Los culpables de todos los males... La reforma educativa y los maestros.
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LOS CULPABLES DE TODOS LOS MALES…
Motivado por una natural curiosidad, derivada ésta de múltiples aseveraciones que
he leído recientemente en los periódicos y las redes sociales, las cuales se
refieren a la responsabilidad que diversas personas y grupos les atribuyen a los
maestros, señalándolos con índice de fuego como responsables de innumerables
hechos y circunstancias negativas que vivimos actualmente, me aventuré a
buscar, con una cierta intención de probar una hipótesis, una frase en Google:
“Los culpables de todos los males…”, a propósito, obvio es, de todas estas
imputaciones.
Los resultados generados fueron por demás, interesantes. En primer lugar
apareció este encabezado: “La teoría de cómo Goku es culpable de todos los
males...”, se refiere por supuesto, al personaje de los dibujos animados de Dragon
Ball Z. En segundo lugar, se lee: “(Eva) ¿es culpable de todos los males de la
humanidad?, lectura que remite a una página de estudios sobre mitos existentes
en torno a la Biblia. En tercer lugar, surge este título: “Explosión demográfica,
culpable de todos los males”, que se trata de una entrevista sobre la falta de
planeación familiar y sus consecuencias. En cuarto lugar, se destaca esta línea:
¿Se dice que la ciencia es culpable de todos los males de la sociedad…? cuestión
que es planteada en un foro de Yahoo Respuestas para obtener diversas
opiniones. Finalmente, en quinto lugar, se puede leer con un singular orgullo y
entusiasmo: “Los maestros no son los culpables de todos los males de la
humanidad…”, un artículo de opinión de un Blog informativo de Effeta, firmado por
Mario Ortiz Murillo.
Que tranquilizador resulta encontrar el adverbio “no” que precede a la frase “son
los culpables”, porque se siente uno, como profesor, liberado parcialmente de esa
aplastante carga emocional, laboral, ética, física y económica, representada por
los continuos y exacerbados ataques dirigidos en contra del gremio magisterial. Y
es que con tantos cuentos chinos que uno escucha de todas direcciones, con ese
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cúmulo de noticias y comunicados perversos, con los editoriales y artículos de
incontables plumas farsantes y colaboracionistas, muchos terminamos por creer lo
que no es verdad, al más puro estilo de Göbbels, quien estuvo al frente de la
propaganda del Partido Nazi, y basaba su actuar en esta vieja, pero efectiva
estrategia, por cierto, muy vigente hoy: “Una mentira repetida mil veces, se
convierte en verdad”.
Ha sido muy socorrida por algunas instituciones, organismos o asociaciones, esta
siniestra maniobra para venderle a la opinión pública, una infamia encubierta de
buenos propósitos: la reforma educativa, misma que en la mayoría de las nuevas
disposiciones que contiene, alude a los maestros, su investidura y su respetable
profesión, en un sentido que en ocasiones, agravia con su tono despótico.
De esta manera, se lanza una ofensiva contra los maestros empleando una
publicidad vil que pretende garantizar para los “genios” creadores de la reforma, el
respaldo absoluto y mayoritario de la sociedad, mediante el ofrecimiento de un
ardid: una educación a la que se agrega el complemento “de calidad”; condición
sustentada en la descalificación y la anulación de los maestros… de todos los
maestros sin excepción. No hay que confundirse, hablamos del gremio en su
conjunto. Nadie excluye del fracaso educativo a los maestros que siempre están
en las aulas, a los que cosechan méritos y medallas, a los que guardan silencio o
son apáticos, ni tampoco a los del “Sindicato”; no hay pues, quien quede a salvo
de tales acusaciones, se trata en suma, del magisterio nacional, ni más ni menos.
Ante esta arremetida, particularmente contra los docentes, surge en consecuencia
una duda: ¿Por qué sólo la educación? ¿Por qué solamente los maestros? Y si
hay buenos intenciones de quienes han orquestado toda esta representación, ¿por
qué las amenazas? A propósito de esto, una vez alguien dijo: cuando los
argumentos y la razón no son sólidos y confiables, hay que recurrir a la
intimidación; esto conlleva un problema: en ocasiones funciona a determinados
fines, pero en otras coyunturas, es totalmente contraproducente.
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Es aquí donde los maliciosos disfraces de la “sesuda” reforma comienzan a caer y
los débiles argumentos ceden el paso a la verdad. ¿Educación de calidad?
¿Evaluación universal para la permanencia en el servicio?
Pudiera ser, pero abriendo más el abanico de la reflexión nos preguntamos:
¿México no requiere acaso Salud de calidad? ¿Seguridad de calidad? ¿Justicia de
calidad? ¿Empleos de calidad? ¿Salarios de calidad? ¿Comunicaciones y
transportes de calidad? ¿Energía de calidad? ¿Congresos de calidad? y
especialmente, ¿Gobiernos de calidad?
¿Por qué no elevar a rango constitucional todos estos aspectos y otro más
que los mexicanos nos merecemos y que nos han sido menguados o
arrebatados por quienes ahora nos señalan?
¿Por qué no evaluar constantemente el desempeño de todos estos
trabajadores y condicionar su permanencia en el empleo o cargo, sujeta al
logro de esa calidad pretendida, en igualdad de condiciones que a los
maestros?
¿Por qué no “castigar” a los líderes sindicales corruptos que operan en las
organizaciones gremiales del conjunto de los trabajadores?
¿Por qué los hijos profesionistas de los maestros y los demás ciudadanos
con una carrera, no pueden participar en concursos públicos para obtener
una plaza en las diversas dependencias e instituciones de gobierno, con la
transparencia y rigurosidad que se realiza en educación?
¿Por qué vemos a los hijos de tantos personajes conocidos de las
instituciones públicas, ocupando espacios heredados, sin que nadie diga
algo?
Para los maestros, la niñez constituye una razón para luchar y esforzarse; en
cambio para los creadores de la reforma educativa, los alumnos representan una
justificación, un medio para alcanzar objetivos que se tornan oscuros ante la
sociedad. Si esgrimimos la bandera de los niños para defender las modificaciones
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constitucionales y las nuevas leyes ¿por qué no se garantiza a todos los infantes
de este país una vida de calidad en los distintos ámbitos señalados?
Todo está cubierto por máscaras, por sombras, por verdades a medias y mentiras
enteras, por justificaciones y omisiones, por hilos y títeres, por mezquindades e
ignominias que se hunden por el propio peso de su alevosía.
Las respuestas al cúmulo de interrogantes antes expuestas son evidentes, las
saben, como los maestros las conocen también, aquellas mentes torcidas que
idearon esta reforma educativa; porque se trata en suma, de vulnerar a todos
aquellos que representen un gasto significativo del erario “público”, sin importar si
son médicos, electricistas, telefonistas, campesinos u obreros, policías, petroleros
y desde luego, los maestros, estos últimos, que son los más… que son muchos…
que son una “exageración”, al menos en la idea de esas personas que se han
creído su propia estupidez y que se sienten los “héroes de la película”.
Es vergonzoso admitirlo, pero qué simple y qué ordinaria se hace la reforma,
cuando sólo está sostenida por el regateo de recursos humanos, financieros y
materiales en el ámbito educativo, que es hasta donde lo escuchamos en
repetidos discursos, la “prioridad mayor” del Estado.
Por supuesto, en honor a la verdad, no todo está teñido de negro en esos “sanos”
propósitos que persigue la reforma educativa, nadie puede ser tan insensato como
para no ofertar un anzuelo que sirva para persuadir a los más cándidos. Existen
en la reforma, algunas líneas de trabajo que son aceptadas desde antes y ahora,
por los maestros, aspectos que no revisten mucha discusión en los ámbitos de
incentivos, la evaluación como un proceso de “comprensión y mejora” opuesta a la
evaluación punitiva o coercitiva, algunos programas o proyectos, entre otros. Sin
embargo, los costos de estos contados aspectos positivos, no pueden ser tan
elevados, al grado tal que se tenga que aceptar como moneda de cambio, la
dignidad, el reconocimiento, la historia y los derechos laborales de los maestros.
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La crisis que vive el país en diversos campos en los que se pueda apreciar esta
realidad indeseable y prolongada, no es en absoluto responsabilidad del
magisterio. Torpes son aquellos que han querido sembrar esta mentira ruin y que
promueven el encono hacia los profesores, porque están escupiendo hacia arriba.
La política educativa no la diseñan los maestros, tampoco la organizan y
coordinan, solamente la operan, con mucho esfuerzo y dedicación, en escuelas y
aulas muchas veces llenas de carencias, con niños que tienen hambre, con
alumnos que provienen de familias precarias y devastadas por una economía rota,
por la inseguridad, por los estragos de la corrupción, por la impunidad, por los
vicios que la publicidad vende, por un inadecuado uso de los medios de
comunicación, por la incertidumbre, por la pobreza y la desesperanza…
Así las cosas, podemos arribar, como conclusión, a una contundente verdad, a
una realidad que aplasta todo intento de calumnia, a un hecho que supera toda
tentativa de socavamiento de la profesión docente: LOS MAESTROS NO SON
LOS CULPABLES DE TODOS LOS MALES… antes bien, son de los pocos
hombres y mujeres que se esmeran en concretar los sueños legítimos de sus
alumnos, de esos niños que en este mundo adverso, aspiran a ser felices más allá
de las aulas.
La solución al problema de la calidad educativa no es endosable al maestro
unilateralmente, como una panacea definitiva. La solución parece estar, en
cambio, aderezada de términos que de forma extraña fueron relegados en la
reforma: participación, integración, respeto, diálogo, consenso, contextualización,
corresponsabilidad, ponderación, equilibrio, etc., en síntesis, todos los conceptos
que podrían configurar un escenario verdaderamente democrático, donde el éxito
sea compartido entre todos los actores educativos... ¡todos!... Desde la plataforma
hasta la cúspide de la pirámide; donde el conjunto actúe con responsabilidad,
compromiso y convicción… sólo así las palabras vacías que resuenan en los
recintos y los protocolos, en las columnas impresas y en los medios electrónicos,
se convertirán en significados más cercanos a los hechos, a esa realidad mejor
que todos anhelamos.
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De otra manera, si el empecinamiento persite, una modesta sugerencia dejo a su
más justa consideración: que cada quien se vea al espejo y encuentre una mejor
ruta para buscar culpables…
Profr. Pedro Arreola Coronel.