PIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonables
TODOS LOS SANTOS, TODOS LOS RECUERDOS EN ALIS
1. En Alis, todos los santos, todos los recuerdos.
En Alis, como en todos los pueblos de Yauyos y andinos,
después del 1 de noviembre día de todos los Santos, el día 2
también es el día de los difuntos.
Recordar a los extintos, no es
detenerse en el tiempo, sino la
necesidad humana de estar siempre
ligados a ellos, de no olvidarlos.
Ya el día anterior, antes del
mediodía, la “mesa” para nuestros
difuntos tiene que estar servida,
porque nos visitaran. En un lugar
especial de casa, sobre el mantel
bordado de recuerdos, se tienden las
comidas que gustaban a nuestros
difuntos; las papas y ocas sancochadas de Añay, queso de Lalancancha, la ligia o mazamorra de
maíz, el ishcuapi con los granos dorados de Chimpa, la de calabaza y caya, humitas dulces, las
tantahuahuas, legado del tío Florentino, acompañadas de coca,
cigarro y aguardiente…el ramo de flores del campo. Que las almas
vuelvan, más que una creencia es un deseo.
Después, el ritual de ir al cementerio, que en Alis no es un
lugar lúgubre ni triste, sino un campo hermoso, digno del descanso
eterno. Allí llevamos las flores cogidas en Chilcampi, Cullpa y
Challa, las velas y el responso.
Son memorables las que decía
mi abuelo Tobías, en indio,
castellano y latín, las oraciones y
remembranzas del recordado
padre Clemente.
Yo, siendo maestro de la
escuela llevaba a los niños al
camposanto, para que
conocieran su linaje y valoraran
la vida y obra de los ya que partieron.
Y todos, absolutamente todos los ausentes, han dejado
para los suyos y para la bendita tierra de Alis, recuerdos y
derroteros para la vida.
En noviembre siempre estábamos a la espera, porque en este mes no se sabe si comienzan o
terminan las lluvias. Llueve y no llueve, ¡qué duda! En épocas pasadas, cuando mirábamos al Sol
y había a su alrededor un círculo pequeño, casi invisible, decían: “van a morir más hombres que
mujeres”. Y si el círculo era grande: “más mujeres que hombres”.
Pero en cambio cuando la luna tenía un circulo pequeño, nos decían: “van a morir más mujeres
que hombres”; y si el circulo era grande, entonces “más hombres que mujeres”.
Ambos eran contrarios, eternamente contrarios.
Cuando recordaba lo que hablaban los mayores, ya no quería mirar al sol ni mirar a la luna,
¡tan linda! Disimulado me tapaba los ojos. Me daba pena. A quien no le daría pena, ¿no?
Gerardo García Rosales.
Alis, 1 de noviembre de 2014.
Prof. Fortunato Juan Bejarano Rodríguez.E