1. LA SIRENA DE TAMIAHUA
Hace muchos años, entre Tampache y la hacienda de San Sebastián, en el municipio
de Tamiahua, en Veracruz, existió un pequeño pueblo conocido como Rancho Nuevo.
Entre sus pobladores estaba doña Damasia González, y Abundio Saavedra Rosas quienes
tenían una hermosa hija de nombre Irene, de piel morena, ojos aceitunados y una larga
cabellera de azabache.
Madre e hija se volvieron muy creyentes y devotas de la fe católica, después que
Abundio Saavedra murió. De esta forma viajaban a Tampache, Álamo Temapache, Acala,
Hormiguero, Tancochin, Cuesillos, Tierra Blanca y otras comunidades, con la finalidad de
acudir a todas las fiestas patronales y ferias de los santos que veneraban. La vida para
ellas dos transcurría en calma.
Mama: Debemos de honrar a tu padre hija mía.
Irene: Si madre, te seguiré en todo.
Un día Jueves Santo, allá por los años de 1900 -1920, en plena Semana Santa –que eran
días de vigilia o de guardar Irene
Damasia le pidió a Irene que fuera a buscar leña para el fuego de la casa. La pequeña,
obedientemente, se dirigió hacia Paso de Piedras para recolectar los trozos de madera
que se encontraba en el camino. Al regresar a su hogar, Irene se sentía sucia y deseaba
asearse, pero su madre le advirtió que durante los días santos no estaba permitido
bañarse
Regresó donde su madre y le dijo:
Irene
“Ma, yo ando muy sucia y polvienta, que me dan ganas de echarme un baño”.
Su madre le contestó:
“No, hija, te condenarías. En estos días no debemos agarrar agua, mucho menos
bañarnos”.
Irene le contestó:
“Ay, ma, Dios me perdone pero yo aunque sea me voy a lavar la cara”.
Mamá:
Seria un pecado muy grande hija mía!
Tomó un guacal con dos hojas de jaboncillo y se fue rumbo al pozo a lavarse la cara.
2. Repentinamente, se escucharon unos gritos desesperados pidiendo ayuda.
Madre Irene! Irene hija mía! Que te está pasando!
El agua del pozo se elevó y la niña comenzó a transformarse en otro ser. La boca se le
alargó, los ojos se le hicieron más grandes, el cabello y la piel se le pigmentaron de rojo,
las piernas se fusionaron en una cola de pez y le brotaron escamas.
El muro de agua cayó sobre la que una vez fue Irene y la arrastró hasta la laguna. Los
lugareños fueron a buscarla en las entrañas de aquel cuerpo de agua, en el que de pronto
vieron flotar una balsa maltrecha de madera.
Aquel ser, que alguna vez fuera una hermosa niña, yacía al filo de la fantasmagórica balsa
y a la distancia se escuchaba su voz, con un desgarrador eco metálico: ¡Peten ak, peten ak!
(que en huasteco significa giren). Los lancheros entendieron que se enfrentaban a una
fuerza desconocida y decidieron no perseguirla más. Desde entonces, cada jueves santo la
madre de Irene regresa a la laguna y camina hasta la playa de Tamiahua en espera de
encontrar a su amada hija; sin embargo, los pescadores afirman que la bella Irene sólo es
un recuerdo, porque ahora sólo existe un ser maligno.
Algunos pescadores han muerto cuando la han visto, porque al acercarse miran un ser
espectral y horroroso, dicen que les voltea las lanchas y embravece las olas hasta
matarlos.
Hasta el día de hoy se puede escuchar los cantos aterrorizando a los pobladores y los
lancheros de la laguna de Tamiahua.