1. Domingo I de Cuaresma. Marcos (1,12-15). 22 de febrero 2015.
Publicado por LMV en http://erealcala.blogspot.com por el Departamento de Jóvenes de Cáritas Diocesana de Alcalá de Henares.
LA PALABRA ES VIDA
La vida que nace del Evangelio para cada semana …
CÁRITAS DIOCESANA DE ALCALÁ DE HENARES
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días,
dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron
a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”.
Hasta el fondo. ¡Tiene cada ocurrencia el Espíritu! Como el viento, lo suyo es empujar, mover;
y a veces –muchas- nos desconcierta. Si nos dejamos conducir por Él, nos mete por caminos
inesperados, incomprensibles. A Jesús, desde luego, lo trajo por la calle de la amargura; ¡mira
que empujarlo al desierto, para que allí se dejara tentar por Satanás!
Es una manera de meterlo en pleno remolino de esta vida nuestra. Jesús venía para vivir a tope,
sin mitigaciones, nuestra vida; para cumplirla hasta el fondo esta condición nuestra que, si ya
era dura de por sí, más la habíamos endurecido al entrar en la inútil aventura del pecado. Y ese
pecado sería el único límite: en todo lo demás, Jesús quería ser semejante a nosotros. Por eso
quería experimentar en propia carne lo que es estar aquí, en plena corriente, donde es mayor la
turbulencia de las aguas, sin ningún asidero; ver cómo se siente uno cuando el hambre, el calor
y la soledad han ido socavando sus resistencias, hasta dejarlo casi a merced del primero que
llegue; sentirse como dejado de la mano de Dios. Bajar, Él también, hasta la difícil coyuntura de
la tentación. Y, desde ahí, hacernos ver cómo esa lucha no tiene por qué avergonzarnos, ni
hacer que nos sintamos culpables. Que esa pelea puede sentirla cualquiera, porque va dentro de
la innata pobreza de la humanidad. Que el pecado sólo aparece cuando alguien, cansado y
desanimado, baja la guardia y se rinde. Pero que Dios nos dará siempre la fuerza que
necesitamos para vencer.
Pienso que ocurrió algo más en ese dejarse tentar de Jesús. Pudo ser ahí donde empezó a tomar
fuerza una intuición que ya venía Él, desde hace tiempo, barruntando: que el hombre (la mujer)
-visto así, desde dentro- no es tan malo como parece, que la ceguera y la ignorancia son en
nosotros mucho mayores que nuestra maldad; que somos más dignos de lástima que de
castigo. Y esa intuición iría después confirmándose, madurando en Jesús, a lo largo de su
contacto con los hombres, hasta hacerse evidencia al final de su vida. Tan clara quedaría en Él
esta verdad, que en el momento supremo de la cruz ya no vería, en aquellos que lo estaban
crucificando, el odio y la maldad: sólo las cadenas de sus corazones y las vendas de sus ojos.
Por eso llegó a decir –maravilloso resumen de toda la experiencia humana de Jesús-: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
¿Qué hacer nosotros? Dejarnos conducir por el Espíritu: dejar que sea su viento el que marque
el rumbo de nuestra vida. Confiar en su ayuda; y, al mismo tiempo, empuñar fuertemente la
espada, meternos sin miedo en la lucha. Cuando sintamos en nuestra carne el azote caliente de
la tentación, cuando experimentemos nuestra debilidad, nuestras caídas quizás, estaremos
mejor preparados para ver al resto de los mortales, nuestros hermanos, con los ojos de Jesús:
veremos que, en el fondo, no son –no somos- demasiado malos; quizás, eso sí, un poco ciegos
y un poco ignorantes. De ahí a amar y a perdonar, ya sólo hay un paso.
PARA TU REFLEXIÓN Y COLOQUIO:
¿Has pensado si ejercitas tu espíritu, lo educas o lo tienes fuera de juego, en baja forma?
¿Has mirado cómo reaccionas, cómo compartes, cómo perdonas y amas para contrastar tu
espíritu con el Espíritu de Jesús.?