Los soldados marchan al son que toquen los clarines, bajo órdenes absurdas de unos oficiales que aplastan y acomodan todo conato de libre albedrío, toda ética y toda moral, a una jerarquía marcial.
17emes journees commemoratives de la Bolsa de Bielsa
Guadalupe años sin cuenta
1. GUADALUPE AÑOS SIN CUENTA
Por: Daniel Ferreira
Opiniones
0
Guadalupe años sin cuenta, creación colectiva, Teatro La
Candelaria.
http://www.kioskoteatral.com/guadalupe-anos-sin-
cuenta/#!prettyPhoto
Guadalupe Años Sin cuenta, del Teatro La Candelaria, fue un
montaje coral que recogió el punto de vista de los militares, de los
guerrilleros, de las mujeres de los guerrilleros, de los gamonales, de
los representantes del poder nacional y local, de la prensa
internacional, sobre un episodio emblemático: la perfidia de los
militares frente a la amnistía (acuerdo de paz entre los gobiernos
del Frente nacional y las guerrillas de los llanos), es decir, la traición
del poder supremo a otras formas populares de poder; la traición de
un acuerdo de paz y re-inserción, firmado y refrendado por
guerrilleros de Los Llanos, en la época del bipartidismo feroz, como
pretexto para parar la contienda. Al parecer, ya desde entonces
hubo sectores sociales (los mismos) que siempre se han opuesto a
los procesos de conciliación nacional.
Las pugnas y estrategias ideológicas para acaparar el poder, han
tenido métodos cada vez menos democráticos para conservarlo.
Los jerarcas de los partidos tradicionales de los años 50 (Liberal y
Conservador) utilizaron las fuerzas de seguridad del estado y las
fuerzas en contra del estado para proteger sus intereses
económicos y manipular la elección popular que los legitimaba. Un
2. observación mordaz de la obra Guadalupe Años Sin Cuenta es lo
evidente y ridículo que resulta ver a los protagonistas de la guerra,
los actores de la guerra que ponen sus cuerpos y cometen los
desmanes a nombre de abstracciones como “la patria” ”la
democracia” actuando como marionetas manipuladas por los hilos
invisibles de los poderes plutocráticos. Los soldados marchan al son
que toquen los clarines, bajo órdenes absurdas de unos oficiales
que aplastan y acomodan todo conato de libre albedrío, toda ética y
toda moral, a una jerarquía marcial.
A Guadalupe Salcedo, guerrillero de los llanos orientales, lo matan
en la primera escena de esta obra, adoptando el relato la versión
oficial de los hechos esclarecidos por “la justicia”: que fue abatido
en un enfrentamiento, que salió armado a enfrentarse con los
militares, que lo acribillan en legítima defensa. Como la justicia
también se impone como se imponen los dioses o las ideas o el
esclavismo, esta forma de justicia examinada a lo largo de la obra,
se desdibuja y se convierte en ajusticiamiento. Al final lo vuelven a
matar y lo vemos salir desarmado, dócil, acatando la advertencia de
que su vida será respetada si se entrega, encarnando la otra
versión, la no oficial (siempre hay dos versiones de los hechos
nacionales) rendido y desarmado, y lo veremos morir en una
metonimia de redoblantes a mansalva, con lo que toda la obra, toda
la época, todo el conflicto dramático de una nación cobra su
significación real: la versión de la Historia contraria a la oficial es
siempre la más cercana a la realidad de los hechos.
Es evidente la participación del escritor Arturo Alape en la
dramaturgia de la obra. Sus textos tutelares, “El Bogotazo,
Memorias del olvido”, Y “La paz, La violencia testigos de
excepción”, son visiones corales de la historia política del país,
acopios de todos los puntos de vistas y los acervos probatorios y
documentos y declaraciones derivadas de la reportería y otras
formas de investigación del periodismo puro, es decir de formas
investigativas y tangenciales de la Historia. Aquí hay que recordar
que el periodismo no es la realidad, sino lo que puede
documentarse de un hecho en un determinado momento, pero que
puede variar, tergiversarse o controvertirse con el transcurso del
tiempo, con el descubrimiento de nuevos hallazgos y versiones y
caminos, y con el enriquecimiento de las interpretaciones
generacionales. Arturo Alape, seudónimo de Carlos Arturo Ruiz, ex
guerrillero (cofundador de las FARC), historiador, autor de El
Bogotazo memorias del olvido, exploró la misma técnica coral de
3. Guadalupe para narrar sus obras narrativas. Solía decir en
entrevistas que un episodio como El Bogotazo, un hecho histórico
protagonizado por la suma de actos de una sociedad, solo se puede
narrar entonces desde la suma de puntos de vista de esa sociedad
(para alcanzar una comprensión de todo el entramado). Una
observación notable de quien ha acopiado material heterogéneo
para la comprensión de un hecho y descubre que la mirada objetiva,
distanciada del historiador, sobre su material es insuficiente. Así
como un hecho histórico no está construido por una sola voluntad ni
por una sola determinación ni por un solo actor (usualmente nos
dicen que son los presidentes, o los generales, o los políticos, o
cualquier figura de autoridad la que hace posible la historia de un
pueblo y no el pueblo mismo), Alape observa que es una suma de
decisiones colectivas, de actos individuales los que modifican o
desatan los hechos que afectarán a toda la sociedad, es decir lo
que modificará el porvenir. La Historia, en últimas, es el registro de
los hechos que moldearon el presente en que vivimos. Y el presente
en que vivimos, nosotros, con nuestras decisiones personales, es lo
que modificará el futuro de los demás, por eso todos hacemos la
historia, con nuestros actos, con nuestra acciones, con nuestras
omisiones o con nuestras decisiones personales.
Una de las cosas que han modificado mi vida y ha condicionado mi
decisión de ser artista, es la experiencia de haber visto a los
dieciséis años la obra de teatro El Paso del Teatro La Candelaria.
Fue el mayor aguacero de sol a que haya asistido el grupo. Para
esa época se transmitía en televisión la serie Fuego Verde y en el
pueblo se filtró la noticia de que uno de los villanos de la serie, el
actor Álvaro Rodríguez, estaría actuando en el teatro municipal. La
taquilla se agotó el día del rumor. Cuando el grupo entró en escena,
un enjambre de niños y adolescentes atraídos por la observación
cercana de la celebridad, se habían trepado en las columnas y
tramoyas de hierro fundido de ese viejo edificio construido por un
arquitecto austriaco para las grandes representaciones que el
pueblo nunca tuvo. Cuando los jovencísimos espectadores
identificaron a Álvaro Rodriguez, prototipo del macho de la
televisión con el hijo maricón de esa fonda desolada en medio de un
cruce de caminos colombianos, empezó la rechifla y los
comentarios de doble sentido y los piropos mordaces, qué culito tan
bonito, y otras formas de amor de Santander apenas parecidas. El
paso, cuya tensión dramática se sostiene en aquello que los actores
callan, no en lo que dicen, es una obra hecha de silencios
significativos. Esta vez fue un silencio cargado con ruido de fondo.
4. Santiago García le dijo a Carlos Vásquez, director del departamento
de extensión cultural y artística de entonces, que era una falta de
respeto y una irresponsabilidad el haber metido a toda esa chusma
en el teatro y que, de lejos, era la peor función de su vida. En
cambio para mí fue la mejor experiencia de todas, porque aquello
que vi en esa sala de teatro era lo que me interesaría hacer por el
resto de mi vida. Debo aclarar que nunca me convertí en actor, pero
que la atmósfera de terror y descomposición moral de esa obra era
lo más parecido a lo que había ocurrido en el pueblo donde yo
había vivido y que ese truco visto en el teatro es el que sigo
intentando reproducir cada vez que escribo un texto narrativo: la
atmósfera.
Santiago García, director del teatro La Candelaria y director de
escena de Guadalupe Años Sin Cuenta ha dicho que el arte no
nace por generación espontánea, sino que surge tras haber
propiciado las condiciones para que los seres humanos piensen la
realidad de una forma simbólica. También ha dicho que el arte
puede esclarecer en la mente de un pueblo los valores de la
humanidad, es decir: que el arte puede cambiar las ideas que la
gente tiene sobre lo que es realidad, o sobre lo que nos han
impuesto como realidad en un momento determinado. Esta es una
de las más acertadas explicaciones que alguien haya dado del arte:
que no solo transforma la vida de un artista sino que el arte
verdadero es capaz de modificar la forma en que piensan quienes
se acercan como espectadores o lectores o público.
Encontré el video de Guadalupe años Sin Cuenta ayer, en un
archivo mundial de teatro en internet. Para quienes no tuvimos la
suerte de ver la obra en los años de madurez de la creación
colectiva del Teatro La Candelaria es una experiencia reveladora
ver esa obra compuesta por multitud de puntos de vista, por las
voces y tonos y giros de una época y la mirada de una Colombia
profunda que sigue vigente, un drama comentado por los cantos de
juglaría que van engarzando los avatares de una nación entre
cuatros, maracas y arpa llanera. Verla así, aunque esté distanciada
por la pantalla y mutilada en los detalles por planos diagonales, y
con ecos en las voces, aunque sea una obra de teatro vista en
video, sigue viva, y resulta elocuente en el contexto actual de
Colombia. Verla ahora es una experiencia capaz de transformar las
ideas que tenemos sobre nuestro país y sobre temas tan actuales
como el proceso de paz presente (y los del pasado), el invocado
pos conflicto y las trampas del poder ejercido sin democracia.
Ver Guadalupe Años Sin Cuenta en línea
5. Estrenada el 11 de junio de 1975
Ficha artística y técnica
Grupo: Teatro La candelaria
Dramaturgia: Creación Colectiva
Dirección: Santiago García
Actores-Autores: Fernando Mendoza, Graciela Mendéz, Alvaro
Rodríguez, Hernando Forero, Francisco Martínez, Santiago
García, Fernando Peñuela, Clara Inés prieto, Alfonso Ortíz,
Patricia Ariza, Oberth Galvez, Luz Marina Botero, Carlos
Parada, María Helena Sandoz, Manuel Gil y Fernando Cruz.
Escenografía y vestuario: Santiago García
Afiche: Carlos Duque
Música: Hernando Forero y Fernando Peñuela
Fotos: Jaime Valbuena, Antonio Salcedo, Luiz Cruz y Carlos
Mario Lema
En la elaboración de Textos se contó con la colaboración de
Arturo Alape