El documento discute el compromiso necesario de todos los involucrados en la educación superior, especialmente los docentes, para garantizar el éxito de cualquier política destinada a mejorar la calidad de la enseñanza. Explica que los líderes institucionales deben motivar a los decanos y jefes de departamento y convencer a la comunidad de la importancia de una cultura de calidad. Los profesores son actores clave en la evaluación de la calidad mientras que los estudiantes son los principales beneficiarios e influyen en la política a través de debates.