Hace aproximadamente cuarenta años, el presidente Ronald Reagan definió en una sola frase al enemigo público número 1 del capitalismo: “soy el gobierno y estoy aquí para ayudar”.
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LA CRISIS DEL CAPITALISMO DEMOCRATICO.
1. LA CRISIS DEL CAPITALISMO DEMOCRATICO.
Manfred Nolte
Hace aproximadamente cuarenta años, el presidente Ronald Reagan definió en una sola
frase al enemigo número 1 del capitalismo: “soy el gobierno y estoy aquí para ayudar”.
Desde entonces, las cosas han cambiado sustancialmente. El libro más reciente de
Martin Wolf - ‘La crisis del Capitalismo democrático’ (2023)- discrepa del maximalismo
de Reagan, pero alerta de los complicados vericuetos seguidos por la vida económica en
todos estos años y confirma que, aunque los mercados no siempre son eficientes, en la
hora actual también podemos caer en manos de gobiernos autoritarios. Desde las
páginas del Financial Times, Martin Wolf (1946) es uno de los comentaristas económicos
más influyentes del planeta.
Los postulados radicales del neoliberalismo y del furor consumista han dado paso a una
relativa búsqueda de valores morales -solo relativa- pero también han abierto las puertas
a movimientos populistas distribuidos aleatoriamente entre las extremas izquierdas y las
extremas derechas.
‘La crisis del capitalismo democrático’ tiene cuatro partes. La primera analiza la relación
entre capitalismo de mercado y democracia liberal. Wolf muestra cómo el capitalismo
de mercado ayudó a crear la democracia representativa y por qué vale la pena cuidar y
proteger el delicado equilibrio entre ambos, lo que él llama un “par simbiótico”. Después
de todo, ese equilibrio ha creado riqueza, libertades individuales y espacio para un
florecimiento humano sin precedentes. En una exégesis de la obra ante el periodista
Jorge Benítez destaca que el capitalismo democrático es un logro tan extraordinario que
ha permitido, por ejemplo, que la sociedad británica haya dimitido a Boris Johnson y a
su sucesora Liz Truss por medios pacíficos derivados de meras decisiones
parlamentarias. “Piénsese que estos cambios hace no tanto tiempo acababan en guerras
civiles”, recuerda Wolf. Y para validar la vigencia del sistema, recuerda gráficamente que
el lugar de refugio soñado por asilados y emigrantes no es Rusia, China, Corea del Norte
o Venezuela, sino los Estados Unidos y Europa. Por algo será.
2. La segunda parte se refiere a cómo ha mutado la credibilidad del sistema capitalista en
las últimas décadas, debido a las crecientes desigualdades de la población tanto en
niveles de renta como de riqueza. La mala gestión de la globalización y la torpe llevanza
de la inmigración y el escaso éxito en el enfoque de la lucha contra la pandemia son
algunos factores más. Pero la clave reside quizá en el fraudulento comportamiento de
las plutocracias que cambiaron las reglas del mercado por un ‘capitalismo rentista’ o de
influencias para obtener privilegios y posiciones dominantes de mercado ajenos al
sistema capitalista democrático que han despertado una peligrosa desconfianza popular
hacia las instituciones.
La larga tercera parte ofrece un amplio abanico de medidas para solucionar los
problemas presentes del sistema. Wolf habla en todo caso de reforma y no de
revolución, una réplica del ‘New Deal’ lanzado por el presidente Roosevelt tras la Gran
Depresión de 1928. Un amplio repertorio de innovaciones cuyo común denominador es
acabar con los privilegios de las elites que distorsionan las reglas del mercado. Crítica es
la imperativa inversión masiva en educación, particularmente en la educación infantil
para equilibrar el ascensor social. De lo contrario, la sociedad se dividirá en una subclase
hereditaria y otra superclase hereditaria, extremo que hay que impedir. Los objetivos y
funciones de los sindicatos también deben ser ampliados.
El libro concluye con la narración de los desafíos a los que se enfrentan las democracias
liberales hoy en día. Wolf cita sin remilgos los seudocapitalismos autoritarios
encabezados por China y seguidos por la Rusia de Vladimir Putin, la Turquía de Erdogan,
la Polonia de Kaczynski, la Hungría de Orban o la India de Modi. En cierta manera Wolf
se muestra optimista al tratar de China y otros regímenes autoritarios en cuanto al
alcance de su perversidad democrática. En otros puntos, sin embargo, se muestra
pesimista sobre la capacidad de las democracias para recuperar el equilibrio necesario
para revitalizarse.
Por cierto, Martin Wolf advierte que constituiría una irresponsabilidad pensar que
nuestras democracias puedan durar indefinidamente. Juan Luis Cebrián ha puesto un
ejemplo aplicable a nuestro propio país: “la deslealtad a la Constitución que supone el
olvido de los delitos del separatismo puede marcar el principio del fin de nuestra
democracia.”