El documento describe a la "élite dorada" que gobierna Chile, compuesta por dirigentes de izquierda penetrados por valores neoliberales que desean ser parte del poder político para acceder a privilegios de la clase dominante. Estos provienen de contextos carenciados y buscan adoptar modos de vida burgueses para pertenecer a esa clase sin tener que disputar el poder de forma permanente. Su objetivo es cambiar la constitución para imponer principios neoliberales y neomarxistas que desprecian las raíces populares de Chile.
1. LA GENTE QUE GOBIERNA EL REYNO DE CHILE
Por Alexis López Tapia
Quiérase admitir o no, y con independencia de sus resultados objetivos y subjetivos, positivos y
negativos, durante el último tercio del Siglo XX Chile vivió efectivamente una Revolución –por algunos
pánfilos llamada “silenciosa”–, que importó un cambio de sentido relevante en la escala de valores, y
con ello en la Cultura, de un relevante porcentaje de la sociedad chilena.
En términos políticos, este cambio implicó que los sectores conservadores, anteriormente mayoritarios
tanto en la “izquierda” como en la “derecha” tradicionales –y recordemos al respecto que,
históricamente, el PC fue uno de los partidos más conservadores de Chile–, fueran desplazados,
perdieran fuerza, y transfirieran poder a sectores liberales, para ser más precisos, a sectores neo-
liberales y neo-marxistas.
Tanto el Liberalismo como el Comunismo son principios de acción política, y ambos principios, durante
el último tercio del siglo pasado, fueron remodelados ideológicamente por la irrupción de las tesis pos
estructuralistas, es decir, por el deconstruccionismo. Es de allí entonces, que surge la “novedad” que
implican el neo-liberalismo y el neo-marxismo.
2. En efecto, las tesis del neo-liberalismo, que no se remiten como mucho creen, exclusivamente al ámbito
económico, permearon tanto a la “izquierda” como a la “derecha” tradicionales. De hecho, el mismo
concepto con algunas diferencias de enfoque, fue utilizado por la “izquierda” norteamericana para
describir su ideología: dos de los representantes más destacados de ese “neo-liberalismo de izquierda”,
son Bill Clinton y Al Gore. Lo mismo sucedió con las tesis neo-marxistas que implicaron el surgimiento de
la “nueva izquierda” como corriente, es decir, de una izquierda valóricamente (neo) liberal.
Este hecho explica la existencia de la “élite dorada”, la “clase reinante” en la “izquierda”: esa que aspira
“a reinar”, para ser como la “clase dominante”. Por eso, quieren ser presidentes, ministros, diputados o
senadores: desean ser parte del poder, y ser los que gobiernan el reino.
A esta “clase” pertenece, por ejemplo, el ex ministro del interior, Rodrigo Peñailillo, que en virtud de ello
–trajes de alto costo, modales seudo refinados, “buen gusto” (burgués) y aparente “elegancia” (porque,
como dice el dicho, “aunque la mona se vista de seda…: usted sabe)– pensó que bastaba para hacerse
cargo de la vicepresidencia del país.
Por eso, precisamente, se ganó en corto tiempo el mote del “galán rural”, una crítica mordaz y
demoledora, que provino de su propio sector, no de la “derecha”.
A esa “clase” entonces, pertenecen la mayoría de los dirigentes de la llamada “G90”, que Michelle
Bachelet incorporó a su gobierno: una “izquierda”, totalmente penetrada por los valores del neo-
liberalismo, no en el ámbito restringido de sus tesis económicas, sino en el ámbito mayor y más
relevante de su escala de valores, es decir, de su Cultura.
Son, en efecto, liberales en lo valórico, y por ello no tienen problemas en adoptar las modas, modales y
gustos de la “clase dominante”, a la que no pertenecen directamente (y seguramente nunca
pertenecerán), sino de modo indirecto, gracias al poder que les otorga temporalmente “reinar el reino”.
Y no se trata de una cuestión netamente generacional: basta ver a connotados miembros de la
generación de los ’80, la G80 –esos que crecieron “pateando piedras” (y “tirándoselas a los pacos en las
protestas”)–, ahora Ministros de Estado, que cambiaron las peñas, las chelas, los chalecos de “lana
artesa” y los jeans desteñidos, por “Eventos Top”, “Havana Club Máximo extra añejo”, Armani y Hugo
Boss, aunque les “sobren kilos y les falte vergüenza”, para lucirlos en buena forma.
Y es que como ellos mismos señalan: “La construcción de la acción política está cambiando. Los viejos
vienen del texto de Marx, pero nosotros venimos de la experiencia de vida, es eso lo que le traspasamos
a la política, y eso no es algo menor”1
.
¿Y cuál es esa experiencia de vida?: La respuesta es simple: carencias y resentimientos.
Todos ellos crecieron en un Chile que –históricamente–, siempre tuvo carencias. En lo económico sin
duda alguna. En lo material, absolutamente. Y por cierto, en lo cultural, en lo educacional, en lo artístico,
en lo científico, en lo familiar, en lo social… en todo.
3. Ellos construyeron esa “experiencia de vida” a partir de esas carencias. Y claro, son las carencias el
motor fundamental del resentimiento, de la “noción de clase”: la matriz misma de las tesis materialistas,
que ellos heredaron modificadas por el deconstruccionismo.
Eso explica, en el plano valórico, ético y moral, por qué estuvieron dispuestos sin asco a ser financiados
por empresarios de “derecha”, más aún, por empresarios “pinochetistas”: son los valores (neo) liberales
que determinan el que “pecunia non olet”, que “el dinero no tiene olor”. Y para reinar hace falta dinero.
Eso explica que el propio hijo y la nuera de la Presidente, estuvieran totalmente dispuestos a realizar un
negocio que los haría ricos “a la pasada”, para así acceder de manera automática, a ser parte de la “clase
dominante”, sin tener que “rebajarse” a disputar nunca más el poder del “reino”, para acceder a esas
prebendas de modo temporal.
Pero, tal como en su momento señaló con toda honestidad Daniela Aranguíz, la mayoría de ellos ni
siquiera tiene “la pura cara de cuicos”. “Se les nota la ojota y la oreja negra”, como decía una vieja
amiga.
No sólo son “provincianos” llegados “a vivir a la ciudad”, sino aún más, son provincianos que desprecian
profundamente sus propias raíces.
No quieren pertenecer al “pueblo” (tanto al geográfico como al social), y por ello hablan de la “gente”
(del “gens” romano, es decir, los que poseían gentilicio, es decir, linaje). Por eso en sus conductas,
modas y costumbres, rechazan consciente o inconscientemente lo verdaderamente “popular”, lo
verdaderamente auténtico que aún queda en nuestra Patria.
Y esa es la misma “gente” que, (neo) liberalismo y (neo) marxismo de por medio, quiere cambiar la
“Constitución de Pinochet” (aunque en realidad sea de Lagos), por una “Neo Constitución Ciudadana”,
donde se cambien principios fundamentales como el de Subsidiariedad, el de Propiedad, el de Libertad
de Enseñanza, la Libertad de Expresión, el Derecho a la Vida y a la protección del que está por nacer,
entre otros, por criterios fundados en esos “valores” neo liberales y neo marxistas.
Da lo mismo entonces, todo el tinglado jurídico que Fernando Atria y otros le quieran dar a la “Asamblea
Constituyente”: no tiene importancia alguna cómo lo harán, da lo mismo el “mecanismo” que utilicen.
Lo que sí importa, de veras, es cuáles son los Principios y los Valores que están detrás del cambio de la
Constitución, y quiénes son los que los están impulsando:
Es esa “gente” que hasta ahora ha venido gobernando el “Reyno de Chile”, y usted ya sabe cómo son.
1
“El Manifiesto del G90”, en The Clinic.