El documento discute el problema del plagio en el Perú, donde políticos, periodistas, académicos y otros copian el trabajo de otros sin crédito o permiso. El autor sugiere dos hipótesis para explicar esto: 1) que la informalidad ha contaminado el trabajo intelectual y creativo, lo que lleva a acciones ilegales como el plagio, y 2) que la aceleración de los tiempos modernos y el estrés asociado dificultan pensar con claridad y crear trabajo original. El plagio es un robo y un acto deshonesto que
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JUEVES 6 DE JULIO DEL 2017 ACTUALIDAD 5
El copy paste es nuestro
copyright. En el Perú,
plagia el cardenal, plagia
el escritor, plagia el perio-
dista, plagia el candidato
político, plagia el curador
de arte y, obviamente,
plagia el publicista. A
la mayoría mucho no le
importa y los demás nos
olvidamos rápidamente.
Lo terrible es que, salvo
mínimas excepciones, ni
se sanciona la falta ni se
dan las disculpas del caso
con verdadera humildad
y arrepentimiento. Más
bien, lo habitual es culpar
a la secretaria, a la falta
de espacio o simplemente
negarlo todo (o sea, seguir
mintiendo), aun cuando
todas las pruebas sean
contundentes y la eviden-
cia innegable.
No siempre fuimos así.
¿Pero hasta cuándo fuimos
rigurosos y originales? ¿Y
qué fue lo que pasó para
que todo, hasta el honor y
la paz mental del trabajo
propio, deje de importar
con tal de sobrevivir al
deadline y ganar una falsa
aprobación o celebración?
Un párrafo-paréntesis.
Alguna vez, hace mu-
chos años, Charly García
me dio una lección que
nunca olvidé. Mientras me
señalaba con sospecha por
trabajar para una revista
política (era redactora de
Caretas), dijo desafiante:
“Siempre digo lo mismo
y todo lo que digo lo leí
en una revista o lo vi en
una película... no pretendo
tener ideas propias como
algunos tarados o taradas
y esas boludeces políticas”.
La tarada, por supues-
to, era yo, que acababa
de insinuar que su ego
era demasiado grande en
alusión al disco que venía
a presentar. Los detalles
no importan, pero más
allá de su piconería, algo
de esa frase retumbó en
mi cabeza de tal forma
que hasta hoy la recuerdo,
y muy seguido. El punto
es que toda hipótesis se
apoya en otras y que toda
revelación surge, por lo
general, a partir de otras
que la precedieron. Por
ello, de alguna manera,
todo podría ser lo que
en periodismo llamamos
“una volteada”, pero lo
valioso está en siempre
aportar al menos algo nue-
vo. O intentarlo: una idea,
una pregunta, una mirada.
La apropiación del pensa-
miento ajeno, y su versión
más radical, el plagio, son
todo lo contrario.
Dos hipótesis sobre lo
que podría estar pasando
y que de ninguna manera
deben leerse como defen-
sas o excusas.
La primera: cabría
preguntarse si la infor-
malidad no ha contami-
nado incluso el trabajo
intelectual y creativo. El
plagio supone corrupción,
ilegalidad y una pérdida
radical de empatía y respe-
to hacia el trabajo de otro.
No contentos con copiar
una idea, los plagiarios
roban párrafos, páginas,
textos enteros. ¿Hay algún
tipo de patología implica-
da? Me cuesta imaginar
cómo se cruza esa línea.
El pavor que me genera
es el mismo que me daría
si abordara un vuelo con
droga en la maleta. O
cometer cualquier otro
delito. De repente por
eso, hasta ahora, solo me
he atrevido a plagiarme
a mí misma y ya me pedí
perdón por ello.
La segunda: la celeridad
de estos tiempos moder-
nos, en los que cada vez
es más difícil asegurarnos
el ocio necesario para la
instrucción y la reflexión.
Cuando todo es acelerada
rutina, el estrés puede ser
el detonador. No se puede
pensar bien si se está
apurado. Pero siempre hay
salidas. Echarse para atrás,
renunciar a tu trabajo,
tomar unas vacaciones,
cambiar tu rutina, reorga-
nizar tu cronograma.
El plagio es robo y sin-
vergüencería. Por eso, el
único camino de regreso
posible pasa por pedir dis-
culpas y ser sancionados.
NACIÓNPLAGIOVERÓNICA
KLINGENBERGER
PERIODISTA
@VKLINGENBERGER
“Cabría preguntarse si la informalidad no ha contaminado incluso
el trabajo intelectual y creativo”.