Parménides creía que el ser es eterno, inmutable e indivisible. Nada puede surgir del no ser. Heráclito creía que todo está en constante cambio y flujo. Empédocles intentó conciliar estas dos visiones proponiendo que el mundo está compuesto de cuatro elementos eternos (tierra, agua, aire y fuego) que se mezclan y separan bajo la influencia de las fuerzas del amor y el odio.