Junto a la de la tolerancia hacia los Paraísos fiscales, último vertedero de la evasión fiscal y del crimen organizado, la pobreza se constituye probablemente en la mayor de las grandes vergüenzas que se confinan en los búnkeres de la economía de mercado.
DESVELANDO LA REALIDAD SOCIAL: ENCUESTA DE CONDICIONES DE VIDA EN ESPAÑA.
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DESVELANDO LA REALIDAD SOCIAL: ENCUESTA DE CONDICIONES DE VIDA EN ESPAÑA.
Manfred Nolte.
Junto a la de la tolerancia hacia los Paraísos fiscales, último vertedero de la
evasión fiscal y del crimen organizado, la pobreza se constituye probablemente
en la mayor de las grandes vergüenzas que se confinan en los búnkeres de la
economía de mercado. Un sistema que – aunque insuficiente- ha dado oxigeno
económico a cientos de millones de personas en regiones emergentes, pero que
flaquea en su eficacia distributiva en las economías centrales, las más prósperas
y saludables del planeta.
En la totalidad de los países de la Unión Europea se produce con periodicidad anual,
desde 2004, una llamada ‘Encuesta de condiciones de vida (ECV)’. Dicha recopilación
está dotada de criterios homogéneos para el conjunto de los estados miembros, con lo
que se constituye en una referencia para el establecimiento de estadísticas comparativas
entre países, en materia de distribución de las rentas y de la exclusión social, situación
de la pobreza y de la desigualdad, necesidades de la población, impacto de las políticas
económicas y finalmente para el diseño de nuevas acciones y programas beligerantes de
lucha contra la precariedad.
La consecuencia de la información obtenida es que en España no solo se registran tasas
de pobreza superiores a las de la Unión europea, sino que la dinámica interna progresa
nada o muy poco, suscitando algunos interrogantes de cara a las expectativas a corto y
largo plazo en nuestro país. La tendencia es preocupante al constatarse retrocesos en
nuestras posiciones durante la última década. España ocupa, en efecto, en la estadísticas
europeas de indicadores de condiciones de vida una posición muy alejada de la que le
corresponde en el ranking comparativo de PIB. Solamente tres países superan al nuestro
en porcentaje de hogares económicamente vulnerables.
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Si buscamos información acerca de nuestras propias cifras y estructuras, nos
remitiremos a los resultados de nuestra propia ECV de 2023, producido por el INE y que
recoge datos referidos a 2022. El umbral de pobreza se calcula anualmente a partir de
las rentas del año anterior y se fija en el 60% de la mediana de las rentas por unidad de
consumo de los hogares a nivel nacional. La mediana es el valor que, ordenando a todos
los individuos de menor a mayor ingreso, deja una mitad de los mismos por debajo de
dicho valor y a la otra mitad por encima. La población en riesgo de pobreza persistente
es el porcentaje de personas cuya renta total equivalente está por debajo del umbral de
pobreza en el año en curso, y al menos durante dos de los tres últimos años. La
información contempla también la trayectoria de la tasa AROPE (At risk of poverty
and/or exclusion), un indicador propuesto por la Unión europea, que monitoriza a
aquellas personas que cumple al menos uno de los tres criterios siguientes: estar en
riesgo de pobreza, estar en privación material y social severa (PMSS), o tener entre 0 y
64 años y vivir en un hogar con baja intensidad de empleo. Arope mide además de la
pobreza el riesgo de exclusión.
Pues bien, según la encuesta, en 2022, El porcentaje de población en riesgo de exclusión
social (TASA AROPE) aumentó hasta el 26,5%, desde el 26,0% de 2022; el porcentaje de
personas en situación de carencia material y social severa aumentó hasta el 9,0%, frente
al 7,7% del año anterior. El 9,3% de los ciudadanos llegó a fin de mes con “mucha
dificultad”, frente al 8,7% de 2022. Un 28,9% de las personas menores de 18 años se
encontraba en situación de pobreza, 1,1 puntos porcentuales más que en 2022, cuando
se situó en el 27,8%, lo que coloca a España como el país de la Unión Europea (UE) con
la tasa de pobreza infantil más alta. Más de dos millones de niños y adolescentes viven
en esa situación, lo que supone el 28% del total de toda la UE.
Los citados son algunos de los muchos datos que traducen fracturas de nuestra sociedad
y claman por vías de solución. Tal vez el ingrediente más novedoso que acompaña a esta
enfermedad que afecta a las rentas bajas de nuestro sistema es el de su contagio relativo
a otras capas sociales. Relativo, si, pero contagio real y palpable, también.
Y es que la presencia y el enquistamiento social de la pobreza atañe a todos, a los no
considerados pobres en términos estadísticos y más allá incluso a los que viven con
estándares más desahogados. Porque el afán básico de buscar una vida en libertad
exenta de continuos sobresaltos nos remite a que nuestro prójimo disponga de análogas
circunstancias, porque crece la sospecha de que si la prosperidad no se comparte
tampoco uno mismo puede sentirse seguro. Las clases medias, bastión tradicional del
conservadurismo y dado a pocas veleidades, tiene ahora, además, los sospecha de que
se está convirtiendo en el chivo expiatorio del sistema. Ha sufrido, como todos, los
estragos de las recientes crisis, pero al no ser pobre no tiene acceso a los alivios del
sistema. Y el látigo de la inflación, al igual que a los más vulnerables, ha atizado
vivamente su franja de gasto, y es cada vez más consciente de que, cuando los precios
remitan, nunca regresarán a los de años atrás, consolidando su perjuicio para
siempre. Políticamente, las clases medias estudian en su interior la necesidad de un
cambio drástico en el orden de las cosas.
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El Estado no debe cejar en sus políticas sociales, más necesarias que nunca, porque el
progreso es un tren que se aleja cada vez más de los, de por sí, ya alejados. Pero más allá
de las ayudas canalizadas por las redes de la seguridad social, la asistencia social, la
mejora de infraestructuras o los programas de vivienda asequible, o el impulso de un
crecimiento robusto, debe promover un gran plan para recuperar para todos el ascensor
social, la igualdad de oportunidades, y ello de la única manera posible: introduciendo
enérgicamente una educación de calidad orientado a los más desasistidos, que les
ofrezca en un futuro próximo oportunidades para acceder a empleos mejor
remunerados y a una vida digna.