SELECCIÓN DE LA MUESTRA Y MUESTREO EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pdf
El llamado al martirio según San Juan Eudes
1.
2. EL LLAMADO, UN CAMINO HACIA LA
ENTREGA
“Ora por todos los que hoy enfrentan el
martirio para que sean fortalecidos con la
gracia y el espíritu del martirio. Imprime en
ti, una imagen perfecta de la vida de los
santos mártires, aun más, de la vida del Rey
y de la Reina de los mártires, Jesús y María.
Ruégales que te hagan digno de sufrir una
muerte semejante a la suya”.
(OC I, 297).
San Juan Eudes
Recordar la vida de un mártir es un hecho heroico, no
por el drama “novelista” al escuchar o contar su
historia, sino por la convicción existencial de una
propuesta de vida que lo mantuvo firme aun cuando
percibía los inciertos olores de la muerte. Fijar la
mirada en la historia de un mártir es descubrir que
Jesús no llama sin un proyecto de base, capaz de
darle un nuevo rumbo a la experiencia de fe y de
resignificar lo que se entiende por “Llamado” y
“Vocación”.
Los santos mártires fueron personajes
profundamente admirados por san Juan Eudes; en
medio de su proyecto de vida enfocado en formar a
Jesús, descubre que mártir es aquel que continúa la
vida y la muerte de Jesucristo, que, asumiendo la
cruz, puede comprender que el Reino de Dios no
tiene sentido sin una total actitud de entrega.
"Lo que hicieron los mártires fue precisamente eso: entrar de lleno en ese misterio y entregar su
vida por él. Su gran ayuno fue ese: encontraron su vida y su felicidad, en esa entrega total de su
vida al Señor. Es lo que estamos llamados a hacer: ser esos odres nuevos".
P. Álvaro Torres, CJM
3. El mártir según san Juan Eudes es un
privilegiado del amor de Dios, porque la muerte
se convierte en una tragedia significante de
honor, de gloria y de adoración frente a la
propuesta de Jesús, que se entrega por un ideal
salvífico en favor del ser humano. Contemplar la
cruz del Maestro y la vida de los mártires se
vuelve un reto para san Juan Eudes; él mismo
expresará con puño y letra el deseo de entregar
su vida por ser fiel llamado de Jesús y de que su
muerte sea imagen de su santa muerte. “Que mi
vida imite y honre la tuya, la de tu excelsa
madre y la de tus santos mártires. Que no pase
un día sin que yo sufra algo por amor a ti y que,
finalmente, mi muerte sea la imagen de tu santa
muerte”.
Fijar la mirada en la historia de los mártires ha de
crear en nosotros la consciencia sobre la fidelidad
del llamado a la entrega, que se mide cuando los
actos se orientan por puro amor a Jesús y servicio
verdadero al Otro. Sin Jesús y sin el Otro la
entrega pierde su sentido, y la fidelidad no pasa a
ser más que un concepto.
En san Juan Eudes podría interpretarse que la
“Caridad” es una forma de martirio, no porque sea
un sufrimiento ni una carga, sino por la
comprensión que esta requiere, de saber que todo
hombre y mujer procede del Corazón de Dios, y,
por tanto, estamos invitados a amarlos y tratarlos
como al mismo Dios.
“Lo que hicieron los mártires fue esto: ser servidores de Cristo, administradores de los misterios
de Dios, es su obra de caridad. Es por eso que alcanzaronel martirio y con el martirio alcanzaron
el máximo testimonio que pudieran dar en sus vidas de ser simplemente servidores de Cristo y
administradores de los misterios de Dios”.
P. Álvaro Torres, CJM.
4. Celebramos este 02 de septiembre la memoria
de los mártires Eudistas Francisco Luis Hébert,
Francisco Lefranc y Pedro Claudio Pottier que,
junto con el padre Carlos Nicolás Ancel, cuya
memoria celebramos el pasado 18 de agosto, se
conocen como los Beatos Mártires Eudistas. Los
tres sacerdotes mencionados, junto con un gran
número de religiosos de otras comunidades
como los jesuitas y francis-canos, mártires de la
Revolución Francesa los días 02 y 03 de
septiembre del año 1972, por negarse a jurar la
Constitución civil del clero, que ellos
consideraban contraria a la fe, fueron
beatificados en 1926 por el papa Pío XI.
Y no solo ello, para san Juan Eudes la caridad no es un asistencialismo, es una
entrega en favor del necesitado, para quien hemos de ser Palabra y rostro de Cristo
en todo momento, y cuando asumimos esto como propuesta orientadora, nos
vamos haciendo mártires en el camino.
El padre Francisco Lefranc (1739-
1792) era el vicario general de
Coutances y Superior del seminario
mayor de esta Diócesis. Se descató
por su lucha contra los
masones.
“La cima, la perfección y culminación de la vida cristiana es el
martirio”.
San Juan Eudes
5. El padre Francisco Luis Hebert (1735-
1792), en la época de su martirio, se
desempeñaba como coadjutor del
Superior General y trabajaba como
prefecto de ordenandos de Caen,
era confesor del rey, sobre el cual
ejercía una benéfica influencia, hasta
el punto de ser el inspirador del voto
nacional al Sagrado Corazón en
Francia.
El padre Pedro Claudio Pottier
(1743-1792) era el superior del
seminario Saint-Vivien de Rouen.
Firmó el juramento de la
constitución civil del clero. La
reacción de los seminaristas y de su
propia madre fue de rechazo, lo
cual lo llevó a reflexionar y en un
admira-ble acto de humildad, de
conversión y de sensatez cris-tiana,
se retractó públicamente.
"Leyendo las historias de tantos mártires de ayer y hoy – que son más de los mártires
de los primeros tiempos –, nos quedamos sorprendidos ante la fortaleza con la cual
han enfrentado la prueba. Esta fortaleza es signo de la gran esperanza que los
animaba: la esperanza cierta que nada y nadie los podía separar del amor de Dios
donado en Jesucristo (Cfr. Rom 8,38-39)".
Papa Francisco
6. Si llegara la ocasión en que me viera obligado a escoger entre
morir o renunciar a mi fe en ti, o hacer algo importante contrario
a tu voluntad, te hago voto y promesa, confiado en tu
misericordia y en la ayuda de tu gracia, de confesarte, reconocerte,
adorarte y glorificarte delante de todo el mundo, al precio
de mi sangre, de mi vida y de toda clase de martirios y tormentos.
Te prometo padecer mil muertes, con todos los suplicios
de la tierra y del infierno, antes que negarte o contrariar
tu santa voluntad.
Recibe y acepta, Jesús, este voto y sacrificio que le hago de mi
ser y de mi vida, en homenaje y por los méritos del divino sacrificio
que hiciste de ti mismo a tu Padre en la cruz. Mírame
desde hoy como una hostia y una víctima destinada a ser inmolada
enteramente a la gloria de tu santo nombre.
Te pido, por tu inmensa misericordia, que toda mi vida sea un
perpetuo sacrificio de amor y de alabanza a ti.
Que mi vida imite y honre la tuya, la de tu excelsa madre y la
de tus santos mártires. Que no pase un día sin que yo sufra algo
por amor a ti y que, finalmente, mi muerte sea la imagen de tu
santa muerte.
Hecho en Caen, en el Oratorio de Jesús, el 25 de
marzo de 1637.
(OC XII, 137-138).
Voto de Martirio
(Fragmento)
Director:
P. Álvaro Duarte Torres CJM
Diseño y compilación
Jorge Luis Baquero - Hermes Flórez Pérez
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