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Relación sobre el arte popular y arte clásico ó formal.
1. Síntesis
2. Introducción
3. Desarrollo
4. Bibliografía
SÍNTESIS:
Al escuchar una sinfonía de Mozart o de Beethoven, un cuarteto de Haydn o un concierto de Bartok, ¿quién
daría a esa música otro calificativo que no sea el de “clásica”? Y a un tema de Serrat, ¿quién no lo
calificaría de “popular”?
Una justificación simplista de tales adjetivos apuntaría por un lado a las características formales de una y
otra música, y por el otro, al público al que cada una de ellas está dirigida, o eventualmente al ámbito en
que se ejecutan.
Una explicación más técnica dirá que en la música “clásica” (preferimos, en todo caso, llamarla “erudita”),
hay que respetar no sólo cada nota escrita por el autor sino también sus indicaciones rítmicas y de
intensidad sonora: la obra se ejecuta, se interpreta; en cambio la música popular: jazz, tango, bolero, salsa,
bossa nova, todo tipo de folklore, se versiona: cada intérprete da de la obra su propio arreglo instrumental o
vocal, con alteraciones armónicas o rítmicas de acuerdo con sus necesidades o posibilidades técnicas y
expresivas. Es frecuente que la versión de un tema incluya improvisaciones o agregados, que algunos
tangueros llaman “verdurita” y Piazzolla llamaba “mugre” y variaciones sobre alguna de las partes de la
obra. Entre los cultores del jazz es frecuente la elaboración de un tema en el momento, sobre la base de un
esquema armónico y rítmico, en el que cada músico va poniendo lo suyo según surge de esa situación
única. En el caso de la música vocal solista, el fenómeno se complica mucho más, porque a las condiciones
puramente técnicas del intérprete y al color de su voz se suma el “decir”, esto es la expresión de un texto
adecuada al argumento, la articulación de las figuras retóricas, las pausas de sentido, etc.
Podríamos afirmar; aunque esto no siempre ocurre; que la obra “clásica” tiene una complejidad mayor, tanto
en la composición como en la ejecución, y la “popular”, una melodía más pegadiza, un ritmo más uniforme,
una armonía más sencilla.
Este juego de oposiciones parece darse también, aunque en menor grado, en la literatura. Es difícil que un
crítico o un historiador coloque en el mismo lugar un soneto de Garcilaso de la Vega y una canción de Joan
Manuel Serrat, un poema de Borges y un tango de Carlos Gardel. Desniveles que abarcan también al
teatro: es difícil que un drama de Ibsen, por ejemplo, se equipare, como fenómeno estético, con un sainete
de Discépolo.
Volviendo a la música, la división es producto de mitos y prejuicios sociales y estéticos, según veremos;
conduce a agrupar a los compositores en dos panteones bien separados: los “clásicos” (Beethoven, Chopin,
Debussy, por ejemplo) y los “populares” (Serrat, Cole Porter, Charly García, por ejemplo).
Cuando a mediados del siglo pasado Waldo de los Ríos agregaba percusión a una sinfonía de Mozart, y de
paso le cortaba los pasajes menos pegadizos, ¿estaba haciendo música popular? Finalmente Sí. Tenemos
“Sevilla” de Isaac Albénitz por Arturo Rubinstein y “Fuga y misterio” de Ástor Piazzolla por una orquesta
sinfónica, ¿podemos afirmar a priori cuál de las dos es “clásica” y cuál “popular”?
Un poco de historia.
Casi nada sabemos de la composición musical propiamente dicha en la antigüedad grecolatina, salvo
aquello que surge de los ritmos (a partir de textos literarios) y de las escalas (a partir del examen de los
instrumentos). Las tragedias y comedias griegas tenían importantes pasajes cantados y bailados por el
coro; la poesía lírica se desarrollaba con ritmos específicos, distintos de los empleados en la épica y en el
teatro. Ignoramos si la música que apoyaba los movimientos y las palabras de un coro trágico, o la que
contenía un fragmento homérico, una Bucólica de Virgilio o una Oda de Horacio era similar o no a la que
cantaban y bailaban los pastores en el bosquecillo o los jóvenes en las tabernas.
Los primeros indicios de una supuesta división entre lo culto y lo popular aparecen en el período llamado
Tardo-antiguo y los comienzos de la Edad Media. División que se justifica desde un punto de vista religioso,
dado que lo “culto” está asociado a la Iglesia y lo “popular” a la cultura pagana.
En el siglo IV el canto ambrosiano introduce una melodía que se apoya en la palabra de la liturgia; melodía
de escasas notas, sin acompañamiento instrumental, y de ritmo inestable. Dos siglos más tarde el canto
gregoriano perfecciona este tipo de expresión musical que se extenderá durante varios siglos, al margen de
la evolución de las danzas y cantos que se practicaban en las plazas y en los castillos.
Hacia el siglo XII las manifestaciones eruditas y las populares, en el plano de la poesía, están claramente
definidas: el mester de clerecía (culto) tenía caracteres que lo diferenciaban netamente del mester de
juglaría (popular); las Cántigas profanas (en el caso de Alfonso el Sabio, por ejemplo) se distinguen de las
Cántigas de Santa María, en lo formal y en lo argumental. Por lógica consecuencia, esa distinción se da
también en la música.
Con el correr de los años se observa que las manifestaciones musicales cultas se bifurcan en aquellas que
son de Iglesia (misas, motetes, salmos) y las que son de Corte (sonatas, suites, partitas). La Reforma
favorece, a partir del siglo XVII, el desarrollo de obras religiosas cantadas ya no en latín sino en la lengua de
cada país; obras en las que se observan huellas de danzas y cantos populares, elaborados de acuerdo con
las normas de la morfología y la armonía reinantes en el lugar y el momento.
Podríamos dar una larga lista de compositores que, entre los siglos XVII y XVIII, introducen minués,
gavotas, alemanas, zarabandas, chaconas, y hasta tarantelas, en sus suites y partitas (pensamos en Bach,
en Haendel, en Corelli, en Couperin, en Rameau, en Vitoria, en Mateo Albéniz, en nuestro Zipoli). En las
sonatinas de Doménico Scarlatti se adivinan ritmos bailables. Los minués, con sus tríos respectivos, tienen
presencia habitual en las sonatas y sinfonías de Haydn, Mozart y el primer Beethoven.
La ideología romántica, con su dosis de nacionalismo a cuestas, alienta esta inspiración en las fuentes
populares hasta bien avanzado el siglo XX. Las mazurcas, valses y polonesas de Federico Chopin y los
“lieder” de Schubert y Schumann son un magnífico ejemplo. La música del este europeo inspira a Liszt y a
Brahms, y se manifiesta con nítidos perfiles en compositores como Rimski-Korsakov, Mussorgsky, Smetana,
Dvorak y Chaikovsky. Cantos y danzas de España dan materia prima a compositores franceses y
españoles: Bizet, Massenet, Debussy y Ravel, por un lado; Albéniz, Sarasate, Granados y De Falla, por el
otro, si citamos a los más famosos.
Y un día los músicos “clásicos” europeos descubren el jazz, y los buenos músicos de jazz descubren que
pueden elevar el género hacia los niveles de aquellos. Y en otras latitudes descubren los ritmos folklóricos y
el tango.
Los casos puntuales
El genial dramaturgo Eugene O’Neill creó un personaje al que llamó El mono velludo, un hombre que no
pertenece “ni a la tierra ni al cielo”, por lo que sobrelleva una marginación existencial absoluta. Hay tres
grandes músicos del siglo XX (seguramente son muchos más) a los que les cabría la calificación de monos
velludos por su pertenencia a los dos campos (el clásico y el popular) o, según se mire, a ninguno de los
dos. Ellos son George Gershwin, Leonard Bernstein y Ástor Piazzolla.
Hay varias circunstancias que los vinculan: los tres trabajaron, como intérpretes y como autores; en el
campo de la música popular (el jazz y la comedia musical, en los casos de Gershwin y Bernstein; el tango,
en el de Piazzolla): los tres cursaron altos estudios en París (Gershwin con Maurice Ravel, Bernstein y
Piazzolla con Nadia Boulanger); los tres incursionaron en la música “clásica”: Bernstein, con mayor
presencia, como pianista y uno de los directores más importantes en la música sinfónica; Gershwin como
autor de obras de repertorio universal, como la Rhapsody in blue y el Concierto en Fa; Piazzolla, como
compositor y solista de obras sinfónicas. Cada uno de ellos, autor de una obra que ocupó los más famosos
escenarios: la Ópera “Porgy and Bess”, de Gershwin, el musical “West Side Story” ó “Amor sin Barreras”, de
Bernstein, y la “operita” María de Buenos Aires, de Piazzolla. Pasajes de esas obras, con arreglos
adecuados a cada intérprete, como “María, María”, “Tonight”, “Summertime” o “Milonguita de la anunciación”
figuran en los repertorios de muchos cantantes “populares”.
Cierto público tardó mucho en aceptar a Gershwin entre los compositores del programa de un concertista o
de una orquesta, junto a Beethoven y a Mendelssohn, por ejemplo, ya que su nombre evocaba otros
campos musicales: los del jazz y los del music hall. Ese cierto público, particularmente en Argentina, acepta
hoy a Piazzolla (largamente aceptado en Europa desde hace tiempo) como músico “clásico”, en parte por el
peso cultural de su figura, y porque ya pocos quedan de aquellos que se indignaron y le negaron el aplauso
(hasta se oyeron algunos silbidos) aquella noche, en la Facultad de Derecho, cuando Fabien Sevit zky le
entregó el premio ganado con su poema sinfónico Buenos Aires, el cual, para mayor escándalo, incluía
bandoneones en el orgánico orquestal. Pocos coleccionistas atesoran aún las grabaciones de Bernstein
tocando jazz del mejor; un manto de olvido sobre esa actividad pretende mejorar, si ello es posible ó tiene
algún sentido, la imagen de un músico excepcional.
¿Y del otro lado, qué pasa? Cuenta Piazzolla cómo sus compañeros de orquesta típica lo molestaban y se
burlaban de él porque pretendía, a través del estudio, llegar a ser un músico de altura. ¿Para qué?, si
después lo que él compondría no sería “tango” en el concepto masivo. Me pregunto si “El día que me
quieras” o “Cuando tú no estás” (el autor de la música de ambos temas es nada menos que Carlos Gardel)
son realmente tangos como los que le exigían a Piazzolla. Muchos norteamericanos se quedaron anclados
en el Gershwin de las canciones y tomaron la ópera y los conciertos de piano como si fueran de otro
Gershwin, del que se fue a París y renegó de su primer ámbito. La genialidad de Bernstein como pianista y
director dejó sin palabras a su viejo público. Y cuando ya viejo dio a conocer varios aspectos secretos de su
vida privada, lo del jazz pasó a último plano.
Conclusión:
El título del escrito habla de la Relación sobre el arte Popular y el arte Clásico ó Formal. En las artes, y muy
particularmente en la música, la relación pasa por la consideración de lo “fácil” y lo “difícil” (de entender, de
interpretar, de analizar, de apreciar). Lo popular es fácil, lo clásico, difícil. El prejuicio se inclina más a lo
social: las clases mejor posicionadas prefieren lo clásico (van a Bellas Artes, compran discos de ópera) y las
más humildes, lo popular (escuchan música comercial, folcklore tradicional o cumbia, bailan ritmos
marcados). Para el hombre común lo importante es que la obra de arte guste, emocione, provoque algo en
su interior, ya provenga de un creador de compleja elaboración, ya de uno más elemental.
En lo técnico existe música bien escrita o mal escrita, desde una sinfonía hasta una cumbia; existen estilos
sencillos y directos y otros más densos y complicados (en el tango, observemos la diferencia entre
D’Arienzo y Piazzolla, por ejemplo). Hay buenos intérpretes, técnicamente hablando, y otros que abren la
boca para desafinar o “rascan” elementalmente sus instrumentos. Junto a directores como Herbert von
Karajan o Daniel Barenboim hay legiones de otros que no saben qué hacer con la batuta.
La esencia de la música es una sola, más allá de los géneros, los estilos y los intérpretes. Hay que saber
buscarla y una vez hallada, desarrollarla.
Es oportuno cerrar esta comunicación con aquella rima de Bécquer que reitera la idea romántica de que las
artes existen aunque a veces no hay artistas que las cultiven, y que, metafóricamente, puede aplicarse a
todas las formas de creación:
“Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en la rama,
aguardando la mano de nieve
que sabe arrancarlas.
¡Ay!, pensé, cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: ¡Levántate y anda!”
La cultura nacional mexicana alberga y expresa una riqueza de rasgos y elaboraciones propias. Estos
rasgos y elaboraciones constituyen el patrimonio cultural de cada pueblo, donde está implícita la Cultura
Popular Tradicional, que antropólogos y organizaciones la definen con semejantes y; en ocasiones,
diferentes términos. La Cultura Popular incluye al pueblo como protagonista, parte de un espíritu creador,
tiene un carácter compartido, colectivo, expresa las concepciones estéticas de la vida cotidiana a través de
imágenes artísticas. México es una de estas localidades donde existen auténticas tradiciones culturales,
cuyas raíces similares a la de todo el país; pero con rasgos distintivos, la conforman principalmente
herencias españolas a indígenas. Para el desarrollo de una estrategia cultural en la localidad que garantice
el rescate, preservación y promoción de la Cultura Popular Tradicional Local es necesario desarrollar
procesos participativos dinámicos que vinculen activamente diferentes sectores sociales, donde la
preservación de la identidad cultural se convierte en propósito esencial a partir de la defensa de la tradición
cultural.
INTRODUCCIÓN:
La cultura nacional alberga y expresa una riqueza de rasgos y elaboraciones propias, hechas con los más
disímiles materiales y modos, por los más diversos grupos sociales, en depósitos sucesivos y simultáneos.
Esa acumulación cultural es la que opera en cada época y en cada coyuntura, en ella se inscriben todos los
aspectos y casos particulares, con sus complejos de relaciones e interacciones”.
En México se asume el concepto de Cultura Popular Tradicional como categoría antropológica compuesta
por tres términos concatenados, en el que el tercero especifica la calidad del segundo y este circunscribe el
amplio espectro semántico del primero, que es la referencia principal. Parte de un espíritu creador, tiene un
carácter compartido, colectivo, expresa las concepciones estéticas de la vida práctica cotidiana a través de
imágenes artísticas, de aquí que el arte esté íntimamente relacionado con la Cultura Popular Tradicional.
En el Diccionario filosófico, se define que arte “es el reflejo de la realidad bajo la forma de imágenes
artísticas, perceptibles por medio de los sentidos. Una de las formas de la conciencia social. Un poderoso
instrumento del conocimiento y una fuerza social inmensa.
En las últimas décadas la Cultura Popular Tradicional tiene un fundamento sociológico con un renovado
interés universal. Se resalta la prioridad de la conservación y desarrollo de las culturas tradicionales, como
símbolos identitarios para salvaguardar la diversidad cultural frente a los problemas de la globalización y sus
pretensiones homogeneizantes.
DESARROLLO:
La cultura popular tradicional como expresión de identidad local.
México es una de estas localidades donde existen auténticas tradiciones culturales cuyas raíces, similares a
la de todo el país; pero con rasgos distintivos, la conforman principalmente herencias españolas e
indígenas, expresadas fundamentalmente a través de las manifestaciones artísticas.
La herencia española se manifiesta con mayor representatividad en la Literatura: la décima, el repentismo,
refranes, leyendas, cuentos populares; en la música; en la danza: reproducciones de bailes tradicionales
como el zapateo y en las Artes Plásticas: la artesanía popular: tejidos, bordados.
La herencia se manifiesta fundamentalmente, en la Literatura a través de leyendas, refranes, cuentos
populares.
De todas las manifestaciones artísticas locales la música ha prevalecido como la más representativa.
La música popular está representada en la localidad por múltiples géneros y formas como la rumba, la
conga, el son, el danzón, el huapango, el jarabe, entre otras.
La historia tradicional en México demuestra que el pueblo por medio del arte trata de expresar lo que siente,
piensa y quiere, como una necesidad.
La danza popular en la localidad tiene raíces hispanas que pueden ser religiosas o profanas aunque casi
siempre tienen un elemento social. Entre las primeras manifestaciones danzarias locales de origen
hispánico se encuentran el zapateo y las rondas infantiles, entre las autóctonas se distinguen los cantos y
bailes.
Durante el proceso de formación de la nacionalidad y hasta la actualidad se desarrollan otras
manifestaciones danzarias como el danzón, el son, las comparsas.
El teatro popular tiene sus inicios en la localidad siguiendo los patrones de la escena española al igual que
en todo el país, luego continuó su desarrollo como resultado del proceso de mestizaje y transculturación.
Después del triunfo de la Revolución se reciben giras teatrales más a menudo y se desarrolla el movimiento
de artistas aficionados, donde prevalecen montajes y presentaciones de teatro popular.
La artesanía popular es representativa de todas las comunidades locales, tanto de carácter utilitario como
artístico, se utilizan diferentes técnicas y materiales, como textiles, madera, cartón, fibras, entre otras.
La literatura oral está representada en diferentes manifestaciones, como cuentos, leyendas, mitos,
creencias, habla popular, personajes populares. La localidad dispone de un caudal de cuentos, leyendas y
mitos, cuyas fuentes han precipitado una mezcla representativa de su cultura en la que la fantasía, la
imaginación, la visión mágica y hasta la superstición se tornan un juego poético, que se han ido
transmitiendo de forma oral por diferentes generaciones.
Estas manifestaciones tradicionales forman parte de lo que se conoce como el cuento folklórico.
Los cuentos folklóricos son narraciones en prosa consideradas como ficciones cuya acción se ubica en
cualquier tiempo y en cualquier lugar, y cuyos personajes son humanos y no humanos. Los mitos son
narraciones que en la sociedad en la cual son contados se consideran como acontecimientos verdaderos
que ocurrieron en un pasado remoto, usualmente son sagrados y están asociados al ritual y al dogma, su
acción se desarrolla en un mundo diferente y sus personajes principales son no humanos. Las leyendas son
consideradas verdaderas por el narrador y su auditorio; pero se ubican en un tiempo considerado menos
remoto. En ella los elementos de localización espacial y temporal son frecuentes.
Las leyendas surgen de la imaginación popular, de sus anhelos y sueños tantas veces, y aún de la
superstición y el miedo, los mitos revelan una de las mayores fuerzas de creación folklórica mundial.
Leyendas, mitos, fantasías, son valiosísimos documentos orales del pueblo.
Las leyendas locales surgidas después de la conquista y la colonización, delatan algunas de ellas su
procedencia hispánica, otras su procedencia africana y otras son criollas. Son muy conocidas en la
localidad las leyendas de “La gitana” y “La llorona”.
Los mitos y las leyendas pertenecen al acervo cultural de los pueblos, por el arte hondo de su fuerza
creadora. Nuestra mitología cuenta entre una de las más originales de América, a veces dominadas por el
humor, a veces por una fantasía artística profunda o por una superstición nociva. Surgiendo de la
imaginación popular, de sus anhelos y sueños tantas veces, y aún de la superstición y el miedo, los mitos
revelan una de las mayores fuerzas de la creación folklórica mundial. Leyendas, mitos, fantasías son
valiosísimos documentos orales del pueblo”.
Los mitos y leyendas forman parte de la profunda tradición oral, rica en fabulación poética, imaginación,
fantasía exagerada, superstición. Viven en las casas, en los ancianos, en las calles, en los rincones y
oscuridades.
Los mitos en la cultura conllevan a esa conexión identitaria de lo nacional en las singularidades locales. El
mito engrosa las filas del pensamiento por imágenes y enriquece la vida comunitaria cotidiana. Los mitos
locales son básicamente de origen local, que parten del misterio de cómo crearon al mundo, el planeta, los
seres humanos y los propios dioses.
Los mitos más esotéricos se van filtrando, haciéndose populares, asimilando ingredientes profanos, van
perdiendo esa médula religiosa para, sin desvirtuarse, sin perder su belleza, convertirse en una historia
popular aceptada y hasta funcional. Funcional porque, aunque el mito fuese de marco religiosos sirve al
pueblo para explicar muchas cosas.
En México, la mitología constituye el sustento principal, agente provocador de estética, que contempla en
los nombres de los dioses una dualidad lingüística, sin embargo en el plano musical y danzario,
permanecen extraordinariamente iguales, las letras de los cantos rituales han perdurado casi intactas, sin
embargo la función gregaria de estos mitos no permaneció intacta sino que se vio impelida a integrar este
vasto proceso de transculturación en sus versiones lingüística y cultural.
Existen otras manifestaciones tradicionales que surgen como resultado del proceso de transculturación y
mestizaje cultural entre las que se encuentran: agrupaciones, comparsas, sones, grupos típicos (sextetos,
septetos) banda de concierto, rondas, bailes de danzón.
En la localidad han surgido a través del proceso histórico diferentes fiestas populares tradicionales, las que
se agrupan para su estudio según tipicidades y funciones que se ejercen en el contexto social, entre las
que se encuentran fundamentalmente las fiestas religiosas y las fiestas laicas.
La fiesta rural presenta rasgos de promoción de una voluntad artesanal, apelativo a los recursos más
inmediato al quehacer del individuo quien toma de la naturaleza lo necesario para decorar los escenarios,
enmascarar la imagen sistematizada, adornar los manjares y los recipientes de las bebidas, preparar los
primitivos atrezos y servirse de ellos, además para fijar la pertenencia de los hombres a sus contex tos.
Las fiestas campesinas que aún se realizan en la localidad son los huateques, organizados generalmente
por un grupo familiar o de amigos donde se toca, se canta, se baila y se preparan platos típicos. Se realizan
además torneos a caballo y rodeos.
Entre las fiestas carnavalescas se encuentran los carnavales y las parrandas de barrios. Las fiestas de
carnaval entran a México bajo la influencia latina, principalmente española, en que se mezcla con los
hábitos y costumbres de los indígenas y posteriormente con los ritos, bailes y cantos de los itsmos, luego
fue modificándose y enriqueciéndose conforme a las costumbres de cada época.
Se conceptualiza el carnaval como “ Fiesta popular tradicional que tiene sus antecedentes en las fiestas que
celebraban los emigrantes hispánicos y sus descendientes, según la también vieja tradición Desde la región
central hasta la oriental su origen está vinculado a las fiestas patronales de pueblos, en las cuales se
introdujeron algunos elementos carnavalescos como carrozas, comparsas y desfiles. El carnaval posee
elementos muy propios, a saber: disfraces, música, instrumentos musicales, danzas, vestuario, estandartes,
concursos de belleza y simpatía, pirotecnias, carrozas, comparsas y otros”.
Los carnavales locales se realizan anualmente en la cabecera municipal y en los poblados. Estas fiestas
han ido perdiendo con el paso del tiempo autenticidad y lucidez.
Para el desarrollo de una estrategia cultural en la localidad que garantice el rescate, preservación y
promoción de la Cultura Popular Tradicional Local es necesario desarrollar procesos participativos
dinámicos que vinculen activamente diferentes sectores sociales, donde la preservación de la identidad
cultural se convierte en propósito esencial a partir de la defensa de la tradición cultural.
A modo de conclusiones se infiere que la Cultura Popular Tradicional alcanza en la actualidad una renovada
importancia donde se resalta la prioridad de la conservación y desarrollo de las culturas tradicionales locales
como instrumentos para salvaguardar la diversidad cultural.
México cuenta con profundas y diversas tradiciones que identifican la cultura local a partir de sus rasgos
comunes y distintivos originarios, principalmente españoles e indígenas, que han ido evolucionando a
través del largo proceso de transculturación, entre las que se destacan: mitos, leyendas, ritos, fiestas
tradicionales y prácticas de diferentes manifestaciones artísticas vinculadas a la tradición.
BIBLIOGRAFÍA
Acosta, Leonardo. (1998) Música y Cultura Popular.
Almazán, Sonia y María Serra. (2004) Cultura mexicana Siglo XX, Editorial
León, Angelius. (s. a.) Las fiestas de carnaval, su proyección folklórica En: Dirección Nacional de música,.
Consejo Nacional de Cultura,
(1984) Investigación “Cantos, rondas y juegos infantiles tradicionales”.
AGN, "Chalco, Po. Los naturales del Pueblo de San Martín Cuautlalpan contra José González Ceballos y
Monterde, dueño de la Hacienda de San Martín…" en Tierras, Jurisdicción Estado de México, vol. 4,
Exp. 33, 1759-1761.
AGN, "Los naturales del pueblo de San Martín Cuautlalpan contra la Hacienda del mismo nombre, sobre
despojo del monte, Chalco." Tierras, Vol. 3378, Exp. Único, 1808- 1866.
ALANIS Boyso, José Luís, "Tepetlixpa". Monografía Municipal. Gobierno del Estado de México, Instituto
Mexiquense de Cultura, (Programa Identidad Estatal), México, 1997.
ALEMÁN Reyes, Oralia, et. Al, "Chalco", en Enciclopedia de los Municipios de México, Estado de
México, Centro Nacional de Desarrollo Municipal; Gobierno del Estado de México, México, 2001.

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  • 1. Relación sobre el arte popular y arte clásico ó formal. 1. Síntesis 2. Introducción 3. Desarrollo 4. Bibliografía SÍNTESIS: Al escuchar una sinfonía de Mozart o de Beethoven, un cuarteto de Haydn o un concierto de Bartok, ¿quién daría a esa música otro calificativo que no sea el de “clásica”? Y a un tema de Serrat, ¿quién no lo calificaría de “popular”? Una justificación simplista de tales adjetivos apuntaría por un lado a las características formales de una y otra música, y por el otro, al público al que cada una de ellas está dirigida, o eventualmente al ámbito en que se ejecutan. Una explicación más técnica dirá que en la música “clásica” (preferimos, en todo caso, llamarla “erudita”), hay que respetar no sólo cada nota escrita por el autor sino también sus indicaciones rítmicas y de intensidad sonora: la obra se ejecuta, se interpreta; en cambio la música popular: jazz, tango, bolero, salsa, bossa nova, todo tipo de folklore, se versiona: cada intérprete da de la obra su propio arreglo instrumental o vocal, con alteraciones armónicas o rítmicas de acuerdo con sus necesidades o posibilidades técnicas y expresivas. Es frecuente que la versión de un tema incluya improvisaciones o agregados, que algunos tangueros llaman “verdurita” y Piazzolla llamaba “mugre” y variaciones sobre alguna de las partes de la obra. Entre los cultores del jazz es frecuente la elaboración de un tema en el momento, sobre la base de un esquema armónico y rítmico, en el que cada músico va poniendo lo suyo según surge de esa situación única. En el caso de la música vocal solista, el fenómeno se complica mucho más, porque a las condiciones puramente técnicas del intérprete y al color de su voz se suma el “decir”, esto es la expresión de un texto adecuada al argumento, la articulación de las figuras retóricas, las pausas de sentido, etc. Podríamos afirmar; aunque esto no siempre ocurre; que la obra “clásica” tiene una complejidad mayor, tanto en la composición como en la ejecución, y la “popular”, una melodía más pegadiza, un ritmo más uniforme, una armonía más sencilla. Este juego de oposiciones parece darse también, aunque en menor grado, en la literatura. Es difícil que un crítico o un historiador coloque en el mismo lugar un soneto de Garcilaso de la Vega y una canción de Joan Manuel Serrat, un poema de Borges y un tango de Carlos Gardel. Desniveles que abarcan también al teatro: es difícil que un drama de Ibsen, por ejemplo, se equipare, como fenómeno estético, con un sainete de Discépolo. Volviendo a la música, la división es producto de mitos y prejuicios sociales y estéticos, según veremos; conduce a agrupar a los compositores en dos panteones bien separados: los “clásicos” (Beethoven, Chopin, Debussy, por ejemplo) y los “populares” (Serrat, Cole Porter, Charly García, por ejemplo). Cuando a mediados del siglo pasado Waldo de los Ríos agregaba percusión a una sinfonía de Mozart, y de paso le cortaba los pasajes menos pegadizos, ¿estaba haciendo música popular? Finalmente Sí. Tenemos “Sevilla” de Isaac Albénitz por Arturo Rubinstein y “Fuga y misterio” de Ástor Piazzolla por una orquesta sinfónica, ¿podemos afirmar a priori cuál de las dos es “clásica” y cuál “popular”? Un poco de historia. Casi nada sabemos de la composición musical propiamente dicha en la antigüedad grecolatina, salvo aquello que surge de los ritmos (a partir de textos literarios) y de las escalas (a partir del examen de los instrumentos). Las tragedias y comedias griegas tenían importantes pasajes cantados y bailados por el coro; la poesía lírica se desarrollaba con ritmos específicos, distintos de los empleados en la épica y en el teatro. Ignoramos si la música que apoyaba los movimientos y las palabras de un coro trágico, o la que contenía un fragmento homérico, una Bucólica de Virgilio o una Oda de Horacio era similar o no a la que cantaban y bailaban los pastores en el bosquecillo o los jóvenes en las tabernas. Los primeros indicios de una supuesta división entre lo culto y lo popular aparecen en el período llamado Tardo-antiguo y los comienzos de la Edad Media. División que se justifica desde un punto de vista religioso, dado que lo “culto” está asociado a la Iglesia y lo “popular” a la cultura pagana.
  • 2. En el siglo IV el canto ambrosiano introduce una melodía que se apoya en la palabra de la liturgia; melodía de escasas notas, sin acompañamiento instrumental, y de ritmo inestable. Dos siglos más tarde el canto gregoriano perfecciona este tipo de expresión musical que se extenderá durante varios siglos, al margen de la evolución de las danzas y cantos que se practicaban en las plazas y en los castillos. Hacia el siglo XII las manifestaciones eruditas y las populares, en el plano de la poesía, están claramente definidas: el mester de clerecía (culto) tenía caracteres que lo diferenciaban netamente del mester de juglaría (popular); las Cántigas profanas (en el caso de Alfonso el Sabio, por ejemplo) se distinguen de las Cántigas de Santa María, en lo formal y en lo argumental. Por lógica consecuencia, esa distinción se da también en la música. Con el correr de los años se observa que las manifestaciones musicales cultas se bifurcan en aquellas que son de Iglesia (misas, motetes, salmos) y las que son de Corte (sonatas, suites, partitas). La Reforma favorece, a partir del siglo XVII, el desarrollo de obras religiosas cantadas ya no en latín sino en la lengua de cada país; obras en las que se observan huellas de danzas y cantos populares, elaborados de acuerdo con las normas de la morfología y la armonía reinantes en el lugar y el momento. Podríamos dar una larga lista de compositores que, entre los siglos XVII y XVIII, introducen minués, gavotas, alemanas, zarabandas, chaconas, y hasta tarantelas, en sus suites y partitas (pensamos en Bach, en Haendel, en Corelli, en Couperin, en Rameau, en Vitoria, en Mateo Albéniz, en nuestro Zipoli). En las sonatinas de Doménico Scarlatti se adivinan ritmos bailables. Los minués, con sus tríos respectivos, tienen presencia habitual en las sonatas y sinfonías de Haydn, Mozart y el primer Beethoven. La ideología romántica, con su dosis de nacionalismo a cuestas, alienta esta inspiración en las fuentes populares hasta bien avanzado el siglo XX. Las mazurcas, valses y polonesas de Federico Chopin y los “lieder” de Schubert y Schumann son un magnífico ejemplo. La música del este europeo inspira a Liszt y a Brahms, y se manifiesta con nítidos perfiles en compositores como Rimski-Korsakov, Mussorgsky, Smetana, Dvorak y Chaikovsky. Cantos y danzas de España dan materia prima a compositores franceses y españoles: Bizet, Massenet, Debussy y Ravel, por un lado; Albéniz, Sarasate, Granados y De Falla, por el otro, si citamos a los más famosos. Y un día los músicos “clásicos” europeos descubren el jazz, y los buenos músicos de jazz descubren que pueden elevar el género hacia los niveles de aquellos. Y en otras latitudes descubren los ritmos folklóricos y el tango. Los casos puntuales El genial dramaturgo Eugene O’Neill creó un personaje al que llamó El mono velludo, un hombre que no pertenece “ni a la tierra ni al cielo”, por lo que sobrelleva una marginación existencial absoluta. Hay tres grandes músicos del siglo XX (seguramente son muchos más) a los que les cabría la calificación de monos velludos por su pertenencia a los dos campos (el clásico y el popular) o, según se mire, a ninguno de los dos. Ellos son George Gershwin, Leonard Bernstein y Ástor Piazzolla. Hay varias circunstancias que los vinculan: los tres trabajaron, como intérpretes y como autores; en el campo de la música popular (el jazz y la comedia musical, en los casos de Gershwin y Bernstein; el tango, en el de Piazzolla): los tres cursaron altos estudios en París (Gershwin con Maurice Ravel, Bernstein y Piazzolla con Nadia Boulanger); los tres incursionaron en la música “clásica”: Bernstein, con mayor presencia, como pianista y uno de los directores más importantes en la música sinfónica; Gershwin como autor de obras de repertorio universal, como la Rhapsody in blue y el Concierto en Fa; Piazzolla, como compositor y solista de obras sinfónicas. Cada uno de ellos, autor de una obra que ocupó los más famosos escenarios: la Ópera “Porgy and Bess”, de Gershwin, el musical “West Side Story” ó “Amor sin Barreras”, de Bernstein, y la “operita” María de Buenos Aires, de Piazzolla. Pasajes de esas obras, con arreglos adecuados a cada intérprete, como “María, María”, “Tonight”, “Summertime” o “Milonguita de la anunciación” figuran en los repertorios de muchos cantantes “populares”. Cierto público tardó mucho en aceptar a Gershwin entre los compositores del programa de un concertista o de una orquesta, junto a Beethoven y a Mendelssohn, por ejemplo, ya que su nombre evocaba otros campos musicales: los del jazz y los del music hall. Ese cierto público, particularmente en Argentina, acepta hoy a Piazzolla (largamente aceptado en Europa desde hace tiempo) como músico “clásico”, en parte por el peso cultural de su figura, y porque ya pocos quedan de aquellos que se indignaron y le negaron el aplauso (hasta se oyeron algunos silbidos) aquella noche, en la Facultad de Derecho, cuando Fabien Sevit zky le entregó el premio ganado con su poema sinfónico Buenos Aires, el cual, para mayor escándalo, incluía bandoneones en el orgánico orquestal. Pocos coleccionistas atesoran aún las grabaciones de Bernstein tocando jazz del mejor; un manto de olvido sobre esa actividad pretende mejorar, si ello es posible ó tiene algún sentido, la imagen de un músico excepcional.
  • 3. ¿Y del otro lado, qué pasa? Cuenta Piazzolla cómo sus compañeros de orquesta típica lo molestaban y se burlaban de él porque pretendía, a través del estudio, llegar a ser un músico de altura. ¿Para qué?, si después lo que él compondría no sería “tango” en el concepto masivo. Me pregunto si “El día que me quieras” o “Cuando tú no estás” (el autor de la música de ambos temas es nada menos que Carlos Gardel) son realmente tangos como los que le exigían a Piazzolla. Muchos norteamericanos se quedaron anclados en el Gershwin de las canciones y tomaron la ópera y los conciertos de piano como si fueran de otro Gershwin, del que se fue a París y renegó de su primer ámbito. La genialidad de Bernstein como pianista y director dejó sin palabras a su viejo público. Y cuando ya viejo dio a conocer varios aspectos secretos de su vida privada, lo del jazz pasó a último plano. Conclusión: El título del escrito habla de la Relación sobre el arte Popular y el arte Clásico ó Formal. En las artes, y muy particularmente en la música, la relación pasa por la consideración de lo “fácil” y lo “difícil” (de entender, de interpretar, de analizar, de apreciar). Lo popular es fácil, lo clásico, difícil. El prejuicio se inclina más a lo social: las clases mejor posicionadas prefieren lo clásico (van a Bellas Artes, compran discos de ópera) y las más humildes, lo popular (escuchan música comercial, folcklore tradicional o cumbia, bailan ritmos marcados). Para el hombre común lo importante es que la obra de arte guste, emocione, provoque algo en su interior, ya provenga de un creador de compleja elaboración, ya de uno más elemental. En lo técnico existe música bien escrita o mal escrita, desde una sinfonía hasta una cumbia; existen estilos sencillos y directos y otros más densos y complicados (en el tango, observemos la diferencia entre D’Arienzo y Piazzolla, por ejemplo). Hay buenos intérpretes, técnicamente hablando, y otros que abren la boca para desafinar o “rascan” elementalmente sus instrumentos. Junto a directores como Herbert von Karajan o Daniel Barenboim hay legiones de otros que no saben qué hacer con la batuta. La esencia de la música es una sola, más allá de los géneros, los estilos y los intérpretes. Hay que saber buscarla y una vez hallada, desarrollarla. Es oportuno cerrar esta comunicación con aquella rima de Bécquer que reitera la idea romántica de que las artes existen aunque a veces no hay artistas que las cultiven, y que, metafóricamente, puede aplicarse a todas las formas de creación: “Del salón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa. Cuánta nota dormía en sus cuerdas, como el pájaro duerme en la rama, aguardando la mano de nieve que sabe arrancarlas. ¡Ay!, pensé, cuántas veces el genio así duerme en el fondo del alma, y una voz, como Lázaro, espera que le diga: ¡Levántate y anda!” La cultura nacional mexicana alberga y expresa una riqueza de rasgos y elaboraciones propias. Estos rasgos y elaboraciones constituyen el patrimonio cultural de cada pueblo, donde está implícita la Cultura Popular Tradicional, que antropólogos y organizaciones la definen con semejantes y; en ocasiones, diferentes términos. La Cultura Popular incluye al pueblo como protagonista, parte de un espíritu creador, tiene un carácter compartido, colectivo, expresa las concepciones estéticas de la vida cotidiana a través de imágenes artísticas. México es una de estas localidades donde existen auténticas tradiciones culturales, cuyas raíces similares a la de todo el país; pero con rasgos distintivos, la conforman principalmente herencias españolas a indígenas. Para el desarrollo de una estrategia cultural en la localidad que garantice el rescate, preservación y promoción de la Cultura Popular Tradicional Local es necesario desarrollar procesos participativos dinámicos que vinculen activamente diferentes sectores sociales, donde la preservación de la identidad cultural se convierte en propósito esencial a partir de la defensa de la tradición cultural.
  • 4. INTRODUCCIÓN: La cultura nacional alberga y expresa una riqueza de rasgos y elaboraciones propias, hechas con los más disímiles materiales y modos, por los más diversos grupos sociales, en depósitos sucesivos y simultáneos. Esa acumulación cultural es la que opera en cada época y en cada coyuntura, en ella se inscriben todos los aspectos y casos particulares, con sus complejos de relaciones e interacciones”. En México se asume el concepto de Cultura Popular Tradicional como categoría antropológica compuesta por tres términos concatenados, en el que el tercero especifica la calidad del segundo y este circunscribe el amplio espectro semántico del primero, que es la referencia principal. Parte de un espíritu creador, tiene un carácter compartido, colectivo, expresa las concepciones estéticas de la vida práctica cotidiana a través de imágenes artísticas, de aquí que el arte esté íntimamente relacionado con la Cultura Popular Tradicional. En el Diccionario filosófico, se define que arte “es el reflejo de la realidad bajo la forma de imágenes artísticas, perceptibles por medio de los sentidos. Una de las formas de la conciencia social. Un poderoso instrumento del conocimiento y una fuerza social inmensa. En las últimas décadas la Cultura Popular Tradicional tiene un fundamento sociológico con un renovado interés universal. Se resalta la prioridad de la conservación y desarrollo de las culturas tradicionales, como símbolos identitarios para salvaguardar la diversidad cultural frente a los problemas de la globalización y sus pretensiones homogeneizantes. DESARROLLO: La cultura popular tradicional como expresión de identidad local. México es una de estas localidades donde existen auténticas tradiciones culturales cuyas raíces, similares a la de todo el país; pero con rasgos distintivos, la conforman principalmente herencias españolas e indígenas, expresadas fundamentalmente a través de las manifestaciones artísticas. La herencia española se manifiesta con mayor representatividad en la Literatura: la décima, el repentismo, refranes, leyendas, cuentos populares; en la música; en la danza: reproducciones de bailes tradicionales como el zapateo y en las Artes Plásticas: la artesanía popular: tejidos, bordados. La herencia se manifiesta fundamentalmente, en la Literatura a través de leyendas, refranes, cuentos populares. De todas las manifestaciones artísticas locales la música ha prevalecido como la más representativa. La música popular está representada en la localidad por múltiples géneros y formas como la rumba, la conga, el son, el danzón, el huapango, el jarabe, entre otras. La historia tradicional en México demuestra que el pueblo por medio del arte trata de expresar lo que siente, piensa y quiere, como una necesidad. La danza popular en la localidad tiene raíces hispanas que pueden ser religiosas o profanas aunque casi siempre tienen un elemento social. Entre las primeras manifestaciones danzarias locales de origen hispánico se encuentran el zapateo y las rondas infantiles, entre las autóctonas se distinguen los cantos y bailes.
  • 5. Durante el proceso de formación de la nacionalidad y hasta la actualidad se desarrollan otras manifestaciones danzarias como el danzón, el son, las comparsas. El teatro popular tiene sus inicios en la localidad siguiendo los patrones de la escena española al igual que en todo el país, luego continuó su desarrollo como resultado del proceso de mestizaje y transculturación. Después del triunfo de la Revolución se reciben giras teatrales más a menudo y se desarrolla el movimiento de artistas aficionados, donde prevalecen montajes y presentaciones de teatro popular. La artesanía popular es representativa de todas las comunidades locales, tanto de carácter utilitario como artístico, se utilizan diferentes técnicas y materiales, como textiles, madera, cartón, fibras, entre otras. La literatura oral está representada en diferentes manifestaciones, como cuentos, leyendas, mitos, creencias, habla popular, personajes populares. La localidad dispone de un caudal de cuentos, leyendas y mitos, cuyas fuentes han precipitado una mezcla representativa de su cultura en la que la fantasía, la imaginación, la visión mágica y hasta la superstición se tornan un juego poético, que se han ido transmitiendo de forma oral por diferentes generaciones. Estas manifestaciones tradicionales forman parte de lo que se conoce como el cuento folklórico. Los cuentos folklóricos son narraciones en prosa consideradas como ficciones cuya acción se ubica en cualquier tiempo y en cualquier lugar, y cuyos personajes son humanos y no humanos. Los mitos son narraciones que en la sociedad en la cual son contados se consideran como acontecimientos verdaderos que ocurrieron en un pasado remoto, usualmente son sagrados y están asociados al ritual y al dogma, su acción se desarrolla en un mundo diferente y sus personajes principales son no humanos. Las leyendas son consideradas verdaderas por el narrador y su auditorio; pero se ubican en un tiempo considerado menos remoto. En ella los elementos de localización espacial y temporal son frecuentes. Las leyendas surgen de la imaginación popular, de sus anhelos y sueños tantas veces, y aún de la superstición y el miedo, los mitos revelan una de las mayores fuerzas de creación folklórica mundial. Leyendas, mitos, fantasías, son valiosísimos documentos orales del pueblo. Las leyendas locales surgidas después de la conquista y la colonización, delatan algunas de ellas su procedencia hispánica, otras su procedencia africana y otras son criollas. Son muy conocidas en la localidad las leyendas de “La gitana” y “La llorona”. Los mitos y las leyendas pertenecen al acervo cultural de los pueblos, por el arte hondo de su fuerza creadora. Nuestra mitología cuenta entre una de las más originales de América, a veces dominadas por el humor, a veces por una fantasía artística profunda o por una superstición nociva. Surgiendo de la imaginación popular, de sus anhelos y sueños tantas veces, y aún de la superstición y el miedo, los mitos revelan una de las mayores fuerzas de la creación folklórica mundial. Leyendas, mitos, fantasías son valiosísimos documentos orales del pueblo”. Los mitos y leyendas forman parte de la profunda tradición oral, rica en fabulación poética, imaginación, fantasía exagerada, superstición. Viven en las casas, en los ancianos, en las calles, en los rincones y oscuridades. Los mitos en la cultura conllevan a esa conexión identitaria de lo nacional en las singularidades locales. El mito engrosa las filas del pensamiento por imágenes y enriquece la vida comunitaria cotidiana. Los mitos locales son básicamente de origen local, que parten del misterio de cómo crearon al mundo, el planeta, los seres humanos y los propios dioses. Los mitos más esotéricos se van filtrando, haciéndose populares, asimilando ingredientes profanos, van perdiendo esa médula religiosa para, sin desvirtuarse, sin perder su belleza, convertirse en una historia popular aceptada y hasta funcional. Funcional porque, aunque el mito fuese de marco religiosos sirve al pueblo para explicar muchas cosas.
  • 6. En México, la mitología constituye el sustento principal, agente provocador de estética, que contempla en los nombres de los dioses una dualidad lingüística, sin embargo en el plano musical y danzario, permanecen extraordinariamente iguales, las letras de los cantos rituales han perdurado casi intactas, sin embargo la función gregaria de estos mitos no permaneció intacta sino que se vio impelida a integrar este vasto proceso de transculturación en sus versiones lingüística y cultural. Existen otras manifestaciones tradicionales que surgen como resultado del proceso de transculturación y mestizaje cultural entre las que se encuentran: agrupaciones, comparsas, sones, grupos típicos (sextetos, septetos) banda de concierto, rondas, bailes de danzón. En la localidad han surgido a través del proceso histórico diferentes fiestas populares tradicionales, las que se agrupan para su estudio según tipicidades y funciones que se ejercen en el contexto social, entre las que se encuentran fundamentalmente las fiestas religiosas y las fiestas laicas. La fiesta rural presenta rasgos de promoción de una voluntad artesanal, apelativo a los recursos más inmediato al quehacer del individuo quien toma de la naturaleza lo necesario para decorar los escenarios, enmascarar la imagen sistematizada, adornar los manjares y los recipientes de las bebidas, preparar los primitivos atrezos y servirse de ellos, además para fijar la pertenencia de los hombres a sus contex tos. Las fiestas campesinas que aún se realizan en la localidad son los huateques, organizados generalmente por un grupo familiar o de amigos donde se toca, se canta, se baila y se preparan platos típicos. Se realizan además torneos a caballo y rodeos. Entre las fiestas carnavalescas se encuentran los carnavales y las parrandas de barrios. Las fiestas de carnaval entran a México bajo la influencia latina, principalmente española, en que se mezcla con los hábitos y costumbres de los indígenas y posteriormente con los ritos, bailes y cantos de los itsmos, luego fue modificándose y enriqueciéndose conforme a las costumbres de cada época. Se conceptualiza el carnaval como “ Fiesta popular tradicional que tiene sus antecedentes en las fiestas que celebraban los emigrantes hispánicos y sus descendientes, según la también vieja tradición Desde la región central hasta la oriental su origen está vinculado a las fiestas patronales de pueblos, en las cuales se introdujeron algunos elementos carnavalescos como carrozas, comparsas y desfiles. El carnaval posee elementos muy propios, a saber: disfraces, música, instrumentos musicales, danzas, vestuario, estandartes, concursos de belleza y simpatía, pirotecnias, carrozas, comparsas y otros”. Los carnavales locales se realizan anualmente en la cabecera municipal y en los poblados. Estas fiestas han ido perdiendo con el paso del tiempo autenticidad y lucidez. Para el desarrollo de una estrategia cultural en la localidad que garantice el rescate, preservación y promoción de la Cultura Popular Tradicional Local es necesario desarrollar procesos participativos dinámicos que vinculen activamente diferentes sectores sociales, donde la preservación de la identidad cultural se convierte en propósito esencial a partir de la defensa de la tradición cultural. A modo de conclusiones se infiere que la Cultura Popular Tradicional alcanza en la actualidad una renovada importancia donde se resalta la prioridad de la conservación y desarrollo de las culturas tradicionales locales como instrumentos para salvaguardar la diversidad cultural. México cuenta con profundas y diversas tradiciones que identifican la cultura local a partir de sus rasgos comunes y distintivos originarios, principalmente españoles e indígenas, que han ido evolucionando a través del largo proceso de transculturación, entre las que se destacan: mitos, leyendas, ritos, fiestas tradicionales y prácticas de diferentes manifestaciones artísticas vinculadas a la tradición. BIBLIOGRAFÍA Acosta, Leonardo. (1998) Música y Cultura Popular. Almazán, Sonia y María Serra. (2004) Cultura mexicana Siglo XX, Editorial
  • 7. León, Angelius. (s. a.) Las fiestas de carnaval, su proyección folklórica En: Dirección Nacional de música,. Consejo Nacional de Cultura, (1984) Investigación “Cantos, rondas y juegos infantiles tradicionales”. AGN, "Chalco, Po. Los naturales del Pueblo de San Martín Cuautlalpan contra José González Ceballos y Monterde, dueño de la Hacienda de San Martín…" en Tierras, Jurisdicción Estado de México, vol. 4, Exp. 33, 1759-1761. AGN, "Los naturales del pueblo de San Martín Cuautlalpan contra la Hacienda del mismo nombre, sobre despojo del monte, Chalco." Tierras, Vol. 3378, Exp. Único, 1808- 1866. ALANIS Boyso, José Luís, "Tepetlixpa". Monografía Municipal. Gobierno del Estado de México, Instituto Mexiquense de Cultura, (Programa Identidad Estatal), México, 1997. ALEMÁN Reyes, Oralia, et. Al, "Chalco", en Enciclopedia de los Municipios de México, Estado de México, Centro Nacional de Desarrollo Municipal; Gobierno del Estado de México, México, 2001.