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Acerca de la participación1
Prof. Oscar Magarola
Universidad de Buenos Aires
Uno de los conceptos más emblemáticos, más representativos, más identitarios de nuestro
campo, el campo de la Comunicación Comunitaria, Popular, Alternativa, Ciudadana, es
sin duda el concepto de “participación”. Seguramente no el único, la idea de un receptor
activo, de la conformación de nuevas agendas, de contrainformación, de corresponsalías
populares, de identidades diversas en el espacio microsocial, de responder a las necesidades
de la comunidad, de una programación que atienda a las demandas de múltiples actores
sociales, de formas de gestión abiertas y plurales, son parte de las características que debe
poseer y desarrollar un proyecto comunitario. Pero nada de eso parece adquirir relevancia si
no va acompañado de un proceso participativo, parece que lo que más legitima a estos
emprendimientos sociales y comunicacionales es el de ser “participativos”.
Entonces sobre el reconocimiento de este concepto, como clave, circulan discursos,
afirmaciones, declaraciones y apelaciones al carácter participativo de todo tipo de
propuestas y proyectos, que desean ocupar un lugar de valoración en el campo, en la
medida que se acerquen a esas formas de gestión participativa.
Así el lenguaje que utilizamos, que está a menudo saturado de referencias a la
participación(“uso y (no pocas veces) abuso” del término), corre el riesgo de convertirlo en
un lugar común, como el de otros conceptos, que se vacían de sentido y contenido, es decir
se naturalizan y finalmente, se usan porque son referencias inexcusables. Muchas veces
aparecen en el universo del discurso sólo porque son pertinentes, políticamente correctos.
Nos parece que es preciso alertar, que la participación es un concepto complejo, lleno de
matices, polisémico, con frecuencia impreciso, que debe ser discutido, que debe generar
interrogantes y debates, en lugar de clausurar y suponer representaciones comunes.
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Apunte de cátedra (2010). Carrera de Ciencias de la Comunicación, Universidad de Buenos Aires. Cátedra
Comunicación Comunitaria.
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Evitar el sobreentendido (actuar y decir como si todos entendiéramos lo mismo cuando
hablamos de participación) tal vez sea el sentido que orienta a este texto. Y decimos esto
después de varios años de experiencia observando, evaluando, interviniendo, intentando
construir procesos y experiencias participativas.
Expresamos y preguntamos, no para responder y llegar a una definición acabada, precisa y
única, si no en todo caso, para plantear la necesidad de sacudir y desempolvar los
preconceptos o representaciones que se van cristalizando y que con el tiempo no se revisan
y no sometemos a discusión.
Proponemos entonces una serie de aspectos que pretenden problematizar y que nos
desafían a pensar: ¿Qué entendemos por participación?, ¿Qué representaciones se
entrecruzan al hablar sobre la participación?, ¿Qué concepciones se ponen en tensión, que
expectativas se producen en la vida de las organizaciones cuando se habla de participación?
¿Qué fenómenos, que aspectos de la vida institucional-organizacional se movilizan cuando
se inician procesos participativos?
Sobre estos interrogantes, a modo de ejes de reflexión para la discusión, gira el sentido del
texto.
La Participación
1° eje para la reflexión: “La participación, como un fin en sí mismo”
Es interesante analizar esta perspectiva en la que, la participación adquiere un valor en sí
misma, es decir en este enfoque, la participación no tiene un carácter instrumental, no es
vista como un medio para lograr otros objetivos.
Muchas organizaciones sociales, instituciones educativas, proyectos barriales, grupos de
artistas locales, medios de comunicación populares y comunitarios se proponen promover
la participación como valor en sí mismo (esto no significa que no tengan objetivos
específicos o áreas definidas en las que se plantéen con especial preocupación intervenir).
Estas organizaciones entienden que es necesario reaprender y recuperar el ejercicio de la
ciudadanía (construir ciudadanía), recuperar el protagonismo de los vecinos, de los actores
de la comunidad, en la identificación de sus problemas reales y en la resolución de los
mismos. El valor está puesto en el proceso de participación, que implica asumirse
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colectivamente como sujetos de la historia. Aquí la participación no está subordinada a un
otro fin, es en sí misma un fin, un valor.
Desde esta perspectiva, la participación asume un carácter más amplio, más inclusivo,
menos acotado. La participación como fin en sí, no está limitada a un objetivo puntual,
definido de antemano, puede sí estar orientada a una propuesta general, es decir, siempre
hay algo que actúa como convocante, un tema, un problema, una demanda , un deseo que
subyace de alguna manera en la comunidad (es inimaginable o poco recomendable llamar a
la participación con la consigna: “vení a participar por participar”) pero lo que queremos
expresar y dejar en claro, es que cuando la participación está fuertemente subordinada a
objetivos muy particulares, a posicionamientos ideológicos definidos, a temáticas muy
específicas (es decir la participación como medio para) el proceso participativo suele
cerrarse a quienes se identifican, acuerdan, adscriben a esos objetivos preestablecidos.
Como ejemplo de esta perspectiva podemos citar una experiencia de armado de proyecto
de radio comunitaria en el barrio Ramón Carrillo de Villa Soldati. Lo convocante en este
proyecto, era la idea de construir una radio comunitaria, una propuesta que no había podido
concretarse años atrás y que había quedado como deseo latente en parte de esa comunidad.
El proyecto se inició con una convocatoria abierta a todas las organizaciones sociales,
instituciones, grupos y vecinos (sociedades de fomentos, cooperativas, comedores, centros
de colectividades, bibliotecas, centros comunitarios, salas de salud, escuelas, iglesias de
diversas confesiones, grupos de jóvenes, vecinos independientes). Lo relevante era que la
radio aparecía como un medio para un fin más abarcador, promover en las organizaciones
y en los vecinos un proceso participativo que les permitiera articulación, encuentro,
reflexión, identificación de problemáticas comunes y estrategias de resolución. Y
reiteramos, entonces la radio estaba pensada como un medio que permitiera el logro de ese
proceso que ponía al conjunto de actores sociales, en ejercicio de constituirse como sujetos
de su historia, en su comunidad.
La participación como un fin en sí, implica recuperar el carácter de sujeto, de actor,
abandonando progresivamente la posición de espectador y objeto pasivo del devenir
histórico.
¿Cómo entendemos el proceso participativo en un proyecto comunicacional? La
participación en comunicación, es involucrarse para ejercer el derecho a la comunicación,
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empoderarse del derecho a la comunicación, empoderar a la comunidad en su derecho para
producir sus propias noticias, sus agendas, una programación que responda a las
problemáticas locales, que promocione sus producciones culturales, que respete las
pluralidad y diversidad , sin excluir los sucesos y las cuestiones que hacen a la agenda
nacional e internacional, que sin duda tienen incidencia en lo microsocial.
Aprender a participar implica reconocer los sentidos múltiples del concepto: es “ser parte
de”, “tener parte en”, “formar parte de”, pertenencia, involucramiento, integración.
Muchas organizaciones, como ya lo hemos mencionado, que sostienen esta perspectiva,
desarrollan proyectos en los subyace el sentido de trabajar por el valor en sí, que le ofrecen
a la participación, como proceso que fortalece la condición del sujeto constructor de lo
histórico que todo hombre/comunidad posee. .
2° Eje para la reflexión. “La participación como medio para...”
Aquí la participación de los sujetos, de los actores sociales, adquiere valor en tanto proceso
que permite hacer posible, materializar un proyecto ya definido.
Desde esta perpectiva, el proceso de participación es vivido como proceso que suma,
acumula, construye poder desde la “base social”, factores que harán posibles, el
cumplimiento, el logro de un fin/objetivo al que se subordina esa participación ( la
implementación de políticas públicas en salud, en educación, en vivienda, la limpieza del
arroyo contaminado, la construcción de una sala de salud, el tinglado para un espacio
deportivo, una casa para los excombatientes de Malvinas, una radio barrial, etc.)
A diferencia de lo que expusimos en el primer eje (sin que haya una delimitación precisa y
taxativa entre ambas formas de entender la participación. Todo proceso participativo tiene
una finalidad mas allá que se enfatice una u otra perspectiva) en esta perspectiva de
participación subordinada a un objetivo muy específico, acotado, definido previamente, se
corre el riesgo de que solo participen aquellos que de antemano adscriben a ese o esos
objetivos.
Es solo en este sentido que decimos que esta perspectiva, habilita procesos participativos
menos amplios, es decir menos abiertos, ya que la convocatoria, seguramente incentiva en
particular a aquellos actores que se vean, se sientan interpelados, interesados en el logro de
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estos fines particulares. No es de desestimar la posibilidad que este tipo de perspectiva, dé
lugar a otras formas más amplias. Una misma organización puede en diversos momentos
generar proyectos de participación amplios e inclusivos, por un lado y, otros más acotados
y puntuales, por otro.
En todo caso lo que planteamos aquí es que resulta importante, para cualquier proyecto u
organización, tener en cuenta desde donde y para que se quiere promover la
participación.
3° Eje para la reflexión: “Los sujetos del proceso, ¿quiénes queremos que participen?”
Este eje tiene, por supuesto, vinculación con los anteriores. Pero aquí partimos de la
suposición de que la organización o el proyecto ya ha definido la perspectiva desde donde
va a promover la participación y, sea ésta, la de entender a la participación como “fin en sí
misma” ó “como medio para... “, se plantean una serie de interrogantes del tipo:
¿Cuál es el límite, el alcance, la extensión de nuestra convocatoria a la participación? ¿A
qué grupos sí y a cuales no, se abre la convocatoria a participar? ¿Cuán amplios somos, a
quienes incluimos con en esta perspectiva de participación amplia? ¿Cuales son los actores
sociales que sentimos como los “a no incluir”? ¿Cuál es el límite y cuál es el criterio con
que fijamos ese límite que define quienes incluir y a quienes no?
Nos parece que es una reflexión legítima y clave, que debe ser analizada y discutida, pero
que muchas veces se soslaya por incómoda, y por esta razón se esquiva, se evita.
Este soslayamiento, esta conducta esquiva puede estar motivada por ingenuidad; por la
tendencia a simplificar, evitar la problematización; ó en ocasiones por deshonestidad
ideológica, es decir ocultar las intenciones reales con las que se abre el juego a algunos y se
les cierra a otros.
Detrás de estas preguntas se encuentran las dimensiones ideológicas, los posicionamientos
que hacen a la participación un fenómeno complejo y que nos desafían a analizarlo.
Al hacer referencia a las dimensiones ideológicas y los posicionamientos sobre lo que
entendemos por participación, podemos intentar hacer una caracterización que incluye tres
modalidades posibles que se desprenden de esta dimensión ideológica:
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Modalidades de participación amplia: (en cuanto a los sujetos convocado y los temas, las
cuestiones para las que se convoca a participar)
• Se da cuando quienes convocan a participar, lo hacen con una perspectiva
ideológica abierta, inclusiva, es decir no se establecen límites estrictos (en
relación a grupos de vecinos, organizaciones, colectividades, instituciones,
movimientos, etc.). En esta modalidad se valora la heterogeneidad, la
diversidad de opiniones, de miradas, de experiencias; se da lugar al disenso,
a la discusión, por supuesto que con vistas a lograr acuerdos (en función del
proyecto para el que se convoca) pero esos acuerdos se piensan como
productos de una construcción colectiva, valorando como mayor logro el
proceso mismo de participación abierta y plural. No significa que no
exista algún tipo de límite, siempre, aunque la perspectiva sea abierta, habrá
un mínimo de restricciones. Algunas veces las restricciones pueden estar
vinculadas a un criterio ideológico. Es decir se convoca con criterio plural
pero se busca cierto piso de afinidades que operan como criterios para que
esa apertura, aún con márgenes, sea lo más inclusiva posible y se evita
extenderla a algunos grupos, sectores que se encuentran en las antípodas de
los que convocan y que por lo tanto aparecen como los “a no convocar”.
Incluso a veces operan como criterios limitantes (aún dentro de esta
modalidad), cuestiones que tienen que ver con la capacidad operativa del
grupo que convoca o el recurso de infraestructura de que se dispone, etc.
Modalidad de participación restringida (en relación a los sujetos y a los temas)
• Se da cuando quienes convocan lo hacen con criterios menos abiertos, es
decir se definen con precisión quienes serán los sujetos(personas, grupos,
organizaciones, instituciones) destinatarios de la convocatoria y se
delimitan con claridad los temas sobre los cuales se abre y se convoca a
participar .. Y esta precisión o delimitación sobre quiénes serán los
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convocados a participar y sobre qué aspectos, está muchas veces, definida
en función de criterios de tipo ideológicos. Solo se invita, se abre el
proceso participativo a aquellas personas, grupos, instituciones, sectores de
la comunidad, que se consideran alineados con posiciones afines a los que
convocan. Para decirlo en términos más claros, esta modalidad de
participación restringida (en relación a los sujetos) se abre solo a los que
piensan igual que nosotros (por los que convocan).
• Se da también, como lo expresamos yá, no solo en relación a los sujetos a
convocar. La modalidad restringida puede ser tal, en relación a los temas
sobre los cuales se invitan a participar a ciertos actores (personas, grupos,
organizaciones, instituciones). Es decir, aquí los que convocan a participar,
no solo lo hacen con criterio restringido frente a los destinatarios de la
convocatoria, sino que convocan para ser discutidas, debatidas,
repensadas, ciertas cuestiones (problemas, áreas, propuestas, estrategias,
normas, etc.) que son definidas previamente por los convocantes.
• Intentamos no hacer juicio de valor (desde la dimensión ética acerca de
estas formas de la modalidad restringida de implementar un proceso
participativo) las describimos porque, en los trabajos de intervención en la
comunidad, en las organizaciones e instituciones, suelen ser formas
frecuentes. Y creemos que si estas formas además de frecuentes son
recurrentes, ó se instituyen como formas permanentes de funcionamiento, se
convierten en fenómenos a los que Maria Teresa Sirvent (en “Estilos
Participativos, ¿Sueños o Realidades?”) llama de “participación
simbólica”. Por el contrario si estás formas son provisorias, ocasionales,
solo de coyuntura, implementadas por razones de dificultad operativa, pero
van en camino hacia la construcción de una modalidad de participación
abierta, podríamos decir de acuerdo con Sirvent, que se tratarían entonces,
de procesos, de formas semipartipativas orientadas al logro de la
“participación real”. Será necesario evaluar, analizar cada experiencia.
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Participación abierta selectiva:(en relación a los sujetos convocados a participar)
• Se da cuando se convoca a la participación desde una perspectiva abierta, es
decir con el sentido de incluir la presencia de todas los grupos que
conforman una institución, organización, comunidad pero los que convocan
definen , establecen criterios para asegurarse que los convocados cumplan
con ciertas condiciones que los habilite a participar, por ejemplo: se convoca
solo a los fundadores de la organización; ó solo a los que tengan ciertas
funciones en la estructura u organigrama institucional; ó a los vecinos que
tienen algunos años de antigüedad en el barrio u organización, ó a los que
están yá participando de proyectos vinculados a las cuestiones que se van a
discutir; ó .... así podemos proseguir enumerando múltiples opciones
similares.
• Lo que nos parece interesante de esta modalidad es advertir que ella bien
puede convertirse en, ó en una forma inicial para luego ir gradual y
progresivamente ampliando la participación a un mayor número de
actores (es decir, ir perdiendo el inicial carácter selectivo), ó utilizar esta
modalidad selectiva como criterio único y recurrente para convocar y
de esta manera garantizar ciertas previsibilidades o ir definiendo líneas de
acción (con los actores considerados como claves y por ello seleccionados)
que quieren fortalecerse en el proceso de participación.
4° Eje para la reflexión: “La paradoja de la participación: la participación tan querida y
tan temida”.
Proponemos revisar, analizar aquí, todo lo que puede disparar al interior de una
organización, institución, grupo, proyecto comunicacional, ó comunidad, la
implementación de un proceso de participación real, es decir pensar en los posibles y
múltiples fenómenos que pueden desencadenarse cuando se lleva a la práctica, la
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convocatoria, la apertura, la presencia, la inclusión de nuevos actores en la dinámica de una
organización.
Porque nos parece que la decisión y la implementación de un proceso de participación de
más y nuevos actores implica, entre tantas cuestiones, la de revisar la concepción del poder
que tenemos; si estamos o no dispuestos a modificar las formas de gestión, de toma de
decisiones, de circulación de la información Y si estamos dispuestos a hacerlo, será
precsiso pensar, de que forma y sobre que cuestiones.
Es decir cuando hablamos de participación estamos hablando de proceso en el que los
convocados (personas, grupos, organizaciones, instituciones) son llamados a “ser parte de”,
“tomar parte en”, “forman parte de”, proceso que conlleva al involucramiento, al
sentimiento de pertenencia, a reconocerse en aquello que surge como resultado de la
participación.
Maria Teresa Sirvent en el artículo yá mencionado afirma que la participación real se da
cuando los miembros de una comunidad participan en todas las instancias de la vida
política de la institución, esto quiere decir: participar en la toma de decisiones acerca de las
estrategias a implementar, participar en la implementación de las estrategias decididas y
en la evaluación de los resultados que se han obtenido en esa implementación.
Bueno es aquí donde se hace imprescindible preguntarse a quienes se está dispuesto a abrir
el juego de la participación, y hasta donde. Implica interrogarse por la otra cara de los
alcances del proceso participativo: ¿Sobre qué cuestiones, sobre qué aspectos de la vida de
la organización se está dispuesto a abrir a la participación?
Aquí la pregunta remite a los límites, los alcances a los que un proyecto comunicacional
comunitario, una organización ó una institución están dispuestos a abrir a la participación,
en lo que hace a su estilo de gestión, a sus formas de decidir sobre todo lo que hace al
funcionamiento interno, a sus relaciones con otras organizaciones, etc.
Estas cuestiones activan una multiplicidad de resistencias, temores, (que permanecen en
latencia si nada las amenaza) y que se vinculan a las tensiones entre lo instituido y lo
instituyente; la pureza del ideario y los objetivos fundacionales; el mito del grupo
fundacional; la tensión tradición – traición; la sensaciones de caos, anarquías, descontroles
que aparecen como fantasmas frente a la posibilidad que algo se haga de otra manera. En
toda organización existen personas/grupos que sienten que un cambio en la manera de
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hacer las cosas, de resolver un problema, de reorganizarse, representa una amenaza al
self(al yo ó al nosostros), dado que viven el proyecto como propio, o mejor dicho como
propiedad.
¿Se llama a participar para ser discutidas las instancias de toma de decisiones o solo se
llama a discutir sobre las instancias de implementación y ejecución? . Resulta una
interesante e incómoda pregunta..
La paradoja: Es que cuanto más participativa es la forma que adquiere el proyecto
comunicacional, educativo, social (en su instancia de gestión), cuanto más se acerca a
formas que amplían las bases de legitimación y sustentabilidad de ese proyecto, pueden
concurrir en simultáneo, la aparición de nuevas tensiones que resistan, se opongan a las
formas instituyentes propias de un cambio en dirección hacia lo participativo. Las
organizaciones que gestionan con estilos amarrados a formas jerárquicas, verticales,
burocratizadas, es decir, con estilos de gestión con fuerte concentración de poder en pocas
personas, pueden sentir como amenazantes las formas democráticas y participativas de
tomar decisiones(aunque en lo discursivo hagan una defensa de esas nuevas formas) siendo
que estás formas más participativa, insistimos, sean mecanismos que incrementen el
compromiso de más y nuevos actores e incrementen la legitimidad y la sustentabilidad
de ese proyecto.
5° Eje para la reflexión: “La dificultad de la participación, una coartada perfecta”.
Sintetizada en estas afirmaciones (no pretendemos verificar la veracidad de las mismas, si
nos parece interesante señalar que muchas veces operan como coartada, como formas de
justificación): “A la gente no le interesa participar”, “Nosotros convocamos, nos abrimos
pero la gente está en otra”, “La gente no participa” .
Lo que subyace en estas afirmaciones(que expresan los que convocan a participar) es la
idea de que la convocatoria a la participación, debe operar con la lógica de un dispositivo
del tipo estímulo – respuesta, ó como reflejo condicionado. Es decir pareciera que con
solo convocar(estímulo) estuviese asegurada la participación de los convocados(respuesta).
En este presupuesto las cosas funcionarían de la siguiente manera: a) la gente participó en
alguna oportunidad- b)- ahora volvemos a convocarlas nuevamente-c) entonces todos deben
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venir a participar. Pero como nos parece que la participación es un proceso, y no opera ni
como estímulo –respuesta, ni como reflejo, por lo tanto la gente no viene por el solo hecho
de ser convocada. Y esta ausencia de los convocados(bajo la lógica de este presupuesto)
puede en muchos casos, servir de autojustificación para seguir anclados en estilos de
gestión con alto nivel de concentración de poder. La autojustificación podría representarse
con esta frase: “entonces lo decidimos entre nosotros porque nadie quiere, ni le interesa
participar”.
Lo que se pone en juego aquí es la necesidad de revisar:
1) ¿Cómo se convoca? Es decir a través de qué medios, que canales se utilizan, por donde
se difunde esa convocatoria, con que claridad, precisión y creatividad se hace la difusión y
la invitación a participar. Nos parece que son cuestiones claves y definitorias, que muchas
veces no se planifican, no se diseñan con suficiente seriedad y quedan libradas a la
reiteración de estrategias convencionales o informales.
2) ¿Cuándo se convoca? Muchas organizaciones, grupos ó instituciones no tienen entre
sus tareas o áreas valoradas, la planificación de sus políticas comunicacionales. Entonces
sus estrategias de difusión son irregulares, episódicas, infrecuentes y además sin
permanencia en el tiempo y bajo la presión de la urgencia (difunden unos días antes la
convocatoria abierta a la participación con las consecuencias ya conocidas, de que la gente
se entera cuando ya pasó).
3) ¿Para qué se convoca? Aquí se trata de pensar en qué medida la convocatoria a la
participación se articula con las necesidades y las demandas reales de los destinatarios de
esta convocatoria. El diagnóstico suele ser una herramienta poco utilizada y resulta
imprescindible para conocer que piensa, que sienten los vecinos sobre el tema para el que
se los convoca, para articular precisamente los propósitos de los convocantes con los
intereses de los convocados.
6° Eje de reflexión: “La participación: entre los éxitos y las derrotas”.
Nos referimos con este título a la necesidad de evaluar y analizar el hecho (para intentar
evitar repetirlos y/o replicarlos) que muchas personas, grupos, organizaciones,
instituciones, no se presentan vírgenes en cuanto a sus experiencias de participación.
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Todos de alguna manera en nuestra historia de vida social hemos tomado parte en procesos
de participación. Además esos procesos de participación en los que cada sujeto se involucró
estuvieron enmarcados en un contexto histórico de tiempo y espacio particulares.
Estas experiencias previas enmarcadas en escenarios políticos epocales diversos, tienen
resonancias subjetivas y colectivas, que a modo de sustratos residuales pueden, en nuevos
contextos emergentes, operar como facilitadores u obstaculizadores en la construcción de
nuevos procesos participativos.
Cuando hablamos de escenarios espacios-temporales de las experiencias previas, nos
referimos a experiencias de participación en contextos microsociales(,la comunidad, un
barrio, una organización, etc) y decimos que estas prácticas siempre están inmersas e
impregnadas por el contexto macrosocial(la provincia, la Nación, la región).
Estos contextos micro y macrosociales presentan una pluralidad de elementos, de factores
que pueden funcionar(ó haber fucionado) como facilitadores, ó como obstaculizadores de la
participación, porque son parte de la memoria, de la historia, de lo que denominamos
“experiencias previas” de los sujetos y grupos. Una gestión municipal puede actuar como
facilitadora, es decir avalar, apoyar, promover procesos de participación y por lo tanto
fortalecer en los vecinos y grupos de organizaciones la idea de compromiso y de proyecto
colectivo. Por el contrario, la gestión municipal puede convertirse en un factor de
debilitamiento, entorpeciendo, impidiendo la articulación, desanimando, incluso llegando al
uso de la represión para impedir toda forma de participación.
Nos parece importante hacer un ejercicio de análisis y evaluación de los posibles factores
que pueden reconocerse como obstaculizadores y facilitadores de estos procesos.
La participación, experiencias previas subjetivas-colectivas y diversos contextos.
A nivel macrosocial
A nivel microsocial
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Facilitadores
Obstaculizadores
7° Eje para la reflexión: “Aprender para participar”
Nos parece interesante reflexionar sobre otro supuesto que puede operar y que está
relacionado con algunos de los ejes anteriores. Es el supuesto de que la participación es un
hecho natural. Se participa porque es una capacidad innata, algo que surge con naturalidad,
espontáneamente (y esta suposición puede servir nuevamente como coartada para los que
gustan del estilo de gestión con fuerte nivel de concentración del poder, escudándose y
confirmando que esta modalidad concentrada, no es otra cosa que una necesidad, ante la
negativa de la gente a participar).
Creemos que las personas, los sujetos sociales, aprendemos a partir de nuestro ingreso en
el complejo entramado de la organización social y que éste entramado es una construcción
histórica que se despliega y adopta diversas formas en función de las luchas, tensiones y en
torno a los conflictos que se establecen entre sectores, clases y grupos que representan
diversos intereses.
Existen(como lo explicamos en el eje N° 5) contextos políticos históricos que propician los
procesos participativos (a través de marcos jurídicos, de políticas de estado, de formas de
gestión, de formas construcción de poder) y en estos contextos se produce una verdadera
situación de aprendizaje de la participación.
Por el contrario en otros contextos históricos (fundamentalmente en etapas de regímenes
dictatoriales antidemocráticos) se propicia el debilitamiento y la clausura de las formas
participativas.
Por ello nos parece significativo señalar y afirmar que la participación es y debe ser
reforzada con prácticas, con reflexión y formación a partir del conocimiento de técnicas,
de dinámicas participativas, espacios de debate, foros, discusiones, etc. Todo ello
constituye lo que llamamos el aprendizaje para la participación.
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Creemos que es fundamental que una organización, institución, grupo, planifique y
organice instancias para promover la formación, el coaprendizaje de la participación. En
contextos donde la fragmentación social, la desarticulación, el individualismo fueron
lesionando el tejido social, resulta significativo repensar formas para superar estos
fenómenos y reconstruir una perspectiva de trabajo y acción comunitaria.
8° Eje para la reflexión: “La otra paradoja, un discurso participativo y comunitario como
disfraz de una práctica autoritaria”.
Nos referimos a la contradicción que experimentamos en la práctica de la intervención en
organizaciones sociales (clubes, sociedades de fomentos, medios comunitarios,
cooperativas, etc.) o en instituciones educativas (escuelas, centros educativos comunitarios,
talleres para jóvenes que funcionan a contra turno en las escuelas), de salud; de desarrollo
social. Hablamos de contradicciones y no de tensiones. Es decir cuando hacemos
referencia a contradicciones entre un discurso y su puesta en acto, su implementación,
queremos señalar las fracturas, los quiebres que observamos entre lo que se declama y se
explicita a nivel retórico (acerca del tipo de gestión, de las formas participativas que se
propician, de la toma de decisiones consensuadas, de la circulación de la información, de la
relación con otras organizaciones, de las actividades abiertas a la comunidad, etc.) y lo que
ocurre, lo que se observa en las prácticas cotidianas de la vida de esa organización.
Insistimos con una afirmación que hemos hecho párrafos arriba, la paradoja que
observamos y que creemos grave es la presencia de “las contradicciones” (como
incompatibilidades entre el discurso y la práctica) que no es lo mismo que la presencia de
las “tensiones”.
Las tensiones (que se producen entre lo que se afirma y postula, y lo que en coherencia con
ello, se intenta implementar, realizar) deben asumirse y resolverse como parte de todo
proceso y como todo proceso se despliega , gradual, progresivamente, dialécticamente
incluso pasando por la contradicción pero sin instalarse en ella (con modalidad de
simulacro perverso), sino superándola.
9° Eje para la reflexión: “el mito de la formas participativas puras y perfectas”
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Los que planifican proyectos de intervención y diseñan políticas para implementar en
organizaciones sociales de distinto tipo, con la intención de favorecer y promover procesos
de participación, democratización, de ejercicio de ciudadanía y asunción de derechos,
deben tener en cuenta que existen algunas distancias entre las expectativas de logros que
se formulan al nivel del diseño y la planificación, y los logros efectivos (en tiempo y
forma que prevé el proyecto) que se evidencian o no, en la implementación de las acciones
planificadas, diseñadas.
Estas expectativas iniciales pueden verse frustradas si se establecen plazos perentorios
rígidos para evaluar la marcha del proceso. Por supuesto que es necesario construir ciertos
indicadores que nos permitan evaluar el avance, la paralización o el retroceso de los
objetivos proyectados.
Por otra parte cuando se planifica y se establecen las expectativas de logros, los objetivos,
las metas del proyecto, resulta difícil dimensionar los factores múltiples que pueden actuar
como condicionantes, facilitando u obstaculizando la intervención.
Se esperan lograr con precisión y eficacia los objetivos, por ejemplo de elevar los niveles
de participación de los actores en la toma de decisiones de la vida institucional, y está bien,
pero sucede a veces, que estas expectativas están sobredimensionadas porque se parte de
visiones muy puristas acerca de lo que debe ser “la participación”. Y desde estas
posiciones con pocos matices, si no se producen cambios radicales en todas las formas de
gestión, circulación de la información, comunicación, toma de decisiones colectivas y
otras, rápidamente se procede a minimizar ó desvalorizar a los pequeños cambios que
pueden observarse y hasta pensarse como incipientes intentos de formas intermedias en
camino hacia formas participativas más plurales e intensas.
10° Eje para la reflexión: “la Participación y las modalidades personales de participar”
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Además de revisar nuestras representaciones acerca de lo que entendemos por participar, de
reconocer las diversas modalidades de un proceso participativo (abierto, restringido,
selectivo, otras combinaciones); de repensar en los alcances y límites que le damos a
nuestra convocatoria a participar; de descomponer los mitos y las paradojas que fuimos
identificando, nos parece valioso reflexionar y descomponer otro supuesto, ó representación
que suele actuar con frecuencia en un proceso participativo y que si no se reflexiona sobre
él, para comprenderlo, suele ser fuente de tensiones que conspiran con el proceso mismo.
Muchas organizaciones y actores sociales que desarrollan y despliegan una intensa y
comprometida tarea (por convicción, por mística militante, por apasionamiento, por
características personales, por disponibilidad de tiempo, por que perciben una renta)
suelen sentir que los nuevos miembros que se acercan a participar porque fueron
convocados recientemente u otros actores que hace tiempo forman parte de la
organización, no participan como debieran hacerlo, no se comprometen con el
proyecto, tienen una débil participación, más tangencial, más periférica.
Es probable que la observación y la valoración de este fenómeno sean, con frecuencia
reales y fundadas hechos evidentes pero lo que queremos advertir es que muchas veces, se
parte de un modelo ideal de forma de participar. Es decir se elabora un especie de “perfil
del buen participador”, que se convierte en un recetario prescriptivo de conductas que se
esperan de todos los integrantes y fundamentalmente de los nuevos miembros. Desde este
posicionamiento, no se pondera que muchos nuevos integrantes, a veces se acercan con
cierto interés por aportar pero al mismo tiempo con cierta distancia prudencial, hasta que
puedan entrar en confianza y sentir un clima favorable e inclusivo.
Estas representaciones/prescripciones (que operan como reglas universalmente válidas para
todo el que se acerque a participar) suelen generar efectos expulsivos porque no tienen en
cuenta los múltiples factores que inciden como posibles incentivadores ó desmotivadores;
es decir estas representaciones no perciben el carácter procesual de la participación y no
ven a la participación como aprendizaje en ejercicio de la misma. Decimos que
desconocer los múltiples factores que inciden en la participación como proceso es no tener
en cuenta por ejemplo: experiencias previas, falta de experiencia, desconocimiento del
proyecto y de la dinámica organizacional, los tiempos personales, la disponibilidad horaria,
etc.
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Es frecuente que en muchas organizaciones, grupos, instituciones se parta del supuesto de
que todos tienen que participar en todo momento, en forma constante, regular, y
desplegando la misma entrega de tiempo y de energía, de compromiso sostenido. Sin duda
la presencia de miembros que cumplen con estas cualidades y características es
fundamental, casi podría decirse que son piezas claves. Sin embargo, debemos reflexionar
acerca de los distintos niveles de participación que se registran en los sujetos que integran
una organización y afirmamos que no hay una forma única y universal válida para todos,
cada uno participa desde sus matrices de aprendizaje, desde sus deseos, desde sus
posibilidades. Y pensamos que desde ese reconocimiento y respeto por las diferencias, se
pueden construir, ampliar, en calidad y cantidad, las formas de participación real y abierta.
Prof. Oscar Magarola