¿Cuándo sabes que eres bilingüe? (Virginia Mendoza)
1. EL PAÍS
Verne
¿Cuándo sabes que eres bilingüe?
VIRGINIA MENDOZA 12 SEP 2017
¿Eres bilingüe cuando sueñas en otro idioma? ¿Cuando insultas en otro idioma?
¿Cuando cuentas un chiste?
Un día te despiertas de la siesta y no puedes creerlo: has soñado en un idioma distinto
al primero que usabas empezaste a hablar. Estás en el extranjero, cuentas un chiste en
inglés, todos se ríen. Tú también. Congelas la imagen. Risas y una pregunta: ¿ya
domino esta lengua?
Hay todo un proceso detrás, pero son varias las señales que llevan a suponer que se
maneja un idioma con fluidez. El humor, las emociones y los sueños son algunos de los
indicadores que nos llevan a pensar que alguien es bilingüe.
"Que habla dos lenguas"
Pero, ¿qué es exactamente un bilingüe? Los límites entre monolingüe y bilingüe son
difusos y han dado lugar a diversas definiciones académicas. Por un lado, la definición
que dio el lingüista Leonard Bloomfield era tan restrictiva que sólo consideraba
bilingüe a quien domina una segunda lengua como un nativo. En el otro extremo está la
definición del también lingüista Jim Cummins, que considera bilingüe a cualquiera que
pueda comunicarse en una segunda lengua incluso en conversaciones básicas.
En el libro El bilingüismo en el estado español, Maitena Etxebarría ofreció su propia
definición de bilingüismo, menos estricta que la de Bloomfield y menos laxa que la de
Cummins: “[…] llamaremos bilingüe al individuo que, además de su propia lengua,
posea una competencia semejante en otra lengua y es capaz de usar una u otra en
cualquier situación comunicativa idéntica”. La RAE lo solventa con rapidez: “Que habla
dos lenguas”
Jon Andoni Duñabeitia, investigador del Basque Center of Cognition, Brain and
Language, se sitúa en una posición más afín a la segunda definición, por ser más
inclusiva. Este experto en multilingüismo considera que hoy “gran parte de la sociedad
(española) es bilingüe” porque, independientemente de su lengua materna, puede
“expresarse en inglés”.
Duñabeitia explica a Verne que 'bilingüe' es un término que “se nos ha quedado
pequeño y necesitamos ponerle un apellido que realmente nos ayude a entender ante
qué tipo de bilingüe nos encontramos”. Apellidos hay para elegir, y no pocos:
compuesto, coordinado, equilibrado, dominante, aditivos, sustractivos, aculturados,
monoculturales y biculturales, entre otros.
2. La edad, el nivel de competencia lingüística y el uso de ambas lenguas o de una u otra
en función del contexto, son factores que nos ayudan a distinguir entre varios tipos de
bilingüismo.
Soñar en otro idioma
No se trata de soñar en otro idioma sin más, sin entender nada, sino de soñar en el
idioma que llevas un tiempo estudiando o practicando y entenderlo todo en tu mundo
onírico. El lingüista marroquí afincado en Barcelona Youssef Rochdi se ha
especializado en bilingüismo y además es multilingüe. Rochdi considera que estos
sueños constituyen una prueba de que “has podido establecer una relación con los
hablantes y tienes el vocabulario activo en tu mente”. Por tanto, dice, “ya es fácil
acceder” a ese vocabulario incluso de manera inconsciente.
Duñabeitia, que estudia el bilingüismo a nivel neurológico, apunta que el contexto es la
clave a la hora de pensar y soñar en otro idioma. Todo dependerá de la lengua que
utilicemos para hablar con una persona con la que compartimos dos códigos, pero
también del lugar específico en el que usemos uno u otro.
Como ejemplo, este investigador nos propone que imaginemos a una persona que habla
inglés en el trabajo aunque su lengua nativa sea el castellano. “Si esta persona sueña
con ese contexto tan concreto o con alguna de esas personas, es probable que la lengua
que recuerde del sueño sea el inglés. ¿Hace esto que esa persona sea “mejor” o “más”
bilingüe? De ninguna manera”, apunta. Del mismo modo, algunas personas aseguran
que nunca recuerdan lo que sueñan y no por ello dominan menos su lengua materna.
Expresar emociones
El equipo de Duñabeitia llegó a la conclusión de que las emociones pueden variar en
función de la lengua utilizada. Por el vínculo que mantienen el idioma con el que
crecemos y nuestro lado emocional, lo habitual es expresar emociones en el idioma con
el que hemos crecido. Si alguien es capaz de emocionarse igual en dos lenguas,
podremos decir que ha adquirido las herramientas necesarias para poder asegurar que
es bilingüe.
Este vínculo afectivo se debe a la forma en la que asimilamos ambos idiomas: la
adquisición de una segunda lengua suele darse en el ámbito escolar, académico, laboral
e institucional, mientras que la nativa “se adquiere en contextos familiares cargados de
emocionalidad desde la más tierna infancia”. Entonces ocurre lo que este investigador
llama “diglosia emocional”, que se produce cuando “la diferencia entre la carga
emocional de los contextos donde se adquieren unas y otras lenguas” conlleva una
distancia emocional con respecto a la lengua extranjera.
Albert Costa recurrió al conflicto moral para demostrar que la misma idea puede
despertar nuestro lado emocional o racional en función de la lengua en la que se
comunica. Su punto de partida fue una pregunta que ponía en jaque los valores de los
participantes: les preguntó si lanzarían a la vía del tren a una persona si tal acto les
permitiera salvar cinco vidas. Entre el 20 y el 50% aseguró que sacrificaría a una
persona para salvar a cinco. El estudio mostró que tendemos a responder a este tipo de
dilemas de manera menos emocional y más racional cuando se nos plantean en una
lengua no materna.
¿En qué idioma insultamos?
Lo habitual es enfadarse e insultar en la lengua materna. “Cuando una persona habla
un idioma extranjero, se enfada en su lengua materna. En estos casos voy a mi lengua
materna, pero si acudo a una lengua que no es la materna, es porque la controlo de
verdad”, dice Rochdi.
3. Lo que ocurre es que el “coste cognitivo” es mayor en una lengua extranjera. “Es decir,
nos suele resultar más complicado hablar en inglés que en castellano, y esto tiene un
reflejo cognitivo y cerebral claro”, explica Duñabeitia. Hablar en otra lengua agota y ese
cansancio se refleja en la conversación y en el uso que hacemos de una u otra lengua.
Duñabeitia añade que a veces “lo bueno es menos bueno y lo malo es menos malo en
una lengua extranjera”. De ahí que un insulto nos afecte menos en una lengua no
materna o que nos libere más en la materna. Albert Costa llegó a la conclusión de que
insultar en lengua materna no sólo es más cómodo, sino que también es más dañino
porque los insultos duelen menos cuando se escuchan en otro idioma.
Pero esta regla tiene su excepción: los armenios no insultan en armenio, aunque sí lo
hacen en otros idiomas. Esta actitud parece una muestra de amor a la lengua materna,
un intento por no “mancharla” con lo que se considera feo, puesto que también se
niegan a enseñar insultos y palabras obscenas a extranjeros curiosos. Existir, existen,
pero son tabú. La traductora armenia Hasmik Amiraghyan es multilingüe y prefiere
insultar en castellano, en catalán, en inglés o en ruso, mientras obvia las palabrotas en
armenio. “Una amiga dice que no puede insultar en armenio por pudor. Para mí sería
más bien la falta de costumbre, porque en ruso o en español no me da vergüenza”, dice
Amiraghyan.
Chistes y pensamientos
Del mismo modo que el insulto nos afecta menos en una lengua no nativa, el efecto del
humor se pierde por el camino. No tiene mucho sentido contar chistes en otro idioma -
traducirlos- si no se domina a la perfección y si no se conoce bien la cultura del receptor
porque el humor se difumina.
“Lo de los chistes como factor no lo veo tan claro como expresar emociones”, dice
Rochdi. El hecho de que el humor sea cultural es lo que hace dudar a este lingüista, que
considera que una persona puede llegar a dominar el humor de otra cultura a la
perfección. Prueba de ello es que Bart Simpson mencione a Julio Iglesias: estos guiños
a la cultura española de muchas series estadounidenses no aparecen en el guión, son
los traductores los que tienen que incorporarlos para adaptar los diálogos al humor del
receptor.
En este caso, para que ese indicador fuera válido, tendría que tratarse de un bilingüe
bicultural. En palabras de Rochdi: “Llegar a pensar en otro idioma es la muestra de que
no sólo sabes gramática y pronunciación, sino parte cultural de la lengua, cómo piensa
el hablante”.
Este lingüista especializado en fonética añade, además, otro factor que podría indicar
un alto nivel de adquisición de una lengua: el acento. “Si hablas dos lenguas, dicen las
estadísticas en lingüística aplicada que siempre se nota el acento extranjero en la
segunda lengua”, explica.
También puede resultar revelador olvidar palabras en la lengua materna, pero
recordarlas en otro idioma y utilizar estructuras gramaticales que son incorrectas en
esa lengua. Esos pequeños dramas cotidianos del bilingüe, a menudo, lo validan como
tal.