2. ESTRATEGIAS DE COMUNICACIÓN Y EDUCACIÓN PARA EL
DESARROLLO SOSTENIBLE.
Existe gran confusión entre quienes toman decisiones cuando se trata el
tema del desarrollo. Muchos dicen que una inversión o un acción por sí
misma traerá desarrollo a un lugar determinado, sin pensar qué significa
desarrollo. Esto sucede porque sólo se considera crecimiento como sinónimo
de desarrollo. Esta confusión conceptual es muy común, pero es un tema que
ha sido zanjado desde los años 70, donde se definió “crecimiento
económico” como elevación del Producto Bruto Interno (PBI, llamado PIB en
otros países) y “desarrollo” como crecimiento, pero con redistribución de
riqueza. En una coyuntura como la actual en América Latina, donde la
principal preocupación de los gobiernos es la inclusión social, a la que se
avanza con la redistribución de la riqueza, una confusión conceptual como
esta es grave, pues arrastra decisiones de política equivocada. La historia
reciente de la región registra grandes inversiones (sobre todo mineras y
energéticas) que están elevando el PBI, pero con una desigualdad en la
distribución de la riqueza, generando gran descontento y exclusión social, lo
cual es, en gran parte, producto de los conceptos sobre los cuales se toman
decisiones, fundamentalmente el creer que las inversiones por sí mismas
generan desarrollo. Actuar en la creencia que las grandes obras de
infraestructura (puentes, colegios, hospitales, carreteras, etc.) son suficientes
para generar el desarrollo de los pueblos es un error que genera problemas
sociales en la región.
3. Si aceptamos que desarrollo es crecimiento más una mejor calidad de vida -
no significa sólo condiciones materiales- también mejor educación, mejores
condiciones de salud, de empleo, para el desarrollo personal y profesional,
mejores oportunidades para invertir o realizar negocios, mayor calidad
ambiental, instituciones que conocen su razón de ser y son útiles al
ciudadano, etc. Ninguno de estos aspectos nace espontáneamente. Hay que
trabajar en ellos. Ninguna inversión por sí sola puede traer desarrollo.
Es necesario entonces no sólo generar inversiones, sino pensar en las formas
de lograr que estas se traduzcan en beneficios sostenibles para la población.
De nada sirve un gran hospital si no existen las condiciones para que funcione
sosteniblemente; de nada sirve una gran carretera si no es usada
adecuadamente y se mantiene en buen estado, o si su presencia genera las
condiciones para depredar espacios naturales que antes se mantenían
intactos.
Si revisamos los aspectos mencionados en el párrafo anterior, podemos
afirmar que desarrollo implica lo económico (es necesario tener inversiones y
un flujo de capitales adecuados), lo social (es necesario que las condiciones
de vida sean adecuadas para la población y además que las personas se
sientan parte de este progreso), lo ambiental (es necesario que los recursos
naturales se usen sosteniblemente y se mantenga una adecuada calidad
ambiental) y lo institucional (debe existir instituciones fuertes y que den
sustento y continuidad al progreso logrado). Pero, a su vez, también
podemos ver que por definición estos aspectos son aquellos intrínsecos al
desarrollo sostenible
4. Entonces podemos concluir que el desarrollo si no es sostenible no es
desarrollo; no existe desarrollo sin sostenibilidad. Es sumamente difícil, por
no decir imposible, definir desarrollo no sostenible, pues caeríamos en la
definición de crecimiento económico. Por esto, entender esta definición
implica quizás olvidar la discusión de “desarrollo sostenible o sustentable” y
centrarse en definir y dar a conocer qué es desarrollo y qué no lo es. Esto
puede llevar a redefinir el término desarrollo y darle su verdadera dimensión:
no es sólo económico, implica transformaciones en la sociedad privilegiando
el respeto a la realidad y a las posibilidades del otro, a su capacidad de crecer
como persona o trabajador, a saber cuál es nuestro papel en la sociedad y
cumplirlo; y a respetar mi ambiente y el de los demás.
Es necesario comprometer esfuerzos en generar procesos que ayuden a
resignificar el concepto de desarrollo en la mente de quienes toman
decisiones en un país a todo nivel, desde la escuela hasta el gobierno
nacional, pasando por los gobiernos locales, subnacionales, empresas, etc. Y
es ahí donde surge la necesidad de una educación para el desarrollo
sostenible, que debe ser crítica del orden imperante y que siente las bases
para nuevos ciudadanos en sociedades que aspiran a un desarrollo
verdadero, ese que respeta a los demás. Una educación que ayude a las
personas a entender lo que pasa (saber), a sentirse parte de una sociedad y
respetarla (saber ser) y a saber cómo puede participar en los procesos de
desarrollo (saber hacer). Pero que, además, desarrolle en los individuos y en
la sociedad las capacidades para aprender a aprender ( metacognición ) y
también a aprender a desaprender.
5. Esto no significa rescribir todas las teorías de educación. Se trata de lograr
aprendizajes significativos; es decir, relevantes para la vida de las personas y
que ayuden en su toma diaria de decisiones. Por ello, una verdadera
educación para el desarrollo sostenible -más aún en este Decenio de la
Educación para el Desarrollo Sostenible- debe tener como gran objetivo
“introducir los conceptos y prácticas del Desarrollo Sostenible en la vida
diaria de las personas”. Y, para esto, se necesitan propuesta teórico-prácticas
que ayuden a que los diferentes tomadores de decisiones sean alcanzados
por estos procesos, mediante los actores que puedan llegar a ellos. Esto
significa también multiplicar actores en estos procesos de Educación para el
Desarrollo Sostenible. Por esto, no sólo se trata de llegar a tomadores de
decisiones, sino también a los entes que promueven en ellos conceptos,
actitudes y prácticas, para que a su vez- incorporen estos conceptos en su
vida diaria.
REFERNCIAS.
Consejo Nacional del Ambiente-Perú. Educación ambiental como tema transversal:
Manual para trabajar en la programación de aula . Lima, 2004. Chrobak, Ricardo.
La metacognición y las herramientas didácticas . Universidad de Conahue, Argentina,
1993.
Díaz Barriga, Frida. Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. Editorial
McGraw-Hill. México DF, 1999.