes y Pasiones tan
bien llevadas y representadas con toda realidad por el Rufián y la misma
Pasión dudo que las encontremos en cualquier parte. De todas maneras- siguió
diciendo el poeta- se ve bien irse Costa Esperanza, es tan bonita cuanto más se
aleja. Todavía se puede ver algunos transeúntes, allá en el muelle, ¿Los ve?
Mirándonos alejarnos. ¿Nos mirarán con la misma nostalgia que miramos
nosotros?- preguntó el poeta, que aunque poeta, y se supone que los poetas
hablan de nostalgias y melancolías, no le gustaba mucho hablar de estos
temas, sino siempre a favor de la alegría, y no quería decir demasiado- ¿Nos
mirarán en otros puertos como nos miran en Costa Esperanza al zarpar?
-No todos los puertos son lo mismo- le dijo el ayudante del Capitán
Vulgaridad al poeta Relámpago- No todas son las mismas miradas. Como no
todos son los mismos Rufianes las mismas Pasiones. Parecidas sí, pero no las
mismas.
No sé si el ayudante esperaba respuesta del poeta, no sé si con esto ayudaba al
poeta, pero al poeta Relámpago le gusto, o eso se pudo ver en sus ojos, en su
mirada.
8
El poeta no podía creer lo que estaba mirando. Ni bien acercarse al puerto de
Costa Desilusión, se deslumbró. Las luces lo cegaban todo, era una costa
ciudad imponente, con sus altos rascacielos. Las luces que eran millares,
asemejaban estrellas, brillaban más que las estrellas. El poeta como dijimos se
ofusco de fascinación ante tanto esplendor, pero no se dejó engañar, prefirió
desembarcar y ver que le ofrecía una ciudad tan prometedora. El poeta no era
de esos que se embelesaban ante banalidades, quizás le llamó la atención el
parecido de tantas luces en los rascacielos confundidas con estrellas.
Desembarco. Junto al filósofo, filoso Fo, el ayudante del Capitán Vulgaridad y
el resto de la tripulación. Lo recibía una comitiva de bienvenida, esplendorosa,
con grandes atuendos.
-Bienvenidos, a la gran ciudad desilusión, cuna del progreso, futuro de la
humanidad, molde y modelo de toda gran civilización- dijo el que parecía el
principal de la comitiva, con gran grandilocuencia, al poeta no le estaba
gustando nada- ¿Donde esta ese Capitán Vulgaridad que tan grandes hazañas
se cuentan y no honra con su visita?
-Quedó con un asuntos de máquinas muy importantes, y era apremiante
solucionarlo, dijo que tardará más o menos una hora, si lo disculpan, podemos
empezar nosotros a saludarnos- dijo el ayudante, sabiendo que al Capitán
Vulgaridad le encantaba encargarse de sus asuntos muy a menudo el mismo.
-Bien podés venir no perdamos tiempo- con unos 5 minutos de caminata hasta
el palacio- podrán apreciar parte de nuestro colosal y magnánimo imperio. El
Rey Impostura nos recibirá pronto- dijo el de la comitiva.
Pasaban por la calle entre grandes rascacielos, la gente arremolinaba por
doquier, llevaban una prisa en descomunal en su semblante, como que no
llegaban a tiempo a donde necesitaban estar. El poeta miraba los transeúntes
alocados, desenfrenados ir de acá para allá cuando un bufido lo sacó de su,
digamos, admiración. En un pequeña callejuela, un pequeño resquicio entre
dos rascacielos, como en un callejón sin salida, se encontraba un hombre
harapiento, mayor, desgarrándose de dolor tirando entre desperdicios. El poeta
se quiso asomar, raudo, a ver qué pasaba, unos dos hombres de la comitiva le
cerraron el paso, con sus bastones señoriales, en forma de brazos en cruz,
impidiéndole el paso.
-No hagas caso, joven poeta- dijo el que presidía la comitiva- no tenemos
tiempo para eso, llegaremos tarde ante el Rey, de todas maneras no hay mucho
que hacer, no le queda mucho futuro, en resumidas cuentas el anciano se lo
busco.
El poeta miró a su alrededor, salvo los tripulantes del bergantín el mensaje en
un botella del Capitán Vulgaridad que quedaron enmudecidos del dolor, y
miraban al poeta con condescendencia. Todos a su alrededor, es decir, la
comitiva real, y los transeúntes que pasaban iban como entumecidos,
envilecidos. No paraban a reparar en estos casos, no alertaban, pasaban sin
mirar la vista al costado.
El poeta que nunca pudo hacer un poema sobre este tema, para purgar su
dolor, ni aunque quisiera, ni pensó en hacerlo, se quedó ahí, sentado sumido
en un profundo llanto y pensó, le vino a la memoria los años de su pueblo, tan
distinto a esta ciudad y se acordó de una letra de una canción titulada Calle
melancolía e siguió pensando:
Es la mejor calle. Habrá calles luminosas, bien asfaltadas, con guirlandas y
fiestas de disfraces. Yo prefiero las sombría y enlodada y agreste y vulgar y de
descubiertas caras arrugadas, calle melancolía.
Y siguió llorando. Algo menos que lo que imaginaba lloraría en el bosque
tenebroso.
Capítulo 3. El bosque tenebroso.
Donde se cuenta de la incursión del poeta por vientos, arenas movedizas y la
cueva oscura, entre tantas otras cosas.
1
-¿Y que hay en el bosque tenebroso? preguntó el joven grumete.
-Las más terroríficas bestias. Lobos, hadas, tus miedos, tus deseos, la caverna
oscura. Hacia ahí nos dirigimos- dijo el ayudante del Capitán Vulgaridad.
-¿Y qué otras cosas encontraremos en el bosque Tenebroso?- volvió a insistir y
preguntó el joven grumete.
-Además de los peligros que te mencione, vuelvo a repetir, está la cueva
oscura, ahí entrarás entre penumbras, y cuanto más te internes, más se
oscurecerá, y te enfrentarás a dos de los monstruos más perversos, tus miedos
y tus deseos. Más bajas, más te internas, más grande es el monstruo que
tendrás que abatir- dijo el ayudante del Capitán Vulgaridad-. Además, bueno,
están los salteadores La bolsa de los caminos, los lobos Desesperación que
aullarán sin saber por dónde vienen, las arenas movedizas de la duda, las
Hadas Lodosas de los pantanos, los vientos Descabellados, y algún que otro
bicho indescriptible que ya iremos viendo.
-¿Y es necesario entrar en la cueva oscura?- preguntó el joven grumete.
-Hay quien le esquiva, prefiere no enfrentar a sus monstruos, pasa por ahí, la
observa, pero o no se atreve a entrar o no quiere. Tarde o temprano la cueva
oscura te llama, si no entras los monstruos que habitan saldrán a atacarte. dijo
el ayudante
-¿Y si no hubiera cueva oscura, si no hubiera monstruos y todo fuera una
invención? preguntó el joven grumete.
-Bueno sería, maravilloso- pensó el ayudante del Capitán Vulgaridad- Hay
para quienes no hay cuevas oscuras, otros ni las ven, otros hacen una fiesta en
medio de la cueva y danzan con los lobos.
-¿Y cómo se sale de ella?- preguntó el joven grumete.
-Algunos salen rejuvenecidos, entran viejos, y salen hechos unos niños. Otros
salen maldiciendo diciendo que jamás volverán a entrar a esa caverna de
porquería. Salen rasguñados. Algunos delirando aseguran haber sido salvados
por una mano que los saco de su sopor y salen reinventados, otros salen siendo
otra persona con otra vestimenta inclusive. Algunos se pierden por años, esos
son los que más pena dan. Hay algunos que la cueva oscura no deja entrar, no
sé si por desgracia o les está haciendo un favor. En fin así de fascinante y
tenebrosa es la cueva oscura del bosque tenebroso.
El Capitán cada vez que entra sale con una sonrisa y navega feliz.
-¿Y cómo será la cueva del Capitán? pregunto el joven grumete.
-Él dice que es tan oscura, que no se ve nada, y aunque ha entrado millones de
veces, jamás vio nada de los jamases, yo creo que se ríe de la situación, que no
le da importancia. Una cueva oscura impenetrable. No vera nada, porque no
hay nada que mirar, pero aunque irónico es el único que lo vi entrar sin un
candil y aunque, según él es tan oscura, el sale tan lleno de luz cada vez que
entra. Extraño.
-Recuerdo una vez, el Capitán Vulgaridad entro en la cueva oscura y a los diez
minutos salieron tres lobos huyendo despavoridos como si hubiesen visto al
mismísimo demonio. Al raro salió el capitán y al preguntarle que paso, dijo
que se cruzó con tres sombras que lo miraban acechándolo furtivamente, el
capitán sin pensarlo dos veces, se sentó en la cueva y empezó a contar
cuentos, de sus encuentros con sirenas, del manotas, de los mares y los
puertos, y veía como los ojos endiablados que se percibían en la oscuridad se
tornaban de un rojo rabioso a un azul noche. Era como que esos mismos ojos
lo escucharan atentos, y se entretuvieran con sus historias, pero dice que luego
no sé porque, les empezó a contar de sus cicatrices. Esas luces oculares, en
forma de ascuas, se enrojecieron hasta arder prácticamente de dolor,
cambiaron el color, por el ardor como las llamas, y se esfumaron. Como se
esfuman las cosas luego de arder demasiado, convertidas en humo volátil o
ceniza. Supongo que fueron las tres figuras que vimos. Puede que hayan sido
los lobos Desesperación- iba a agregar algo más pero al mirar sobre el hombro
del ayudante pudo ver el bosque Tenebroso a la vista:
-Mira voltea, ahí podrás ver el boque tenebroso sobre la isla, ¿no te parece
encantador y aterrador al mismo tiempo?
-Ya con lo poco que me has contado me parece tenebroso sin solo mirarlo.
¿Voy a avisar a todos para desembarcar, ayudante?
-Da la vos están casi todos en cubierta, pero no se han dado cuenta.
2
-Y si te quedas en la caverna oscura demasiado tiempo puedes llegar a la
locura- le advirtió el ayudante al poeta, que ya estaba decidido a entrar en la
cueva.
-No te preocupes, se dé locuras, las he cometido, las he presenciado, las he
tratado, las he enfrentado y también las he esquivado. Supongo que para eso
entro en la cueva oscura, para ver y enfrentarme mis locuras- dijo el poeta-.
Pero yo quiero entrar a enfrentarme con mis versos internos, los que han
quedado en el fondo de mi tintero, y no han salido en tinta sobre el papel.
Revolver los tinteros, ver qué pasa. Al final de cuentas, la tinta es como la
marea. Las cosas que tienen buena madera saldrán a flote, y las que quieran
volverán al fondo. Muchas veces escribo con la claridad mojando la punta de
mi pluma sobre la superficie diáfana de mi tintero, las glorias, y otras la hundo
hasta el fondo, revuelvo un poco, y rápido escribo todas las penas y pesares.
En definitiva penas y glorias, riman, se matizan, quedan bien juntas en un
poema. Es un acto claroscuro- no dijo más y entró el poeta a su cueva oscura.
Lo primero que vio el poeta al entrar, fue oscuridad total, nada se veía por
ningún lado. Pero al contrario de lo que se puede imaginar, más se internaba,
la oscuridad se iba convirtiendo en bruma, y despejada como por su pluma,
todo se iba aclarando. Y lo primero que vio fue a un niño, escribiendo sobre un
papel pequeñísimo. El poeta pensó que en ese papel cabían solo dos o tres
palabras vitales. El niño lo miro y le dijo: No me olvides, y siguió escribiendo.
El poeta quedo petrificado, sabía todo lo que el niño le quería decir.
-Para eso escribo- le quiso decir- para no olvidarte- pero al terminar de decir
esto el niño se había esfumado de la vista. Como que al decirlo una vieja
imagen se hubiera desdibujado.
Siguió y se encontró con un hombre que escribía, su apariencia era atroz.
Supuso el poeta que escribiría versos atroces. No quiso interrumpirlo pero
miro por sobre su hombro lo que escribía. El hombre atroz escribía fingiendo
indiferencia y haciendo caso omiso del poeta, y escribió vos versos, cortos, sin
mucha retórica:
Vas a morirte,
No van a quererte.
El poeta se extrañó ante la falta de delicadeza del hombre atroz y de su vana
modestia y sinceridad. Y le dijo, ante la figura que se desdibujaba:
-Pero eso lo sabe cualquiera, si lo disfrazaras un poco al decirlo, por lo menos.
El poeta no quiso quedarse en el lugar del hombre atroz, y siguió, ante una
melodía que lo atraía. Al entrar en el recinto las vio. Eran las musas que
bailaban encantadas al verlo. El poeta se desvistió y bailo un baile genuino
con las musas. Sabía que la única manera de agradar a las musas era, sin
trajes, ni antifaces, ni nada que se le parezca. Danzo una danza acompasada de
versos. El poeta en un momento se detuvo, sobre el piso escribió en versos
todo lo que había visto y se dispuso a salir de la cueva.
Antes de salir con sus palabras sobre el papel, un monstruo de mil cabezas
quiso devorarlo. El poeta levanto el papel y empezó a recitar todo lo que
había escrito, al terminar, el monstruo había enredado todas sus cabezas, no
supo con cual atacar al poeta y se perdió en la cueva.
Visto lo cual, el poeta salió, papel en mano.
El loco lo vio y le dijo:
-¿Que viste en la cueva? Para que entraste, no era para tanto verdad.
-Lo que vi ya lo sabía. Toma esto es todo lo que vi- le dijo el poeta al loco y le
dio el poema.
El loco leía y miraba al poeta asombrado.
El poeta se reía.
3
Ya habían salido todos de la cueva oscura. El loco se reía de contento. El
joven grumete salió un poco más envejecido. –No te preocupes le dijo el
poeta- ya recuperarás tu jovialidad. El estúpido engreído no entro, decía que
no hacía falta semejante estupidez. El ayudante salió dando voces de mando.
El borracho parecía embriagado por una suave melodía. El filósofo, por un
segundo parecía salir con una cara de confusión, pero al segundo su semblante
se le ilumino como si al salir de la cueva se le hubiera aclarado todo. El
Capitán fue el último en salir, con las manos en los bolsillos de su chaqueta,
como pensativo con la cabeza mirando al piso, abstraído. Luego levanto la
vista, estaba silbando, alegre y jovial. –Siempre es bueno volver a la cueva
oscura- dijo.
-¿Quieren volver por donde vinimos, un camino tranquilo y conocido, o
quieren volver por el otro lado. Un lugar lleno de peligros, desconocido por
algunos, pero encantador si vas con un buen guía como el ayudante?- dijo el
capitán.
-Yo me vuelvo por donde vinimos, los espero en el barco- dijo el estúpido
engreído- y se marchó sin decir más.
Los otros miraron desconcertados la reacción del estúpido engreído y
asintieron con el capitán, que podía pasarles.
4
Ni bien se internaron en el bosque empezaron a oír unos sonidos
ensordecedores, siniestros, como desesperados.
-Los lobos Desesperación- dijo el ayudante-. No debemos tenerle miedo ni
asustarnos. Mientras estemos juntos no nos atacarán, pero estén precavidos
por si acaso. Son unas fieras infernales. Te devorarían sin más. Y si no lo
hacen te hacen desesperar. Su aullido viene como de los mismísimos infiernos.
Si los escuchas demasiado, vivirás asustado. Su sonido es como
enpenumbrado, un quejido, como en pena. Los lugareños de la zona en sus
cuevas, para protegerse cuentan historias, para alejarlos, para no sentirse tan
solos, para que su quejido no los abata, para darse ánimo. Sigamos no les
hagan caso- estaba diciendo el ayudante cuando escucho al joven grumete que
gritaba:
-Socorro, me hundo, ¿qué pasa con el suelo?- gritaba el joven grumete
aterrado.
-Tranquilo dijo el ayudante, no te muevas, no hagas nada. Son las arenas
movedizas de la duda- decía el ayudante para tranquilizarlo, ante los demás
que miraban y el capitán que le tiraba una soga- Agárrate, menos mal que no
estás solo, lo mejor en estos caso, si te hagan las arenas movedizas es quedarte
quieto, no hacer nada, cualquier movimiento te hundiría más. O te ayudan o
estás perdido, salvo que des el gran salto, con todas tus fuerzas, como puedas
y salgas del pozo. Y corras lo más lejos posible.
El joven grumete se asía a la cuerda y escuchaba, asustadísimo.
El ayudante para calmarlo siguió contando:
-Te acuerdas capitán, tu resolución fue magnífica. Aunque llevaba su riesgo,
pero el capitán sabia o confiaba en lo que había del otro lado. Se quedó
parado sin hacer nada, ante nosotros que mirábamos, e hizo un ademán como
diciendo, déjenme solo. Y empezó a hundirse en las arenas con calma, nunca
lo vi tan tranquilo. Se fue hundiendo hasta desaparecer. Pero a los 5 minutos lo
encontramos detrás nuestro. Las arenas dos o tres suelen dar con cuevas
subterráneas que te llevan a otra superficie, y por ahí apareció el capitán.
-Lo recuerdo dijo el capitán- supongo que lo sabía pero confiaba- toda duda si
te quedas quieto desaparece y te lleva por cuevas a la superficie, o eso o el
gran salgo. Decidí quedarme quieto, fue genial, divertido- dijo el Capitán
Vulgaridad.
El joven grumete ya había salido del susto y de las arenas de la duda.
-¿Qué raro? Dijo. Justo estaba pensando en algo que me estaba haciendo
dudar. Y caí en las arenas movedizas de la duda- dijo el joven grumete.
-Pues suele pasar así, venís pensando, sin mirar por donde pisas, y zas, te
agarran las arenas de la duda. Ten cuidado donde pisas, en que vas pensando,
eres joven- dijo el ayudante.
-Déjalo que vaya con sus pensamientos, que lo descubra por el mismo, que no
preste mucha atención donde pisa- dijo el poeta Relámpago.
-Claro- dijo el filósofo- solo se debe tener el cuidado necesario, para no
meterse mucho en problemas- luego no es muy conveniente fijarse demasiado
ni tampoco pensarlo.
El loco miraba y no acreditaba lo que decían el filósofo y el poeta. Pensó que
lo decían con gracia e ironía.
-¿Te han azotado alguna vez los vientos Descabellados?- preguntó el capitán-.
Venís pensando el algo, quizás tranquilo, a veces preocupado, y por ahí sin
más, unos vientos salidos de quien sabe dónde te dan de lleno en la cara. Te
hacen olvidar lo que venias pensando, te hacen hasta cambiar de rumbo. A
veces, es bueno en esos casos, que te ataquen esos vientos.
Todo esto decía el Capitán Vulgaridad cuando se escucharon unas voces detrás
de unos arbustos. Voces alegres, cantarinas, juguetonas.
-¿Y eso? -dijo el joven grumete sorprendido.
-Las hadas de los pantanos enlodados, seguramente- dijo el ayudante.
Asomémonos y descubrámoslo.
Se asomaron por detrás de unos arbustos, por donde venían las voces, y como
había dicho el ayudante del capitán, ahí estaba el pantano, medio entre
penumbras, generadas por los árboles, pero un poco aclarado por rayos de sol,
que como focos direccionales de sala de ensayo o teatro, daban a el lodo, y a
las hadas un panorama encantador.
-Las hadas de los pantanos enlodados- dijo el ayudante aquí las tienes joven
grumete, ve y enchastrate con ellas, son encantadoras. Juega, diviértete con
ellas, mientras puedas.
-Hay pero que concurrencia tan encantadora- dijo una de las hadas- quieren
darse un baño, estas aguas enlodadas todavía no han sido viciadas ni
contaminadas por la civilización, podrán bañarse y divertirse alegremente con
nosotras. A propósito, pero si no me he presentado: Yo soy el hada
Encantadora, ella hada Diversión. Y yo soy hada Enlodada- terminó de decir
hada Enlodada. Seguro te diviertes más conmigo.
El joven grumete no salía de su asombro, nunca había visto un hada y le
parecían magnificas, encantadoras. No podía abrir la boca.
-No van a asustarme al joven grumete- dijo el poeta, entre risas, acostumbrado
a ver hadas enlodadas.
El ayudante y el capitán miraban entretenidos a las hadas. El filosofó que
jamás había visto una, y que le parecía que no existían ni en cuentos. Se quedó
maravillado, pero una vez vistas. No tuvo más problemas.
El joven grumete seguía maravillado, mientras se desvestía para dar un
chapuzón junto a las hadas.
5
-Sí que te has divertido con las hadas enlodadas- le decía el poeta Relámpago
joven grumete. Mientras iban de camino de regreso con los demás al
bergantín.
-Hada Enlodada es magnífica, te hace sentir como un niño nuevamente ahí en
el lodo.
-Como el niño que todavía eres, joven grumete- dijo el filósofo.
-Bueno, hablo el gran señor- defendió el poeta- siempre pensando cosas que
no dejan de ser niñerías- ironizó.
El capitán y el ayudante se reían, cuando se escuchó:
-La bolsa o la vida- a dos tipos que eran reconocidos salteadores de caminos, y
saltaron tomando por sorpresa a todos, a punta de navajas.
-Yo la bolsa y la vida, la he dado hace mucho ya. La sigo dando en poemas en
versos- dijo el poeta que fue lo primero que se ocurrió para tratar de ganar
tiempo. Pero no se sabe cómo, un palazo vino a dar certeramente sobre la
cabeza de uno de los salteadores. El otro al ver que su amigo estaba
desmayado y verse en desventaja numérica huyo.
Se vio enseguida salir al estúpido engreído, salir de detrás de unos matorrales,
diciendo:
-Siempre es bueno que un estúpido te salve a tiempo, ¿No?- dijo con su
engreimiento habitual el estúpido engreído.
Capítulo 4. Una montaña Encantada.
1
Donde se cuenta el encuentro del poeta Relámpago en la montaña Encantada
con el mago Ilusión, su aprendiz Desenfado y una serie de personajes
mágicos.
-¿Te bajas del barco poeta Relámpago?- pregunto el ayudante.
-Si pero es solo por unos días, me voy a visitar a un viejo amigo, el mago
Ilusión, de la montaña encantada. Dice que tiene un nuevo aprendiz que quiere
presentarme. Ustedes van a no sé dónde y a la vuelta me recogerán para
seguir- dijo Relámpago.
-Si vamos a dejar sustancias a Costa Desenfreno, suelen gastárselo todo,
consumidores a más no poder- dijo el ayudante del capitán- te dejaremos en la
montaña encantada y a la vuelta te recogemos para ir a Costa Fantasía.
2
-Tenía sus demonios, sus tormentas. Quería destrozar todo a su paso.
Descontrolar su furia, remolinar los caminos, asolar las ciudades, es decir,
magia negra era lo que requería. Pero en sus hechizos de encantamiento, en
sus susurros en conjuro, magia blanca era todo lo que le salía- dijo el mago
Ilusión a su aprendiz Desenfado- así era mi maestro.
-¿Siempre tiene que ser magia negra o blanca, no puede ser algo intermedio,
algo así como magia gris?- preguntó el aprendiz.
-Solo blanca, procura usar solo magia blanca. La negra déjala para el caso que
sea ultra necesario. Pero inclusive así, te salvarás usando magia blanca, sin
violencia, con delicadeza- dijo el mago.
-¿Y los grises?- insistió el aprendiz Desenfado.
-Déjalos para la vida cotidiana, para los momentos mágicos usa solo magia
blanca.
-Pero me voy a perder todos los otros matices- protestó el aprendiz.
-En la magia blanca esta todo, no necesitarás más- decía el mago harto de los
cuestionamientos del aprendiz.
-¿Comenzamos ya con mi enseñanza?- preguntó el aprendiz.
-Comenzamos desde el momento que te hice esperar dos horas bajo la lluvia,
escucha, comenzaremos ahora con los consejos:
-Enciende un fósforo, acércalo a las maderas, ve cómo se va prendiendo todo
lentamente. Lo mismo con la magia. Busca la palabra, encendela en una frase,
deja que se vaya propagando en oraciones, sentate a ver cómo se va
produciendo el incendio, el encantamiento, la fascinación que producen las
llamas, el susurro, observa y ve, espera como arden las cosas lentamente- le
dijo el mago al aprendiz.
-¿Y los polvos mágicos? No veo posiciones mágicas, cuencos. Nada para
preparar el elixir o la pócima embelesadora, en esta casa- le preguntó el
aprendiz al mago de forma sorpresiva.
-Esas son pavadas. Ni bien tomas o haces tomar el bálsamo, el embrujo puede
durar unas horas, pero luego desaparece, nada es perdurable. Acá aprenderás
el sortilegio, el conjuro, el hechizo de encantamiento que se produce con la
palabra, y después el que sigue con la mirada. Esos sí que son a largo plazo.
Una palabra, una mirada, pueden durar años- dijo el brujo.
-¿Y es para siempre?- quiso saber el aprendiz.
-Según el caso. En unos duran más en otros menos, pero suele ser más
duradero que un polvo mágico.
-¿Pero habrá quien no se inmute ni que le recites Shakespeare de corrido?-
dijo el aprendiz medio en broma medio indignado.
-Te vos dependerá cuando recitar a Shakespeare y cuando usar palabras mal
sonantes. Pero es aconsejable ir por ahí con tus hechizos más preferidos, con
tu voz, y se irán acercando quienes se quieran embelesar con tu voz particular.
Al resto déjalos que se hechicen con otros magos. Con otros polvos. Tu usa la
voz y la mirada- concluyó el mago.
O eso pensó o quiso hacer el mago, pero el aprendiz insistió:
-¿Y cuál es el mejor hechizo?
-Eso lo debes saber vos. Tienes dos caminos. Uno es ir aprendiéndolo,
buscando tu propia voz. Y la otra es confiar plenamente en tu voz natural.
Cualquiera de las dos me ha servido a mí, y bien puede que a vos también te
ayude- pensó y quiso terminar por concluir el mago.
-Sí pero hay quien dice que el mejor mago es ese que ni lo piensa, que ni lo
intenta, tan simple como ir por ahí, hablando por hablar, siendo por ser, por
decir algo- siguió el aprendiz.
-Bueno esa es otra opción, pero no me jodas, si piensas así, ve, ¿para qué
viniste a visitarme? Pero si vas a optar por ese camino ya lo has aprendido
todo- Y salió de la habitación para no volver a ser fastidiado por el aprendiz.
3
-¿Y cómo fue que se hizo mago?- Preguntó el aprendiz de brujo.
-Es muy sencillo, no podía parar de decir las cosas. Donde iba tenía que
encantar con lo que decía. Hechizar, cautivar la mirada, enajenar los sentidos.
Y por eso me convertí en un maestro de la palabra, rey de la oratoria- dijo el
mago.
-¿Cómo sabes que estas encantando?- preguntó el aprendiz.
-Lo sabrás enseguida. El ambiente se vuelve enrarecido. La tensión que
envuelve al hechicero y al encantado se incrementa. Es como un efecto
hipnótico. Las miradas se encuentran, se avivan, los cuerpos se enervan, la voz
se entusiasma, se acelera el ritmo de la palabra. Te verás cómo poseído. Al
primero que tienes que encantar es a vos, para luego encantar al otro- dijo el
mago.
-¿Y cuál es el truco para dominar ese encantamiento?- dijo el aprendiz.
-Hay varios, algunos los aprenderás de mí, otros los iras descubriendo de tu
propios encantos. Lo que sí puedo decirte es que hay veces que no puedes
controlarlo. Empiezas y luego sigues como enajenado, vas sacando o
alimentando el hechizo vaya a saber uno de dónde. Una vez encendida la
hoguera, comenzadas las palabras, muchas veces no sabemos de dónde
sacamos la madera para seguir avivando el fuego o las palabras para seguir
encantando, simplemente ocurre. Entusiasmo, deseo, llaman los poetas. Algo
de eso puede haber. Lo demás, quien sabe. Ocurre, ocurre- concluyó el mago.
-¿Quién nos saca la palabra?- pregunto el aprendiz.
-Bueno, antes que nada la belleza, las injusticias, las ganas, la provocación, el
delirio, el miedo. Algunos de las saca hasta que grites de alegría y de rabia, y
otros te las sacan para dejarte mudo, de felicidad o de indignación.
-¿Cómo nos protegemos de los hechizos?- preguntó el aprendiz.
-No prestándoles atención. Con más palabras. Otras veces con silencio. Vos
sabrás cual es el caso. Resignándose, dejando ser las cosas como deben ser.
Que no puedes encantar al sol de noche. Que no quiere brillar para vos, por las
noches. Y dejando al sol hacer lo que él sabe hacer, dejarlo ser. Esa es la forma
de protegerte de los hechizos. Hazlo así siempre, sin dudarlo.
-¿Y que hace un mago de la palabra?- preguntó el aprendiz al mago.
-Encantar. Eso es lo primero. Maravillar con la palabra. Dejar un halo en el
ambiente. Una especie de fascinación- empezó a decir el mago, pero fue
interrumpido por el aprendiz.
-¿Y cómo llegamos a ese encantamiento?- dijo el aprendiz.
-Debes ante todo estar en modo encantador, confiar en tus palabras- pero
volvió a ser interrumpido por el aprendiz.
-¿Y si no se encantan?- digo el aprendiz.
-Podrás seguir encantando en otros lados, pero si quieres ser un mago de la
palabra y a eso quieres dedicarte, deberás serlo sin más. Pero vigila no
siempre se encanta con la palabra, ahí donde no llega la palabra llega la
mirada. Además debes prestar especial empeño en la forma en que lo dices.
Bueno no empeño, con el tiempo sabrás que la mejor manera es decirlo
naturalmente, es el mejor encantamiento, ya sea despreocupado o violento, es
la mejor manera. Pero en el caso que necesites fijarte, ten en cuenta que lo que
digas cuenta, pero también cantará la forma en que lo digas, y luego usa el
cuerpo todo el cuerpo dirigido en esa acción.
-¿El cuerpo?- quiso saber el aprendiz intrigado.
-Si el cuerpo, tiene todo su poder de encantamiento y su lenguaje. No es lo
mismo mandar un mensaje que decirlo. Aunque depende del caso, muchas
veces no podrás llegar con el cuerpo, no podrás estar presente, envía una
misiva, ahí importará el tono retorico, las figuras que utilices, en persona, tu
figura y tu tono de voz. ¿Se entendió?- dijo el mago.
-Claro, como si me hubieras encantado- concluyo el aprendiz.
-Bueno ya que estas encantado déjame decirte algo más: procura que con la
palabra hagas ir y venir, de acá para allá, de allá para acá, de un tiempo a esta
parte, de esta parte al tiempo, a las personas también, que se acerquen algunas,
que huyan otras, vos sabrás en que momento pronunciarte- dijo el mago como
pensativo medio poseído, como enajenado con lo que decía, luego se calmó,
miro al aprendiz, y le puso su mano en el hombro.
-El aprendiz, miro con temor al mago, estaba temblado, algo le había hecho
pensar, recordar, atemorizarlo. Salió rápidamente de su sopor, y sonrió al
mago lleno de fascinación porque lo había entendido.
-¿Cómo logra esa fascinación en la mirada?- le preguntó el aprendiz al mago.
-Es fácil, debes mirar las cosas como si fuera la primera vez. El encanto que
produce el deslumbramiento de un instante repentino que te cautiva, te
sorprende, te atrapa, por maravilloso, por descubrir y vislumbrar que
encuentras cierto placer en mirar ciertas cosas, en contemplarlas, te agrada.
Debes mirar todo como si fuera la primera vez, aleja el tiempo, que todo lo
gasta, todo lo corrompe, todo pudre, lo deteriora, lo mata- dijo el mago.
-¿Pero no es también o encuentras gratitud con el tiempo, con ver algo todos
los días y encontrarlo que te gusta, a través del tiempo, cada vez más?- quiso
saber el aprendiz.
-Sí, es otra forma de mirar las cosas. Es como mirar algo y reconocerlo a
simple vista, por conocido por familiar. Quizás la mirada de la primera vez, de
ver algo que no conocíamos, nos deslumbra porque se nos viene todo el
tiempo de golpe, todo lo que sabíamos, lo reconocemos en esa primera
mirada, y por eso nos encanta- era la primera vez que el mago se quedaba
medio como sin palabras, dubitativo, pensativo y algo confundido. Pero
añadió: En todo caso siempre es una primera mirada, aunque sea la mirada que
te lleva al principio de los tiempos.
-¿Cómo nos protegemos de los hechizos?- preguntó el aprendiz otra vez.
-¿Cómo? No te protejas, déjate hechizar, ¿Cuál es el problema? Nada puede
hacerte daño realmente, si estas convencido, tranquilo, con buena disposición,
nada podrá hacerte daño. Tomalo todo como un juego. En fin, dejate hechizar.
Diviértete, restale importancia, dejate hechizar. Quedate sin palabras, dejate
hechizar.
-Puras palabrerías- dijo el poeta Relámpago- que escuchaba y veía la escena
desde la puerta de la choza del mago y el aprendiz.
-Pero que sorpresa, si es el poeta Relámpago- dijo el mago Ilusión, totalmente
ilusionado al volver a ver a su amigo, compañeros de la palabra, de los
encantamientos, de la vida- Procura ser amigable, siempre, joven aprendiz, ese
es mi último consejo- y se fue a abrazar con el poeta.
4
El poeta Relámpago y el mago Ilusión hablan sobre su mal llamado Don.
-¿Y qué es lo que buscas con tu poesía, con tu Don?- preguntó el mago a su
amigo poeta.
-Bueno vos llamas Don y poesía a cualquier cosa- dijo el poeta y se rió- ¿Vos
no movés rocas y cosas con tu magia?
-¿No vas a creerte todo eso? Es una forma alegórica, cuando digo que muevo
rocas quiero decir que con mis hechizos, la gente construye con esas rocas
castillos, muros. Pero puedes decir que muevo rocas, literalmente, alimentarás
mi mito, aunque no sea cierto.
-Ya lo sé, no me tomes las cosas tan literales. Lo que te pregunté era para
decirte lo siguiente. Qué se yo que busco con mis poemas, no importa
demasiado, lo que realmente importa es que me mueven y hacen mover a la
gente. Vos movés rocas con tus hechizos, yo muevo gente con mis poemas y
me muevo.
El poeta y el mago se miraron por un segundo, y quedaron fascinados ante sus
palabras y sus miradas.
5
Le advierte el mago Ilusión al aprendiz Desenfado sobre la bruja Silencio.
-¿Y qué voy a encontrar en ese bosque maestro?- le pregunto el aprendiz al
mago.
-A la bruja Silencio. Ten cuidado con ella, porque aunque no te diga nada,
aunque parece que te trata con calma, su mente es un revoltijo, es malvada. Y
su mejor arma es esa, no decir ni mu. Sabe que un aprendiz de mago usa su
palabra, y sabe que usas las palabras de los otros, para ataque y defensa. Y
como no quiere que la ataques con sus propias palabras, no te dice nada, para
no quedar al descubierto. Sabes que el silencio es atroz, puede destruir más
que mil hechizos. Y nosotros amamos los hechizos.
-Descuida Ilusión, por algo me pusiste el aprendiz desenfado, porque no haré
caso de sus actos, y nada podrá agredirme- dijo el aprendiz.
-Si por eso te puse Desenfado, porque como buen aprendiz, no estás viciado
por los dogmas, los hechizos, los razonamientos, las leyes, los predicamentos,
las enseñanzas- vas por ahí sin más, con desenfado, desenvuelto, nada te
atrapa, nada te define, eres maestro de nada y aprendiz de todo. Y al llegar a
ser maestro, como yo lo soy, sigue teniendo esa rara virtud del desapego.
-Yo voy a hacer hablar a la bruja Silencio, hasta hacerla delirar hasta el
hartazgo- dijo el aprendiz.
Los dos se rieron, uno de la ingenuidad del primero, el otro de la falta de
confianza del siguiente.
Era la hora en que el sol entraba por la ventana a decirle a el mago Ilusión que
ya había sido suficiente de tantos sueños, y al aprendiz Desenfado arrojarle un
poco de su color a la cara, pero esta vez el sol no encontró al aprendiz
recostado, y el mago al verlo levantado empacando algo de comida como para
una pequeña travesía le preguntó al aprendiz:
-Donde vas a estas horas, recién levantado y tan apurado.
-Estuve pensando lo que me dijiste de la bruja silencio, hace un rato que ya me
estaba levantado, meditándolo, y me decidí, voy a ir a hacer hablar a la bruja
silencio- dijo el aprendiz.
-Hum, ¿Cómo un ejercicio de entrenamiento, por capricho, por deseo?- quiso
saber el mago.
-Para divertirme, y para probarme ante el silencio- dijo el aprendiz- nadie
puede guardar tanto reparo y mutismo. Además, ¿Qué otra cosa tengo que
hacer? ¿No me ibas a dar el día libre hoy?
-Si pero para que limpiaras y te ocuparás de vos. No para que andes por ahí
con caprichos- dijo el mago.
-No es un capricho, no tengo mucho que hacer hoy, recuerda que soy el
aprendiz desenfado, no tengo porque ocuparme mucho de mí, y puedo ordenar
la casa cuando vuelva, además es mi día libre, puedo hacer lo que quiero.
-¿Cuando vuelvas? Cuanta confianza, y si la bruja silencio te atrapa, si su nada
no te deja regresar- le preguntó el mago probando la resolución del aprendiz.
-Si no vuelvo para las 17 puedes venir a rescatarme- dijo Desenfado riendo.
-Entonces ve, no hagas demorar lo que la bruja Silencio tenga para no decirte-
y se rio también- nada conseguirás de esa bruja muda.
El aprendiz Desenfado agarro lo que había empacado y salió mirando por
última vez, y haciendo un ademán con el dedo dando vueltas como un
remolino cerca de su boca, como diciendo que haría hablar a la bruja y salió.
Ilusión se rió.
Bruja Silencio estaba en la puerta de su casa, conjurando algo, mientras
avivaba el fuego con unos maderos. Por las inmediaciones de la casa no corría
un alma, nada volaba sobre el techo, no se podía oír el eco de una voz. Al ver
venir al aprendiz dejo de conjurar, cerró la boca y lo miro fijo.
-Creía que no decías ni Mu, pero veo que sabes decir tus hechizos muy bien al
caldero- le dijo el aprendiz Desenfreno, con su habitual desentendimiento y
soltura.
LA bruja lo miraba fijo, con un cierto viso de ira, no le gustaba el desparpajo
del aprendiz, su boca titubeaba como queriendo decir algo, atroz y violento,
pero se contuvo. Seguía mirando al aprendiz con rabia.
-El mago Ilusión estaba ilusionadísimo con que viniera yo a conocerte, dijo
que nos llevaríamos muy bien, yo con mi desenvoltura y vos con tu
hermetismo, ¿que hay para desayunar?- decía el aprendiz ante la mirada
iracunda he incrédula que no podía creer lo que estaba diciendo el aprendiz.
-Bueno voy a ir por leña así te ayudo con la sopa- dijo el aprendiz y se dio
media vuelta enfilando para el bosque.
La bruja no pudo contener su rabia, y al ver al aprendiz con tanta chulería,
garbo, elegancia, soltura, le soltó con un desenfreno inaudito en el proceder de
la bruja:
-No te atreverías a probar del brebaje que estoy preparando, produce el
encantamiento del silencio- y se cayó de repente llena de ira.
Las aventuras del capitán vulgaridad, segunda parte.
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Las aventuras del capitán vulgaridad, segunda parte.

  • 1. GASTON MATUTE L A S AV E N T U R A S D E L C A P I T Á N V U L G A R I D A D S E G U N D A PA RT E Prólogo. Estas aventuras que estas por leer, Las Aventuras de Capitán Vulgaridad, son aventuras, sí, pero son de verdad. ¿Si existe el Capitán Vulgaridad?, no lo sabemos, pero si te fijas bien, todos tenemos algo del capitán, y aunque suene tan vulgar, puede sonar a fantasía, pero el Capitán Vulgaridad tiene de todo, pero ante todo tiene autenticidad. Toda historia aunque irreal, lleva el afán de reflejar la realidad, esta no sé si lo logra. Quien no se ha cruzado alguna vez con una persona mágica, o se ha perdido en un canto de sirenas, que nos encanta. En el último caso, salvadas todas estas salvedades, esta novela solo intenta divertir, espero pueda llegar a lograrlo. Además que les parezca mágica y les encante. Las novelas que yo escribo, en principio no son para nadie. Es como armar un barco de madera, lo armas para vos mismo. A lo sumo lo regalás, pero lo armas por el hecho de armarlo. Con mis novelas, en mi caso, las armo para mí, después las puedo dar, pero en un principio son para mí. ¿Y cómo es eso? Bueno haciendo una alegoría, es como armar un barco de madera. Vas construyendo tu nave en base a los materiales que tenés en tu mente: tus sueños, anhelos, preocupaciones, convicciones. Y armas un barco, con tu diseño y a tu medida. Y sale a navegar por los mares que vos deseas, aunque a veces se lo lleve la corriente. Puedes prestar tu barca, tu historia, para que otros salgan a navegar, crucen el mar, capeen una tormenta, o simplemente chapoteen en la lluvia, y se diviertan en los charcos con mi barco. Hay quien lo usará para huir por las noches, quien le podrá servir de patera. Ojalá mi barca y mis palabras nunca la usen de nave de combate, para atacar o destruir ningún planeta. Los materiales son muchas veces propios, otras veces, prestados o juntados por ahí. Endebles algunos, frágiles, férreos y sólidos otros. La barca va por ahí. ¿Los vientos?, quien sabe de dónde vienen los vientos, cuales son, ni quien los sopla. Otras anda por ahí tan apacible que no hace falta viento para andar, solo transitar por un mar en calma. A veces mis velas las soplas vos, y me ve ir y venir tan solo tu mirada. Releo esto y me doy cuenta que empecé mintiendo, si escribo para alguien, para dos o tres miradas, y para inspirar, dar un soplo de aliento a las velas del deseo. Que el que lea, le den ganas de hacer y nunca dejar de navegar.
  • 2. Este libro es sobre un barco, sus tripulantes y su Capitán, Las aventuras del Capitán Vulgaridad, segunda parte. Porque anda por ahí una primera, que quien sabe si alguien habrá leído alguna vez entera y de corrido. Nadie me lo dijo todavía, ni supe tampoco. Bueno, como dije, en realidad escribo para dos personas, y si puedo escribir para esas dos, el mundo está salvado. No necesito mucho más. Pensar que esas dos personas estarán bien, o se alegrarán leyendo mis poemas ya es suficiente. Para el resto de la multitud, existe una cantidad de escritores reconocidos y tantos otros. Si escribo para dos, pero hay por ahí gente disputándose esos dos puestos inamovibles, quizás. Este libro en primera instancia iba a ser varios libros todos en uno solo. Luego se me dio por decir que podían habitar todos los personajes en esta historia. Entonces hice que se crucen magos, hadas, sirenas, capitanes, poetas, filósofos, y demás por sus páginas. Una parte es una novela urbana y costumbrista con personajes tan reales, con tanta vida, que parecerán de fantasía. Otra es un mago y su aprendiz, llena de magia, pero otra vez tan fantasiosa y tan llena de vida, que parecerá real. Y para terminar, un poemario, Solo miro lo que me mira, este al revés que las novelas, no lo escribo para mí, si bien escribirlos me da muchas satisfacciones, y yo dialogo con lo que escribo y resuelvo algunas cosas, están escritos pensando en alguien, o en alguna cosa, la mayoría de las veces. La diferencia radica en que un poema es más visceral, quema al escribirlo. La novela es más contemplativa. A grandes rasgos, así parece que fuera, en la mayoría de los casos, aunque a veces los roles se entrecrucen, así es como lo podría describir. Bueno que no tengo que aclarar y explicar nada, solo lea lo que tengo que contar y decir, sin tantos miramientos, y gócela sin tantas interpretaciones, solo por el solo hecho de disfrutarla como yo lo disfrute al escribirla, buena lectura, y embárquese con el Capitán Vulgaridad. Pero antes présteme atención y deje que le diga. El Quijote tenía su segunda parte, aunque dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Salvo el Quijote y Terminator 2, no se conocen buenas segundas partes. Ya verán. Vamos por la segunda parte de Las Aventuras del Capitán Vulgaridad, en proceso de escritura. No desesperen. Ya saldrán a navegar con Las Aventuras del Capitán Vulgaridad, segunda parte.
  • 3. Esta novela como el bergantín el mensaje en una botella te llevará a buen puerto, te hará cruzar los siete mares, atracar cien puertos. Te llevará al fondo del mar, alcanzarás tus horizontes. Entrarás en tu cueva oscura. Jugarás con la reina de corazones. Agradezco a los cuatro libros que inspiraron esta estas aventuras: El Quijote, Alicia, el Principito y Pinocho. También las aventuras del Capitán Alatriste. A todos los poetas y especialmente a los poetas cantantes, Sabina, Dylan y Calamaro. Por último, y para no dilatar más el comienzo a las aventuras del capitán, voy a decirles. Todos mis personajes son de mi propia creación, y admiro al capitán por todo lo que representa. Si en algún caso tienen algún problema con el capitán, tendrán problemas conmigo. Son voces internas, que hablan en las voces de mis personajes. Ahora, no vayan a preguntarme que quiso decir el Capitán Vulgaridad con tal o cual cosa. En todo caso tendrán que buscar al capitán y preguntárselo ustedes mismos. Sin más, demos comienzo a las aventuras. Revelación o pista. ¿De verdad quieren saber dónde vive el Capitán Vulgaridad, donde reside? Búsquenlo por la noche, las noches de luna llena, es él un viejo lobo de mar. Amparado por la luna lo veras salir y entrar, de su puerto preferido, por un mar plateado por la luna, un mar de plata. Algunos lo llaman Mar del Plata. En la chapa que puedes ver al llegar al puerto se lee: Érase una vez un capitán, el Capitán Vulgaridad. Si sabemos una sola cosa Las Aventuras del Capitán Vulgaridad. Segunda parte. Desembarcaron en la ciudad de Mar del Plata. Un 17 de Octubre de 2017. Las aventuras del Capitán Vulgaridad. Segunda parte. Capítulo 1. Vuelve el poeta Relámpago a escribir.
  • 4. Capítulo 2. De vuelta a costa Melancolía. Capítulo 3. El bosque tenebroso. Capítulo 4. Una montaña encantada. Capítulo 5. Costa Fantasía. Capítulo 6. El manotas. Capítulo 7. Un arrecife de sirenas. Capítulo 8. Se encuentra el poeta con un escritor. Capítulo 9. De visita al Rey tormenta. Capítulo 10. El mensaje en una botella. Personajes. El Capitán Vulgaridad, el bergantín el mensaje en una botella. El Ayudante, el Joven grumete, El poeta Relámpago, el loco, el borracho, El filoso filósofo Fo, el borracho, el estúpido engreído, el caminante. El Rey Tormenta, la Reina Revuelta, La Princesa Fantasía, los consejeros Claridad, el mensajero Relámpago. Reino Sensatez, Rey Razonable, Rey Determinación, Reina Resuelta, Princesa Revuelta, Princesa Carisma, Princesa Siniestra. El bosque alegría. Ciudad Fascinación, confianza. Costa Melancolía, La corte de los milagros, El Rufián, la Pasión. Capitán extravagante, No puede ser de otra manera. El Capitán Esperanza, el Imposible. Capitán Contradicción, Es mejor así. Capitán Incomprensión, Todo lo sabe. Capitán Absurdo, Ya lo veras. Capitán Extraordinario, el Rarezas. Capitán Sarcasmo, el Ironía. Capitán Poesía, el Fantasía. La montaña Encantada. El mago Ilusión, el aprendiz Desenfado. La bruja Silencio. El mago claroscuro. La Pitonisa. Solo se mirar lo que me mira. Arrecife de Sirenas. Sirenas Arenales. Sirena espuma, sirena Resaca, Sirena marea, sirena salina, sirena marina, sirena remolino. Sirenas Infernales. Sirena Desolación. El Manotas, los piratas del Olvido. Costa Fantasía, El vendedor de sueños, musas Realidad e Imaginación, el caminante, la Despertar. El reparador de sueños.
  • 5. Tormentas, vientos, mares, puertos. El reino Corazón, rey de Corazones, reina de Corazones. Capítulo 1. Vuelve el poeta Relámpago a escribir. Donde se cuenta como estaba el poeta Relámpago escribiendo en su camarote Las Aventuras del Capitán Vulgaridad, segunda parte. 1 Llovía, llovía a cantaros y mares, una lluvia interminable sobre un mar interminable. Sobre ese mar se encontraba, acostumbrado a mares extensísimos, a ojos en tormenta que no paran de llover, el bergantín el mensaje en una botella del Capitán Vulgaridad. El poeta Relámpago se hallaba en la guardilla que servía de sala de navegación, esparcimiento, y biblioteca del capitán. Veía llover sobre la mar, no llegaba a tormenta violenta, era una simple lluvia de un 11 de Junio de un año bisiesto. Al poeta Relámpago, le parecía agradable ver caer las gotas sobre ese mar interminable, y se acordó de la primera vez que la vio llorar. Faltaban días para divisar un puerto, tierra firme. Poder caminar por tierra, la cubierta a veces se volvía monótona, se necesitaba cada tanto visitar los puertos, los polvos de los caminos. En este momento solo se podía ver al bergantín, y el lejano horizonte. Siempre acompañando al bergantín, la mar, a veces la lluvia, y el horizonte. De repente Relámpago volvió a recordar el llanto y una frase que le decía: -Siempre que llueva, acuérdate de mí, soy yo que te estoy llorando y recordando- le habían dicho. A Relámpago siempre le había parecido poético, y por no dar muchas vueltas al asunto, por hacer caso a lo que le habían dicho, y porque era poeta, la recordó. Empezó a escribir como hacia siempre, sin más, tan solo escribiendo lo que se le presentaba en la cabeza, ideaba todo en un par de segundos, evocando todo lo que llevaba en su memoria, claro está. Sin duda alguna, sin engañarse. A Relámpago le gustaban las tormentas. El mundo protestaba cuando llovía a cantaros, a él le encantaban. Podía ser una lluvia normal y natural, sin más, o podía ser de las más violentas, de esas vehementes que lo arrasaban todo. Le
  • 6. gustaban las tormentas revoltosas, siempre y cuando no revolvieran demasiado, tanto como para marear. Podía variar con satisfacción pero nunca de desolación. La idea de mojarse un poco ante las tormentas asusta un poco, te hace dudar, pero cuando sales a empaparte, es maravilloso. Naufragar en buen puerto, controlar ciertas tormentas. Ciertas tormentas limpiar el suelo y purificarlo. El poeta se acordó de lo que decía siempre el capitán sobre su bergantín: -Un bergantín que capea las tormentas, busca los mares en calma, para llegar a buen puerto. De empaparse de ciertas cosas de vez en cuando. Las tormentas que se llevan en los ojos. Había que empaparse, dejar que el agua despejara las dudas, arrastrara los problemas. Quedaran, como quedaba la cubierta del bergantín luego de una tormenta, radiante, genial. El poeta sabía que de la mujer que se acordaba cada vez que llovía, su espejo, su doble, su imagen. Era tormentosa, en eso momentos mejor ni te pusieras a su lado, pero luego de sus tormentas era radiante como el astro Rey, estrellada, como las princesas nocturnas. Entonces Relámpago muchas veces si creía que era ella en noches tormentosas la que lloraba. Paró por un segundo de escribir, paso la vista por todo lo que había escrito, corrigió comas, puso acentos, visualizó faltas de ortografía. Escribía con tanta rapidez, que, si bien sabidas las reglas, se le pasaba alguna por algo, y al volver a leer, tenía que remendar errores. De la sintaxis y gramática se ocupaba pero, lo escrito, escrito estaba, y así le parecía bien. Paso la vista por la biblioteca que tenía al lado del escritorio. Siempre se sorprendía. Que hacia un capitán Vulgaridad con libros de Rimbaud, hasta uno de todas las letras de Sabina. También estaba el lobo de mar, Moby Dick, la nave de los necios. En un pequeño estante había puesto los suyos. El capitán siempre lo sorprendía, era insondable como las profundidades del mar, lleno de sorpresas. Pero claro como la orilla de los arrecifes al hablar. Tormentoso, vehemente, apacible. Admirable pensó, sorprendente y admirable. Volvió a recordar una charla que había tenido una vez con el capitán: -Es que a mí lo que más me gusta es navegar, cuando no lo estoy haciendo sobre el bergantín, el mensaje en una botella, lo hago en los libros, o en una charla, como estoy haciendo ahora con vos. Mi recomendación joven poeta Relámpago es que sigas escribiendo, has navegar a todos los que puedas.
  • 7. Esto lo había dicho el capitán Vulgaridad en una taberna, entre copas, ya se sabe que el capitán no era de aflojar mucho la lengua. Si no era necesario. Pero entre copas. O entre amigos. El poeta Relámpago sigue escribiendo las Aventuras del Capitán Vulgaridad. Volvió a recordar a la mujer que generaba las lluvias, con melancolía y se acordó de una letra de Sabina que tocaba todas sus fibras. Tomo el libro que había visto sobre las letras de Sabina y leyó la letra de calle melancolía. Y la leyó, esta vez a solas, sin melodía, sin la voz carrasposa, emotiva y desoladora del cantante: Como quien viaja a lomos de una yegua sombría, por la ciudad camino, no preguntéis adónde. Busco acaso un encuentro que me ilumine el día, y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden. Las chimeneas vierten su vómito de humo a un cielo cada vez más lejano y más alto. Por las paredes ocres se desparrama el zumo de una fruta de sangre crecida en el asfalto. Ya el campo estará verde, debe ser Primavera, cruza por mi mirada un tren interminable, el barrio donde habito no es ninguna pradera, desolado paisaje de antenas y de cables. Vivo en el número siete, calle Melancolía. Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría. Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía y en la escalera me siento a silbar mi melodía. Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido, que viene de la noche y va a ninguna parte, así mis pies descienden la cuesta del olvido, fatigados de tanto andar sin encontrarte. Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo, ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama; me enfado con las sombras que pueblan los pasillos y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
  • 8. Trepo por tu recuerdo como una enredadera que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy esa absurda epidemia que sufren las aceras, si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy. Vivo en el número siete, calle Melancolía. Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría. Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía y en la escalera me siento a silbar mi melodía Agarró un diccionario que había sobre el estante, y leyó la palabra melancolía, también le gustaba cada vez que la leía: melancolía Del lat. tardío melancholĭa 'atrabilis', y este del gr. μελαγχολία melancholía. 1. f. Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físic as omorales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión e n nada. 2. f. Med. Monomanía en que dominan las afecciones morales tristes. 3. f. desus. Bilis negra o atrabilis. Pensó que en algún momento había leído por ahí que era el recuerdo de cosas o personas pasadas. También le gustaba eso, pero no se acordaba bien si era esa palabra, buscada en otro diccionario, o una palabra similar, como añoranza o nostalgia. No importaba, el caso es que volvió al texto de Calle melancolía de Sabina y rememoró. Tocaba mucho de sus recuerdos, de sus ideas. Se le acumularon todos los mares de repente. Primero pensó que si debía escribir Las Aventuras del Capitán Vulgaridad, segunda parte, debía desangrarse aún más con lo que decía, o tal vez contarlo todo, no desangrarse pero si contarlo, que otra cosa va a hacer un poeta, que contarlo todo. Eso le gustaba a eso se dedicaba. Para eso se embarcó en el bergantín el mensaje en una botella, para contar en primera persona, las aventuras del Capitán Vulgaridad. Entonces empezó por asimilar que contaría además de las aventuras del capitán, también que a él le daba cierta añoranza, no tristeza, pero si ganas de
  • 9. saber a veces que fue de tal o cual persona que había conocido. Algunas eran muy queridas, otras fueron conocidas tan solo un día, transeúntes desconocidos, pero le habían caído bien al poeta, y pensaba que sería de ellos, volver a verlos. A él los recuerdos no lo abrumaban, es más le gustaban, tan solo deseaba saber de ellos o volverlos a encontrar. Volvió a leer la letra. No buscaba a nadie, no le abrumaban los recuerdos, pero si era un poco melancólico a veces, solo a veces, porque tenía sus raptos de melancolía. Pero salía enseguida, era algo pasajero. Era necesario. Y si era así, estaba bien en culpar al exterior por hacerlo así, pero no se evadía, se hacía cargo de su responsabilidad, y que en definitiva él era el artífice de todo. Aunque el tiempo, las tormentas, por decir algo, o por así decirlo, lo trataran mal, él era el que debía capearlas, dominar su barca, decidir cómo navegar. Tampoco se sentía oscurecido por las sombras, ni los mares profundos si buceaba, siempre salía a la luz de la superficie. En fin, siguió leyendo. Le llamaba mucho la atención eso que decía el verso de que el campo estaría verde, y que su ciudad era desolada de antenas y de cables, es decir, no había mucho, no se comunicaban demasiado, todo destruido había quedado por las antenas y los cables, ¿Pero comunicación real entre personas?, ninguna o poca alguna. Y la idea de volver a un tiempo más silvestre, sin asfaltar por le tecnología le parecía bárbaro. En eso pensaba en poeta cuando pensaba esas cosas. 2 En eso estaba cuando salió del trance evocador que es encontraba y se puso a seguir escribiendo Las Aventuras del Capitán Vulgaridad, segunda parte. Pensó en algo que pudiera definir al capitán o contar algo sobre él. El plan del Capitán Vulgaridad era no plan. Si bien el Capitán era todo resolución, y las necesitaba para llegar a buen puerto, no tenía planes. Cuando le preguntaban: ¿Cuáles son tus planes a futuro? le daba gracia. Él contestaba, no sé lo que voy a hacer los próximos 5 minutos menos el resto de mi futuro. Soy eléctrico, ecléctico, dejo que la mar lleve mi barca. ¿Qué voy a planear? Si no sé qué me traerá la marea, ni que vientos soplarán. Lo decido todo en el momento. Tomo los vientos llevaderos, trato de adivinar qué mares andarán en calma. No puedo planear, si a los minutos tengo que cambiar el rumbo. En definitiva mi
  • 10. plan es no plan. Planéelo todo usted si quiere, o así lo desea, yo solo se navegar. Ver vientos, mareas, tormentas, mares en calma y navegar. Y cuando le dijo una verdad tan reveladora: -¿Querés saber la verdad? ¿Lo que le dicta la conciencia, su corazón? Volvete loco un rato, borracho, niño, poeta, tan solo un rato. Y sabrá la verdad en un instante. Son los únicos que dicen la verdad. Una de las pocas veces que el Capitán Vulgaridad se brinda en una charla tan sincera, con el poeta Relámpago. Ya sabemos que el Capitán no era de hablar demasiado, era un hombre de hacer, de navegar. Pero como estaba en la taberna con el poeta, y entre copa y copa, aflojaba un poco la lengua, pero sabía muy bien lo que decía y cuanto decía. -¿Y no le da pena dejar los puertos? le preguntó el poeta- siempre navegando, siempre uno diferente cada día. -Mira poeta, no te pases, ni me vengas con preguntas insidiosas, ni quieras disfrazar algo tan magnánimo como una simple pregunta, pero voy a contestártelo- dijo el Capitán decidido a hablar- Si bien me vez navegar y atracar cada día un puerto distinto, yo tengo mis puertos preferidos, sé que me espera en cada uno de ellos. Además, yo nunca me voy, si siempre estoy volviendo. ¿No dice así un tango? Son fascinantes las llegadas, descubrir algunos puertos. También si dejar otros, da no sé qué. A muchos no me costó nada zarpar. Según el caso. A ver, te voy a hacer una pregunta: ¿A vos no te da como cosa, lo que escribís, digamos, pensando que tenés como una responsabilidad, tener cuidado de decir ciertas cosas? -Sí, a veces- dijo el poeta- depende de que, tan solo un segundo, pero por lo general lo digo todo, trato de decir cosas edificantes, nada desolador. Procurando pensar que el lector va a tomar cierta distancia, que sabrá discriminar, que lo va a tomar con alegría y a fin de cuentas, va a hacer lo que a él le parezca, puede tomar un consejo, una advertencia, o un parecer, pero va a hacer lo que le dicte su corazón. Siempre con la mejor voluntad, supongo. -Entonces conteste a tu pregunta en parte, yo tengo que navegar, como vos escribís. Dejando todos los días los puertos, regresando. Vos debes dejar el papel navegar, irte por ahí y volver otra vez, al papel. A mí me divierte navegar, como a vos te divertirá escribir. -Además, tu casa es el bergantín el mensaje en una botella, como la mía la
  • 11. pluma y el papel- dijo el poeta. -Te lo iba a decir, pero preferí que lo digas vos, que sos poeta- le dijo al poeta. -¿Y usted desde cuando navega, capitán?- preguntó el poeta Relámpago. -Desde siempre. De niño navegaba con los cuentos que me contaban, navegaba sobre camas y almohadas. Ya más de grande, navegaba con lo que contaba sobre almohadas y noches contadas. Hoy solo navego, sobre noches y correntadas, en un bergantín, el mensaje en una botella, que me hace de almohada- dijo el capitán. -¿Y nunca se perdió, nunca anduvo a la deriva?- volvió a preguntar el poeta. -Solo unas pocas veces, solo unos instantes, pero mi joven poeta, con los instrumentos que hay hoy, es casi imposible perderse- dijo el capitán. -¿Y si se rompe la brújula? -En esos casos tenemos el sol, que nos guía- repuso el capitán. -¿Y de noche?- volvió a preguntar el poeta, que ya le gustaba el clima de la charla, y por donde iba la cosa. -De noche tenemos las estrellas, sin estrellas, sin algo que brille allá en el firmamento, muy poco podríamos hacer- repuso el capitán. El poeta no sabía si hablaba en serio o en forma metafórica. Optó por pensar que el capitán hablaba alegóricamente, y buscaba estrellas, cosas que brillan, algo que lo guíe, que lo motive a navegar. -¿Y en los días nocturnos, de tormenta, donde nada se ve, como que el cielo se hubiese apagado?- dijo el poeta, que ya le está encantando el tono referencial de la charla. -Esos suelen ser los más excitantes, los más venturosos. Te pierdes en ellos, no tienes puntos de referencia, la brújula no responde. Pero tienes tus instintos, a solo ellos te debes, y debes confiar en una sola cosa, en ti mismo, en lo que te dice tu brújula, en tu estrella, para llegar a buen puerto- concluyó el Capitán Vulgaridad, que ya se estaba cansando de decir tantas vulgaridades. El poeta quedaba deslumbrado, siempre, ante el Capitán Vulgaridad. Quizás un rato nomás. 3 El Capitán Vulgaridad se podría haber llamado Juan Carlos, el Rey de los mares, o tantos otros, pero no. Como era Capitán de un barco bergantín, el mensaje en una botella, le decían Capitán. Y como al Rufián de la taberna la corte de los milagros, que le gustaba ironizar y burlarse, sabía que el Capitán era muchas cosas paro nada Vulgar, le había apodado el Capitán Vulgaridad, y
  • 12. todos lo empezaron a llamar así. Entonces, se podría haber llamado Juan Carlos, pero como era tan vulgar, y el Capitán era todo lo contrario, se llamaba el Capitán Vulgaridad. En esto estaba el poeta escribiendo cuando por sobre su hombro como mirando lo que escribía se escuchó la voz del ayudante del capitán que decía: -¿No le molesta decir lo que dice? -¿Molestarme? Al contrario, me encanta. Sinceramente, a mí me molesta la hipocresía, bueno en realidad no me molesta, me da lástima, tener que mentirse uno mismo, al otro, dar una imagen que uno no es. Cuando veo eso en las otras personas me da pena, y no quiero eso para mí. Igualmente, no digo todo lo que pienso, claro está, imagínese. A veces por cortesía, otras por salvar el pellejo, otras por no tener que pelearme con nadie. Imagínese si yo dijera que, si lo pensara, que usted es un estúpido, si es comprensivo quizás lo entendería, en ese caso no es estúpido y podríamos discutirlo. Pasa eso con los amigos, con los conocidos. Pero si usted es un desconocido o un estúpido, seguramente nos moleríamos a golpes, y para evitar eso, ¿Se entiende? -¿Vos no estarás pensando que soy un estúpido?- le preguntó el ayudante, entre risas. -Por supuesto, usted primero sabe bien quien es, y la estima que le tengo. Además si usted no lo piensa yo tampoco- concluyó el poeta. Yo navego, si se presentan mares embravecidos, capeo tormentas. Si se presentan mares en calma, navego. Un poco así se resume mi escritura- el poeta veía que el ayudante estaba con una mirada como pensando demasiado y le dijo: -¿Le gusto lo que escucho? -Si pero no, no quiero que me digas lo que quiero escuchar, para eso me contesto yo- contestó el ayudante. -¿Conoce el verso: Ayer la tormenta casi me rompe el corazón, de Calamaro- le preguntó el poeta al ayudante del Capitán Vulgaridad. -Hum, creo que lo escuche alguna vez. Pero, ¿Qué pasa, tenés el corazón de papel, o a la intemperie?- le preguntó el ayudante, en parte para reírse en parte para que el poeta hablara. -Sí, pero de forma metafórica. Creo que en parte hay un problema con la gente que lee un verso. En parte se lo toma tal cual lo leyó. No interpreta más que una tormenta me va a venir a destrozar el corazón. No pueden ir más allá, no pueden imaginar. Por conveniencia, porque es lo más inmediato. Imaginar les
  • 13. debe llevar tiempo, no les debe ser conveniente. Es más práctico atenerse a la frase. No la miran del revés. Claro para mí lo que me viene enseguida es imaginar, luego analicemos. Y puedo imaginar que Calamaro habrá querido decir que en ciertas circunstancias, en algunos climas, uno es más proclive a ser más emotivo, más frágil. Por decir algo. La tormenta puede ser un llanto. Vaya uno a saber, quizás quiso decir cualquier otra cosa. Yo si tengo el corazón de papel, a veces. De papel y tinta china. Hablo como alegoría. Calamaro puede que también tenga el corazón de papel. Pero me inclino más porque quiso decir otra cosa, porque quería que imaginemos. -Sigue imaginando poeta- yo me voy a seguir con mis tareas. 4 No tardo mucho el poeta en dejar de imaginar y salir a la cubierta a tomar un poco de aire fresco y para esparcir un poco las piernas y el pensamiento. Cuando se encontró con el filósofo que vaya a saber uno en que pensaba con la mirada perdida en el horizonte. Y para sacarlo del trance en el que se encontraba le dijo: -¿Me describirías al capitán según tu mirada y tus palabras? Es que estoy escribiendo algo sobre su persona, su figura. -¿Y cuál es la filosofía del capitán?- preguntó el filósofo al poeta. -¿Filosofía? ¿Cuál es su naturaleza me querés preguntar? Si se podría decir algo de naturalezas- dijo el poeta. -Sí, si vos querés, ¿Cuál es su naturaleza?- quiso saber Fo. -Ya sabes que me encanta imaginar, imaginar también es una forma de definir, ¿No? Aunque condenamos las definiciones, ¿No? ¿Encerrar al Capitán en una definición? Bueno, voy a decirte. El Capitán Vulgaridad es ese que como ya he dicho en mis primeras aventuras que escribí, un capitán que capea las tormentas, busca los mares en calma, para llegar a mejor puerto. Un capitán que su único plan es no plan, que va siguiendo su instinto, sin mapas, y en parte por experiencia, porque ha navegado lo suficiente, ha atracado los puertos suficientes, y a partido de las costas necesarias. ¿Hay acaso un manual para capear una tormenta? Te podrán decir mira, llegado una tormenta hace así y esto y aquello, pero llegada la tormenta, eres vos el que está ahí, de vos dependerá la decisión que tomes, que hacer en cada escollo, no podrás detenerte a pensar que decía el manual, y eso te lo da la intuición en parte y las tormentas que hayas capeado, pero no todas las tormentas son iguales, debes capear con tu tacto cada una como se te presente. Por eso el no plan, sin mapa
  • 14. del capitán. Él sabe cómo navegar, como llegar a los puertos, y como irse de otros. Claro que se ha equivocado, por eso sus cicatrices, pero no se arrepiente de nada de lo que le paso, no quisiera cambiar nada, lo que hizo así esta y a él le parece bien. Se enorgullece de ello. Él es así, y todo lo que hace no lo hace como estrategia, lo hace porque así lo siente, le sale. Ya que hablamos de naturalezas, al natural, no planea nada, lo hace, no a tontas y locas, sino que lo hace sin tener que actuarlo, lo hace. Cuando te habla y te encanta por ejemplo, cuanto encanta a las sirenas, no lo hace con artes de retóricas, ni elocuencia, lo hace en parte porque está acostumbrado, y ha hablado muchas veces con sirenas, y en parte lo hace porque así le sale. No necesita estrategias. Si eso hiciera, escribiría un tratado de navegación o un manual de seducción. El no necesita, si lo hiciera, el manual y el tratado dirían: Tratado de navegación, navega. Manual de seducción, no planees nada, seduce. Sin más. No te encanta la idea, a mí me encanta. Un poeta que no tenga que usar palabras, un filósofo que no necesita el pensamiento- terminó de decir el poeta. -Algo de eso iba a decirte. Hay veces que pienso que el Capitán Vulgaridad es tan natural, tan vulgar, que desnaturaliza por naturaleza, es una rareza, de esos que no se encuentran todos los días. Te desequilibra, revierte tus sentidos, te deja sin palabras, sin pensamientos, te lleva a los primeros tiempos, a las cavernas, te deja naufragando en la arena. Te hace llorar una tormenta. Sabes que tiene una parte tan tierna, es como un cuento de hadas, te acobija en si barca, lejos de los males de la tierra, de la devastación de los crímenes atroces, de los asesinatos de las pasiones de los sueños, de la humanidad, y te lleva de paseo por un mar de incertidumbre, de viaje, y devuelve a los mares de la niñez, con él te ves como en un paseo por el parque de niño, y vuelven tus sueños de la niñez, lo que siempre quisiste ser, donde no había mentiras, y pesadillas del mundo, caes en un sueño profundo, no te traicionan las enseñanzas, y no te preguntan en que nos hemos equivocado, donde quedaron tantos años de las cavernas y tantos años de sabiduría. En qué momento nos desbastó la máquina infernal del progreso. Y bueno ¿porque te pensás que en su barca va embarcado un filósofo, un poeta, un loco, un borracho, un joven grumete, un ayudante y un estúpido engreído? Porque es verdad todo lo que se cuenta del capitán, es real todo lo que se ve- dijo el filósofo. -Es verdad. Yo puedo contar sus aventuras, pero ahí está él. Porque el Capitán vulgaridad no traiciona- dijo el poeta. El joven grumete que pasaba, escucho algo de la conversación y quiso saber más sobre el capitán. -¿Qué es lo que hace al Capitán vulgaridad tan extraordinario?- preguntó el joven grumete. -Los otros. Él es extraordinario, porque los demás se sienten tan a gusto con
  • 15. él, que lo hacen sentir extraordinario. ¿Cómo no verlo así? El loco es rescatado de su locura; el filósofo se olvida de sus pensamientos, aunque sea por un momento; el estúpido engreído, bueno a ese dejándolo seguir siendo estúpido sin pedirle nada, a lo sumo lo hace ser un estúpido pero con estilo al fin un estúpido genial; al poeta escuchar los cantos de sirenas, a vos joven grumete te libera de tus mandatos, al borracho lo hace salir a flote desde el fondo de sus botellas, a todos de naufragar en un mar de dudas, y sentirse protegidos en el bergantín el mensaje en una botella. Y que es el mensaje en una botella, pues eso, una botella arrojada al mar, que cuando llega a los puertos a las orillas de las playas, se puede leer su mensaje, y su mensaje, lo que hay en el interior de la botella, es lo mismo que hay en el barco, es como la vida misma, todos estamos un poco locos, un poco borrachos, somos un poco poetas un poco jóvenes grumetes, borrachos y todos queremos ser el Capitán Vulgaridad- No sé si contesté tu pregunta dijo el filósofo. El poeta estaba cerca observaba quería decir algo pero se cayó, el ayudante siguió. -Y cuando sientas que has naufragado, no puedas divisar el horizonte ni norte, no haya estrellas que seguir, ni cosas bellas que decir, el Capitán Vulgaridad te salvará, para ir navegando- dijo el ayudante. Más tarde el poeta en su camarote escribió: Cuando ya no haya estrellas que seguir, Quien ya no tenga cosas bellas que decir, Donde no haya más botellas con elixir, Como las centellas que se dejan de escribir, Cual huella que no se dejan de seguir, Aunque descabella todo en un sentir, Porque sella una musa en mi camarín. Hay en un puerto un bergantín, A las órdenes del Capitán Vulgaridad, Que zarpa de costa Vanidad, al mar de la soledad, a buscar aventuras sin fin. 5 Estaba el poeta, el filósofo y el ayudante del capitán hablando sobre la cubierta: -¿Y de que huirá el mensaje en una botella, que puertos deja el capitán?- preguntó el filósofo.
  • 16. El poeta iba a contestar raudo como de costumbre, el ayudante despreocupado se encogía de hombros antes de contestar, cuando se escuchó una voz, alegre, jovial, y risueña que despejo la duda de los tres: -El mensaje en una botella no huye de nada, entra en las tormentas, atraca los puertos, se va con alegría de otros, ¿Y su capitán? Su capitán es igual, no teme entrar en la caverna, mirar a las fieras, ir por un mar de canto de sirenas- dijo el Capitán Vulgaridad para sorpresa de todos. Los tres miraban atónitos y sorprendidos al capitán, veían sus cicatrices. Seguían callados y excitados por la presencia del capitán. -Les sorprende mis cicatrices- dijo el capitán que advirtió la mirada de los tres- después de todo lo que les relate, no pretenderán que no salga lleno de marcas, pero feliz- terminó por decir el capitán. El ayudante estaba acostumbrado a las reacciones y comentarios del capitán, no se inmuto, el filósofo quedo sorprendidísimo. El poeta quería abrazar al capitán, pero se contuvo, quizás lo abrazará en un poema o luego. -Prepárense- terminó de decir el capitán- estamos por llegar a Costa Melancolía. Todos voltearon alegres, por ver otra vez las costas de Costa Melancolía. Capítulo 2. De vuelta a costa Melancolía. Donde se cuenta como el Capitán Vulgaridad y su tripulación vuelven a encontrarse en costa Melancolía. La corte de los Milagros, con la tabernera la Pasión y el cantinero el Rufián. 1 En Costa Melancolía podía estar uno triste de día, un rato, porque por las noches el bulevar Alegría se iluminaba con luces azules, rojas y verdes, dándole es aspecto de un cuadro emborronado de expresiones y cinismos, algo así como un impresionismo, un grito que combinaba con la Corte de los Milagros, la taberna más concurrida de la zona, abigarrada de colores y personajes, de los más pintorescos. En la Corte de los Milagros la música era silenciada por el ruido ensordecedor de gritos y cantos de taberna. El tabernero, el Rufián no daba abasto en la barra despachando copas de un elixir
  • 17. que hacia recordar, marear a las penas, convertía a maleantes, ladrones, oportunistas, asesinos y putas en amigos, algo así como cómplices en el vicio, todos ellos genios de botella. Y a la vista de la luz del día, visto por un ojo inocente, parecería un cuadro del desconcierto. Ahí se encontraban el Capitán Vulgaridad y su tripulación. El Capitán Vulgaridad charlaba entre otros capitanes intercambiado historias de mares y puertos. Estaba el Capitán Estrella del bergantín el Noche Negra. Al Capitán Estrella le gustaba navegar de noche, guiado por la luz de las estrellas. El Capitán Rebeldía en el bergantín Osadía le encantaba capear entrando y saliendo de las tormentas más peligrosas. Si necesitabas llevar una carga por mares peligrosos no dudarías en encargarle tus cosas al Capitán Rebeldía. Los otros capitanes escuchaban atentos la historia que el Capitán Rebeldía ofrecía. El poeta Relámpago charlaba con una habitual tarotista que frecuentaba la Corte de los Milagros. La tarotista Dadavuelta tiraba las cartas al poeta, ante la mirada incrédula de Relámpago que no creía en adivinaciones pero la dejaba hablar, se divertía. -Dicen estás cartas que estas a punto de recitarme un verso al oído- dijo la tarotista entre risas. -¿Querés un par de versos que te cambien el destino?- le dijo el poeta y se acercó al oído de Dadavuelta. Estaba en trance poético, cuando se escuchó al borde de la mesa. -Te crees muy hábil con tus trucos de poeta, y cuanta chulería al querer seducir a mi Dadavuelta contándole bobadas al oído y a la vista de la concurrencia- dijo uno que parecía ser el que literalmente daba vuelta a Dadavuelta. -Bueno te sorprendería todo lo que puedo hacer con mis trucos. Tigres más bravos que vos se convirtieron en gatitos ante mis versos, mujeres bravas miraban y ronroneaban con ojos de gata ante los susurros de mis versos al oído- dijo el poeta que no podía creer lo que escuchaba del tipo con pinta de asesino y ante la mirada entre asustada y encantada por lo que decía el poeta, que cayó y miraba al tipo impasible. Todo lo siguiente sucedió tan rápido con una violencia inusual, que si no fuera por lo que voy a relatarles hace que el poeta Relámpago casi prueba el acero Toledano. El tipo, que ya era conocido por sacar la daga antes que terciara palabra, siendo infiel a su proceder y supongamos que por un poco de respeto por la tarotista, intento decir algo antes de lo que iba a hacer, pero ante el desenfado del poeta, no se supo de dónde pero el poeta pudo ver a una cuarta de su corazón como una daga infernal casi le atraviesa el corazón si no fuera porque, y esto lo recordó más tarde, una espada se desprendió rauda, del decorado en
  • 18. la pared y con un esfinta desarmo al tipo, dándole un golpe tan certero a la daga haciéndola volar y luego rodar por el suelo, y nunca quedo el poeta tan mudo ante nada, y la voz que llevaba el florete dijo: -Esto de arreglar los pleitos con acero Toledano es cosa de antes, hoy en día deberías afrontarlos con palabras, que desarman más que los aceros, como el poeta aquí estaba desarmando a la Dadavuelta. El tipo miraba encolerizado, con la punta del florete apuntándole un ojo y sobre el otro extremo el Capitán Vulgaridad, que conocía de aceros Toledanos de solo mirarlos, de solo olerlos de solo oír el rechinar de los metales al chocar. El poeta Relámpago agradecía a todos los dioses del olimpo que el Capitán Vulgaridad parara el acero Toledano que casi le atraviesa el corazón de lado a lado. -¿No sabía de su habilidad con la espada?- dijo el poeta- ¿Donde aprendió esa destreza, que velocidad? -De chicos jugábamos con el rey Tormenta y ya un poco más de grandes tomamos clases con el maestro espadachín Mandoble. Yo aprendí de él toda la soltura y desenfado, la destreza, a la hora de manejar un arma, el rey Tormenta la violencia que se necesita para arremeter y dar una estocada cuando los tiempos lo requieren. Ambos eso sí, usamos ambas manos como aconsejaba el maestro Mandoble, todas las manos que fueran necesarias. -Bueno nosotros los poetas escribimos a cuatro manos- intervino el poeta. -Si supongo. El golpe, como cualquier estocada hay que darlo con todo su ser, a dos manos, decía el maestro. Vos usarás tu dos manos, más las dos de las musas, o tus otras dos imaginarias- dijo el Capitán. -Algo así. También escribo con velocidad, a cuatro manos- y se rio el poeta, que siguió diciendo: -No puedo decirle lo agradecido que estoy, y mis manos se lo agradecerán guiando a mi pluma por sus aventuras, ya no falta poco para que las termine. -No te preocupes, mis movimientos son instintivos, pude ver el peligro ni bien acercaste tu boca a la tarotista, el ademan que hacia el tipo mientras te imprecaba y el destello de la daga recién salida de la vaina hizo que raudo desarmara a ese bellaco. Tienes que tener cuidado poeta Relámpago en que oídos pone tu boca. No todos usan la palabra para ataque y defensa. -Creo que puedo defenderme del acero, con armas más letales, la palabra por ejemplo. Veo capitán que por sus cicatrices se ha salvado de lances peores, ha esquivado más de un acero toledano en la vida. Acá como me ve también llevo cicatrices- dijo el poeta Relámpago- internas como podrá imaginar. También he tenido mis lances, como todos, y es normal que llevemos nuestras marcas,
  • 19. producidas por armas peores que la espada: La palabra, el olvido, el desengaño, la traición y otros agravios. Y esas mismas armas también sanan nuestras cicatrices, una palabra, un olvido, también algún recuerdo, desengaños, traiciones y agravios que nos salvan y curan cicatrices. El Capitán Vulgaridad, astuto a la hora de cambiar de rumbo, le preguntó al poeta: -¿Llevas a voz ronca desde hoy? -Si afónico. Pudo haber sido por el susto. Déjame imaginar un poco y poetizar. La afonía es la falta de voz, puede ser que si sentía esta noche la falta de vos al defenderme, me moría. También me falta la voz ante tanto susto, alguna voz que me consuele. Se me fue la voz, que quede mudo, silencioso, no sabía que decir. Se me fue la voz, anduvo por ahí, frecuento otras voces, pero al final mi voz volvió.- Se detuvo un segundo, nada importa demasiado pensó y le preguntó al capitán- ¿Va a enseñarme el arte de la espada?- tenemos tiempo de sobra en el barco. -Le vendrán bien un poco de acero Toledano a tus palabras, poeta Relámpago- dijo el Capitán Vulgaridad- pero no abuses del acero, sabe que una mano a tiempo, una caricia, también puede atacar y defender, dañar y acobijar, según el caso. Vamos por otro trago. 2 Termino su turno y subió abrazada al Capitán Vulgaridad. Cantaba el capitán medio entonado la canción de pirata, la tabernera lo miraba y lo dejaría cantar lo que durara todo el trayecto hasta su alcoba si no fuera porque obedeciendo a su pasión lo besaba a cada tramo de escalera. A medio camino, en el descanso, la pasión arrincono tanto al capitán como si fuera una colegiala que hubiese dado su primer beso, sin importar si por ahí subía o bajaba alguien. La puerta de la alcoba se abrió y dio contra la pared dando una estampida, fue un sonido tan atronador, que fue como el sonido al golpean los beatos a golpe de puño, con el corazón, ante la puerta del deseo. Entrar los dos era como subir a los cielos, para rodar por el suelo, o quizás descender a los infiernos, como deja el poeta su tinta en los cuadernos. La Pasión estaba contenta de tener al Capitán Vulgaridad de vuelta en su guarida. Es que la pasión era como una gata, se escapaba por los tejados, iba por ahí, se dejaba acariciar por extraños, pero siempre volvía a su casa, al capitán. Ella había visto mil pieles, había arañado cien almas, una buena compañía, pero era en la piel del capitán donde ronroneaba, esa piel llena de cicatrices del capitán. Y la pasión lamia las heridas del capitán por las noches y desaparecían, se las curaba. Y por las
  • 20. noches, la piel del capitán rejuvenecía, y se olvidaba de sus mares, de sus puertos, de sus dioses. La noche duro hasta la madrugada, hasta que encontró a los dos, tanto al Capitán Vulgaridad como a la Pasión, tan extenuados de besos y excesos, que se quedaron profundamente dormidos. El Capitán Vulgaridad se despertó con las ganas que lo asaltaban todas las mañanas, esas ansias de seguir por sus mares, de alcanzar los puertos, jovial como siempre, y no reconoció su camastro, sino una cama ancha y acogedora, en estaba a la vista la sala de máquinas, sino una especie de litera un poco más allá, el piso era un poco menos gastado que el del bergantín el mensaje en una botella pero no tanto, las paredes de ladrillo y cemento, todo esto le decía que se podía encontrar en un solo lugar, volteó la cabeza y ahí estaba la Pasión, durmiendo a su lado. Si el poeta estuviese mirando la escena diría que se levantó con la tabernera la Pasión, igual que se levanta todas las mañanas, con la pasión, con el ansia de navegar. Miro por la ventana, el amanecer le anunciaba que era temprano, pero en un par de hora deberían zarpar, los esperaba el bosque Tenebroso, hacia ahí se dirigían, así que se vistió en silencio, no quería despertar el sueño de la Pasión. Pero la pasión percibió en sueños al capitán y se despertó, miro al capitán con la pasión que siempre lo miraba y le dijo: -No tardes en volver, sabes que la pasión te espera siempre en esta cama- dijo la tabernera. -No sé qué me atrae más, si tu pasión o tu cama- dijo el capitán. -No podrás distinguirlo jamás- dijo la pasión- el caso es que siempre que vuelvas estaré esperándote con una pasión y con una cama. 3 Iba el poeta caminando, faltaba como una hora para zarpar y quería dar una última vuelta por las calles. Subió por calle Tristeza, calle recodo del Tedio, hasta llegar al bulevar del olvido, por donde había estado el día anterior cuando se encontró con un cantante, entonando calle melancolía. El poeta se emocionó de escuchar calle melancolía en costa Melancolía. Se detuvo a escuchar el último verso: En la escalera me siento a silbar mi melodía. Y un rasque en un tono menor que apaciguo el canto. El poeta aplaudió, para su sorpresa era el único que se encontraba escuchando.
  • 21. -Magnífica interpretación- dijo el poeta- una de mis preferidas, ¿la tocas seguido? -Está siempre en mi repertorio- dijo el cantante- tengo de mi autoría también- De pronto, me llamo el cantante Melancolía- y miro nuevamente al poeta y dijo: -pero si es el poeta Relámpago, el rey de costa Fantasía, sé que harán tu coronación de fantasía , que alegría. Un cantante saluda al rey de los poetas. -Que bien, en costa Melancolía, por el bulevar del olvido, interpreta calle melancolía, el cantante melancolía- dijo el poeta Relámpago que se encontraba encantado- Toca algo tuyo. Y no me llames rey de los poetas, menos si aún no me han coronado- Se rio el poeta. -Claro, Relámpago. Veras tengo una que es buenísima, bueno a mi entender, a la gente que anda por acá siempre me pide que la toque. Trata sobre la inspiración. Todos necesitamos inspiración, como inspirar a otros. Acá como me vez, mis tres referentes son Sabina, Calamaro y Dylan. Se me acusa muchas veces de escribir a lo Sabina, a lo Dylan, a lo Calamaro, a lo cantante Melancolía. Y bueno uno tiene sus referentes, sus modelos, pero también su propia voz. ¿Qué quieren que escriba a lo comentario de jugador de fútbol después del partido y escupiendo al piso? En todo caso escupo sobre el papel, con tinta, baladas, penas y glorias. O que hable a lo marujas en la puerta de la vereda. En todo caso yo doy mi canto por mi bulevar. No puedo imitar a Valdano, no me saldría. Menos a la bruja de maruja mi vecina. Lo que sí puedo hacer es imitar a los poetas y a mis cantantes. Y escuchar mi propia voz. Para luego hacer que otras voces se encuentren, que lleven mi canto, y les inspire el suyo. Mira acá como me vez, soy un cantante, cuando escribo y cuando estoy en el bulevar cantando. Luego suelo ir por calle tristeza o recodo del Tedio, y tratan de retenerme de frenarme, de llevarse mi excitación y mi pasión. Pero yo voy más rápido, y llego al bulevar del olvido, y entono mi canción para inspirarme e inspirar. -Me encanta todo esto que decís- algo así hago yo- escribo las Aventuras del Capitán Vulgaridad, contra la corriente, contra el manotas de las profundidades del mar que todo lo hunde. Para alegrar, para divertir, para inspirar. 4 Recordó el poeta Relámpago cuando acabada de desembarcar del bergantín el Mensaje en una Botella, por primera vez en Costa Melancolía. El Capitán Vulgaridad no se sabía dónde andaba, tampoco el resto de la tripulación, como
  • 22. si ni bien pisar tierra, todos hubieran disparado a hacer sus cosas, o a encontrar otras, vaya uno a saber. El Ayudante del Capitán le había dicho antes de bajar, mientras el poeta se acomodaba y preparaba su bolso para el desembarco: -Te espero en la Corte de los Milagros. Costa Melancolía era encantadora, sus habitantes salían como de un cuento de hadas, y ni hablar de la Corte de los milagros, nunca se sabía que podía llegar a pasar, ni que ibas a encontrarte ahí dentro. El poeta pensó en dar una vuelta antes de entrar a la taberna, pero como lo esperaban y además necesitaba un trago no tardó en llegar. -Bienvenido nuevamente a la corte de los milagros- le dijo la tabernera la Pasión. -Lo esperan en la mesa del fondo- Atareada como estaba como siempre con las mesas y los clientes. -Gracias Pasión- Y se fue a encontrar con el quien, suponía, sería el ayudante- Que bien le queda la Pasión al Capitán, pensó el poeta. Ahí estaba el ayudante, se sentó y como vio que la pasión andaba en otro lado se fue a la barra a pedir una cerveza, y saludar al cantinero el Rufián. -Siempre es bueno regresar por una cerveza a la Corte de los Milagros, aunque no se hable bien de su concurrencia aunque se aconseje y todos tus instintos te digan que ni lo pienses- dijo el poeta. El rufián que había reconocido la voz del poeta se dio vuelta enseguida diciendo: -Hey bienvenido- y como era un irónico por naturaleza, y su profesión no le dejaba ser otra cosa, y en parte para no achicarse y siempre en broma cuando se encontraban entre camaradas, siguió diciendo- Bueno no sé de qué te asustas, subiendo y bajando del Mensaje en una Botella, con la fauna esa que lleva, deberás estar acostumbrado. El poeta se rió, tomo su cerveza cambió unas palabras con el Rufián, pero como se lo veía atareado lo dejo para charlar más tarde. De regreso paso por al lado de un hombre que hablaba muy alegremente con otros dos, el que hablaba parecía estar muy entretenido con lo que decía, y los otros dos lo miraban como embelesados. -¿Quién es ese que ahí está?- le preguntó el poeta al ayudante. -El genio, o así le llaman, pero no se lo digas, porque él lo niega, no lo reconoce- espera que termine de hablar y si lo encuentras solo, andá y hablale, es deslumbrante, un genio- dijo el ayudante.
  • 23. El caso es que ni bien se desocupó el poeta no dudo un segundo y se sentó enseguida a la mesa del genio. -Que querés tomar, te invito una cerveza, no todos los días se ve un genio, y dicen que vos sos uno, ¿No es verdad?- dijo el poeta que no se si era lo más apropiado para empezar una conversación, pero al poeta le pareció bien, arrancar con todo. El genio, que en realidad lo era, no se inmutó, más bien le agrado, se rió y le dijo al poeta: -Solo porque me invitas una cerveza te dejaré sentar a mi mesa, sino tendría que cobrarte mucho más, o echarte. No todos los días se conoce a un genio, y aunque intuyo por tu prudencia que no sabes si es la forma de entrar, es la única forma que se le entra a un genio. Me divierte, toma asiento. -mofándose del poeta que ya se había sentado, y se rieron. Lo que hablaron el genio y el poeta deslumbro a este último, muchas de las palabras quedaron en la mesa. El caso es que el poeta quedo encantado y ya de vuelta a su alojamiento pensó. Tiene todos los rasgos de un genio, y ¿Por qué no lo quiere ser, por qué lo niega? Porque precisamente es un genio. ¿Cuáles son esos rasgos? Eso sí lo sabía bien el poeta: Al genio le importaba cosas muy distintas que el resto, o le prestaba atención a cosas distintas, en su compañía, te hacía sentir que el genio eras vos, y lo más importante era un genio porque era como era, no necesitaba demasiado, menos que lo reconozcan como genio, y aunque en el fondo lo vieran diferente, él quería ser uno, sin ninguna condecoración ni tener que demostrar nada, y como no demostraba nada y como no necesitaba serlo, nunca quiso serlo, ¿Y por qué nunca quiso serlo? Sencillamente porque era un genio. El poeta Relámpago siguió recordando, dudando si escribir lo que había hablado con el genio en la mesa de la taberna la Corte de los Milagros. Pudo haberse quedado ahí, pudo haber sido un recuerdo poético del poeta, uno muy bueno del genio, lo que sucedió es el que el poeta lo recordó, y quiso escribirlo: - Suspendí mi educación, cuando empecé la escuela. Volví a retomar mi educación, cuando me gradué de la escuela-dijo el genio entre risas. -¿Y cuál es la finalidad del genio?- le pregunto el poeta al genio.
  • 24. -Eso tendrás que preguntárselo a un genio- dijo el genio sin ánimos de alardear- Yo puedo decirte que aunque parezcan raros, hay que mirarlos, aunque sea un solo cuerpo un solo peso, ante la multitud, es el peso que equilibra la balanza, sin ellos, se iría toco cayendo, quizás por su propio peso. ¿Conociste a algunos? ¿Sabes realmente lo que es un genio? -Sí, todos están en mi memoria- dijo el poeta recordando- No sé si tendrá mucho que ver, pero quizás es algo parecido. Recuerdo una vez, fue en un hotel lejano, conocí no un genio, sino una genia. ¿Qué fue de ella nunca más lo supe? En ese momento no había muchos medios de comunicación así que le perdí el rastro. El caso es que siempre la tuve presente, su último recuerdo fue mirarnos mientras yo estaba en el lobby y ella tomaba el ascensor. Creo que la particularidad del genio es esa, una persona que por alguna razón, es mágica, nos encanta, y no podemos dejar de mirarla. -Bueno me das la idea de que sigues buscando a esa mujer en todas. Mira no sé si llegaste a conocerla en ese instante, pero te la imaginaste. De eso se trata un poco de encontrar a lo que nos imaginamos, y siempre, todas serán la misma. Siempre será la misma. Por el otro lado, puede que haya quienes rompan los moldes que tenemos, los esquemas y aun así nos gusten. ¿No sé si te satisface mi respuesta? -Viniendo de un modesto genio, no está mal- dijo el poeta y se rieron. -¿Y cómo llego usted a ser tan sabio?- le preguntó el poeta. -Voy a contarte un secreto, es que no lo soy. Se creen que porque digo alguna que otra cosa en apariencia reveladora, que lo soy. Y me ensabian. Debe pasarte como a vos, que porque hablas de libros o escribes versos, ya te llaman poeta, o estás leyendo todo el día, ¿No?- dijo el sabio. -Sí, puede ser, pero a usted se lo ve tan seguro, tan despreocupado, ¿Cómo lo logra?- insistió el poeta. -Bueno precisamente ese es el truco, no hacerte problemas por nada- volvió a responder el sabio. -Sí, sí, todo muy bonito, ¿Pero cómo lo logra?- quiso saber el poeta. -Haciéndolo, la verdad que ni me lo pregunto, si me lo preguntara estaría en un gran problema, como ya ves- concluyó el sabio. El poeta pensó un segundo y siguió con lo que estaban hablando un segundo antes: -Me pasa a veces como me paso con una conversación que tuve con el loco y el filósofo del bergantín el mensaje en una botella, estábamos charlando el filósofo y yo, cuando se acercó el loco y preguntó de repente: -¿No les duele muchas veces pensar o poetizar llegado cada uno en su caso? preguntó el loco al poeta y al filósofo.
  • 25. -Hay veces que mejor no pensar ciertas cosas, no saber otras. Conocer y mirar las cosas a la luz del día puede ser atroz, pero divertido y revelador, esclarecedor muchas de las veces por la noche- dijo el filósofo. -Sabemos manejarlo, Fo en su pensar, yo en mi sentir. ¿Qué querés que deje de sentir? ¿O de pensar?- dijo el poeta. -Eso mismo hago yo, ¿dejar de hacer locuras? El mundo está terriblemente cuerdo. Me duele más la sobriedad de los cuerdos. -Puedo hacer un verso que te calme- dijo el poeta al loco. -Puedo darte una locura que te salve- le respondió el loco. El filósofo miraba y escuchaba la última conversación entre el poeta y el loco. No quiso ni pensar, ni analizar lo que decían. Tan solo se reían. Igual dijo: -¿Están razonando lo que dicen? -Yo estoy alterando lo que digo- dijo el loco. -En todo caso yo estoy poetizando lo que digo- dijo el poeta. -En todo caso yo estoy pensando lo que dicen- dijo el filósofo. -Vos me parece que te haces el loquito- le dijo el poeta al loco. -Sí, claro. Como vos te haces el poeta y él el filósofo- dijo el loco. -Una conversación de locos dijo el genio- y se rieron. De repente se vio al Capitán Vulgaridad en una mesa, solo. Mirando algo parecido a un mapa. El genio vio que el poeta miraba al capitán con alegría y le dijo: -Ve y hazle compañía al capitán puedes volver a charlar conmigo más tarde- pero se detuvo- no espera ahí va la Pasión a estar un rato con él. Deja al capitán y la Pasión que se llevan tan bien. Y así es que el genio se quedó charlando con el poeta de tantas otras cosas. 5 Ya estaban a los pies del bergantín el mensaje en una botella, listos a partir. Estaban hablando el poeta y el ayudante del Capitán Vulgaridad sobre puertos cuando llega el estúpido engreído con su comentario. -He escuchado de pasada, ustedes no lo han advertido, pero yo estaba ahí al lado viendo mientras partía el mensaje en una botella, de Costa Melancolía y escuché. Supongo que si hay un único Rufián y una única Pasión, pero ¿No es acaso que buscamos a la misma Pasión y al mismo Rufián en cada puerto? El poeta y el ayudante se miraron, como diciendo ¿Y a este que le pasa? Y el ayudante raudo, sin dejar que el poeta mediara palabra, porque no quería que la conversación se vaya demasiado de su curso navegable, le iba a decir, pero intervino el Filoso Filosofo Fo, siempre tan certero, siempre tan filoso, siempre tan inmediato, siempre tan a tiempo: -Tu pregunta tiene doble interpretación. Por un lado vos decís que ya traemos
  • 26. un mapa de lo que buscamos, hay como una idea preconcebida de lo que queremos, pero, ¿Quién sabe?, o la tenemos o nos gusta sin más sin tener muchos esquemas. Y por otro lado, no se busca en reemplazo a la misma pasión en otra pasión, las Pasiones pueden ser parecidas, pero nunca reemplazables, sino destruiríamos la idea de autenticidad y particularidad que existe en cada persona. ¿Te parece bien? Al poeta y al ayudante le pareció bien y amaban al Filósofo filoso Fo cuando hacia esto y los salvaba de su dilema. Lo que no sé es si le parecía bien al estúpido engreído, o no entendió, o no le importaba demasiado, porque se dio media vuelta para ponerse a hablar con el borracho que estaba a su lado, con la mirada perdida, no se sabe si por lo que acaba de oír, o por lo mucho que acababa de beber, o por lo mucho que trataba de olvidar con la bebida. -Yo creía que la estupidez no tenía nombre, que no la conocía o fingía ignorarla. Ahora me vengo a dar cuenta, o enterar que tiene nombre y apellido, carnet de socio y millones de afiliados- pensó el poeta. 6 Capitán Vulgaridad habla con el poeta Relámpago sobre vientos. El Capitán Vulgaridad estaba en cubierta, el día era calmo, no se divisaba tierra a la vista, nada había que hacer en el barco más que viajar por el mar hasta el próximo destino. La tripulación conversaban algunos, jugaban un extraño juego de mesas con fichas cartas y figuras de metal otros, el poeta pudo leer sobre la caja del juego: Capear las Tormentas. Siguió mirando al capitán, le encantaba verlo así con las manos en los bolsillos de su gabán, con la mirada en el horizonte, contemplándolo, vaya uno a saber pensando en que, no aguantó más y se acercó a preguntarle: -Linda tarde para navegar, tranquila, ¿no se ve tierra, a cuánto estamos?- preguntó como para sacarle algo de conversación pero intrigado por lo que pensaba- ¿Está mirando algo en particular? se animó. El capitán lo miró como quien ve venir un viento, y le dijo: -Estos sintiendo el viento, lo que me cuenta de tierras lejanas, buscando vientos que me hagan llegar y me lleven al próximo puerto- empezó a decir el capitán. -¿Y cómo los encuentra, como los busca?- quiso saber el poeta que le encantaban las respuestas del capitán. -Bueno, voy a decírtelo en tu lenguaje, de forma poética: Algunos se los ve venir de lejos, otros como un acto reflejo, te sorprenden bien de cerca, saltan tu cerca, otros son tan violentos, te derriban como un buen cuento, unos no te
  • 27. mueven un pelo, otros revuelven tu cabello al ciento por ciento. Algunos son solo un soplido, como un quejido, yo a los puertos recurro, que me llaman con susurros- dijo el capitán Vulgaridad que no estaba acostumbrado a hablar en verso, pero para complacer al poeta y por divertirse un rato. El poeta sabia de la condición del capitán, sabía que había leído demasiado, había navegado demasiado, sabía demasiado, pero no necesitaba retórica ni sabiduría poética, para saber y poetizar la vida. 7 Acababan de zarpar de Costa Melancolía. Cuanta añoranza daba dejar ese puerto, las ganas de volver siempre eran irremediables. No se podía dejar Costa Melancolía sin recordar a sus habitantes, sus calles, sus tabernas. Personajes tan pintorescos como los que se encontraban en la taberna la Corte de los milagros, como el tabernero Rufián y la camarera la Pasión, no eran cosas que uno se cruzara por ahí todos los días. Siempre era bueno, y una alegría, volver a Costa Melancolía. En el bergantín el mensaje en una botella, estaba en poeta, mirando alejarse de la costa, seguramente pensando más o menos esto. En sus ojos se podía descubrir una mirada de nostalgia. El ayudante del Capitán Vulgaridad, que también miraba alejarse la costa, quizás con la misma melancolía que el poeta, miro un segundo al poeta, y quedó emocionado al ver la mirada del poeta, le entró la misma nostalgia que al poeta. Le cautivó, le embelesó, le agradó, casi se desarma. Pero como era un ayudante sensato y razonable, y con una entereza descomunal, para salir con rapidez de su encantamiento momentáneo que le producían los ojos del poeta, y para sacarlo al mismo poeta de su extravío, le preguntó a modo de frase disuasoria: -¿Que bueno se está en la Corta de los Milagros, no? Puede haber tabernas más agradables, mejor acondicionadas. Pero tan sórdidas, sombrías, con personajes tan extravagantes como sacados de un cuento de hadas, y al mando del Rufián y servido todo por la Pasión, dudo que encontremos en cualquier otro lado- dijo el ayudante que con este comentario no sé si ayudaba al poeta pero si lo saco de su pensamiento, por lo menos por un rato. -Rufianes y Pasiones, debe haber en todos lados, pero Rufianes y Pasiones tan bien llevadas y representadas con toda realidad por el Rufián y la misma Pasión dudo que las encontremos en cualquier parte. De todas maneras- siguió diciendo el poeta- se ve bien irse Costa Esperanza, es tan bonita cuanto más se aleja. Todavía se puede ver algunos transeúntes, allá en el muelle, ¿Los ve? Mirándonos alejarnos. ¿Nos mirarán con la misma nostalgia que miramos
  • 28. nosotros?- preguntó el poeta, que aunque poeta, y se supone que los poetas hablan de nostalgias y melancolías, no le gustaba mucho hablar de estos temas, sino siempre a favor de la alegría, y no quería decir demasiado- ¿Nos mirarán en otros puertos como nos miran en Costa Esperanza al zarpar? -No todos los puertos son lo mismo- le dijo el ayudante del Capitán Vulgaridad al poeta Relámpago- No todas son las mismas miradas. Como no todos son los mismos Rufianes las mismas Pasiones. Parecidas sí, pero no las mismas. No sé si el ayudante esperaba respuesta del poeta, no sé si con esto ayudaba al poeta, pero al poeta Relámpago le gusto, o eso se pudo ver en sus ojos, en su mirada. 8 El poeta no podía creer lo que estaba mirando. Ni bien acercarse al puerto de Costa Desilusión, se deslumbró. Las luces lo cegaban todo, era una costa ciudad imponente, con sus altos rascacielos. Las luces que eran millares, asemejaban estrellas, brillaban más que las estrellas. El poeta como dijimos se ofusco de fascinación ante tanto esplendor, pero no se dejó engañar, prefirió desembarcar y ver que le ofrecía una ciudad tan prometedora. El poeta no era de esos que se embelesaban ante banalidades, quizás le llamó la atención el parecido de tantas luces en los rascacielos confundidas con estrellas. Desembarco. Junto al filósofo, filoso Fo, el ayudante del Capitán Vulgaridad y el resto de la tripulación. Lo recibía una comitiva de bienvenida, esplendorosa, con grandes atuendos. -Bienvenidos, a la gran ciudad desilusión, cuna del progreso, futuro de la humanidad, molde y modelo de toda gran civilización- dijo el que parecía el principal de la comitiva, con gran grandilocuencia, al poeta no le estaba gustando nada- ¿Donde esta ese Capitán Vulgaridad que tan grandes hazañas se cuentan y no honra con su visita? -Quedó con un asuntos de máquinas muy importantes, y era apremiante solucionarlo, dijo que tardará más o menos una hora, si lo disculpan, podemos empezar nosotros a saludarnos- dijo el ayudante, sabiendo que al Capitán Vulgaridad le encantaba encargarse de sus asuntos muy a menudo el mismo. -Bien podés venir no perdamos tiempo- con unos 5 minutos de caminata hasta el palacio- podrán apreciar parte de nuestro colosal y magnánimo imperio. El Rey Impostura nos recibirá pronto- dijo el de la comitiva. Pasaban por la calle entre grandes rascacielos, la gente arremolinaba por doquier, llevaban una prisa en descomunal en su semblante, como que no llegaban a tiempo a donde necesitaban estar. El poeta miraba los transeúntes
  • 29. alocados, desenfrenados ir de acá para allá cuando un bufido lo sacó de su, digamos, admiración. En un pequeña callejuela, un pequeño resquicio entre dos rascacielos, como en un callejón sin salida, se encontraba un hombre harapiento, mayor, desgarrándose de dolor tirando entre desperdicios. El poeta se quiso asomar, raudo, a ver qué pasaba, unos dos hombres de la comitiva le cerraron el paso, con sus bastones señoriales, en forma de brazos en cruz, impidiéndole el paso. -No hagas caso, joven poeta- dijo el que presidía la comitiva- no tenemos tiempo para eso, llegaremos tarde ante el Rey, de todas maneras no hay mucho que hacer, no le queda mucho futuro, en resumidas cuentas el anciano se lo busco. El poeta miró a su alrededor, salvo los tripulantes del bergantín el mensaje en un botella del Capitán Vulgaridad que quedaron enmudecidos del dolor, y miraban al poeta con condescendencia. Todos a su alrededor, es decir, la comitiva real, y los transeúntes que pasaban iban como entumecidos, envilecidos. No paraban a reparar en estos casos, no alertaban, pasaban sin mirar la vista al costado. El poeta que nunca pudo hacer un poema sobre este tema, para purgar su dolor, ni aunque quisiera, ni pensó en hacerlo, se quedó ahí, sentado sumido en un profundo llanto y pensó, le vino a la memoria los años de su pueblo, tan distinto a esta ciudad y se acordó de una letra de una canción titulada Calle melancolía e siguió pensando: Es la mejor calle. Habrá calles luminosas, bien asfaltadas, con guirlandas y fiestas de disfraces. Yo prefiero las sombría y enlodada y agreste y vulgar y de descubiertas caras arrugadas, calle melancolía. Y siguió llorando. Algo menos que lo que imaginaba lloraría en el bosque tenebroso. Capítulo 3. El bosque tenebroso. Donde se cuenta de la incursión del poeta por vientos, arenas movedizas y la cueva oscura, entre tantas otras cosas. 1 -¿Y que hay en el bosque tenebroso? preguntó el joven grumete. -Las más terroríficas bestias. Lobos, hadas, tus miedos, tus deseos, la caverna oscura. Hacia ahí nos dirigimos- dijo el ayudante del Capitán Vulgaridad.
  • 30. -¿Y qué otras cosas encontraremos en el bosque Tenebroso?- volvió a insistir y preguntó el joven grumete. -Además de los peligros que te mencione, vuelvo a repetir, está la cueva oscura, ahí entrarás entre penumbras, y cuanto más te internes, más se oscurecerá, y te enfrentarás a dos de los monstruos más perversos, tus miedos y tus deseos. Más bajas, más te internas, más grande es el monstruo que tendrás que abatir- dijo el ayudante del Capitán Vulgaridad-. Además, bueno, están los salteadores La bolsa de los caminos, los lobos Desesperación que aullarán sin saber por dónde vienen, las arenas movedizas de la duda, las Hadas Lodosas de los pantanos, los vientos Descabellados, y algún que otro bicho indescriptible que ya iremos viendo. -¿Y es necesario entrar en la cueva oscura?- preguntó el joven grumete. -Hay quien le esquiva, prefiere no enfrentar a sus monstruos, pasa por ahí, la observa, pero o no se atreve a entrar o no quiere. Tarde o temprano la cueva oscura te llama, si no entras los monstruos que habitan saldrán a atacarte. dijo el ayudante -¿Y si no hubiera cueva oscura, si no hubiera monstruos y todo fuera una invención? preguntó el joven grumete. -Bueno sería, maravilloso- pensó el ayudante del Capitán Vulgaridad- Hay para quienes no hay cuevas oscuras, otros ni las ven, otros hacen una fiesta en medio de la cueva y danzan con los lobos. -¿Y cómo se sale de ella?- preguntó el joven grumete. -Algunos salen rejuvenecidos, entran viejos, y salen hechos unos niños. Otros salen maldiciendo diciendo que jamás volverán a entrar a esa caverna de porquería. Salen rasguñados. Algunos delirando aseguran haber sido salvados por una mano que los saco de su sopor y salen reinventados, otros salen siendo otra persona con otra vestimenta inclusive. Algunos se pierden por años, esos son los que más pena dan. Hay algunos que la cueva oscura no deja entrar, no sé si por desgracia o les está haciendo un favor. En fin así de fascinante y tenebrosa es la cueva oscura del bosque tenebroso. El Capitán cada vez que entra sale con una sonrisa y navega feliz. -¿Y cómo será la cueva del Capitán? pregunto el joven grumete. -Él dice que es tan oscura, que no se ve nada, y aunque ha entrado millones de veces, jamás vio nada de los jamases, yo creo que se ríe de la situación, que no le da importancia. Una cueva oscura impenetrable. No vera nada, porque no hay nada que mirar, pero aunque irónico es el único que lo vi entrar sin un candil y aunque, según él es tan oscura, el sale tan lleno de luz cada vez que entra. Extraño. -Recuerdo una vez, el Capitán Vulgaridad entro en la cueva oscura y a los diez minutos salieron tres lobos huyendo despavoridos como si hubiesen visto al
  • 31. mismísimo demonio. Al raro salió el capitán y al preguntarle que paso, dijo que se cruzó con tres sombras que lo miraban acechándolo furtivamente, el capitán sin pensarlo dos veces, se sentó en la cueva y empezó a contar cuentos, de sus encuentros con sirenas, del manotas, de los mares y los puertos, y veía como los ojos endiablados que se percibían en la oscuridad se tornaban de un rojo rabioso a un azul noche. Era como que esos mismos ojos lo escucharan atentos, y se entretuvieran con sus historias, pero dice que luego no sé porque, les empezó a contar de sus cicatrices. Esas luces oculares, en forma de ascuas, se enrojecieron hasta arder prácticamente de dolor, cambiaron el color, por el ardor como las llamas, y se esfumaron. Como se esfuman las cosas luego de arder demasiado, convertidas en humo volátil o ceniza. Supongo que fueron las tres figuras que vimos. Puede que hayan sido los lobos Desesperación- iba a agregar algo más pero al mirar sobre el hombro del ayudante pudo ver el bosque Tenebroso a la vista: -Mira voltea, ahí podrás ver el boque tenebroso sobre la isla, ¿no te parece encantador y aterrador al mismo tiempo? -Ya con lo poco que me has contado me parece tenebroso sin solo mirarlo. ¿Voy a avisar a todos para desembarcar, ayudante? -Da la vos están casi todos en cubierta, pero no se han dado cuenta. 2 -Y si te quedas en la caverna oscura demasiado tiempo puedes llegar a la locura- le advirtió el ayudante al poeta, que ya estaba decidido a entrar en la cueva. -No te preocupes, se dé locuras, las he cometido, las he presenciado, las he tratado, las he enfrentado y también las he esquivado. Supongo que para eso entro en la cueva oscura, para ver y enfrentarme mis locuras- dijo el poeta-. Pero yo quiero entrar a enfrentarme con mis versos internos, los que han quedado en el fondo de mi tintero, y no han salido en tinta sobre el papel. Revolver los tinteros, ver qué pasa. Al final de cuentas, la tinta es como la marea. Las cosas que tienen buena madera saldrán a flote, y las que quieran volverán al fondo. Muchas veces escribo con la claridad mojando la punta de mi pluma sobre la superficie diáfana de mi tintero, las glorias, y otras la hundo hasta el fondo, revuelvo un poco, y rápido escribo todas las penas y pesares. En definitiva penas y glorias, riman, se matizan, quedan bien juntas en un poema. Es un acto claroscuro- no dijo más y entró el poeta a su cueva oscura. Lo primero que vio el poeta al entrar, fue oscuridad total, nada se veía por ningún lado. Pero al contrario de lo que se puede imaginar, más se internaba, la oscuridad se iba convirtiendo en bruma, y despejada como por su pluma,
  • 32. todo se iba aclarando. Y lo primero que vio fue a un niño, escribiendo sobre un papel pequeñísimo. El poeta pensó que en ese papel cabían solo dos o tres palabras vitales. El niño lo miro y le dijo: No me olvides, y siguió escribiendo. El poeta quedo petrificado, sabía todo lo que el niño le quería decir. -Para eso escribo- le quiso decir- para no olvidarte- pero al terminar de decir esto el niño se había esfumado de la vista. Como que al decirlo una vieja imagen se hubiera desdibujado. Siguió y se encontró con un hombre que escribía, su apariencia era atroz. Supuso el poeta que escribiría versos atroces. No quiso interrumpirlo pero miro por sobre su hombro lo que escribía. El hombre atroz escribía fingiendo indiferencia y haciendo caso omiso del poeta, y escribió vos versos, cortos, sin mucha retórica: Vas a morirte, No van a quererte. El poeta se extrañó ante la falta de delicadeza del hombre atroz y de su vana modestia y sinceridad. Y le dijo, ante la figura que se desdibujaba: -Pero eso lo sabe cualquiera, si lo disfrazaras un poco al decirlo, por lo menos. El poeta no quiso quedarse en el lugar del hombre atroz, y siguió, ante una melodía que lo atraía. Al entrar en el recinto las vio. Eran las musas que bailaban encantadas al verlo. El poeta se desvistió y bailo un baile genuino con las musas. Sabía que la única manera de agradar a las musas era, sin trajes, ni antifaces, ni nada que se le parezca. Danzo una danza acompasada de versos. El poeta en un momento se detuvo, sobre el piso escribió en versos todo lo que había visto y se dispuso a salir de la cueva. Antes de salir con sus palabras sobre el papel, un monstruo de mil cabezas quiso devorarlo. El poeta levanto el papel y empezó a recitar todo lo que había escrito, al terminar, el monstruo había enredado todas sus cabezas, no supo con cual atacar al poeta y se perdió en la cueva. Visto lo cual, el poeta salió, papel en mano. El loco lo vio y le dijo: -¿Que viste en la cueva? Para que entraste, no era para tanto verdad. -Lo que vi ya lo sabía. Toma esto es todo lo que vi- le dijo el poeta al loco y le dio el poema. El loco leía y miraba al poeta asombrado. El poeta se reía. 3 Ya habían salido todos de la cueva oscura. El loco se reía de contento. El joven grumete salió un poco más envejecido. –No te preocupes le dijo el
  • 33. poeta- ya recuperarás tu jovialidad. El estúpido engreído no entro, decía que no hacía falta semejante estupidez. El ayudante salió dando voces de mando. El borracho parecía embriagado por una suave melodía. El filósofo, por un segundo parecía salir con una cara de confusión, pero al segundo su semblante se le ilumino como si al salir de la cueva se le hubiera aclarado todo. El Capitán fue el último en salir, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, como pensativo con la cabeza mirando al piso, abstraído. Luego levanto la vista, estaba silbando, alegre y jovial. –Siempre es bueno volver a la cueva oscura- dijo. -¿Quieren volver por donde vinimos, un camino tranquilo y conocido, o quieren volver por el otro lado. Un lugar lleno de peligros, desconocido por algunos, pero encantador si vas con un buen guía como el ayudante?- dijo el capitán. -Yo me vuelvo por donde vinimos, los espero en el barco- dijo el estúpido engreído- y se marchó sin decir más. Los otros miraron desconcertados la reacción del estúpido engreído y asintieron con el capitán, que podía pasarles. 4 Ni bien se internaron en el bosque empezaron a oír unos sonidos ensordecedores, siniestros, como desesperados. -Los lobos Desesperación- dijo el ayudante-. No debemos tenerle miedo ni asustarnos. Mientras estemos juntos no nos atacarán, pero estén precavidos por si acaso. Son unas fieras infernales. Te devorarían sin más. Y si no lo hacen te hacen desesperar. Su aullido viene como de los mismísimos infiernos. Si los escuchas demasiado, vivirás asustado. Su sonido es como enpenumbrado, un quejido, como en pena. Los lugareños de la zona en sus cuevas, para protegerse cuentan historias, para alejarlos, para no sentirse tan solos, para que su quejido no los abata, para darse ánimo. Sigamos no les hagan caso- estaba diciendo el ayudante cuando escucho al joven grumete que gritaba: -Socorro, me hundo, ¿qué pasa con el suelo?- gritaba el joven grumete aterrado. -Tranquilo dijo el ayudante, no te muevas, no hagas nada. Son las arenas movedizas de la duda- decía el ayudante para tranquilizarlo, ante los demás que miraban y el capitán que le tiraba una soga- Agárrate, menos mal que no estás solo, lo mejor en estos caso, si te hagan las arenas movedizas es quedarte quieto, no hacer nada, cualquier movimiento te hundiría más. O te ayudan o
  • 34. estás perdido, salvo que des el gran salto, con todas tus fuerzas, como puedas y salgas del pozo. Y corras lo más lejos posible. El joven grumete se asía a la cuerda y escuchaba, asustadísimo. El ayudante para calmarlo siguió contando: -Te acuerdas capitán, tu resolución fue magnífica. Aunque llevaba su riesgo, pero el capitán sabia o confiaba en lo que había del otro lado. Se quedó parado sin hacer nada, ante nosotros que mirábamos, e hizo un ademán como diciendo, déjenme solo. Y empezó a hundirse en las arenas con calma, nunca lo vi tan tranquilo. Se fue hundiendo hasta desaparecer. Pero a los 5 minutos lo encontramos detrás nuestro. Las arenas dos o tres suelen dar con cuevas subterráneas que te llevan a otra superficie, y por ahí apareció el capitán. -Lo recuerdo dijo el capitán- supongo que lo sabía pero confiaba- toda duda si te quedas quieto desaparece y te lleva por cuevas a la superficie, o eso o el gran salgo. Decidí quedarme quieto, fue genial, divertido- dijo el Capitán Vulgaridad. El joven grumete ya había salido del susto y de las arenas de la duda. -¿Qué raro? Dijo. Justo estaba pensando en algo que me estaba haciendo dudar. Y caí en las arenas movedizas de la duda- dijo el joven grumete. -Pues suele pasar así, venís pensando, sin mirar por donde pisas, y zas, te agarran las arenas de la duda. Ten cuidado donde pisas, en que vas pensando, eres joven- dijo el ayudante. -Déjalo que vaya con sus pensamientos, que lo descubra por el mismo, que no preste mucha atención donde pisa- dijo el poeta Relámpago. -Claro- dijo el filósofo- solo se debe tener el cuidado necesario, para no meterse mucho en problemas- luego no es muy conveniente fijarse demasiado ni tampoco pensarlo. El loco miraba y no acreditaba lo que decían el filósofo y el poeta. Pensó que lo decían con gracia e ironía. -¿Te han azotado alguna vez los vientos Descabellados?- preguntó el capitán-. Venís pensando el algo, quizás tranquilo, a veces preocupado, y por ahí sin más, unos vientos salidos de quien sabe dónde te dan de lleno en la cara. Te hacen olvidar lo que venias pensando, te hacen hasta cambiar de rumbo. A veces, es bueno en esos casos, que te ataquen esos vientos. Todo esto decía el Capitán Vulgaridad cuando se escucharon unas voces detrás de unos arbustos. Voces alegres, cantarinas, juguetonas. -¿Y eso? -dijo el joven grumete sorprendido. -Las hadas de los pantanos enlodados, seguramente- dijo el ayudante. Asomémonos y descubrámoslo. Se asomaron por detrás de unos arbustos, por donde venían las voces, y como había dicho el ayudante del capitán, ahí estaba el pantano, medio entre
  • 35. penumbras, generadas por los árboles, pero un poco aclarado por rayos de sol, que como focos direccionales de sala de ensayo o teatro, daban a el lodo, y a las hadas un panorama encantador. -Las hadas de los pantanos enlodados- dijo el ayudante aquí las tienes joven grumete, ve y enchastrate con ellas, son encantadoras. Juega, diviértete con ellas, mientras puedas. -Hay pero que concurrencia tan encantadora- dijo una de las hadas- quieren darse un baño, estas aguas enlodadas todavía no han sido viciadas ni contaminadas por la civilización, podrán bañarse y divertirse alegremente con nosotras. A propósito, pero si no me he presentado: Yo soy el hada Encantadora, ella hada Diversión. Y yo soy hada Enlodada- terminó de decir hada Enlodada. Seguro te diviertes más conmigo. El joven grumete no salía de su asombro, nunca había visto un hada y le parecían magnificas, encantadoras. No podía abrir la boca. -No van a asustarme al joven grumete- dijo el poeta, entre risas, acostumbrado a ver hadas enlodadas. El ayudante y el capitán miraban entretenidos a las hadas. El filosofó que jamás había visto una, y que le parecía que no existían ni en cuentos. Se quedó maravillado, pero una vez vistas. No tuvo más problemas. El joven grumete seguía maravillado, mientras se desvestía para dar un chapuzón junto a las hadas. 5 -Sí que te has divertido con las hadas enlodadas- le decía el poeta Relámpago joven grumete. Mientras iban de camino de regreso con los demás al bergantín. -Hada Enlodada es magnífica, te hace sentir como un niño nuevamente ahí en el lodo. -Como el niño que todavía eres, joven grumete- dijo el filósofo. -Bueno, hablo el gran señor- defendió el poeta- siempre pensando cosas que no dejan de ser niñerías- ironizó. El capitán y el ayudante se reían, cuando se escuchó: -La bolsa o la vida- a dos tipos que eran reconocidos salteadores de caminos, y saltaron tomando por sorpresa a todos, a punta de navajas. -Yo la bolsa y la vida, la he dado hace mucho ya. La sigo dando en poemas en versos- dijo el poeta que fue lo primero que se ocurrió para tratar de ganar tiempo. Pero no se sabe cómo, un palazo vino a dar certeramente sobre la cabeza de uno de los salteadores. El otro al ver que su amigo estaba desmayado y verse en desventaja numérica huyo.
  • 36. Se vio enseguida salir al estúpido engreído, salir de detrás de unos matorrales, diciendo: -Siempre es bueno que un estúpido te salve a tiempo, ¿No?- dijo con su engreimiento habitual el estúpido engreído. Capítulo 4. Una montaña Encantada. 1 Donde se cuenta el encuentro del poeta Relámpago en la montaña Encantada con el mago Ilusión, su aprendiz Desenfado y una serie de personajes mágicos. -¿Te bajas del barco poeta Relámpago?- pregunto el ayudante. -Si pero es solo por unos días, me voy a visitar a un viejo amigo, el mago Ilusión, de la montaña encantada. Dice que tiene un nuevo aprendiz que quiere presentarme. Ustedes van a no sé dónde y a la vuelta me recogerán para seguir- dijo Relámpago. -Si vamos a dejar sustancias a Costa Desenfreno, suelen gastárselo todo, consumidores a más no poder- dijo el ayudante del capitán- te dejaremos en la montaña encantada y a la vuelta te recogemos para ir a Costa Fantasía. 2 -Tenía sus demonios, sus tormentas. Quería destrozar todo a su paso. Descontrolar su furia, remolinar los caminos, asolar las ciudades, es decir, magia negra era lo que requería. Pero en sus hechizos de encantamiento, en sus susurros en conjuro, magia blanca era todo lo que le salía- dijo el mago Ilusión a su aprendiz Desenfado- así era mi maestro. -¿Siempre tiene que ser magia negra o blanca, no puede ser algo intermedio, algo así como magia gris?- preguntó el aprendiz. -Solo blanca, procura usar solo magia blanca. La negra déjala para el caso que sea ultra necesario. Pero inclusive así, te salvarás usando magia blanca, sin violencia, con delicadeza- dijo el mago. -¿Y los grises?- insistió el aprendiz Desenfado. -Déjalos para la vida cotidiana, para los momentos mágicos usa solo magia blanca.
  • 37. -Pero me voy a perder todos los otros matices- protestó el aprendiz. -En la magia blanca esta todo, no necesitarás más- decía el mago harto de los cuestionamientos del aprendiz. -¿Comenzamos ya con mi enseñanza?- preguntó el aprendiz. -Comenzamos desde el momento que te hice esperar dos horas bajo la lluvia, escucha, comenzaremos ahora con los consejos: -Enciende un fósforo, acércalo a las maderas, ve cómo se va prendiendo todo lentamente. Lo mismo con la magia. Busca la palabra, encendela en una frase, deja que se vaya propagando en oraciones, sentate a ver cómo se va produciendo el incendio, el encantamiento, la fascinación que producen las llamas, el susurro, observa y ve, espera como arden las cosas lentamente- le dijo el mago al aprendiz. -¿Y los polvos mágicos? No veo posiciones mágicas, cuencos. Nada para preparar el elixir o la pócima embelesadora, en esta casa- le preguntó el aprendiz al mago de forma sorpresiva. -Esas son pavadas. Ni bien tomas o haces tomar el bálsamo, el embrujo puede durar unas horas, pero luego desaparece, nada es perdurable. Acá aprenderás el sortilegio, el conjuro, el hechizo de encantamiento que se produce con la palabra, y después el que sigue con la mirada. Esos sí que son a largo plazo. Una palabra, una mirada, pueden durar años- dijo el brujo. -¿Y es para siempre?- quiso saber el aprendiz. -Según el caso. En unos duran más en otros menos, pero suele ser más duradero que un polvo mágico. -¿Pero habrá quien no se inmute ni que le recites Shakespeare de corrido?- dijo el aprendiz medio en broma medio indignado. -Te vos dependerá cuando recitar a Shakespeare y cuando usar palabras mal sonantes. Pero es aconsejable ir por ahí con tus hechizos más preferidos, con tu voz, y se irán acercando quienes se quieran embelesar con tu voz particular. Al resto déjalos que se hechicen con otros magos. Con otros polvos. Tu usa la voz y la mirada- concluyó el mago. O eso pensó o quiso hacer el mago, pero el aprendiz insistió: -¿Y cuál es el mejor hechizo? -Eso lo debes saber vos. Tienes dos caminos. Uno es ir aprendiéndolo, buscando tu propia voz. Y la otra es confiar plenamente en tu voz natural. Cualquiera de las dos me ha servido a mí, y bien puede que a vos también te ayude- pensó y quiso terminar por concluir el mago. -Sí pero hay quien dice que el mejor mago es ese que ni lo piensa, que ni lo intenta, tan simple como ir por ahí, hablando por hablar, siendo por ser, por decir algo- siguió el aprendiz. -Bueno esa es otra opción, pero no me jodas, si piensas así, ve, ¿para qué
  • 38. viniste a visitarme? Pero si vas a optar por ese camino ya lo has aprendido todo- Y salió de la habitación para no volver a ser fastidiado por el aprendiz. 3 -¿Y cómo fue que se hizo mago?- Preguntó el aprendiz de brujo. -Es muy sencillo, no podía parar de decir las cosas. Donde iba tenía que encantar con lo que decía. Hechizar, cautivar la mirada, enajenar los sentidos. Y por eso me convertí en un maestro de la palabra, rey de la oratoria- dijo el mago. -¿Cómo sabes que estas encantando?- preguntó el aprendiz. -Lo sabrás enseguida. El ambiente se vuelve enrarecido. La tensión que envuelve al hechicero y al encantado se incrementa. Es como un efecto hipnótico. Las miradas se encuentran, se avivan, los cuerpos se enervan, la voz se entusiasma, se acelera el ritmo de la palabra. Te verás cómo poseído. Al primero que tienes que encantar es a vos, para luego encantar al otro- dijo el mago. -¿Y cuál es el truco para dominar ese encantamiento?- dijo el aprendiz. -Hay varios, algunos los aprenderás de mí, otros los iras descubriendo de tu propios encantos. Lo que sí puedo decirte es que hay veces que no puedes controlarlo. Empiezas y luego sigues como enajenado, vas sacando o alimentando el hechizo vaya a saber uno de dónde. Una vez encendida la hoguera, comenzadas las palabras, muchas veces no sabemos de dónde sacamos la madera para seguir avivando el fuego o las palabras para seguir encantando, simplemente ocurre. Entusiasmo, deseo, llaman los poetas. Algo de eso puede haber. Lo demás, quien sabe. Ocurre, ocurre- concluyó el mago. -¿Quién nos saca la palabra?- pregunto el aprendiz. -Bueno, antes que nada la belleza, las injusticias, las ganas, la provocación, el delirio, el miedo. Algunos de las saca hasta que grites de alegría y de rabia, y otros te las sacan para dejarte mudo, de felicidad o de indignación. -¿Cómo nos protegemos de los hechizos?- preguntó el aprendiz. -No prestándoles atención. Con más palabras. Otras veces con silencio. Vos sabrás cual es el caso. Resignándose, dejando ser las cosas como deben ser. Que no puedes encantar al sol de noche. Que no quiere brillar para vos, por las noches. Y dejando al sol hacer lo que él sabe hacer, dejarlo ser. Esa es la forma de protegerte de los hechizos. Hazlo así siempre, sin dudarlo.
  • 39. -¿Y que hace un mago de la palabra?- preguntó el aprendiz al mago. -Encantar. Eso es lo primero. Maravillar con la palabra. Dejar un halo en el ambiente. Una especie de fascinación- empezó a decir el mago, pero fue interrumpido por el aprendiz. -¿Y cómo llegamos a ese encantamiento?- dijo el aprendiz. -Debes ante todo estar en modo encantador, confiar en tus palabras- pero volvió a ser interrumpido por el aprendiz. -¿Y si no se encantan?- digo el aprendiz. -Podrás seguir encantando en otros lados, pero si quieres ser un mago de la palabra y a eso quieres dedicarte, deberás serlo sin más. Pero vigila no siempre se encanta con la palabra, ahí donde no llega la palabra llega la mirada. Además debes prestar especial empeño en la forma en que lo dices. Bueno no empeño, con el tiempo sabrás que la mejor manera es decirlo naturalmente, es el mejor encantamiento, ya sea despreocupado o violento, es la mejor manera. Pero en el caso que necesites fijarte, ten en cuenta que lo que digas cuenta, pero también cantará la forma en que lo digas, y luego usa el cuerpo todo el cuerpo dirigido en esa acción. -¿El cuerpo?- quiso saber el aprendiz intrigado. -Si el cuerpo, tiene todo su poder de encantamiento y su lenguaje. No es lo mismo mandar un mensaje que decirlo. Aunque depende del caso, muchas veces no podrás llegar con el cuerpo, no podrás estar presente, envía una misiva, ahí importará el tono retorico, las figuras que utilices, en persona, tu figura y tu tono de voz. ¿Se entendió?- dijo el mago. -Claro, como si me hubieras encantado- concluyo el aprendiz. -Bueno ya que estas encantado déjame decirte algo más: procura que con la palabra hagas ir y venir, de acá para allá, de allá para acá, de un tiempo a esta parte, de esta parte al tiempo, a las personas también, que se acerquen algunas, que huyan otras, vos sabrás en que momento pronunciarte- dijo el mago como pensativo medio poseído, como enajenado con lo que decía, luego se calmó, miro al aprendiz, y le puso su mano en el hombro. -El aprendiz, miro con temor al mago, estaba temblado, algo le había hecho pensar, recordar, atemorizarlo. Salió rápidamente de su sopor, y sonrió al mago lleno de fascinación porque lo había entendido. -¿Cómo logra esa fascinación en la mirada?- le preguntó el aprendiz al mago. -Es fácil, debes mirar las cosas como si fuera la primera vez. El encanto que produce el deslumbramiento de un instante repentino que te cautiva, te sorprende, te atrapa, por maravilloso, por descubrir y vislumbrar que encuentras cierto placer en mirar ciertas cosas, en contemplarlas, te agrada. Debes mirar todo como si fuera la primera vez, aleja el tiempo, que todo lo
  • 40. gasta, todo lo corrompe, todo pudre, lo deteriora, lo mata- dijo el mago. -¿Pero no es también o encuentras gratitud con el tiempo, con ver algo todos los días y encontrarlo que te gusta, a través del tiempo, cada vez más?- quiso saber el aprendiz. -Sí, es otra forma de mirar las cosas. Es como mirar algo y reconocerlo a simple vista, por conocido por familiar. Quizás la mirada de la primera vez, de ver algo que no conocíamos, nos deslumbra porque se nos viene todo el tiempo de golpe, todo lo que sabíamos, lo reconocemos en esa primera mirada, y por eso nos encanta- era la primera vez que el mago se quedaba medio como sin palabras, dubitativo, pensativo y algo confundido. Pero añadió: En todo caso siempre es una primera mirada, aunque sea la mirada que te lleva al principio de los tiempos. -¿Cómo nos protegemos de los hechizos?- preguntó el aprendiz otra vez. -¿Cómo? No te protejas, déjate hechizar, ¿Cuál es el problema? Nada puede hacerte daño realmente, si estas convencido, tranquilo, con buena disposición, nada podrá hacerte daño. Tomalo todo como un juego. En fin, dejate hechizar. Diviértete, restale importancia, dejate hechizar. Quedate sin palabras, dejate hechizar. -Puras palabrerías- dijo el poeta Relámpago- que escuchaba y veía la escena desde la puerta de la choza del mago y el aprendiz. -Pero que sorpresa, si es el poeta Relámpago- dijo el mago Ilusión, totalmente ilusionado al volver a ver a su amigo, compañeros de la palabra, de los encantamientos, de la vida- Procura ser amigable, siempre, joven aprendiz, ese es mi último consejo- y se fue a abrazar con el poeta. 4 El poeta Relámpago y el mago Ilusión hablan sobre su mal llamado Don. -¿Y qué es lo que buscas con tu poesía, con tu Don?- preguntó el mago a su amigo poeta. -Bueno vos llamas Don y poesía a cualquier cosa- dijo el poeta y se rió- ¿Vos no movés rocas y cosas con tu magia? -¿No vas a creerte todo eso? Es una forma alegórica, cuando digo que muevo rocas quiero decir que con mis hechizos, la gente construye con esas rocas castillos, muros. Pero puedes decir que muevo rocas, literalmente, alimentarás mi mito, aunque no sea cierto. -Ya lo sé, no me tomes las cosas tan literales. Lo que te pregunté era para decirte lo siguiente. Qué se yo que busco con mis poemas, no importa
  • 41. demasiado, lo que realmente importa es que me mueven y hacen mover a la gente. Vos movés rocas con tus hechizos, yo muevo gente con mis poemas y me muevo. El poeta y el mago se miraron por un segundo, y quedaron fascinados ante sus palabras y sus miradas. 5 Le advierte el mago Ilusión al aprendiz Desenfado sobre la bruja Silencio. -¿Y qué voy a encontrar en ese bosque maestro?- le pregunto el aprendiz al mago. -A la bruja Silencio. Ten cuidado con ella, porque aunque no te diga nada, aunque parece que te trata con calma, su mente es un revoltijo, es malvada. Y su mejor arma es esa, no decir ni mu. Sabe que un aprendiz de mago usa su palabra, y sabe que usas las palabras de los otros, para ataque y defensa. Y como no quiere que la ataques con sus propias palabras, no te dice nada, para no quedar al descubierto. Sabes que el silencio es atroz, puede destruir más que mil hechizos. Y nosotros amamos los hechizos. -Descuida Ilusión, por algo me pusiste el aprendiz desenfado, porque no haré caso de sus actos, y nada podrá agredirme- dijo el aprendiz. -Si por eso te puse Desenfado, porque como buen aprendiz, no estás viciado por los dogmas, los hechizos, los razonamientos, las leyes, los predicamentos, las enseñanzas- vas por ahí sin más, con desenfado, desenvuelto, nada te atrapa, nada te define, eres maestro de nada y aprendiz de todo. Y al llegar a ser maestro, como yo lo soy, sigue teniendo esa rara virtud del desapego. -Yo voy a hacer hablar a la bruja Silencio, hasta hacerla delirar hasta el hartazgo- dijo el aprendiz. Los dos se rieron, uno de la ingenuidad del primero, el otro de la falta de confianza del siguiente. Era la hora en que el sol entraba por la ventana a decirle a el mago Ilusión que ya había sido suficiente de tantos sueños, y al aprendiz Desenfado arrojarle un poco de su color a la cara, pero esta vez el sol no encontró al aprendiz recostado, y el mago al verlo levantado empacando algo de comida como para una pequeña travesía le preguntó al aprendiz: -Donde vas a estas horas, recién levantado y tan apurado. -Estuve pensando lo que me dijiste de la bruja silencio, hace un rato que ya me estaba levantado, meditándolo, y me decidí, voy a ir a hacer hablar a la bruja silencio- dijo el aprendiz.
  • 42. -Hum, ¿Cómo un ejercicio de entrenamiento, por capricho, por deseo?- quiso saber el mago. -Para divertirme, y para probarme ante el silencio- dijo el aprendiz- nadie puede guardar tanto reparo y mutismo. Además, ¿Qué otra cosa tengo que hacer? ¿No me ibas a dar el día libre hoy? -Si pero para que limpiaras y te ocuparás de vos. No para que andes por ahí con caprichos- dijo el mago. -No es un capricho, no tengo mucho que hacer hoy, recuerda que soy el aprendiz desenfado, no tengo porque ocuparme mucho de mí, y puedo ordenar la casa cuando vuelva, además es mi día libre, puedo hacer lo que quiero. -¿Cuando vuelvas? Cuanta confianza, y si la bruja silencio te atrapa, si su nada no te deja regresar- le preguntó el mago probando la resolución del aprendiz. -Si no vuelvo para las 17 puedes venir a rescatarme- dijo Desenfado riendo. -Entonces ve, no hagas demorar lo que la bruja Silencio tenga para no decirte- y se rio también- nada conseguirás de esa bruja muda. El aprendiz Desenfado agarro lo que había empacado y salió mirando por última vez, y haciendo un ademán con el dedo dando vueltas como un remolino cerca de su boca, como diciendo que haría hablar a la bruja y salió. Ilusión se rió. Bruja Silencio estaba en la puerta de su casa, conjurando algo, mientras avivaba el fuego con unos maderos. Por las inmediaciones de la casa no corría un alma, nada volaba sobre el techo, no se podía oír el eco de una voz. Al ver venir al aprendiz dejo de conjurar, cerró la boca y lo miro fijo. -Creía que no decías ni Mu, pero veo que sabes decir tus hechizos muy bien al caldero- le dijo el aprendiz Desenfreno, con su habitual desentendimiento y soltura. LA bruja lo miraba fijo, con un cierto viso de ira, no le gustaba el desparpajo del aprendiz, su boca titubeaba como queriendo decir algo, atroz y violento, pero se contuvo. Seguía mirando al aprendiz con rabia. -El mago Ilusión estaba ilusionadísimo con que viniera yo a conocerte, dijo que nos llevaríamos muy bien, yo con mi desenvoltura y vos con tu hermetismo, ¿que hay para desayunar?- decía el aprendiz ante la mirada iracunda he incrédula que no podía creer lo que estaba diciendo el aprendiz. -Bueno voy a ir por leña así te ayudo con la sopa- dijo el aprendiz y se dio media vuelta enfilando para el bosque. La bruja no pudo contener su rabia, y al ver al aprendiz con tanta chulería, garbo, elegancia, soltura, le soltó con un desenfreno inaudito en el proceder de la bruja: -No te atreverías a probar del brebaje que estoy preparando, produce el encantamiento del silencio- y se cayó de repente llena de ira.