Este documento resume la trayectoria artística de Joan Miró a través de varias de sus obras clave entre los años 1925 y 1974. Comienza con sus pinturas surrealistas de los años 20 y 30, luego cubre su periodo más político durante la guerra civil española, y finaliza con sus obras abstractas más maduras de los años 60 y 70 caracterizadas por signos, símbolos y formas geométricas. El documento describe la evolución estilística de Miró y cómo exploró diferentes técnicas como el collage y el uso del color.
2. En 1937 Miró hizo un pochoir titulado Aidez l'Espagne . Con el hicieron un sello que se vendía para recaudar fondos a favor de la República Española.
7. Pintura, 1925 Hacia 1925 Miró recrea formas oníricas en espacios atmosféricos, irreales. Sin embargo, no se siente atraído por la experiencia directa de los sueños ni por la transcripción de su recuerdo. Según el artista, el punto de partida de estas obras se ha de buscar en el estímulo que provoca la contemplación de ciertos fenómenos externos: los contornos cambiantes de las nubes, las grietas o las manchas de humedad de la pared. El resultado evidencia una transformación subjectiva del hecho observado.
8. El acomodador del music-hall, 1925 Más de cien cuadros realizados por Miró entre los años 1924 y 1928, conocidos como "pinturas de ensoñación", constituyen una producción caracterizada por elementos muy estilizados que evolucionan libremente en un espacio monocromo. Si bien el punto de partida está directamente vinculado a lo real, la magia de la atmósfera que envuelve estas obras las sitúa en un terreno claramente poético.
9. Pintura, 1933 El potencial expresivo que Miró descubre en el collage, explica que lo utilice indistintamente como resultado definitivo y como paso previo a la realización de la obra. En la serie de dieciocho pinturas surgidas de otros tantos collages, Miró utiliza imágenes procedentes de anuncios de prensa, seleccionadas y pegadas sobre papel para abordar, a partir de éstas, la verdadera obra sobre tela. En el proceso, introduce el color, transforma y fusiona los elementos y altera las relaciones entre ellos.
10. Hombre y mujer ante un montón de excrementos, 1935 Esta obra constituye uno de los ejemplos más significativos de las llamadas "pinturas salvajes". La angustia que el artista siente y materializa es un presagio de la tragedia de la guerra civil española. La orientación y las gesticulaciones que acompañan a los cuerpos dislocados parecen insinuar un abrazo imposible. La expresividad del color, opuesto a la negrura de un cielo apocalíptico, el claroscuro que acentúa la inconsistencia de los miembros, el paisaje desértico y el excremento que preside la escena, dan forma al sentimiento profundamente pesimista de Miró.
11. Autorretrato, 1937/38-1960 En 1937, Miró empieza Autorretrato. La intensidad del dibujo resultante influye en su decisión y opta por aplicar tan sólo algunos colores diluidos. La revisión, según un criterio de síntesis extrema, llega en 1960. Miró encarga entonces una copia del dibujo, visible en un segundo plano, sobre el cual, con un trazo grueso, rápido, simplifica aquel rostro turbulento. Al rostro particular, concreto, identificable, se imponen las formas básicas de un personaje genérico, universal.
13. El cielo entreabierto nos devuelve la esperanza, 1954 El cielo entreabierto nos devuelve la esperanza tiene mucho de la vitalidad del expresionismo abstracto americano. Así, el fondo negro refleja la inmediatez de la ejecución, con lavados, regueros de color, rasguños con el mango del pincel y huellas en negativo. También la circularidad de la composición, a consecuencia de las constantes rotaciones del lienzo (como lo corroboran algunas fotografías tomadas en 1953 y 1954), recuerda las composiciones descentradas del action painting . Pero en Miró incluso estos movimientos de la tela responden siempre a una voluntad estabilizadora, de la misma manera que los elementos representacionales imponen un orden definitivo al caos inicial.
14. El oro del azur, 1967 Esta obra plasma la vigencia que para Miró tenían todavía los signos y símbolos de los años cuarenta como expresión de su concepción poética de la pintura. Estrellas, planetas, las configuraciones elementales de los personajes ineludibles (la mujer y el hombre, el principio femenino y el principio masculino) y, por encima de ellos, una línea ondulante, probablemente un pájaro que reinventa el horizonte, contribuyen a la definición espacial y ofrecen una nueva versión de la cosmología mironiana.
19. Mujer soñando con la evasión, 1945 Sobre la tela, generalmente blanca, Miró transcribe los conceptos de un lenguaje ideal. Un lenguaje abierto y flexible, integrado por formas tipificadas y por formas más libres. En Mujer soñando su evasión conviven los signos codificados y la morfología imprevisible de la mujer, una caligrafía delicada y el gesto decidido. La distribución expansiva de los elementos del cuadro, con repeticiones rítmicas, contribuye al efecto dinámico de la composición.
20. El ala de la alondra aureolada de azul de oro llega al corazón de una amapola adormilada sobre el prado engalanado de diamantes, 1967 Pocas pinturas ofrecen una idea más ajustada de la voluntad de Miró de "lograr la máxima intensidad con el mínimo de medios" . El paisaje, referido de manera directa o tangencial, constituye el escenario conceptual de la mayor parte de la producción mironiana. Aquí, a pesar de que el título sugiere una vez más ese tema, el formato no es horizontal, que es el estándar para una pintura de este tipo. Pero tampoco el cuadro es una transposición literal de los componentes que se mencionan, sino una realidad autónoma con leyes internas propias.
21. La estrella matutina, 1940 A finales de 1939 estalla la Segunda Guerra Mundial y Miró se traslada a Varengeville-sur-Mer, en Normandía. Miró siente el deseo de evadirse de la realidad que lo envuelve. La vida retirada favorece este proceso de introspección, en el cual tienen un papel esencial el cielo y la noche con sus astros. Las Constelaciones , una serie formada por veintitrés aguadas sobre papel, parecen querer reflejar el orden del cosmos, con figuras ingrávidas que hacen referencia a la tierra y que comparten la existencia con una multiplicidad de signos celestes.
22. Personaje delante del sol, 1968 Ejemplo de la gestualidad controlada que caracteriza las pinturas de Miró a finales de los años sesenta. Una libertad expresiva sin precedentes tan claros en su producción, pero de un rigor compositivo indiscutible. El artista parte del color negro, con el que dibuja y estructura el cuadro. La incorporación de los otros colores tiene presente las divisiones y las zonas libres. A pesar de su espontaneidad, Miró no olvida la composición: la supresión de un elemento cualquiera provocaría el desequilibrio de todo el conjunto.
24. La sonrisa de una lágrima, 1973 Los dos conceptos principales expresan sentimientos contrapuestos que el enlace gramatical dulcifica. También en el cuadro se observa un contraste entre la mitad superior, que muestra la textura original de la tela, y la mitad inferior, dominada por un fuerte cromatismo. O entre el tratamiento más libre arriba, que presenta un entresijo de líneas y salpicaduras de color blanco, y la distribución organizada de los colores abajo, como evocando las divisiones artificiales de los cultivos. El nexo entre ambas zonas es una lágrima negra que reposa en el horizonte.