2. Voz del que clama en el
desierto: preparad el
camino al Señor,
enderezad las sendas…
Estaba Juan en el desierto
bautizando y predicando
el bautismo de
penitencia para la
remisión de los pecados,
y acudía a él gente de
todo el país de Judea…
y recibían de su mano el
bautismo en el Jordán.
Mc 1, 1-18
3. Llamada a la conversión
En este segundo domingo de Adviento la liturgia
resalta las figuras de Isaías y Juan Bautista. La voz
del profeta resuena con fuerza ante la inminente
llegada del Señor. Es una voz recia, clara, que
traduce el deseo de Dios: preparemos el camino
para el encuentro, de tú a tú, con él.
4. Llega el Hijo de Dios:
este acontecimiento ha
de sacudir nuestro
corazón. Es Dios quien
tiene la iniciativa, quien
da el primer paso hacia
la humanidad.
Para recibirlo, Juan
Bautista nos urge a
cambiar nuestra vida y
convertir nuestros
corazones.
5. La conversión y el perdón nos ayudan a
purificarnos por dentro, para que el Niño Dios
pueda encontrar en nosotros un pesebre cálido
para su nacimiento.
6. …es limpiarnos de todo aquello
que estorba la entrada de Dios.
…es arrojar lejos las pesadas losas
del orgullo, la frivolidad, la envidia,
la vanidad.
Allanar los
caminos
…es cambiar
actitudes,
percepciones
erróneas
sobre el
mundo y los
demás.
7. Pero a veces nuestras fuerzas solas no bastan
para barrer todos los obstáculos. Es entonces
cuando hemos de volver la mirada hacia Dios,
dejando que su Palabra penetre en nosotros
con su fuerza poderosa.
8. Sólo Dios puede nivelar
nuestra mente, rebajar el
orgullo, enderezar lo
torcido, pulir lo escabroso.
Dios quiere que nuestro
corazón sea una autopista
amplia para deslizarse con
suavidad por nuestra vida.
A partir de este encuentro,
el ser humano encuentra su
plenitud, que lo llevará a
convertirse en otro Cristo,
ungido, amado de Dios.