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La era liberal
En las últimas décadas del siglo XIX, en América Latina se crearon las
condiciones para una profunda transformación política, económica, social y
cultural que no sólo dio pruebas de la integración a los grandes procesos de
modernización incitados en Europa por la Revolución Industrial y por los
progresos del constitucionalismo liberal, sino que también profundizó las
brechas entre las diferentes vías nacionales transitadas por cada país.
En líneas generales, la transformación consistió en el inicio de un largo período
durante el cual :
• se consolidaron las estructuras de los estados-nación y se atenuó
el caudillismo;
• se produjo el boom de la economía de exportación de materias
primas hacia los mercados europeos;
• los ferrocarriles comenzaron a surcar los inmensos espacios
latinoamericanos, favoreciendo la movilidad territorial y social;
• y millones de inmigrantes europeos llegaron a las costas
latinoamericanas revolucionando la composición demográfica de
algunos países.
En los regímenes liberales que se establecieron en varios países se produjo
una momentánea tregua en la antigua disputa entre las ideologías
irreconciliables de liberales y conservadores. Sin embargo, los efectos de la
agitada modernización promovida por esos mismos regímenes no tardaron en
generar reacciones que los pusieron en crisis.
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El ocaso de la era liberal
La gran transformación que tuvo lugar en América Latina durante la época
liberal plantea, a inicios del siglo XX, los clásicos problemas de los procesos
de modernización.
En el plano político, el crecimiento de la escolarización y la ampliación de la
ciudadanía política sometieron a una dura prueba al elitismo de los regímenes
liberales y se expresaron en el crecimiento de nuevos movimientos políticos
decididos a combatirlos.
En el plano social, volvieron más evidente la urgencia del conflicto moderno
entre el capital y el trabajo, y la importancia del rol del estado para hacerle
frente.
En el plano económico, el extraordinario crecimiento de las décadas
precedentes hizo emerger su lado oscuro: la vulnerabilidad y el desequilibrio
de un modelo de desarrollo basado en el comercio exterior.
Por último, en el plano ideológico, el clima comenzó a cambiar en forma
rápida; el mito del progreso tendió a sustentar una vasta reacción
nacionalista, que contribuyó a alimentar tanto el intervencionismo militar
estadounidense en Centroamérica y el Caribe como la declinación de la
civilización europea en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.
5. El ocaso de la era liberal
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Corporativismo
y sociedad de masas
La Gran Depresión de los años treinta del siglo XX acentuó la crisis del
liberalismo en América Latina así como también contribuyó a hacer
descarrilar la ya delicada transición hacia la democracia política en la
mayoría de los países. Sin embargo, y al igual que en gran parte de la Europa
latina, el pasaje a la sociedad de masas se produjo a través de
instituciones e ideologías antiliberales y en muchos casos abiertamente
autoritarias.
Comenzó entonces una nueva primavera de las concepciones sociales y las
prácticas políticas corporativas, de las cuales fue consecuencia el renovado
protagonismo político de las fuerzas armadas y de la iglesia católica.
La larga noche en la cual entraron la civilización burguesa y la democracia
representativa tuvo por correlato la difusión de las grandes ideologías
totalitarias del siglo XX, es decir, el fascismo y el comunismo, en las que
se inspiraron numerosas corrientes sociales y fuerzas políticas. Nacionalismo
político y dirigismo económico fueron rasgos distintivos de la nueva
etapa.
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La Edad del Populismo Clásico
Además de cortar los antiguos y ya debilitados vínculos que habían unido a
América Latina con Europa y establecer desde los albores de la Guerra Fría su
pleno ingreso a la órbita estadounidense, la Segunda Guerra Mundial aceleró
en toda la región los procesos de modernización en curso desde hacía ya
varios decenios.
De hecho, creció la industrialización, alentada por la amplia adopción de un
modelo económico orientado a protegerla y a sustituir importaciones, y
también se incrementó, a ritmo sostenido, la movilidad de la población en
cada país, a menudo atraída por el desarrollo de la economía urbana y
expulsada por la concentración de la tierra en el campo.
La madurez de la sociedad de masas se expresó, en principio, en una oleada
de democratización política y social. Sin embargo, en la mayor parte de los
casos rompió de inmediato los marcos de la democracia representativa y
encontró expresión en una creciente polarización política e ideológica.
El ejemplo más típico lo constituyen los regímenes populistas, los cuales
perseguían la integración social de los nuevos sectores y, en nombre de la
unidad nacional, conculcaban la democracia política.
9. La Edad del Populismo clásico
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Los años sesenta y setenta:
El ciclo revolucionario
En 1959, la revolución cubana echó fuego a la pólvora de un ciclo
revolucionario que se prolongaría durante veinte años.
Acentuados por la Guerra Fría y el conflicto ideológico que la caracterizaba, los
efectos a menudo traumáticos de las rápidas transformaciones sociales de la
posguerra y el frecuente colapso de las instituciones democráticas bajo el peso
del militarismo o del populismo alimentaron, en la década de 1960, un
clima imbuido de utopías revolucionarias y violentas reacciones
contrarrevolucionarias.
En muchos casos, el camino del nacionalismo y el socialismo confluyeron en
el terreno político e ideológico, inspirados por el régimen castrista y la teoría y
praxis revolucionarias de Ernesto Guevara -que influyeron en el nacimiento de
numerosos movimientos guerrilleros-, o en el terreno económico, donde la
Teoría de la Dependencia propició un desenlace socialista de las injusticias y
contradicciones de la economía global.
También incidió en el terreno religioso, en el que la Teología de la
Liberación teorizó el diálogo y la colaboración entre cristianismo y marxismo.
Finalmente, en el plano internacional, el antiamericanismo se robusteció y
se extendió a gran parte del continente, creando serias preocupaciones en los
Estados Unidos acerca de su hegemonía en el hemisferio.
11. Los años sesenta y setenta: El ciclo revolucionario
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Los años sesenta y setenta:
El ciclo contrarrevolucionario
En América Latina, la oleada revolucionaria de los años sesenta y setenta
fue sofocada por una violenta oleada contrarrevolucionaria, de gran
envergadura, que condujo al nacimiento de numerosos regímenes
militares, incluso en países de sólida tradición democrática.
La Guerra Fría (y la Doctrina de la Seguridad Nacional, su fruto) funcionó
como legitimación de la acción militar, que se injertó en la ya consolidada
cepa del militarismo latinoamericano.
Quienes tomaron el poder por la fuerza no se limitaron a restablecer el
orden, sino que se propusieron desbaratar la coalición populista y transformar
la estructura económica de los respectivos países, favoreciendo la
acumulación del capital necesario para el despegue industrial.
Fueron regímenes a veces tan largos que, a partir de los años setenta, se
caracterizaron no tanto por el elevado grado de represión indiscriminada,
sino por la decisión de dejar atrás el modelo desarrollista e invocar las
reformas neoliberales.
13. Los años sesenta y setenta:
El ciclo contrarrevolucionario
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La Década Perdida
y la Democracia (re)encontrada
En el transcurso de los años ochenta, la mayoría de los países
latinoamericanos que en las dos décadas precedentes había entrado en el
oscuro túnel del autoritarismo, recuperó la democracia, por lo general
después de largas tratativas y algunos pactos entre las fuerzas armadas y
los partidos políticos. Así fue al menos en la parte meridional del hemisferio.
En cambio, para América Central esa misma década fue la de mayor
violencia política, durante la cual los conflictos intestinos en varios países del
istmo se mezclaron en forma explosiva con la última y virulenta fase de la
Guerra Fría, y en cuyo transcurso el presidente estadounidense Ronald Reagan
no escatimó medios para aislar y derrocar al régimen sandinista de Nicaragua.
La democratización convivió durante largo tiempo con una tremenda recesión
económica, cuyo aspecto más dramático fue la crisis del endeudamiento que
afligió a casi todos los países de la región.
En general, las nuevas democracias nacieron en un contexto desfavorable
y, en la mayor parte de los casos, se revelaron frágiles y sujetas a antiguos
vicios.
15. La Década Perdida y la Democracia (re)encontrada
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La Edad Neoliberal
Si bien los años noventa habían comenzado bajo el signo del Consenso de
Washington -un vasto plan de reformas económicas liberales con el que
terminaba la larga etapa de los modelos de desarrollo dirigistas en la región-, se
cerraron con evidentes señales de crisis, anunciadas por recurrentes
cimbronazos financieros.
En algunos países las reformas liberales fueron aplicadas de manera
gradual y coincidieron con la consolidación de las instituciones democráticas,
mientras que en otros acentuaron su fragilidad, desembocando en graves
crisis sociales y reiterados episodios de inestabilidad política.
Las transformaciones provocadas por la apertura económica y las reformas
del estado fueron acompañadas por el retorno de las corrientes
antiliberales y el nacimiento de nuevos movimientos sociales, entre los
cuales emergieron con fuerza inédita los indigenistas.
Entretanto, el clima democrático alentó los procesos de integración
económica entre los países latinoamericanos así como con los Estados
Unidos, aunque en este último encontraron fuertes oposiciones.
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El nuevo siglo:
entre el futuro y el dejà vu
La primera década del siglo XXI fue un verdadero vía crucis para América
Latina. Aunque en ciertos aspectos los diversos países de la región habían
alcanzado similares condiciones, con más frecuencia tomaron caminos
disímiles debido a las peculiares circunstancias de su evolución histórica.
A unir América Latina durante buena parte de la década contribuyeron tanto
el sostenido crecimiento económico (impulsado tanto por el de los Estados
Unidos como por la demanda china), como la tendencia general a elegir
gobiernos de izquierda, decididos a poner un freno a las políticas neoliberales
de la década precedente.
En cambio, el grado de consolidación de la democracia representativa
varió entre cada nación. A los casos en los que esta había echado sólidas
raíces se oponen otros que, exhibiendo credenciales revolucionarias, han
reverdecido el populismo clásico, a veces en coincidencia con la
radicalización del indigenismo.
Déjà vu (/deʒa vy/, en francés ‘ya visto antes’) es un tipo de amnesia del reconocimiento (en
contraposición a las paramnesias del recuerdo) de alguna experiencia que sentimos que ya hemos
vivido previamente.
19. El nuevo siglo: entre el futuro y el dejà vu
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