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HIJAS DE LA
REBELDÍA Y
SUS HUELLAS
Primera Edición, 2016
Editorial Universidad Don Bosco
Compiladora:
Mercedes del Carmen Cañas
Diseño e ilustración:
Alejandro Hernández
Andrea Padilla
© Primera Edición, Editorial Universidad Don Bosco
Apartado Postal 1874, San Salvador, El Salvador
Tel:(503) 2251-8200 Ext. 1713/1762
editorial@udb.edu.sv - www.udb.edu.sv/editorial/
Impreso en Imprenta Ricaldone
Santa Tecla
Hecho el depósito que marca la ley
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio,
electrónico o mecánico sin la autorización de la Editorial.
323.34
H639 Hijas de la rebeldía y sus huellas / compilación Mercedes del Carmen
Cañas : ilustración Alejandro Hernández — 1ª ed.— San Salvador,
El Salv. : Editorial Universidad Don Bosco, 2016.
140 p. ; 22 cm.
	 ISBN 978-99923-50-76-8
	 1. Derechos de la mujer. 2. Mujeres-Cuestiones sociales y morales.
3. Mujeres-Relatos personales. I. Cañas, Mercedes del Carmen, comp.
II. Título.
BINA / jmh
Índice
Historia de una mujer valiente, capaz y luchadora
Autobiografía de Ernestina Ayala .....................................
Prólogo ........................................................................... 5
17
39
47
63
75
79
85
93
99
109
Mamá Chinda ...........................................................
Nuestra Diputada ...................................................
Entre la oscuridad...
la esperanza ..........................................................
La única alcaldesa de Chalatenango .....................
Chayito la mujer avispada de Ellacuría ..................
Yo, una niña repobladora
Autobiografía de Ana Daisy Rivera Portillo ......................
Quiero que esta historia quede ........................................
Las Mujeres De La Familia Lopez ....................................
Sin fronteras: La vida de Rhina Guadalupe Rivera
Información Adicional
117
123
133
135
136
138
Glosario .................................................................
Acrónimos .............................................................
Línea de tiempo .....................................................
Fotografías ............................................................
¡Los obstáculos se vencen sin tener que depender
de un hombre!
Historia de Juanita ............................................................
Vos tomando y yo participando… ¿ A ver quién se
cansa primero?
Admiración incansable de Juana Morales
a Rosa María Navarro ......................................................
5
Hijas de la Rebeldía y sus Huellas contiene doce relatos
biográficos escritos por 13 lideresas del movimiento social y
de mujeres rurales de Chalatenango. Cuatro de los relatos son
autobiográficos y los otros recogen la trayectoria de mujeres, a
las que las autoras admiran y reconocen. Las protagonistas de los
relatos viven también en Chalatenango, aunque dos de ellas son
originarias de Cabañas.
El libro surgió como parte de un proceso formativo de profundización
en “Derechos de las Mujeres” para lideresas municipales, impulsado
por la alianza de tres organizaciones: CORDES, CCR y SOLIDAR
Suiza. Transversalmente al proceso formativo, el curso promovía
entre las participantes, la valorización de la lectoescritura y el
desarrollo de capacidades para la misma. Los ejercicios que fueron
realizando dejaban al descubierto, por un lado, el gusto por escribir
de muchas y por el otro, el valor socio político e histórico de sus
relatos, dado que todas las participantes son “actoras reales”1
,
sujetas políticas activas y responsables, en lo que las ciencias
históricas llaman “historia del tiempo presente”2
.
Así, fue desarrollándose la idea de hacer un libro de historias de
mujeres chalatecas. Era hasta cierto punto una consecuencia lógica
del curso, dado que el mismo acto de escribir, y la posibilidad
de publicar, se constituía en ejercicio de un derecho negado
sistemáticamente para las mujeres, especialmente para mujeres
1
Categoría de la Historia política crítica que contrapone la historia hecha desde actores
reales, “desde abajo”, por comunidades subalternas, a la hecha desde vencedores, héroes y
grupos hegemónicos y “letrados”.
2
Entendido por la historiografía como un período de tiempo que se centra en lo que se
denomina “expectativa de vida humana” (50,60,70,80,90 años), según las regiones. Es un
tiempo que se caracteriza por la presencia de testigos vivos.
Por: Mercedes Cañas
Prólogo
Historia y Sororidad
Origen del Libro
6
pobres de origen campesino, en un país que a pesar de ser tan
pequeño, escribe mayoritariamente desde la capital y desde voces
masculinas y urbanas.
El curso fue terminado por 18 mujeres, todas fueron invitadas a
participar en el proyecto, pero solo 13 de ellas asumieron el reto de
escribir. Todos los relatos desarrollados han sido incluidos. Muchos
de ellos fueron escritos a mano porque las mujeres no tienen, ni
utilizan computadoras y fueron digitadas por sus hijas, hermanas o
amigas, el libro por más de una razón, es en realidad como una de
esas colchas de retazos o parches, hecho a mano entre mujeres.
En términos de contenido, cada relato pasó por un proceso de
auto correcciones y valoraciones; donde cada autora y/o las
protagonistas revisaron lo que querían publicar.
En términos de forma, fue mi trabajo revisarles los textos,
facilitándoles observaciones referidas especialmente a digresiones
o repeticiones y también inconsistencias relativas a fechas o datos
de hechos ya investigados. Algunas autoras por tanto tuvieron que
consultar fuentes bibliográficas u orales. Este trabajo de revisión tuvo
fundamentalmente el objetivo de cuidar que el texto correspondiera
a lo que ellas querían comunicar, por lo que la pregunta: ¿Qué
quisiste decir en esta oración o párrafo? fue la clave para terminar
los textos. De su respuesta, ellas o las dos juntas, procedimos a
hacer los cambios necesarios. Todo el proceso se llevo a cabo en
tres o cuatro sesiones de revisión por relato.
En los casos en que no son autobiografías, las escritoras leyeron
o dieron a leer los relatos a las protagonistas, a fin de que ellas los
autorizaran y/o corrigieran, cada escritora tiene la autorización
por escrito de su protagonista, así como el permiso para usar
sus fotografías.
Género o carácter del libro.
La decisión de las participantes era escribir historias significativas
de mujeres, historias que las mujeres deberíamos conocer para
fortalecernos en la búsqueda del ejercicio pleno de nuestros
derechos. Sin embargo, es claro en los relatos, que las trayectorias
individuales de las protagonistas, comparten acontecimientos muy
marcados que los polarizan en términos de un antes y un después
de la guerra. Las protagonistas comparten la Historia reciente, esto
las hace ser portadoras de una “Memoria Colectiva”3
, el hecho
3
La que está vinculada y anclada a un grupo concreto, que comparte espacio y tiempo. En
este caso mujeres de familias campesinas de El Salvador, en las décadas de los setenta a
los noventa. María Carmen García Nieto –Paris; “Historia del tiempo presente en El Salvador
y memoria oral”, en http://www.uca.edu.sv/revistarealidad/archivo/4de503320681chistoriad
eltiempo.pdf
7
de compartir un tiempo, un espacio y especialmente la condición
subordinada de género, hace que la colección de relatos cobre
una relevancia importante en términos de la historia del tiempo
presente de El Salvador, desde los años setenta hasta el 2015 y
de las distintas relaciones de poder en la estructura social antes,
durante y después de la guerra.
El libro se integra al género literario testimonial, como relatos o
reconstrucción de hechos reales, que se caracterizan por “una
particular forma de lenguaje, vinculada a la producción social de
la verdad, la memoria y la justicia”4
, así lo expresa textualmente
Helia5
en el primer relato: “no puede ser que solo contemos los
cuentos, sino dejar algo de nuestra historia, como es un museo, las
exhumaciones de nuestros familiares, un libro; ya que nosotras nos
vamos a morir y algo tenemos que dejar a las nuevas generaciones,
paraqueloquenosotrasvivimosnoserepita,queotrasgeneraciones
no lo vivan.”
Se inscribe en la llamada nueva narrativa, surgida de las nuevas
sujetas sociales. Los relatos se refieren en su totalidad a protagonistas
que han sido testigas y víctimas de distintas formas de violencias,
porque “ellas estuvieron allí”:
En medio del genocidio…
“Desde el momento que el mortero cayó, hiriendo a Chayo,
el niño ya no quiso comer, cuando los Médicos sin Fronteras
quisieron ayudarle en algo, ya fue imposible, la onda
expansiva lo había deshecho por dentro. Esto fue el 18 de
marzo de 1981, en la masacre conocida como la Masacre del
Río Lempa.” Juventina6
la tortura:
“Al siguiente día me trasladaron para la sede de la Policía
de Hacienda, en San Salvador, donde me interrogaban a
todas horas del día y de la noche, intentaron quitarme a mis
hijos y yo no los soltaba, yo estaba desgreñada y sucia,
yo me hacía así, como que estaba loca, para que dejaran
de interrogarme. Llegaban a todas horas y yo pasaba con
los dos niños apercollados. Los niños eran mi defensa. Mis
hijos lloraban, el más grande me pedía que nos fuéramos a
ver una tunquita que teníamos, pidiendo que los sacara de
ahí que no le gustaba ese lugar. Yo les decía a los policías
4
García Victoria; “Testimonio literario latinoamericano. Una reconsideración histórica del
género”, en http://www.filo.uba.ar/contenidos/carreras/letras/exlibris/archivo/1/investigacion/
investigacion10.pdf
5
Rivera Castillo, María Helia; “Quiero que esta historia Quede”, pág. 17
6
Ramírez, María Juventina; “Chayito la mujer avispada de Ellacuría”, pág. 79
8
que si ellos no tenían hijos, que si no les dolía el corazón al
vernos en la situación que estábamos, sin ropa, sucios y sin
comer.” Ernestina7
la deshumanización y lo absurdo de la guerra:
“Dominga llorando les suplicaba que no les hicieran nada
a los hijos, que la mataran a ella, si era lo que querían,
pero que les perdonaran la vida a sus hijos/as. Al ver la
angustia, le dieron una oportunidad, le perdonarían la vida
a ella y a sus hijos/as con la condición que se comiera 80
chiles chiltepes, de los que sembraban las familias en ese
Cantón. Según contaba Dominga, ella sintió los primeros
chiles, los otros ya no los sintió porque la boca ya la tenía
dormida…” Doris8
pero también de la pobreza:
“María Rosa trabajaba para ayudar con la alimentación y la
medicina de su padre. Como era una niña, solo le pagaban
un cuarto de lo que a la mamá le pagaban. Hasta cuando
cumplió 10 años le pagaron igual que a la mamá. Cuando
iba a la escuela se sentía mal porque sus amigas siempre
llevaban dinero a la escuela, se compraban lo que ellas
querían.” Juana9
y la violencia de género:
“Cuando ella descubrió al papá de la segunda bebe con su
prima, ella estaba cargando a la bebe de 5 meses de edad.
Ella le reclamó y él fue capaz de decirle, que si no se callaba
iba a explotar la granada que cargaba, ella le dijo: - Hazlo,
mejor, porque acá nos moriremos los tres y nos vamos al
mismo hoyo.” Rubia10
Los relatos dan cuenta del dolor en sus vidas, no lo niegan, ellas no
son las heroínas vencedoras que celebran, nos ponen el frente del
crimen de la guerra y de la guerra como crimen11
:
“Después de la guinda, de la cual salimos a los 22 días,
estábamos enfermas, con paludismo. Y yo me sentía como
las gallinas sin los pollitos, sola, sin el niño. Estos niños
nacieron y murieron, y no fueron asentados en ninguna
alcaldía, vinieron al mundo, pero no existe ningún registro
de ellos.” Helia12
7
Ayala, Ernestina; “Historia de una mujer valiente, capaz y luchadora”, pág. 39
8
Orellana, Doris Isabel; “Sin fronteras, la vida de Rhina Guadalupe Rivera”, pág.109
9
Morales, Juana; “Vos tomando y yo participando, a ver quien se cansa primero”, pág. 123
10
Guardado Rubia; “Los obstáculos se vencen sin tener que depender de un hombre”, pág. 117
11
Parafraseando a Grosser, Alfred; “El crimen y la memoria”, Editorial el Ateneo, Buenos
Aires, 2010.
12
Rivera Castillo, María Helia; “Quiero que esta historia Quede”, pág.
9
“A mi mamá se le rompió el corazón, lloró y resguardó su
amor para aquel pequeño y humilde niño que le había dicho
que celebraríamos la paz. Al poco tiempo después, para
confirmar, le llego una rosa y una carta de homenaje a ese
guerrillerito que fue hasta jefe de escuadra, a sus escasos
15 años de edad.” América13
Peroaunquesusvidasestánmarcadasporlaguerra,sustrayectorias
dan cuenta de su inmensa capacidad de resiliencia, entendida como
“la capacidad del ser humano [y las seres humanas] para hacer
frente a las adversidades de la vida, aprender de ellas, superarlas e
inclusive, ser transformados [y transformadas] por estas”14
y de los
recursos como la organización o la amistad, que las protagonistas
han utilizado para salir adelante. Como podrán leer, todas las
protagonistas son lideresas de distinto nivel, pero sobre todo son
dueñas de sus vidas:
“Un día que los soldados incursionaron en el municipio
de Arcatao, nos organizamos las lideresas y líderes de
las comunidades del nororiente de Chalatenango para ir
a sacarlos de la zona, porque no los queríamos dentro de
nuestras comunidades: ¡Afuera, Afuera!, les gritábamos, ¡No
queremos asesinos de nuestro pueblo, en las comunidades!”
Rosario15
“Yo tengo muchos años, y mi vida no es para cuidar la
casa, sino para participar en la organización comunitaria.
Dinero no tengo, pero tengo muchas amistades y amigas
que las quiero como mi familia y algunas de ellas me cuidan
mucho.” Helia16
“…para ella no ha sido fácil vivir una vida pública, ha
tenido obstáculos como la competencia de hombres de
su mismo partido, que quisieron obstaculizar el proceso
de elección interna y la desacreditación que sufrió por
mujeres y hombres que no creían en su capacidad, pero
a pesar de todo, ha demostrado su valentía y es ejemplo
que inspira a otras mujeres para continuarla la lucha en la
defensa de los derechos de ellas mismas y en particular,
como interés estratégico, el derecho a la participación
política.” Miriam y Reyna17
13
Menjivar, Rosa América; “Las Mujeres de la familia López”, pág. 47
14
Grotberg, Edith Henderson; “Una guía para promover la resiliencia en la niñez: Fortaleciendo
el espíritu humano”, La Haya, The Bernard Van Leer Foundation, 1995, citado por Salvador
Sanchéz, Lydia , “Resiliencia en violencia de género. Un nuevo enfoque para los/las
profesionales sanitarios/as” en https://revistas.uam.es/revIUEM/article/view/416
15
Alvarenga, Rosario; “Nuestra Diputada”, pág. 85
16
Rivera Castillo, María Helia; “Quiero que esta historia Quede”, pág. 17
17
López, Rosa Miriam y Torres, Reyna Margoth; “La única alcaldesa de Chalatenango”, pág. 99
10
“Hoy, este día quiero decir, que soy una mujer tranquila,
serena, pero si soy bien tratada. La vida me ha enseñado
muchas cosas y eso me hace sentir feliz, liberada, libre,
independiente, con autoridad para tomar decisiones, porque
nunca he dependido de nadie, desde los 16 años, salí del
hogar de mi padres y me he jugado la vida para poder salir
adelante.” Ernestina18
Los relatos están escritos desde la dignidad y la afirmación como
sujetas de la historia personal y colectiva, o desde la admiración,
que llega a ser “incansable”, como dice Juana en su relato, por
mujeres que desde la adversidad y el trauma, se han constituido en
seres humanas consientes de su fortaleza y responsabilidad para el
goce de sus derechos individuales y colectivos.
Más allá del Testimonio
Después de leer los doce relatos juntos, debo rendir homenaje,
felicitar y agradecer a las escritoras y protagonistas por lo valerosas
mujeres que son. Pienso que ellas tienen clara la respuesta a esta
pregunta que yo sigo reflexionando: “De todo lo pasado, Cuánto
queda, cuánto sirve y para qué”19
y estoy segura que con más
mujeres como ellas, no nos seguirán robando la historia.20
Por otro lado, tras su lectura he sistematizado ocho elementos/
reflexiones que constituyen en mi opinión, aportes del libro que
trascienden al testimonio individual y que comparto para finalizar
este prólogo:
I.	 Si bien la colección de relatos no tiene ninguna aspiración
científica, esto no niega el posible aporte para las
ciencias sociales y para los movimientos sociales. Claro
que pueden ser valorados desde parámetros cualitativos,
por quienes valoren la “subjetividad” como experiencia
humana fundamental de las sujetas sociales y no para
academicistas objetivos y positivistas; por quienes tengan
interés en escuchar y comprender la pluralidad de voces
y de sensibilidades en la interpretación de la realidad e
historia, y para quienes estén abiertos a la alteridad cultural
y no sólo a la cultura dominante y hegemónica.
Las escritoras no son ninguna muestra construida desde un
diseño metodológico, pero juntas son parte de un colectivo
18
Ayala, Ernestina; “Historia de una mujer valiente, capaz y luchadora”, pág. 39
19
Miguel Bosé, letra de la canción “Libre ya de amores”, Álbum “Amo”.
20
Apoyándome en la letra de la Canción “Historia Robada”, escrita por Ana Castro: “Rendimos
tributo a todas. Valerosas mujeres, de una historia robada y que no debe volver a repetirse Jamás”.
11
social, y sus trayectorias personales y colectivas describen
procesos, fenómenos, conflictos, dinámicas sociales que
bien haríamos en estudiar y comprender quienes buscamos
la emancipación social y la erradicación de todas las formas
de violencia y explotación de las que ellas dan cuenta en
sus relatos biográficos.
II.	 Los relatos dan cuenta de la dimensión política del género
en la historia. A través de estos relatos se puede observar
la posición y condición social de mujeres y hombres,
observar las jerarquías, las asimetrías, los diversos métodos
de dominación y control, pero también de resistencia,
rebeldía, insubordinación y procesos de emancipación que
las mujeres están impulsando.
La renovación actual de la historia, especialmente en sus
aspectos políticos, está poniendo de manifiesto que siguen
ausentes las experiencias específicas de las mujeres en
relación con el poder. El poder en estas historias se hace
transparente, tanto el “gran poder hegemónico”, como los
otros poderes que diciéndose contrarios al otro, se rigen
bajo las mismas reglas de la física y lógica del poder y su
reproducción. Me refiero concretamente al poder patriarcal,
que se manifiesta en los textos, por ejemplo, durante la
guerra, ejercido por integrantes de uno y otro bando en
conflicto, lo mismo leemos acerca de hombres del ejército
violando mujeres de la población civil, como a guerrilleros
maltratando a sus compañeras de vida y de lucha.
III.	 El libro valoriza y visibiliza los aportes de las mujeres en
la historia y construcción de la vida social en el país. Los
textos pueden ser considerados como un acto de afirmación
política de sujetas políticas que defienden su derecho a
expresarse sin intermediarios o representantes.
Los personajes o actoras reales son tradicionalmente
invisibilizadas en la historia, subsumidas en categorías
como: “el pueblo”, “fuerzas sociales”, “fuerzas beligerantes”,
“la derecha e izquierda”, “los sujetos políticos”; quedan sin
poder distinguirse la participación de actoras como las de
estos relatos. Los textos aportan riqueza discursiva para
la interpretación y análisis de un período de la historia
nacional; son historias dentro de una historia más grande.
Los relatos se complementan mutuamente para aportar a
la comprensión de una parte de la historia que menos se
conoce, la de las mujeres, complejizando y enriqueciendo
la historia, con múltiples historias. Aunque esta es una tarea
iniciada desde los noventas por varias pioneras para el
12
caso de El Salvador21
, una característica relevante de este
libro es que son relatos escritos “desde abajo”, por sujetas
subalternas por razón de su género y condición económica
y social y no desde investigadoras e investigadores externos
provenientes de la academia o las ONG´s, que entrevistamos
a mujeres vistas como “informantes”. Tenemos en nuestras
manos los textos escritos por ellas mismas, visibilizando
sin querer probar ninguna hipótesis, su experiencia, las
contradicciones que afrontaron, las fuerzas con que se
opusieron y a quienes se unieron. Es por tanto un texto
que aporta a la historia política reciente de El Salvador,
transparentando la dinámica interna y externa del fenómeno
político, particularmente su dimensión cultural.
IV.	Brinda un aporte socio “pedagógico” con discursos de
resiliencia que describen trayectorias de vida que pasando
por el dolor, se han convertido en sujetas de su propia
historia, realizan actividades de relevancia social y están
construyendo junto a otras y otros un presente individual y
colectivo mejor. Ellas, como tantas sobrevivientes de otras
atrocidades, demuestran al mundo y a las mujeres, que se
puede pasar por el horror personal y social y con apoyos
sociales y responsabilidad personal rescatar la autoestima,
sanar el espíritu y continuar con esperanza y dignidad, la
construcción de comunidades donde los derechos de todas
las personas se respeten íntegramente.
V.	 El libro da pistas de fenómenos que todavía no han sido
estudiados suficientemente y comprendidos en El Salvador,
como el involucramiento de niños y niñas en la guerra y
su impacto, las relaciones de género y la violencia entre la
guerrillayconlapoblacióncivil,lacontinuidaddelossistemas
de opresión, el patriarcado en dinámicas de “revolución” y
cambio social, factores de resiliencia y capacidad de acción
entre la población salvadoreña y particularmente entre las
mujeres, las redes, estructuras y sistemas de relaciones
que se instalaron y están instaladas, o las rupturas psico
sociales que las mujeres han enfrentado.
VI.	 Los relatos descubren las múltiples violencias instaladas
históricamente en El Salvador, dando la oportunidad de
reconocerlas, y desde su comprensión, avanzar en reales y
21
Entre ellos destaco el escrito por: Vázquez, Norma; Ibáñez, Cristina; Murguialday, Clara.
Mujeres - montaña. Vivencias de guerrilleras y colaboradoras del FMLN. Madrid, España:
Asociación de Mujeres por La Dignidad y La Vida. Las Dignas, 1996. 286p.
13
profundos planes que las erradiquen en el país que ocupa el
cuarto lugar entre los más violentos de América Latina y el
primero en Centro América22
.
VII.	 Los relatos nos colocan ante la necesidad de recordar, de
no olvidar, de tomar responsabilidad ante la memoria
de la cual son una manifestación. Revelan para todas y
todos, pero especialmente para quienes han ordenado
o sugieren dar vuelta a la página y olvidar el pasado, que
esto, no es una opción posible para quienes fueron testigos
del horror. La memoria de sobrevivientes, damnificados y
testigos de la barbarie es larga, constante, espesa. Espera,
constantemente y aparece impregnando el presente,
paciente o impacientemente, saludable o con muchas
lesiones, desde el sentimiento de la derrota o de la dignidad
del sobreviviente que como las protagonistas de los relatos
dan sentido a sus vidas intentando contribuir a mejorar en el
presente lo que estuvo mal en el pasado.
Los relatos de este libro, son otros tantos ladrillos para
edificar la memoria histórica de este país. Son también el
ejercicio del derecho a la memoria de estas mujeres y sus
comunidades de proveniencia. Se encuentran en el mismo,
otros registros de casos emblemáticos que ya incluso, han
tenido sentencia internacional de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, como el caso de las hermanitas
Serrano23
, que poco conoce la sociedad salvadoreña y deja
al Estado su seguimiento, y solas a las víctimas organizadas24
para exigir y denunciar el efectivo y total cumplimiento de
la sentencia, especialmente el numeral 6 de los Puntos
Resolutivos que establece que:
“El Estado debe, en un plazo razonable, investigar efectivamente
los hechos denunciados en el presente caso, identificar y
sancionar a los responsables y efectuar una búsqueda seria
22
Según el Global Peace Index, IGP 2015, del Instituto de Economía y Paz.
23
“La Comisión Interamericana expuso en su demanda que a partir del 2 de junio de 1982 se
dio la supuesta “captura, secuestro y desaparición forzada de las entonces niñas Ernestina y
Erlinda Serrano Cruz” (en adelante “Ernestina y Erlinda Serrano Cruz”, “Ernestina y Erlinda”,
“las hermanas Serrano Cruz” o “las presuntas víctimas”), quienes tenían “7 y 3 años de
edad, respectivamente[, … cuando] fueron [supuestamente] capturadas […] por militares
integrantes del Batallón Atlacatl del Ejército salvadoreño durante un operativo” militar
conocido como “Operación Limpieza” o “la guinda de mayo”, el cual se llevó a cabo, entre
otros, en el Municipio de San Antonio de La Cruz, departamento de Chalatenango, desde
el 27 de mayo hasta el 9 de junio de 1982. En dicho operativo supuestamente “participaron
unos catorce mil militares”, Corte Interamericana de Derechos Humanos; “Caso de las
Hermanas Serrano Cruz vrs. El Salvador”, Costa Rica, 2005, pág. 2, introducción de la causa
en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_120_esp.pdf
24
Me refiero a la Asociación Pro Búsqueda y otras organizaciones defensoras de Derechos
Humanos.
14
de las víctimas, eliminar todos los obstáculos y mecanismos
de hecho y derecho que impidan el cumplimiento de dichas
obligaciones en el presente caso, de modo que utilice todas las
medidas a su alcance, ya sea por medio del proceso penal o
mediante la adopción de otras medidas idóneas, y debe divulgar
públicamente el resultado del proceso penal…”25
La “Ley de Amnistía General para la Consolidación de la
Paz” que estableció en marzo de 1993 el perdón y olvido, no
hasidoderogada.Dichaleyensuartículo1dicetextualmente:
“Se concede amnistía amplia, absoluta e incondicional
a favor de todas las personas que en cualquier forma
hayan participado en la comisión de delitos políticos
comunes conexos con estos y en delitos comunes… ” y
en el artículo 2 establece “…. Sin que para ello se tome en
consideración, militancia, filiación o ideología política.”.
Los crímenes de los cuales las autoras de este libro nos
hablan, y que seguramente nos estremecerán el alma, nos
deben también hacer reflexionar acerca de que fueron
absoluta e incondicionalmente perdonados y preguntarnos
si los crímenes de ahora, no tienen nada que ver con los de
ayer, y como se imbrican y conectan.
Estos relatos descubren, otra vez, la necesidad de la
sociedad salvadoreña, como totalidad, de enfrentar
el pasado, para sanarlo. Si bien la sociedad civil ha
realizado esfuerzos (como la construcción del “Monumento
a la Memoria y la Verdad” yotros en los lugares en que
ocurrieron masacres, la búsqueda de niñez desaparecida
impulsada por la asociación Pro Búsqueda, el desarrollo de
procesos de salud mental con víctimas y sobrevivientes, los
actos populares de recuerdo que se desarrollan en todo el
territorio nacional, la publicación de libros e investigaciones
históricas, entre otros), no se ha podido observar que las
fuerzas políticas beligerantes durante y después de la
guerra, las que lideraron sendos ejércitos y luego tuvieron
exclusivamente en sus manos la negociación de la “paz”,
hagan o promuevan un acercamiento al pasado desde la
verdad y la justicia.
La vigencia irrestricta de la ley de amnistía, el incumplimiento
hasta ahora de la totalidad de la sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso de
las Hermanas Serrano y de la del 12 de octubre del 2012
25
Corte Interamericana de Derechos Humanos; “Caso de las Hermanas Serrano Cruz vrs. El
Salvador”, Costa Rica, 2005, pág. 107, en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/
seriec_120_esp.pdf
15
para el caso de la masacre del Mozote26
, la respuesta
mayoritariamente represiva ante el problema de la
violencia, (al menos en términos de inversión financiera), el
mantenimiento de la estética militar y de guerra en los actos
políticos más importantes (como los triunfales cañonazos y
desfiles de tanques), o el hecho de que la Tercera Brigada de
Infantería siga llamándose “Domingo Monterrosa”, (nombre
de uno de los responsables de la masacre del Mozote),
son solo algunos ejemplos de que el pasado no ha sido
enfrentado, revisado, evaluado y aprendido sus lecciones,
por parte de las fuerzas políticas hegemónicas y de que la
reparación psicosocial sigue estando pendiente.
Estos relatos nos hacen conciencia de la responsabilidad
social y política frente a las víctimas y sus familias. Sin
consideración de militancia, filiación o ideología política,
estas familias siguen esperando justicia. La participación
de la sociedad civil para exigir rendición de cuentas y el
cumplimiento de las sentencias que responsabilizan al
Estado de graves violaciones a los Derechos Humanos,
es una tarea a la que este tipo de lecturas nos apremia,
hablándonos directamente al corazón.
VIII.	 Por último, interpreto el libro como un acto individual y
colectivo de sororidad. La sororidad que en la cotidianidad
puede interpretarse como la relación de paridad y solidaridad
entre las mujeres, la que hace decir a Marcela Lagarde:
“Qué sería de las mujeres sin el aliento y el apoyo en situaciones
de crisis que son tantas. No habríamos sobrevivido a los avatares
de la vida sin otras mujeres conocidas y desconocidas, próximas
o distantes en el tiempo y en la tierra… Qué habría sido de las
mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor,a
un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando
juntas. ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería
de las mujeres sin el amor de las mujeres?”27
	
Pero que es también un encuentro político, un pacto político
entre pares, entendido desde la perspectiva de la misma
autora:
26
“El Estado debe asegurar que la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz no
vuelva a representar un obstáculo para la investigación de los hechos materia del presente
caso ni para la identificación, juzgamiento y eventual sanción de los responsables de los
mismos y de otras graves violaciones de derechos humanos similares acontecidas durante
el conflicto armado en El Salvador, de conformidad con lo establecido en el párrafo 318 de la
presente Sentencia.”en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_252_esp.pdf
27
Lagarde y de los Ríos, Marcela; “Pacto entre mujeres Sororidad”, en http://www.
asociacionag.org.ar/pdfaportes/25/09.pdf
16
“Desde hace tiempo, las mujeres ya no sólo nos apoyamos a
vivir en una sintonía subterránea de género. Hemos ido pactando
y nuestros pactos han tenido lenguaje. No es una casualidad
que las mujeres hagamos pactos cuando nos encontramos en
lo público y ahí están el lenguaje y las maneras de relacionarse
para lograr el acuerdo de intervenir, proponer, impulsar o ejecutar
tantas cosas. Pacto, agenda y ciudadanía van de la mano. Tienen
sus antecedentes en el apoyo solidario directo, privado, tantas
veces clandestino y subversivo entre una y otra… La sororidad
emerge como alternativa a la política que impide a las mujeres la
identificación positiva de género, el reconocimiento, la agregación
en sintonía y la alianza… A través del tiempo se ha gestado en el
feminismo una dimensión de la política que busca la confluencia
y la sintonía entre las mujeres. Se trata de la sororidad, la alianza
feminista entre las mujeres para cambiar la vida y el mundo con un
sentido justo y libertario.”28
Sí, el libro es un acto privado y cálido de reconocimiento
de otras mujeres, como seres valiosas de las que tenemos
mucho que aprender, pero también es un esfuerzo político
por ofrecer a otras mujeres, pistas/claves que las hagan
enfrentar el patriarcado, saberse dueñas y sujetas de su
vida, no repetir sus errores, saber que se puede cambiar la
vida a pesar de haber pasado por experiencias aterradoras,
que la opresión y la violencia patriarcal no son un destino, ni
una condición natural para las mujeres.
San Salvador, diciembre 2015
28
Ibíd.
17
Quiero que esta
historia quede
Por: María Helia Rivera Castillo
Soy descendiente de la niña llamada Ixchel sobreviviente de la guerra
de 1537 por los invasores, de España, soy de un pueblo Lenca
fronterizo con los municipios de Guarita, La Virtud, departamento
de Lempira, Honduras.
Soy de Arcatao, departamento de Chalatenango, El Salvador.
Arcatao proviene de las voces: Arca que significa culebra, serpiente,
y Tao que significa: casa, mansión; se interpreta como la casa
de la serpiente, en idioma potón. Arcatao se fundó en la época
precolombina en la sierra de los conejos, el cerro de Eramón (Era:
sierra, Mon: conejo) sus habitantes tomaron parte en la sublevación
Lenca de 1537, abandonaron el cerro a finales de siglo XVIII y se
ubicaron en el pasaje Tarquín antes de 1723, según la historia
encontrada en documentos que fueron arrasados por un incendio.
Yo, María Helia Rivera Castillo, fui nacida el 6 de agosto de 1957,
en el cantón El Sitio, caserío Los Riveras, municipio de Arcatao,
departamentodeChalatenango,ElSalvador.Estudiéhastasegundo
grado en la escuela del cantón Patamera, municipio de Nombre
de Jesús. Del tercer grado solo estudie 3 meses, en Arcatao,
donde todavía no se había construido el centro escolar, en mi
tiempo lo estaban construyendo, yo puse las primeras piedras para
la construcción y no seguí estudiando por la situación económica,
porque mis padres eran de escasos recursos, apenas tenían para
sobrevivir.
En este caserío se vivía en extrema pobreza, no había ningún servicio
de luz eléctrica, ni agua potable, ni letrinas. En mi niñez, a la edad
18
de 5 años no conocía los zapatos, cuando logré conocer un par de
botas que traía un costeño de Honduras, les tenía miedo. A mí me
compraron el primer par de zapatos de hule a los diez años de edad.
Mi mamá era alfarera, hacia las ollas y los comales de barro para el
gasto, hacia petates para la venta, para comprar el dulce de panela,
para el café, la cal y la sal. Mi papá hacia la milpa, pero casi no
cosechaba por que las tierras estaban muy cansadas; y los cultivos se
los comía el gusano, y no había tierras para trabajar de la agricultura,
no se producía lo suficiente; los granos básicos solo alcanzaban para
el sustento diario. Las familias vivíamos de los cortes de café, cada
año, todos los noviembres, salíamos en grupos grandes hasta de 20
personas, para cuidarnos entre un@s y otr@s. Íbamos por la zona
de Santa Tecla, a las fincas: las Peñitas, Zacasil, el Rosario Rana, la
finca Los Ángeles, en las cumbres de Jayaque. Los fines de semana
bajábamos a Santa Tecla para disfrutar del parque, y dormíamos en
la calle, bajo la ceiba de la Colonia Las Delicia. Trabajábamos pero
al mismo tiempo nos divertíamos, era sano, no había delincuencia
como hoy, pasábamos hasta un mes en una finca para ganar unos
colones para comprar la ropa y los zapatos del año.
En 1975 con mi familia pertenecimos a las comunidades de
base, formados a través de la biblia, con las lecturas de Moisés
cuando sacó al pueblo de Egipto, de la esclavitud. Escuchando
las homilías del Padre Marío Bernal, del Padre Rutilio Grande y
después las de Monseñor Romero, a través de la radio, en la Voz
Panamericana. Luego después formamos en el caserío Los Riveras,
una directiva de base de la Unión de Trabajadores del Campo,
UTC. Iniciaba el movimiento social en estos años, comenzábamos
a demandar nuestras necesidades por medio de manifestaciones,
concentraciones en San Salvador y en algunas zonas como Portillo
del Norte, Las Vueltas, Cancasque. Demandábamos las tierras
para trabajar, que se diera una mejor atención en la salud y en los
centros escolares. Pero el ejército empezó a reprimir las primeras
manifestaciones, como la del 30 de julio de 1975 en San Salvador,
en la que fueron masacrados los estudiantes de la Universidad
de El Salvador. Ese mismo año, en octubre del 75 fuimos a la
primera marcha a San Salvador, para repudiar la masacre de
los estudiantes universitarios. Yo pensaba que íbamos a cantar
alabanzas de la iglesia, y cuando llegué escuche consignas como:
“Orejas, escuchen, el pueblo está en la lucha” y yo decía, ¡Dios
mío, ¿en qué me he metido?!
Todo nos dió empuje para seguir más fuertes en la organización,
empezamos a unirnos en las comunidades. La persecución en un inició
fue selectiva, hacia los dirigentes de las organizaciones campesinas.
19
20
Nosotras vivíamos cerca del puesto militar de Patamera, que había
quedado allí después de la guerra de 1969 (entre Honduras y El
Salvador). Fuimos los primeros en sufrir la persecución por parte
del puesto militar del municipio de Sensuntepeque. En Patamera,
municipio de Nombre de Jesús, el teniente con sus militares, hacía
patrullajes en nuestro caserío. Nos cateaba las casas, buscando a
mi papá y a un tío; cuando no los encontraron, dijeron que nos iban
a llevar a nosotras, las mujeres. Nos sacaron a empujones y nos
dijeron los soldados: “No sabemos qué quiere hacer mi teniente
con ustedes, pero nos manda a traerlas”. Éramos 4 familias. Como
a las 10 de la noche nos llevaron a mí, mi mamá y a otra señora
que dormía con nosotras. A a las niñas y niños los dejaron bajo
un amate. Ahí nos amenazaban. A mi me rodearon los soldados
preguntandome de quién era yo mujer, y les dije que no tenía
marido, que estaba soltera. Entonces el teniente me mando a cuidar
a Tomasa L., que había abortado gemelos y estaba solita y las dos
nos quedamos en la cama. Nosotras temblábamos de miedo por
las otras mujeres y los niños y niñas bajo el amate. Las tomaba
del pelo y les ponía cigarros prendidos en la cara, diciéndoles que
gritaran: ¡Que Viva ORDEN!
Después de eso, el teniente llegó donde yo estaba cuidando a
Tomasa, me dijo que saliera afuera, y me sentó a la par de él, en
un banco de madera. Me preguntaba qué estaba pasando en este
lugar, y yo le dije que no sabía, porque no había estado aquí, que
estaba trabajando en San Salvador. Y él me amenazaba, me tomaba
la mano y la pasaba por sus testículos, yo le decía que mejor me
matara, que no me fuera a hacer otra cosa. Me ponía un corvo
en el cuello amenazándome. Al final me dijo que se iba a buscar
más gente al caserío El Sitio y regresaría más noche. Regresó a las
cuatro de la mañana y nos reunió nuevamente a todas las mujeres,
nos amenazaba diciendo que si ellos querían, ya nos tiraban una
bomba y nos mataban a todas, y diciendo que las personas adultas
que estaban ahí, no pensaban lo que nos esperaba a nosotras las
jóvenes. Después nos dijeron que fuéramos al cantón Patamera, a la
Comandancia, para ir arreglar las cosas, que ya no iba pasar nada.
Nos fuimos como a las 8 de la mañana y llegamos a la Comandancia,
el teniente estaba dormido todavía. Un soldado lo despertó y dijo que
iba pasar una por una, y mando a llamar primero a Luisa R., quien
estaba embarazada de 3 meses. Tardó mucho para salir y después
nos mandó a decir que era suficiente solo con una, que las otras
ya no íbamos a pasar, pero cuando nosotras vimos, la compañera,
estaba llorando porque el teniente abusó de ella.
Después de eso, nosotras nos fuimos a reunir, tomamos la decisión
de mejor abandonar nuestras casas y buscar apoyo en el cantón El
Sitio. En las habitaciones de familias de este caserío nos dieron
21
alojamiento, en sus casas vivimos un par de meses. Luego mi papá
compró una parcela para construir una champa en el caserío La
Peña, del mismo municipio de Arcatao. En este tiempo, yo me
acompañé con un joven muy comprometido con el movimiento
social; esto fue el 3 de mayo de 1978, él también venía huyendo
del mismo lugar, de Los Riveras, y su familia había construido en La
Peña, una cocina con tabanco para guardar granos.
En La Peña vivimos 2 años, después de estos años se desató la
represión más generalizada: nos quemaron la cocina, toda la ropa
de nosotras y de las vecinas de La Peña, porque ellas venían a
dormir y dejaban los tanates de ropa en el tabanco de la cocina.
Mataron a una mujer de este caserío y a un señor muy humilde.
Tuvimos que huir y buscar refugio en la zona alta de Arcatao, en el
cantón Los Filos, caserío El Portillo. El 24 de marzo de 1980, a las
6 de la tarde, estábamos en una celebración del mismo movimiento
social, en el caserío El Portillo, cuando nos avisaron que habían
asesinado a Monseñor Romero. Nosotros, con el asesinato de
Monseñor, nos sentimos más comprometidos en seguir luchando.
El primero de abril del mismo año, nos invaden los soldados del
puesto militar de Patamera y asesinaron a un tío llamado Nazario
Rivera, que venía huyendo del caserío El Sitio. El 8 de mayo del
mismo año, masacraron a 6 mujeres y a Santiago Morales del
caserío El Rincón, cantón Manaquíl. Las sacaron de sus casas y
las llevaron, las desnudaron y las bañaron en el río Guayanpoque
y después, 2 de ellas fueron puestas bajo una prensa de leña y las
quemaron, ellas eran Cándida Rivera y Paulina Ayala y a las otras
cuatro: Carmen Rivera, Leonor Morales Rivera, Felicita Rivera y a
Juana Rivera Morales y a su bebé las ahorcaron.
Después de estos hechos, la gente empezó a salir de sus caseríos
masivamente. Yo vivía en el caserío El Portillo y veía pasar cerca
de mi casa grandes grupos de gente, llevando cabros, gallinas y
tambaches. A las 6 de la mañana del 14 de mayo, iba llegando
mucha gente a la altura del Portillo y El Chupamiel, con rumbo a
Honduras. Ese día con toda esa gente se da la Masacre de Las
Aradas del Sumpul, donde mueren 600 personas.
En junio del mismo año asesinan a Francisca Rivera (prima de mi
mamá) y a María Rivera (tía por respeto), quienes eran de nuestro
caserío Los Riveras, pero estaban viviendo en el Cantón El Sitio.
Habían emigrado por miedo a la represión. Los soldados de
Patamera, con los paramilitares, las encontraron junto a otra mujer,
Catalina Dubón. Los soldados le dijeron a Catalina que se fuera,
para que fuera a dar parte a la familia, le tiraron un balazo cerca de
22
los pies y ella salió corriendo; a las otras mujeres se las llevaron para
torturarlas en una casita vieja que estaba abandonada y después
de muchas horas las asesinaron. A una de ellas le pelaron la cara y
a la otra mujer la dejaron ensartada en una estaca… daba mucho
miedo ver como las había dejado. Yo ví cuando las llevaron en
una hamaca para enterrarlas en el Caserío El Portillo. Ellas fueron
exhumadas con el acompañamiento del IDHUCA en mayo del año
pasado, y hace poco, el 19 de junio del 2015, fueron entregados los
restos a sus familiares por parte de Medicina Legal y enterrados en
el Santuario de los Mártires, en Arcatao.
Yo salí embarazada en abril de 1980, del único hijo que tuve. No
podía estar bajo los bombardeos y aguantando hambre por el
embarazo. Me tuve que ir a refugiar a Honduras en un lugar llamado
Guala Barca, cerca del río Mocal, del municipio de La Virtud,
departamento de Lempira. Allí estuve con mi mamá, una tía y una
prima, que también estaba embarazada.
El 13 de diciembre de 1980, nació mi hijo con la atención de una
partera, y nace muy bajo de peso. Mi prima, Teodolinda Flores,
también tuvo una niña por los mismos días, pero ella nació muy
gordita. A los 8 días, nos fueron a traer para el Chupamiel, para
vivir en unos ranchos de zacate. Mi prima se fue poniendo amarilla
y con fiebre, no se levantaba y ya no podía caminar, ni dar pecho a
la niña. Yo le daba pecho a la niña, aun que no tenía mucha leche,
porque no había que comer. Después, a Teodolinda se la llevaron
los internacionales para darle atención médica en La Virtud, y de
allí, la llevaron para Tegucigalpa. Mi mamá la acompaño y dice que
estaba muy grave y quizás murió porque no volvió, y la niña se
murió de desnutrición. Yo regresé a Chalate.
En julio de 1981 nos invadió un operativo militar con aviones,
bombardeando la zona. Nos defendíamos en tatús con los niños,
pero tuvimos que salir de estos lugares, de las alturas. Este operativo
fue muy fuerte y tuvimos que dejar los cultivos y salir a huir a un
caserío llamado Rama Caída, municipio de Nombre de Jesús. Ahí
no teníamos nada para comer, teníamos que salir a buscar donde
hubiera, porque no podíamos morirnos de hambre. Íbamos a
buscar granos en las milpas y cuando no se encontraba, comíamos
cabezas de huerta o papayas y raíces de ñame o malanga.
La guinda de mayo de 1982, fue el trago más amargo para mí. Nos
avisaron que venía un operativo militar y que teníamos que salir
de donde estábamos. Nos fuimos con rumbo a Santa Anita, para
pasar el río de Sumpul con los niños, lo pasamos en un cayuco
y llegamos a los Amates. Estando en los Amates nos pusimos a
23
cocinar mientras nos daban las siguientes orientaciones sobre por
dónde íbamos a salir. De repente, escuchamos un tiroteo en las
alturas de los cerros de San Isidro; pensamos que eran los compas,
pero no nos avisaron que venían los soldados y estaban cerca.
Salimos corriendo de regreso al río Sumpul, estaba muy hondo y
crecido. Yo escuchaba gritos y lamentos cuando salimos corriendo,
nos tiramos al río y yo solo lograba topar la punta de los dedos de
los pies a la arena, el agua me llegaba al cuello, mi esposo llevaba
al niño y cuando llegamos al otro lado, nos separamos; yo empecé
a buscar donde iba mi esposo con el niño, esto era desesperante,
corríamos para un lado y otro, angustiadas porque los helicópteros
tiraban roquets a la gente que íbamos pasando.
Estábamos con un cerco militar desde el Sumpul, hasta el cerro del
Chupamiel, con 14 mil efectivos militares. Desde estos momentos
empezó el sufrimiento, a caminar en la noche bajo las lluvias, y en el
día nos quedábamos en los bosques con una cantidad más o menos
de 100 personas de la población civil. No había ni un armado, solo
personas indefensas, unos por un lado y otros por otro lado. No supe
donde se fue mi mamá con mis dos hermanas menores. Mis dos
hermanos varones, se fueron por otro lado. Y mi hermana mayor,
saber a dónde se quedó, ella sola con un niño de 2 años.
Sin comer y sin dormir, caminando en la oscuridad con niños en los
brazos, por las quebradas, brincando por tantas piedras. Subir, bajar.
Estando en un bosque, aproximadamente después de 5 días, nos
dijo el dirigente conocido por Chico D.: “sálvese quien pueda”, y
él se fue corriendo. Yo vi a una mujer llamada Marroquína, que se
puso muy pálida y bien afligida. Ella posiblemente murió, porque
no apareció después. No podíamos estar en grupos grandes.
Escuchamos tiros cerca de nosotros, a mí me empujaron unos
hombres que iban corriendo. Caí en una posa con el niño en los
brazos y con mis tambachis, ahí otro compañero me salvó.
Después, nos juntamos con un grupo de familiares, salimos en un
grupo de diez personas. A las 5 de la tarde, estábamos en una
loma enfrente de los soldados, ellos corrían de un lado a otro
buscando, persiguiendo gente. Cuando se hizo oscuro, partimos
caminando con los niños en hamaquitas de manta en las espaldas,
nos tirábamos agarradas de los bejucos y caíamos a las quebradas,
el niño se me sentaba en la hamaquita cuando escuchaba el sonido
del agua, y me pedía agua y yo le daba lo que lograba alcanzar
con el puño de la mano, nos comunicábamos en secreto. Se me
rompieron los zapatos y se me llagaron los pies, nuestro cuerpo olía
a pudrición con varios días de no bañarnos.
24
Un día por la mañana estábamos descansando arriba, bajo una
piedra, en las últimas casas caídas de un rincón. Los niños lloraban
de hambre. Algunos compañeros se pusieron a sacar “hijos de
piña”, para dar comida a los niños; de repente, vimos bajar una
gran columna de soldados por el cerro de Guayanpoque. Nos
habían detectado por el llanto de los niños. Y nos dice el primo
Herminio Rivera: “siéntense, ya no podemos más, no nos corramos,
decidámonos a morir”; él cargaba dos niños, y su Compañera Cruz
López, cargaba otras dos niñas y el tambachi. Los que pudimos,
salimos por una zanjita, arriba, parándonos en las piedras, y los
soldados empezaron a disparar con granadas, morteros y tiros.
Herminio y su esposa quedaron en este lugar y también, Felicito
Rivera que era un joven soltero que ya no quiso correr. Allí, yo
sentí una tristeza muy profunda, que solo con la muerte la puedo
comparar. Escuchaba gritos y llantos en la quebrada, eran los
niños de nosotras que murieron allí, 2 niñas, 2 niños, mis primos
Felicito y Herminio, y Cruz. Ahí, fue el dolor más profundo en mi
vida, la pérdida de mi único hijo, al que no pudimos salvar la vida;
estábamos rodeados de soldados, solo el montecito pequeño nos
cubría. Cuando caminábamos de un lado a otro nos disparaban,
estábamos acorralados y no podíamos salir. Hasta los 3 días
empezaron a levantarse en los helicópteros, y nosotras con miedo
empezamos a salir a las quebradas, recogiendo aguacates y
limones, caraos y raíces para comer.
Los niños que no murieron se los llevaron los soldados para algunos
refugios como el de San Martin. Allí estuvieron 6 años y después
el gobierno los dió en adopción a diferentes países como Francia,
España y Estados Unidos. Eran 4 hermanos: Emilio y Pablo, Marina
y Francisca, todos hijos de Herminio. Con el apoyo de Pro Búsqueda
y del padre Jon Cortina, fueron encontrándose estos jóvenes. Esta
guinda fue la más cruel, porque desaparecieron familias enteras.
Según el censo que tiene la Asociación Pro Búsqueda, son cincuenta
niños, más las adultas desaparecidas.
Después de la guinda, de la cual salimos a los 22 días, estábamos
enfermas, con paludismo. Y yo me sentía como las gallinas sin los
pollitos, sola, sin el niño. Estos niños nacieron y murieron, y no
fueron asentados en ninguna alcaldía, vinieron al mundo, pero no
existe ningún registro de ellos.
Llegamos nuevamente a Rama Caída, donde habíamos estado, no
me levantaba, acostada en el suelo. Me dijeron que iba a salir un
grupo de gente para el refugio de Mesa Grande, yo dije: ¡me voy!,
me sentía muy mal del paludismo y no tenía que comer. Agradezco
mucho a los de ACNUR y a las personas solidarias de Honduras
25
26
que nos dieron apoyo para llegar a Mesa Grande, en San Marcos de
Ocotepeque. Yo me sentía que había llegado al cielo, donde habían
manjares para comer, y que ya no había persecución. Llegamos con
desnutrición severa, nos dieron la comida hecha por una semana y
nos fuimos recuperando, poco a poco.
Trabaje en el refugio como guardiana de la salud y me casé con el
mismo compañero de vida, por la iglesia, en una misión en la que
llegó el obispo Rivera y Damas.
Años después, en 1984, decidimos, yo, mi esposo Andrés y una
hermana, regresar. Dije: -No, la lucha está en El Salvador, tengo que
regresar, allá quedo mi hijo y yo aquí, ¡no puede ser!. Caminamos
por la montaña, 4 días de camino, en la noche, pasando lugares
peligrosos. Por la cuesta la Canguacota, en Honduras, se quemó
un hombre y tuvieron que cargarlo en el lomo, yo pensaba que no
aguantaría, pero diosito me dió resistencia. Se me cayeron las uñas
de los pies, pero llegue con bien al caserío de Tequeque. Estando
allí, había muchos murciélagos en las casas abandonadas, nos
picaban la nariz, las orejas o la punta de los pies y no se sentía.
Cuando amanecía, estaba rojita de sangre la cobija.
En los primeros meses de haber regresado, un día mi esposo salió
a una tarea y cayó en una mina que le rompió el intestino delgado.
Gracias a Dios que estaba un médico en la zona, se llamaba
Franco, era un italiano y el hizo la cirugía. Estuvo con el intestino
por fuera por 6 meses, eso nos mantuvo en la población civil. Ya
no nos incorporamos en las unidades guerrilleras, pero me dio
espacio para poder participar en las organizaciones populares de
mujeres. Participé en un congreso de AMES en Honduritas cerca
de Las Flores. Entonces, en 1985 empecé a tener conocimientos
de la importancia de la participación de las mujeres en la lucha por
la justicia, y me elijen a mí, para ser la representante de la zona
de Santa Anita hasta el caserío Chupamiel, cantón Los Filos. Yo
hallaba duro comprometerme en cargos, porque era difícil caminar
sola, pero asumí la responsabilidad. Trabajamos con las mujeres
haciendo tamales para tener algunos fondos para mujeres enfermas
o haciendo recolecciones de frutas, para llevarle a los heridos en el
hospital de San Juan en Nueva Trinidad.
En febrero de 1986 tuvimos la visita de Monseñor Rivera y Damas
a Arcatao, hubieron bautizos de muchos niños y el reconoció que
en esta zona había población civil. Fue así que él se comprometió a
mandar un sacerdote a este lugar, por qué en la ciudad decían que
en esta zona comíamos gente.
27
Días después se viene el operativo militar, el famoso “Carreño”,
los compañeros nos dijeron: el que tenga tatú que busque su
refugio, y el que no tenga, que busque un lugar para esconderse.
En este tiempo, cada familia había construido un tatú familiar o
colectivo para la defensa, la experiencia de la guinda de mayo
del 82, nos dejó lecciones. Los que no teníamos tatú, teníamos
que buscar una cueva para refugiarnos. Había que preparar las
harinas de maicillo con azúcar, agua suficiente, si se podía, hacer
tamalones y pupusas para llevar también.
Yo me quedé con una familia debajo de una piedra, ya teníamos tres
días cuando llegó un miliciano que ya conocía la cueva y nos dijo:
“vengo a traerlos, porque viene un operativo que durará 3 meses
y ustedes se van morir de hambre, me han mandado a traerlos”.
Y nos fuimos en la noche, subimos a la cañada y le dimos para
Honduras. Llegamos al Zapotal en la noche. Nos reunió la dirigencia
que andaba con nosotros, María y otras personas nos dijeron:
“Queremos que se legalicen las masas y hoy nos vamos a ir a tomar
la iglesia de Dulce Nombre de María, dejen todo lo que llevan y
vámonos para Dulce Nombre”. Después nos dijeron: “Vamos hacer
dos grupos, un grupo que se vaya primero y el segundo después”.
Yo me quede para el último grupo, caminamos para Plan Barrido,
hacia arriba del pueblo de Dulce Nombre de María, había mucho
frío en la zona alta de Plan Barrido. Allí, dio a luz una mujer bajo
unas ramas de pino, y ahí, tuve la primera experiencia de cortar
el ombligo de un niño con hilo de costurar ropa y una gilet; solo la
desinfecte con alcohol y le corte el ombligo al niño. El siguiente día
escuchamos el zumbido de los helicópteros que se habían llevado
a la gente de la iglesia de Dulce Nombre de María. Nosotros nos
regresamos para nuestra zona, nos comunicaron que el operativo
se había retirado.
La gente que quedo entatusada, cuando salieron de la cueva, ya
no podían ni caminar por el hambre, con el estómago inflamado
de aguantar hambre, solo comían maicillo y agua. A otras las
capturaron y se las llevaron, pero ya había una lucha por legalizar
a las masas, para que se respetaran los derechos humanos de la
población civil. La gente que fue capturada en esta iglesia, es parte
de la población que hoy habita en San José Las Flores.
Regresamos a Tequeque y a los pocos días, se dio un desembarco
de la Fuerza Armada en Arcatao. El 8 de abril de ese mismo año
escuchamos un zumbido de helicópteros que venían de regreso,
pensamos que venían para la zona de Tequeque, pero se dirigieron
para Arcatao. La Fuerza Armada reunió a toda la población que se
encontraba allí y a punta de cañón, metió a las mujeres a la iglesia,
28
desde la 6 de la mañana hasta las tres de la tarde; a los hombres,
los sacaron y los llevaron a los portales de la plaza, los desnudaron
y los torturaron. A las mujeres con los niños, las dejaron aguantando
hambre y sed, según ellas cuentan, habían retenes para que ellas
no salieran. Se llevaron a 5 hombres, uno de ellos fue rescatado
por una mujer embarazada, quien salió detrás llorando y pidiendo
que lo dejaran. El Ejército ante su exigencia, se lo regresó, los otros
cuatro fueron asesinados en los baldíos de Arcatao. Este hecho fue
dirigido por un Coronel y fue denunciado al Tribunal Internacional de
Justicia Restaurativa que fue organizado en Arcatao por el IDHUCA
en marzo del dos mil diez. Ahí se hizo una proclamación por las
personas que fueron afectadas psicológicamente en esta fecha y
se hizo una petición a las autoridades municipales, para que se
decrete el 8 de abril, como día de las víctimas del conflicto armado.
En noviembre de 1987 estábamos en la resistencia por la lucha por la
legalización de la población civil en la zona, a mí me dijeron que era
necesario poblar Arcatao. Una compañera me decía que me fuera
29
de cocinera para las unidades guerrilleras, pero Sonia, que era la
Coordinadora de la zona, me dijo que no, porque tenía un compromiso
con la salud de la población de Arcatao. Sonia Mejía era originaria de
Las Vueltas y fue asesinada en Dulce Nombre de María. Agradezco
a la compañera Sonia, porque por ella aprendí mucho en el área de
la salud, aunque ya había recibido unos cursos de primeros auxilios
en el hospital de San Juan y capacitaciones sobre atención materno
infantil por la médica Paola que venía de Alemania.
Estando en Arcatao yo trabajé como Coordinadora del equipo
de promotoras de salud, atendiendo las enfermedades más
comunes de la población, haciendo campañas de prevención,
como enchiqueramiento de tuncos, campañas de vacunación en
Coordinación con el Arzobispado de San Salvador y con el doctor
David Bedel, el enlace con el hermanamiento de Madison, Wisconsin.
La población me elije para la directiva comunal en la que solo había
hombres, solo yo de mujer, pero me sentía orgullosa de representar
la salud. No era fácil, porque en ese tiempo estaba todavía lo mejor
de la guerra, pero ya había un respeto a la población civil.
En un operativo militar capturaron a dos compañeros de la directiva
comunal, al presidente Miguel Morales y al representante de
educación popular, Germán Serrano. Los vi pasar esposados por
los militares, yo sentía miedo porque era miembra de la directiva. Se
tomaron la clínica donde teníamos el botiquín comunitario y material
que había donado el hermanamiento de Madison, Wisconsin.
Preguntaban quiénes eran los responsables del botiquín, pero la
gente nos cubrió, no dieron ninguna información y no se dieron
cuenta de quienes trabajábamos allí. Si la gente les dice, me
hubieran capturado a mí y a las demás compañeras.
En 1989 se da la ofensiva del FMLN en San Salvador, parte de
los heridos fueron curados en la clínica de Arcatao. Nosotras
hicimos una asamblea con la población para que en caso de
un desembarco del ejército, nos defendieran a nosotras, las
promotoras de salud, porque teníamos un gran compromiso con
los heridos. Dimos a conocer los tratados de Ginebra, que se
debía respeto a los heridos de los diferentes bandos, ya fueran
guerrilleros o soldados. Nos turnábamos para cuidarlos y cumplir
con los tratamientos en la noche.
Trabaje 11 años voluntariamente en la salud comunitaria, esta
experiencia para mí fue muy importante, porque siento que pude
ayudar a mucha gente. Atendí muchos partos, a veces llegaban
a mi casa con los dolores y ahí nacían los bebes. Tuve muchas
30
experiencias con los partos, atendimos un caso de preeclampsia, yo
sentía que ya se moría la mujer, pero vivió, nosotras las promotoras
la atendimos. Yo y Lidia pasamos 4 días y no se nos pasaba la
dolama en el cuerpo de la aflicción que se nos iba a morir la mujer.
Tuvimos epidemias del cólera, nos traían muchos casos de los
cantones de Honduras y no cabían en la clínica. Los teníamos que
poner en hamacas, afuera, solo teníamos una cama preparada para
los paciente con esta en enfermedad. Yo aprendí a poner suero
en la vena en esta epidemia, no se nos murió ninguno en nuestras
manos, pudimos darles el tratamiento que necesitaban.
Yo les agradezco a las médicas y médicos que nos acompañaron:
•	 Como a Victoria: Uno de los milagros que ella hizo fue que
operó en la casa a una mujer llamada Tomasa, quien estaba
de parto en Arcatao, pero en graves condiciones. Victoria
dijo: “o recupero al niño o a la madre, pero no se puede morir
esta mujer sin que hagamos nada”. Ella operando y un hijo de
Tomasa, alumbrando con una lámpara de mano y ayudando a
alcanzar algo que Victoria necesitara. Ella tomó la decisión en
ese momento y vivieron los dos, la madre y el niño, aunque la
madre sufrió mucho por la infección, pero vivió.
•	 Betina, nos capacitó en temas de salud materno infantil.
•	 Francisco, él siempre estaba dispuesto para ayudar en cualquier
emergencia que se diera.
•	 A Claudio, que me hace recordar una operación de hernia que
realizo a Julia, esposa de mi tío Froilán. El quirófano estaba
donde hoy vive la niña Deysita. Ante la emergencia, Julia se
decidió a que la operaran y las promotoras de salud lo asistimos:
Morena era la anestesista, Haydee, la instrumentista y yo, era
la ayudanta del médico. Y se le pusieron varias dosis de ketalar
y no se adormecía bien. Al final se durmió y el médico pudo
realizar la operación. Pensamos que no iba despertar toda la
noche, pero bien temprano de la noche despertó y gracias a
Dios todo salió bien y ella se mejoró bastante.
•	 A la doctora Hermana Ana Manganaro, médica de la diócesis
de Chalatenango, que anduvo “con la salud en la mochila”1
por
las caminos desde Guarjila hasta Arcatao y nos enseñó mucho,
en capacitaciones y en la práctica. Nos reuníamos todas las
promotoras de Arcatao, Nueva Trinidad y Nombre de Jesús para
recibir los cursos básicos de la salud popular. Yo, para poder
participar en una reunión de coordinación, tenía que viajar sola,
caminando 12 horas desde Arcatao hasta Chalatenango. Salía
1
Haciendo referencia al libro de Francisco Metzi: “Por los caminos de Chalatenango.
Con la salud en la Mochila”, UCA Editores, 1988.
31
a las 6 de la mañana y llegaba a las 6 de la tarde para coordinar
con la pastoral de la salud de la Diócesis de Chalatenango. A
veces me encontraba con combates en el camino. La Doctora
Ana Manganaro, cuando se dieron los Acuerdos de Paz dijo:
“Ya en El Salvador no hay guerra, me voy para África”. Luego
le detectaron cáncer en su cuerpo y murió en Estados Unidos.
Enlaprimerasemanademayode1988tuveunaintuición,yopresentía
algo, estaba muy preocupada por mi hermano y sentía tristeza muy
profunda. Y sucedió que el 12 de mayo de 1988, asesinan a mi
hermano Rafael Rivera, conocido por Carlos el Gorrión. Le decían
el Gorrión porque era muy enamorado. Él trabajaba en expansión
en la zona del cerro de Eramón. Estaba reunido con un grupo de
jóvenes de Los Dubones, cuando fue sorprendido a balazos por
un operativo militar. Le quebraron una pierna y así corrió bastante;
pero por la sangre, lo encontraron los del ejército. Cuentan algunos
testigos, que lo arrastraron herido y le decían que se lo llevaban,
pero él les dijo que ya lo habían comenzado, que lo terminaran;
pero también les dijo que a los jóvenes que tenían capturados, que
no los fueran a matar, porque no eran guerrilleros, pero que él, sí
era guerrillero. Entonces los soldados pidieron a uno de los jóvenes
capturados, que se lo sentara en sus piernas y allí lo ametrallaron,
cortándole la mitad de la cabeza. Después se llevaron a los jóvenes,
ellos estuvieron capturados por dos años.
El 3 de febrero del 2010, mi hermano fue exhumado con el apoyo
del IDHUCA y el Comité de Memoria Sobreviviente de Arcatao,
fue recibido en medicina legal el 27 de septiembre del mismo año.
Pudimos hacerle la cristiana sepultura junto a 8 cadáveres más en
Arcatao, ya que uno de los sueños de mi mamá, era tener los restos
de su hijo cerca de ella.
En 1992 se dan los Acuerdos de Paz, el cese al fuego, ya hubo un
descanso para nosotras. Se inicia un proceso de reconstrucción,
de concertación con el Ministerio de Salud y Educación, que ya
querían retomar las zonas.
Iniciamos la construcción de viviendas con el apoyo de un
sacerdote jesuita llamado Manolo Maqueará, de España, ya que
la mayoría de los pobladores de Arcatao, estábamos viviendo en
casas que habían sido abandonadas por las familias originarias de
Arcatao y cuando se dan los Acuerdos de Paz, los dueños venían
reconociendo sus viviendas y pidiendo desalojo a las familias que
en ese momento éramos tenedores de las viviendas y no teníamos
a donde irnos. Pero el sacerdote jesuita gestionó a Manos Unidas
la construcción de 300 viviendas y que las viviendas quedaran a
32
nombre de la mujer y el hombre. Para que la mujeres tuviéramos
derecho a la vivienda, porque él, conoció muchos casos de parejas
que se separaban, y a las mujeres les quedaba la responsabilidad
de los hij@s, pero no las viviendas.
En 1994 se dan elecciones municipales, el FMLN se había insertado
como un partido político. La alcaldía de Arcatao estaba en el exilio
en la cabecera departamental de Chalatenango y tuvimos que hacer
la lucha ante el Tribunal Supremo Electoral en San Salvador, y pasar
día y noche aguantando hambre por exigir nuestros derechos, para
que las urnas las trajeran a nuestro municipio, para que fueran
elecciones con transparencia. En esas elecciones tuve mi primera
experiencia de participar eligiendo un Concejo Municipal de mi
preferencia. Pude ejercer mi derecho de ciudadana, para decidir
por mi representante y no que otras personas decidan por mí.
En eso años, con la construcción de viviendas, entran a trabajar
a la zona, personas que no se conocían. Algunas compañeras se
acompañan con algunos de ellos. En una homilía el padre Manolo
expreso estas palabras muy sabias: “Aquí hay mujeres que se
acompañan con hombres que no conocen, que a saber cuántos
cadáveres han dejado en sus lugares”. Yo comente estas palabras
a Carmelina Serrano y ella me dice, “Yo no tengo quien me ayude
con mis hijos y tengo que buscar una ayuda”, años después, ella
le pidió al Comité de Vivienda y al padre Juan José (ya estaba otro
sacerdote), que la acompañaran en una reunión para hablar con
Oscar, el hombre con quien se había acompañado. El asunto era que
él, la estaba amenazando y quería que le pagara algunos trabajos
que había realizado en su casa y Carmelina no tenía el dinero para
pagarle. Se reunieron, y el padre Juan José le dijo a Oscar que si él
quería que le pagaran por los trabajos, que él, le pagara a Carmelina
las noches que había dormido con él; pero Oscar quería dinero. Al
final, Carmelina busco el dinero prestado y le pagó. Pero el hombre
compró una pistola, y un domingo 14 de julio de 1995, a las 8 de la
mañana la mató con tres balazos en su cuerpo. Yo en ese momento
iba pasando para la misa, cuando vi que la gente corría de un lado
a otro y pregunte qué pasaba y me dijeron que Oscar había matado
a Carmelina. Yo corrí a su casa, llegué y estaba tirada en el suelo,
pero ya no se le sentía el pulso, ya había muerto.
Fue un impacto muy grande en la población de Arcatao, teníamos
mucha rabia en el momento del entierro, pasamos por la Policía
y allí tenían a Oscar. Si hubiese estado afuera, saber qué hubiera
pasado, porque todos y todas estábamos indignadas. Este hombre
salvaje había sido de la Policía de Hacienda, y Carmelina, que era
la secretaria de la Alcaldía Municipal, era muy luchadora y solidaria.
Era viuda del esposo, el que murió luchando en la guerra, y le dejó
33
una niña y un niño, que quedaron huérfanos de papá y mamá. Por
eso yo les digo a las mujeres jóvenes que empiezan sus noviazgos,
conozcamos bien a las personas, porque a veces no se terminan de
conocer aunque estemos juntos por muchos años.
En octubre de este mismo año 1995, yo viajé a Estados Unidos por
invitación de amigas y amigos de Madison Wisconsin y de Chicago,
a una conferencia de promotores de salud en Chicago, en la escuela
de medicina de Illinois. Mi primera oportunidad de intercambiar
experiencias con promotoras de Argentina, Arizona y Chicago y
de contar mi historia. Visite una clínica donde trabajaba mi amiga
Cindy Lorente, muy diferente a la nuestra. Tuve la oportunidad de
ir a algunas escuelas y visite Madison, para conocer el “Comité del
Hermanamiento con Arcatao” y como ellos se unen para apoyar
a otros pueblos que sufren y no solo a nuestra comunidad, sino
también a otros países como Colombia.
En 1996 me dieron en a cuidar a una niña originaria de Jiquilisco,
Usulután, de 4 años y medio, muy desnutrida y enferma. Cuando
la recibí, la mamá ya no podía mantener otro niño más, no podía
trabajar. Esta niña, Jaqueline Mariela, ha sido una compañía para
mí. Yo en esta guerra perdí parte de mi familia, mi hijo, mi padre, no
sé quien lo asesinó a él, lo mataron cuando iba para Mesa Grande2
porque estaba enfermo. Él era un padre muy responsable con
nosotras, nunca nos dejó abandonadas y siempre estaba pendiente
2
Refugio en Honduras
34
de cualquier enfermedad de nosotras. Recuerdo que me cargó en
sus espaldas cuando yo era niña y caminaba con él para el pueblo
de Arcatao. Mi hermano también era muy cariñoso con nosotras las
hermanas y con mi mamá. Pero Dios no nos desampara, tengo una
madre muy linda, mis hermanas y un hermano, sobrinas, sobrinos y
demás familia y también amigas que las quiero mucho.
En estos años tan difíciles se dan algunas muertes de mujeres con
cáncer cervical uterino y de mama. Era muy triste verlas sufriendo
por el dolor. Esto nos hizo pensar que era necesario crear un
fondo de emergencia para ayudar a estas mujeres, que no tenían
dinero para pagar los pasajes para ir a los tratamientos al Instituto
del Cáncer. Gracias a la organización de las mujeres, iniciamos
haciendo actividades como rifas y contribuciones de las mujeres de
la comunidad. Así fuimos apoyándonos. Después, la doctora Miriam
Cremer que llegó en una delegación de Estados Unidos, decidió
quedarse como voluntaria para ayudar y hacer su servicio social
en nuestra comunidad, haciendo citologías. La doctora trabajaba a
veces hasta las 11 de la noche, para ella no había horario, ella nunca
decía que no a las mujeres, y vió la necesidad de hacer campañas
de citologías en el municipio. Venía muy seguido. Pero tuvimos
dificultades ya cuando el Ministerio tenía un programa con la OPS
y ellos no estaban de acuerdo con que ella hiciera las campañas.
Después de esto, ella venía, pero con las normas del Ministerio.
También nos apoyaron para que este fondo se mantuviera, la hermana
Katy Arata, una religiosa de Estados Unidos y la parroquia del padre
Donal. Este fondo ha servido para ayudar a muchas pacientes con
grandes dificultades por enfermedades crónicas. Hoy, para que se
mantenga, el fondo es un préstamo administrado por el comité de
mujeres del casco urbano.
En 1998 yo empecé a trabajar en un proyecto en Nueva Trinidad
y Arcatao, con Visión Mundial El Salvador, con niñas y niños
patrocinados. Siento que aprendí mucho en los programas de
prevención: VIH SIDA, nutrición, aplicación tópica de flúor, apoyo
a niños con enfermedades crónicas, ya que en esta institución
hay médicos y mucha gente positiva. Nos animaban mucho a leer
libros como “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” y
leyéndolo me di cuenta que en algunas ocasiones me ha tocado
hacerme fuerte.
En el 2003 se inicia un proceso de salud mental con un grupo de
personas sobrevivientes del conflicto armado. Nos reuníamos cada
15 días con el apoyo del Centro Bartolomé de las Casas. Al inicio,
yo decía que esos curso eran para locas, pero ya en el proceso, me
fui dando cuenta que no es solo para locas, sino para ayudar a sacar
35
muchos traumas de guerra vividos. En mi caso, yo tenía muchos
sueños muy feos, siempre andaba angustiada en las guindas. Pero
ir compartiendo con otras personas fue sanando mi corazón de
muchas cosas. Aunque los seres queridos nunca se olvidan hasta la
muerte, pero puedo contarlo más fácil. Y fuimos contando nuestra
historia. Después decíamos con mi prima Rosa, que no puede ser
que solo contemos los cuentos, sino dejar algo de nuestra historia,
como es un museo, las exhumaciones de nuestros familiares, un
libro; ya que nosotras nos vamos a morir y algo tenemos que dejar
a las nuevas generaciones, para que lo que nosotras vivimos no se
repita, que otras generaciones no lo vivan.
El 30 de septiembre 2006 finaliza el proyecto de visión Mundial y ya
estaba formando parte del Concejo Municipal de Arcatao. Desde
el 1 de mayo 2006, fui por 3 años la Sindica Municipal. Yo decía
que no sabía nada de este cargo, me sentía nerviosa, pero aprendí.
Nadie nace aprendido.
A principios del 2010, CORDES, CCR y SOLIDAR Suiza, nos invita
a participar en un diplomado de género. Para mí fue una nueva
experiencia y este proceso me está ayudando mucho en mi vida
personal. Tuvimos compromisos en el diplomado, realización de la
investigación de la situación de las mujeres de todo el municipio,
para la elaboración de la Política Para la Equidad de Género. Fue
36
como un primer paso, no fue nada fácil que los Concejos Municipales
aprobaran esta política, pero lo logramos.
En los primeros meses de 2011, recibí una capacitación sobre la
resiliencia ante los cambios climáticos con el Centro Bartolomé de
las Casas y Drishti Canadá. El proyecto nos proporcionó cámaras
para tomar fotos basándonos en tres preguntas: ¿Qué es el cambio
climático para mí?, ¿cuáles son los impactos de cambios en mi
comunidad? y ¿Cómo me estoy adaptando a estos cambios?
Fuimos electas 2 mujeres: Gloria A., de Los Pozos, Nueva Trinidad
y yo, del Municipio de Arcatao, para participar en la presentación
de la investigación en Vancouver, Canadá. Participaron en la
actividad personas de las Islas de Tofino y Gabríola y de las
primeras naciones del norte, y compartimos nuestras experiencias
de investigación sobre los cambios climáticos. A través de fotos,
palabras y el sufrimiento de grupos de algunas tribus, ellos también
compartían sus traumas; porque el gobierno les arrancaba a sus
hijos para quitarles las culturas antiguas. Y me llamo la atención
que también ellas están unidas, pudimos presenciar que cuando
tienen dificultades se unen. Pudimos observar un acto de repudio
en contra de la violación a tres mujeres. En este acto, algunos
hombres pidieron perdón en nombre de los hombres que habían
cometido el delito de violación, y a las mujeres, las envolvieron con
una sábana como un símbolo de protección y apoyo.
Cuando yo regreso de Canadá, ya tenía 5 años de aguantar las
borracheras de mi pareja y había sufrido mucha violencia, más que
todo psicológica y económica. Pero siento que las capacitaciones
que me dio CORDES, CCR y SOLIDAR Suiza me ayudaron de
muchísimo, porque me encontraba cabal como en el módulo de
violencia que nos dio Ivonne, la facilitadora. Tal como lo habíamos
visto en la capacitación: yo buscaba ayuda en el Juzgado de Paz,
buscaba ayuda en la Unidad de Salud, llamé a la psicóloga del Fondo
de Lisiados para que me ayudaran, ella me contestó que eso era
cosa de la familia. Al final, tuve que ser corazón muy duro y tuve que
actuar con la justicia y con la ley para poder vivir en paz. El hombre,
ya no estaba en su sentido normal y después de un año lo lleve al
psiquiátrico y allí fue donde me ayudaron mucho. Con las medidas
cautelares, más la atención médica que tenía, fue cambiado la cosa,
hoy vivo en paz. Pero había gente que a mí me culpaba, a veces la
misma familia me decía que yo tenía la culpa, porque no pasaba en la
casa y no lo atendía bien. Yo tengo muchos años, y mi vida no es para
cuidar la casa, sino para participar en la organización comunitaria.
Dinero no tengo, pero tengo muchas amistades y amigas que las
quiero como mi familia y algunas de ellas me cuidan mucho.
37
Hoy, por eso entiendo a las mujeres que sufren violencia, no es
nada fácil, hay que hacerse corazón duro, para que esta violencia
termine. Tenemos que denunciar: aunque sea tu hijo, tu hermano,
tu tío o cualquier persona que nos viole nuestros derechos. Hay que
denunciar, si lo hacemos viviremos en paz.
Mi pareja llegó obligado a los Alcohólicos Anónimos, pero hoy, él va
por su voluntad y yo sé que hoy me agradece a mí, sino, ya se hubiera
muerto. Pero se necesita tener mucha espiritualidad y confianza en
Dios, pero también “A Dios rogando y con el mazo dando”.
En el año 2011, se inicia el acompañamiento a grupos de mujeres.
Con el apoyo de CORDES, CCR y SOLIDAR Suiza, hacemos
historia. Impulsamos en el proceso, la elaboración y aprobación de 7
Políticas Municipales para la Equidad de Género, en Arcatao, Nueva
Trinidad, Las Flores, Las Vueltas, San Luis del Carmen, Azacualpa y
Nombre de Jesús. Y luego, la creación de las Unidades de la Mujer
en cada una de las Alcaldías de esta zona de Chalatenango, dando
cumplimento al Artículo 4, literal 29, del Código Municipal.
El Concejo de mi municipio toma la decisión de que yo asumiera el
compromisodecoordinarlaUnidad.Alfinalasumílaresponsabilidad.
Ya estaba ubicándome cuando se da la finalización del período
municipal del Concejo que me contrató. Este espacio quedó
vacante desde el primero de mayo, hasta el 30 de septiembre, sin
38
darle seguimiento al Plan. El primero de octubre del mismo año, se
apertura nuevamente el contrato de la encargada de la Unidad de
la Mujer y nuevamente me contratan a mí. Me sometí a elección y
tuve una mayoría de votos, por lo cual todavía estoy en funciones.
En noviembre del 2012 se constituye ASMAR, la Asociación
Municipal de Mujeres Villa de Arcatao Rosibel, con representantes
de los cantones y caseríos del municipio.
En el 2014 elaboramos con la participación de las instituciones del
municipio, un Plan de tres años, para la Prevención de la Violencia
contra las Mujeres, dando cumplimiento al artículo 29 de la “Ley
Especial Integral para una Vida Libre de Violencias contra las
mujeres”. Lo hicimos con el apoyo técnico del ISDEMU. Es gracias
a las luchas de mujeres feministas a nivel mundial y nacional que
hoy tenemos estas leyes, y también a la voluntad de los gobiernos
del cambio que nos aprueban las mismas.
Me he enfrentado con diferentes dificultades con el patriarcado,
pero seguiré tratando de vencer los obstáculos que se presenten
en este caminar, en la lucha por disminuir el patriarcado. Se que
solo las mujeres juntas y unidas lograremos muchos cambios y que
se necesita que cada una de nosotras pongamos de nuestra parte.
Agradezco a las instituciones como CORDES, CCR, SOLIDAR
Suiza y la Alcaldía Municipal, por el espacio que me han dado de
poder ser parte en estos dos diplomados que han compartido con
nosotras, y porque nos siguen apoyando en la elaboración del
libro de las mujeres de Chalatenango, por darme la oportunidad de
poder contar mi historia.
Para finalizar quiero decir al mundo, a los más poderosos que
impulsan las guerras y la violencia, que estas solo nos traen muerte
y dolor, y que somos las personas más vulnerables, las que sufrimos
las consecuencias de los conflictos. Les quiero decir que no solo
busquen sus intereses económicos, y que ese dinero que gastan
en armas y bombas, lo inviertan en proyectos para mujeres, en
hospitales y en los centros educativos. Construyamos el Reino de
Dios aquí en la tierra, para que haya justicia y paz, con igualdad.
39
Mi nombre es Ernestina Ayala Recinos, nací el 24 de julio de 1967,
soy madre soltera de cuatro hijos.
Cuando comenzó el movimiento, que fue en el año 1980 tenía 13
años. En casa de mis padres se reunían los vecinos por las noches
para ir a dormir al monte y quedaban solo las mujeres en la casa.
Por la mañana, cuando venían los operativos, me mandaban con
la estrategia que iba a comprar a una tienda, pero en realidad iba a
explorar, para ver si era la Guardia la que llegaba y luego avisarles
a los compas que estaban reunidos. A veces me daban tiempo de
avisarles y a veces no.
En 1981 vino un operativo militar y nos salimos de la casa,
abandonamos todo lo que teníamos; éramos 11 hermanos y mis
padres; mi madre estaba embarazada. Meses después nos fuimos
para la aldea Los Hernández en Honduras y estuvimos ahí un tiempo.
Cuando el ACNUR se llevo a la gente para los campamentos de
Mesa Grande, en San Marcos, Ocotepeque (Honduras), mis padres
tomaron la decisión de retornar a El Salvador, a la zona de guerra.
Estábamos en Patamera (municipio de Nombre de Jesús), cuando
en 1982 se vino otro operativo en donde se entrenó el Batallón élite
Bracamonte y el Batallón Atlacatl. Allí andábamos 600 familias
y estuvimos en la quebrada El Acapate, andábamos cargando
heridos, niños y ancianos; teníamos muchos días de no comer,
no había comida, ropa, zapatos, ni dinero. Nos dijeron que había
Digitada por: Jesica Ortega, hija de Ernestina
Historia de una mujer
valiente, capaz y luchadora
Autobiografía de Ernestina Ayala
40
enemigo por todos lados y que viéramos cada quien como nos
defendíamos. A mi mamá con mis hermanos más pequeños los
dejaron en un tatú, y yo me quede con dos hermanos en otro tatú.
Por las tardes salía a buscarles raíces, caraos y hojas de jocote;
pasamos 17 días comiendo de esto, yo tenía miedo de dejar a mis
hermanos con otras personas, porque los dejarían perdidos, yo sólo
confiaba en mí misma. Salimos de esto y después de este operativo
nos fuimos para Mesa Grande porque mis padres temían que sus
hijos muriéramos, porque estábamos enfermos.
Yo estuve un año en Mesa Grande cuando llegó un compa a reclutar
jóvenes para la guerrilla y ese compa habló con mis padres y les
dijo que estaba enamorado de mí. Conmigo no habló, solo hizo
trato con mis padres y me obligaron a casarme con él. Yo le decía
a mi mamá que no tenía la edad para casarme, que no lo quería,
que si ella lo quería que se casara con él; me pegó y me sangró la
boca. Me casaron, y así fue como nuevamente regresé a la guerra
junto con él y me convertí en radista. Pero pasaron los meses y yo
le decía que no lo quería y que si eso era el amor, no había nada
bonito. Pero él me maltrataba, me agarraba del pelo y me halaba,
los compas se dieron cuenta y nos reunieron, tome la decisión de
separarme de él.
Pasaron unos meses y me acompañé con el padre de mis hijos.
Cuando él se dió cuenta, dijo que nos iba a matar a los dos. Le
tiro tres disparos a mi compañero. Lo reunieron para que explicara
por qué lo hizo. Pasó un año y salí embarazada de mi primer hijo.
Cuando tenía 7 meses de embarazo, vino un operativo y me fui en
la guinda con gente de masas. Nos fuimos para un tatú de piedra,
estuvimos 7 días allí. Cuando quise salir, ya había crecido más el
estómago y no podía salir.
Cuando cumplí el tiempo para que mi hijo naciera, andábamos
guindeando, andábamos con los compas junto con el niño. Lo
dormíamos en una hamaca y le poníamos una carpeta encima
por la lluvia.
En 1986 vino el operativo El Carreño, mi compañero me dijo que no
continuáramos así, cargando a nuestro hijo, porque era un peligro
y teníamos que buscar un lugar donde dejarlo, con población civil,
para que me lo cuidaran. Lo llevamos donde una señora que era
la suegra de un oficial de la Fuerza Armada, pero nosotros no lo
sabíamos. Pasó un mes y nos mandaron a decir que fuéramos a
traerlo porque si no, se lo iban a llevar para San Salvador; pero nos
estaban esperando con una emboscada, para capturarnos. Querían
al papá de mi hijo, él me dijo: “nos quieren hacer mierda”, y nos
42
fuimos, porque sabíamos la intensión. Entonces los compañeros
mandaron un pelotón de 22 hombres para ir a traerlo, aprovecharon
un momento en que se retiraron de la zona de Guarjila y San Isidro
para sacarlo y no hubo problemas.
El operativo Carreño continuaba porque duró 2 meses, y cruzamos
Guarjila, íbamos por Peña Flor cuando ya estaban los combates en
Guarjila y fuimos a dejarlo nuevamente a otro lugar llamado Vainillas,
donde una señora que nos dijo que lo cuidaba, pero con una
condición: que iba a decir que era su nieto y que llegáramos por la
noche a verlo, para que no nos viera la gente de ese lugar. Un día, el
padre de mi hijo me dijo: “fíjate que pase por donde mi hijo y estaba
en la puerta sucio y desnudo, vamos ir a visitarlo’’, fuimos un día a las
5:30 pm, estaba en el mismo lugar y de la misma manera: Mocoso,
mugre y desnudo. Llegamos sin poder acercarnos a él, esperamos en
un naranjal para que se hiciera de noche. Pero pasamos la noche ahí
y no pudimos acercarnos a él porque nos desconocía. Unos meses
después lo fuimos a traer, lo entregaron en un lugar solo, llegando al
Carrizal, por un palo de mango, El niño lloraba y lloraba, no paraba de
llorar porque me desconocía, me costó que se adaptara a mí. (Ahora
él, bromeando me dice que yo lo regalé, pero me hace sentir mal,
este hijo se convirtió en maestro).
Llegué a vivir después a un lugar de Las Vueltas. Mi segundo hijo
tenía once meses cuando vino un operativo y había un compañero
que se había desertado de la guerrilla al Ejército. Él me conocía a mí
porque habíamos andado juntos. Un día yo iba con mis dos hijos en
este lugar de Las Vueltas cuando me los encontré, y me conoció y
me entregó con el Ejército, acusándome por ser la compañera del
comandante Manolo. Yo andaba un cincho militar y las notas que
él me mandaba, les pedí que quería ir al baño para desecharlas,
porque era un evidencia muy clara. Se reunieron los pobladores de
la comunidad, para pedir que nos dejaran en libertad. Junto a mí,
también habían capturado al presidente de la ADESCO. A mí no
me sabían mi verdadero nombre, solo el seudónimo; los soldados
me llamaban por el seudónimo y yo me negaba y les decía que no
me llamaba así, que mis padres no me habían bautizado con ese
nombre, así les repetía continuamente.
Luego fuimos trasladados para un cerro llamado Plan del Picacho
para pasar la noche ahí junto con ellos. El señor de la ADESCO
llevaba cargando a mi primer hijo, porque si lo llevaban los
soldados le iban a hacer preguntas, porque lo confundían con los
guerrilleros. Al siguiente día, era un catorce de marzo de 1988,
a las seis de la mañana nos trasladaron para la Cuarta Brigada,
dormí una noche en El Paraíso. Al siguiente día me trasladaron
43
para la sede de la Policía de Hacienda, en San Salvador, donde
me interrogaban a todas horas del día y de la noche. Intentaron
quitarme a mis hijos y yo no los soltaba. Yo estaba desgreñada y
sucia, ¡yo me hacía así!, como que estaba loca, para que dejaran
de interrogarme. Llegaban a todas horas y yo pasaba con los dos
niños apercollados. Los niños eran mi defensa. Mis hijos lloraban,
el más grande me pedía que nos fuéramos a ver una tunquita que
teníamos, pidiendo que lo sacara de ahí, que no le gustaba ese
lugar. Yo les decía a los policías que si ellos no tenían hijos, que
si no les dolía el corazón al vernos en la situación que estábamos:
sin ropa, sucios y sin comer. Me negué totalmente de lo que me
acusaban y traté la manera de decir lo mismo todas las veces que
llegaban a interrogarme. Cuando me llamaban por el seudónimo
yo les decía: “Ustedes me han bautizado por ese nombre, yo me
llamo Ernestina Ayala”. Me preguntaban por algunas personas, si
las conocía y si sabía donde operaban. Me dijeron que si quería
trabajar con ellos me iban a dejar en libertad y yo me negaba
porque no sabía nada de eso. Luego, después de cinco días, me
fueron a dejar a la terminal de oriente.
Yo no conocía San Salvador, pero luego tomé el bus para
Chalatenango y como no andaba dinero le dije al motorista que
no tenía dinero, y él me dijo que así me iba a llevar. Todos esos
días pase con mis hijos con la misma ropa, veníamos sucios, sin
peinarme, pidiendo para llegar a Chalate y así mismo a La Laguna,
donde estaban unas religiosas que iban a Las Vueltas y ellas sabían
lo que me había pasado. Llegué al Convento, me dieron posada,
cena y ropa para mis niños y para mí. Regresé nuevamente a Las
Vueltas, a los dos días llegó un compa a hacerme una cita para hablar
conmigo porque pensaban que iba a trabajar a favor del Ejército.
Mi compañero estaba herido, pasamos 7 meses sin comunicación
porque desconfiaban de mí, me tenían en investigación. Cuando
pasó el tiempo y mi compañero se recuperó, llegó de sorpresa,
estuvo como tres días y se fue. Luego de eso nos fuimos a vivir a
Arcatao, en 1988, a finales de diciembre.
En 1990 fui parte de los maestros populares, iniciamos a ensenar lo
poquito que podíamos.
En 1991 murió mi compañero de vida, en ese momento yo estaba
embarazada de mi tercer hijo, tenía seis meses de embarazo.
Tuvimos el tercero porque andábamos buscando a la niña. Fue muy
difícil porque no había terminado la guerra, no teníamos nada, ni
una vivienda, solo el apoyo de los compañeros, y era muy bonito
ese compañerismo, y ahora lo hemos perdido.
45
Años después me enamoré nuevamente de alguien que no me supo
valorar, con quien tuve una hija que me hizo sentir muy contenta y
feliz. Ella nunca supo del amor de su padre, nunca vivió con ella,
nunca la ha abrazado, aunque la reconoció y cuando ha podido ha
colaborado. Pero doy gracias a Dios y a mi misma que he logrado
salir adelante, siempre he superado las dificultades, he sacado a
mis hijos adelante y no considero que son malos hijos, me siento
muy orgullosa de mi misma.
Recuerdo que mi compañero me decía, que mis hijos eran míos
pequeños, pero que cuando estuvieran grandes, iban a ser del
pueblo, y que no fuera a esperar que me pagaran lo que había
hecho por ellos.
Luego fui parte de la Directiva de Mujeres, de la Asociación Comunal
y de otras instituciones como Visión Mundial, y también pertenecí al
Concejo Municipal de Arcatao, de 2006 – 2012.
Soy una mujer que cree, que sí es posible salir adelante sin
tener un hombre al lado, lo digo yo, una mujer que nunca ha
dependido de un hombre.
Hoy, este día quiero decir, que soy una mujer tranquila, serena, pero
si soy bien tratada. La vida me ha enseñado muchas cosas y eso
me hace sentir feliz, liberada, libre, independiente, con autoridad
para tomar decisiones, porque nunca he dependido de nadie.
Desde los 16 años, salí del hogar de mi padres y me he jugado
la vida para poder salir adelante. Tenía 23 años cuando murió mi
compañero, el papá de mis hijos. Por cuestiones de la guerra no
conviví con él mucho tiempo y no cubrió mis necesidades, si
no que la organización. Paso el tiempo, quedando viuda, nunca
he dependido de un hombre, ni siquiera para que me compre
un calzón, o pedir un peso para mis hijos o para mí. Hoy quiero
decirles a las mujeres que están, o viven bajo el patriarcado que
se quiten la venda y que se superen, que las mujeres tenemos
muchas capacidades y tenemos que hacernos valer y decidir por sí
mismas, porque las mujeres somos el motor principal de la familia,
la comunidad y la sociedad, somos buenas administradoras,
educadoras y tenemos muchas capacidades más para poder
sacar una comunidad o un país adelante.
Termino mi historia con este poema, que escribí cuando el
presidente era Tony Saca:
46
Poema,
Ernestina Ayala
Dios bendiga este pueblo
Dios bendice la comunidad
Dios bendice a las mujeres
Que le sirven a la sociedad.
A las compañeras de Arcatao
Ahora quiero saludar
Por el esfuerzo realizado
En nuestra comunidad.
Mujeres no desmayemos
Que la lucha continua
Porque si nosotras nos dejamos
La vida será más dura.
Las mujeres salvadoreñas
Mujeres de esfuerzo y valor
Por ver la liberación.
Las mujeres chalatecas
Debemos reconocer
Que el gobierno que nos rige
Solo nos quiere joder.
Las mujeres de Arcatao
No vamos a desmayar
Hay un pueblo que nos espera
Y una cuenta que entregar.
Ya con esta me despido
Con una condición
Que todas luchemos juntas por una justa razón.
47
Esta pequeña historia que contaré es parte de lo más relevante
en la vida de las mujeres de la familia López, particularmente de:
Magdalena, Rosa, Mirtala y América. Considero que es importante
rescatar la historia en la que nos vimos protagonistas, nuestro papel
en la época de guerra, y después de ella, reconocer que tenemos
capacidad de luchar y defender nuestros derechos.
Magdalena Mejía nació en el cantón Sicahuite, jurisdicción de
Chalatenango el 15 de mayo de 1935, hija de Reyes Alas y de
Manuel Mejía; era la tercera hija de la familia de siete hermanos.
Magdalena vivió desde muy niña tratando de sobrevivir, le tocó
trabajar mucho para llevar el sustento a su familia, aporreando maíz
y maicillo con la única misión de llevar algo a su casa, ya que el
machismo y el alcoholismo de su padre eran los reyes de su casa:
era maltratada junto a su madre y hermana.
Cuando cumplió 18 años la pidió en matrimonio un joven apuesto,
(como dice Magdalena); se casaron y se la llevó a un cantón llamado
Los Naranjos, al Caserillo Los Amates. Allí construyen su casa y la
que sería años después un lugar de risas y de llanto. Dió a luz a
doce hijos: siete hermosas mujeres y cinco hombres. Magdalena
educó a su familia con un mejor tono de voz y con esmero, lo que
ella no pudo hacer en su niñez, quería dárselo a sus hijos e hijas:
LAS MUJERES DE LA
FAMILIA LOPEZ3
MARÍA MAGDALENA MEJÍA (Mamita Nena, la Abuela)
ROSA ABELINA LÓPEZ (Hija y madre de la escritora)
MARIA DEL CARMEN LÓPEZ (Hija)
BLANCA MIRIAN LÓPEZ (Hija)
TERESA DE JESUS LÓPEZ (Hija)
MIRTALA LÓPEZ (Hija)
JUANA MARÍA LÓPEZ (Hija)
ROSA AMÉRICA MENJÍVAR LÓPEZ (nieta, escritora)
Por: Rosa América Menjivar
Digitado por: María Elena Menjivar, hermana.
3
Existe un video documental sobre la familia de estas mujeres, se llama “Los
López”
48
a OVIDIO, ROSA, JUAN PABLO, CARMEN, MIRIAN, TERESA DE
JESUS, MIRTALA, JOSE ANTONIO, CRISTOBAL, MIGUEL ANGEL,
MARIA ELENA y JUANA MARIA.
Magdalena ha pasado tantas cosas que narra a cada momento de
su vida, y lo recuerda como si todo lo que pasó, pasó ayer; un ayer
tan inolvidable, para no vivir un presente, ni un futuro igual.
Desde antes de 1978 comenzó todo: la pobreza, la exclusión, las
hambrunas, las reformas, las elecciones frustradas. Todo, abre
paso a lo que pronto se convertiría en la guerra civil prolongada.
Esto se hizo sentir más fuerte y más terrible para la población.
La iglesia católica perdía sus primeras víctimas, el padre Rutilio
Grande fue masacrado cobardemente en El Paisnal. La defensa
de la población era su delito según los paramilitares salvadoreños.
Monseñor Romero, amigo del Padre Rutilo, se hizo sentir y comenzó
las denuncias públicas de lo que el Ejército hacía con la población
salvadoreña; hablaba de temas tan profundos como la persecución,
masacres, desapariciones de niños y niñas, derramamiento de
sangre, sin ningún temor.
49
El Salvador y cada rinconcito por muy pequeño que fuera, se convertía
en escenario de guerra, donde se luchaba por justicia e igualdad de
condiciones, de derechos, y sobre todo se luchaba por la vida.
La guerra civil se había destapado, habían dos bandos, el Ejército
Nacional donde existían los batallones más peligrosos, entrenados
por la Escuela de las Américas, con sede en Panamá: el Batallón
Atlacatl, el Belloso, el Bracamontes. La Fuerza Armada Salvadoreña,
armada hasta los dientes.
No dejaré de mencionar al más asesino de todos, Roberto
d’Aubuisson, fundador del partido ARENA, quien conformó un
grupo que se denominaban los Escuadrones de la Muerte, estos
eran entrenados para matar, y fueron ellos quienes amenazaron y
masacraron a nuestro obispo mártir Monseñor Romero, por orden
del imperio, quien pagó para callar la voz de la palabra viva de Jesús.
El Ejército nacional tenía en todos los pueblitos de El Salvador
grupos armados, pero se veían más donde se organizó el pueblo y
se involucró con la lucha armada.
El segundo bando era la sociedad salvadoreña que decide
organizarse y surgieron muchos grupos guerrilleros, conformando
así cinco organizaciones: FPL, ERP, RN, PRTC, PCS que pronto
se fusionarían para conformar una sola guerrilla y derrotar al
imperialismo en El Salvador. Surge el FMLN.
El primer hijo de la familia López Mejía fue Ovidio López o como
cariñosamente le decíamos “Carabina”; Este muchacho tenía 24
años cuando decidió involucrarse directamente con la organización
popular, luego fue llamado a formar parte de la UTC, junto a tantos
compañeros y compañeras que lucharían por la dignidad campesina.
Mi tío era un seguidor de Monseñor Romero, ya que él denunciaba la
injusticia social, política y económica que había en El Salvador.
Monseñor Romero hace un llamamiento especial a los hombres del
Ejército y les dice que de nada sirven las reformas si van teñidas
con tanta sangre y pide que se respete el mandamiento de Dios
que dice “no matar”. Él pide en su homilía del 23 de marzo de 1980
que se respete la dignidad humana, ya él había recibido amenazas
de muerte y es así como el 24 de marzo de 1980, martirizan a
nuestro hermano y líder espiritual MONSEÑOR OSCAR ARUNLFO
ROMERO. Él se convierte en la voz del pueblo, que aún después
de su muerte sigue guiando al pueblo salvadoreño. Seguimos esa
voz que grita en el desierto de los afligidos de corazón, en los pies
descalzos, en el campesino que se levanta antes del alba con su
machete, forjando un camino mejor.
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Hijas de la rebeldía y sus huellas

  • 1.
  • 2. HIJAS DE LA REBELDÍA Y SUS HUELLAS
  • 3. Primera Edición, 2016 Editorial Universidad Don Bosco Compiladora: Mercedes del Carmen Cañas Diseño e ilustración: Alejandro Hernández Andrea Padilla © Primera Edición, Editorial Universidad Don Bosco Apartado Postal 1874, San Salvador, El Salvador Tel:(503) 2251-8200 Ext. 1713/1762 editorial@udb.edu.sv - www.udb.edu.sv/editorial/ Impreso en Imprenta Ricaldone Santa Tecla Hecho el depósito que marca la ley Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, electrónico o mecánico sin la autorización de la Editorial. 323.34 H639 Hijas de la rebeldía y sus huellas / compilación Mercedes del Carmen Cañas : ilustración Alejandro Hernández — 1ª ed.— San Salvador, El Salv. : Editorial Universidad Don Bosco, 2016. 140 p. ; 22 cm. ISBN 978-99923-50-76-8 1. Derechos de la mujer. 2. Mujeres-Cuestiones sociales y morales. 3. Mujeres-Relatos personales. I. Cañas, Mercedes del Carmen, comp. II. Título. BINA / jmh
  • 4. Índice Historia de una mujer valiente, capaz y luchadora Autobiografía de Ernestina Ayala ..................................... Prólogo ........................................................................... 5 17 39 47 63 75 79 85 93 99 109 Mamá Chinda ........................................................... Nuestra Diputada ................................................... Entre la oscuridad... la esperanza .......................................................... La única alcaldesa de Chalatenango ..................... Chayito la mujer avispada de Ellacuría .................. Yo, una niña repobladora Autobiografía de Ana Daisy Rivera Portillo ...................... Quiero que esta historia quede ........................................ Las Mujeres De La Familia Lopez .................................... Sin fronteras: La vida de Rhina Guadalupe Rivera
  • 5. Información Adicional 117 123 133 135 136 138 Glosario ................................................................. Acrónimos ............................................................. Línea de tiempo ..................................................... Fotografías ............................................................ ¡Los obstáculos se vencen sin tener que depender de un hombre! Historia de Juanita ............................................................ Vos tomando y yo participando… ¿ A ver quién se cansa primero? Admiración incansable de Juana Morales a Rosa María Navarro ......................................................
  • 6. 5 Hijas de la Rebeldía y sus Huellas contiene doce relatos biográficos escritos por 13 lideresas del movimiento social y de mujeres rurales de Chalatenango. Cuatro de los relatos son autobiográficos y los otros recogen la trayectoria de mujeres, a las que las autoras admiran y reconocen. Las protagonistas de los relatos viven también en Chalatenango, aunque dos de ellas son originarias de Cabañas. El libro surgió como parte de un proceso formativo de profundización en “Derechos de las Mujeres” para lideresas municipales, impulsado por la alianza de tres organizaciones: CORDES, CCR y SOLIDAR Suiza. Transversalmente al proceso formativo, el curso promovía entre las participantes, la valorización de la lectoescritura y el desarrollo de capacidades para la misma. Los ejercicios que fueron realizando dejaban al descubierto, por un lado, el gusto por escribir de muchas y por el otro, el valor socio político e histórico de sus relatos, dado que todas las participantes son “actoras reales”1 , sujetas políticas activas y responsables, en lo que las ciencias históricas llaman “historia del tiempo presente”2 . Así, fue desarrollándose la idea de hacer un libro de historias de mujeres chalatecas. Era hasta cierto punto una consecuencia lógica del curso, dado que el mismo acto de escribir, y la posibilidad de publicar, se constituía en ejercicio de un derecho negado sistemáticamente para las mujeres, especialmente para mujeres 1 Categoría de la Historia política crítica que contrapone la historia hecha desde actores reales, “desde abajo”, por comunidades subalternas, a la hecha desde vencedores, héroes y grupos hegemónicos y “letrados”. 2 Entendido por la historiografía como un período de tiempo que se centra en lo que se denomina “expectativa de vida humana” (50,60,70,80,90 años), según las regiones. Es un tiempo que se caracteriza por la presencia de testigos vivos. Por: Mercedes Cañas Prólogo Historia y Sororidad Origen del Libro
  • 7. 6 pobres de origen campesino, en un país que a pesar de ser tan pequeño, escribe mayoritariamente desde la capital y desde voces masculinas y urbanas. El curso fue terminado por 18 mujeres, todas fueron invitadas a participar en el proyecto, pero solo 13 de ellas asumieron el reto de escribir. Todos los relatos desarrollados han sido incluidos. Muchos de ellos fueron escritos a mano porque las mujeres no tienen, ni utilizan computadoras y fueron digitadas por sus hijas, hermanas o amigas, el libro por más de una razón, es en realidad como una de esas colchas de retazos o parches, hecho a mano entre mujeres. En términos de contenido, cada relato pasó por un proceso de auto correcciones y valoraciones; donde cada autora y/o las protagonistas revisaron lo que querían publicar. En términos de forma, fue mi trabajo revisarles los textos, facilitándoles observaciones referidas especialmente a digresiones o repeticiones y también inconsistencias relativas a fechas o datos de hechos ya investigados. Algunas autoras por tanto tuvieron que consultar fuentes bibliográficas u orales. Este trabajo de revisión tuvo fundamentalmente el objetivo de cuidar que el texto correspondiera a lo que ellas querían comunicar, por lo que la pregunta: ¿Qué quisiste decir en esta oración o párrafo? fue la clave para terminar los textos. De su respuesta, ellas o las dos juntas, procedimos a hacer los cambios necesarios. Todo el proceso se llevo a cabo en tres o cuatro sesiones de revisión por relato. En los casos en que no son autobiografías, las escritoras leyeron o dieron a leer los relatos a las protagonistas, a fin de que ellas los autorizaran y/o corrigieran, cada escritora tiene la autorización por escrito de su protagonista, así como el permiso para usar sus fotografías. Género o carácter del libro. La decisión de las participantes era escribir historias significativas de mujeres, historias que las mujeres deberíamos conocer para fortalecernos en la búsqueda del ejercicio pleno de nuestros derechos. Sin embargo, es claro en los relatos, que las trayectorias individuales de las protagonistas, comparten acontecimientos muy marcados que los polarizan en términos de un antes y un después de la guerra. Las protagonistas comparten la Historia reciente, esto las hace ser portadoras de una “Memoria Colectiva”3 , el hecho 3 La que está vinculada y anclada a un grupo concreto, que comparte espacio y tiempo. En este caso mujeres de familias campesinas de El Salvador, en las décadas de los setenta a los noventa. María Carmen García Nieto –Paris; “Historia del tiempo presente en El Salvador y memoria oral”, en http://www.uca.edu.sv/revistarealidad/archivo/4de503320681chistoriad eltiempo.pdf
  • 8. 7 de compartir un tiempo, un espacio y especialmente la condición subordinada de género, hace que la colección de relatos cobre una relevancia importante en términos de la historia del tiempo presente de El Salvador, desde los años setenta hasta el 2015 y de las distintas relaciones de poder en la estructura social antes, durante y después de la guerra. El libro se integra al género literario testimonial, como relatos o reconstrucción de hechos reales, que se caracterizan por “una particular forma de lenguaje, vinculada a la producción social de la verdad, la memoria y la justicia”4 , así lo expresa textualmente Helia5 en el primer relato: “no puede ser que solo contemos los cuentos, sino dejar algo de nuestra historia, como es un museo, las exhumaciones de nuestros familiares, un libro; ya que nosotras nos vamos a morir y algo tenemos que dejar a las nuevas generaciones, paraqueloquenosotrasvivimosnoserepita,queotrasgeneraciones no lo vivan.” Se inscribe en la llamada nueva narrativa, surgida de las nuevas sujetas sociales. Los relatos se refieren en su totalidad a protagonistas que han sido testigas y víctimas de distintas formas de violencias, porque “ellas estuvieron allí”: En medio del genocidio… “Desde el momento que el mortero cayó, hiriendo a Chayo, el niño ya no quiso comer, cuando los Médicos sin Fronteras quisieron ayudarle en algo, ya fue imposible, la onda expansiva lo había deshecho por dentro. Esto fue el 18 de marzo de 1981, en la masacre conocida como la Masacre del Río Lempa.” Juventina6 la tortura: “Al siguiente día me trasladaron para la sede de la Policía de Hacienda, en San Salvador, donde me interrogaban a todas horas del día y de la noche, intentaron quitarme a mis hijos y yo no los soltaba, yo estaba desgreñada y sucia, yo me hacía así, como que estaba loca, para que dejaran de interrogarme. Llegaban a todas horas y yo pasaba con los dos niños apercollados. Los niños eran mi defensa. Mis hijos lloraban, el más grande me pedía que nos fuéramos a ver una tunquita que teníamos, pidiendo que los sacara de ahí que no le gustaba ese lugar. Yo les decía a los policías 4 García Victoria; “Testimonio literario latinoamericano. Una reconsideración histórica del género”, en http://www.filo.uba.ar/contenidos/carreras/letras/exlibris/archivo/1/investigacion/ investigacion10.pdf 5 Rivera Castillo, María Helia; “Quiero que esta historia Quede”, pág. 17 6 Ramírez, María Juventina; “Chayito la mujer avispada de Ellacuría”, pág. 79
  • 9. 8 que si ellos no tenían hijos, que si no les dolía el corazón al vernos en la situación que estábamos, sin ropa, sucios y sin comer.” Ernestina7 la deshumanización y lo absurdo de la guerra: “Dominga llorando les suplicaba que no les hicieran nada a los hijos, que la mataran a ella, si era lo que querían, pero que les perdonaran la vida a sus hijos/as. Al ver la angustia, le dieron una oportunidad, le perdonarían la vida a ella y a sus hijos/as con la condición que se comiera 80 chiles chiltepes, de los que sembraban las familias en ese Cantón. Según contaba Dominga, ella sintió los primeros chiles, los otros ya no los sintió porque la boca ya la tenía dormida…” Doris8 pero también de la pobreza: “María Rosa trabajaba para ayudar con la alimentación y la medicina de su padre. Como era una niña, solo le pagaban un cuarto de lo que a la mamá le pagaban. Hasta cuando cumplió 10 años le pagaron igual que a la mamá. Cuando iba a la escuela se sentía mal porque sus amigas siempre llevaban dinero a la escuela, se compraban lo que ellas querían.” Juana9 y la violencia de género: “Cuando ella descubrió al papá de la segunda bebe con su prima, ella estaba cargando a la bebe de 5 meses de edad. Ella le reclamó y él fue capaz de decirle, que si no se callaba iba a explotar la granada que cargaba, ella le dijo: - Hazlo, mejor, porque acá nos moriremos los tres y nos vamos al mismo hoyo.” Rubia10 Los relatos dan cuenta del dolor en sus vidas, no lo niegan, ellas no son las heroínas vencedoras que celebran, nos ponen el frente del crimen de la guerra y de la guerra como crimen11 : “Después de la guinda, de la cual salimos a los 22 días, estábamos enfermas, con paludismo. Y yo me sentía como las gallinas sin los pollitos, sola, sin el niño. Estos niños nacieron y murieron, y no fueron asentados en ninguna alcaldía, vinieron al mundo, pero no existe ningún registro de ellos.” Helia12 7 Ayala, Ernestina; “Historia de una mujer valiente, capaz y luchadora”, pág. 39 8 Orellana, Doris Isabel; “Sin fronteras, la vida de Rhina Guadalupe Rivera”, pág.109 9 Morales, Juana; “Vos tomando y yo participando, a ver quien se cansa primero”, pág. 123 10 Guardado Rubia; “Los obstáculos se vencen sin tener que depender de un hombre”, pág. 117 11 Parafraseando a Grosser, Alfred; “El crimen y la memoria”, Editorial el Ateneo, Buenos Aires, 2010. 12 Rivera Castillo, María Helia; “Quiero que esta historia Quede”, pág.
  • 10. 9 “A mi mamá se le rompió el corazón, lloró y resguardó su amor para aquel pequeño y humilde niño que le había dicho que celebraríamos la paz. Al poco tiempo después, para confirmar, le llego una rosa y una carta de homenaje a ese guerrillerito que fue hasta jefe de escuadra, a sus escasos 15 años de edad.” América13 Peroaunquesusvidasestánmarcadasporlaguerra,sustrayectorias dan cuenta de su inmensa capacidad de resiliencia, entendida como “la capacidad del ser humano [y las seres humanas] para hacer frente a las adversidades de la vida, aprender de ellas, superarlas e inclusive, ser transformados [y transformadas] por estas”14 y de los recursos como la organización o la amistad, que las protagonistas han utilizado para salir adelante. Como podrán leer, todas las protagonistas son lideresas de distinto nivel, pero sobre todo son dueñas de sus vidas: “Un día que los soldados incursionaron en el municipio de Arcatao, nos organizamos las lideresas y líderes de las comunidades del nororiente de Chalatenango para ir a sacarlos de la zona, porque no los queríamos dentro de nuestras comunidades: ¡Afuera, Afuera!, les gritábamos, ¡No queremos asesinos de nuestro pueblo, en las comunidades!” Rosario15 “Yo tengo muchos años, y mi vida no es para cuidar la casa, sino para participar en la organización comunitaria. Dinero no tengo, pero tengo muchas amistades y amigas que las quiero como mi familia y algunas de ellas me cuidan mucho.” Helia16 “…para ella no ha sido fácil vivir una vida pública, ha tenido obstáculos como la competencia de hombres de su mismo partido, que quisieron obstaculizar el proceso de elección interna y la desacreditación que sufrió por mujeres y hombres que no creían en su capacidad, pero a pesar de todo, ha demostrado su valentía y es ejemplo que inspira a otras mujeres para continuarla la lucha en la defensa de los derechos de ellas mismas y en particular, como interés estratégico, el derecho a la participación política.” Miriam y Reyna17 13 Menjivar, Rosa América; “Las Mujeres de la familia López”, pág. 47 14 Grotberg, Edith Henderson; “Una guía para promover la resiliencia en la niñez: Fortaleciendo el espíritu humano”, La Haya, The Bernard Van Leer Foundation, 1995, citado por Salvador Sanchéz, Lydia , “Resiliencia en violencia de género. Un nuevo enfoque para los/las profesionales sanitarios/as” en https://revistas.uam.es/revIUEM/article/view/416 15 Alvarenga, Rosario; “Nuestra Diputada”, pág. 85 16 Rivera Castillo, María Helia; “Quiero que esta historia Quede”, pág. 17 17 López, Rosa Miriam y Torres, Reyna Margoth; “La única alcaldesa de Chalatenango”, pág. 99
  • 11. 10 “Hoy, este día quiero decir, que soy una mujer tranquila, serena, pero si soy bien tratada. La vida me ha enseñado muchas cosas y eso me hace sentir feliz, liberada, libre, independiente, con autoridad para tomar decisiones, porque nunca he dependido de nadie, desde los 16 años, salí del hogar de mi padres y me he jugado la vida para poder salir adelante.” Ernestina18 Los relatos están escritos desde la dignidad y la afirmación como sujetas de la historia personal y colectiva, o desde la admiración, que llega a ser “incansable”, como dice Juana en su relato, por mujeres que desde la adversidad y el trauma, se han constituido en seres humanas consientes de su fortaleza y responsabilidad para el goce de sus derechos individuales y colectivos. Más allá del Testimonio Después de leer los doce relatos juntos, debo rendir homenaje, felicitar y agradecer a las escritoras y protagonistas por lo valerosas mujeres que son. Pienso que ellas tienen clara la respuesta a esta pregunta que yo sigo reflexionando: “De todo lo pasado, Cuánto queda, cuánto sirve y para qué”19 y estoy segura que con más mujeres como ellas, no nos seguirán robando la historia.20 Por otro lado, tras su lectura he sistematizado ocho elementos/ reflexiones que constituyen en mi opinión, aportes del libro que trascienden al testimonio individual y que comparto para finalizar este prólogo: I. Si bien la colección de relatos no tiene ninguna aspiración científica, esto no niega el posible aporte para las ciencias sociales y para los movimientos sociales. Claro que pueden ser valorados desde parámetros cualitativos, por quienes valoren la “subjetividad” como experiencia humana fundamental de las sujetas sociales y no para academicistas objetivos y positivistas; por quienes tengan interés en escuchar y comprender la pluralidad de voces y de sensibilidades en la interpretación de la realidad e historia, y para quienes estén abiertos a la alteridad cultural y no sólo a la cultura dominante y hegemónica. Las escritoras no son ninguna muestra construida desde un diseño metodológico, pero juntas son parte de un colectivo 18 Ayala, Ernestina; “Historia de una mujer valiente, capaz y luchadora”, pág. 39 19 Miguel Bosé, letra de la canción “Libre ya de amores”, Álbum “Amo”. 20 Apoyándome en la letra de la Canción “Historia Robada”, escrita por Ana Castro: “Rendimos tributo a todas. Valerosas mujeres, de una historia robada y que no debe volver a repetirse Jamás”.
  • 12. 11 social, y sus trayectorias personales y colectivas describen procesos, fenómenos, conflictos, dinámicas sociales que bien haríamos en estudiar y comprender quienes buscamos la emancipación social y la erradicación de todas las formas de violencia y explotación de las que ellas dan cuenta en sus relatos biográficos. II. Los relatos dan cuenta de la dimensión política del género en la historia. A través de estos relatos se puede observar la posición y condición social de mujeres y hombres, observar las jerarquías, las asimetrías, los diversos métodos de dominación y control, pero también de resistencia, rebeldía, insubordinación y procesos de emancipación que las mujeres están impulsando. La renovación actual de la historia, especialmente en sus aspectos políticos, está poniendo de manifiesto que siguen ausentes las experiencias específicas de las mujeres en relación con el poder. El poder en estas historias se hace transparente, tanto el “gran poder hegemónico”, como los otros poderes que diciéndose contrarios al otro, se rigen bajo las mismas reglas de la física y lógica del poder y su reproducción. Me refiero concretamente al poder patriarcal, que se manifiesta en los textos, por ejemplo, durante la guerra, ejercido por integrantes de uno y otro bando en conflicto, lo mismo leemos acerca de hombres del ejército violando mujeres de la población civil, como a guerrilleros maltratando a sus compañeras de vida y de lucha. III. El libro valoriza y visibiliza los aportes de las mujeres en la historia y construcción de la vida social en el país. Los textos pueden ser considerados como un acto de afirmación política de sujetas políticas que defienden su derecho a expresarse sin intermediarios o representantes. Los personajes o actoras reales son tradicionalmente invisibilizadas en la historia, subsumidas en categorías como: “el pueblo”, “fuerzas sociales”, “fuerzas beligerantes”, “la derecha e izquierda”, “los sujetos políticos”; quedan sin poder distinguirse la participación de actoras como las de estos relatos. Los textos aportan riqueza discursiva para la interpretación y análisis de un período de la historia nacional; son historias dentro de una historia más grande. Los relatos se complementan mutuamente para aportar a la comprensión de una parte de la historia que menos se conoce, la de las mujeres, complejizando y enriqueciendo la historia, con múltiples historias. Aunque esta es una tarea iniciada desde los noventas por varias pioneras para el
  • 13. 12 caso de El Salvador21 , una característica relevante de este libro es que son relatos escritos “desde abajo”, por sujetas subalternas por razón de su género y condición económica y social y no desde investigadoras e investigadores externos provenientes de la academia o las ONG´s, que entrevistamos a mujeres vistas como “informantes”. Tenemos en nuestras manos los textos escritos por ellas mismas, visibilizando sin querer probar ninguna hipótesis, su experiencia, las contradicciones que afrontaron, las fuerzas con que se opusieron y a quienes se unieron. Es por tanto un texto que aporta a la historia política reciente de El Salvador, transparentando la dinámica interna y externa del fenómeno político, particularmente su dimensión cultural. IV. Brinda un aporte socio “pedagógico” con discursos de resiliencia que describen trayectorias de vida que pasando por el dolor, se han convertido en sujetas de su propia historia, realizan actividades de relevancia social y están construyendo junto a otras y otros un presente individual y colectivo mejor. Ellas, como tantas sobrevivientes de otras atrocidades, demuestran al mundo y a las mujeres, que se puede pasar por el horror personal y social y con apoyos sociales y responsabilidad personal rescatar la autoestima, sanar el espíritu y continuar con esperanza y dignidad, la construcción de comunidades donde los derechos de todas las personas se respeten íntegramente. V. El libro da pistas de fenómenos que todavía no han sido estudiados suficientemente y comprendidos en El Salvador, como el involucramiento de niños y niñas en la guerra y su impacto, las relaciones de género y la violencia entre la guerrillayconlapoblacióncivil,lacontinuidaddelossistemas de opresión, el patriarcado en dinámicas de “revolución” y cambio social, factores de resiliencia y capacidad de acción entre la población salvadoreña y particularmente entre las mujeres, las redes, estructuras y sistemas de relaciones que se instalaron y están instaladas, o las rupturas psico sociales que las mujeres han enfrentado. VI. Los relatos descubren las múltiples violencias instaladas históricamente en El Salvador, dando la oportunidad de reconocerlas, y desde su comprensión, avanzar en reales y 21 Entre ellos destaco el escrito por: Vázquez, Norma; Ibáñez, Cristina; Murguialday, Clara. Mujeres - montaña. Vivencias de guerrilleras y colaboradoras del FMLN. Madrid, España: Asociación de Mujeres por La Dignidad y La Vida. Las Dignas, 1996. 286p.
  • 14. 13 profundos planes que las erradiquen en el país que ocupa el cuarto lugar entre los más violentos de América Latina y el primero en Centro América22 . VII. Los relatos nos colocan ante la necesidad de recordar, de no olvidar, de tomar responsabilidad ante la memoria de la cual son una manifestación. Revelan para todas y todos, pero especialmente para quienes han ordenado o sugieren dar vuelta a la página y olvidar el pasado, que esto, no es una opción posible para quienes fueron testigos del horror. La memoria de sobrevivientes, damnificados y testigos de la barbarie es larga, constante, espesa. Espera, constantemente y aparece impregnando el presente, paciente o impacientemente, saludable o con muchas lesiones, desde el sentimiento de la derrota o de la dignidad del sobreviviente que como las protagonistas de los relatos dan sentido a sus vidas intentando contribuir a mejorar en el presente lo que estuvo mal en el pasado. Los relatos de este libro, son otros tantos ladrillos para edificar la memoria histórica de este país. Son también el ejercicio del derecho a la memoria de estas mujeres y sus comunidades de proveniencia. Se encuentran en el mismo, otros registros de casos emblemáticos que ya incluso, han tenido sentencia internacional de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, como el caso de las hermanitas Serrano23 , que poco conoce la sociedad salvadoreña y deja al Estado su seguimiento, y solas a las víctimas organizadas24 para exigir y denunciar el efectivo y total cumplimiento de la sentencia, especialmente el numeral 6 de los Puntos Resolutivos que establece que: “El Estado debe, en un plazo razonable, investigar efectivamente los hechos denunciados en el presente caso, identificar y sancionar a los responsables y efectuar una búsqueda seria 22 Según el Global Peace Index, IGP 2015, del Instituto de Economía y Paz. 23 “La Comisión Interamericana expuso en su demanda que a partir del 2 de junio de 1982 se dio la supuesta “captura, secuestro y desaparición forzada de las entonces niñas Ernestina y Erlinda Serrano Cruz” (en adelante “Ernestina y Erlinda Serrano Cruz”, “Ernestina y Erlinda”, “las hermanas Serrano Cruz” o “las presuntas víctimas”), quienes tenían “7 y 3 años de edad, respectivamente[, … cuando] fueron [supuestamente] capturadas […] por militares integrantes del Batallón Atlacatl del Ejército salvadoreño durante un operativo” militar conocido como “Operación Limpieza” o “la guinda de mayo”, el cual se llevó a cabo, entre otros, en el Municipio de San Antonio de La Cruz, departamento de Chalatenango, desde el 27 de mayo hasta el 9 de junio de 1982. En dicho operativo supuestamente “participaron unos catorce mil militares”, Corte Interamericana de Derechos Humanos; “Caso de las Hermanas Serrano Cruz vrs. El Salvador”, Costa Rica, 2005, pág. 2, introducción de la causa en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_120_esp.pdf 24 Me refiero a la Asociación Pro Búsqueda y otras organizaciones defensoras de Derechos Humanos.
  • 15. 14 de las víctimas, eliminar todos los obstáculos y mecanismos de hecho y derecho que impidan el cumplimiento de dichas obligaciones en el presente caso, de modo que utilice todas las medidas a su alcance, ya sea por medio del proceso penal o mediante la adopción de otras medidas idóneas, y debe divulgar públicamente el resultado del proceso penal…”25 La “Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz” que estableció en marzo de 1993 el perdón y olvido, no hasidoderogada.Dichaleyensuartículo1dicetextualmente: “Se concede amnistía amplia, absoluta e incondicional a favor de todas las personas que en cualquier forma hayan participado en la comisión de delitos políticos comunes conexos con estos y en delitos comunes… ” y en el artículo 2 establece “…. Sin que para ello se tome en consideración, militancia, filiación o ideología política.”. Los crímenes de los cuales las autoras de este libro nos hablan, y que seguramente nos estremecerán el alma, nos deben también hacer reflexionar acerca de que fueron absoluta e incondicionalmente perdonados y preguntarnos si los crímenes de ahora, no tienen nada que ver con los de ayer, y como se imbrican y conectan. Estos relatos descubren, otra vez, la necesidad de la sociedad salvadoreña, como totalidad, de enfrentar el pasado, para sanarlo. Si bien la sociedad civil ha realizado esfuerzos (como la construcción del “Monumento a la Memoria y la Verdad” yotros en los lugares en que ocurrieron masacres, la búsqueda de niñez desaparecida impulsada por la asociación Pro Búsqueda, el desarrollo de procesos de salud mental con víctimas y sobrevivientes, los actos populares de recuerdo que se desarrollan en todo el territorio nacional, la publicación de libros e investigaciones históricas, entre otros), no se ha podido observar que las fuerzas políticas beligerantes durante y después de la guerra, las que lideraron sendos ejércitos y luego tuvieron exclusivamente en sus manos la negociación de la “paz”, hagan o promuevan un acercamiento al pasado desde la verdad y la justicia. La vigencia irrestricta de la ley de amnistía, el incumplimiento hasta ahora de la totalidad de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso de las Hermanas Serrano y de la del 12 de octubre del 2012 25 Corte Interamericana de Derechos Humanos; “Caso de las Hermanas Serrano Cruz vrs. El Salvador”, Costa Rica, 2005, pág. 107, en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/ seriec_120_esp.pdf
  • 16. 15 para el caso de la masacre del Mozote26 , la respuesta mayoritariamente represiva ante el problema de la violencia, (al menos en términos de inversión financiera), el mantenimiento de la estética militar y de guerra en los actos políticos más importantes (como los triunfales cañonazos y desfiles de tanques), o el hecho de que la Tercera Brigada de Infantería siga llamándose “Domingo Monterrosa”, (nombre de uno de los responsables de la masacre del Mozote), son solo algunos ejemplos de que el pasado no ha sido enfrentado, revisado, evaluado y aprendido sus lecciones, por parte de las fuerzas políticas hegemónicas y de que la reparación psicosocial sigue estando pendiente. Estos relatos nos hacen conciencia de la responsabilidad social y política frente a las víctimas y sus familias. Sin consideración de militancia, filiación o ideología política, estas familias siguen esperando justicia. La participación de la sociedad civil para exigir rendición de cuentas y el cumplimiento de las sentencias que responsabilizan al Estado de graves violaciones a los Derechos Humanos, es una tarea a la que este tipo de lecturas nos apremia, hablándonos directamente al corazón. VIII. Por último, interpreto el libro como un acto individual y colectivo de sororidad. La sororidad que en la cotidianidad puede interpretarse como la relación de paridad y solidaridad entre las mujeres, la que hace decir a Marcela Lagarde: “Qué sería de las mujeres sin el aliento y el apoyo en situaciones de crisis que son tantas. No habríamos sobrevivido a los avatares de la vida sin otras mujeres conocidas y desconocidas, próximas o distantes en el tiempo y en la tierra… Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor,a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas. ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?”27 Pero que es también un encuentro político, un pacto político entre pares, entendido desde la perspectiva de la misma autora: 26 “El Estado debe asegurar que la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz no vuelva a representar un obstáculo para la investigación de los hechos materia del presente caso ni para la identificación, juzgamiento y eventual sanción de los responsables de los mismos y de otras graves violaciones de derechos humanos similares acontecidas durante el conflicto armado en El Salvador, de conformidad con lo establecido en el párrafo 318 de la presente Sentencia.”en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_252_esp.pdf 27 Lagarde y de los Ríos, Marcela; “Pacto entre mujeres Sororidad”, en http://www. asociacionag.org.ar/pdfaportes/25/09.pdf
  • 17. 16 “Desde hace tiempo, las mujeres ya no sólo nos apoyamos a vivir en una sintonía subterránea de género. Hemos ido pactando y nuestros pactos han tenido lenguaje. No es una casualidad que las mujeres hagamos pactos cuando nos encontramos en lo público y ahí están el lenguaje y las maneras de relacionarse para lograr el acuerdo de intervenir, proponer, impulsar o ejecutar tantas cosas. Pacto, agenda y ciudadanía van de la mano. Tienen sus antecedentes en el apoyo solidario directo, privado, tantas veces clandestino y subversivo entre una y otra… La sororidad emerge como alternativa a la política que impide a las mujeres la identificación positiva de género, el reconocimiento, la agregación en sintonía y la alianza… A través del tiempo se ha gestado en el feminismo una dimensión de la política que busca la confluencia y la sintonía entre las mujeres. Se trata de la sororidad, la alianza feminista entre las mujeres para cambiar la vida y el mundo con un sentido justo y libertario.”28 Sí, el libro es un acto privado y cálido de reconocimiento de otras mujeres, como seres valiosas de las que tenemos mucho que aprender, pero también es un esfuerzo político por ofrecer a otras mujeres, pistas/claves que las hagan enfrentar el patriarcado, saberse dueñas y sujetas de su vida, no repetir sus errores, saber que se puede cambiar la vida a pesar de haber pasado por experiencias aterradoras, que la opresión y la violencia patriarcal no son un destino, ni una condición natural para las mujeres. San Salvador, diciembre 2015 28 Ibíd.
  • 18. 17 Quiero que esta historia quede Por: María Helia Rivera Castillo Soy descendiente de la niña llamada Ixchel sobreviviente de la guerra de 1537 por los invasores, de España, soy de un pueblo Lenca fronterizo con los municipios de Guarita, La Virtud, departamento de Lempira, Honduras. Soy de Arcatao, departamento de Chalatenango, El Salvador. Arcatao proviene de las voces: Arca que significa culebra, serpiente, y Tao que significa: casa, mansión; se interpreta como la casa de la serpiente, en idioma potón. Arcatao se fundó en la época precolombina en la sierra de los conejos, el cerro de Eramón (Era: sierra, Mon: conejo) sus habitantes tomaron parte en la sublevación Lenca de 1537, abandonaron el cerro a finales de siglo XVIII y se ubicaron en el pasaje Tarquín antes de 1723, según la historia encontrada en documentos que fueron arrasados por un incendio. Yo, María Helia Rivera Castillo, fui nacida el 6 de agosto de 1957, en el cantón El Sitio, caserío Los Riveras, municipio de Arcatao, departamentodeChalatenango,ElSalvador.Estudiéhastasegundo grado en la escuela del cantón Patamera, municipio de Nombre de Jesús. Del tercer grado solo estudie 3 meses, en Arcatao, donde todavía no se había construido el centro escolar, en mi tiempo lo estaban construyendo, yo puse las primeras piedras para la construcción y no seguí estudiando por la situación económica, porque mis padres eran de escasos recursos, apenas tenían para sobrevivir. En este caserío se vivía en extrema pobreza, no había ningún servicio de luz eléctrica, ni agua potable, ni letrinas. En mi niñez, a la edad
  • 19. 18 de 5 años no conocía los zapatos, cuando logré conocer un par de botas que traía un costeño de Honduras, les tenía miedo. A mí me compraron el primer par de zapatos de hule a los diez años de edad. Mi mamá era alfarera, hacia las ollas y los comales de barro para el gasto, hacia petates para la venta, para comprar el dulce de panela, para el café, la cal y la sal. Mi papá hacia la milpa, pero casi no cosechaba por que las tierras estaban muy cansadas; y los cultivos se los comía el gusano, y no había tierras para trabajar de la agricultura, no se producía lo suficiente; los granos básicos solo alcanzaban para el sustento diario. Las familias vivíamos de los cortes de café, cada año, todos los noviembres, salíamos en grupos grandes hasta de 20 personas, para cuidarnos entre un@s y otr@s. Íbamos por la zona de Santa Tecla, a las fincas: las Peñitas, Zacasil, el Rosario Rana, la finca Los Ángeles, en las cumbres de Jayaque. Los fines de semana bajábamos a Santa Tecla para disfrutar del parque, y dormíamos en la calle, bajo la ceiba de la Colonia Las Delicia. Trabajábamos pero al mismo tiempo nos divertíamos, era sano, no había delincuencia como hoy, pasábamos hasta un mes en una finca para ganar unos colones para comprar la ropa y los zapatos del año. En 1975 con mi familia pertenecimos a las comunidades de base, formados a través de la biblia, con las lecturas de Moisés cuando sacó al pueblo de Egipto, de la esclavitud. Escuchando las homilías del Padre Marío Bernal, del Padre Rutilio Grande y después las de Monseñor Romero, a través de la radio, en la Voz Panamericana. Luego después formamos en el caserío Los Riveras, una directiva de base de la Unión de Trabajadores del Campo, UTC. Iniciaba el movimiento social en estos años, comenzábamos a demandar nuestras necesidades por medio de manifestaciones, concentraciones en San Salvador y en algunas zonas como Portillo del Norte, Las Vueltas, Cancasque. Demandábamos las tierras para trabajar, que se diera una mejor atención en la salud y en los centros escolares. Pero el ejército empezó a reprimir las primeras manifestaciones, como la del 30 de julio de 1975 en San Salvador, en la que fueron masacrados los estudiantes de la Universidad de El Salvador. Ese mismo año, en octubre del 75 fuimos a la primera marcha a San Salvador, para repudiar la masacre de los estudiantes universitarios. Yo pensaba que íbamos a cantar alabanzas de la iglesia, y cuando llegué escuche consignas como: “Orejas, escuchen, el pueblo está en la lucha” y yo decía, ¡Dios mío, ¿en qué me he metido?! Todo nos dió empuje para seguir más fuertes en la organización, empezamos a unirnos en las comunidades. La persecución en un inició fue selectiva, hacia los dirigentes de las organizaciones campesinas.
  • 20. 19
  • 21. 20 Nosotras vivíamos cerca del puesto militar de Patamera, que había quedado allí después de la guerra de 1969 (entre Honduras y El Salvador). Fuimos los primeros en sufrir la persecución por parte del puesto militar del municipio de Sensuntepeque. En Patamera, municipio de Nombre de Jesús, el teniente con sus militares, hacía patrullajes en nuestro caserío. Nos cateaba las casas, buscando a mi papá y a un tío; cuando no los encontraron, dijeron que nos iban a llevar a nosotras, las mujeres. Nos sacaron a empujones y nos dijeron los soldados: “No sabemos qué quiere hacer mi teniente con ustedes, pero nos manda a traerlas”. Éramos 4 familias. Como a las 10 de la noche nos llevaron a mí, mi mamá y a otra señora que dormía con nosotras. A a las niñas y niños los dejaron bajo un amate. Ahí nos amenazaban. A mi me rodearon los soldados preguntandome de quién era yo mujer, y les dije que no tenía marido, que estaba soltera. Entonces el teniente me mando a cuidar a Tomasa L., que había abortado gemelos y estaba solita y las dos nos quedamos en la cama. Nosotras temblábamos de miedo por las otras mujeres y los niños y niñas bajo el amate. Las tomaba del pelo y les ponía cigarros prendidos en la cara, diciéndoles que gritaran: ¡Que Viva ORDEN! Después de eso, el teniente llegó donde yo estaba cuidando a Tomasa, me dijo que saliera afuera, y me sentó a la par de él, en un banco de madera. Me preguntaba qué estaba pasando en este lugar, y yo le dije que no sabía, porque no había estado aquí, que estaba trabajando en San Salvador. Y él me amenazaba, me tomaba la mano y la pasaba por sus testículos, yo le decía que mejor me matara, que no me fuera a hacer otra cosa. Me ponía un corvo en el cuello amenazándome. Al final me dijo que se iba a buscar más gente al caserío El Sitio y regresaría más noche. Regresó a las cuatro de la mañana y nos reunió nuevamente a todas las mujeres, nos amenazaba diciendo que si ellos querían, ya nos tiraban una bomba y nos mataban a todas, y diciendo que las personas adultas que estaban ahí, no pensaban lo que nos esperaba a nosotras las jóvenes. Después nos dijeron que fuéramos al cantón Patamera, a la Comandancia, para ir arreglar las cosas, que ya no iba pasar nada. Nos fuimos como a las 8 de la mañana y llegamos a la Comandancia, el teniente estaba dormido todavía. Un soldado lo despertó y dijo que iba pasar una por una, y mando a llamar primero a Luisa R., quien estaba embarazada de 3 meses. Tardó mucho para salir y después nos mandó a decir que era suficiente solo con una, que las otras ya no íbamos a pasar, pero cuando nosotras vimos, la compañera, estaba llorando porque el teniente abusó de ella. Después de eso, nosotras nos fuimos a reunir, tomamos la decisión de mejor abandonar nuestras casas y buscar apoyo en el cantón El Sitio. En las habitaciones de familias de este caserío nos dieron
  • 22. 21 alojamiento, en sus casas vivimos un par de meses. Luego mi papá compró una parcela para construir una champa en el caserío La Peña, del mismo municipio de Arcatao. En este tiempo, yo me acompañé con un joven muy comprometido con el movimiento social; esto fue el 3 de mayo de 1978, él también venía huyendo del mismo lugar, de Los Riveras, y su familia había construido en La Peña, una cocina con tabanco para guardar granos. En La Peña vivimos 2 años, después de estos años se desató la represión más generalizada: nos quemaron la cocina, toda la ropa de nosotras y de las vecinas de La Peña, porque ellas venían a dormir y dejaban los tanates de ropa en el tabanco de la cocina. Mataron a una mujer de este caserío y a un señor muy humilde. Tuvimos que huir y buscar refugio en la zona alta de Arcatao, en el cantón Los Filos, caserío El Portillo. El 24 de marzo de 1980, a las 6 de la tarde, estábamos en una celebración del mismo movimiento social, en el caserío El Portillo, cuando nos avisaron que habían asesinado a Monseñor Romero. Nosotros, con el asesinato de Monseñor, nos sentimos más comprometidos en seguir luchando. El primero de abril del mismo año, nos invaden los soldados del puesto militar de Patamera y asesinaron a un tío llamado Nazario Rivera, que venía huyendo del caserío El Sitio. El 8 de mayo del mismo año, masacraron a 6 mujeres y a Santiago Morales del caserío El Rincón, cantón Manaquíl. Las sacaron de sus casas y las llevaron, las desnudaron y las bañaron en el río Guayanpoque y después, 2 de ellas fueron puestas bajo una prensa de leña y las quemaron, ellas eran Cándida Rivera y Paulina Ayala y a las otras cuatro: Carmen Rivera, Leonor Morales Rivera, Felicita Rivera y a Juana Rivera Morales y a su bebé las ahorcaron. Después de estos hechos, la gente empezó a salir de sus caseríos masivamente. Yo vivía en el caserío El Portillo y veía pasar cerca de mi casa grandes grupos de gente, llevando cabros, gallinas y tambaches. A las 6 de la mañana del 14 de mayo, iba llegando mucha gente a la altura del Portillo y El Chupamiel, con rumbo a Honduras. Ese día con toda esa gente se da la Masacre de Las Aradas del Sumpul, donde mueren 600 personas. En junio del mismo año asesinan a Francisca Rivera (prima de mi mamá) y a María Rivera (tía por respeto), quienes eran de nuestro caserío Los Riveras, pero estaban viviendo en el Cantón El Sitio. Habían emigrado por miedo a la represión. Los soldados de Patamera, con los paramilitares, las encontraron junto a otra mujer, Catalina Dubón. Los soldados le dijeron a Catalina que se fuera, para que fuera a dar parte a la familia, le tiraron un balazo cerca de
  • 23. 22 los pies y ella salió corriendo; a las otras mujeres se las llevaron para torturarlas en una casita vieja que estaba abandonada y después de muchas horas las asesinaron. A una de ellas le pelaron la cara y a la otra mujer la dejaron ensartada en una estaca… daba mucho miedo ver como las había dejado. Yo ví cuando las llevaron en una hamaca para enterrarlas en el Caserío El Portillo. Ellas fueron exhumadas con el acompañamiento del IDHUCA en mayo del año pasado, y hace poco, el 19 de junio del 2015, fueron entregados los restos a sus familiares por parte de Medicina Legal y enterrados en el Santuario de los Mártires, en Arcatao. Yo salí embarazada en abril de 1980, del único hijo que tuve. No podía estar bajo los bombardeos y aguantando hambre por el embarazo. Me tuve que ir a refugiar a Honduras en un lugar llamado Guala Barca, cerca del río Mocal, del municipio de La Virtud, departamento de Lempira. Allí estuve con mi mamá, una tía y una prima, que también estaba embarazada. El 13 de diciembre de 1980, nació mi hijo con la atención de una partera, y nace muy bajo de peso. Mi prima, Teodolinda Flores, también tuvo una niña por los mismos días, pero ella nació muy gordita. A los 8 días, nos fueron a traer para el Chupamiel, para vivir en unos ranchos de zacate. Mi prima se fue poniendo amarilla y con fiebre, no se levantaba y ya no podía caminar, ni dar pecho a la niña. Yo le daba pecho a la niña, aun que no tenía mucha leche, porque no había que comer. Después, a Teodolinda se la llevaron los internacionales para darle atención médica en La Virtud, y de allí, la llevaron para Tegucigalpa. Mi mamá la acompaño y dice que estaba muy grave y quizás murió porque no volvió, y la niña se murió de desnutrición. Yo regresé a Chalate. En julio de 1981 nos invadió un operativo militar con aviones, bombardeando la zona. Nos defendíamos en tatús con los niños, pero tuvimos que salir de estos lugares, de las alturas. Este operativo fue muy fuerte y tuvimos que dejar los cultivos y salir a huir a un caserío llamado Rama Caída, municipio de Nombre de Jesús. Ahí no teníamos nada para comer, teníamos que salir a buscar donde hubiera, porque no podíamos morirnos de hambre. Íbamos a buscar granos en las milpas y cuando no se encontraba, comíamos cabezas de huerta o papayas y raíces de ñame o malanga. La guinda de mayo de 1982, fue el trago más amargo para mí. Nos avisaron que venía un operativo militar y que teníamos que salir de donde estábamos. Nos fuimos con rumbo a Santa Anita, para pasar el río de Sumpul con los niños, lo pasamos en un cayuco y llegamos a los Amates. Estando en los Amates nos pusimos a
  • 24. 23 cocinar mientras nos daban las siguientes orientaciones sobre por dónde íbamos a salir. De repente, escuchamos un tiroteo en las alturas de los cerros de San Isidro; pensamos que eran los compas, pero no nos avisaron que venían los soldados y estaban cerca. Salimos corriendo de regreso al río Sumpul, estaba muy hondo y crecido. Yo escuchaba gritos y lamentos cuando salimos corriendo, nos tiramos al río y yo solo lograba topar la punta de los dedos de los pies a la arena, el agua me llegaba al cuello, mi esposo llevaba al niño y cuando llegamos al otro lado, nos separamos; yo empecé a buscar donde iba mi esposo con el niño, esto era desesperante, corríamos para un lado y otro, angustiadas porque los helicópteros tiraban roquets a la gente que íbamos pasando. Estábamos con un cerco militar desde el Sumpul, hasta el cerro del Chupamiel, con 14 mil efectivos militares. Desde estos momentos empezó el sufrimiento, a caminar en la noche bajo las lluvias, y en el día nos quedábamos en los bosques con una cantidad más o menos de 100 personas de la población civil. No había ni un armado, solo personas indefensas, unos por un lado y otros por otro lado. No supe donde se fue mi mamá con mis dos hermanas menores. Mis dos hermanos varones, se fueron por otro lado. Y mi hermana mayor, saber a dónde se quedó, ella sola con un niño de 2 años. Sin comer y sin dormir, caminando en la oscuridad con niños en los brazos, por las quebradas, brincando por tantas piedras. Subir, bajar. Estando en un bosque, aproximadamente después de 5 días, nos dijo el dirigente conocido por Chico D.: “sálvese quien pueda”, y él se fue corriendo. Yo vi a una mujer llamada Marroquína, que se puso muy pálida y bien afligida. Ella posiblemente murió, porque no apareció después. No podíamos estar en grupos grandes. Escuchamos tiros cerca de nosotros, a mí me empujaron unos hombres que iban corriendo. Caí en una posa con el niño en los brazos y con mis tambachis, ahí otro compañero me salvó. Después, nos juntamos con un grupo de familiares, salimos en un grupo de diez personas. A las 5 de la tarde, estábamos en una loma enfrente de los soldados, ellos corrían de un lado a otro buscando, persiguiendo gente. Cuando se hizo oscuro, partimos caminando con los niños en hamaquitas de manta en las espaldas, nos tirábamos agarradas de los bejucos y caíamos a las quebradas, el niño se me sentaba en la hamaquita cuando escuchaba el sonido del agua, y me pedía agua y yo le daba lo que lograba alcanzar con el puño de la mano, nos comunicábamos en secreto. Se me rompieron los zapatos y se me llagaron los pies, nuestro cuerpo olía a pudrición con varios días de no bañarnos.
  • 25. 24 Un día por la mañana estábamos descansando arriba, bajo una piedra, en las últimas casas caídas de un rincón. Los niños lloraban de hambre. Algunos compañeros se pusieron a sacar “hijos de piña”, para dar comida a los niños; de repente, vimos bajar una gran columna de soldados por el cerro de Guayanpoque. Nos habían detectado por el llanto de los niños. Y nos dice el primo Herminio Rivera: “siéntense, ya no podemos más, no nos corramos, decidámonos a morir”; él cargaba dos niños, y su Compañera Cruz López, cargaba otras dos niñas y el tambachi. Los que pudimos, salimos por una zanjita, arriba, parándonos en las piedras, y los soldados empezaron a disparar con granadas, morteros y tiros. Herminio y su esposa quedaron en este lugar y también, Felicito Rivera que era un joven soltero que ya no quiso correr. Allí, yo sentí una tristeza muy profunda, que solo con la muerte la puedo comparar. Escuchaba gritos y llantos en la quebrada, eran los niños de nosotras que murieron allí, 2 niñas, 2 niños, mis primos Felicito y Herminio, y Cruz. Ahí, fue el dolor más profundo en mi vida, la pérdida de mi único hijo, al que no pudimos salvar la vida; estábamos rodeados de soldados, solo el montecito pequeño nos cubría. Cuando caminábamos de un lado a otro nos disparaban, estábamos acorralados y no podíamos salir. Hasta los 3 días empezaron a levantarse en los helicópteros, y nosotras con miedo empezamos a salir a las quebradas, recogiendo aguacates y limones, caraos y raíces para comer. Los niños que no murieron se los llevaron los soldados para algunos refugios como el de San Martin. Allí estuvieron 6 años y después el gobierno los dió en adopción a diferentes países como Francia, España y Estados Unidos. Eran 4 hermanos: Emilio y Pablo, Marina y Francisca, todos hijos de Herminio. Con el apoyo de Pro Búsqueda y del padre Jon Cortina, fueron encontrándose estos jóvenes. Esta guinda fue la más cruel, porque desaparecieron familias enteras. Según el censo que tiene la Asociación Pro Búsqueda, son cincuenta niños, más las adultas desaparecidas. Después de la guinda, de la cual salimos a los 22 días, estábamos enfermas, con paludismo. Y yo me sentía como las gallinas sin los pollitos, sola, sin el niño. Estos niños nacieron y murieron, y no fueron asentados en ninguna alcaldía, vinieron al mundo, pero no existe ningún registro de ellos. Llegamos nuevamente a Rama Caída, donde habíamos estado, no me levantaba, acostada en el suelo. Me dijeron que iba a salir un grupo de gente para el refugio de Mesa Grande, yo dije: ¡me voy!, me sentía muy mal del paludismo y no tenía que comer. Agradezco mucho a los de ACNUR y a las personas solidarias de Honduras
  • 26. 25
  • 27. 26 que nos dieron apoyo para llegar a Mesa Grande, en San Marcos de Ocotepeque. Yo me sentía que había llegado al cielo, donde habían manjares para comer, y que ya no había persecución. Llegamos con desnutrición severa, nos dieron la comida hecha por una semana y nos fuimos recuperando, poco a poco. Trabaje en el refugio como guardiana de la salud y me casé con el mismo compañero de vida, por la iglesia, en una misión en la que llegó el obispo Rivera y Damas. Años después, en 1984, decidimos, yo, mi esposo Andrés y una hermana, regresar. Dije: -No, la lucha está en El Salvador, tengo que regresar, allá quedo mi hijo y yo aquí, ¡no puede ser!. Caminamos por la montaña, 4 días de camino, en la noche, pasando lugares peligrosos. Por la cuesta la Canguacota, en Honduras, se quemó un hombre y tuvieron que cargarlo en el lomo, yo pensaba que no aguantaría, pero diosito me dió resistencia. Se me cayeron las uñas de los pies, pero llegue con bien al caserío de Tequeque. Estando allí, había muchos murciélagos en las casas abandonadas, nos picaban la nariz, las orejas o la punta de los pies y no se sentía. Cuando amanecía, estaba rojita de sangre la cobija. En los primeros meses de haber regresado, un día mi esposo salió a una tarea y cayó en una mina que le rompió el intestino delgado. Gracias a Dios que estaba un médico en la zona, se llamaba Franco, era un italiano y el hizo la cirugía. Estuvo con el intestino por fuera por 6 meses, eso nos mantuvo en la población civil. Ya no nos incorporamos en las unidades guerrilleras, pero me dio espacio para poder participar en las organizaciones populares de mujeres. Participé en un congreso de AMES en Honduritas cerca de Las Flores. Entonces, en 1985 empecé a tener conocimientos de la importancia de la participación de las mujeres en la lucha por la justicia, y me elijen a mí, para ser la representante de la zona de Santa Anita hasta el caserío Chupamiel, cantón Los Filos. Yo hallaba duro comprometerme en cargos, porque era difícil caminar sola, pero asumí la responsabilidad. Trabajamos con las mujeres haciendo tamales para tener algunos fondos para mujeres enfermas o haciendo recolecciones de frutas, para llevarle a los heridos en el hospital de San Juan en Nueva Trinidad. En febrero de 1986 tuvimos la visita de Monseñor Rivera y Damas a Arcatao, hubieron bautizos de muchos niños y el reconoció que en esta zona había población civil. Fue así que él se comprometió a mandar un sacerdote a este lugar, por qué en la ciudad decían que en esta zona comíamos gente.
  • 28. 27 Días después se viene el operativo militar, el famoso “Carreño”, los compañeros nos dijeron: el que tenga tatú que busque su refugio, y el que no tenga, que busque un lugar para esconderse. En este tiempo, cada familia había construido un tatú familiar o colectivo para la defensa, la experiencia de la guinda de mayo del 82, nos dejó lecciones. Los que no teníamos tatú, teníamos que buscar una cueva para refugiarnos. Había que preparar las harinas de maicillo con azúcar, agua suficiente, si se podía, hacer tamalones y pupusas para llevar también. Yo me quedé con una familia debajo de una piedra, ya teníamos tres días cuando llegó un miliciano que ya conocía la cueva y nos dijo: “vengo a traerlos, porque viene un operativo que durará 3 meses y ustedes se van morir de hambre, me han mandado a traerlos”. Y nos fuimos en la noche, subimos a la cañada y le dimos para Honduras. Llegamos al Zapotal en la noche. Nos reunió la dirigencia que andaba con nosotros, María y otras personas nos dijeron: “Queremos que se legalicen las masas y hoy nos vamos a ir a tomar la iglesia de Dulce Nombre de María, dejen todo lo que llevan y vámonos para Dulce Nombre”. Después nos dijeron: “Vamos hacer dos grupos, un grupo que se vaya primero y el segundo después”. Yo me quede para el último grupo, caminamos para Plan Barrido, hacia arriba del pueblo de Dulce Nombre de María, había mucho frío en la zona alta de Plan Barrido. Allí, dio a luz una mujer bajo unas ramas de pino, y ahí, tuve la primera experiencia de cortar el ombligo de un niño con hilo de costurar ropa y una gilet; solo la desinfecte con alcohol y le corte el ombligo al niño. El siguiente día escuchamos el zumbido de los helicópteros que se habían llevado a la gente de la iglesia de Dulce Nombre de María. Nosotros nos regresamos para nuestra zona, nos comunicaron que el operativo se había retirado. La gente que quedo entatusada, cuando salieron de la cueva, ya no podían ni caminar por el hambre, con el estómago inflamado de aguantar hambre, solo comían maicillo y agua. A otras las capturaron y se las llevaron, pero ya había una lucha por legalizar a las masas, para que se respetaran los derechos humanos de la población civil. La gente que fue capturada en esta iglesia, es parte de la población que hoy habita en San José Las Flores. Regresamos a Tequeque y a los pocos días, se dio un desembarco de la Fuerza Armada en Arcatao. El 8 de abril de ese mismo año escuchamos un zumbido de helicópteros que venían de regreso, pensamos que venían para la zona de Tequeque, pero se dirigieron para Arcatao. La Fuerza Armada reunió a toda la población que se encontraba allí y a punta de cañón, metió a las mujeres a la iglesia,
  • 29. 28 desde la 6 de la mañana hasta las tres de la tarde; a los hombres, los sacaron y los llevaron a los portales de la plaza, los desnudaron y los torturaron. A las mujeres con los niños, las dejaron aguantando hambre y sed, según ellas cuentan, habían retenes para que ellas no salieran. Se llevaron a 5 hombres, uno de ellos fue rescatado por una mujer embarazada, quien salió detrás llorando y pidiendo que lo dejaran. El Ejército ante su exigencia, se lo regresó, los otros cuatro fueron asesinados en los baldíos de Arcatao. Este hecho fue dirigido por un Coronel y fue denunciado al Tribunal Internacional de Justicia Restaurativa que fue organizado en Arcatao por el IDHUCA en marzo del dos mil diez. Ahí se hizo una proclamación por las personas que fueron afectadas psicológicamente en esta fecha y se hizo una petición a las autoridades municipales, para que se decrete el 8 de abril, como día de las víctimas del conflicto armado. En noviembre de 1987 estábamos en la resistencia por la lucha por la legalización de la población civil en la zona, a mí me dijeron que era necesario poblar Arcatao. Una compañera me decía que me fuera
  • 30. 29 de cocinera para las unidades guerrilleras, pero Sonia, que era la Coordinadora de la zona, me dijo que no, porque tenía un compromiso con la salud de la población de Arcatao. Sonia Mejía era originaria de Las Vueltas y fue asesinada en Dulce Nombre de María. Agradezco a la compañera Sonia, porque por ella aprendí mucho en el área de la salud, aunque ya había recibido unos cursos de primeros auxilios en el hospital de San Juan y capacitaciones sobre atención materno infantil por la médica Paola que venía de Alemania. Estando en Arcatao yo trabajé como Coordinadora del equipo de promotoras de salud, atendiendo las enfermedades más comunes de la población, haciendo campañas de prevención, como enchiqueramiento de tuncos, campañas de vacunación en Coordinación con el Arzobispado de San Salvador y con el doctor David Bedel, el enlace con el hermanamiento de Madison, Wisconsin. La población me elije para la directiva comunal en la que solo había hombres, solo yo de mujer, pero me sentía orgullosa de representar la salud. No era fácil, porque en ese tiempo estaba todavía lo mejor de la guerra, pero ya había un respeto a la población civil. En un operativo militar capturaron a dos compañeros de la directiva comunal, al presidente Miguel Morales y al representante de educación popular, Germán Serrano. Los vi pasar esposados por los militares, yo sentía miedo porque era miembra de la directiva. Se tomaron la clínica donde teníamos el botiquín comunitario y material que había donado el hermanamiento de Madison, Wisconsin. Preguntaban quiénes eran los responsables del botiquín, pero la gente nos cubrió, no dieron ninguna información y no se dieron cuenta de quienes trabajábamos allí. Si la gente les dice, me hubieran capturado a mí y a las demás compañeras. En 1989 se da la ofensiva del FMLN en San Salvador, parte de los heridos fueron curados en la clínica de Arcatao. Nosotras hicimos una asamblea con la población para que en caso de un desembarco del ejército, nos defendieran a nosotras, las promotoras de salud, porque teníamos un gran compromiso con los heridos. Dimos a conocer los tratados de Ginebra, que se debía respeto a los heridos de los diferentes bandos, ya fueran guerrilleros o soldados. Nos turnábamos para cuidarlos y cumplir con los tratamientos en la noche. Trabaje 11 años voluntariamente en la salud comunitaria, esta experiencia para mí fue muy importante, porque siento que pude ayudar a mucha gente. Atendí muchos partos, a veces llegaban a mi casa con los dolores y ahí nacían los bebes. Tuve muchas
  • 31. 30 experiencias con los partos, atendimos un caso de preeclampsia, yo sentía que ya se moría la mujer, pero vivió, nosotras las promotoras la atendimos. Yo y Lidia pasamos 4 días y no se nos pasaba la dolama en el cuerpo de la aflicción que se nos iba a morir la mujer. Tuvimos epidemias del cólera, nos traían muchos casos de los cantones de Honduras y no cabían en la clínica. Los teníamos que poner en hamacas, afuera, solo teníamos una cama preparada para los paciente con esta en enfermedad. Yo aprendí a poner suero en la vena en esta epidemia, no se nos murió ninguno en nuestras manos, pudimos darles el tratamiento que necesitaban. Yo les agradezco a las médicas y médicos que nos acompañaron: • Como a Victoria: Uno de los milagros que ella hizo fue que operó en la casa a una mujer llamada Tomasa, quien estaba de parto en Arcatao, pero en graves condiciones. Victoria dijo: “o recupero al niño o a la madre, pero no se puede morir esta mujer sin que hagamos nada”. Ella operando y un hijo de Tomasa, alumbrando con una lámpara de mano y ayudando a alcanzar algo que Victoria necesitara. Ella tomó la decisión en ese momento y vivieron los dos, la madre y el niño, aunque la madre sufrió mucho por la infección, pero vivió. • Betina, nos capacitó en temas de salud materno infantil. • Francisco, él siempre estaba dispuesto para ayudar en cualquier emergencia que se diera. • A Claudio, que me hace recordar una operación de hernia que realizo a Julia, esposa de mi tío Froilán. El quirófano estaba donde hoy vive la niña Deysita. Ante la emergencia, Julia se decidió a que la operaran y las promotoras de salud lo asistimos: Morena era la anestesista, Haydee, la instrumentista y yo, era la ayudanta del médico. Y se le pusieron varias dosis de ketalar y no se adormecía bien. Al final se durmió y el médico pudo realizar la operación. Pensamos que no iba despertar toda la noche, pero bien temprano de la noche despertó y gracias a Dios todo salió bien y ella se mejoró bastante. • A la doctora Hermana Ana Manganaro, médica de la diócesis de Chalatenango, que anduvo “con la salud en la mochila”1 por las caminos desde Guarjila hasta Arcatao y nos enseñó mucho, en capacitaciones y en la práctica. Nos reuníamos todas las promotoras de Arcatao, Nueva Trinidad y Nombre de Jesús para recibir los cursos básicos de la salud popular. Yo, para poder participar en una reunión de coordinación, tenía que viajar sola, caminando 12 horas desde Arcatao hasta Chalatenango. Salía 1 Haciendo referencia al libro de Francisco Metzi: “Por los caminos de Chalatenango. Con la salud en la Mochila”, UCA Editores, 1988.
  • 32. 31 a las 6 de la mañana y llegaba a las 6 de la tarde para coordinar con la pastoral de la salud de la Diócesis de Chalatenango. A veces me encontraba con combates en el camino. La Doctora Ana Manganaro, cuando se dieron los Acuerdos de Paz dijo: “Ya en El Salvador no hay guerra, me voy para África”. Luego le detectaron cáncer en su cuerpo y murió en Estados Unidos. Enlaprimerasemanademayode1988tuveunaintuición,yopresentía algo, estaba muy preocupada por mi hermano y sentía tristeza muy profunda. Y sucedió que el 12 de mayo de 1988, asesinan a mi hermano Rafael Rivera, conocido por Carlos el Gorrión. Le decían el Gorrión porque era muy enamorado. Él trabajaba en expansión en la zona del cerro de Eramón. Estaba reunido con un grupo de jóvenes de Los Dubones, cuando fue sorprendido a balazos por un operativo militar. Le quebraron una pierna y así corrió bastante; pero por la sangre, lo encontraron los del ejército. Cuentan algunos testigos, que lo arrastraron herido y le decían que se lo llevaban, pero él les dijo que ya lo habían comenzado, que lo terminaran; pero también les dijo que a los jóvenes que tenían capturados, que no los fueran a matar, porque no eran guerrilleros, pero que él, sí era guerrillero. Entonces los soldados pidieron a uno de los jóvenes capturados, que se lo sentara en sus piernas y allí lo ametrallaron, cortándole la mitad de la cabeza. Después se llevaron a los jóvenes, ellos estuvieron capturados por dos años. El 3 de febrero del 2010, mi hermano fue exhumado con el apoyo del IDHUCA y el Comité de Memoria Sobreviviente de Arcatao, fue recibido en medicina legal el 27 de septiembre del mismo año. Pudimos hacerle la cristiana sepultura junto a 8 cadáveres más en Arcatao, ya que uno de los sueños de mi mamá, era tener los restos de su hijo cerca de ella. En 1992 se dan los Acuerdos de Paz, el cese al fuego, ya hubo un descanso para nosotras. Se inicia un proceso de reconstrucción, de concertación con el Ministerio de Salud y Educación, que ya querían retomar las zonas. Iniciamos la construcción de viviendas con el apoyo de un sacerdote jesuita llamado Manolo Maqueará, de España, ya que la mayoría de los pobladores de Arcatao, estábamos viviendo en casas que habían sido abandonadas por las familias originarias de Arcatao y cuando se dan los Acuerdos de Paz, los dueños venían reconociendo sus viviendas y pidiendo desalojo a las familias que en ese momento éramos tenedores de las viviendas y no teníamos a donde irnos. Pero el sacerdote jesuita gestionó a Manos Unidas la construcción de 300 viviendas y que las viviendas quedaran a
  • 33. 32 nombre de la mujer y el hombre. Para que la mujeres tuviéramos derecho a la vivienda, porque él, conoció muchos casos de parejas que se separaban, y a las mujeres les quedaba la responsabilidad de los hij@s, pero no las viviendas. En 1994 se dan elecciones municipales, el FMLN se había insertado como un partido político. La alcaldía de Arcatao estaba en el exilio en la cabecera departamental de Chalatenango y tuvimos que hacer la lucha ante el Tribunal Supremo Electoral en San Salvador, y pasar día y noche aguantando hambre por exigir nuestros derechos, para que las urnas las trajeran a nuestro municipio, para que fueran elecciones con transparencia. En esas elecciones tuve mi primera experiencia de participar eligiendo un Concejo Municipal de mi preferencia. Pude ejercer mi derecho de ciudadana, para decidir por mi representante y no que otras personas decidan por mí. En eso años, con la construcción de viviendas, entran a trabajar a la zona, personas que no se conocían. Algunas compañeras se acompañan con algunos de ellos. En una homilía el padre Manolo expreso estas palabras muy sabias: “Aquí hay mujeres que se acompañan con hombres que no conocen, que a saber cuántos cadáveres han dejado en sus lugares”. Yo comente estas palabras a Carmelina Serrano y ella me dice, “Yo no tengo quien me ayude con mis hijos y tengo que buscar una ayuda”, años después, ella le pidió al Comité de Vivienda y al padre Juan José (ya estaba otro sacerdote), que la acompañaran en una reunión para hablar con Oscar, el hombre con quien se había acompañado. El asunto era que él, la estaba amenazando y quería que le pagara algunos trabajos que había realizado en su casa y Carmelina no tenía el dinero para pagarle. Se reunieron, y el padre Juan José le dijo a Oscar que si él quería que le pagaran por los trabajos, que él, le pagara a Carmelina las noches que había dormido con él; pero Oscar quería dinero. Al final, Carmelina busco el dinero prestado y le pagó. Pero el hombre compró una pistola, y un domingo 14 de julio de 1995, a las 8 de la mañana la mató con tres balazos en su cuerpo. Yo en ese momento iba pasando para la misa, cuando vi que la gente corría de un lado a otro y pregunte qué pasaba y me dijeron que Oscar había matado a Carmelina. Yo corrí a su casa, llegué y estaba tirada en el suelo, pero ya no se le sentía el pulso, ya había muerto. Fue un impacto muy grande en la población de Arcatao, teníamos mucha rabia en el momento del entierro, pasamos por la Policía y allí tenían a Oscar. Si hubiese estado afuera, saber qué hubiera pasado, porque todos y todas estábamos indignadas. Este hombre salvaje había sido de la Policía de Hacienda, y Carmelina, que era la secretaria de la Alcaldía Municipal, era muy luchadora y solidaria. Era viuda del esposo, el que murió luchando en la guerra, y le dejó
  • 34. 33 una niña y un niño, que quedaron huérfanos de papá y mamá. Por eso yo les digo a las mujeres jóvenes que empiezan sus noviazgos, conozcamos bien a las personas, porque a veces no se terminan de conocer aunque estemos juntos por muchos años. En octubre de este mismo año 1995, yo viajé a Estados Unidos por invitación de amigas y amigos de Madison Wisconsin y de Chicago, a una conferencia de promotores de salud en Chicago, en la escuela de medicina de Illinois. Mi primera oportunidad de intercambiar experiencias con promotoras de Argentina, Arizona y Chicago y de contar mi historia. Visite una clínica donde trabajaba mi amiga Cindy Lorente, muy diferente a la nuestra. Tuve la oportunidad de ir a algunas escuelas y visite Madison, para conocer el “Comité del Hermanamiento con Arcatao” y como ellos se unen para apoyar a otros pueblos que sufren y no solo a nuestra comunidad, sino también a otros países como Colombia. En 1996 me dieron en a cuidar a una niña originaria de Jiquilisco, Usulután, de 4 años y medio, muy desnutrida y enferma. Cuando la recibí, la mamá ya no podía mantener otro niño más, no podía trabajar. Esta niña, Jaqueline Mariela, ha sido una compañía para mí. Yo en esta guerra perdí parte de mi familia, mi hijo, mi padre, no sé quien lo asesinó a él, lo mataron cuando iba para Mesa Grande2 porque estaba enfermo. Él era un padre muy responsable con nosotras, nunca nos dejó abandonadas y siempre estaba pendiente 2 Refugio en Honduras
  • 35. 34 de cualquier enfermedad de nosotras. Recuerdo que me cargó en sus espaldas cuando yo era niña y caminaba con él para el pueblo de Arcatao. Mi hermano también era muy cariñoso con nosotras las hermanas y con mi mamá. Pero Dios no nos desampara, tengo una madre muy linda, mis hermanas y un hermano, sobrinas, sobrinos y demás familia y también amigas que las quiero mucho. En estos años tan difíciles se dan algunas muertes de mujeres con cáncer cervical uterino y de mama. Era muy triste verlas sufriendo por el dolor. Esto nos hizo pensar que era necesario crear un fondo de emergencia para ayudar a estas mujeres, que no tenían dinero para pagar los pasajes para ir a los tratamientos al Instituto del Cáncer. Gracias a la organización de las mujeres, iniciamos haciendo actividades como rifas y contribuciones de las mujeres de la comunidad. Así fuimos apoyándonos. Después, la doctora Miriam Cremer que llegó en una delegación de Estados Unidos, decidió quedarse como voluntaria para ayudar y hacer su servicio social en nuestra comunidad, haciendo citologías. La doctora trabajaba a veces hasta las 11 de la noche, para ella no había horario, ella nunca decía que no a las mujeres, y vió la necesidad de hacer campañas de citologías en el municipio. Venía muy seguido. Pero tuvimos dificultades ya cuando el Ministerio tenía un programa con la OPS y ellos no estaban de acuerdo con que ella hiciera las campañas. Después de esto, ella venía, pero con las normas del Ministerio. También nos apoyaron para que este fondo se mantuviera, la hermana Katy Arata, una religiosa de Estados Unidos y la parroquia del padre Donal. Este fondo ha servido para ayudar a muchas pacientes con grandes dificultades por enfermedades crónicas. Hoy, para que se mantenga, el fondo es un préstamo administrado por el comité de mujeres del casco urbano. En 1998 yo empecé a trabajar en un proyecto en Nueva Trinidad y Arcatao, con Visión Mundial El Salvador, con niñas y niños patrocinados. Siento que aprendí mucho en los programas de prevención: VIH SIDA, nutrición, aplicación tópica de flúor, apoyo a niños con enfermedades crónicas, ya que en esta institución hay médicos y mucha gente positiva. Nos animaban mucho a leer libros como “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” y leyéndolo me di cuenta que en algunas ocasiones me ha tocado hacerme fuerte. En el 2003 se inicia un proceso de salud mental con un grupo de personas sobrevivientes del conflicto armado. Nos reuníamos cada 15 días con el apoyo del Centro Bartolomé de las Casas. Al inicio, yo decía que esos curso eran para locas, pero ya en el proceso, me fui dando cuenta que no es solo para locas, sino para ayudar a sacar
  • 36. 35 muchos traumas de guerra vividos. En mi caso, yo tenía muchos sueños muy feos, siempre andaba angustiada en las guindas. Pero ir compartiendo con otras personas fue sanando mi corazón de muchas cosas. Aunque los seres queridos nunca se olvidan hasta la muerte, pero puedo contarlo más fácil. Y fuimos contando nuestra historia. Después decíamos con mi prima Rosa, que no puede ser que solo contemos los cuentos, sino dejar algo de nuestra historia, como es un museo, las exhumaciones de nuestros familiares, un libro; ya que nosotras nos vamos a morir y algo tenemos que dejar a las nuevas generaciones, para que lo que nosotras vivimos no se repita, que otras generaciones no lo vivan. El 30 de septiembre 2006 finaliza el proyecto de visión Mundial y ya estaba formando parte del Concejo Municipal de Arcatao. Desde el 1 de mayo 2006, fui por 3 años la Sindica Municipal. Yo decía que no sabía nada de este cargo, me sentía nerviosa, pero aprendí. Nadie nace aprendido. A principios del 2010, CORDES, CCR y SOLIDAR Suiza, nos invita a participar en un diplomado de género. Para mí fue una nueva experiencia y este proceso me está ayudando mucho en mi vida personal. Tuvimos compromisos en el diplomado, realización de la investigación de la situación de las mujeres de todo el municipio, para la elaboración de la Política Para la Equidad de Género. Fue
  • 37. 36 como un primer paso, no fue nada fácil que los Concejos Municipales aprobaran esta política, pero lo logramos. En los primeros meses de 2011, recibí una capacitación sobre la resiliencia ante los cambios climáticos con el Centro Bartolomé de las Casas y Drishti Canadá. El proyecto nos proporcionó cámaras para tomar fotos basándonos en tres preguntas: ¿Qué es el cambio climático para mí?, ¿cuáles son los impactos de cambios en mi comunidad? y ¿Cómo me estoy adaptando a estos cambios? Fuimos electas 2 mujeres: Gloria A., de Los Pozos, Nueva Trinidad y yo, del Municipio de Arcatao, para participar en la presentación de la investigación en Vancouver, Canadá. Participaron en la actividad personas de las Islas de Tofino y Gabríola y de las primeras naciones del norte, y compartimos nuestras experiencias de investigación sobre los cambios climáticos. A través de fotos, palabras y el sufrimiento de grupos de algunas tribus, ellos también compartían sus traumas; porque el gobierno les arrancaba a sus hijos para quitarles las culturas antiguas. Y me llamo la atención que también ellas están unidas, pudimos presenciar que cuando tienen dificultades se unen. Pudimos observar un acto de repudio en contra de la violación a tres mujeres. En este acto, algunos hombres pidieron perdón en nombre de los hombres que habían cometido el delito de violación, y a las mujeres, las envolvieron con una sábana como un símbolo de protección y apoyo. Cuando yo regreso de Canadá, ya tenía 5 años de aguantar las borracheras de mi pareja y había sufrido mucha violencia, más que todo psicológica y económica. Pero siento que las capacitaciones que me dio CORDES, CCR y SOLIDAR Suiza me ayudaron de muchísimo, porque me encontraba cabal como en el módulo de violencia que nos dio Ivonne, la facilitadora. Tal como lo habíamos visto en la capacitación: yo buscaba ayuda en el Juzgado de Paz, buscaba ayuda en la Unidad de Salud, llamé a la psicóloga del Fondo de Lisiados para que me ayudaran, ella me contestó que eso era cosa de la familia. Al final, tuve que ser corazón muy duro y tuve que actuar con la justicia y con la ley para poder vivir en paz. El hombre, ya no estaba en su sentido normal y después de un año lo lleve al psiquiátrico y allí fue donde me ayudaron mucho. Con las medidas cautelares, más la atención médica que tenía, fue cambiado la cosa, hoy vivo en paz. Pero había gente que a mí me culpaba, a veces la misma familia me decía que yo tenía la culpa, porque no pasaba en la casa y no lo atendía bien. Yo tengo muchos años, y mi vida no es para cuidar la casa, sino para participar en la organización comunitaria. Dinero no tengo, pero tengo muchas amistades y amigas que las quiero como mi familia y algunas de ellas me cuidan mucho.
  • 38. 37 Hoy, por eso entiendo a las mujeres que sufren violencia, no es nada fácil, hay que hacerse corazón duro, para que esta violencia termine. Tenemos que denunciar: aunque sea tu hijo, tu hermano, tu tío o cualquier persona que nos viole nuestros derechos. Hay que denunciar, si lo hacemos viviremos en paz. Mi pareja llegó obligado a los Alcohólicos Anónimos, pero hoy, él va por su voluntad y yo sé que hoy me agradece a mí, sino, ya se hubiera muerto. Pero se necesita tener mucha espiritualidad y confianza en Dios, pero también “A Dios rogando y con el mazo dando”. En el año 2011, se inicia el acompañamiento a grupos de mujeres. Con el apoyo de CORDES, CCR y SOLIDAR Suiza, hacemos historia. Impulsamos en el proceso, la elaboración y aprobación de 7 Políticas Municipales para la Equidad de Género, en Arcatao, Nueva Trinidad, Las Flores, Las Vueltas, San Luis del Carmen, Azacualpa y Nombre de Jesús. Y luego, la creación de las Unidades de la Mujer en cada una de las Alcaldías de esta zona de Chalatenango, dando cumplimento al Artículo 4, literal 29, del Código Municipal. El Concejo de mi municipio toma la decisión de que yo asumiera el compromisodecoordinarlaUnidad.Alfinalasumílaresponsabilidad. Ya estaba ubicándome cuando se da la finalización del período municipal del Concejo que me contrató. Este espacio quedó vacante desde el primero de mayo, hasta el 30 de septiembre, sin
  • 39. 38 darle seguimiento al Plan. El primero de octubre del mismo año, se apertura nuevamente el contrato de la encargada de la Unidad de la Mujer y nuevamente me contratan a mí. Me sometí a elección y tuve una mayoría de votos, por lo cual todavía estoy en funciones. En noviembre del 2012 se constituye ASMAR, la Asociación Municipal de Mujeres Villa de Arcatao Rosibel, con representantes de los cantones y caseríos del municipio. En el 2014 elaboramos con la participación de las instituciones del municipio, un Plan de tres años, para la Prevención de la Violencia contra las Mujeres, dando cumplimiento al artículo 29 de la “Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencias contra las mujeres”. Lo hicimos con el apoyo técnico del ISDEMU. Es gracias a las luchas de mujeres feministas a nivel mundial y nacional que hoy tenemos estas leyes, y también a la voluntad de los gobiernos del cambio que nos aprueban las mismas. Me he enfrentado con diferentes dificultades con el patriarcado, pero seguiré tratando de vencer los obstáculos que se presenten en este caminar, en la lucha por disminuir el patriarcado. Se que solo las mujeres juntas y unidas lograremos muchos cambios y que se necesita que cada una de nosotras pongamos de nuestra parte. Agradezco a las instituciones como CORDES, CCR, SOLIDAR Suiza y la Alcaldía Municipal, por el espacio que me han dado de poder ser parte en estos dos diplomados que han compartido con nosotras, y porque nos siguen apoyando en la elaboración del libro de las mujeres de Chalatenango, por darme la oportunidad de poder contar mi historia. Para finalizar quiero decir al mundo, a los más poderosos que impulsan las guerras y la violencia, que estas solo nos traen muerte y dolor, y que somos las personas más vulnerables, las que sufrimos las consecuencias de los conflictos. Les quiero decir que no solo busquen sus intereses económicos, y que ese dinero que gastan en armas y bombas, lo inviertan en proyectos para mujeres, en hospitales y en los centros educativos. Construyamos el Reino de Dios aquí en la tierra, para que haya justicia y paz, con igualdad.
  • 40. 39 Mi nombre es Ernestina Ayala Recinos, nací el 24 de julio de 1967, soy madre soltera de cuatro hijos. Cuando comenzó el movimiento, que fue en el año 1980 tenía 13 años. En casa de mis padres se reunían los vecinos por las noches para ir a dormir al monte y quedaban solo las mujeres en la casa. Por la mañana, cuando venían los operativos, me mandaban con la estrategia que iba a comprar a una tienda, pero en realidad iba a explorar, para ver si era la Guardia la que llegaba y luego avisarles a los compas que estaban reunidos. A veces me daban tiempo de avisarles y a veces no. En 1981 vino un operativo militar y nos salimos de la casa, abandonamos todo lo que teníamos; éramos 11 hermanos y mis padres; mi madre estaba embarazada. Meses después nos fuimos para la aldea Los Hernández en Honduras y estuvimos ahí un tiempo. Cuando el ACNUR se llevo a la gente para los campamentos de Mesa Grande, en San Marcos, Ocotepeque (Honduras), mis padres tomaron la decisión de retornar a El Salvador, a la zona de guerra. Estábamos en Patamera (municipio de Nombre de Jesús), cuando en 1982 se vino otro operativo en donde se entrenó el Batallón élite Bracamonte y el Batallón Atlacatl. Allí andábamos 600 familias y estuvimos en la quebrada El Acapate, andábamos cargando heridos, niños y ancianos; teníamos muchos días de no comer, no había comida, ropa, zapatos, ni dinero. Nos dijeron que había Digitada por: Jesica Ortega, hija de Ernestina Historia de una mujer valiente, capaz y luchadora Autobiografía de Ernestina Ayala
  • 41. 40 enemigo por todos lados y que viéramos cada quien como nos defendíamos. A mi mamá con mis hermanos más pequeños los dejaron en un tatú, y yo me quede con dos hermanos en otro tatú. Por las tardes salía a buscarles raíces, caraos y hojas de jocote; pasamos 17 días comiendo de esto, yo tenía miedo de dejar a mis hermanos con otras personas, porque los dejarían perdidos, yo sólo confiaba en mí misma. Salimos de esto y después de este operativo nos fuimos para Mesa Grande porque mis padres temían que sus hijos muriéramos, porque estábamos enfermos. Yo estuve un año en Mesa Grande cuando llegó un compa a reclutar jóvenes para la guerrilla y ese compa habló con mis padres y les dijo que estaba enamorado de mí. Conmigo no habló, solo hizo trato con mis padres y me obligaron a casarme con él. Yo le decía a mi mamá que no tenía la edad para casarme, que no lo quería, que si ella lo quería que se casara con él; me pegó y me sangró la boca. Me casaron, y así fue como nuevamente regresé a la guerra junto con él y me convertí en radista. Pero pasaron los meses y yo le decía que no lo quería y que si eso era el amor, no había nada bonito. Pero él me maltrataba, me agarraba del pelo y me halaba, los compas se dieron cuenta y nos reunieron, tome la decisión de separarme de él. Pasaron unos meses y me acompañé con el padre de mis hijos. Cuando él se dió cuenta, dijo que nos iba a matar a los dos. Le tiro tres disparos a mi compañero. Lo reunieron para que explicara por qué lo hizo. Pasó un año y salí embarazada de mi primer hijo. Cuando tenía 7 meses de embarazo, vino un operativo y me fui en la guinda con gente de masas. Nos fuimos para un tatú de piedra, estuvimos 7 días allí. Cuando quise salir, ya había crecido más el estómago y no podía salir. Cuando cumplí el tiempo para que mi hijo naciera, andábamos guindeando, andábamos con los compas junto con el niño. Lo dormíamos en una hamaca y le poníamos una carpeta encima por la lluvia. En 1986 vino el operativo El Carreño, mi compañero me dijo que no continuáramos así, cargando a nuestro hijo, porque era un peligro y teníamos que buscar un lugar donde dejarlo, con población civil, para que me lo cuidaran. Lo llevamos donde una señora que era la suegra de un oficial de la Fuerza Armada, pero nosotros no lo sabíamos. Pasó un mes y nos mandaron a decir que fuéramos a traerlo porque si no, se lo iban a llevar para San Salvador; pero nos estaban esperando con una emboscada, para capturarnos. Querían al papá de mi hijo, él me dijo: “nos quieren hacer mierda”, y nos
  • 42.
  • 43. 42 fuimos, porque sabíamos la intensión. Entonces los compañeros mandaron un pelotón de 22 hombres para ir a traerlo, aprovecharon un momento en que se retiraron de la zona de Guarjila y San Isidro para sacarlo y no hubo problemas. El operativo Carreño continuaba porque duró 2 meses, y cruzamos Guarjila, íbamos por Peña Flor cuando ya estaban los combates en Guarjila y fuimos a dejarlo nuevamente a otro lugar llamado Vainillas, donde una señora que nos dijo que lo cuidaba, pero con una condición: que iba a decir que era su nieto y que llegáramos por la noche a verlo, para que no nos viera la gente de ese lugar. Un día, el padre de mi hijo me dijo: “fíjate que pase por donde mi hijo y estaba en la puerta sucio y desnudo, vamos ir a visitarlo’’, fuimos un día a las 5:30 pm, estaba en el mismo lugar y de la misma manera: Mocoso, mugre y desnudo. Llegamos sin poder acercarnos a él, esperamos en un naranjal para que se hiciera de noche. Pero pasamos la noche ahí y no pudimos acercarnos a él porque nos desconocía. Unos meses después lo fuimos a traer, lo entregaron en un lugar solo, llegando al Carrizal, por un palo de mango, El niño lloraba y lloraba, no paraba de llorar porque me desconocía, me costó que se adaptara a mí. (Ahora él, bromeando me dice que yo lo regalé, pero me hace sentir mal, este hijo se convirtió en maestro). Llegué a vivir después a un lugar de Las Vueltas. Mi segundo hijo tenía once meses cuando vino un operativo y había un compañero que se había desertado de la guerrilla al Ejército. Él me conocía a mí porque habíamos andado juntos. Un día yo iba con mis dos hijos en este lugar de Las Vueltas cuando me los encontré, y me conoció y me entregó con el Ejército, acusándome por ser la compañera del comandante Manolo. Yo andaba un cincho militar y las notas que él me mandaba, les pedí que quería ir al baño para desecharlas, porque era un evidencia muy clara. Se reunieron los pobladores de la comunidad, para pedir que nos dejaran en libertad. Junto a mí, también habían capturado al presidente de la ADESCO. A mí no me sabían mi verdadero nombre, solo el seudónimo; los soldados me llamaban por el seudónimo y yo me negaba y les decía que no me llamaba así, que mis padres no me habían bautizado con ese nombre, así les repetía continuamente. Luego fuimos trasladados para un cerro llamado Plan del Picacho para pasar la noche ahí junto con ellos. El señor de la ADESCO llevaba cargando a mi primer hijo, porque si lo llevaban los soldados le iban a hacer preguntas, porque lo confundían con los guerrilleros. Al siguiente día, era un catorce de marzo de 1988, a las seis de la mañana nos trasladaron para la Cuarta Brigada, dormí una noche en El Paraíso. Al siguiente día me trasladaron
  • 44. 43 para la sede de la Policía de Hacienda, en San Salvador, donde me interrogaban a todas horas del día y de la noche. Intentaron quitarme a mis hijos y yo no los soltaba. Yo estaba desgreñada y sucia, ¡yo me hacía así!, como que estaba loca, para que dejaran de interrogarme. Llegaban a todas horas y yo pasaba con los dos niños apercollados. Los niños eran mi defensa. Mis hijos lloraban, el más grande me pedía que nos fuéramos a ver una tunquita que teníamos, pidiendo que lo sacara de ahí, que no le gustaba ese lugar. Yo les decía a los policías que si ellos no tenían hijos, que si no les dolía el corazón al vernos en la situación que estábamos: sin ropa, sucios y sin comer. Me negué totalmente de lo que me acusaban y traté la manera de decir lo mismo todas las veces que llegaban a interrogarme. Cuando me llamaban por el seudónimo yo les decía: “Ustedes me han bautizado por ese nombre, yo me llamo Ernestina Ayala”. Me preguntaban por algunas personas, si las conocía y si sabía donde operaban. Me dijeron que si quería trabajar con ellos me iban a dejar en libertad y yo me negaba porque no sabía nada de eso. Luego, después de cinco días, me fueron a dejar a la terminal de oriente. Yo no conocía San Salvador, pero luego tomé el bus para Chalatenango y como no andaba dinero le dije al motorista que no tenía dinero, y él me dijo que así me iba a llevar. Todos esos días pase con mis hijos con la misma ropa, veníamos sucios, sin peinarme, pidiendo para llegar a Chalate y así mismo a La Laguna, donde estaban unas religiosas que iban a Las Vueltas y ellas sabían lo que me había pasado. Llegué al Convento, me dieron posada, cena y ropa para mis niños y para mí. Regresé nuevamente a Las Vueltas, a los dos días llegó un compa a hacerme una cita para hablar conmigo porque pensaban que iba a trabajar a favor del Ejército. Mi compañero estaba herido, pasamos 7 meses sin comunicación porque desconfiaban de mí, me tenían en investigación. Cuando pasó el tiempo y mi compañero se recuperó, llegó de sorpresa, estuvo como tres días y se fue. Luego de eso nos fuimos a vivir a Arcatao, en 1988, a finales de diciembre. En 1990 fui parte de los maestros populares, iniciamos a ensenar lo poquito que podíamos. En 1991 murió mi compañero de vida, en ese momento yo estaba embarazada de mi tercer hijo, tenía seis meses de embarazo. Tuvimos el tercero porque andábamos buscando a la niña. Fue muy difícil porque no había terminado la guerra, no teníamos nada, ni una vivienda, solo el apoyo de los compañeros, y era muy bonito ese compañerismo, y ahora lo hemos perdido.
  • 45.
  • 46. 45 Años después me enamoré nuevamente de alguien que no me supo valorar, con quien tuve una hija que me hizo sentir muy contenta y feliz. Ella nunca supo del amor de su padre, nunca vivió con ella, nunca la ha abrazado, aunque la reconoció y cuando ha podido ha colaborado. Pero doy gracias a Dios y a mi misma que he logrado salir adelante, siempre he superado las dificultades, he sacado a mis hijos adelante y no considero que son malos hijos, me siento muy orgullosa de mi misma. Recuerdo que mi compañero me decía, que mis hijos eran míos pequeños, pero que cuando estuvieran grandes, iban a ser del pueblo, y que no fuera a esperar que me pagaran lo que había hecho por ellos. Luego fui parte de la Directiva de Mujeres, de la Asociación Comunal y de otras instituciones como Visión Mundial, y también pertenecí al Concejo Municipal de Arcatao, de 2006 – 2012. Soy una mujer que cree, que sí es posible salir adelante sin tener un hombre al lado, lo digo yo, una mujer que nunca ha dependido de un hombre. Hoy, este día quiero decir, que soy una mujer tranquila, serena, pero si soy bien tratada. La vida me ha enseñado muchas cosas y eso me hace sentir feliz, liberada, libre, independiente, con autoridad para tomar decisiones, porque nunca he dependido de nadie. Desde los 16 años, salí del hogar de mi padres y me he jugado la vida para poder salir adelante. Tenía 23 años cuando murió mi compañero, el papá de mis hijos. Por cuestiones de la guerra no conviví con él mucho tiempo y no cubrió mis necesidades, si no que la organización. Paso el tiempo, quedando viuda, nunca he dependido de un hombre, ni siquiera para que me compre un calzón, o pedir un peso para mis hijos o para mí. Hoy quiero decirles a las mujeres que están, o viven bajo el patriarcado que se quiten la venda y que se superen, que las mujeres tenemos muchas capacidades y tenemos que hacernos valer y decidir por sí mismas, porque las mujeres somos el motor principal de la familia, la comunidad y la sociedad, somos buenas administradoras, educadoras y tenemos muchas capacidades más para poder sacar una comunidad o un país adelante. Termino mi historia con este poema, que escribí cuando el presidente era Tony Saca:
  • 47. 46 Poema, Ernestina Ayala Dios bendiga este pueblo Dios bendice la comunidad Dios bendice a las mujeres Que le sirven a la sociedad. A las compañeras de Arcatao Ahora quiero saludar Por el esfuerzo realizado En nuestra comunidad. Mujeres no desmayemos Que la lucha continua Porque si nosotras nos dejamos La vida será más dura. Las mujeres salvadoreñas Mujeres de esfuerzo y valor Por ver la liberación. Las mujeres chalatecas Debemos reconocer Que el gobierno que nos rige Solo nos quiere joder. Las mujeres de Arcatao No vamos a desmayar Hay un pueblo que nos espera Y una cuenta que entregar. Ya con esta me despido Con una condición Que todas luchemos juntas por una justa razón.
  • 48. 47 Esta pequeña historia que contaré es parte de lo más relevante en la vida de las mujeres de la familia López, particularmente de: Magdalena, Rosa, Mirtala y América. Considero que es importante rescatar la historia en la que nos vimos protagonistas, nuestro papel en la época de guerra, y después de ella, reconocer que tenemos capacidad de luchar y defender nuestros derechos. Magdalena Mejía nació en el cantón Sicahuite, jurisdicción de Chalatenango el 15 de mayo de 1935, hija de Reyes Alas y de Manuel Mejía; era la tercera hija de la familia de siete hermanos. Magdalena vivió desde muy niña tratando de sobrevivir, le tocó trabajar mucho para llevar el sustento a su familia, aporreando maíz y maicillo con la única misión de llevar algo a su casa, ya que el machismo y el alcoholismo de su padre eran los reyes de su casa: era maltratada junto a su madre y hermana. Cuando cumplió 18 años la pidió en matrimonio un joven apuesto, (como dice Magdalena); se casaron y se la llevó a un cantón llamado Los Naranjos, al Caserillo Los Amates. Allí construyen su casa y la que sería años después un lugar de risas y de llanto. Dió a luz a doce hijos: siete hermosas mujeres y cinco hombres. Magdalena educó a su familia con un mejor tono de voz y con esmero, lo que ella no pudo hacer en su niñez, quería dárselo a sus hijos e hijas: LAS MUJERES DE LA FAMILIA LOPEZ3 MARÍA MAGDALENA MEJÍA (Mamita Nena, la Abuela) ROSA ABELINA LÓPEZ (Hija y madre de la escritora) MARIA DEL CARMEN LÓPEZ (Hija) BLANCA MIRIAN LÓPEZ (Hija) TERESA DE JESUS LÓPEZ (Hija) MIRTALA LÓPEZ (Hija) JUANA MARÍA LÓPEZ (Hija) ROSA AMÉRICA MENJÍVAR LÓPEZ (nieta, escritora) Por: Rosa América Menjivar Digitado por: María Elena Menjivar, hermana. 3 Existe un video documental sobre la familia de estas mujeres, se llama “Los López”
  • 49. 48 a OVIDIO, ROSA, JUAN PABLO, CARMEN, MIRIAN, TERESA DE JESUS, MIRTALA, JOSE ANTONIO, CRISTOBAL, MIGUEL ANGEL, MARIA ELENA y JUANA MARIA. Magdalena ha pasado tantas cosas que narra a cada momento de su vida, y lo recuerda como si todo lo que pasó, pasó ayer; un ayer tan inolvidable, para no vivir un presente, ni un futuro igual. Desde antes de 1978 comenzó todo: la pobreza, la exclusión, las hambrunas, las reformas, las elecciones frustradas. Todo, abre paso a lo que pronto se convertiría en la guerra civil prolongada. Esto se hizo sentir más fuerte y más terrible para la población. La iglesia católica perdía sus primeras víctimas, el padre Rutilio Grande fue masacrado cobardemente en El Paisnal. La defensa de la población era su delito según los paramilitares salvadoreños. Monseñor Romero, amigo del Padre Rutilo, se hizo sentir y comenzó las denuncias públicas de lo que el Ejército hacía con la población salvadoreña; hablaba de temas tan profundos como la persecución, masacres, desapariciones de niños y niñas, derramamiento de sangre, sin ningún temor.
  • 50. 49 El Salvador y cada rinconcito por muy pequeño que fuera, se convertía en escenario de guerra, donde se luchaba por justicia e igualdad de condiciones, de derechos, y sobre todo se luchaba por la vida. La guerra civil se había destapado, habían dos bandos, el Ejército Nacional donde existían los batallones más peligrosos, entrenados por la Escuela de las Américas, con sede en Panamá: el Batallón Atlacatl, el Belloso, el Bracamontes. La Fuerza Armada Salvadoreña, armada hasta los dientes. No dejaré de mencionar al más asesino de todos, Roberto d’Aubuisson, fundador del partido ARENA, quien conformó un grupo que se denominaban los Escuadrones de la Muerte, estos eran entrenados para matar, y fueron ellos quienes amenazaron y masacraron a nuestro obispo mártir Monseñor Romero, por orden del imperio, quien pagó para callar la voz de la palabra viva de Jesús. El Ejército nacional tenía en todos los pueblitos de El Salvador grupos armados, pero se veían más donde se organizó el pueblo y se involucró con la lucha armada. El segundo bando era la sociedad salvadoreña que decide organizarse y surgieron muchos grupos guerrilleros, conformando así cinco organizaciones: FPL, ERP, RN, PRTC, PCS que pronto se fusionarían para conformar una sola guerrilla y derrotar al imperialismo en El Salvador. Surge el FMLN. El primer hijo de la familia López Mejía fue Ovidio López o como cariñosamente le decíamos “Carabina”; Este muchacho tenía 24 años cuando decidió involucrarse directamente con la organización popular, luego fue llamado a formar parte de la UTC, junto a tantos compañeros y compañeras que lucharían por la dignidad campesina. Mi tío era un seguidor de Monseñor Romero, ya que él denunciaba la injusticia social, política y económica que había en El Salvador. Monseñor Romero hace un llamamiento especial a los hombres del Ejército y les dice que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre y pide que se respete el mandamiento de Dios que dice “no matar”. Él pide en su homilía del 23 de marzo de 1980 que se respete la dignidad humana, ya él había recibido amenazas de muerte y es así como el 24 de marzo de 1980, martirizan a nuestro hermano y líder espiritual MONSEÑOR OSCAR ARUNLFO ROMERO. Él se convierte en la voz del pueblo, que aún después de su muerte sigue guiando al pueblo salvadoreño. Seguimos esa voz que grita en el desierto de los afligidos de corazón, en los pies descalzos, en el campesino que se levanta antes del alba con su machete, forjando un camino mejor.