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La infausta
transmutación
del agua
E
l agua no siempre ha sido H2
O
o cosa parecida. A primera
vista,esto suena a perogrulla-
da, aunque, lamentablemen-
te, no todo el mundo es consciente
al respecto, cuestión delicada en ex-
tremo con motivo de la problemática
actual del agua en el planeta, fruto de
la evanescencia de la memoria mítica
de otras eras. Es decir, seres como los
sátiros, las ondinas, los elfos y otros
monstruos o demonios familiares
han ido desapareciendo de la orna-
mentación de las iglesias y catedra-
les, al punto de convertirse en pobres
diablos que erran por los campos y
caminos, o en gárgolas pétreas, o en
hórridas brujas. En nuestro medio,
esto no puede ser más irónico, ha-
bida cuenta de que Joaquín Antonio
Uribe, en sus primorosos Cuadros de
la naturaleza, no dejó de ocuparse de
esta clase de seres como parte de su
concepción integral de natura.Ahora
bien, en la actualidad, dado el interés
extendido por el mundo celta, ma-
nifiesto, por ejemplo, en la música
maravillosa de artistas como Enya y
Loreena McKennitt, algo se ha ido re-
cuperando de tal memoria,que inclu-
ye,por supuesto,el universo del agua,
cuestión importante si no perdemos
de vista que se trata de la sustancia
más estudiada por el ser humano. En
otras palabras,el agua,como la mate-
ria en general, tiene historicidad. Por
así decirlo,no es lo mismo,ni siquiera
de lejos, el agua de retrete reciclada
que el agua lustral.
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y el Medioevo, requisito que satisfacen pocos
autores, como Iván Illich, el crítico más lúci-
do de las contradicciones de las sociedades
industriales, un investigador duro de ciencias
blandas, nuestro mejor cicerone a este respec-
to. Illich trata tal historicidad tomando como
punto de partida la puesta en duda de la belle-
za intrínseca del H2
O y de la reducción de todas
las aguas a tan escueta fórmula.Sin desconocer
la materialidad del agua, conviene no pasar por
alto que cada época la trata de un modo par-
ticular, no faltan las
creaciones sociales
al respecto. Así, en
esta época distópica,
el H2
O que fluye por
las tuberías medelli-
nenses no es agua,
sino, como destaca
Illich en el caso de
Dallas, una materia
creada por la socie-
dad industrial. Esta
sociedad metamor-
foseó en forma grotesca el agua en un fluido
con el que las aguas arquetípicas no tienen
cómo mezclarse. Para colmo, la sociedad in-
dustrial pretende que hay un simbolismo es-
tético en el matrimonio entre las aguas negras
recicladas y el espacio urbano.
Para subrayar más esto, pensemos en una
de las historias de terror de Venecia: la isla de
Poveglia, también conocida como la isla de los
Carlos Eduardo Sierra C.
Sin desconocer la
materialidad del agua,
conviene no pasar por
alto que cada época
la trata de un modo
particular, no faltan
las creaciones sociales
al respecto.
14
muertos. En plena Edad Media, cuando la pes-
te negra aniquiló a un tercio de la población
europea, los venecianos, ante el temor que
cundió a la sazón, llevaron los cuerpos de los
cadáveres y desterraron a los enfermos a di-
cho lugar tenebroso, y los cremaron en fosas
comunes. En pocos años, más de 160.000 per-
sonas acabaron su vida en esa isla. En la ac-
tualidad, aunque el oleaje no es intenso, puede
arrastrar restos humanos carbonizados, por lo
cual los pescadores temen acercarse a la costa
de la isla. Incluso, esta permanece fuera del
alcance de los visitantes. En realidad, se preci-
san nervios de acero para ir a semejante lugar,
plagado de historias de ultratumba dignas de
Howard Phillips Lovecraft y Stephen King. De
este modo, resulta una píldora difícil de tragar
la de poner en un mismo nivel de compara-
ción un agua putrefacta como la de la Laguna
de Venecia con la nobleza del agua lustral, an-
tecesora del agua bendita. He aquí un motivo
principal que aparece también en la ciencia
ficción, como en un cuento de Isaac Asimov,
en el cual destaca la baja estima social hacia
quienes se ocupan del manejo y reciclaje de
las aguas negras y otras inmundicias.
El mundo celta fue sabio al respecto, pues-
to que, en sus celebraciones, era decisiva la in-
tervención de los druidas (los “conocedores de
la encina”) y de los expertos en artes mágicas.
En particular, en la fiesta de Imbolc, celebrada a
principios de febrero para anunciar el inicio de la
primavera,el centro de atención eran las ovejas.
Uno de los ritos claves era la bendición de los re-
baños,a los que se hacía pasar a través del fuego
de las hogueras rociados con agua lustral traída
de fuentes sagradas y mágicas,purificada por los
druidas. Con esto, los celtas pensaban que po-
dían exorcizar posibles amenazas de epidemias
y mortandad entre los animales y las personas.
Hoy día, el uso del agua lustral persiste, incluso
en circunstancias contradictorias, como cabe
apreciar en una película del 2008, una produc-
ción conjunta entre belgas,holandeses y alema-
nes, cuya trama transcurre en una comunidad
andina peruana afectada por la contaminación
por mercurio de una empresa minera. En espe-
cial, una joven indígena, Saturnina, pierde a su
prometido,envenenado por el metal.El hombre,
irónicamente,muere en un viaje a las montañas
para proveerse de hielo, con el fin de contar con
agua lustral para su boda.
Ahora bien, nuestra civilización acuñó una
idea que damos por supuesta: el agua traída
a la ciudad debe abandonarla por sus cloacas,
idea que pasó a ser norma de diseño urbano
cuando las ciudades contaron con estacio-
nes de ferrocarril y sus calles tuvieron ilumi-
nación por gas. Cosa curiosa, semejante idea
nació inspirada en un descubrimiento central
en la historia de la medicina: la circulación
de la sangre por William Harvey. Todavía en
el Renacimiento, esta idea moderna de una
materia destinada a seguir su curso fluyen-
do siempre de vuelta a su fuente era extraña,
por lo que la circulación de Harvey constitu-
yó toda una ruptura con el pasado. Más tarde,
hacia 1750, la riqueza y el dinero empezaron
a “circular” y se habló de ambos como si fue-
sen líquidos. Así, se concibió la sociedad cual
sistema de conductos, al punto de que “la li-
quidez” quedó como metáfora dominante tras
la Revolución francesa. De aquí que, desde en-
tonces, las ideas, los periódicos, las revistas,
la información, el cotilleo y, luego de 1880, el
tráfico, el aire y el poder “circulan”. Por lo de-
más, del mismo modo que Harvey redefinió el
cuerpo al proponer la circulación de la sangre,
sir Edwin Chadwick, reformista social inglés,
redefinió la ciudad al “descubrir” su necesidad
de lavarla en forma constante. En otras pala-
bras, hasta ese momento, las ciudades habían
sido lugares olorosos como los que más. Nació
así la pretendida utopía de una ciudad inodo-
ra. En suma, la civilización moderna quedó
forjada sobre la base de analogías y metáfo-
ras, incluida la economía clásica. Para colmo,
la contradicción llegó a tal extremo que, sea
bajo la administración pública, sea bajo la pri-
vada, el costo para deshacerse del agua exce-
de en varias veces el de traerla. Esto lo vemos
por doquier con la proliferación de indiscretas
obras hidráulicas.
Más grave aún, la paradoja ha crecido a cau-
sa del actual colapso civilizatorio. Por ejemplo,
hay una situación dramática en el agro espa-
ñol. En concreto, en Andalucía, los problemas
ambientales se salen de madre, sobre todo las
revista UNIVERSIDAD
DE ANTIOQUIA
15
consecuencias del cambio climático: la ero-
sión, la desertización, la subida del nivel del
mar, la escasez de agua, la pérdida de biodi-
versidad y de productividad de los suelos y el
deterioro de los agroecosistemas principales.
He aquí un panorama dantesco que contrasta
sobremanera con lo que fue el uso de la tierra
y del agua durante la época de la España mu-
sulmana medieval, al-Ándalus, una cultura del
agua cuya tecnología procedía de la civiliza-
ción nabatea. Por desgracia, conforme avanzó
la Reconquista, los cristianos carecieron del
conocimiento para manejar la infraestructu-
ra correspondiente. Con todo, en Andalucía,
algo queda de ese saber en los campesinos de
la zona, pero es un saber evanescente ante el
desinterés de las nuevas generaciones para
continuar con el cultivo de la tierra. Así las
cosas, una vez fallezcan los últimos ancianos
campesinos andaluces, tal saber desaparecerá,
un problema que se magnifica por el hecho de
que, en las facultades de ciencias e ingenie-
ría españolas, no hay quien lo conozca. ¡Vaya
ironía del destino!
En cuestión de ironías, sorprende que la
pragmática e industrial Antioquia haya teni-
do en su seno a un espíritu fino y aristocrático
como Joaquín Antonio Uribe. En sus Cuadros de
la naturaleza, no podía faltar el tema del agua,
plasmado en varios de los artículos que los
constituyen. Bello botón de muestra, he aquí
un párrafo de su artículo dedicado a Alfonso
Castro: “¡Una gota de agua! Para los poetas
podrá ser una lágrima de la bella Aurora; para
las flores, preciosa joya o licor suavísimo que
alargará sus días de amor; para el labrador,
una esperanza; pero para el pensador es un
mundo de misterios, un océano de incógni-
tos ideales”. Como vemos, el agua fue, para
nuestro naturalista, una suma compleja de
aguas arquetípicas, no el mero H2
O a secas.
De lo contrario, hubiese hecho una enclenque
divulgación científica. Empero, cosa funesta,
durante la segunda mitad del siglo xx, como
señala Iván Illich, lo que comenzó a salir del
grifo dejó de ser inodoro. Desde entonces em-
pezó a conocerse una plétora de contaminan-
tes nuevos e impensados, tantos que mucha
gente no quiso dárselo de beber a sus hijos. En
otros términos, se completó la transformación
del agua en un fluido limpiador, en un deter-
gente industrial y técnico, por lo que esta per-
dió su poder para comunicar, por contacto, su
pureza profundamente arraigada y, a su vez, su
poder místico para lavar manchas espirituales.
En el escenario distópico actual, el H2
O es la
nueva materia de cuya purificación depende
en grado sumo la supervivencia humana, un
recurso escaso que precisa un manejo técni-
co, todo un tema de la ciencia ficción de las
últimas décadas. De aquí que, para los niños
de hoy, no sea posible observar el agua, sino
apenas imaginarla al reflexionar en torno a
una gota casual o un modesto charco. ¿Qué
decir del Medellín actual, cuyas pilas de agua
bendita suelen estar resecas? Curiosa paradoja
si pensamos que el agua existía antes de que
hubiese dioses; que, puesta entre los titanes,
el agua que lava se tornó en la fuente del re-
cuerdo, el manantial de la cultura, por lo que
adquirió rasgos femeninos: Mnemosina.
Nada como lo que sucede en esta época en
algunas comunidades indígenas latinoameri-
canas para captar la reacción en contra de esta
terrible pérdida del carácter sacro del agua.
Sobre esto abundan los ejemplos, pero baste
aquí con un par. De una parte, lo que sucede
en Chiapas, uno de los estados mexicanos más
consumidores de refrescos y,junto con Oaxaca y
Guerrero, uno de los de mayor pobreza y desnu-
trición. Por supuesto, mientras los refrescos, so-
bre todo cierto líquido negro tenebroso de cuyo
nombre no quiero acordarme, sigan al alcance
de la mano y anestesien a las poblaciones para
pensar en alternativas, será difícil tan necesa-
rio giro copernicano en materia de nutrición.
Con todo, algunas comunidades han prohibido
el consumo del líquido negro de marras y han
En el escenario distópico actual, el
H2
O es la nueva materia de cuya
purificación depende en grado sumo
la supervivencia humana, un recurso
escaso que precisa un manejo
técnico, todo un tema de la ciencia
ficción de las últimas décadas.
16
recuperado el consumo del pozol, bebida hecha
a base de maíz. Por lo demás, las personas ci-
tadinas que han asumido tal boicot no lo han
pensado dos veces para adquirir limones, pa-
payas, sandías, naranjas y otras frutas propias
de las comunidades, que antes no consumían,
para darle sabor al agua.
El otro ejemplo es un largometraje español
del 2010 cuyo tema es la aún reciente gue-
rra del agua en Bolivia (enero a abril de 2000),
titulado También la lluvia. Dicha guerra fue
una serie de protestas que tuvieron lugar en
Cochabamba a causa de la privatización del
abastecimiento de agua potable municipal. Los
indígenas que aparecen en el largometraje re-
sumen su visión del agua con una frase senci-
lla pero elocuente: “El agua es la vida”. He aquí
una visión, heredada de sus ancestros, que uno
de los protagonistas del filme, Daniel, expre-
só con no menos elocuencia al obsequiarle al
español Costa un frasquito con agua cristali-
na, como muestra de gratitud. A la luz de este
ejemplo, no sorprende que, en la Constitución
que se votó en Ecuador el 28 de septiembre de
2008, quedase establecido el objetivo no del
mayor producto interno bruto per cápita, sino
del ideal indígena del Sumak Kawsay o (Suma
Qamaña), esto es, el buen vivir, la vida plena.
En particular, las primeras líneas del artículo
275 rezan así: “El régimen de desarrollo es el
conjunto organizado, sostenible y dinámico de
los sistemas económicos, políticos, socio-cul-
turales y ambientales, que garantizan la reali-
zación del buen vivir, del sumak kawsay”. Claro
está, la idea choca con la depredadora men-
talidad occidental. En todo caso, en Ecuador
y Bolivia, la naturaleza (o Pachamama) está
reconocida como sujeto legal, y el agua como
bien común, vital para natura y los seres hu-
manos, pese al ruido hecho por las codiciosas
corporaciones mineras extranjeras que ansían
los “recursos naturales”, una lección todavía
inmadura en Colombia, según lo demuestra
la demonización de las justas reacciones co-
munitarias contra las corporaciones de marras
y sus kafkianos secuaces locales. Entretanto,
nuestra amnésica civilización, afectada por el
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La infausta transmutación del agua a H2O

  • 1. revista UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA 13 La infausta transmutación del agua E l agua no siempre ha sido H2 O o cosa parecida. A primera vista,esto suena a perogrulla- da, aunque, lamentablemen- te, no todo el mundo es consciente al respecto, cuestión delicada en ex- tremo con motivo de la problemática actual del agua en el planeta, fruto de la evanescencia de la memoria mítica de otras eras. Es decir, seres como los sátiros, las ondinas, los elfos y otros monstruos o demonios familiares han ido desapareciendo de la orna- mentación de las iglesias y catedra- les, al punto de convertirse en pobres diablos que erran por los campos y caminos, o en gárgolas pétreas, o en hórridas brujas. En nuestro medio, esto no puede ser más irónico, ha- bida cuenta de que Joaquín Antonio Uribe, en sus primorosos Cuadros de la naturaleza, no dejó de ocuparse de esta clase de seres como parte de su concepción integral de natura.Ahora bien, en la actualidad, dado el interés extendido por el mundo celta, ma- nifiesto, por ejemplo, en la música maravillosa de artistas como Enya y Loreena McKennitt, algo se ha ido re- cuperando de tal memoria,que inclu- ye,por supuesto,el universo del agua, cuestión importante si no perdemos de vista que se trata de la sustancia más estudiada por el ser humano. En otras palabras,el agua,como la mate- ria en general, tiene historicidad. Por así decirlo,no es lo mismo,ni siquiera de lejos, el agua de retrete reciclada que el agua lustral. Entender esto implica conocer laAntigüedad y el Medioevo, requisito que satisfacen pocos autores, como Iván Illich, el crítico más lúci- do de las contradicciones de las sociedades industriales, un investigador duro de ciencias blandas, nuestro mejor cicerone a este respec- to. Illich trata tal historicidad tomando como punto de partida la puesta en duda de la belle- za intrínseca del H2 O y de la reducción de todas las aguas a tan escueta fórmula.Sin desconocer la materialidad del agua, conviene no pasar por alto que cada época la trata de un modo par- ticular, no faltan las creaciones sociales al respecto. Así, en esta época distópica, el H2 O que fluye por las tuberías medelli- nenses no es agua, sino, como destaca Illich en el caso de Dallas, una materia creada por la socie- dad industrial. Esta sociedad metamor- foseó en forma grotesca el agua en un fluido con el que las aguas arquetípicas no tienen cómo mezclarse. Para colmo, la sociedad in- dustrial pretende que hay un simbolismo es- tético en el matrimonio entre las aguas negras recicladas y el espacio urbano. Para subrayar más esto, pensemos en una de las historias de terror de Venecia: la isla de Poveglia, también conocida como la isla de los Carlos Eduardo Sierra C. Sin desconocer la materialidad del agua, conviene no pasar por alto que cada época la trata de un modo particular, no faltan las creaciones sociales al respecto.
  • 2. 14 muertos. En plena Edad Media, cuando la pes- te negra aniquiló a un tercio de la población europea, los venecianos, ante el temor que cundió a la sazón, llevaron los cuerpos de los cadáveres y desterraron a los enfermos a di- cho lugar tenebroso, y los cremaron en fosas comunes. En pocos años, más de 160.000 per- sonas acabaron su vida en esa isla. En la ac- tualidad, aunque el oleaje no es intenso, puede arrastrar restos humanos carbonizados, por lo cual los pescadores temen acercarse a la costa de la isla. Incluso, esta permanece fuera del alcance de los visitantes. En realidad, se preci- san nervios de acero para ir a semejante lugar, plagado de historias de ultratumba dignas de Howard Phillips Lovecraft y Stephen King. De este modo, resulta una píldora difícil de tragar la de poner en un mismo nivel de compara- ción un agua putrefacta como la de la Laguna de Venecia con la nobleza del agua lustral, an- tecesora del agua bendita. He aquí un motivo principal que aparece también en la ciencia ficción, como en un cuento de Isaac Asimov, en el cual destaca la baja estima social hacia quienes se ocupan del manejo y reciclaje de las aguas negras y otras inmundicias. El mundo celta fue sabio al respecto, pues- to que, en sus celebraciones, era decisiva la in- tervención de los druidas (los “conocedores de la encina”) y de los expertos en artes mágicas. En particular, en la fiesta de Imbolc, celebrada a principios de febrero para anunciar el inicio de la primavera,el centro de atención eran las ovejas. Uno de los ritos claves era la bendición de los re- baños,a los que se hacía pasar a través del fuego de las hogueras rociados con agua lustral traída de fuentes sagradas y mágicas,purificada por los druidas. Con esto, los celtas pensaban que po- dían exorcizar posibles amenazas de epidemias y mortandad entre los animales y las personas. Hoy día, el uso del agua lustral persiste, incluso en circunstancias contradictorias, como cabe apreciar en una película del 2008, una produc- ción conjunta entre belgas,holandeses y alema- nes, cuya trama transcurre en una comunidad andina peruana afectada por la contaminación por mercurio de una empresa minera. En espe- cial, una joven indígena, Saturnina, pierde a su prometido,envenenado por el metal.El hombre, irónicamente,muere en un viaje a las montañas para proveerse de hielo, con el fin de contar con agua lustral para su boda. Ahora bien, nuestra civilización acuñó una idea que damos por supuesta: el agua traída a la ciudad debe abandonarla por sus cloacas, idea que pasó a ser norma de diseño urbano cuando las ciudades contaron con estacio- nes de ferrocarril y sus calles tuvieron ilumi- nación por gas. Cosa curiosa, semejante idea nació inspirada en un descubrimiento central en la historia de la medicina: la circulación de la sangre por William Harvey. Todavía en el Renacimiento, esta idea moderna de una materia destinada a seguir su curso fluyen- do siempre de vuelta a su fuente era extraña, por lo que la circulación de Harvey constitu- yó toda una ruptura con el pasado. Más tarde, hacia 1750, la riqueza y el dinero empezaron a “circular” y se habló de ambos como si fue- sen líquidos. Así, se concibió la sociedad cual sistema de conductos, al punto de que “la li- quidez” quedó como metáfora dominante tras la Revolución francesa. De aquí que, desde en- tonces, las ideas, los periódicos, las revistas, la información, el cotilleo y, luego de 1880, el tráfico, el aire y el poder “circulan”. Por lo de- más, del mismo modo que Harvey redefinió el cuerpo al proponer la circulación de la sangre, sir Edwin Chadwick, reformista social inglés, redefinió la ciudad al “descubrir” su necesidad de lavarla en forma constante. En otras pala- bras, hasta ese momento, las ciudades habían sido lugares olorosos como los que más. Nació así la pretendida utopía de una ciudad inodo- ra. En suma, la civilización moderna quedó forjada sobre la base de analogías y metáfo- ras, incluida la economía clásica. Para colmo, la contradicción llegó a tal extremo que, sea bajo la administración pública, sea bajo la pri- vada, el costo para deshacerse del agua exce- de en varias veces el de traerla. Esto lo vemos por doquier con la proliferación de indiscretas obras hidráulicas. Más grave aún, la paradoja ha crecido a cau- sa del actual colapso civilizatorio. Por ejemplo, hay una situación dramática en el agro espa- ñol. En concreto, en Andalucía, los problemas ambientales se salen de madre, sobre todo las
  • 3. revista UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA 15 consecuencias del cambio climático: la ero- sión, la desertización, la subida del nivel del mar, la escasez de agua, la pérdida de biodi- versidad y de productividad de los suelos y el deterioro de los agroecosistemas principales. He aquí un panorama dantesco que contrasta sobremanera con lo que fue el uso de la tierra y del agua durante la época de la España mu- sulmana medieval, al-Ándalus, una cultura del agua cuya tecnología procedía de la civiliza- ción nabatea. Por desgracia, conforme avanzó la Reconquista, los cristianos carecieron del conocimiento para manejar la infraestructu- ra correspondiente. Con todo, en Andalucía, algo queda de ese saber en los campesinos de la zona, pero es un saber evanescente ante el desinterés de las nuevas generaciones para continuar con el cultivo de la tierra. Así las cosas, una vez fallezcan los últimos ancianos campesinos andaluces, tal saber desaparecerá, un problema que se magnifica por el hecho de que, en las facultades de ciencias e ingenie- ría españolas, no hay quien lo conozca. ¡Vaya ironía del destino! En cuestión de ironías, sorprende que la pragmática e industrial Antioquia haya teni- do en su seno a un espíritu fino y aristocrático como Joaquín Antonio Uribe. En sus Cuadros de la naturaleza, no podía faltar el tema del agua, plasmado en varios de los artículos que los constituyen. Bello botón de muestra, he aquí un párrafo de su artículo dedicado a Alfonso Castro: “¡Una gota de agua! Para los poetas podrá ser una lágrima de la bella Aurora; para las flores, preciosa joya o licor suavísimo que alargará sus días de amor; para el labrador, una esperanza; pero para el pensador es un mundo de misterios, un océano de incógni- tos ideales”. Como vemos, el agua fue, para nuestro naturalista, una suma compleja de aguas arquetípicas, no el mero H2 O a secas. De lo contrario, hubiese hecho una enclenque divulgación científica. Empero, cosa funesta, durante la segunda mitad del siglo xx, como señala Iván Illich, lo que comenzó a salir del grifo dejó de ser inodoro. Desde entonces em- pezó a conocerse una plétora de contaminan- tes nuevos e impensados, tantos que mucha gente no quiso dárselo de beber a sus hijos. En otros términos, se completó la transformación del agua en un fluido limpiador, en un deter- gente industrial y técnico, por lo que esta per- dió su poder para comunicar, por contacto, su pureza profundamente arraigada y, a su vez, su poder místico para lavar manchas espirituales. En el escenario distópico actual, el H2 O es la nueva materia de cuya purificación depende en grado sumo la supervivencia humana, un recurso escaso que precisa un manejo técni- co, todo un tema de la ciencia ficción de las últimas décadas. De aquí que, para los niños de hoy, no sea posible observar el agua, sino apenas imaginarla al reflexionar en torno a una gota casual o un modesto charco. ¿Qué decir del Medellín actual, cuyas pilas de agua bendita suelen estar resecas? Curiosa paradoja si pensamos que el agua existía antes de que hubiese dioses; que, puesta entre los titanes, el agua que lava se tornó en la fuente del re- cuerdo, el manantial de la cultura, por lo que adquirió rasgos femeninos: Mnemosina. Nada como lo que sucede en esta época en algunas comunidades indígenas latinoameri- canas para captar la reacción en contra de esta terrible pérdida del carácter sacro del agua. Sobre esto abundan los ejemplos, pero baste aquí con un par. De una parte, lo que sucede en Chiapas, uno de los estados mexicanos más consumidores de refrescos y,junto con Oaxaca y Guerrero, uno de los de mayor pobreza y desnu- trición. Por supuesto, mientras los refrescos, so- bre todo cierto líquido negro tenebroso de cuyo nombre no quiero acordarme, sigan al alcance de la mano y anestesien a las poblaciones para pensar en alternativas, será difícil tan necesa- rio giro copernicano en materia de nutrición. Con todo, algunas comunidades han prohibido el consumo del líquido negro de marras y han En el escenario distópico actual, el H2 O es la nueva materia de cuya purificación depende en grado sumo la supervivencia humana, un recurso escaso que precisa un manejo técnico, todo un tema de la ciencia ficción de las últimas décadas.
  • 4. 16 recuperado el consumo del pozol, bebida hecha a base de maíz. Por lo demás, las personas ci- tadinas que han asumido tal boicot no lo han pensado dos veces para adquirir limones, pa- payas, sandías, naranjas y otras frutas propias de las comunidades, que antes no consumían, para darle sabor al agua. El otro ejemplo es un largometraje español del 2010 cuyo tema es la aún reciente gue- rra del agua en Bolivia (enero a abril de 2000), titulado También la lluvia. Dicha guerra fue una serie de protestas que tuvieron lugar en Cochabamba a causa de la privatización del abastecimiento de agua potable municipal. Los indígenas que aparecen en el largometraje re- sumen su visión del agua con una frase senci- lla pero elocuente: “El agua es la vida”. He aquí una visión, heredada de sus ancestros, que uno de los protagonistas del filme, Daniel, expre- só con no menos elocuencia al obsequiarle al español Costa un frasquito con agua cristali- na, como muestra de gratitud. A la luz de este ejemplo, no sorprende que, en la Constitución que se votó en Ecuador el 28 de septiembre de 2008, quedase establecido el objetivo no del mayor producto interno bruto per cápita, sino del ideal indígena del Sumak Kawsay o (Suma Qamaña), esto es, el buen vivir, la vida plena. En particular, las primeras líneas del artículo 275 rezan así: “El régimen de desarrollo es el conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-cul- turales y ambientales, que garantizan la reali- zación del buen vivir, del sumak kawsay”. Claro está, la idea choca con la depredadora men- talidad occidental. En todo caso, en Ecuador y Bolivia, la naturaleza (o Pachamama) está reconocida como sujeto legal, y el agua como bien común, vital para natura y los seres hu- manos, pese al ruido hecho por las codiciosas corporaciones mineras extranjeras que ansían los “recursos naturales”, una lección todavía inmadura en Colombia, según lo demuestra la demonización de las justas reacciones co- munitarias contra las corporaciones de marras y sus kafkianos secuaces locales. Entretanto, nuestra amnésica civilización, afectada por el síndrome del Titanic, prosigue su camino ha- cia el matadero. Novedades Las rosas de Damasco y otros relatos Eduardo Escobar Sílaba Editores Alcaldía de Medellín Medellín, 2017 220 p. In einer Kirche hast du nichts verloren Erzählungen aus Kolumbien Esther Fleisacher edition 8 Zurich, 2017 142 p. Muestras del diablo Pedro Gómez Valderrama Sílaba Editores Medellín, 2017 202 p.