En las últimas tres décadas asistimos, en el conjunto del planeta, a un aumento de los eventos extremos de la naturaleza que ocasionan pérdidas económicas cuantiosas y elevadas víctimas humanas. Inundaciones, huracanes y terremotos son los peligros de la naturaleza que más daños ocasionan. Y las previsiones de futuro, en el contexto del calentamiento térmico del planeta, indican la posibilidad cierta de un incremento en la frecuencia de desarrollo de fenómenos atmosféricos extremos. No hay espacio geográfico en la superficie terrestre que esté libre del posible efecto de un episodio catastrófico. Las sociedades contemporáneas son, como nos señala Ulrich Beck, sociedades de riesgo y ello es porque habitan territorios de riesgo y llevan a cabo comportamientos y actitudes “arriesgadas” en sus relaciones con el medio.