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* Revisado y actualizado en Mayo de 2009
“Esquema para la
acción según las
virtudes en ambientes y
épocas críticas”*
Carlos V. Kesman
2
Índice
1. Introducción a la nueva Edición............................................................................................................. 3
Introducción a la primera edición............................................................................................................... 4
2. Esquema Sintético.................................................................................................................................. 5
3. Análisis de los aspectos contenidos en el GRUPO I .............................................................................. 6
a. No hay nada mejor que el propio plan................................................................................................ 6
b. El pensamiento pragmático es asistemático ....................................................................................... 6
c. Trabajar en compartimientos estancos cada día ................................................................................. 7
d. Ante lo catastrófico cómo aceptar la peor alternativa y remontarla ................................................... 8
4. Análisis de los aspectos contenidos en el Grupo II: ............................................................................... 9
4.1. Las virtudes cardinales como método ........................................................................................... 10
a) Prudencia...................................................................................................................................... 10
b) Justicia ......................................................................................................................................... 10
c) Fortaleza....................................................................................................................................... 10
d) Templanza.................................................................................................................................... 11
4.2. Las virtudes teologales como método ........................................................................................... 11
a) Introducción ................................................................................................................................. 11
b) La mansedumbre cristiana ........................................................................................................... 12
c) La fe ............................................................................................................................................. 13
d) La Esperanza................................................................................................................................ 14
e) La Caridad.................................................................................................................................... 15
5. Los límites de la confianza en nuestras propias fuerzas ....................................................................... 16
6. A modo de cierre.................................................................................................................................. 17
ANEXO I. “VIVA EN COMPARTIMIENTOS ESTANCOS AL DÍA”.................................................... 19
ANEXO II. UNA FÓRMULA MÁGICA PARA RESOLVER SITUACIONES
DE PREOCUPACIÓN............................................................................................................................. 27
ANEXO III. LAS VIRTUDES..................................................................................................................... 32
ANEXO IV. LA VIOLENCIA DE LOS MANSOS ................................................................................... 38
ANEXO V. LA FE....................................................................................................................................... 42
3
1. Introducción a la nueva Edición
En el año 1996, como consecuencia de reuniones con amigos comprometidos con la acción
del cristiano en el mundo, decidí volcar en un folleto de dos páginas, las ideas que tanto la
preocupación espiritual como la experiencia nacida de ocupar responsabilidades complejas,
públicas y privadas, enseñaban como orientación para la acción. Pero, no solamente “acción”
efectiva según la teoría de la administración, sino, fundamentalmente, además de efectiva,
que respondiera a “virtudes” a garantizar desde un punto de vista valorativo.
Pasaron los años y en el 2002 el pequeño folleto se transformó en un cuadernillo de 33
páginas que se distribuyó entre amigos en la fe.
Llegados al año 2007 y agotada la edición del cuadernillo, se realizó una revisión general
con algunos agregados, que nacen de observar las sugerencias de los amigos que lo leyeron y
aplicaron, las nuevas experiencias en la acción y en la permanente preocupación por hacer el
bien, según las virtudes, en ambientes y épocas críticas.
Como se verá, muy superior a lo que se propone por escrito, lo constituye el plan de trabajo
que implica o se deriva de la propuesta y sus anexos, lo que debe leerse, meditarse y
articularse para conseguir un método para la acción transformadora en el mundo, según las
virtudes. Nunca lo que se escribe podrá abarcar o sustituir el potencial de los originales
incluidos en los Anexos, sobre todo los basados en las Escrituras.
Se espera contribuya a lograr este objetivo.
4
Esquema para la Acción según las virtudes en
ambientes y épocas críticas
Introducción a la primera edición
Existen dos grupos de instrumentos a tener en cuenta para afrontar en forma efectiva y sin
claudicaciones las responsabilidades que nos toca afrontar en la vida en todo tipo de
escenarios, especialmente aquellos donde las virtudes y exigencias cristianas están en juego.
Al fin de cuentas estaremos permanentemente sometidos a pruebas respecto a nuestras
creencias sustanciales y a la posibilidad de lograr, en los distintos ámbitos, un ambiente de
justicia superior a la de los escribas y fariseos.
De esta necesidad hay que tener una convicción clara acorde con las más profundas
convicciones religiosas cristianas.
Estas cuestiones han sido pensadas durante mucho tiempo con motivo del desempeño en
cargos de alta responsabilidad muy conflictivos con los valores y virtudes, y costó mucho
llegar a una conclusión práctica a fin de dilucidar “cómo operar consistentemente en
ambientes adversos y de alta criticidad sin perder los principios y los valores en los que uno
cree”.
A pesar de todo siempre hay un desgaste, a veces grande, por ello la familia y los amigos son
el último reducto de defensa y buen ambiente y por ello hay que cuidarlos.
Todo este enfoque cualitativo que se propone hay que ejecutarlo en un marco de orden
alimentario y físico, luchando sobre todo contra la vida sedentaria y manteniendo una vida
interior de oración y gracia permanentes.
5
2. Esquema Sintético
Existen dos conjuntos de aspectos a tener en cuenta:
a) uno netamente secularista (Grupo I) destinado a dotar a la mente de un dominio
potente de la misma para la acción y
b) otro, cualitativo (Grupo II) que proviene de la religión católica y que contiene el
conjunto de virtudes que deben alimentar, día a día, el estado interior que permita no
claudicar en la lucha por los valores morales.
Una visión sintética del conjunto que se propone como Grupo I y Grupo II puede observarse
en el cuadro siguiente:
GRUPO I
ESQUEMA SECULARISTA
1) No hay nada mejor que el
propio plan.
2) El pensamiento pragmático es
asistemático.
3) Trabajar en compartimientos
estancos cada día (Ver anexo I).
4) Ante lo catastrófico tener un
método de salvataje para reducir
a un mínimo la pérdida (Ver
anexo II).
GRUPO II
VIRTUDES
1) Virtudes cardinales:
a) Prudencia
b) Justicia
c) Fortaleza
d) Templanza
(Ver anexo III)
2) Virtudes Teologales
a) Fe
b) Esperanza
c) Caridad (Ver anexo III)
3) La importancia de la
“mansedumbre cristiana”
(Ver anexo IV).
4) La fe (Ver Anexo V).
3. Análisis de los aspectos contenidos en el GRUPO I
a. No hay nada mejor que el propio plan
El primer requisito secularista a satisfacer es disponer siempre de un plan. Ante
realidades sobre las que se debe actuar e introducir cambios y que sean complejas y
conflictivas, la no disponibilidad de un plan lleva a perder fácilmente el objetivo final y
trascendente de la acción. Muy rápidamente el responsable de los cambios se desorienta,
pierde el rumbo y su responsabilidad transformadora se diluye.
Tener un plan significa, básicamente, contar con “sentido estratégico”. El sentido
estratégico surge de tener claro un diagnóstico de partida y una visión de la probable
evolución y cambios a introducir sobre la realidad. Si esto es así, el “sentido estratégico se
expresará en criterios para dirimir entre alternativas, facilitando las decisiones concretas sin
perder el horizonte”.
Debe quedar clara la importancia de este punto. La variabilidad de las condiciones no
controlables por el responsable de las decisiones y la volatilidad de las cuestiones reales,
sumado al complejo ambiente de las relaciones humanas y lobbies, llevarían a que, cuando
menos se perciba, el plan ya no existe y el responsable de la acción esté perdido y superado
por la realidad.
En este punto, la única salvación es tener elaborado un plan, que es el hilo conductor
por medio del cual se retorna a la conducción estratégica que garantiza el cumplimiento de
los objetivos para los cuales se ha asumido la conducción.
b. El pensamiento pragmático es asistemático
Una consecuencia destructiva de alto riesgo para quien está en la acción, es verse
superado por la realidad, perder el sentido estratégico de su misión y, para salvarse y “durar”
en su cargo o función se transforma en “pragmático”. En la práctica esta actitud se
transforma en un accionar efectivo pero sin sentido último y sustancial. Se adoptan
mecanismos prácticos y algoritmos lógicos que permiten resolver las situaciones sin analizar
a fondo sus implicancias cualitativas.
En este punto, quien decide ha sido absorbido por el “pragmatismo”. Este constituye
una actitud tal que, al hacer sus opciones, excluye las reflexiones o valoraciones basadas en
principios éticos. De esta forma se pierde la referencia a fundamentos de orden axiológico y,
por tanto, inmutables. En el momento que el plan con su contenido estratégico y valorativo
ha sido arrasado, cunde el pragmatismo y, como consecuencia, ya no es posible la defensa de
valores sustanciales.
7
Al no responder a valores inmutables, el pragmatismo lleva a negociaciones fácticas y
de compromiso con el solo objetivo de mantenerse en el poder, o sostener privilegios y
ventajas.
El pragmatismo es muy tentador cuando se ha perdido la brújula valorativa y se
impone solo el interés egoísta, individual o colectivo, alejado de la verdad. De esta forma
quien deseaba sostener una praxis de acción basada en valores termina adscribiéndose a
filosofías que se han alejado del sentido del ser. Así se llega al fracaso total de las buenas
intenciones iniciales que justificaron el compromiso con la realidad: la negación del ser
comporta inevitablemente la pérdida de contacto con la verdad objetiva y, por consiguiente,
con el fundamento de la dignidad humana.
Así, finalmente, se llegará progresivamente a una destructiva voluntad de poder.
Por ello, todo aquel que se compromete en la acción sobre la realidad debe
resguardarse de caer en filosofías que se han alejado del sentido del ser, aunque se vean
como prácticas para abordar la realidad.
En definitiva, el compromiso para cambiar la realidad, persigue como objetivo
contribuir a la liberación del hombre respecto a las ataduras terrenales y facilitar su libertad
para que decida sobre su futuro existencial. Por ello, tal como dice el Documento de Puebla,
demos tratar de ser, ante todo, titulares de la verdad. Aquí comienza el verdadero desafío
para los comprometidos en cambiar el mundo. Como dice Juan Pablo II en “Redemptor
hominis”, “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (San Juan). Estas palabras
encierran una exigencia fundamental y al mismo tiempo, una advertencia: la exigencia de
una relación honesta con respecto a la verdad como condición de una auténtica libertad; y la
advertencia, además, de que se evite cualquier libertad aparente, cualquier libertad
superficial y unilateral, cualquier libertad que no profundiza en toda la verdad sobre el
hombre y sobre el mundo.
También hoy, después de dos mil años, Cristo se nos aparece como aquel que trae al
hombre la verdad, como aquel que libera al hombre de lo que limita, disminuye y casi
destruye esta libertad en sus mismas raíces, en el alma del hombre, en su corazón, en su
conciencia.
Por consiguiente, esta cita hace comprender la profundidad de tener como instrumento
central un plan con objetivos sustanciales y el grave riesgo de caer en el pragmatismo como
respuesta para la acción.
c. Trabajar en compartimientos estancos cada día
Cuando la dinámica de la acción diaria adquiere un ritmo inusitado y complejo, se
pone a prueba el dominio de la mente para actuar en forma efectiva, serena y sin perder la
orientación de los objetivos sustanciales.
Cuando esto ocurre se presenta la complicación de que la mente de quien actúa sufre la
8
presión simultánea de lo histórico, los acontecimientos cotidianos sobre los que tiene que
decidir y, a su vez, la visión del futuro que hay que garantizar. Esto da lugar a una
complicación para la efectividad de la acción diaria que se deriva del hecho descripto. Es
decir, produce un desorden en la praxis de acción la presión simultánea de lo histórico, lo
diario y la perspectiva futura. ¿Cómo resolver esta situación?
La respuesta es: obrar por compartimientos estancos cada día. Es decir, la mente debe
ser capaz de concentrarse solamente en lograr efectividad en la ejecución de las tareas que
quedan comprendidas en el cronograma de cada día.
Un esquema práctico a adoptar parte de tener en cuenta que, desde el punto de vista de
garantizar el cumplimiento del plan global, el mismo, para su ejecución, necesita establecer
un cronograma por año, meses y semanas. Precisamente, debe ubicarse la semana
correspondiente y el fin de semana anterior o el lunes, concentrarse mentalmente en cómo
ejecutar los compromisos de la semana y, la noche anterior o a primera hora de cada día,
diagramar la eficacia y el enfoque compatible con el plan global de los problemas a resolver
cada día
Es posible que, a esta altura, alguien pueda pensar que se está exagerando con esta
recomendación, pero, no es así. Más aún, puede decirse que, posiblemente, en etapas muy
exigidas debe aplicarse este mecanismo de abstracción mental a una acción “hora por hora”,
es decir, aplicar inclusive el mecanismo de los compartimentos estancos “dentro de” cada
día. Es una actitud de dominio de la mente para la acción efectiva diaria según el plan
sustancial. Caso contrario, la acumulación de desafíos conflictivos puede producir desvíos
cualitativos y enormes pérdidas de efectividad que, seguramente, serán el comienzo de un
deterioro en el posicionamiento óptimo a lograr. Por ello, la recomendación es: “Trabajar en
compartimientos estancos cada día” (Ver Anexo I).
Tal como puede apreciarse leyendo el Anexo I, esta recomendación tiene un doble
contenido. Por un lado, un sentido práctico de autodominio de la mente para ser efectivo en
un mundo complejo, conflictivo y controvertido. Por otro lado, se relaciona con un aspecto
central de la fe cristiana y su impacto en la vida cotidiana: Hay que “preocuparse” por el
futuro pero no “afanarse” por el futuro y dar lugar a la virtud de la ESPERANZA. (Ver
Anexo III).
d. Ante lo catastrófico cómo aceptar la peor alternativa y remontarla
Cuando se asumen compromisos con la realidad, no siempre se afrontarán situaciones
controlables y deseables. Los escenarios que pueden presentarse, cuando se desarrolla una
acción planificada, tienen distinta probabilidad de presentación. Precisamente, cuando se
definen los programas y proyectos que son necesarios para ejecutar un plan, se trata de
potenciar aquellos escenarios más favorables. Pero, ello no significa que éstos últimos se
presentarán. La misma teoría de la probabilidad indica que un evento con posibilidad de
presentación muy baja es de tal naturaleza que se presentará con baja frecuencia, tan baja
que casi no se presentará nunca. Pero, a pesar de ello, puede llegar a presentarse.
9
¿Qué hacer cuándo se presenta un evento cuya presentación era muy poco esperada?
Si la preocupación y la desesperación nos invade, los efectos negativos impactarán a
pleno e, incluso, pueden comprometer todo el plan.
Lo primero es aceptar lo inesperado de la presentación de algo catastrófico. Segundo,
tener la fortaleza de remontarlo tratando de reducir a un mínimo el impacto negativo, e
incluso, transformarlo en un nuevo proyecto a partir de la recuperación de los escombros.
Esta actitud y reacción es difícil, pero necesaria, si se desea estar preparado para garantizar
los logros de un plan, inclusive ante las peores alternativas, (ver anexo II).
En el Anexo II se llama la atención sobre el poder destructivo en la efectividad
conductiva que puede implicar la presentación de un hecho de casi imposible presentación.
Seguir el método propuesto en el Anexo II llevará a abordar con mentalidad
superadora un evento de la realidad que distorsiona el plan, en lugar de que la presentación
de lo inesperado lleve a la inhabilitación de la conducción e, incluso, la desaparición de la
organización.
Por ello se proponen tres pasos:
Paso I: Analizar con valentía y honradez e imaginar lo peor que puede suceder como
consecuencia del fracaso.
Paso II: Prepararse a aceptarlo, si ello fuera necesario.
Paso III: Dedicar, con calma, tiempo y energía a tratar de mejorar lo peor, que ya se
tenía mentalmente aceptado.
4. Análisis de los aspectos contenidos en el Grupo II:
El Grupo II contiene el esquema de virtudes que deben alimentar día a día el estado
interior. Es posible que se llegue a la noche de cada día demolido y desmoralizado. Hay que
leer y releer los contenidos del Grupo II y trasladarlo a la acción diaria. Solamente una vida
interior convencida de la responsabilidad de contribuir a lograr un mundo mejor, puede
mantener viva la llama necesaria para la acción.
Para los que asumimos compromisos en ambientes y épocas críticas, largos análisis y
meditación han sido necesarios para llegar a dilucidar la relación entre las virtudes
cardinales, las ordinales y la acción para lograr el bien en el mundo.
10
4.1. Las virtudes cardinales como método
Muchas noches surge la tentación de abandonar la lucha, cansados y agobiados por las
fuerzas del mal y la corrupción. Ante ello debe repasarse detenidamente, una a una, las
virtudes cardinales y cruzarlas con todos y cada uno de los problemas y ambientes que hay
que enfrentar. Seguramente se sale al día siguiente decididos a proseguir la tarea por un
mundo mejor.
a) Prudencia
El hombre cauto medita sus pasos: Debe velar por discernir todos sus pasos.
Así, aparece la virtud de la PRUDENCIA que resguarde de la presión de los pícaros
que tratan de conseguir decisiones rápidas sobre temas y cuestiones ríspidas, donde están en
juego intereses, dinero o poder y, sobre todo, el hacer el bien o el mal.
Cualquier tema nuevo que se incorpore a la agenda debe ser abordado con moderación
en el comportamiento para acomodarlo a lo que es “sensato” o exento de peligro de
contaminación con elementos contrarios a la moral o a las necesidades de la sociedad.
b) Justicia
Para decidir con equilibrio y equidad, la virtud de la JUSTICIA orienta a darle a cada
uno lo suyo, según Dios y los hombres, asunto siempre complejo por los juegos de intereses
cruzados, tanto entre privados como entre ellos y la sociedad o el Estado.
La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a
Dios y al prójimo lo que les es debido.
Como en la vida moderna, en general, los responsables de la acción o conducción
operan en el marco de organizaciones, debe tenerse especialmente en cuenta que, para con
los hombres, la justicia dispone respetar los derechos de cada uno y establecer, en las
relaciones humanas, la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien
común.
c) Fortaleza
La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la
constancia en la búsqueda del bien.
Siempre existe la tentación de ceder, abandonar, aflojar, ser algo menos cuidadosos en
la moralización de la realidad cotidiana. Aquí aparece la virtud de la FORTALEZA, por la
cual se identifican los aspectos morales en juego en cada tema, en tiempo y lugar, y se
determinan con claridad los aspectos morales a defender o resguardar: hecho esto se sale a la
realidad con decisión y confianza a orientar la acción concreta hacia el mundo moral.
11
Siempre este aspecto constituyó un ámbito clave para actuar como cristiano: los valores
morales a defender y la orientación valorativa a dotar a los actos y realidades de la vida
(Debe contarse con un profundo conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia).1
d) Templanza
Finalmente, la TEMPLANZA dará un equilibrio en el uso de los bienes creados y
sapiencia en el uso de las virtudes cardinales y en el actuar según un orden valorativo, en
medio de una realidad desordenadora que lleva al actuar asistemático (pragmático) respecto
a lo valorativo.
La templanza es a menudo alabada en el Antiguo Testamento: “No vayas detrás de tus
pasiones, tus deseos refrena”. En el Nuevo Testamento es llamada “moderación” o
“sobriedad”.
Debe leerse en el Anexo, con sumo cuidado, los alcances que para cada una de las
virtudes cardinales fija el Catecismo de la Iglesia Católica. (Ver Anexo III).
4.2. Las virtudes teologales como método
a) Introducción
En la vida comprometida con la acción en el mundo, si bien ha sido posible
operativizar la relación entre las virtudes cardinales y la presencia en el mundo, no resulta
sencillo hacer lo mismo con las virtudes ordinales: FE, ESPERANZA y CARIDAD y,
especialmente, con la FE.
A pesar de ello un católico debe saber que las virtudes humanas (prudencia, justicia,
fortaleza y templanza) se arraigan en las virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad) que
adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina. Las virtudes
teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con
la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino (Catecismo
de la Iglesia Católica, apartado 1812).
Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano.
Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los
fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la
garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano
1
Ver Kesman, Carlos: “Justicia Distributiva para América Latina (Una propuesta desde la Doctrina
Social de la Iglesia). Editorial Buyatti, 2004. Conferencia Episcopal Argentina: “Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia”. Primera Edición, 2005. Conferencia Episcopal Argentina: “V
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe” – Documento Conclusivo.
Aparecida (Brasil) 2007. Esta debería ser una biblioteca mínima que debe completarse con el acceso a
los originales de las Encíclicas Sociales.
12
(Catecismo de la Iglesia Católica, apartado 1813).
Muy recientemente y gracias a releer las Cartas de San Pablo, en general, y la dirigida
a los Hebreos, en particular, puede decirse que se hizo algo de luz sobre este aspecto clave
del presente trabajo.
A partir de lo avanzado hasta este punto y en base al cuadro conceptual más amplio
que define a este pequeño libro, (tratando de aportar ideas y experiencias respecto a cómo
compatibilizar un compromiso permanente con el mundo para transformarlo y la FE),
resumiendo entonces, existen dos ámbitos a destacar. Un primer ámbito netamente
secularista, que comprende:
- No hay nada mejor que el propio PLAN (Debe tenerse una visión de la realidad que
oriente la acción para transformarla)
- El pragmatismo es asistemático para garantizar las exigencias del mundo moral
(Ver “Catecismo de la Iglesia Católica” Tercera Parte, Capítulo Tercero).
- Trabajar en compartimentos estancos cada día ayudan a la efectividad y a la
consecución de las metas del plan diseñado.
- Disponer de un método para rescatar la mayor cantidad de valores ante desastrosos
fracasos. (La acción no debe ser elitista, no siempre se logrará lo deseado, pero,
siempre debe haber un avance y sembrar, de tal forma que, con mucha oración,
dejar el campo preparado para la acción del Espíritu).
Un segundo grupo, pero valorativo, está constituido por las Virtudes Cardinales:
- Prudencia
- Justicia
- Fortaleza
- Templanza
b) La mansedumbre cristiana
A estos grupos, secularista y valorativo, a los que ya nos referimos, lo
complementamos con la bienaventuranza de “Felices los mansos porque heredarán la tierra”,
la que contiene la naturaleza y alcances de la mansedumbre cristiana, pacífica pero
profundamente transformadora y siempre presente para ubicar el espíritu lejos de la violencia
en los métodos pero convencidos de que, día a día, nuestra acción será profunda y presionará
la realidad hacia el bien. Cuando se dice “Felices los mansos porque verán a Dios”, con esta
bienaventuranza se genera un ámbito interior nuevo para la acción: actuar con mansedumbre
cristiana nos lleva, nos acerca, al máximo objetivo de la vida de un cristiano como es “ver a
Dios”.
13
Por supuesto que, legítimamente, también cualquier cristiano desea, humanamente,
lograr objetivos materiales o reales como es conseguir cargos relevantes en empresas o
instituciones, avanzar en la posición económica y ser reconocido en su ambiente. Pero, esta
bienaventuranza coloca la mira muy por arriba de las vicisitudes concretas de los distintos
ambientes y relativiza, aunque no hace desaparecer, la importancia de los logros según el
mundo. La clave será el testimonio permanente según Dios en los distintos ambientes y
circunstancias, pensando siempre que la recompensa puede tener una parte material pero
que, como cristianos, aspiramos a otra retribución que muchas veces nos hará perder o
relativizar los logros según el mundo, aunque la mansedumbre lleva a tener retribuciones en
esta tierra: los mansos heredarán la tierra.
Pero, a los preocupados porque ser manso y humilde de corazón puede atentar contra
la efectividad de la acción, basta leer detenidamente el ANEXO IV, donde se presenta a la
mansedumbre como una fuerza transformadora, como una virtud, una “explosión
controlada” del potencial humano dirigido a fines pacíficos y sobrenaturales. Por ello este
Anexo IV tiene como título sugerente: “La violencia de los mansos”.
c) La fe
Finalmente arribamos a las Virtudes Teologales (Ordinales) de las cuales nos
concentraremos en la Fe y la Esperanza y cerraremos con la Caridad.
Lo que más cuesta para el cristiano comprometido es verse, por un lado, presionado
por la realidad cruda, materialista e injusta y, por otro, que Dios nos enseña que debemos
tener FE, lo que mezclado con el mundo real aparece como algo “intangible” que no es
suficiente como base para la acción ante la presión de los acontecimientos y los apremios del
exitismo.
La respuesta a esta duda o preocupación interior, que pone a prueba la naturaleza de la
presencia cristiana en el mundo, puede encontrarse en la Carta de San Pablo a los Hebreos
(Hebreos, 11) y en el Anexo IV del presente libro sobre las Virtudes Teologales, tomando en
conjunto FE, ESPERANZA y CARIDAD.
Por un lado, San Pablo trata de “definir” la FE: “Tener fe es tener la plena seguridad
de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de las cosas que no vemos.
Nuestros antepasados fueron aprobados porque tuvieron fe” (Hebreos 11).
Por otro lado, la magnitud de la fe en la historia puede verse abundantemente en
Hebreos 11, 4 a 31 (Ver Anexo V).
San Pablo destaca en Hebreos 11, 32 a 40: (ver Anexo V) “¿Qué más voy a decir? Me
faltaría tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y
de los profetas. Por la fe conquistaron países, impartieron justicia, recibieron lo que Dios
había prometido2
, cerraron la boca de los leones, apagaron fuegos violentos, escaparon de ser
muertos a filo de espada, sacaron fuerzas de flaqueza y llegaron a ser poderosos en la guerra,
2
El subrayado es del autor.
14
venciendo a los ejércitos enemigos.
Otros3
murieron en el tormento, sin aceptar ser liberados, a fin de resucitar a una vida
mejor. Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta cadenas y cárceles y otros fueron muertos a
pedradas, aserrados por la mitad o muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro
vestidos sólo de piel de oveja y de cabra; pobres, afligidos y maltratados. Estos hombres, que
el mundo ni siquiera merecía, anduvieron sin rumbo fijo por los desiertos, y por los montes,
y por las cuevas y las cavernas de la tierra.
Sin embargo, ninguno de ellos recibió lo que Dios había prometido4
, aunque fueron
aprobados por la fe que tenían; porque Dios, teniéndonos en cuenta a nosotros, había
dispuesto algo mejor, para que solamente en unión con nosotros fueran ellos hechos
perfectos”.
Posiblemente este contraste que marca San Pablo entre los que “por la fe conquistaron
países, …., y llegaron a ser poderosos en la guerra, venciendo a los ejércitos enemigos” y
los OTROS que “murieron en el tormento; …; sufrieron burlas y azotes y hasta cadenas y
cárceles; …, anduvieron sin rumbo fijo por los desiertos y por los montes y por las cuevas y
cavernas de la tierra” …; destacándose, también que “Sin embargo, ninguno de ellos recibió
lo que Dios había prometido, aunque fueron aprobados por la fe que tenían”; pone a prueba
la naturaleza y alcances de nuestra presencia en la tierra donde, el testimonio permanente en
los ambientes que nos toca vivir no necesariamente se verán coronados siempre por el
“éxito” según el mundo, sino por una constante que será nuestra presencia testimonial para el
logro del bien, más allá de conseguir posicionamientos y poder en los distintos ambientes.
Puede ser que este “éxito” no se logre y en lugar de los “victoriosos” seamos parte de los
OTROS que, sin ser exitosos, testimoniaron según Dios y que solamente la FE y la
ESPERANZA en la nueva vida justificaron la fortaleza necesaria para transitar en un mar de
vicisitudes.
d) La Esperanza
Así aparece con toda su fuerza la ESPERANZA. La Esperanza es la virtud teologal
por la que aspiramos al Reino de los Cielos y a la vida eterna como felicidad máxima,
poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas,
sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa
(Catecismo de la Iglesia Católica, apartado 1817).
La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el
corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres;
las purifica para ordenarlas al reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo
desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de
la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad (Catecismo de la Iglesia
3
Idem anterior
4
Idem nota 2.
15
Católica, apartado 1818).
La esperanza es el ancla del alma, segura y firme… Nos procura el gozo en la prueba
misma: Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación (Catecismo, apartado
1820).
e) La Caridad
Para concluir con las virtudes teologales, resta completar la consideración de la fe y
esperanza, que parecen intangibles, con su consecuencia más palpable: la caridad. Son de
naturaleza diferente para la acción, pero, forman una simbiosis profunda.
Así, la fe viva actúa por la caridad. El don de la fe permanece en el que no ha pecado
contra ella. Pero, la fe sin obras está muerta. A su vez, el impulso de la esperanza preserva
del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad (Catecismo, apartados 1814, 1815 y 1818).
La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El
mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Jesús hace de la
caridad el mandamiento nuevo: Este es el mandamiento mío, que os améis unos a otros como
yo os he amado (Catecismo, apartados 1822 y 1823).
La caridad impacta centralmente la praxis de acción en los ambientes porque el Señor
nos pide que amemos como El hasta a nuestros enemigos, que nos hagamos prójimos del
más lejano, que amemos a los niños y a los pobres como a El mismo (Catecismo, apartado
1825).
“Si no tengo caridad, dice el apóstol San Pablo, nada soy”. Y todo lo que es privilegio,
servicio, virtud misma… “si no tengo caridad, nada me aprovecha”. La caridad es superior a
todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: Ahora subsisten la fe, la
esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad (Catecismo,
apartado 1826).
El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es el
vínculo de la perfección; es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es
fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad
humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino (Catecismo, apartado
1827).
La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien
y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita reciprocidad; es siempre desinteresada y
generosa; es amistad y comunión: la culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es
el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos
(Catecismo, apartado 1829).
Si se medita detenidamente la naturaleza y alcance de la caridad, tal como se plantea
en los últimos párrafos, puede deducirse que si la misma tiene semejante implicancia para la
forma en que debe ejercitarse la presencia del cristiano en el mundo, el esquema propuesto
16
en este libro para orientar la forma de actuar, según las virtudes, en ambientes y épocas
críticas, se coronaría con este enfoque, ajustándose así estrictamente a cómo estar en el
mundo sin ser del mundo. Este es precisamente el desafío: estar y actuar en el mundo en
búsqueda del bien sin ser del mundo. No resultaría difícil no estar en el mundo
comprometido con su transformación y vivir en una burbuja ideal, un enclave de la vida
social, sin ejercer las responsabilidades de ser sal de la tierra y levadura en los distintos
ambientes.
Pero, si se ejerce la responsabilidad natural del creyente y de los hombres de buena
voluntad de dar testimonio de la verdad en cada ambiente, entonces, el esquema para la
acción propuesto se compatibiliza con la más importante de todas las virtudes: LA
CARIDAD.
Para los que son concientes de la necesidad de estar en el mundo para transformarlo y
hacerlo más humano y justo, entonces, hay que partir de la necesidad de comprometerse en
la acción renovadora, pero tener en cuenta que no se puede actuar de cualquier forma: el fin
no justifica los medios. También debemos diferenciarnos en los medios y no aceptar que
sean de efectividad inferior porque quieran respetar la moralidad y la ética.
5. Los límites de la confianza en nuestras propias fuerzas
Es posible que el estar expuestos a ambientes y momentos críticos en los cuales se
trata de dar testimonio de un nuevo mundo, haga perder la visión respecto a la verdadera
naturaleza de nuestra presencia en el mundo: Debemos actuar según Dios, tratando de
identificar los signos que nos permitan descubrir los valores morales a defender. Hecho esto,
poner el máximo esfuerzo humano para el logro de los objetivos, con un grado de
compromiso como si fuera que los resultados dependieran solamente de nosotros.
Siempre, pero sobre todo a partir de este punto, juega un papel clave la oración para el
logro de los fines morales, y el dejar actuar al Espíritu.
La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos
son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del
Espíritu Santo (Catecismo, apartado 1830).
No podemos dejar que nos domine el activismo, colocándolo como un fin en sí mismo
y actuar sin el Espíritu, como si fuera que todo es materialista y dependen los resultados
exclusivamente de nuestra acción humana.
Por ello hay que estar siempre atentos a los necesarios siete dones del Espíritu Santo
(Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor a Dios) que completan
y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para
obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas (Catecismo, apartado 1831).
17
6. A modo de cierre
Por supuesto que el alcance y la interpretación sustancial de las virtudes deben
buscarse en textos oficiales de la Iglesia y en el debido apoyo de sacerdotes para dilucidar un
enfoque estricto. Este trabajo debe hacerse medulosamente y meditado suficientemente.
Una simbiosis entre el Grupo I y el Grupo II deben dotar al cristiano de los elementos
que lo preparen debidamente para la acción en el mundo. Deben afrontarse los compromisos
y el laico tiene en la sociedad el ambiente natural donde estar presente para cumplir su
función. Hay que prepararse para esta presencia comprometida: No hay otras cruces que las
cotidianas.
Espero que estas sugerencias sean útiles y que analizándolas con la experiencia de la
acción cotidiana, y aplicándolas, surjan mejoras y perfeccionamientos que cada uno pueda
aportar, a sí mismo y a los demás.
Resultará útil que, cada uno en su intimidad, profundice y actualice aspectos
sustanciales de lo planteado en este trabajo, meditando los contenidos de las dos Cartas
Encíclicas de Benedicto XVI: “Deus Caritas Est” (Dios es Amor) y “Spe Salvi” (Salvados en
la Esperanza).
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ANEXOS
19
ANEXO I
"VIVA EN COMPARTIMIENTOS ESTANCOS AL DÍA"5
En la primavera de 1871 un joven tomó un libro y leyó veintidós palabras que tuvieron un
profundo efecto en su futuro. Estudiante de medicina en el Hospital Genérale Montreal,
estaba preocupado por sus exámenes finales, lo que debía hacer, adonde iría, como se crearía
una clientela, cómo se ganaría la vida.
Las veintidós palabras que este joven estudiante de medicina leyó en 1871 le ayudaron a
convertirse en el médico más famoso de su generación. Organizó la mundialmente famosa
Escuela de Medicina Johns Hopkins. Se convirtió en Regius Profesor de Medicina en
Oxford, lo que constituye el mayor honor que se puede conceder a un médico en el Imperio
Británico. Fue hecho Caballero por el Rey de Inglaterra. Cuando murió, hicieron falta dos
volúmenes con 1466 páginas para contar la historia de su vida.
Su nombre es Sir William Osler. Aquí están las veintidós palabras que leyó en la primavera
de 1871, las veintidós palabras de Thomas Carlyle que le ayudaron a vivir libre de
preocupaciones: “Lo principal para nosotros no es ver por lo que se halla vagamente a lo
lejos, sino lo que está claramente a la mano”.
Cuarenta y dos años después, en una suave noche de primavera, cuando los tulipanes
florecían en los jardines, Sir William Osler habló a los estudiantes de la Universidad de Yale.
Dijo a estos estudiantes que solía suponerse que un hombre como él, que había sido
catedrático en cuatro universidades y había escrito un libro muy leído, tenía “un cerebro de
calidad especial”. Declaró que esto era inexacto. Dijo que sus más íntimos amigos sabían que
su cerebro era “de la naturaleza más mediocre”.
¿Cuál era entonces, el secreto de su triunfo? Manifestó que éste era debido a lo que llamó
vivir en “compartimientos estancos al día”, ¿Qué quería decir con esto? Pocos meses antes
de hablar en Yale, Sir William Osler había cruzado el Atlántico en un gran paquebote donde
el capitán, de pie en el puente, podía apretar un botón y, zas, se producía un estrépito de
maquinaria y varias partes del barco quedaban aisladas entre ellas, aisladas en
compartimientos estancos. Y el Dr. Osler dijo a los estudiantes: “Ahora bien, cada uno de
vosotros es una organización mucho más maravillosa que el gran paquebote, y efectúa un
viaje más largo. Lo que os pido es que aprendáis a manejar la maquinaria que os permita
vivir en compartimientos estancos al día, como el modo mejor de garantizar la seguridad del
viaje. Subid al puente y comprobad si por lo menos los grandes mamparos funcionan bien.
Apretad el botón y escuchad, en todos los niveles de vuestra vida, las puertas de hierro que
cierran el pasado, los ayeres muertos. Apretad el botón y cerrad, con una cortina metálica, el
Futuro, las mañanas que no han nacido. Así quedaréis seguros, seguros por hoy... ¡Cerrad el
pasado! Dejad que el pasado entierre a sus muertos. Cerrad los ayeres que han apresurado la
marcha de los necios hacia un triste fin... Llevar hoy la carga de mañana unida a la de ayer
hace vacilar al más vigoroso. Cerremos el futuro tan apretadamente como el pasado... El
5
Tomado de Dale Carnegie “Cómo Suprimir preocupaciones” Ediciones Cosmos, Buenos Aires, 1948. Capítulo I.
20
futuro es hoy... No hay mañana. El día de la salvación del hombre es aquí, ahora. El
despilfarro de energías, la angustia mental y los desarreglos nerviosos estorban los pasos del
hombre que siente ansiedad por el futuro... Cerrad, pues, apretadamente los mamparos a proa
y popa y disponeos a cultivar el hábito de una vida en compartimientos estancos al día”.
¿Quiso decir acaso el Dr. Osler que no debemos hacer esfuerzo alguno para preparar el
futuro? No. En absoluto. Pero continuó diciendo en ese discurso que el modo mejor de
prepararse para el mañana es concentrarse, con toda la inteligencia, todo el entusiasmo, en
hacer soberbiamente hoy el trabajo de hoy. Es este el único modo en que uno puede
prepararse para el futuro.
Sir William Osler invitó a los estudiantes de Yale a comenzar el día con la oración de Cristo:
“Danos hoy el pan nuestro de cada día”.
Recordemos que esta oración pide el pan solamente para hoy. No se queja del pan rancio que
comimos ayer y no dice tampoco: “!Oh, Dios mío! Ha llovido muy poco últimamente en la
zona triguera y podemos tener otra sequía. Si es así, ¿cómo podré obtener mi pan el próximo
otoño? O supongamos que pierdo mi colación... ¡Oh, Dios mío! ¿Cómo podré conseguir
entonces mi pan cotidiano?”.
No, esta oración nos enseña a pedir solamente el pan de hoy. El pan de hoy es el único pan
que se puede comer.
Hace años un filósofo sin un centavo deambulaba por un país pedregoso donde las gentes se
ganaban la vida de modo muy duro. Un día se congregó una multitud a su alrededor en una
altura. Y el filósofo pronunció lo que constituye probablemente el discurso más citado de
todos los tiempos: “No os cuidéis, pues, del mañana, porque el mañana cuidará de sus
propias cosas. Cada día trae su afán.”
Muchos han rechazado estas palabras de Jesús: “No os cuidéis del mañana”. Han rechazado
estas palabras como un consejo de perfección, como cosa de misticismo oriental. Y dicen:
“Tengo que cuidarme del mañana. Tengo que asegurarme para proteger a mi familia. Tengo
que ahorrar dinero para mi vejez. Tengo que establecer planes y prepararme para salir
adelante”.
¡Claro que si! Ello es indudable. Lo que pasa es que esas palabras de Jesús, traducidas hace
más de trescientos años, no significan hoy lo que significaban durante el reinado del Rey
Jacobo. Hace trescientos años la palabra cuidado significaba frecuentemente ansiedad. Las
versiones modernas de la Biblia citan a Jesús con más exactitud al decir: “
No tengáis
ansiedad por el mañana”.
Hay que cuidar del mañana por todos los medios, meditando, proyectando y preparándose.
Pero sin ansiedades.
Durante la guerra, nuestros jefes militares proyectaban para el mañana, pero no podían
permitirse el dejarse ganar por la ansiedad. El almirante Emest J. King, que mandó la Marina
de los Estados Unidos, dijo: “He proporcionado los mejores hombres con los mejores
21
equipos y les he señalado la misión que parece más acertada. Es todo lo que puedo hacer”. Y
continuó: “Si hunden a uno de nuestros barcos, no puedo ponerlo a flote. Si está destinado a
hundirse, no puedo evitarlo. Vale mucho más que dedique mi tiempo a los problemas de
mañana que a enojarme con los de ayer. Además, si dejo que estas cosas se apoderen de mí,
no duraré mucho tiempo”.
En paz o en guerra la principal diferencia entre el modo de pensar bueno y malo radica en
esto: el buen pensar examina las causas y los efectos y lleva a proyectos lógicos y
constructivos; el mal pensar conduce frecuentemente a la tensión y a la depresión nerviosa.
Recientemente tuve el privilegio de visitar a Arthur Hays Sulzberger, editor de uno de los
más famosos diarios del mundo, The New York Times. El señor Sulzberger me dijo que,
cuando la segunda guerra mundial envolvió a toda Europa, quedó tan aturdido, tan
preocupado por el futuro, que apenas podía dormir. Se levantaba muchas veces a media
noche, tomaba unas telas y unos tubos de pintura, se miraba a un espejo e intentaba
retratarse. No sabía nada de pintura, pero pintaba de todos modos, a fin de borrar de su
espíritu las preocupaciones. También me dijo el señor Sulzberger que nunca fue capaz de
conseguir esto y encontrar la paz hasta que adoptó un lema de cinco palabras de un himno
religioso: Un paso me es bastante.
Conduce, amable Luz...
Mi guía tú serás, que lo distante
No quiero ver; un paso me es bastante.
Hacia aquella misma época, un joven de uniforme -en algún punto de Europa-estaba
aprendiendo la misma lección. Se llamaba Ted Bengermino y tiene su domicilio en el 5716
de Newholme Road, Baltimore, Maryland. Estaba muy preocupado y cayendo en un caso
agudo de agotamiento de combatiente.
Y Ted Bengermino escribe: “En abril de 1945 mis preocupaciones habían provocado lo que
los médicos llaman un "colon transverso espasmódico”. Es un estado que causa un intenso
sufrimiento. Si la guerra no hubiese acabado cuando acabó, tengo la seguridad de que mi
derrumbamiento físico hubiera sido completo.
Mi agotamiento era total. Era suboficial a cargo del registro de sepulturas en la 94° División
de Infantería. Mi función consistía en ayudar a organizar y conservar los registros de
muertos, los desaparecidos y los hospitalizados. También tenía que ayudar a desenterrar los
cadáveres de los soldados aliados o enemigos que habían caído y sido enterrados
apresuradamente en hoyos superficiales en plena batalla Tenía que reunir los efectos
personales de estos hombres y procurar que los mismos fueran entregados a los padres o
parientes cercanos que pudieran tenerlos en mucho.
22
Siempre estaba con la preocupación de que pudiéramos cometer embarazosos y graves
errores. Me preguntaba si podría salir de todo aquello con bien. Me preguntaba si podría
alguna vez tener en mis brazos a mi hijo único, un hijo de dieciséis meses, al que nunca había
visto. Estaba tan preocupado y agotado que perdí más de quince kilos. Era un verdadero
frenesí y me sentía fuera de quicio. Me miraba a las manos, que apenas eran más que pellejo
y huesos. Estaba aterrado ante la idea de volver a casa convertido físicamente en una ruina.
Me sentía deprimido y lloraba como un chico. Estaba tan trastornado que las lágrimas me
brotaban en cuanto me veía a solas. Hubo un período poco después de iniciada la Batalla de
la Saliente en que lloraba con tanta frecuencia que casi abandoné la esperanza de volver a
considerarme un ser humano normal.
Terminé en un dispensario del Ejército. Un médico militar me dio consejos que cambiaron
mi vida por completo. Después de hacerme un examen físico detenido, me dijo que mi
enfermedad era mental. Me dijo esto: “Ted, quiero que se diga usted que su vida es como un
reloj de arena. Usted sabe que hay miles de granos de arena en lo alto de tales artefactos y
que estos granos pasan lentamente por el estrecho cuello del medio. Ni usted ni yo podemos
hacer que los granos pasen más deprisa sin estropear el reloj. Usted, yo y cualquier otro
somos como relojes de arena. Cuando empezamos la jornada, hay ante nosotros cientos de
cosas que sabemos que tenemos que hacer durante el día, pero, si no las tomamos una a una
y hacemos que pasen por el día lentamente y a su debido ritmo, como pasan los granos por
el estrecho cuello del reloj de arena, estamos destinados a destruir nuestra estructura física
o mental, sin escapatoria posible”.
“He practicado esta filosofía en todo instante desde que un médico militar me la proporcionó.
Un grano de arena cada vez... Una tarea cada vez...” Este consejo me salvó física y
mentalmente durante la guerra y también me ha ayudado en mi situación presente en la
profesión. Soy empleado verificador de existencias de la Compañía de Crédito Comercial de
Baltimore. Ví que había en mi profesión los mismos problemas que habían surgido durante la
guerra: docenas de cosas que había que hacer enseguida, con muy poco tiempo para hacerlas.
Las existencias eran insuficientes. Teníamos que manejar nuevos formularios, que hacer una
nueva distribución de las existencias, cambiar direcciones, que abrir y cerrar oficinas y que
abordar otros muchos asuntos. En lugar de ponerme tenso y nervioso, recordé lo que el
médico me había dicho. “Un grano de arena cada vez. Una tarea cada vez. Repitiéndome
estas palabras a cada instante, realicé mi trabajo de un modo muy eficiente y sin aquella
sensación de confusión y aturdimiento que estuvo a punto de acabar conmigo en el campo de
batalla.”
Uno de los comentarios más aterradores sobre nuestro actual modo de vida es recordar que la
mitad de las camas de nuestros hospitales están ocupadas por pacientes con enfermedades
nerviosas y mentales, por pacientes que se han derrumbado bajo la abrumadora carga de los
acumulados ayeres y los temidos mañanas. Sin embargo, una gran mayoría de estas personas
estarían paseándose hoy por las calles, llevando vidas felices y útiles, con sólo haber
escuchado las palabras de Jesús. "No tengáis ansiedad por el mañana"; o las palabras de Sir
William Osler: "Vivid en compartimientos estancos al día ".
Usted y yo estamos en este instante en el lugar en que se encuentran dos eternidades: el vasto
pasado que ya no volverá y el futuro que avanza hasta la última sílaba del tiempo. No nos es
23
posible vivir en ninguna de estas dos eternidades, ni siquiera durante una fracción de
segundo. Pero, por intentar hacerlo, podemos quebrantar nuestros cuerpos y nuestros
espíritus. Por tanto, contentémonos con vivir el único tiempo que nos está permitido vivir:
desde ahora hasta la hora de acostarnos. "Todo el mundo puede soportar su carga, por pesada
que sea, hasta la noche. Todo el mundo puede realizar su trabajo, por duro que sea, durante
un día.
Todos pueden vivir suavemente, pacientemente, de modo amable y puro, hasta que el sol se
ponga Y esto es todo lo que la vida realmente significa. Así escribió Robert Louis Stevenson.
Si, esto es todo lo que la vida exige de nosotros, pero la señora E. K. Shield, del 815 del
Court Street, Saginaw, Michigan, fue llevada a la desesperación - y hasta el borde del
suicidio- antes de que aprendiera a vivir sólo hasta la hora de acostarse. La señora Shield me
contó su historia y habló de este modo: "En 1937 perdí a mi marido. Estaba muy deprimida y
casi sin un centavo. Escribí a mi anterior patrono, el señor León Roach, de la Roach- Fowler
Company de Kansas City, y conseguí que me devolvieran mi antiguo empleo. Anteriormente
me había ganado la vida vendiendo libros escolares a las juntas de enseñanza urbanas y
rurales. Había vendido mi coche dos años antes, cuando mi marido cayó enfermo, pero me
las arreglé y arañé el suficiente dinero para pagar la cuota de un coche de segunda mano, lo
que me permitió vender libros de nuevo.
“Pensé que volver a las carreteras me ayudaría a vencer mi depresión, pero conducir y comer
a solas resultó superior a mis fuerzas. Parte de mi territorio no producía mucho y tenía
dificultades para pagar las cuotas del coche, aunque eran muy pequeñas.
“En la primavera de 1938 estaba trabajando por el contorno de Versailles, Missouri. Las
escuelas eran pobres y los caminos malos; estaba tan solitaria y desalentada que llegué a
pensar en el suicidio. Me parecía que el triunfo era imposible. Mi vida no tenía finalidad. Me
asustaba el despertarme cada mañana para enfrentar la existencia. Tenía miedo de todo: de
no poder pagar las cuotas del coche, de retrasarme en los alquileres de mi habitación, de no
tener lo suficiente para comer. Temía que mi salud se quebrantara y que careciera de dinero
para llamar al médico. Lo que me impedía suicidarme era pensar en la pena que causaría a mi
hermana y en que no habría dinero para pagar mi entierro.
“Pero un día leí un artículo que me sacó de mi desaliento y me dio el valor de vivir. Nunca
dejaré de agradecer a una inspirada frase de ese artículo. Decía: "Cada día es una nueva vida
para el hombre juicioso". Copié esta frase y la coloqué en el parabrisas de mi automóvil: allí
podía verla mientras conducía. Encontré que no resultaba tan duro vivir un solo día cada vez.
Aprendí a olvidar los ayeres y a no pensar en los mañanas. Cada mañana, me decía: Hoy es
una nueva vida.
“Había conseguido vencer mi miedo a la soledad, mi miedo a la pobreza. Ahora soy feliz y
prospero bastante; poseo entusiasmo y tengo amor a la vida. Ahora sé que no debo nunca
tener miedo, con la independencia de lo que la vida me pueda reservar. Ahora sé que no debo
temer al futuro. Ahora sé que debo vivir un día cada vez y que cada día es una nueva vida
para el hombre juicioso.”
24
¿De quién se creerá que son los versos que siguen?
Feliz es sólo el hombre bien templado
Que del hoy se hace dueño indiscutido,
Que el mañana increparle puede osado:
"Extrema tu rigor, que hoy he vivido. "
Estas palabras parecen modernas, ¿no es así? Sin embargo, fueron escritas treinta años antes
de que naciera Cristo por el poeta romano Horacio.
Una de las cosas más trágicas acerca de la naturaleza humana que yo conozca es la tendencia
de todos nosotros a escapar de la vida. Todos soñamos con un mágico jardín de rosas que
vemos en el horizonte, en lugar de disfrutar de las rosas que florecen al pie de nuestras
ventanas.
Cabe preguntarse: ¿Por qué somos tan necios, tan trágicamente necios?
Stephen Leacock escribió: “¡Qué extraña es nuestra breve procesión de la vida! El niño dice:
Cuando sea un chico grande. Pero ¿qué es eso? El chico grande dice: Cuando sea mayor. Y
el mayor dice: Cuando me case. Pero ¿qué es ser casado en fin de cuentas? El pensamiento
cambia a: Cuando pueda retirarme. Y después, cuando llega el retiro, se vuelve la vista hacia
el paisaje atravesado; parece correr por él un viento frío. Hay algo que se ha logrado y que
desaparece. La vida, según lo aprendemos demasiado tarde, está en vivir, en el tejido de cada
día y cada hora”.
El extinto Edward S. Evans, de Detroit, casi se mató con sus preocupaciones antes de
comprender que la vida está en vivir, en el tejido de cada día y cada hora. Criado en la
pobreza, Edward Evans ganó su primer dinero vendiendo periódicos y después trabajó como
empleado de un almacenero. Más adelante con siete bocas que alimentar, consiguió un
empleo de ayudante de bibliotecario. La paga era ínfima, pero tenía miedo de abandonar la
colocación. Pasaron ocho años antes de que se decidiera a proceder por su cuenta. Pero, una
vez decidido, organizó con una inversión original de cincuenta y cinco dólares tomados a
préstamo un negocio que le procuraba veinte mil dólares anuales. Después vino una helada,
una helada terrible. Avaló un fuerte pagaré de un amigo y el negocio de éste quebró. Tras
este desastre vino otro: el banco donde tenía todo su dinero se hundió. No solamente perdió
Evans cuanto tenía, sino que quedó con una deuda de mil seiscientos dólares. Sus nervios no
podían resistir. Y me contó: No podía ni dormir ni comer. Era una enfermedad extraña. Las
preocupaciones y nada más que las preocupaciones provocaron esta enfermedad. Un día
cuando iba calle abajo, me desmayé y caí en la acera. Ya no podía caminar. Me metieron en
la cama y mi cuerpo se llenó de diviesos. Estos diviesos avanzaban hacia adentro y
permanecer en la cama se convirtió en una agonía. Cada día estaba más débil. Finalmente el
médico me dijo que sólo tenía dos semanas más de vida. Quedé aterrado. Concentré toda mi
25
voluntad y, tendido en el lecho, esperé mi fin. No había ya motivo para luchar o preocuparse.
Me abandoné con profundo alivio y me dormí. No había dormido dos horas seguidas desde
hacía semanas, pero, ahora, con mis problemas terrenales tocando a su término, dormí como
una criatura Mi agotamiento comenzó a desaparecer. Volvió mi apetito. Recuperé peso.
“Unas cuantas semanas después pude caminar con muletas. Y mes y medio después pude
volver a trabajar. Había estado ganando veinte mil dólares por año; ahora me tenía que
contentar con un empleo de treinta dólares semanales. Mi nuevo empleo consistía en vender
tarugos que se colocan detrás de las ruedas de los automóviles cuando éstos son cargados.
Tenía ya aprendida la lección. Se habían acabado las preocupaciones para mí; ya no me
lamentaba de lo sucedido en el pasado; ya no tenía miedo al futuro. Concentré mi tiempo, mi
energía y mi entusiasmo en la venta de esos tarugos”.
Edward S. Evans subió ahora muy deprisa. En pocos años llegó a presidente de la compañía
Su compañía -la Evans Product Company- lleva ya mucho tiempo incluida en las
cotizaciones de la Bolsa de New York. Cuando Edward S. Evans falleció en 1945, era uno de
los hombres de negocios más progresistas de los Estados Unidos. Si alguna vez van ustedes
por aire a Groenlandia, cabe que aterricen en el aeródromo que lleva el nombre de Evans, un
aeródromo que lleva el nombre de nuestro hombre.
La moraleja de la historia está aquí: Edward S. Evans no hubiera tenido nunca el coraje
necesario para conseguir estos triunfos en los negocios y en la vida, si no hubiese
comprendido la locura que significa preocuparse, si, en el momento debido, no hubiese
aprendido a vivir en compartimientos estancos al día
Quinientos años antes de que Cristo naciera, el filósofo griego Heráclito dijo a sus discípulos
que "todo cambia, salvo la ley de los cambios", y que "no es posible entrar dos veces al
mismo río". El río cambia cada segundo y otro tanto hace el hombre que entra en él. La vida
es un cambio incesante. La única certidumbre es el hoy. ¿Por qué echar a perder la belleza de
vivir hoy tratando de resolver los problemas de un futuro que se oculta tras el cambio y la
incertidumbre, un futuro que, por más esfuerzos que haga, nadie puede ver o predecir?
Los antiguos romanos tenían una frase para esto. En realidad, eran sólo dos palabras: Carpe
diem. Disfruta del día” O “Toma el día”. Si, toma el día y sácale el máximo provecho.
Tal es la filosofía de Lowell Thomas. Recientemente pasé un fin de semana en su granja;
observé que tenía en un marco que colgaba de la pared en su puesto de radiotransmisión, en
forma que pudiera siempre verlas, las siguientes palabras del Salmo CXVIII:
Este es el día hecho por el Señor:
Regocijémonos y alegrémonos en él
John Riskin tenía sobre su mesa una simple piedra en la que estaba grabada una palabra:
HOY. Y, si yo no tengo una piedra sobre mi mesa, tengo, en cambio, en mi espejo un poema
que leo todas las mañanas al afeitarme, un poema que Sir William Osler siempre tenía a la
vista, un poema escrito por el famoso dramaturgo indio Calidaza:
26
SALUTACIÓN AL ALBA
¡Mira a este día!
Porque es la vida, la mismísima vida de la vida.
En su breve curso
Están todas las verdades y realidades de tu existencia:
La bendición del desarrollo,
La gloria de la acción,
El esplendor de las realizaciones...
Porque el ayer es sólo un sueño
Y el mañana sólo una visión,
Pero el hoy bien vivido hace de todo ayer un sueño
de felicidad
Y de cada mañana una visión de esperanza.
¡Mira bien, pues, a este día!
Tal es la salutación del alba.
Por tanto, la primera cosa que se debe saber acerca de la preocupación es ésta: si quiere usted
que entre en su vida, haga lo que Sir William Osler hizo:
I. Cierre las puertas de hierro al pasado y al futuro. Viva en compartimientos
estancos al día,
¿Por qué no se formula usted las preguntas y consigna sus respuestas?
1. ¿Tiendo a huir de la vida presente con el fin de preocuparme por el futuro o añoro
algún "mágico jardín de rosas que veo en el horizonte?
2. ¿Amargo a veces mi presente lamentándome de cosas que sucedieron en el pasado,
de cosas que terminaron y no tienen remedio?
3. ¿Me levanto por la mañana dispuesto a “tomar el día”, a sacar el máximo provecho
de estas veinticuatro horas?
4. ¿Puedo conseguir más cosas de la vida “viviendo en compartimientos estancos al
día?”
5. ¿Cuándo comenzaré a hacer esto? ¿La semana próxima? ¿Mañana? ¿Hoy?
27
ANEXO II
UNA FÓRMULA MÁGICA PARA RESOLVER
SITUACIONES DE PREOCUPACIÓN6
¿Quieren ustedes una receta rápida y probada para enfrentar situaciones de preocupación,
una técnica que se puede utilizar desde ahora, antes de continuar esta lectura?
En tal caso, déjenme que les hable del método elaborado por Willis H. Carrier, el brillante
ingeniero que creó la industria del aire acondicionado y que está ahora al frente de la
mundialmente famosa Carrier Corporation. Es una de las mejores técnicas que conozca
acerca del modo de resolver los problemas de su preocupación y la obtuve del propio señor
Carrier cuando almorzamos juntos un día en el Club de Ingenieros de Nueva York.
El señor Carrier me dijo: “Cuando era joven, trabajé en la Búfalo Forge Company en Búfalo,
Nueva York. Se me asignó la tarea de instalar un mecanismo para limpiar el gas en una
fábrica de la Pittsburg Píate Glass Company en Cristal City, Missouri; era una fábrica que
costaba millones de dólares. La finalidad de esta instalación era eliminar las impurezas del
gas, en forma que éste pudiera arder sin daño para las máquinas. Este método de purificación
del gas era nuevo. Había sido probado sólo una vez con anterioridad y en condiciones
diferentes. En mi trabajo de Cristal City surgieron dificultades imprevistas. La instalación
funcionó a su modo, pero no lo bastante bien para hacer frente a la garantía que se había
dado.
“Quedé abrumado por mi fracaso. Era como si alguien me hubiera dado un mazazo en la
cabeza. Mi estómago y mi intestino comenzaron a causarme serias molestias. Durante algún
tiempo estuve tan preocupado que ni pude dormir.
“Finalmente el sentido común me recordó que la preocupación no me llevaba a ninguna
parte; en su vista, elaboré un modo de tratar mi problema sin preocuparme. Este modo
funcionó a las mil maravillas. He estado utilizando esta técnica desde hace más de treinta
años. Es sencilla y cualquiera puede utilizarla. Consiste en tres pasos:
Paso I. Analicé la situación valientemente y con honradez y me imaginé lo peor que pudiera
sucederme como consecuencia de este fracaso. No iban a meterme en la cárcel ni a
fusilarme. Esto era indudable. Existía es cierto, la posibilidad de que perdiera mi ocupación y
también la de que mis patronos tuvieran que retirar la maquinaria y perder los veinte mil
dólares que habían invertido en la instalación.
Paso II. Después de imaginarme lo peor que pudiera sucederme, me hice a ello y lo acepté,
si resultara necesario. Me dije: este fracaso será un golpe para mi hoja de servicios y puede
significar la pérdida de mi colocación, pero, si así fuera, siempre podré encontrar otro
trabajo. Las condiciones pueden ser mucho peores y, en lo que se refiere a mis patronos...
Bien, tienen que comprender que estamos haciendo experimentos con un método nuevo de
purificar el gas y, si este ensayo les cuesta veinte mil dólares, pueden soportarlo
6
Tomado de Dale Carnegie “Cómo Suprimir preocupaciones”. Ediciones Cosmos. Buenos Aires, 1948.
Capítulo II.
28
perfectamente. Pueden cargarlo a investigaciones, porque se trata de un experimento.
Después de descubrir lo peor que pudiera sucederme, de hacerme a ello y de aceptarlo, si
resultara necesario, ocurrió algo en extremo importante: inmediatamente, sentí un alivio y
una paz que no había experimentado desde hacía días.
Paso III. Desde entonces, dediqué con calma mi tiempo y mi energía a tratar de mejorar lo
peor que ya tenía mentalmente aceptado.
Traté ahora de dar con el modo y los medios de reducir la pérdida de veinte mil dólares que
encarábamos. Hice varias pruebas y finalmente llegué a la conclusión de que, si invertíamos
cinco mil dólares de equipo, nuestro problema quedaría resuelto. Hicimos esto y, en lugar de
que la firma perdiera veinte mil dólares, ganamos quince mil.
Probablemente nunca hubiera conseguido esto si hubiese continuado preocupándome, porque
una de las peores características de la preocupación es que destruye nuestra capacidad de
concentración. Cuando nos preocupamos, nuestros espíritus andan de aquí para allá, sin
pararse en ninguna parte, de forma que perdemos toda facultad de decidirnos. En cambio,
cuando nos obligamos a encarar lo peor y a aceptarlo mentalmente, eliminamos todas esas
imaginaciones y nos colocamos en condiciones de concentrarnos en nuestro problema.
“Este incidente que he relatado ocurrió hace muchos años. Lo expuesto funcionó tan bien
que lo he estado utilizando desde entonces. Y, como resultado, mi vida ha estado casi
completamente libre de preocupaciones.”
Ahora bien, ¿porqué la fórmula mágica de Willis H. Carrier es tan valiosa y tan práctica
desde el punto de vista psicológico? Porque nos saca de las negras nubes en que andamos a
tientas cuando la preocupación nos ciega. Hace que pisemos tierra firme. Sabemos donde
estamos. Y si no pisamos tierra firme, ¿cómo es posible que podamos pensar con fundamento
en nada?
El profesor William James, el padre de la Psicología aplicada, falleció hace treinta y ocho
años. Pero si viviera y oyera esta fórmula de encarar lo peor, la aprobaría con entusiasmo.
¿Qué cómo lo sé? Porque dijo a sus propios alumnos: " Aceptad que haya sido así... Aceptad
que haya sido así, porque la aceptación de lo que ha sucedido es el primer paso para superar
las consecuencias de cualquier calamidad".
La misma idea fue expresada por Lin Yutang en su muy leído libro: La importancia de vivir.
Este filósofo chino declaró: “La verdadera paz de espíritu viene de la aceptación de lo peor.
Psicológicamente, creo que esto significa una liberación de energía”.
¡Así es, exactamente! Psicológicamente significa una liberación de energía. Cuando
aceptamos lo peor, ya no tenemos nada que perder. Y esto significa automáticamente que
tenemos todo que ganar. Willis H. Carrier manifestó: “Inmediatamente, sentí un alivio y una
paz que no había experimentado desde hacía días. Desde entonces, pude pensar”.
Es lógico, ¿no es así? Sin embargo, millones de personas han destrozado sus vidas en
furiosos torbellinos, porque se negaban a aceptar lo peor; se negaban a mejorar a partir de
29
aquí; se negaban a salvar lo que se pudiera del naufragio. En lugar de intentar reconstruir su
fortuna, se enzarzaban en una áspera y “violenta lucha con la experiencia”. Y terminaban
víctimas de ese rumiar ideas fijas que se llama melancolía
¿Quieren ustedes ver cómo otra persona adoptó la fórmula mágica de Willis H. Carrier y la
aplicó a sus propios problemas? Bien, aquí hay un ejemplo, el de un negociante en nafta de
Nueva York que era alumno de mis clases.
Este alumno se expresó así: “Era víctima de un chantaje! No lo creía posible, no creía que
fuera posible salvo en las películas, pero ¡era un chantaje!” Lo que sucedió fue esto: la
compañía petrolera a cuyo frente estaba poseía una serie de camiones de reparto y contaba
cierto número de choferes. En aquel tiempo las regulaciones de la OPA estaban
rigurosamente en vigor y se nos racionaba en cuanto a la nafta que podíamos entregar a cada
uno de nuestros clientes.
Yo no lo sabía, pero, al parecer, algunos de nuestros choferes habían estado entregando
menos nafta de la debida a nuestros clientes regulares y revendiendo después el excedente a
sus clientes propios.
“La primera indicación que tuve de estas transacciones ilegítimas se produjo cuando un
hombre que declaró ser inspector del gobierno vino a verme un día y me pidió dinero por su
silencio. Había obtenido pruebas documentales de lo que nuestros choferes habían estado
haciendo y amenazaba con entregar estas pruebas en la oficina del fiscal del distrito si yo no
aceptaba sus exigencias.
Sabía, desde luego, que no tenía motivos de preocuparme, personalmente, por lo menos. Pero
sabía también que la ley dice que una firma es responsable por los actos de sus empleados.
Además, sabía que, si el asunto iba a los tribunales y se aireaba en los diarios, esta mala
publicidad arruinaría mi negocio. Y yo estaba orgulloso de mi negocio; había sido fundado
por mi padre veinticuatro años antes.
Estaba tan preocupado que caí enfermo. No comí ni dormí en tres días. Me paseaba de aquí
para allá como un loco. ¿Pagaría el dinero -cinco mil dólares-, o diría a aquel hombre que
siguiera su camino e hiciese lo que le diera la gana? En cualquiera de los dos casos el asunto
terminaba en una pesadilla.
“En estas circunstancias sucedió que tomé el folleto sobre Cómo librarse de las
preocupaciones que me habían dado en mi clase Camegie de oratoria. Comencé a leerlo y
llegué al relato de Willis H. Carrier. “Encara lo peor”, decía. En su vista me pregunté: “¿Qué
es lo peor que puede sucederme si me niego a pagar y estos chantajistas entregan sus
constancias al fiscal del distrito?”
La respuesta era: la ruina de mi negocio. Tal era lo peor que podía sucederme. No podía ir a
la cárcel. Todo lo que podía ocurrir era que la publicidad que se diera al asunto me arruinara
Y yo entonces me dije: “Muy bien, mi negocio se ha ido al traste. Lo acepto mentalmente.
¿Y que más?”
30
Bien, una vez arruinado, tendría probablemente que buscarme una colocación. No era la cosa
tan mala. Sabía mucho sobre nafta; había firmas que me empelarían muy a gusto... Comencé
a sentirme mejor. Las sombras en que había vivido durante tres días y tres noches se
disiparon un poco. Mis emociones remitieron... Y con asombro por mi parte, fui capaz de
pensar.
“Tenía la cabeza suficientemente despejada para abordar el Paso III: mejorar lo peor. Al
pensar en las soluciones, se me presentó un punto de vista completamente nuevo. Si yo
contara todo lo sucedido al fiscal, éste podría encontrar alguna fórmula en la que yo no había
caído. Sé que parece estúpido decir que esto no se me había ocurrido antes, pero desde luego,
yo no había meditado. ¡Había estado solamente preocupándome! Inmediatamente decidí que
lo primero que haría por la mañana sería hablar con el fiscal. Después me metí en la cama y
dormí como un lirón.
¿Cómo terminó la cosa? Bien, a la mañana siguiente, mi abogado me dijo que fuera a ver al
fiscal del distrito y le contara toda la verdad. Es lo que hice. Acabado mi relato, quedé
atónito al oír del fiscal que aquella banda de chantajistas estaba operando desde hacía meses
y que el hombre que actuaba como “agente del gobierno” era un granuja buscado por la
policía. ¡Qué alivio fue oír esto después de haberme atormentado durante tres días y tres
noches preguntándome si debía entregar los cinco mil dólares a un pillo profesional!
“Esta experiencia me enseñó una lección para siempre. Ahora, siempre que me veo ante un
serio problema que amenaza con preocuparme, le aplico lo que denomino la vieja fórmula de
Willis H. Carrier.”
Hacia la misma época en que Willis H. Carrier se preocupaba por el equipo de depuración
del gas que estaba instalando en una fábrica de Cristal City, Missouri, un individuo de
Broken Bow, Nebraska, hacía testamento. Se llamaba Earl P. Haney y padecía de úlceras
duodenales. Tres médicos, incluido un famoso especialista, habían llegado a la conclusión de
que el señor Haney era "un caso incurable". Le dijeron que no comiera ni esto ni lo otro y
que no se preocupara o agitara; que se mantuviera en absoluta calma. ¡También le dijeron
que hiciera su testamento!
Estas úlceras habían obligado ya a Haney a abandonar un puesto muy agradable y bien
remunerado. Ya no tenía nada que hacer, salvo esperar una muerte que se demoraba.
En su vista, tomó una decisión, una soberbia decisión. Se dijo: “Como me queda muy poco
tiempo de vida, debo aprovecharlo bien. Siempre he deseado dar la vuelta al mundo antes de
morirme. Si es que he de hacerlo alguna vez, ha de ser ahora.” Y compró su pasaje.
Los médicos quedaron aturdidos. Y advirtieron al Señor Haney: "Debemos decirle que, si
hace este viaje, lo sepultarán en el mar".
No, no - replicó el señor Haney- He prometido a mis parientes que me enterrarán en la
sepultura familiar de Broken Bow, Nebraska. Por tanto, compraré un féretro y lo llevaré
conmigo.
31
Compró el féretro y lo llevó a bordo; después llegó a un arreglo con la compañía de
navegación para que, en caso de que se produjera el fallecimiento, instalaran el cadáver en un
compartimiento frigorífico y lo mantuvieran allí hasta que el barco volviera a casa. Y partió
de viaje con el espíritu del viejo Omar:
Disfrutemos, así, cuanto podamos,
Antes que el polvo nos devore ruin;
Antes que Polvo en Polvo nos hagamos,
Sin vino ni Amor... y también sin Fin.
Pero no fue “sin vino” el viaje de Earl P. Haney. En una carta que tengo ahora ante mí, el
señor Haney dice: "Durante el viaje bebí licores y fumé grandes cigarros. Comí de todo,
hasta extraños platos indígenas que me anunciaron como mortales de necesidad. ¡Disfruté
más de lo que había disfrutado en muchos años! Nos vimos en medio de monzones y tifones
capaces de llevarme al féretro, aunque sólo fuera de miedo, pero fue magnífica esta
aventura."
"En el barco jugué, canté y me hice de nuevos amigos. No me acostaba hasta la madrugada.
Cuando llegamos a China y la India, comprendí que las zozobras que había padecido en casa
a causa de los negocios eran un paraíso comparadas con la pobreza y miseria del Oriente.
Acabé con mis insensatas preocupaciones y me sentí muy bien. Cuando volví a Norteamérica
había ganado cuarenta kilos de peso.
Me había olvidado casi de que había tenido úlceras. Nunca en mi vida me sentí mejor. Me
apresuré a revender el féretro al dueño de las pompas fúnebres y volví a ocuparme de mis
negocios. Desde entonces no he estado enfermo ni un solo día”.
En la época de estas ocurrencias, Earl P. Haney nunca había oído hablar de Willis H. Carrier
y de su técnica para encarar las preocupaciones. Recientemente, me dijo: “Sin embargo,
ahora comprendo que estaba inconscientemente utilizando el mismo principio. Había
aceptado lo peor que podía sucederme; en mi caso, el morir. Y después traté de mejorar lo
peor disfrutando lo más posible del tiempo de vida que me quedaba.. Si hubiese continuado
preocupándome a bordo, no tengo duda de que hubiera acabado el viaje dentro del ataúd.
Pero descansé y olvidé. Y esta tranquilidad de espíritu me proporcionó la nueva energía que
verdaderamente me salvó la vida”. (Earl P. Haney vive actualmente en el número 52 de
Wedgemere Ave., Winchester, Mass.)
Ahora bien, si Willis H. Carrier pudo salvar un contrato de veinte mil dólares, si un hombre
de negocios neoyorquino pudo librarse de un chantaje y si Earl P. Haney pudo salvar así su
vida, todos utilizando la misma fórmula mágica, ¿no cabe que se halle aquí la solución para
algunas de las zozobras de ustedes? ¿No cabe incluso que la fórmula pueda resolver algunos
problemas que ustedes consideren insolubles?
Por tanto, la Regla 2 es: Si usted tiene un problema de preocupación, aplique la fórmula
mágica de Willis H. Carrier haciendo estas tres cosas:
1. Pregúntese: "Qué es lo peor que puede sucederme?"
2. Prepárese a aceptarlo, si ello es necesario.
3. Después, tranquilamente, proceda a mejorar lo peor.
32
ANEXO III
LAS VIRTUDES7
"Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable,
todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. (Flp 4, 8)
La virtud es una disposición habitual y firme de hacer el bien. Permite a la persona no sólo
realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y
espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones
concretas.
El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios.
I. Las virtudes humanas
Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales
del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y
guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para
llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien.
Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los
gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano para
armonizarse con el amor divino.
a. Distinción de las virtudes cardinales
Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por eso se las llama “cardinales”; todas
las demás se agrupan en torno a ellas. Estas son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la
templanza. "¿Amas la justicia? Las virtudes son el fruto de sus esfuerzos, pues ella enseña la
templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza" (Sb 8,7). Bajo estos nombres, estas
virtudes son alabadas en numerosos pasajes de la Escritura.
La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia
nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. “El hombre cauto medita
sus pasos” (Pr 14,15) “Sed Sensatos y sobrios para daros a la oración” (1 P 4,7). La
prudencia es la "regla recta de toda acción”, escribe santo Tomás, siguiendo a Aristóteles. No
se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o simulación. Es llamada “auriga
virtutum”: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía
directamente el juicio de la conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta
según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos
particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos
evitar.
7
Tomado de Conferencia Episcopal Argentina: “Catecismo de la Iglesia Católica”. Tercera Parte, Capítulo
primero, Artículo 7. 1993.
33
La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al
prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”.
Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer
en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al
bien común. El hombre justo, evocado con frecuencia en las Sagradas Escrituras, se distingue
por la rectitud de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. “Siendo juez no hagas
injusticia, no por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo”
(Lv 19,15). “Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente
que también vosotros tenéis un Amo en el cielo” (Col 4,1).
La. fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en
la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los
obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso
la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la
renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. “Mi fuerza y mi
cántico es el Señor” (Sal 1 18, 14). “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo! : Yo he
vencido al mundo” (Jn 16,33)
La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el
equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los
instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta
hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar “para
seguir la pasión de su corazón” (Si 5,2). La templanza es a menudo alabada en el Antiguo
Testamento: “No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena” (Si 18,30). En el nuevo
Testamento es llamada “moderación o sobriedad”. Debemos “vivir con moderación, justicia
y piedad en el siglo presente” (Tt 2, 12)
Vivir bien no es otra cosa que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo el
obrar. Quien no obedece más que a El (lo cual pertenece a la justicia), quien vela por discernir
todas las cosas por miedo a dejarse sorprender por la astucia y la mentira (lo cual pertenece a la
prudencia), le entrega un amor entero (por la templanza), que ninguna desgracia puede derribar (lo
cual pertenece a la fortaleza).
b. Las virtudes y la gracia
Las virtudes humanas adquiridas mediante la educación, mediante actos deliberados, y una
perseverancia, mantenida siempre en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia
divina. Con la ayuda de Dios forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El
hombre virtuoso es feliz al practicarlas.
Para el hombre herido por el pecado no es fácil guardar el equilibrio moral. El don de la
salvación por Cristo nos otorga la gracia necesaria para perseverar en la búsqueda de las
virtudes. Cada cual debe pedir siempre esta gracia de luz y de fortaleza, recurrir a los
sacramentos, cooperar con el Espíritu Santo, seguir sus invitaciones a amar el bien y
guardarse del mal.
34
II. Las virtudes teologales8
Las virtudes humanas se arraigan en las virtudes teologales que adaptan las dificultades del
hombre a la participación de la naturaleza divina. Las virtudes teologales se refieren
directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad.
Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino.
Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan
y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para
hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la
presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Tres son las
virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad.
La fe
La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y
revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque El es la verdad misma. Por la fe “el
hombre se entrega entera y libremente a Dios”. Por eso el creyente se esfuerza por conocer y
hacer la voluntad de Dios, “el justo vivirá por la fe” (Rm 1,17). La fe viva actúa por la
caridad" (Ga 5,6).
El don de la fe permanece con el que no ha pecado contra ella. Pero, "la fe sin obras está
muerta" (St 2,26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a
Cristo ni hace de él un miembro vivo de su cuerpo.
El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla,
testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos vivan preparados para confesar a Cristo
delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones
que nunca faltan a la Iglesia”. El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la
salvación: “Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por
él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo
también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10,32-33).
La esperanza
La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al reino de los cielos y a la vida
eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y
apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
“Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hb
10,23). Este es “el Espíritu Santo que El derramó sobre nosotros con largueza por medio de
Jesucristo nuestro Salvador que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos,
en esperanza, de vida eterna” (Tt 3, 6-7).
8
Tomado de Conferencia Episcopal Argentina. “Catecismo de la Iglesia Católica”. Tercera parte, Capítulo
primero, Artículo 7. 1993
35
La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de
todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica
para ordenarlas al reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo
desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la
esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.
La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su
origen y su modelo en la esperanza colmada de Isaac y purificada por la prueba del
sacrificio. “Esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho de muchas naciones.” (Rm
4,18).
La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la
proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia
el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las
pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su
pasión, Dios nos guarda en la “esperanza que no falla” (Rm 5, 5). La esperanza es "el ancla
del alma", segura y firme, "que penetra …, a donde entró por nosotros como precursor de
Jesús" (Hb 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación:
“Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, en el yelmo de la esperanza de salvación” (1
Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: "Con la alegría de la esperanza constantes
en la tribulación." (Rm 12, 12). Se expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la
del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear.
Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que aman y hacen su
voluntad. En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, “perseverar
hasta el fin” y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras
buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que “todos los
hombres se salven” (1 Tm 2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo:
Espera, espera, que no sabes cuando vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa
con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras
más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo
y deleite que no puede tener fin.
La caridad
La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El
mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo. Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1),
manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan
el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó,
yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9).Y también: "Este es
el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado" (Jn 15, 12).
36
Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de
Cristo: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor”
(Jn 15, 9-10).
Cristo murió por amor a nosotros “cuándo éramos todavía enemigos” (Rm 5, 10). El Señor
nos pide que amemos como EL hasta a nuestros enemigos, que nos hagamos prójimos del
más lejano, que amemos a los niños y a los pobres como a El mismo.
El apóstol San Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: "La caridad es paciente,
es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su
interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad.
Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta (1 Co 13, 4-7).
"Si no tengo caridad - dice también el apóstol - nada soy...". Y todo lo que es privilegio,
servicio, virtud misma... “si no tengo caridad, nada me aprovecha” (1 Co 13, 1-4). La caridad
es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: "Ahora subsisten la
fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad" (1 Co 13,
13).
El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es “el vínculo
de la perfección” (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es
fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad
humana de actuar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino.
La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los
hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, sino como un hijo que responde al
amor del “que nos amó primero” (1 Jn 4, 19):
O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o
buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos
por el bien mismo del amor del que manda... y entonces estamos en la disposición de hijos.
La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la
corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y
generosa; es amistad y comunión:
La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia
él corremos; una vez llegados, en él reposamos.
III. Dones y frutos del espíritu santo
La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son
disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu
Santo.
Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia,
piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David. Completan y llevan a
su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer
con prontitud a las inspiraciones divinas.
37
Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana (Sal 143, 10).
Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios... Y, si hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo. (Rm 8, 14.17).
Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el espíritu Santo como
primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz,
paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia,
continencia, castidad” (Ga 5, 22-23, vg.).
IV. Resumen
La virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien.
Las virtudes humanas son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que
regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón
y la fe. Pueden agruparse en torno a cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia,
fortaleza y templanza.
La prudencia dispone la razón práctica para discernir, en toda circunstancia, nuestro
verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo.
La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es
debido.
La fortaleza asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia en la práctica del bien.
La templanza modera la atracción hacia los placeres sensibles y procura la moderación en
el uso de los bienes creados,
Las virtudes morales crecen mediante la educación, mediante actos deliberados y con el
esfuerzo perseverante. La gracia divina las purifica y las eleva.
Las virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima
Trinidad. Tienen como rigen, motivo y objeto, a Dios conocido por la fe, esperado y amado
por El mismo.
Las virtudes teologales son tres: la fe, la esperanza y la caridad. Informan y vivifican todas
las virtudes morales.
Por la fe creemos en Dios y creemos todo lo que El nos ha revelado y que la Santa Iglesia
nos propone como objeto de fe.
Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme confianza la vida eterna y las
gracias para merecerla.
Por la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros
mismos por amor de Dios. Es el "vínculo de la perfección " (Col 3, 14) y la forma de todas
las virtudes.
Los siete dones del Espíritu Santo concedidos a los cristianos son: sabiduría, entendimiento,
consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
38
ANEXO IV
LA VIOLENCIA DE LOS MANSOS9
"Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia" (Mt. 5,4)
Todos los valores humanos y las virtudes de las cuales nos hablan las bienaventuranzas,
encuentran su modelo en Jesús. Pero si hay una virtud de la cual Él reivindicó expresamente
el derecho de ser Maestro, es la mansedumbre. “Aprendan de mí, porque soy manso, paciente
y humilde de corazón” (Mt 11,29). Si hay un “heredero de la tierra”, al cual le corresponde
por derecho la posesión de la tierra prometida - en el sentido mesiánico - es sólo Jesús, hecho
por Dios “heredero de todas las cosas”, como dice San Pablo a los hebreos que todavía
esperaban que se verificara la promesa cantada en el salmo 37 (36): “Los mansos heredarán
la tierra y se deleitarán con paz copiosa”. Jesús nos lo expresa con toda su vida, se ha
colocado en la categoría de los seres indefensos, maltratados, que se someten dócilmente a la
voluntad de Dios porque están habituados a servir, y son mansos.
Este es el significado de la palabra griega “praus”, manso, que se ha empleado para traducir
de la biblia hebrea un término cargado de significado religiosos, aún siendo propia de una
categoría social. En el Nuevo Testamento la palabra no pierde nada de su genuino sabor, por
el contrario revela plenamente su dignidad. El Mesías, aún siendo rey, llega a Jerusalén
cubierto de un vestido modesto “lleno de humildad, montado sobre la cría de un animal de
carga” (Mt. 21,5), según la profecía.
Y es precisamente con el sermón de la montaña cuando, después del anuncio de las
bienaventuranzas y con la abolición del viejo dicho “ojo por ojo, diente por diente”, nace la
mansedumbre cristiana, la virtud que nos enseña a dominar la ira, transformando el
sentimiento de rencor y de venganza en una actitud fuerte y serena de respeto hacia los
demás.
Para evitar los equívocos acerca del significado de esta mansedumbre evangélica, es
necesario recordar que Jesús usó el látigo en el templo contra los vendedores y pronunció los
terribles "Ay de vosotros", que hacen temblar a los fariseos de todos los tiempos. La "ira" de
Jesús parece contradecir a la mansedumbre, al trato dulce y bueno que El ha empelado
siempre con todos y ha inculcado a sus discípulos.
En cambio, no. La mansedumbre es una virtud, significa vencer y refrenar una pasión; es “ira
transformada y totalmente convertida en dulzura, en afabilidad. Y cuando la causa de Dios y
de la salvación de las almas lo requieren, se verifica lo que podríamos llamar - con términos
modernos - la “explosión controlada” de un potencial humano hacia fines pacíficos y sobre-
naturales. El celo que devora el alma de los santos, como sucedió con Jesús, se expresa a
veces en violentos reproches. Pero estas manifestaciones de fuerza llevan consigo tal carga
de dulzura que golpean sin dañar, sin ese timbre de violencia y esa acritud característica de
quien reprende solamente por un impulso puramente humano, o incluso irracional.
9
Tomado de Fonzi, Enzo: “Las Bienaventuranzas”. Editorial Ciudad Nueva. Páginas 16 a 24.
“Esquema para la acción según las virtudes en ambientes y épocas críticas”
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“Esquema para la acción según las virtudes en ambientes y épocas críticas”

  • 1. * Revisado y actualizado en Mayo de 2009 “Esquema para la acción según las virtudes en ambientes y épocas críticas”* Carlos V. Kesman
  • 2. 2 Índice 1. Introducción a la nueva Edición............................................................................................................. 3 Introducción a la primera edición............................................................................................................... 4 2. Esquema Sintético.................................................................................................................................. 5 3. Análisis de los aspectos contenidos en el GRUPO I .............................................................................. 6 a. No hay nada mejor que el propio plan................................................................................................ 6 b. El pensamiento pragmático es asistemático ....................................................................................... 6 c. Trabajar en compartimientos estancos cada día ................................................................................. 7 d. Ante lo catastrófico cómo aceptar la peor alternativa y remontarla ................................................... 8 4. Análisis de los aspectos contenidos en el Grupo II: ............................................................................... 9 4.1. Las virtudes cardinales como método ........................................................................................... 10 a) Prudencia...................................................................................................................................... 10 b) Justicia ......................................................................................................................................... 10 c) Fortaleza....................................................................................................................................... 10 d) Templanza.................................................................................................................................... 11 4.2. Las virtudes teologales como método ........................................................................................... 11 a) Introducción ................................................................................................................................. 11 b) La mansedumbre cristiana ........................................................................................................... 12 c) La fe ............................................................................................................................................. 13 d) La Esperanza................................................................................................................................ 14 e) La Caridad.................................................................................................................................... 15 5. Los límites de la confianza en nuestras propias fuerzas ....................................................................... 16 6. A modo de cierre.................................................................................................................................. 17 ANEXO I. “VIVA EN COMPARTIMIENTOS ESTANCOS AL DÍA”.................................................... 19 ANEXO II. UNA FÓRMULA MÁGICA PARA RESOLVER SITUACIONES DE PREOCUPACIÓN............................................................................................................................. 27 ANEXO III. LAS VIRTUDES..................................................................................................................... 32 ANEXO IV. LA VIOLENCIA DE LOS MANSOS ................................................................................... 38 ANEXO V. LA FE....................................................................................................................................... 42
  • 3. 3 1. Introducción a la nueva Edición En el año 1996, como consecuencia de reuniones con amigos comprometidos con la acción del cristiano en el mundo, decidí volcar en un folleto de dos páginas, las ideas que tanto la preocupación espiritual como la experiencia nacida de ocupar responsabilidades complejas, públicas y privadas, enseñaban como orientación para la acción. Pero, no solamente “acción” efectiva según la teoría de la administración, sino, fundamentalmente, además de efectiva, que respondiera a “virtudes” a garantizar desde un punto de vista valorativo. Pasaron los años y en el 2002 el pequeño folleto se transformó en un cuadernillo de 33 páginas que se distribuyó entre amigos en la fe. Llegados al año 2007 y agotada la edición del cuadernillo, se realizó una revisión general con algunos agregados, que nacen de observar las sugerencias de los amigos que lo leyeron y aplicaron, las nuevas experiencias en la acción y en la permanente preocupación por hacer el bien, según las virtudes, en ambientes y épocas críticas. Como se verá, muy superior a lo que se propone por escrito, lo constituye el plan de trabajo que implica o se deriva de la propuesta y sus anexos, lo que debe leerse, meditarse y articularse para conseguir un método para la acción transformadora en el mundo, según las virtudes. Nunca lo que se escribe podrá abarcar o sustituir el potencial de los originales incluidos en los Anexos, sobre todo los basados en las Escrituras. Se espera contribuya a lograr este objetivo.
  • 4. 4 Esquema para la Acción según las virtudes en ambientes y épocas críticas Introducción a la primera edición Existen dos grupos de instrumentos a tener en cuenta para afrontar en forma efectiva y sin claudicaciones las responsabilidades que nos toca afrontar en la vida en todo tipo de escenarios, especialmente aquellos donde las virtudes y exigencias cristianas están en juego. Al fin de cuentas estaremos permanentemente sometidos a pruebas respecto a nuestras creencias sustanciales y a la posibilidad de lograr, en los distintos ámbitos, un ambiente de justicia superior a la de los escribas y fariseos. De esta necesidad hay que tener una convicción clara acorde con las más profundas convicciones religiosas cristianas. Estas cuestiones han sido pensadas durante mucho tiempo con motivo del desempeño en cargos de alta responsabilidad muy conflictivos con los valores y virtudes, y costó mucho llegar a una conclusión práctica a fin de dilucidar “cómo operar consistentemente en ambientes adversos y de alta criticidad sin perder los principios y los valores en los que uno cree”. A pesar de todo siempre hay un desgaste, a veces grande, por ello la familia y los amigos son el último reducto de defensa y buen ambiente y por ello hay que cuidarlos. Todo este enfoque cualitativo que se propone hay que ejecutarlo en un marco de orden alimentario y físico, luchando sobre todo contra la vida sedentaria y manteniendo una vida interior de oración y gracia permanentes.
  • 5. 5 2. Esquema Sintético Existen dos conjuntos de aspectos a tener en cuenta: a) uno netamente secularista (Grupo I) destinado a dotar a la mente de un dominio potente de la misma para la acción y b) otro, cualitativo (Grupo II) que proviene de la religión católica y que contiene el conjunto de virtudes que deben alimentar, día a día, el estado interior que permita no claudicar en la lucha por los valores morales. Una visión sintética del conjunto que se propone como Grupo I y Grupo II puede observarse en el cuadro siguiente: GRUPO I ESQUEMA SECULARISTA 1) No hay nada mejor que el propio plan. 2) El pensamiento pragmático es asistemático. 3) Trabajar en compartimientos estancos cada día (Ver anexo I). 4) Ante lo catastrófico tener un método de salvataje para reducir a un mínimo la pérdida (Ver anexo II). GRUPO II VIRTUDES 1) Virtudes cardinales: a) Prudencia b) Justicia c) Fortaleza d) Templanza (Ver anexo III) 2) Virtudes Teologales a) Fe b) Esperanza c) Caridad (Ver anexo III) 3) La importancia de la “mansedumbre cristiana” (Ver anexo IV). 4) La fe (Ver Anexo V).
  • 6. 3. Análisis de los aspectos contenidos en el GRUPO I a. No hay nada mejor que el propio plan El primer requisito secularista a satisfacer es disponer siempre de un plan. Ante realidades sobre las que se debe actuar e introducir cambios y que sean complejas y conflictivas, la no disponibilidad de un plan lleva a perder fácilmente el objetivo final y trascendente de la acción. Muy rápidamente el responsable de los cambios se desorienta, pierde el rumbo y su responsabilidad transformadora se diluye. Tener un plan significa, básicamente, contar con “sentido estratégico”. El sentido estratégico surge de tener claro un diagnóstico de partida y una visión de la probable evolución y cambios a introducir sobre la realidad. Si esto es así, el “sentido estratégico se expresará en criterios para dirimir entre alternativas, facilitando las decisiones concretas sin perder el horizonte”. Debe quedar clara la importancia de este punto. La variabilidad de las condiciones no controlables por el responsable de las decisiones y la volatilidad de las cuestiones reales, sumado al complejo ambiente de las relaciones humanas y lobbies, llevarían a que, cuando menos se perciba, el plan ya no existe y el responsable de la acción esté perdido y superado por la realidad. En este punto, la única salvación es tener elaborado un plan, que es el hilo conductor por medio del cual se retorna a la conducción estratégica que garantiza el cumplimiento de los objetivos para los cuales se ha asumido la conducción. b. El pensamiento pragmático es asistemático Una consecuencia destructiva de alto riesgo para quien está en la acción, es verse superado por la realidad, perder el sentido estratégico de su misión y, para salvarse y “durar” en su cargo o función se transforma en “pragmático”. En la práctica esta actitud se transforma en un accionar efectivo pero sin sentido último y sustancial. Se adoptan mecanismos prácticos y algoritmos lógicos que permiten resolver las situaciones sin analizar a fondo sus implicancias cualitativas. En este punto, quien decide ha sido absorbido por el “pragmatismo”. Este constituye una actitud tal que, al hacer sus opciones, excluye las reflexiones o valoraciones basadas en principios éticos. De esta forma se pierde la referencia a fundamentos de orden axiológico y, por tanto, inmutables. En el momento que el plan con su contenido estratégico y valorativo ha sido arrasado, cunde el pragmatismo y, como consecuencia, ya no es posible la defensa de valores sustanciales.
  • 7. 7 Al no responder a valores inmutables, el pragmatismo lleva a negociaciones fácticas y de compromiso con el solo objetivo de mantenerse en el poder, o sostener privilegios y ventajas. El pragmatismo es muy tentador cuando se ha perdido la brújula valorativa y se impone solo el interés egoísta, individual o colectivo, alejado de la verdad. De esta forma quien deseaba sostener una praxis de acción basada en valores termina adscribiéndose a filosofías que se han alejado del sentido del ser. Así se llega al fracaso total de las buenas intenciones iniciales que justificaron el compromiso con la realidad: la negación del ser comporta inevitablemente la pérdida de contacto con la verdad objetiva y, por consiguiente, con el fundamento de la dignidad humana. Así, finalmente, se llegará progresivamente a una destructiva voluntad de poder. Por ello, todo aquel que se compromete en la acción sobre la realidad debe resguardarse de caer en filosofías que se han alejado del sentido del ser, aunque se vean como prácticas para abordar la realidad. En definitiva, el compromiso para cambiar la realidad, persigue como objetivo contribuir a la liberación del hombre respecto a las ataduras terrenales y facilitar su libertad para que decida sobre su futuro existencial. Por ello, tal como dice el Documento de Puebla, demos tratar de ser, ante todo, titulares de la verdad. Aquí comienza el verdadero desafío para los comprometidos en cambiar el mundo. Como dice Juan Pablo II en “Redemptor hominis”, “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (San Juan). Estas palabras encierran una exigencia fundamental y al mismo tiempo, una advertencia: la exigencia de una relación honesta con respecto a la verdad como condición de una auténtica libertad; y la advertencia, además, de que se evite cualquier libertad aparente, cualquier libertad superficial y unilateral, cualquier libertad que no profundiza en toda la verdad sobre el hombre y sobre el mundo. También hoy, después de dos mil años, Cristo se nos aparece como aquel que trae al hombre la verdad, como aquel que libera al hombre de lo que limita, disminuye y casi destruye esta libertad en sus mismas raíces, en el alma del hombre, en su corazón, en su conciencia. Por consiguiente, esta cita hace comprender la profundidad de tener como instrumento central un plan con objetivos sustanciales y el grave riesgo de caer en el pragmatismo como respuesta para la acción. c. Trabajar en compartimientos estancos cada día Cuando la dinámica de la acción diaria adquiere un ritmo inusitado y complejo, se pone a prueba el dominio de la mente para actuar en forma efectiva, serena y sin perder la orientación de los objetivos sustanciales. Cuando esto ocurre se presenta la complicación de que la mente de quien actúa sufre la
  • 8. 8 presión simultánea de lo histórico, los acontecimientos cotidianos sobre los que tiene que decidir y, a su vez, la visión del futuro que hay que garantizar. Esto da lugar a una complicación para la efectividad de la acción diaria que se deriva del hecho descripto. Es decir, produce un desorden en la praxis de acción la presión simultánea de lo histórico, lo diario y la perspectiva futura. ¿Cómo resolver esta situación? La respuesta es: obrar por compartimientos estancos cada día. Es decir, la mente debe ser capaz de concentrarse solamente en lograr efectividad en la ejecución de las tareas que quedan comprendidas en el cronograma de cada día. Un esquema práctico a adoptar parte de tener en cuenta que, desde el punto de vista de garantizar el cumplimiento del plan global, el mismo, para su ejecución, necesita establecer un cronograma por año, meses y semanas. Precisamente, debe ubicarse la semana correspondiente y el fin de semana anterior o el lunes, concentrarse mentalmente en cómo ejecutar los compromisos de la semana y, la noche anterior o a primera hora de cada día, diagramar la eficacia y el enfoque compatible con el plan global de los problemas a resolver cada día Es posible que, a esta altura, alguien pueda pensar que se está exagerando con esta recomendación, pero, no es así. Más aún, puede decirse que, posiblemente, en etapas muy exigidas debe aplicarse este mecanismo de abstracción mental a una acción “hora por hora”, es decir, aplicar inclusive el mecanismo de los compartimentos estancos “dentro de” cada día. Es una actitud de dominio de la mente para la acción efectiva diaria según el plan sustancial. Caso contrario, la acumulación de desafíos conflictivos puede producir desvíos cualitativos y enormes pérdidas de efectividad que, seguramente, serán el comienzo de un deterioro en el posicionamiento óptimo a lograr. Por ello, la recomendación es: “Trabajar en compartimientos estancos cada día” (Ver Anexo I). Tal como puede apreciarse leyendo el Anexo I, esta recomendación tiene un doble contenido. Por un lado, un sentido práctico de autodominio de la mente para ser efectivo en un mundo complejo, conflictivo y controvertido. Por otro lado, se relaciona con un aspecto central de la fe cristiana y su impacto en la vida cotidiana: Hay que “preocuparse” por el futuro pero no “afanarse” por el futuro y dar lugar a la virtud de la ESPERANZA. (Ver Anexo III). d. Ante lo catastrófico cómo aceptar la peor alternativa y remontarla Cuando se asumen compromisos con la realidad, no siempre se afrontarán situaciones controlables y deseables. Los escenarios que pueden presentarse, cuando se desarrolla una acción planificada, tienen distinta probabilidad de presentación. Precisamente, cuando se definen los programas y proyectos que son necesarios para ejecutar un plan, se trata de potenciar aquellos escenarios más favorables. Pero, ello no significa que éstos últimos se presentarán. La misma teoría de la probabilidad indica que un evento con posibilidad de presentación muy baja es de tal naturaleza que se presentará con baja frecuencia, tan baja que casi no se presentará nunca. Pero, a pesar de ello, puede llegar a presentarse.
  • 9. 9 ¿Qué hacer cuándo se presenta un evento cuya presentación era muy poco esperada? Si la preocupación y la desesperación nos invade, los efectos negativos impactarán a pleno e, incluso, pueden comprometer todo el plan. Lo primero es aceptar lo inesperado de la presentación de algo catastrófico. Segundo, tener la fortaleza de remontarlo tratando de reducir a un mínimo el impacto negativo, e incluso, transformarlo en un nuevo proyecto a partir de la recuperación de los escombros. Esta actitud y reacción es difícil, pero necesaria, si se desea estar preparado para garantizar los logros de un plan, inclusive ante las peores alternativas, (ver anexo II). En el Anexo II se llama la atención sobre el poder destructivo en la efectividad conductiva que puede implicar la presentación de un hecho de casi imposible presentación. Seguir el método propuesto en el Anexo II llevará a abordar con mentalidad superadora un evento de la realidad que distorsiona el plan, en lugar de que la presentación de lo inesperado lleve a la inhabilitación de la conducción e, incluso, la desaparición de la organización. Por ello se proponen tres pasos: Paso I: Analizar con valentía y honradez e imaginar lo peor que puede suceder como consecuencia del fracaso. Paso II: Prepararse a aceptarlo, si ello fuera necesario. Paso III: Dedicar, con calma, tiempo y energía a tratar de mejorar lo peor, que ya se tenía mentalmente aceptado. 4. Análisis de los aspectos contenidos en el Grupo II: El Grupo II contiene el esquema de virtudes que deben alimentar día a día el estado interior. Es posible que se llegue a la noche de cada día demolido y desmoralizado. Hay que leer y releer los contenidos del Grupo II y trasladarlo a la acción diaria. Solamente una vida interior convencida de la responsabilidad de contribuir a lograr un mundo mejor, puede mantener viva la llama necesaria para la acción. Para los que asumimos compromisos en ambientes y épocas críticas, largos análisis y meditación han sido necesarios para llegar a dilucidar la relación entre las virtudes cardinales, las ordinales y la acción para lograr el bien en el mundo.
  • 10. 10 4.1. Las virtudes cardinales como método Muchas noches surge la tentación de abandonar la lucha, cansados y agobiados por las fuerzas del mal y la corrupción. Ante ello debe repasarse detenidamente, una a una, las virtudes cardinales y cruzarlas con todos y cada uno de los problemas y ambientes que hay que enfrentar. Seguramente se sale al día siguiente decididos a proseguir la tarea por un mundo mejor. a) Prudencia El hombre cauto medita sus pasos: Debe velar por discernir todos sus pasos. Así, aparece la virtud de la PRUDENCIA que resguarde de la presión de los pícaros que tratan de conseguir decisiones rápidas sobre temas y cuestiones ríspidas, donde están en juego intereses, dinero o poder y, sobre todo, el hacer el bien o el mal. Cualquier tema nuevo que se incorpore a la agenda debe ser abordado con moderación en el comportamiento para acomodarlo a lo que es “sensato” o exento de peligro de contaminación con elementos contrarios a la moral o a las necesidades de la sociedad. b) Justicia Para decidir con equilibrio y equidad, la virtud de la JUSTICIA orienta a darle a cada uno lo suyo, según Dios y los hombres, asunto siempre complejo por los juegos de intereses cruzados, tanto entre privados como entre ellos y la sociedad o el Estado. La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. Como en la vida moderna, en general, los responsables de la acción o conducción operan en el marco de organizaciones, debe tenerse especialmente en cuenta que, para con los hombres, la justicia dispone respetar los derechos de cada uno y establecer, en las relaciones humanas, la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. c) Fortaleza La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Siempre existe la tentación de ceder, abandonar, aflojar, ser algo menos cuidadosos en la moralización de la realidad cotidiana. Aquí aparece la virtud de la FORTALEZA, por la cual se identifican los aspectos morales en juego en cada tema, en tiempo y lugar, y se determinan con claridad los aspectos morales a defender o resguardar: hecho esto se sale a la realidad con decisión y confianza a orientar la acción concreta hacia el mundo moral.
  • 11. 11 Siempre este aspecto constituyó un ámbito clave para actuar como cristiano: los valores morales a defender y la orientación valorativa a dotar a los actos y realidades de la vida (Debe contarse con un profundo conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia).1 d) Templanza Finalmente, la TEMPLANZA dará un equilibrio en el uso de los bienes creados y sapiencia en el uso de las virtudes cardinales y en el actuar según un orden valorativo, en medio de una realidad desordenadora que lleva al actuar asistemático (pragmático) respecto a lo valorativo. La templanza es a menudo alabada en el Antiguo Testamento: “No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena”. En el Nuevo Testamento es llamada “moderación” o “sobriedad”. Debe leerse en el Anexo, con sumo cuidado, los alcances que para cada una de las virtudes cardinales fija el Catecismo de la Iglesia Católica. (Ver Anexo III). 4.2. Las virtudes teologales como método a) Introducción En la vida comprometida con la acción en el mundo, si bien ha sido posible operativizar la relación entre las virtudes cardinales y la presencia en el mundo, no resulta sencillo hacer lo mismo con las virtudes ordinales: FE, ESPERANZA y CARIDAD y, especialmente, con la FE. A pesar de ello un católico debe saber que las virtudes humanas (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) se arraigan en las virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad) que adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina. Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino (Catecismo de la Iglesia Católica, apartado 1812). Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano 1 Ver Kesman, Carlos: “Justicia Distributiva para América Latina (Una propuesta desde la Doctrina Social de la Iglesia). Editorial Buyatti, 2004. Conferencia Episcopal Argentina: “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”. Primera Edición, 2005. Conferencia Episcopal Argentina: “V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe” – Documento Conclusivo. Aparecida (Brasil) 2007. Esta debería ser una biblioteca mínima que debe completarse con el acceso a los originales de las Encíclicas Sociales.
  • 12. 12 (Catecismo de la Iglesia Católica, apartado 1813). Muy recientemente y gracias a releer las Cartas de San Pablo, en general, y la dirigida a los Hebreos, en particular, puede decirse que se hizo algo de luz sobre este aspecto clave del presente trabajo. A partir de lo avanzado hasta este punto y en base al cuadro conceptual más amplio que define a este pequeño libro, (tratando de aportar ideas y experiencias respecto a cómo compatibilizar un compromiso permanente con el mundo para transformarlo y la FE), resumiendo entonces, existen dos ámbitos a destacar. Un primer ámbito netamente secularista, que comprende: - No hay nada mejor que el propio PLAN (Debe tenerse una visión de la realidad que oriente la acción para transformarla) - El pragmatismo es asistemático para garantizar las exigencias del mundo moral (Ver “Catecismo de la Iglesia Católica” Tercera Parte, Capítulo Tercero). - Trabajar en compartimentos estancos cada día ayudan a la efectividad y a la consecución de las metas del plan diseñado. - Disponer de un método para rescatar la mayor cantidad de valores ante desastrosos fracasos. (La acción no debe ser elitista, no siempre se logrará lo deseado, pero, siempre debe haber un avance y sembrar, de tal forma que, con mucha oración, dejar el campo preparado para la acción del Espíritu). Un segundo grupo, pero valorativo, está constituido por las Virtudes Cardinales: - Prudencia - Justicia - Fortaleza - Templanza b) La mansedumbre cristiana A estos grupos, secularista y valorativo, a los que ya nos referimos, lo complementamos con la bienaventuranza de “Felices los mansos porque heredarán la tierra”, la que contiene la naturaleza y alcances de la mansedumbre cristiana, pacífica pero profundamente transformadora y siempre presente para ubicar el espíritu lejos de la violencia en los métodos pero convencidos de que, día a día, nuestra acción será profunda y presionará la realidad hacia el bien. Cuando se dice “Felices los mansos porque verán a Dios”, con esta bienaventuranza se genera un ámbito interior nuevo para la acción: actuar con mansedumbre cristiana nos lleva, nos acerca, al máximo objetivo de la vida de un cristiano como es “ver a Dios”.
  • 13. 13 Por supuesto que, legítimamente, también cualquier cristiano desea, humanamente, lograr objetivos materiales o reales como es conseguir cargos relevantes en empresas o instituciones, avanzar en la posición económica y ser reconocido en su ambiente. Pero, esta bienaventuranza coloca la mira muy por arriba de las vicisitudes concretas de los distintos ambientes y relativiza, aunque no hace desaparecer, la importancia de los logros según el mundo. La clave será el testimonio permanente según Dios en los distintos ambientes y circunstancias, pensando siempre que la recompensa puede tener una parte material pero que, como cristianos, aspiramos a otra retribución que muchas veces nos hará perder o relativizar los logros según el mundo, aunque la mansedumbre lleva a tener retribuciones en esta tierra: los mansos heredarán la tierra. Pero, a los preocupados porque ser manso y humilde de corazón puede atentar contra la efectividad de la acción, basta leer detenidamente el ANEXO IV, donde se presenta a la mansedumbre como una fuerza transformadora, como una virtud, una “explosión controlada” del potencial humano dirigido a fines pacíficos y sobrenaturales. Por ello este Anexo IV tiene como título sugerente: “La violencia de los mansos”. c) La fe Finalmente arribamos a las Virtudes Teologales (Ordinales) de las cuales nos concentraremos en la Fe y la Esperanza y cerraremos con la Caridad. Lo que más cuesta para el cristiano comprometido es verse, por un lado, presionado por la realidad cruda, materialista e injusta y, por otro, que Dios nos enseña que debemos tener FE, lo que mezclado con el mundo real aparece como algo “intangible” que no es suficiente como base para la acción ante la presión de los acontecimientos y los apremios del exitismo. La respuesta a esta duda o preocupación interior, que pone a prueba la naturaleza de la presencia cristiana en el mundo, puede encontrarse en la Carta de San Pablo a los Hebreos (Hebreos, 11) y en el Anexo IV del presente libro sobre las Virtudes Teologales, tomando en conjunto FE, ESPERANZA y CARIDAD. Por un lado, San Pablo trata de “definir” la FE: “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de las cosas que no vemos. Nuestros antepasados fueron aprobados porque tuvieron fe” (Hebreos 11). Por otro lado, la magnitud de la fe en la historia puede verse abundantemente en Hebreos 11, 4 a 31 (Ver Anexo V). San Pablo destaca en Hebreos 11, 32 a 40: (ver Anexo V) “¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los profetas. Por la fe conquistaron países, impartieron justicia, recibieron lo que Dios había prometido2 , cerraron la boca de los leones, apagaron fuegos violentos, escaparon de ser muertos a filo de espada, sacaron fuerzas de flaqueza y llegaron a ser poderosos en la guerra, 2 El subrayado es del autor.
  • 14. 14 venciendo a los ejércitos enemigos. Otros3 murieron en el tormento, sin aceptar ser liberados, a fin de resucitar a una vida mejor. Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta cadenas y cárceles y otros fueron muertos a pedradas, aserrados por la mitad o muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro vestidos sólo de piel de oveja y de cabra; pobres, afligidos y maltratados. Estos hombres, que el mundo ni siquiera merecía, anduvieron sin rumbo fijo por los desiertos, y por los montes, y por las cuevas y las cavernas de la tierra. Sin embargo, ninguno de ellos recibió lo que Dios había prometido4 , aunque fueron aprobados por la fe que tenían; porque Dios, teniéndonos en cuenta a nosotros, había dispuesto algo mejor, para que solamente en unión con nosotros fueran ellos hechos perfectos”. Posiblemente este contraste que marca San Pablo entre los que “por la fe conquistaron países, …., y llegaron a ser poderosos en la guerra, venciendo a los ejércitos enemigos” y los OTROS que “murieron en el tormento; …; sufrieron burlas y azotes y hasta cadenas y cárceles; …, anduvieron sin rumbo fijo por los desiertos y por los montes y por las cuevas y cavernas de la tierra” …; destacándose, también que “Sin embargo, ninguno de ellos recibió lo que Dios había prometido, aunque fueron aprobados por la fe que tenían”; pone a prueba la naturaleza y alcances de nuestra presencia en la tierra donde, el testimonio permanente en los ambientes que nos toca vivir no necesariamente se verán coronados siempre por el “éxito” según el mundo, sino por una constante que será nuestra presencia testimonial para el logro del bien, más allá de conseguir posicionamientos y poder en los distintos ambientes. Puede ser que este “éxito” no se logre y en lugar de los “victoriosos” seamos parte de los OTROS que, sin ser exitosos, testimoniaron según Dios y que solamente la FE y la ESPERANZA en la nueva vida justificaron la fortaleza necesaria para transitar en un mar de vicisitudes. d) La Esperanza Así aparece con toda su fuerza la ESPERANZA. La Esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los Cielos y a la vida eterna como felicidad máxima, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa (Catecismo de la Iglesia Católica, apartado 1817). La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad (Catecismo de la Iglesia 3 Idem anterior 4 Idem nota 2.
  • 15. 15 Católica, apartado 1818). La esperanza es el ancla del alma, segura y firme… Nos procura el gozo en la prueba misma: Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación (Catecismo, apartado 1820). e) La Caridad Para concluir con las virtudes teologales, resta completar la consideración de la fe y esperanza, que parecen intangibles, con su consecuencia más palpable: la caridad. Son de naturaleza diferente para la acción, pero, forman una simbiosis profunda. Así, la fe viva actúa por la caridad. El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella. Pero, la fe sin obras está muerta. A su vez, el impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad (Catecismo, apartados 1814, 1815 y 1818). La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo: Este es el mandamiento mío, que os améis unos a otros como yo os he amado (Catecismo, apartados 1822 y 1823). La caridad impacta centralmente la praxis de acción en los ambientes porque el Señor nos pide que amemos como El hasta a nuestros enemigos, que nos hagamos prójimos del más lejano, que amemos a los niños y a los pobres como a El mismo (Catecismo, apartado 1825). “Si no tengo caridad, dice el apóstol San Pablo, nada soy”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma… “si no tengo caridad, nada me aprovecha”. La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad (Catecismo, apartado 1826). El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es el vínculo de la perfección; es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino (Catecismo, apartado 1827). La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión: la culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos (Catecismo, apartado 1829). Si se medita detenidamente la naturaleza y alcance de la caridad, tal como se plantea en los últimos párrafos, puede deducirse que si la misma tiene semejante implicancia para la forma en que debe ejercitarse la presencia del cristiano en el mundo, el esquema propuesto
  • 16. 16 en este libro para orientar la forma de actuar, según las virtudes, en ambientes y épocas críticas, se coronaría con este enfoque, ajustándose así estrictamente a cómo estar en el mundo sin ser del mundo. Este es precisamente el desafío: estar y actuar en el mundo en búsqueda del bien sin ser del mundo. No resultaría difícil no estar en el mundo comprometido con su transformación y vivir en una burbuja ideal, un enclave de la vida social, sin ejercer las responsabilidades de ser sal de la tierra y levadura en los distintos ambientes. Pero, si se ejerce la responsabilidad natural del creyente y de los hombres de buena voluntad de dar testimonio de la verdad en cada ambiente, entonces, el esquema para la acción propuesto se compatibiliza con la más importante de todas las virtudes: LA CARIDAD. Para los que son concientes de la necesidad de estar en el mundo para transformarlo y hacerlo más humano y justo, entonces, hay que partir de la necesidad de comprometerse en la acción renovadora, pero tener en cuenta que no se puede actuar de cualquier forma: el fin no justifica los medios. También debemos diferenciarnos en los medios y no aceptar que sean de efectividad inferior porque quieran respetar la moralidad y la ética. 5. Los límites de la confianza en nuestras propias fuerzas Es posible que el estar expuestos a ambientes y momentos críticos en los cuales se trata de dar testimonio de un nuevo mundo, haga perder la visión respecto a la verdadera naturaleza de nuestra presencia en el mundo: Debemos actuar según Dios, tratando de identificar los signos que nos permitan descubrir los valores morales a defender. Hecho esto, poner el máximo esfuerzo humano para el logro de los objetivos, con un grado de compromiso como si fuera que los resultados dependieran solamente de nosotros. Siempre, pero sobre todo a partir de este punto, juega un papel clave la oración para el logro de los fines morales, y el dejar actuar al Espíritu. La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo (Catecismo, apartado 1830). No podemos dejar que nos domine el activismo, colocándolo como un fin en sí mismo y actuar sin el Espíritu, como si fuera que todo es materialista y dependen los resultados exclusivamente de nuestra acción humana. Por ello hay que estar siempre atentos a los necesarios siete dones del Espíritu Santo (Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor a Dios) que completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas (Catecismo, apartado 1831).
  • 17. 17 6. A modo de cierre Por supuesto que el alcance y la interpretación sustancial de las virtudes deben buscarse en textos oficiales de la Iglesia y en el debido apoyo de sacerdotes para dilucidar un enfoque estricto. Este trabajo debe hacerse medulosamente y meditado suficientemente. Una simbiosis entre el Grupo I y el Grupo II deben dotar al cristiano de los elementos que lo preparen debidamente para la acción en el mundo. Deben afrontarse los compromisos y el laico tiene en la sociedad el ambiente natural donde estar presente para cumplir su función. Hay que prepararse para esta presencia comprometida: No hay otras cruces que las cotidianas. Espero que estas sugerencias sean útiles y que analizándolas con la experiencia de la acción cotidiana, y aplicándolas, surjan mejoras y perfeccionamientos que cada uno pueda aportar, a sí mismo y a los demás. Resultará útil que, cada uno en su intimidad, profundice y actualice aspectos sustanciales de lo planteado en este trabajo, meditando los contenidos de las dos Cartas Encíclicas de Benedicto XVI: “Deus Caritas Est” (Dios es Amor) y “Spe Salvi” (Salvados en la Esperanza).
  • 19. 19 ANEXO I "VIVA EN COMPARTIMIENTOS ESTANCOS AL DÍA"5 En la primavera de 1871 un joven tomó un libro y leyó veintidós palabras que tuvieron un profundo efecto en su futuro. Estudiante de medicina en el Hospital Genérale Montreal, estaba preocupado por sus exámenes finales, lo que debía hacer, adonde iría, como se crearía una clientela, cómo se ganaría la vida. Las veintidós palabras que este joven estudiante de medicina leyó en 1871 le ayudaron a convertirse en el médico más famoso de su generación. Organizó la mundialmente famosa Escuela de Medicina Johns Hopkins. Se convirtió en Regius Profesor de Medicina en Oxford, lo que constituye el mayor honor que se puede conceder a un médico en el Imperio Británico. Fue hecho Caballero por el Rey de Inglaterra. Cuando murió, hicieron falta dos volúmenes con 1466 páginas para contar la historia de su vida. Su nombre es Sir William Osler. Aquí están las veintidós palabras que leyó en la primavera de 1871, las veintidós palabras de Thomas Carlyle que le ayudaron a vivir libre de preocupaciones: “Lo principal para nosotros no es ver por lo que se halla vagamente a lo lejos, sino lo que está claramente a la mano”. Cuarenta y dos años después, en una suave noche de primavera, cuando los tulipanes florecían en los jardines, Sir William Osler habló a los estudiantes de la Universidad de Yale. Dijo a estos estudiantes que solía suponerse que un hombre como él, que había sido catedrático en cuatro universidades y había escrito un libro muy leído, tenía “un cerebro de calidad especial”. Declaró que esto era inexacto. Dijo que sus más íntimos amigos sabían que su cerebro era “de la naturaleza más mediocre”. ¿Cuál era entonces, el secreto de su triunfo? Manifestó que éste era debido a lo que llamó vivir en “compartimientos estancos al día”, ¿Qué quería decir con esto? Pocos meses antes de hablar en Yale, Sir William Osler había cruzado el Atlántico en un gran paquebote donde el capitán, de pie en el puente, podía apretar un botón y, zas, se producía un estrépito de maquinaria y varias partes del barco quedaban aisladas entre ellas, aisladas en compartimientos estancos. Y el Dr. Osler dijo a los estudiantes: “Ahora bien, cada uno de vosotros es una organización mucho más maravillosa que el gran paquebote, y efectúa un viaje más largo. Lo que os pido es que aprendáis a manejar la maquinaria que os permita vivir en compartimientos estancos al día, como el modo mejor de garantizar la seguridad del viaje. Subid al puente y comprobad si por lo menos los grandes mamparos funcionan bien. Apretad el botón y escuchad, en todos los niveles de vuestra vida, las puertas de hierro que cierran el pasado, los ayeres muertos. Apretad el botón y cerrad, con una cortina metálica, el Futuro, las mañanas que no han nacido. Así quedaréis seguros, seguros por hoy... ¡Cerrad el pasado! Dejad que el pasado entierre a sus muertos. Cerrad los ayeres que han apresurado la marcha de los necios hacia un triste fin... Llevar hoy la carga de mañana unida a la de ayer hace vacilar al más vigoroso. Cerremos el futuro tan apretadamente como el pasado... El 5 Tomado de Dale Carnegie “Cómo Suprimir preocupaciones” Ediciones Cosmos, Buenos Aires, 1948. Capítulo I.
  • 20. 20 futuro es hoy... No hay mañana. El día de la salvación del hombre es aquí, ahora. El despilfarro de energías, la angustia mental y los desarreglos nerviosos estorban los pasos del hombre que siente ansiedad por el futuro... Cerrad, pues, apretadamente los mamparos a proa y popa y disponeos a cultivar el hábito de una vida en compartimientos estancos al día”. ¿Quiso decir acaso el Dr. Osler que no debemos hacer esfuerzo alguno para preparar el futuro? No. En absoluto. Pero continuó diciendo en ese discurso que el modo mejor de prepararse para el mañana es concentrarse, con toda la inteligencia, todo el entusiasmo, en hacer soberbiamente hoy el trabajo de hoy. Es este el único modo en que uno puede prepararse para el futuro. Sir William Osler invitó a los estudiantes de Yale a comenzar el día con la oración de Cristo: “Danos hoy el pan nuestro de cada día”. Recordemos que esta oración pide el pan solamente para hoy. No se queja del pan rancio que comimos ayer y no dice tampoco: “!Oh, Dios mío! Ha llovido muy poco últimamente en la zona triguera y podemos tener otra sequía. Si es así, ¿cómo podré obtener mi pan el próximo otoño? O supongamos que pierdo mi colación... ¡Oh, Dios mío! ¿Cómo podré conseguir entonces mi pan cotidiano?”. No, esta oración nos enseña a pedir solamente el pan de hoy. El pan de hoy es el único pan que se puede comer. Hace años un filósofo sin un centavo deambulaba por un país pedregoso donde las gentes se ganaban la vida de modo muy duro. Un día se congregó una multitud a su alrededor en una altura. Y el filósofo pronunció lo que constituye probablemente el discurso más citado de todos los tiempos: “No os cuidéis, pues, del mañana, porque el mañana cuidará de sus propias cosas. Cada día trae su afán.” Muchos han rechazado estas palabras de Jesús: “No os cuidéis del mañana”. Han rechazado estas palabras como un consejo de perfección, como cosa de misticismo oriental. Y dicen: “Tengo que cuidarme del mañana. Tengo que asegurarme para proteger a mi familia. Tengo que ahorrar dinero para mi vejez. Tengo que establecer planes y prepararme para salir adelante”. ¡Claro que si! Ello es indudable. Lo que pasa es que esas palabras de Jesús, traducidas hace más de trescientos años, no significan hoy lo que significaban durante el reinado del Rey Jacobo. Hace trescientos años la palabra cuidado significaba frecuentemente ansiedad. Las versiones modernas de la Biblia citan a Jesús con más exactitud al decir: “ No tengáis ansiedad por el mañana”. Hay que cuidar del mañana por todos los medios, meditando, proyectando y preparándose. Pero sin ansiedades. Durante la guerra, nuestros jefes militares proyectaban para el mañana, pero no podían permitirse el dejarse ganar por la ansiedad. El almirante Emest J. King, que mandó la Marina de los Estados Unidos, dijo: “He proporcionado los mejores hombres con los mejores
  • 21. 21 equipos y les he señalado la misión que parece más acertada. Es todo lo que puedo hacer”. Y continuó: “Si hunden a uno de nuestros barcos, no puedo ponerlo a flote. Si está destinado a hundirse, no puedo evitarlo. Vale mucho más que dedique mi tiempo a los problemas de mañana que a enojarme con los de ayer. Además, si dejo que estas cosas se apoderen de mí, no duraré mucho tiempo”. En paz o en guerra la principal diferencia entre el modo de pensar bueno y malo radica en esto: el buen pensar examina las causas y los efectos y lleva a proyectos lógicos y constructivos; el mal pensar conduce frecuentemente a la tensión y a la depresión nerviosa. Recientemente tuve el privilegio de visitar a Arthur Hays Sulzberger, editor de uno de los más famosos diarios del mundo, The New York Times. El señor Sulzberger me dijo que, cuando la segunda guerra mundial envolvió a toda Europa, quedó tan aturdido, tan preocupado por el futuro, que apenas podía dormir. Se levantaba muchas veces a media noche, tomaba unas telas y unos tubos de pintura, se miraba a un espejo e intentaba retratarse. No sabía nada de pintura, pero pintaba de todos modos, a fin de borrar de su espíritu las preocupaciones. También me dijo el señor Sulzberger que nunca fue capaz de conseguir esto y encontrar la paz hasta que adoptó un lema de cinco palabras de un himno religioso: Un paso me es bastante. Conduce, amable Luz... Mi guía tú serás, que lo distante No quiero ver; un paso me es bastante. Hacia aquella misma época, un joven de uniforme -en algún punto de Europa-estaba aprendiendo la misma lección. Se llamaba Ted Bengermino y tiene su domicilio en el 5716 de Newholme Road, Baltimore, Maryland. Estaba muy preocupado y cayendo en un caso agudo de agotamiento de combatiente. Y Ted Bengermino escribe: “En abril de 1945 mis preocupaciones habían provocado lo que los médicos llaman un "colon transverso espasmódico”. Es un estado que causa un intenso sufrimiento. Si la guerra no hubiese acabado cuando acabó, tengo la seguridad de que mi derrumbamiento físico hubiera sido completo. Mi agotamiento era total. Era suboficial a cargo del registro de sepulturas en la 94° División de Infantería. Mi función consistía en ayudar a organizar y conservar los registros de muertos, los desaparecidos y los hospitalizados. También tenía que ayudar a desenterrar los cadáveres de los soldados aliados o enemigos que habían caído y sido enterrados apresuradamente en hoyos superficiales en plena batalla Tenía que reunir los efectos personales de estos hombres y procurar que los mismos fueran entregados a los padres o parientes cercanos que pudieran tenerlos en mucho.
  • 22. 22 Siempre estaba con la preocupación de que pudiéramos cometer embarazosos y graves errores. Me preguntaba si podría salir de todo aquello con bien. Me preguntaba si podría alguna vez tener en mis brazos a mi hijo único, un hijo de dieciséis meses, al que nunca había visto. Estaba tan preocupado y agotado que perdí más de quince kilos. Era un verdadero frenesí y me sentía fuera de quicio. Me miraba a las manos, que apenas eran más que pellejo y huesos. Estaba aterrado ante la idea de volver a casa convertido físicamente en una ruina. Me sentía deprimido y lloraba como un chico. Estaba tan trastornado que las lágrimas me brotaban en cuanto me veía a solas. Hubo un período poco después de iniciada la Batalla de la Saliente en que lloraba con tanta frecuencia que casi abandoné la esperanza de volver a considerarme un ser humano normal. Terminé en un dispensario del Ejército. Un médico militar me dio consejos que cambiaron mi vida por completo. Después de hacerme un examen físico detenido, me dijo que mi enfermedad era mental. Me dijo esto: “Ted, quiero que se diga usted que su vida es como un reloj de arena. Usted sabe que hay miles de granos de arena en lo alto de tales artefactos y que estos granos pasan lentamente por el estrecho cuello del medio. Ni usted ni yo podemos hacer que los granos pasen más deprisa sin estropear el reloj. Usted, yo y cualquier otro somos como relojes de arena. Cuando empezamos la jornada, hay ante nosotros cientos de cosas que sabemos que tenemos que hacer durante el día, pero, si no las tomamos una a una y hacemos que pasen por el día lentamente y a su debido ritmo, como pasan los granos por el estrecho cuello del reloj de arena, estamos destinados a destruir nuestra estructura física o mental, sin escapatoria posible”. “He practicado esta filosofía en todo instante desde que un médico militar me la proporcionó. Un grano de arena cada vez... Una tarea cada vez...” Este consejo me salvó física y mentalmente durante la guerra y también me ha ayudado en mi situación presente en la profesión. Soy empleado verificador de existencias de la Compañía de Crédito Comercial de Baltimore. Ví que había en mi profesión los mismos problemas que habían surgido durante la guerra: docenas de cosas que había que hacer enseguida, con muy poco tiempo para hacerlas. Las existencias eran insuficientes. Teníamos que manejar nuevos formularios, que hacer una nueva distribución de las existencias, cambiar direcciones, que abrir y cerrar oficinas y que abordar otros muchos asuntos. En lugar de ponerme tenso y nervioso, recordé lo que el médico me había dicho. “Un grano de arena cada vez. Una tarea cada vez. Repitiéndome estas palabras a cada instante, realicé mi trabajo de un modo muy eficiente y sin aquella sensación de confusión y aturdimiento que estuvo a punto de acabar conmigo en el campo de batalla.” Uno de los comentarios más aterradores sobre nuestro actual modo de vida es recordar que la mitad de las camas de nuestros hospitales están ocupadas por pacientes con enfermedades nerviosas y mentales, por pacientes que se han derrumbado bajo la abrumadora carga de los acumulados ayeres y los temidos mañanas. Sin embargo, una gran mayoría de estas personas estarían paseándose hoy por las calles, llevando vidas felices y útiles, con sólo haber escuchado las palabras de Jesús. "No tengáis ansiedad por el mañana"; o las palabras de Sir William Osler: "Vivid en compartimientos estancos al día ". Usted y yo estamos en este instante en el lugar en que se encuentran dos eternidades: el vasto pasado que ya no volverá y el futuro que avanza hasta la última sílaba del tiempo. No nos es
  • 23. 23 posible vivir en ninguna de estas dos eternidades, ni siquiera durante una fracción de segundo. Pero, por intentar hacerlo, podemos quebrantar nuestros cuerpos y nuestros espíritus. Por tanto, contentémonos con vivir el único tiempo que nos está permitido vivir: desde ahora hasta la hora de acostarnos. "Todo el mundo puede soportar su carga, por pesada que sea, hasta la noche. Todo el mundo puede realizar su trabajo, por duro que sea, durante un día. Todos pueden vivir suavemente, pacientemente, de modo amable y puro, hasta que el sol se ponga Y esto es todo lo que la vida realmente significa. Así escribió Robert Louis Stevenson. Si, esto es todo lo que la vida exige de nosotros, pero la señora E. K. Shield, del 815 del Court Street, Saginaw, Michigan, fue llevada a la desesperación - y hasta el borde del suicidio- antes de que aprendiera a vivir sólo hasta la hora de acostarse. La señora Shield me contó su historia y habló de este modo: "En 1937 perdí a mi marido. Estaba muy deprimida y casi sin un centavo. Escribí a mi anterior patrono, el señor León Roach, de la Roach- Fowler Company de Kansas City, y conseguí que me devolvieran mi antiguo empleo. Anteriormente me había ganado la vida vendiendo libros escolares a las juntas de enseñanza urbanas y rurales. Había vendido mi coche dos años antes, cuando mi marido cayó enfermo, pero me las arreglé y arañé el suficiente dinero para pagar la cuota de un coche de segunda mano, lo que me permitió vender libros de nuevo. “Pensé que volver a las carreteras me ayudaría a vencer mi depresión, pero conducir y comer a solas resultó superior a mis fuerzas. Parte de mi territorio no producía mucho y tenía dificultades para pagar las cuotas del coche, aunque eran muy pequeñas. “En la primavera de 1938 estaba trabajando por el contorno de Versailles, Missouri. Las escuelas eran pobres y los caminos malos; estaba tan solitaria y desalentada que llegué a pensar en el suicidio. Me parecía que el triunfo era imposible. Mi vida no tenía finalidad. Me asustaba el despertarme cada mañana para enfrentar la existencia. Tenía miedo de todo: de no poder pagar las cuotas del coche, de retrasarme en los alquileres de mi habitación, de no tener lo suficiente para comer. Temía que mi salud se quebrantara y que careciera de dinero para llamar al médico. Lo que me impedía suicidarme era pensar en la pena que causaría a mi hermana y en que no habría dinero para pagar mi entierro. “Pero un día leí un artículo que me sacó de mi desaliento y me dio el valor de vivir. Nunca dejaré de agradecer a una inspirada frase de ese artículo. Decía: "Cada día es una nueva vida para el hombre juicioso". Copié esta frase y la coloqué en el parabrisas de mi automóvil: allí podía verla mientras conducía. Encontré que no resultaba tan duro vivir un solo día cada vez. Aprendí a olvidar los ayeres y a no pensar en los mañanas. Cada mañana, me decía: Hoy es una nueva vida. “Había conseguido vencer mi miedo a la soledad, mi miedo a la pobreza. Ahora soy feliz y prospero bastante; poseo entusiasmo y tengo amor a la vida. Ahora sé que no debo nunca tener miedo, con la independencia de lo que la vida me pueda reservar. Ahora sé que no debo temer al futuro. Ahora sé que debo vivir un día cada vez y que cada día es una nueva vida para el hombre juicioso.”
  • 24. 24 ¿De quién se creerá que son los versos que siguen? Feliz es sólo el hombre bien templado Que del hoy se hace dueño indiscutido, Que el mañana increparle puede osado: "Extrema tu rigor, que hoy he vivido. " Estas palabras parecen modernas, ¿no es así? Sin embargo, fueron escritas treinta años antes de que naciera Cristo por el poeta romano Horacio. Una de las cosas más trágicas acerca de la naturaleza humana que yo conozca es la tendencia de todos nosotros a escapar de la vida. Todos soñamos con un mágico jardín de rosas que vemos en el horizonte, en lugar de disfrutar de las rosas que florecen al pie de nuestras ventanas. Cabe preguntarse: ¿Por qué somos tan necios, tan trágicamente necios? Stephen Leacock escribió: “¡Qué extraña es nuestra breve procesión de la vida! El niño dice: Cuando sea un chico grande. Pero ¿qué es eso? El chico grande dice: Cuando sea mayor. Y el mayor dice: Cuando me case. Pero ¿qué es ser casado en fin de cuentas? El pensamiento cambia a: Cuando pueda retirarme. Y después, cuando llega el retiro, se vuelve la vista hacia el paisaje atravesado; parece correr por él un viento frío. Hay algo que se ha logrado y que desaparece. La vida, según lo aprendemos demasiado tarde, está en vivir, en el tejido de cada día y cada hora”. El extinto Edward S. Evans, de Detroit, casi se mató con sus preocupaciones antes de comprender que la vida está en vivir, en el tejido de cada día y cada hora. Criado en la pobreza, Edward Evans ganó su primer dinero vendiendo periódicos y después trabajó como empleado de un almacenero. Más adelante con siete bocas que alimentar, consiguió un empleo de ayudante de bibliotecario. La paga era ínfima, pero tenía miedo de abandonar la colocación. Pasaron ocho años antes de que se decidiera a proceder por su cuenta. Pero, una vez decidido, organizó con una inversión original de cincuenta y cinco dólares tomados a préstamo un negocio que le procuraba veinte mil dólares anuales. Después vino una helada, una helada terrible. Avaló un fuerte pagaré de un amigo y el negocio de éste quebró. Tras este desastre vino otro: el banco donde tenía todo su dinero se hundió. No solamente perdió Evans cuanto tenía, sino que quedó con una deuda de mil seiscientos dólares. Sus nervios no podían resistir. Y me contó: No podía ni dormir ni comer. Era una enfermedad extraña. Las preocupaciones y nada más que las preocupaciones provocaron esta enfermedad. Un día cuando iba calle abajo, me desmayé y caí en la acera. Ya no podía caminar. Me metieron en la cama y mi cuerpo se llenó de diviesos. Estos diviesos avanzaban hacia adentro y permanecer en la cama se convirtió en una agonía. Cada día estaba más débil. Finalmente el médico me dijo que sólo tenía dos semanas más de vida. Quedé aterrado. Concentré toda mi
  • 25. 25 voluntad y, tendido en el lecho, esperé mi fin. No había ya motivo para luchar o preocuparse. Me abandoné con profundo alivio y me dormí. No había dormido dos horas seguidas desde hacía semanas, pero, ahora, con mis problemas terrenales tocando a su término, dormí como una criatura Mi agotamiento comenzó a desaparecer. Volvió mi apetito. Recuperé peso. “Unas cuantas semanas después pude caminar con muletas. Y mes y medio después pude volver a trabajar. Había estado ganando veinte mil dólares por año; ahora me tenía que contentar con un empleo de treinta dólares semanales. Mi nuevo empleo consistía en vender tarugos que se colocan detrás de las ruedas de los automóviles cuando éstos son cargados. Tenía ya aprendida la lección. Se habían acabado las preocupaciones para mí; ya no me lamentaba de lo sucedido en el pasado; ya no tenía miedo al futuro. Concentré mi tiempo, mi energía y mi entusiasmo en la venta de esos tarugos”. Edward S. Evans subió ahora muy deprisa. En pocos años llegó a presidente de la compañía Su compañía -la Evans Product Company- lleva ya mucho tiempo incluida en las cotizaciones de la Bolsa de New York. Cuando Edward S. Evans falleció en 1945, era uno de los hombres de negocios más progresistas de los Estados Unidos. Si alguna vez van ustedes por aire a Groenlandia, cabe que aterricen en el aeródromo que lleva el nombre de Evans, un aeródromo que lleva el nombre de nuestro hombre. La moraleja de la historia está aquí: Edward S. Evans no hubiera tenido nunca el coraje necesario para conseguir estos triunfos en los negocios y en la vida, si no hubiese comprendido la locura que significa preocuparse, si, en el momento debido, no hubiese aprendido a vivir en compartimientos estancos al día Quinientos años antes de que Cristo naciera, el filósofo griego Heráclito dijo a sus discípulos que "todo cambia, salvo la ley de los cambios", y que "no es posible entrar dos veces al mismo río". El río cambia cada segundo y otro tanto hace el hombre que entra en él. La vida es un cambio incesante. La única certidumbre es el hoy. ¿Por qué echar a perder la belleza de vivir hoy tratando de resolver los problemas de un futuro que se oculta tras el cambio y la incertidumbre, un futuro que, por más esfuerzos que haga, nadie puede ver o predecir? Los antiguos romanos tenían una frase para esto. En realidad, eran sólo dos palabras: Carpe diem. Disfruta del día” O “Toma el día”. Si, toma el día y sácale el máximo provecho. Tal es la filosofía de Lowell Thomas. Recientemente pasé un fin de semana en su granja; observé que tenía en un marco que colgaba de la pared en su puesto de radiotransmisión, en forma que pudiera siempre verlas, las siguientes palabras del Salmo CXVIII: Este es el día hecho por el Señor: Regocijémonos y alegrémonos en él John Riskin tenía sobre su mesa una simple piedra en la que estaba grabada una palabra: HOY. Y, si yo no tengo una piedra sobre mi mesa, tengo, en cambio, en mi espejo un poema que leo todas las mañanas al afeitarme, un poema que Sir William Osler siempre tenía a la vista, un poema escrito por el famoso dramaturgo indio Calidaza:
  • 26. 26 SALUTACIÓN AL ALBA ¡Mira a este día! Porque es la vida, la mismísima vida de la vida. En su breve curso Están todas las verdades y realidades de tu existencia: La bendición del desarrollo, La gloria de la acción, El esplendor de las realizaciones... Porque el ayer es sólo un sueño Y el mañana sólo una visión, Pero el hoy bien vivido hace de todo ayer un sueño de felicidad Y de cada mañana una visión de esperanza. ¡Mira bien, pues, a este día! Tal es la salutación del alba. Por tanto, la primera cosa que se debe saber acerca de la preocupación es ésta: si quiere usted que entre en su vida, haga lo que Sir William Osler hizo: I. Cierre las puertas de hierro al pasado y al futuro. Viva en compartimientos estancos al día, ¿Por qué no se formula usted las preguntas y consigna sus respuestas? 1. ¿Tiendo a huir de la vida presente con el fin de preocuparme por el futuro o añoro algún "mágico jardín de rosas que veo en el horizonte? 2. ¿Amargo a veces mi presente lamentándome de cosas que sucedieron en el pasado, de cosas que terminaron y no tienen remedio? 3. ¿Me levanto por la mañana dispuesto a “tomar el día”, a sacar el máximo provecho de estas veinticuatro horas? 4. ¿Puedo conseguir más cosas de la vida “viviendo en compartimientos estancos al día?” 5. ¿Cuándo comenzaré a hacer esto? ¿La semana próxima? ¿Mañana? ¿Hoy?
  • 27. 27 ANEXO II UNA FÓRMULA MÁGICA PARA RESOLVER SITUACIONES DE PREOCUPACIÓN6 ¿Quieren ustedes una receta rápida y probada para enfrentar situaciones de preocupación, una técnica que se puede utilizar desde ahora, antes de continuar esta lectura? En tal caso, déjenme que les hable del método elaborado por Willis H. Carrier, el brillante ingeniero que creó la industria del aire acondicionado y que está ahora al frente de la mundialmente famosa Carrier Corporation. Es una de las mejores técnicas que conozca acerca del modo de resolver los problemas de su preocupación y la obtuve del propio señor Carrier cuando almorzamos juntos un día en el Club de Ingenieros de Nueva York. El señor Carrier me dijo: “Cuando era joven, trabajé en la Búfalo Forge Company en Búfalo, Nueva York. Se me asignó la tarea de instalar un mecanismo para limpiar el gas en una fábrica de la Pittsburg Píate Glass Company en Cristal City, Missouri; era una fábrica que costaba millones de dólares. La finalidad de esta instalación era eliminar las impurezas del gas, en forma que éste pudiera arder sin daño para las máquinas. Este método de purificación del gas era nuevo. Había sido probado sólo una vez con anterioridad y en condiciones diferentes. En mi trabajo de Cristal City surgieron dificultades imprevistas. La instalación funcionó a su modo, pero no lo bastante bien para hacer frente a la garantía que se había dado. “Quedé abrumado por mi fracaso. Era como si alguien me hubiera dado un mazazo en la cabeza. Mi estómago y mi intestino comenzaron a causarme serias molestias. Durante algún tiempo estuve tan preocupado que ni pude dormir. “Finalmente el sentido común me recordó que la preocupación no me llevaba a ninguna parte; en su vista, elaboré un modo de tratar mi problema sin preocuparme. Este modo funcionó a las mil maravillas. He estado utilizando esta técnica desde hace más de treinta años. Es sencilla y cualquiera puede utilizarla. Consiste en tres pasos: Paso I. Analicé la situación valientemente y con honradez y me imaginé lo peor que pudiera sucederme como consecuencia de este fracaso. No iban a meterme en la cárcel ni a fusilarme. Esto era indudable. Existía es cierto, la posibilidad de que perdiera mi ocupación y también la de que mis patronos tuvieran que retirar la maquinaria y perder los veinte mil dólares que habían invertido en la instalación. Paso II. Después de imaginarme lo peor que pudiera sucederme, me hice a ello y lo acepté, si resultara necesario. Me dije: este fracaso será un golpe para mi hoja de servicios y puede significar la pérdida de mi colocación, pero, si así fuera, siempre podré encontrar otro trabajo. Las condiciones pueden ser mucho peores y, en lo que se refiere a mis patronos... Bien, tienen que comprender que estamos haciendo experimentos con un método nuevo de purificar el gas y, si este ensayo les cuesta veinte mil dólares, pueden soportarlo 6 Tomado de Dale Carnegie “Cómo Suprimir preocupaciones”. Ediciones Cosmos. Buenos Aires, 1948. Capítulo II.
  • 28. 28 perfectamente. Pueden cargarlo a investigaciones, porque se trata de un experimento. Después de descubrir lo peor que pudiera sucederme, de hacerme a ello y de aceptarlo, si resultara necesario, ocurrió algo en extremo importante: inmediatamente, sentí un alivio y una paz que no había experimentado desde hacía días. Paso III. Desde entonces, dediqué con calma mi tiempo y mi energía a tratar de mejorar lo peor que ya tenía mentalmente aceptado. Traté ahora de dar con el modo y los medios de reducir la pérdida de veinte mil dólares que encarábamos. Hice varias pruebas y finalmente llegué a la conclusión de que, si invertíamos cinco mil dólares de equipo, nuestro problema quedaría resuelto. Hicimos esto y, en lugar de que la firma perdiera veinte mil dólares, ganamos quince mil. Probablemente nunca hubiera conseguido esto si hubiese continuado preocupándome, porque una de las peores características de la preocupación es que destruye nuestra capacidad de concentración. Cuando nos preocupamos, nuestros espíritus andan de aquí para allá, sin pararse en ninguna parte, de forma que perdemos toda facultad de decidirnos. En cambio, cuando nos obligamos a encarar lo peor y a aceptarlo mentalmente, eliminamos todas esas imaginaciones y nos colocamos en condiciones de concentrarnos en nuestro problema. “Este incidente que he relatado ocurrió hace muchos años. Lo expuesto funcionó tan bien que lo he estado utilizando desde entonces. Y, como resultado, mi vida ha estado casi completamente libre de preocupaciones.” Ahora bien, ¿porqué la fórmula mágica de Willis H. Carrier es tan valiosa y tan práctica desde el punto de vista psicológico? Porque nos saca de las negras nubes en que andamos a tientas cuando la preocupación nos ciega. Hace que pisemos tierra firme. Sabemos donde estamos. Y si no pisamos tierra firme, ¿cómo es posible que podamos pensar con fundamento en nada? El profesor William James, el padre de la Psicología aplicada, falleció hace treinta y ocho años. Pero si viviera y oyera esta fórmula de encarar lo peor, la aprobaría con entusiasmo. ¿Qué cómo lo sé? Porque dijo a sus propios alumnos: " Aceptad que haya sido así... Aceptad que haya sido así, porque la aceptación de lo que ha sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier calamidad". La misma idea fue expresada por Lin Yutang en su muy leído libro: La importancia de vivir. Este filósofo chino declaró: “La verdadera paz de espíritu viene de la aceptación de lo peor. Psicológicamente, creo que esto significa una liberación de energía”. ¡Así es, exactamente! Psicológicamente significa una liberación de energía. Cuando aceptamos lo peor, ya no tenemos nada que perder. Y esto significa automáticamente que tenemos todo que ganar. Willis H. Carrier manifestó: “Inmediatamente, sentí un alivio y una paz que no había experimentado desde hacía días. Desde entonces, pude pensar”. Es lógico, ¿no es así? Sin embargo, millones de personas han destrozado sus vidas en furiosos torbellinos, porque se negaban a aceptar lo peor; se negaban a mejorar a partir de
  • 29. 29 aquí; se negaban a salvar lo que se pudiera del naufragio. En lugar de intentar reconstruir su fortuna, se enzarzaban en una áspera y “violenta lucha con la experiencia”. Y terminaban víctimas de ese rumiar ideas fijas que se llama melancolía ¿Quieren ustedes ver cómo otra persona adoptó la fórmula mágica de Willis H. Carrier y la aplicó a sus propios problemas? Bien, aquí hay un ejemplo, el de un negociante en nafta de Nueva York que era alumno de mis clases. Este alumno se expresó así: “Era víctima de un chantaje! No lo creía posible, no creía que fuera posible salvo en las películas, pero ¡era un chantaje!” Lo que sucedió fue esto: la compañía petrolera a cuyo frente estaba poseía una serie de camiones de reparto y contaba cierto número de choferes. En aquel tiempo las regulaciones de la OPA estaban rigurosamente en vigor y se nos racionaba en cuanto a la nafta que podíamos entregar a cada uno de nuestros clientes. Yo no lo sabía, pero, al parecer, algunos de nuestros choferes habían estado entregando menos nafta de la debida a nuestros clientes regulares y revendiendo después el excedente a sus clientes propios. “La primera indicación que tuve de estas transacciones ilegítimas se produjo cuando un hombre que declaró ser inspector del gobierno vino a verme un día y me pidió dinero por su silencio. Había obtenido pruebas documentales de lo que nuestros choferes habían estado haciendo y amenazaba con entregar estas pruebas en la oficina del fiscal del distrito si yo no aceptaba sus exigencias. Sabía, desde luego, que no tenía motivos de preocuparme, personalmente, por lo menos. Pero sabía también que la ley dice que una firma es responsable por los actos de sus empleados. Además, sabía que, si el asunto iba a los tribunales y se aireaba en los diarios, esta mala publicidad arruinaría mi negocio. Y yo estaba orgulloso de mi negocio; había sido fundado por mi padre veinticuatro años antes. Estaba tan preocupado que caí enfermo. No comí ni dormí en tres días. Me paseaba de aquí para allá como un loco. ¿Pagaría el dinero -cinco mil dólares-, o diría a aquel hombre que siguiera su camino e hiciese lo que le diera la gana? En cualquiera de los dos casos el asunto terminaba en una pesadilla. “En estas circunstancias sucedió que tomé el folleto sobre Cómo librarse de las preocupaciones que me habían dado en mi clase Camegie de oratoria. Comencé a leerlo y llegué al relato de Willis H. Carrier. “Encara lo peor”, decía. En su vista me pregunté: “¿Qué es lo peor que puede sucederme si me niego a pagar y estos chantajistas entregan sus constancias al fiscal del distrito?” La respuesta era: la ruina de mi negocio. Tal era lo peor que podía sucederme. No podía ir a la cárcel. Todo lo que podía ocurrir era que la publicidad que se diera al asunto me arruinara Y yo entonces me dije: “Muy bien, mi negocio se ha ido al traste. Lo acepto mentalmente. ¿Y que más?”
  • 30. 30 Bien, una vez arruinado, tendría probablemente que buscarme una colocación. No era la cosa tan mala. Sabía mucho sobre nafta; había firmas que me empelarían muy a gusto... Comencé a sentirme mejor. Las sombras en que había vivido durante tres días y tres noches se disiparon un poco. Mis emociones remitieron... Y con asombro por mi parte, fui capaz de pensar. “Tenía la cabeza suficientemente despejada para abordar el Paso III: mejorar lo peor. Al pensar en las soluciones, se me presentó un punto de vista completamente nuevo. Si yo contara todo lo sucedido al fiscal, éste podría encontrar alguna fórmula en la que yo no había caído. Sé que parece estúpido decir que esto no se me había ocurrido antes, pero desde luego, yo no había meditado. ¡Había estado solamente preocupándome! Inmediatamente decidí que lo primero que haría por la mañana sería hablar con el fiscal. Después me metí en la cama y dormí como un lirón. ¿Cómo terminó la cosa? Bien, a la mañana siguiente, mi abogado me dijo que fuera a ver al fiscal del distrito y le contara toda la verdad. Es lo que hice. Acabado mi relato, quedé atónito al oír del fiscal que aquella banda de chantajistas estaba operando desde hacía meses y que el hombre que actuaba como “agente del gobierno” era un granuja buscado por la policía. ¡Qué alivio fue oír esto después de haberme atormentado durante tres días y tres noches preguntándome si debía entregar los cinco mil dólares a un pillo profesional! “Esta experiencia me enseñó una lección para siempre. Ahora, siempre que me veo ante un serio problema que amenaza con preocuparme, le aplico lo que denomino la vieja fórmula de Willis H. Carrier.” Hacia la misma época en que Willis H. Carrier se preocupaba por el equipo de depuración del gas que estaba instalando en una fábrica de Cristal City, Missouri, un individuo de Broken Bow, Nebraska, hacía testamento. Se llamaba Earl P. Haney y padecía de úlceras duodenales. Tres médicos, incluido un famoso especialista, habían llegado a la conclusión de que el señor Haney era "un caso incurable". Le dijeron que no comiera ni esto ni lo otro y que no se preocupara o agitara; que se mantuviera en absoluta calma. ¡También le dijeron que hiciera su testamento! Estas úlceras habían obligado ya a Haney a abandonar un puesto muy agradable y bien remunerado. Ya no tenía nada que hacer, salvo esperar una muerte que se demoraba. En su vista, tomó una decisión, una soberbia decisión. Se dijo: “Como me queda muy poco tiempo de vida, debo aprovecharlo bien. Siempre he deseado dar la vuelta al mundo antes de morirme. Si es que he de hacerlo alguna vez, ha de ser ahora.” Y compró su pasaje. Los médicos quedaron aturdidos. Y advirtieron al Señor Haney: "Debemos decirle que, si hace este viaje, lo sepultarán en el mar". No, no - replicó el señor Haney- He prometido a mis parientes que me enterrarán en la sepultura familiar de Broken Bow, Nebraska. Por tanto, compraré un féretro y lo llevaré conmigo.
  • 31. 31 Compró el féretro y lo llevó a bordo; después llegó a un arreglo con la compañía de navegación para que, en caso de que se produjera el fallecimiento, instalaran el cadáver en un compartimiento frigorífico y lo mantuvieran allí hasta que el barco volviera a casa. Y partió de viaje con el espíritu del viejo Omar: Disfrutemos, así, cuanto podamos, Antes que el polvo nos devore ruin; Antes que Polvo en Polvo nos hagamos, Sin vino ni Amor... y también sin Fin. Pero no fue “sin vino” el viaje de Earl P. Haney. En una carta que tengo ahora ante mí, el señor Haney dice: "Durante el viaje bebí licores y fumé grandes cigarros. Comí de todo, hasta extraños platos indígenas que me anunciaron como mortales de necesidad. ¡Disfruté más de lo que había disfrutado en muchos años! Nos vimos en medio de monzones y tifones capaces de llevarme al féretro, aunque sólo fuera de miedo, pero fue magnífica esta aventura." "En el barco jugué, canté y me hice de nuevos amigos. No me acostaba hasta la madrugada. Cuando llegamos a China y la India, comprendí que las zozobras que había padecido en casa a causa de los negocios eran un paraíso comparadas con la pobreza y miseria del Oriente. Acabé con mis insensatas preocupaciones y me sentí muy bien. Cuando volví a Norteamérica había ganado cuarenta kilos de peso. Me había olvidado casi de que había tenido úlceras. Nunca en mi vida me sentí mejor. Me apresuré a revender el féretro al dueño de las pompas fúnebres y volví a ocuparme de mis negocios. Desde entonces no he estado enfermo ni un solo día”. En la época de estas ocurrencias, Earl P. Haney nunca había oído hablar de Willis H. Carrier y de su técnica para encarar las preocupaciones. Recientemente, me dijo: “Sin embargo, ahora comprendo que estaba inconscientemente utilizando el mismo principio. Había aceptado lo peor que podía sucederme; en mi caso, el morir. Y después traté de mejorar lo peor disfrutando lo más posible del tiempo de vida que me quedaba.. Si hubiese continuado preocupándome a bordo, no tengo duda de que hubiera acabado el viaje dentro del ataúd. Pero descansé y olvidé. Y esta tranquilidad de espíritu me proporcionó la nueva energía que verdaderamente me salvó la vida”. (Earl P. Haney vive actualmente en el número 52 de Wedgemere Ave., Winchester, Mass.) Ahora bien, si Willis H. Carrier pudo salvar un contrato de veinte mil dólares, si un hombre de negocios neoyorquino pudo librarse de un chantaje y si Earl P. Haney pudo salvar así su vida, todos utilizando la misma fórmula mágica, ¿no cabe que se halle aquí la solución para algunas de las zozobras de ustedes? ¿No cabe incluso que la fórmula pueda resolver algunos problemas que ustedes consideren insolubles? Por tanto, la Regla 2 es: Si usted tiene un problema de preocupación, aplique la fórmula mágica de Willis H. Carrier haciendo estas tres cosas: 1. Pregúntese: "Qué es lo peor que puede sucederme?" 2. Prepárese a aceptarlo, si ello es necesario. 3. Después, tranquilamente, proceda a mejorar lo peor.
  • 32. 32 ANEXO III LAS VIRTUDES7 "Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. (Flp 4, 8) La virtud es una disposición habitual y firme de hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios. I. Las virtudes humanas Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien. Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor divino. a. Distinción de las virtudes cardinales Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por eso se las llama “cardinales”; todas las demás se agrupan en torno a ellas. Estas son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. "¿Amas la justicia? Las virtudes son el fruto de sus esfuerzos, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza" (Sb 8,7). Bajo estos nombres, estas virtudes son alabadas en numerosos pasajes de la Escritura. La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. “El hombre cauto medita sus pasos” (Pr 14,15) “Sed Sensatos y sobrios para daros a la oración” (1 P 4,7). La prudencia es la "regla recta de toda acción”, escribe santo Tomás, siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o simulación. Es llamada “auriga virtutum”: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de la conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar. 7 Tomado de Conferencia Episcopal Argentina: “Catecismo de la Iglesia Católica”. Tercera Parte, Capítulo primero, Artículo 7. 1993.
  • 33. 33 La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. El hombre justo, evocado con frecuencia en las Sagradas Escrituras, se distingue por la rectitud de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. “Siendo juez no hagas injusticia, no por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo” (Lv 19,15). “Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo” (Col 4,1). La. fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. “Mi fuerza y mi cántico es el Señor” (Sal 1 18, 14). “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo! : Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33) La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar “para seguir la pasión de su corazón” (Si 5,2). La templanza es a menudo alabada en el Antiguo Testamento: “No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena” (Si 18,30). En el nuevo Testamento es llamada “moderación o sobriedad”. Debemos “vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente” (Tt 2, 12) Vivir bien no es otra cosa que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo el obrar. Quien no obedece más que a El (lo cual pertenece a la justicia), quien vela por discernir todas las cosas por miedo a dejarse sorprender por la astucia y la mentira (lo cual pertenece a la prudencia), le entrega un amor entero (por la templanza), que ninguna desgracia puede derribar (lo cual pertenece a la fortaleza). b. Las virtudes y la gracia Las virtudes humanas adquiridas mediante la educación, mediante actos deliberados, y una perseverancia, mantenida siempre en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al practicarlas. Para el hombre herido por el pecado no es fácil guardar el equilibrio moral. El don de la salvación por Cristo nos otorga la gracia necesaria para perseverar en la búsqueda de las virtudes. Cada cual debe pedir siempre esta gracia de luz y de fortaleza, recurrir a los sacramentos, cooperar con el Espíritu Santo, seguir sus invitaciones a amar el bien y guardarse del mal.
  • 34. 34 II. Las virtudes teologales8 Las virtudes humanas se arraigan en las virtudes teologales que adaptan las dificultades del hombre a la participación de la naturaleza divina. Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino. Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Tres son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. La fe La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque El es la verdad misma. Por la fe “el hombre se entrega entera y libremente a Dios”. Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios, “el justo vivirá por la fe” (Rm 1,17). La fe viva actúa por la caridad" (Ga 5,6). El don de la fe permanece con el que no ha pecado contra ella. Pero, "la fe sin obras está muerta" (St 2,26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su cuerpo. El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia”. El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10,32-33). La esperanza La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hb 10,23). Este es “el Espíritu Santo que El derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tt 3, 6-7). 8 Tomado de Conferencia Episcopal Argentina. “Catecismo de la Iglesia Católica”. Tercera parte, Capítulo primero, Artículo 7. 1993
  • 35. 35 La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad. La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su modelo en la esperanza colmada de Isaac y purificada por la prueba del sacrificio. “Esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho de muchas naciones.” (Rm 4,18). La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en la “esperanza que no falla” (Rm 5, 5). La esperanza es "el ancla del alma", segura y firme, "que penetra …, a donde entró por nosotros como precursor de Jesús" (Hb 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación: “Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, en el yelmo de la esperanza de salvación” (1 Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: "Con la alegría de la esperanza constantes en la tribulación." (Rm 12, 12). Se expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear. Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que aman y hacen su voluntad. En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, “perseverar hasta el fin” y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que “todos los hombres se salven” (1 Tm 2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo: Espera, espera, que no sabes cuando vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin. La caridad La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo. Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9).Y también: "Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado" (Jn 15, 12).
  • 36. 36 Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 9-10). Cristo murió por amor a nosotros “cuándo éramos todavía enemigos” (Rm 5, 10). El Señor nos pide que amemos como EL hasta a nuestros enemigos, que nos hagamos prójimos del más lejano, que amemos a los niños y a los pobres como a El mismo. El apóstol San Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: "La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta (1 Co 13, 4-7). "Si no tengo caridad - dice también el apóstol - nada soy...". Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... “si no tengo caridad, nada me aprovecha” (1 Co 13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: "Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad" (1 Co 13, 13). El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es “el vínculo de la perfección” (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de actuar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino. La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, sino como un hijo que responde al amor del “que nos amó primero” (1 Jn 4, 19): O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda... y entonces estamos en la disposición de hijos. La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión: La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos. III. Dones y frutos del espíritu santo La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo. Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.
  • 37. 37 Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana (Sal 143, 10). Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios... Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo. (Rm 8, 14.17). Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Ga 5, 22-23, vg.). IV. Resumen La virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien. Las virtudes humanas son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Pueden agruparse en torno a cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. La prudencia dispone la razón práctica para discernir, en toda circunstancia, nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo. La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La fortaleza asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia en la práctica del bien. La templanza modera la atracción hacia los placeres sensibles y procura la moderación en el uso de los bienes creados, Las virtudes morales crecen mediante la educación, mediante actos deliberados y con el esfuerzo perseverante. La gracia divina las purifica y las eleva. Las virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como rigen, motivo y objeto, a Dios conocido por la fe, esperado y amado por El mismo. Las virtudes teologales son tres: la fe, la esperanza y la caridad. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Por la fe creemos en Dios y creemos todo lo que El nos ha revelado y que la Santa Iglesia nos propone como objeto de fe. Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme confianza la vida eterna y las gracias para merecerla. Por la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Es el "vínculo de la perfección " (Col 3, 14) y la forma de todas las virtudes. Los siete dones del Espíritu Santo concedidos a los cristianos son: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
  • 38. 38 ANEXO IV LA VIOLENCIA DE LOS MANSOS9 "Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia" (Mt. 5,4) Todos los valores humanos y las virtudes de las cuales nos hablan las bienaventuranzas, encuentran su modelo en Jesús. Pero si hay una virtud de la cual Él reivindicó expresamente el derecho de ser Maestro, es la mansedumbre. “Aprendan de mí, porque soy manso, paciente y humilde de corazón” (Mt 11,29). Si hay un “heredero de la tierra”, al cual le corresponde por derecho la posesión de la tierra prometida - en el sentido mesiánico - es sólo Jesús, hecho por Dios “heredero de todas las cosas”, como dice San Pablo a los hebreos que todavía esperaban que se verificara la promesa cantada en el salmo 37 (36): “Los mansos heredarán la tierra y se deleitarán con paz copiosa”. Jesús nos lo expresa con toda su vida, se ha colocado en la categoría de los seres indefensos, maltratados, que se someten dócilmente a la voluntad de Dios porque están habituados a servir, y son mansos. Este es el significado de la palabra griega “praus”, manso, que se ha empleado para traducir de la biblia hebrea un término cargado de significado religiosos, aún siendo propia de una categoría social. En el Nuevo Testamento la palabra no pierde nada de su genuino sabor, por el contrario revela plenamente su dignidad. El Mesías, aún siendo rey, llega a Jerusalén cubierto de un vestido modesto “lleno de humildad, montado sobre la cría de un animal de carga” (Mt. 21,5), según la profecía. Y es precisamente con el sermón de la montaña cuando, después del anuncio de las bienaventuranzas y con la abolición del viejo dicho “ojo por ojo, diente por diente”, nace la mansedumbre cristiana, la virtud que nos enseña a dominar la ira, transformando el sentimiento de rencor y de venganza en una actitud fuerte y serena de respeto hacia los demás. Para evitar los equívocos acerca del significado de esta mansedumbre evangélica, es necesario recordar que Jesús usó el látigo en el templo contra los vendedores y pronunció los terribles "Ay de vosotros", que hacen temblar a los fariseos de todos los tiempos. La "ira" de Jesús parece contradecir a la mansedumbre, al trato dulce y bueno que El ha empelado siempre con todos y ha inculcado a sus discípulos. En cambio, no. La mansedumbre es una virtud, significa vencer y refrenar una pasión; es “ira transformada y totalmente convertida en dulzura, en afabilidad. Y cuando la causa de Dios y de la salvación de las almas lo requieren, se verifica lo que podríamos llamar - con términos modernos - la “explosión controlada” de un potencial humano hacia fines pacíficos y sobre- naturales. El celo que devora el alma de los santos, como sucedió con Jesús, se expresa a veces en violentos reproches. Pero estas manifestaciones de fuerza llevan consigo tal carga de dulzura que golpean sin dañar, sin ese timbre de violencia y esa acritud característica de quien reprende solamente por un impulso puramente humano, o incluso irracional. 9 Tomado de Fonzi, Enzo: “Las Bienaventuranzas”. Editorial Ciudad Nueva. Páginas 16 a 24.