El documento critica cómo el fútbol se ha convertido en un espectáculo dominado por los intereses comerciales, en lugar de ser un deporte atlético integral. Argumenta que figuras como Lionel Messi son promovidas por los "mercaderes del fútbol" más por su valor comercial que por sus méritos deportivos reales. También lamenta la pérdida del fútbol callejero y de los valores colectivos e inclusivos del deporte a favor de una ética mercantil individualista.
1. Del fútbol como deporte de atletas integrales, al fútbol de vitrina impuesto por los mercaderes
“...Lo de Lionel Messi, entonces, es plena prueba de lo que puede el mercado. O mejor, de lo que pueden los
mercaderes del fútbol. Los ilusionistas. Es la imposición del dinero por encima de cualquier otra consideración
deportiva real. Y, en esto de ser ilusionistas, algunos de los medios periodísticos deportivos han cohonestado
con esos mercaderes…”
Podría decirse, de entrada, que todo lo que toca la mano aviesa de los ilusionistas; se convierte en
opereta vulgar. Y asi ha sido siempre. De inmediato postulo un referente: el fútbol. Y uno como que
añora la pulsión de vida en la canchita callejera. O en los potreros ávidos de sentirse poseídos por
aquellos guerreros que, con el balón en los pies, con el cuerpo suspendido en cabezazo portentoso.
O con la pintura a manera de palomita certera. O con el hechizo de la denominada chilenita; o la
tijerita de vértigo. Pateando con ambas piernas. O ese majestuoso sujeto comiéndose la cancha en
ese ortodoxo cuatro dos cuatro. En pura distribución básica: el número dos ejerciendo como central
básico en defensa. En los denominados interiores por derecha e izquierda. El número diez en pleno
centro de cancha, distribuyendo juego. Alimentando al número siete en clásica función de puntero
derecho y al once por la punta izquierda. Y el mágico número nueve reservado para quien tenía como
función horadar el arco contrario. En una mixtura de potencia y de gambeta espontánea en
desequilibrio soberbio.
No sé si quienes han dedicado su vida a contar y registrar como la pasión del fútbol se ha convertido
en herencia espléndida. Con los datos puntuales; pero, asimismo, con el imaginario convertido en
vuelo bien contado y aprehendido. Lo que si tengo bien claro es que el fútbol ha sido un deporte que
combina fuerza atlética. De músculos en piernas y brazos. Además, de ejercicio de continuidad
siempre diferente. Es decir, una tendencia casi innata al derroche de creatividad insumisa. Y que el
planteamiento de esquemas y estrategias tienen que entenderse en plena relación y comunicación
de todos aquellos que ejercen como atletas- La condición de futbolistas como trabajadores,
simplemente, se fue introduciendo como se dice coloquialmente “…con el correr del tiempo.”
Ahora bien, en el transcurso de la historia; quienes de una u otra manera hemos vivido y sentido el
fútbol como deporte, hemos tenido que aceptar que, necesariamente, este ha derivado en lo que los
estudiosos del ilusionismo como marketing han definido como espectáculo. Y asi, entonces, todo
cambia. Los conceptos y definiciones. Ya es un entendido que involucra perspectivas asociadas a la
compra y venta de una mercancía de cuerpo. Lo que antes era, al menos en Colombia, los torneos
organizados por las federaciones departamentales de fútbol asociado. Con divisiones plenamente
identificada, bien fuera por categoría que incluían variables como la edad y el crecimiento de las
capacidades de los sujetos. O bien como rutinas asociadas a los equipos o clubes profesionales. Hoy
se han convertido en las llamadas divisiones inferiores de los clubes, o en proliferación de escuelas
de fútbol organizadas.
De todas maneras lo que quiero enfatizar es el hecho relacionado con la configuración de opciones
que remiten a una profunda modificación de los roles propios de los sujetos que juegan al fútbol y
viven del fútbol. Y, efectivamente, eso ya es otra cosa. Nos hemos visto en la obligación de aceptar
otros valores. Es decir, un escenario inhóspito en el cual lo que procede es el espíritu mercantil. Por
esa vía, entonces, la iconografía es otra. Quienes ejercen como mercaderes del fútbol crean sus
propios íconos. Por la vía de asociarlo con la oferta y la demanda. Así las cosas, se actúa al margen
de aquellos principios anclados en la ortodoxia fina y humana del deporte.
2. Pero, aun así, es necesario e imperativo hacer notar que la condición atlética completa de quienes
tienen el fútbol como profesión no puede cambiar. Es decir sigue siendo cierto que un futbolista
excepcional es aquel sujeto que sabe combinar su capacidad innata, con la preparación atlética y la
fundamentación. Para mí, por colocar un ejemplo, un fuera de serie es aquel futbolista que maneja
sus dos piernas. Que sabe ir arriba. Que derrocha energía corporal. Corriendo la cancha; pero
pensando la próxima jugada. Que sabe perfilarse. Que hace cambios de velocidad. Que es leal al
momento de perder. De este porte ha habido varios en la historia del fútbol. A manera de ejemplo:
Edson Arantes; Ronaldo, Gerhard Müller, Emilio Butragueño, Faustino Asprilla; Delio Gamboa,
Cristiano Ronaldo, Neymar…
Hay y ha habido muy buenos futbolistas, por ejemplo: Diego Maradona, Carlos Alberto; Carlos Tevez,
Hugo Horacio Lóndero, Fernando Cavenagui, Garrincha, Ronaldinho Lionel Messi, César Cueto, Omar
Lorenzo Devani, Alfredo Di Stefano, Jaizinho, Enzo Francescoli, Emilio Butragueño, Hugo Sánchez,
Hugo Sotil, Paolo Rossi, Eusebio, Hernán Crespo, Montanini, Luis Cubilla, Diego Forlán, Guillermo La
Rosa, Sergio Galván Rey, Luis Díaz, Wellington Ortiz, Falcao García, Roberto Carlos, Omar Orestes
Corbatta, Carlos Peicelle, Mario Boyé, René Houseman, Iván Ramiro Córdoba, René Higuita, Andrés
Escobar…
Ahora bien en tiempo presente se ha pretendido confundir a quienes de una u otra manera vivimos
el fútbol. Cuando el marketing de los ilusionistas construyen iconos y tratan de imponerlos por la
fuerza del dinero y de ostentosas operaciones mercantiles. De esta estirpe de iconos hacen parte, a
manera de ejemplo, Lionel Messi y Diego Maradona. Y es que no puede ser que, para el caso
presente, se exhiba a Lionel Messi como “el mejor futbolista de todos los tiempos”. Y es que él es un
futbolista de una sola pierna y un solo perfil. Ni va arriba a cabecear; ni derrocha energía como atleta.
Ni es colectivo. Ni tiene el don propio de aquellos futbolistas que imprimen la pasión tan necesaria
en el fútbol y en otros deportes colectivos. Una precisión adicional: no todo futbolista que hace goles
es excepcional.
Lo de Lionel Messi, entonces, es plena prueba de lo que puede el mercado. O mejor, de lo que
pueden los mercaderes del fútbol. Los ilusionistas. Es la imposición del dinero por encima de cualquier
otra consideración deportiva real. Y, en esto de ser ilusionistas, casi todos los medios periodísticos
deportivos han cohonestado con esos mercaderes.