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LA SANIDAD EN LA ENCRUCIJADA DEL FUTURO: PERSPECTIVAS HACIA EL AÑO 2050.
Manfred Nolte*
Entre los días 2 y 5 de octubre de 2023, tuvo lugar en Madrid el IV Simposio del
Observatorio de la Sanidad del grupo El Español-Invertia. Mi admirado amigo, médico,
gestor hospitalario y consultor en asuntos de sanidad, Ignacio Riesgo ha corrido con el
impagable trabajo de redactar sus conclusiones en formato de Informe. Un simposio,
cuarto en sucesión, que ha apostado no solo por explicar problemas, sino también por
proponer soluciones. Soluciones poliédricas y en plural dado que la acepción singular
resulta impensable en un ecosistema tan complejo como el sanitario. Cuatro días de
ponencias pronunciadas por 152 especialistas representantes de todo el arco directo e
indirecto de la profesión médica y una doble orientación: vislumbrar lo que seremos en
el horizonte de 2050, cuando los humanos vivan más de cien años, y definir las
condiciones para que esa visión se torne en certeza.
Desde mi condición de economista he osado resumir el referido resumen, esto es,
cuadrar el círculo de una perspectiva médica de largo aliento, movido por una doble
razón. De una parte, la excepcional importancia económica que reviste una sanidad
eficiente: una sociedad sana y activa se traduce inmediatamente en una fuerza laboral
más vigorosa y productiva y un país económicamente más pujante. De otra, las
astronómicas consignaciones dinerarias que deberán figurar de aquí en adelante en los
presupuestos generales del estado para financiar la mayor esperanza de vida y los
pasivos médicos que tal circunstancia acarrea y conciliar así un complejo y nuevo
contrato social.
La relevancia económica de una sanidad eficiente es enorme. En primer lugar, reduce
los costos de la atención médica. Un sistema sanitario eficiente optimiza los recursos, lo
que se traduce en menores gastos en medicamentos, tratamientos y servicios médicos.
Ello contribuye a la sostenibilidad financiera de los sistemas de salud, tanto públicos
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como privados. En segundo lugar, aumenta la productividad de la población. Cuando las
personas tienen acceso rápido y adecuado a la atención médica, reciben diagnósticos
precoces y tratamientos oportunos. Esto evita que las enfermedades se agraven y
reduce el tiempo de recuperación, lo que permite que los ciudadanos regresen
rápidamente a sus actividades laborales y contribuyan al crecimiento económico.
Además, una sanidad eficiente mejora la calidad de vida de las personas. Cuando éstas
reciben una atención médica adecuada y oportuna, se reducen los problemas de salud
a largo plazo y se promueve un estilo de vida saludable. Esto conlleva una población más
feliz y productiva. No es novedad el hecho de que una de las lacras de la economía
española reside en la famélica productividad de gran parte de sus sectores.
Los valores generalmente asumidos por el Informe para un sistema sanitario de futuro
se resumen en cinco: mejorar la experiencia del paciente, optimizar los resultados en
salud, obtener la eficiencia en costes, buscar el bienestar de los profesionales, y lograr
la equidad en salud, definida ésta como ‘el estado en el que todos tengan la oportunidad
de alcanzar su pleno potencial de salud, y nadie esté en desventaja para lograr este
potencial debido a su posición social u otras circunstancias socialmente determinadas’.
El informe avanza una visión de las tendencias futuras del sistema sanitario en el
horizonte de 2050, bajo un cambio de paradigma: pasar de un sistema muy relacionado
con la enfermedad a otro más centrado en la salud. Así, partiendo de la percepción de
que los sistemas actuales son muy reactivos y van por detrás de los acontecimientos, se
prepara una auténtica revolución basada en las nanotecnologías, esto es en
la manipulación de la materia a una escala casi atómica para crear nuevas estructuras a
nanoescala, con lo que los historiales clínicos serán mucho más diferenciados y de mayor
acuracidad. El inventario de enfermedades aumentará, pero con un conocimiento
mucho más exacto de las mismas, gracias a los avances de la genética y la genómica y
en general de la Inteligencia artificial. De las 14.000 enfermedades censadas en la
actualidad, donde la mitad se consideran enfermedades raras y sin tratamiento, se
transitará hacia un mundo con tratamiento generalizado de todas las dolencias. La
soledad, la obesidad, la demencia o el envejecimiento tendrá sus propias dinámicas
creativas y reparadoras. La tecnología presidirá los cambios organizativos, ante
escenarios de crisis local o nuevas pandemias que aún están por venir. En general, el
modelo sanitario, se volcará más en la prevención, incentivando cambios en los hábitos
de vida de la población que permitan disminuir la carga de enfermedades.
El autocuidado revestirá una gran relevancia de la mano de guías científicas
comprensibles. Una vigorosa y solvente Agencia de Salud Pública dictará las nuevas
pautas sanitarias. El rol de las farmacias será más directo y automático con una
dispensación colaborativa y una ampliación de sus servicios asistenciales.
La colaboración de la sanidad pública con la sanidad privada -en general el partenariado
público privado- dispondrá de un planteamiento a largo plazo, que permitirá planificar
futuras inversiones de cara a la estabilidad del sistema, siempre basada en una
estrategia clínica interoperable entre ambas a nivel de todas las comunidades
autónomas. Para bien, la salud digital habrá dado un paso decisivo en España con la
creación de un ‘data lake’ sanitario, es decir, un repositorio de almacenamiento de datos
anónimos en bruto y de manera virtual, una información procesada con herramientas
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de ‘big data’ para obtener datos válidos de forma casi inmediata con el fin de adoptar
decisiones sanitarias. “El ‘data lake’ sanitario habrá sido clave para potenciar la
investigación en la salud pública y medicina personalizada. La telemedicina será moneda
generalizada, una variante médica que no acaba en la video consulta, sino que extiende
su ámbito al seguimiento de los pacientes crónicos y consultas sucesivas.
El diagnóstico se repartirá entre médicos y otros profesionales dando lugar a nuevos
sistemas de reacción a la enfermedad, pasando de escenarios tradicionales como”
llamaré al médico porque no me encuentro bien” a otro de “me llama el médico para
prevenirme de una próxima dolencia”, un contacto médico-paciente menos presencial
pero más efectivo en virtud de una digitalización envolvente de la vida humana. Europa
habrá jugado un papel decisivo en este escenario, obteniendo sinergias tanto del
Espacio europeo de datos sanitarios como de la nueva legislación farmacéutica europea.
Como elemento de partida, las bases estratégicas trazadas por el Simposio para una hoja
de ruta renovada pueden resumirse en siete. Primero: diálogo y acuerdo entre los
actores que conforman el sistema sanitario: Administraciones Públicas, Instituciones
varias, empresas, asociaciones profesionales, sociedades científicas, asociaciones de
pacientes, y otras. Segundo: Orientación hacia la salud, para evitar que la persona caiga
enferma y bajar la carga de enfermedad. Tercero: las políticas de recursos humanos,
elemento central del progreso del sistema. Cuarto: un sistema con mayor financiación,
pero con eficiencia en costes. Quinto: una doble asistencia de carácter híbrido,
presencial y basada en la tecnología. Sexto: una medicina colaborativa con utilización de
todos los recursos públicos y privados. Octava: ensayo de desarrollo de un ‘hub’ de
innovación en biomedicina en España.
El texto completo del Informe puede hallarse en la web de Invertia bajo el título de ‘Los
cambios que necesita la sanidad actual’. De lectura recomendada para cuantos lectores
sientan inquietud por el devenir de este área crítica de nuestra vida económica y social.
Está cuajado de novedades sorprendentes.
*Manfred Nolte es Profesor de Economía en la Universidad de Deusto.
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