Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
Asumir riesgos
1. Riesgos y opciones del consejero y administrador de empresas
autor Lic. Ángela Prati y Lic. Rubén Barrera
viernes, 02 de enero de 2004
Chubb de México
De gran actualidad en el
ambiente de negocios son los temas de gobierno corporativo, las
estructuras del consejo de administración, así como las
responsabilidades y obligaciones de sus miembros, y en general, los
conceptos...
... relacionados con una nueva concepción de la forma de hacer las cosas y de la toma de decisiones en las empresas.
De una u otra manera, en los últimos cinco años los
efectos de la globalización y los recientes escándalos corporativos han
afectado también los estilos de gestión y administración; hemos visto
caer a grandes corporaciones y a prestigiosos hombres de negocio al
haberse perdido el rumbo del deber ser y hacer.
Sin ánimo de ser moralistas ni oportunistas, la experiencia ajena nos
debe servir para reflexionar sobre lo que les ha pasado a los vecinos y
comprender el porqué suceden las cosas. Sencillamente, se trata de
aprender para evitar que nos ocurra.
Al hablar de riesgos, estamos hablando de vivir. Tener y sacar adelante
un negocio, necesariamente significa asumir riesgos y hacer sacrificios
de diferente naturaleza. Nuestra habilidad para enfrentar dichas
situaciones será mayor o menor en la medida que logremos sortear y
aprovechar de mejor manera estos riesgos. Cada decisión que tomamos en
el desempeño de nuestros cargos implica un riesgo, algunas veces mayor
que otros. Todas las decisiones estarán sujetas al escrutinio de todos
los que nos rodean o tengan algún interés en el negocio.
Los intereses de otros sobre las decisiones de un administrador son
múltiples, pueden ser de índole accionaria, comercial, laboral,
gubernamental o simplemente por el maravilloso e intrigante juego del
poder. Y así como son de diversos estos intereses, serán diversos los
motivos para cuestionar la certeza de una decisión.
Es regla general que cuando las empresas son exitosas y los resultados
financieros son los esperados, todos somos amigos y casi no se
cuestiona la bondad y habilidad de la gestión de un administrador, ya
que para ello se le contrató, es decir, para hacer que el resultado sea
efectivo y deje contentos a la mayoría de los interesados. Es el caso
distinto cuando los números son rojos y el desempeño del negocio no es
como se esperaba. En ese momento, la primera reacción será preguntar:
¿Qué está haciendo el director general?
¿Por qué está tomando esas decisiones?
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En la forma de administrar los negocios, se corre un riesgo de gestión:
¿Por qué si el administrador era tan bueno de repente ya no lo es?
¿Será que nunca lo fue y nadie se dio cuenta?
¿Será que sencillamente ha tomado las decisiones
que cualquier hombre de negocios hubiera tomado en su lugar en
las circunstancias dadas, pero sencillamente las cosas no se dieron?
Son muchas las posibilidades y los escenarios, lo cual nos dice que el
tener tanta subjetividad involucrada en el día a día de las empresas
sencillamente hace que sus administradores, sean consejeros o
funcionarios, se enfrentan a un panorama de mucha incertidumbre. Solo
el tiempo les dirá si realizaron bien su trabajo o si se pudo haber
hecho algo mejor.
Ante esto, es obligación del administrador el conocer cuáles son los
riesgos cuando se asume un cargo de administración y gestión de una
empresa, y hasta dónde y cuáles pueden ser las consecuencias de las
decisiones y acciones que se tomen o que se dejen de tomar.
La importancia de todas estas preguntas y escenarios se ha ido
reflejando poco a poco en la regulación vigente. Desde hace un par de
años y en forma paulatina, se han modificado diversas leyes y
reglamentos con el fin de establecer con mayor claridad y precisión los
estándares bajo los cuales los administradores de las empresas deben
manejarse y conducirse. Muchos de estos principios y nuevos conceptos
se reflejan en el Código de Mejores Prácticas Corporativas y en las
recientes reformas a la Ley del Mercado de Valores, a la Ley General de
Sociedades Mutualistas e Instituciones de Seguros, entre otras.
Todas estas modificaciones derivan en una mayor concienciación sobre el
aumento en el riesgo de la gestión de los administradores, ya sea por
tener relaciones comerciales nacionales y/ó internacionales, el tener
una exposición de riesgo por estar cotizando en los mercados de valores
locales e internacionales o, simplemente porque el administrador es el
responsable ante la Asamblea de Accionistas de presentar buenos
resultados que reflejen la creación de valor.
El nivel de riesgo aumentará o disminuirá y estará influido, total o
parcialmente, por factores tales como el tamaño de la empresa así como
su condición financiera; distribución geográfica; sus actividades; la
experiencia del grupo de administradores; relación económica,
patrimonial o comercial con otras entidades; la composición accionaria
y perfil de los accionistas; y, la representación de los mismos en el
Consejo de Administración, entre otros.
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El reto de ser exitosos en la gestión y desempeño de la empresa, hace
que se consideren diferentes alternativas para la expansión y
desarrollo del negocio. Dichas alternativas pueden representar
operaciones complicadas y diferentes, lo que hace que la exposición al
riesgo ante terceros sea mucho más alta. Tales alternativas incluyen,
fusiones y/o adquisiciones, la entrada y salida de socios, los procesos
de diversificación de negocio, las inversiones significativas, la forma
de financiamiento, la expansión en nuevos mercados, así como los
cambios en el mercado ó en el sector. Recordemos que la percepción de
riesgo es diferente dependiendo el punto de vista desde el que se mire
y que no necesariamente todos los terceros internos y externos
involucrados pueden tener un criterio u opinión igual o semejante al
del grupo de administradores.
Cualquier violación o incumplimiento de los administradores a la
legislación vigente o a las instrucciones otorgadas por la Asamblea de
Accionistas puede ocasionar un daño o perjuicio económico a la persona
moral, a los accionistas mismos, a los acreedores o simplemente, en
forma indirecta a terceras personas. Estos daños y perjuicios generan
la responsabilidad a cargo de los administradores quienes son los
responsables de subsanar dichos daños y perjuicios, incluso a veces,
con su patrimonio personal y más importante aún, con su nombre y
prestigio.
Debido a esto, es una necesidad imperante el que los administradores
cuenten con las mayores herramientas posibles que garanticen una
adecuada y acertada toma de decisiones basada en elementos objetivos y
prácticos, considerando la mayor cantidad de factores que permitan
ampliamente la visualización de los resultados posibles y prevean la
mayor cantidad de escenarios.
Dada la naturaleza del riesgo a la que se ven expuestos los
administradores, éstos deberán contar con algún mecanismo de protección
contra las consecuencias causadas por las eventualidades descritas
anteriormente. Entre estos mecanismos, se encuentra la autoprotección,
que significa el tener conciencia propia de las implicaciones por la
actuación como Administrador. Esta opción podría ser poco recomendable,
ya que es difícil prever los efectos de la gestión y mucho menos crear
provisiones para enfrentar situaciones cuya magnitud sea de
consideración. En segundo lugar, existe lo que llamamos protección
corporativa, en donde la empresa absorbe las consecuencias de la
gestión del administrador. Esta opción pudiera no ser legal en algunos
lugares y mucho menos tiene una aplicabilidad cuando el interés
afectado es el de los Accionistas. En tercer lugar, existe la
transferencia de riesgo, que se lleva a cabo a través de un Contrato de
Seguro para la Responsabilidad Civil de Consejeros y Funcionarios, cuyo
principal
objetivo es cubrir el patrimonio personal del administrador, en caso de
que éste sea personalmente responsable por los daños y perjuicios
provocados por actos u omisiones realizadas en el ejercicio de su cargo.
En resumen, no se puede pasar por alto el nivel de exposición al riesgo
que tienen los consejeros y funcionarios de empresas, sin importar la
naturaleza o actividad del negocio o de la entidad. Por eso, haber sido
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4. elegido consejero o funcionario de una entidad ya no puede ser
percibido tanto como un honor o un favor, pues a raíz de los eventos
corporativos registrados últimamente, ser consejero o funcionario
conlleva una verdadera responsabilidad corporativa, social y personal.
Estamos empezando a tomar conciencia del verdadero papel de los
administradores en las empresas, por lo que todavía falta mucho por
hacer. Además, se debe crear la conciencia de las reales implicaciones
de ser un administrador. Cuidemos que, durante este largo trayecto de
aprendizaje que nos falta por recorrer, los administradores no sean
sorprendidos por no tener una cobertura que proteja su prestigio y su
patrimonio personal.
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