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Se recomienda leer las renuncias o disclaimers. Gracias.
ENTRE DOS MUNDOS de Ambigua

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Renuncias: Los personajes de Xena, Gabrielle, Argo, Afrodita, Ares y alguno que se me escapa son propiedad de
Renaissance Pictures / MCA Universal, el continente de Ansalon, con sus personajes, en el mundo de Krim, pertenecen a
TSR, Inc. Yo me he limitados a revolverlos un poco y ver que pasaba. Cualquier critica será bienvenida.

Clasificación:

Autora: Ambigua

E N T R E

D O S

M U N D O S .

UNO.

– ¡Cuidado Gabrielle!

La voz de Xena despierta bruscamente a la rubia joven, sin pensar, como acto reflejo, agarra el bastón, siempre a
mano a un lado de las cobijas, hace un giro completo con él, y escucha el golpe sordo contra lo que sin duda es un
cuerpo, un salto y está en pie, tiene tiempo de echar un vistazo alrededor.
Dos hombres las han sorprendido, la alta mujer que es su compañera, sostiene un cuenco en la mano, acaba de
tumbar a uno de los asaltantes de una patada en el pecho, pero este toma impulso y no tarda en volver a estar de
pie, lanza un puño atacando a la guerrera, pero Xena se agacha, sin soltar el recipiente que sostiene en la mano y
arremete de cabeza contra su adversario.
Se desentiende de la guerrera por un momento, el barbudo hombre que ha sido golpeado por su cayado, viene a por
ella y adopta una postura defensiva, el hombre, de pequeña estatura, la mira especulativamente, gira despacio a su
alrededor buscando un descuido de la joven rubia, que no llega, al contrario, Gabrielle amaga un golpe sesgado que
hace saltar al tipo hacia atrás, inmediatamente su cayado golpea con fuerza un lado de la cabeza del asaltante, que
aúlla al recibir el castigo, su grito se corta cuando el bastón impacta nuevamente en su cráneo, dejándolo
inconsciente. A su espalda, la guerrera castiga al otro con bien dirigidos golpes de sus fuertes piernas, Gabrielle se
da cuenta que el cuenco no ha abandonado la mano de la guerrera, que está haciendo malabarismos contoneando su
cuerpo para resguardar su carga.
La expresión medio grogui del asaltante, hace que cese su castigo, la morena mujer se para delante de él.
–Bueno chico, esto tiene dos formas de terminar: –el hombre intenta continuar en pie, cosa que consigue con
verdadero esfuerzo y enfoca su nublada visión en Xena, que lo vigila con el recipiente de barro en su mano derecha
y una dura mirada en los azules ojos – tú continuas haciendo el tonto, luchando conmigo y yo te mato, o por el
contrario, coges a tu inconsciente amigo, lo cargas el uno de los jamelgos que habéis dejado atados cerca de aquí y
desaparecéis de mi vista, continuando vivos los dos, ¿qué prefieres?
El facineroso la mira con odio. Sin contestar, se encamina a recoger a su caído compañero, cargándolo con esfuerzo
y alejándose de allí en dirección sur.
–Xena, –la mirada de la bardo es de fingido enfado – sólo eran dos hombres, ¿por qué me has despertado? Lo único
que tenias que hacer era noquearlos a ambos con el chakram, ¿qué demonios llevas ahí que no sueltas?

–Mi querida Gabrielle, –la divertida sonrisa transforma su cara, realmente se ve bella cuando sonríe y la mirada de
amor que brilla en sus ojos, sólo conocida por Gabby, es como una hoguera que calienta el interior de la joven
bardo. – Mientras tú estabas seducida por  Morfeo, esta pobre luchadora ha  conseguido algo de alimento para
cuando despertaras.
Mientras habla le muestra la carga de huevos que transporta en el cuenco.
–Pero Xena, –una alegre carcajada brota de su garganta. – ¡tú tomas los huevos revueltos!
–Si cariño, lo sé, – su frente se arruga en un simulacro de ferocidad falsa. – ¡pero odio encontrar trozos de cáscara
en mi desayuno!
Al tiempo que ambas ríen, se acercan, Gabrielle pasa sus brazos por el cuello de la morena mujer, que enlaza con el
brazo libre la cintura de la joven bardo, la acerca a sí e inclinándose la besa.
Gabrielle aun continua sorprendiéndose de tener el amor de la alta luchadora, de que solo acercándose a ella e
iniciando un gesto, su Princesa Guerrera esté allí, pero todo pensamiento huye de su mente cuando Xena profundiza
el beso, despertando otras ansias en su cuerpo.
–¡Ah no! –la rechaza apartándose un paso. – Esos huevos han de estar exquisitos y yo, ¡Oh gran Xena!, necesito
comer algo, estoy desfallecida. –comenta, y esquivando el brazo que intenta atraparla, le quita a la guerrera su
carga y se dispone a preparar un nutritivo desayuno, dejando a la morena con una irónica sonrisa en sus labios. –
Quizás, después de calmar mi estómago, tomaré ese postre que me ofreces. –termina con pícaro gesto.
La guerrera recorre lentamente el cuerpo de Gabby y se pasa la lengua por el labio superior en un lento y lascivo
gesto.
–¡Hum! No veo la hora de acabar con esos huevos. – ¡Cuidado Gabrielle!

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La voz de Xena despierta bruscamente a la rubia joven, sin pensar, como acto reflejo, agarra el bastón, siempre a
mano a un lado de las cobijas, hace un giro completo con él, y escucha el golpe sordo contra lo que sin duda es un
cuerpo, un salto y está en pie, tiene tiempo de echar un vistazo alrededor.
Dos hombres las han sorprendido, la alta mujer que es su compañera, sostiene un cuenco en la mano, acaba de
tumbar a uno de los asaltantes de una patada en el pecho, pero este toma impulso y no tarda en volver a estar de
pie, lanza un puño atacando a la guerrera, pero Xena se agacha, sin soltar el recipiente que sostiene en la mano y
arremete de cabeza contra su adversario.
Se desentiende de la guerrera por un momento, el barbudo hombre que ha sido golpeado por su cayado, viene a por
ella y adopta una postura defensiva, el hombre, de pequeña estatura, la mira especulativamente, gira despacio a su
alrededor buscando un descuido de la joven rubia, que no llega, al contrario, Gabrielle amaga un golpe sesgado que
hace saltar al tipo hacia atrás, inmediatamente su cayado golpea con fuerza un lado de la cabeza del asaltante, que
aúlla al recibir el castigo, su grito se corta cuando el bastón impacta nuevamente en su cráneo, dejándolo
inconsciente. A su espalda, la guerrera castiga al otro con bien dirigidos golpes de sus fuertes piernas, Gabrielle se
da cuenta que el cuenco no ha abandonado la mano de la guerrera, que está haciendo malabarismos contoneando su
cuerpo para resguardar su carga.
La expresión medio grogui del asaltante, hace que cese su castigo, la morena mujer se para delante de él.
–Bueno chico, esto tiene dos formas de terminar: –el hombre intenta continuar en pie, cosa que consigue con
verdadero esfuerzo y enfoca su nublada visión en Xena, que lo vigila con el recipiente de barro en su mano derecha
y una dura mirada en los azules ojos – tú continuas haciendo el tonto, luchando conmigo y yo te mato, o por el
contrario, coges a tu inconsciente amigo, lo cargas el uno de los jamelgos que habéis dejado atados cerca de aquí y
desaparecéis de mi vista, continuando vivos los dos, ¿qué prefieres?
El facineroso la mira con odio. Sin contestar, se encamina a recoger a su caído compañero, cargándolo con esfuerzo
y alejándose de allí en dirección sur.
–Xena, –la mirada de la bardo es de fingido enfado – sólo eran dos hombres, ¿por qué me has despertado? Lo único
que tenias que hacer era noquearlos a ambos con el chakram, ¿qué demonios llevas ahí que no sueltas?

–Mi querida Gabrielle, –la divertida sonrisa transforma su cara, realmente se ve bella cuando sonríe y la mirada de
amor que brilla en sus ojos, sólo conocida por Gabby, es como una hoguera que calienta el interior de la joven
bardo. – Mientras tú estabas seducida por  Morfeo, esta pobre luchadora ha  conseguido algo de alimento para
cuando despertaras.
Mientras habla le muestra la carga de huevos que transporta en el cuenco.

–Pero Xena, –una alegre carcajada brota de su garganta. – ¡tú tomas los huevos revueltos!

–Si cariño, lo sé, – su frente se arruga en un simulacro de ferocidad falsa. – ¡pero odio encontrar trozos de cáscara
en mi desayuno!
Al tiempo que ambas ríen, se acercan, Gabrielle pasa sus brazos por el cuello de la morena mujer, que enlaza con el
brazo libre la cintura de la joven bardo, la acerca a sí e inclinándose la besa.
Gabrielle aun continua sorprendiéndose de tener el amor de la alta luchadora, de que solo acercándose a ella e
iniciando un gesto, su Princesa Guerrera esté allí, pero todo pensamiento huye de su mente cuando Xena profundiza
el beso, despertando otras ansias en su cuerpo.
–¡Ah no! –la rechaza apartándose un paso. – Esos huevos han de estar exquisitos y yo, ¡Oh gran Xena!, necesito
comer algo, estoy desfallecida. –comenta, y esquivando el brazo que intenta atraparla, le quita a la guerrera su
carga y se dispone a preparar un nutritivo desayuno, dejando a la morena con una irónica sonrisa en sus labios. –
Quizás, después de calmar mi estómago, tomaré ese postre que me ofreces. –termina con pícaro gesto.
La guerrera recorre lentamente el cuerpo de Gabby y se pasa la lengua por el labio superior en un lento y lascivo
gesto.
–¡Hum! No veo la hora de acabar con esos huevos.

La temperatura es agradable, Argo camina siguiendo a las dos mujeres, las riendas recogidas, sigue a su amiga
porque así lo quiere.
La playa se extiende en el horizonte, las huellas que dejan los tres forman un dibujo a sus espaldas que las olas van
borrando.
–Las perturbaciones de las que nos informó aquella gente se encuentran por allí, cerca de aquella formación rocosa.
–Gabrielle entrecierra los ojos para ver dónde señala su amiga, en efecto, más adelante y de manera difusa, se
distingue una masa de piedra que paulatinamente se aleja de la playa – Creo que llegaremos al atardecer.
Un escalofrío hace que la joven bardo se estremezca, sobre el macizo de roca, unas oscuras nubes dejan entrever
de forma intermitente rápidos relámpagos visibles aun a aquella distancia.

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–¿Qué crees que produce "eso"? No me gusta como me hace sentir. –se acerca más a la guerrera, buscando
seguridad, el fuerte brazo de su amiga rodea sus hombros de forma consoladora. – Es tan siniestro... .
Con un encogimiento de hombros, la morena le participa de su propia ignorancia.

–Averiguaremos lo que es. Y Gabrielle... –la mira a los ojos con seguridad –... no te preocupes, prometo que yo
cuidaré de ti.
–Lo sé, Xena... –deja escapar un suspiro. – Es sólo que tengo un mal presentimiento.

Una tenue neblina las envuelve, mientras se acercan a la fuente de las irregularidades. Hay como una resistencia en
el aire, Argo corvetea nerviosa y se retrasa, por lo que cuando una fuerte succión tira de las mujeres, queda
separada de ellas y relincha llamando.
–¡Agárrate fuerte a mi Gabby! –grita Xena mientras clava el talón de sus botas en el suelo, intentando combatir la
fuerza que las absorbe y alargando el brazo para sujetar a Gabrielle, sin conseguirlo.
Ambas caen al suelo, intentando asir cualquier cosa que les sirva de ancla, pero son irremisiblemente arrastradas
hacia un espacio que reverbera como si un fuerte calor fluyera de él.
–¡Xenaaaaaaaa! –el grito de Gabrielle pierde fuerza y se amortigua, pareciendo que una gran distancia las separa. –
¡Xenaaaaaaaaaaaaa!
–¡Gabrielleeeeeeeeeeeeeee! Argo, desorbitados los marrones ojos, las ve desaparecer, sin poder acercarse pese a
sus intentos.

DOs.

Lentamente regresan las sensaciones a Xena.

Alza la vista y repasa el panorama a su alrededor antes incluso de levantarse del suelo. Gabrielle gime unos metros
adelante, no hay duda que está bien.
La playa ha desaparecido, en su lugar hay una extensa llanura de ondulante hierba, unas lomas a la derecha, y
distinguiéndose en el horizonte un macizo montañoso que no debería estar allí.
–¡Por los dioses! –el desfallecido tono en la voz de la joven bardo alerta a la guerrera, que la mira y sigue la
dirección de sus ojos hacia la oscuridad del cielo. – Xena... ¡hay dos lunas!
En efecto, en la cúpula celeste, dos astros presiden la noche, uno de ellos de un rojizo color sangre, plateado el
otro. La alta mujer sacude con incredulidad su cabeza, ¡por todos los habitantes del Tártaro! ¡¿Dónde demonios
estaban?!
–De acuerdo. –su instinto toma las riendas. – Subamos a aquellas lomas y echemos un vistazo. Esto ha de ser
alguna jugada del maldito Ares.
–Xena ¿dos lunas? Ni siquiera Zeus tiene semejante poder, no, no creo que Ares tenga algo que ver en esto...
–Está bien Gabby, –la brusquedad de su tono, indica a la bardo que también ella sabe que Ares no es el artífice,
está utilizando lo que conoce para intentar explicar lo inexplicable –pero al menos así sabremos donde estamos.
Recogen sus esparcidas pertenencias encaminándose a la escasa altura de las cercanas colinas. Por la postura que
adopta al andar, la tensión de la guerrera es evidente, todo su cuerpo alerta, su mirada barre los alrededores
incesantemente, Gabrielle la sigue.
–Allí, ¿lo ves? Hay luces en aquella dirección.
A lo lejos, unas parpadeantes luces brillan en la noche, aunque de forma extraña, parecen estar a gran altura del
suelo, más, ¿no era todo extraño?. Xena encoge sus hombros con indiferencia.
–Vamos, nos acercaremos a ver, en marcha.
Aunque intenta disimularlo, Xena está atónita, los árboles son los más grandes que jamás ha visto y las casas se
encuentran entre sus ramas, por eso las luces están tan altas. Unas pasarelas de madera enlazan las viviendas,
móviles puentes con baranda de cuerda, apenas hay gente a ras de suelo.
–Es precioso Xena, aunque nunca he oído hablar de un sitio así, ¿dónde piensas que estamos?
–Bueno...  –la voz de la guerrera deja translucir la duda – es muy pintoresco Gab, pero aunque me cuesta decirte
esto... No tengo ni idea. Mira, acerquémonos a ese lugar, parece una taberna.

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En realidad es una taberna, las cosas podían ser muy distintas, pero siempre existen lugares que son evidentes y
comunes.
Unas escaleras rodean el tronco del inmenso árbol, permitiendo el acceso al edificio, el aroma que surge del interior
les recuerda el vacío de sus estómagos.
Al franquear la entrada, admiran un gran salón perfectamente acoplado al descomunal tronco, las mesas de madera,
parecen crecer de forma natural, la chimenea, único sitio de piedra del local, esparce un agradable calor.
Un orondo tabernero, ataviado con un limpio delantal, se acerca a ellas.

–Bienvenidas viajeras al Ultimo Hogar, soy Otik, pero pasen, pasen por favor, adelante, acomódense donde puedan,
enseguida estoy con vosotras.
Gabrielle mira a Xena, esta se encoge de hombros y se adentran en la abarrotada sala.

–¡Eh chicas! Podéis sentaros aquí, ¿no es cierto Tanis? Tenemos sitio de sobra para los cuatro. Hola ¿Qué tal? Soy
Tasslehoff Burrfoot –les dice tendiendo una pequeña mano. – Y este es Tanis Semielfo y un buen amigo mío, ¡Guau!
¿Qué cosa es la que llevas ahí? –la mano se tiende hacia el chakram de la guerrera que detiene el gesto con una
sombría mirada. – Bueno, quizás no sea tan buena idea ¿verdad? Te aseguro que pensaba devolvértelo en cuanto lo
mirara...
Ambas miran al dueño de aquel torrente de palabras, un pequeño hombrecillo, aunque habían pensado en un primer
momento que era un niño. Su cara tiene una increíble jovialidad, su largo pelo, recogido en un copete sobre su
nuca, brinca a uno y otro lado con los movimientos de su nervioso dueño, sus orejas son puntiagudas, viste unas
raras calzas de un color verde chillón y una alegre túnica roja, adornándose además, con un chaleco amarillo. De su
cinturón penden multitud de saquillos.
El acompañante, por el contrario, no ha abierto la boca aun, limitándose a observar a las dos mujeres y contener las
manos de su amigo camino del zurrón de Gabrielle.
Aunque está sentado, es un hombre alto, barbudo, muy atractivo, su juventud queda desmentida por sus ojos
avellanas, la experiencia vive en ellos. Viste de suave ante, pantalón y camisa flecada, un arco y un carcaj a su
espalda le acreditan como arquero. Su mirada es amable.
–Soy Tanis, quizás quisierais acompañarnos, no hay más mesas libres, por favor disculpar a Tas, ya sabéis, los
kenders...
Saliendo de su estupor Gabrielle da un paso al frente y estrecha la mano que le ofrecen.

–Hola, yo soy Gabrielle de Poteidaia y ella es Xena de Anphípolis, encantada de conoceros. Sois muy amables, ¿no
es cierto Xena? –pregunta mientras clava el codo en el costado de su desconfiada amiga. – tendremos mucho gusto
en sentarnos con vosotros...
La mano que estrecha la guerrera es fuerte, la franca mirada del llamado Tanis terminan de convencerla para
sentarse.
Una bonita pelirroja se acerca a la mesa para tomar el pedido.

–Tika, trae cerveza para nuestras amigas y algo de comer, una fuente de patatas picantes, son famosas ¿sabéis? –
pregunta el kender mirando con picardía a la joven bardo, que se limita a sonreír. – y ¡mira que desgracia!
¡También nuestras jarras están vacías!
La joven pelirroja suspira exageradamente.
–Tas, tu jarra siempre está vacía. –lanza una alegre carcajada – Ahora mismo traigo todo.
–Tanis, quizás pudieras informarnos... Verás, no tenemos mucha idea de dónde nos encontramos... –Gabrielle
mueve su cabeza, Xena hace un gesto, animando a su compañera a seguir hablando. – Lo único que sabemos es
que hace poco viajábamos al lado de una playa, fuimos "tragadas" por alguna especie de... de puerta o algo así, y
aparecimos en este lugar. La verdad, no se parece mucho a Grecia...
El semielfo las mira. No sabe quienes son estas mujeres, su historia es cuando menos, poco creíble y mientras la
rubia Gabrielle es una chica encantadora, la morena es una guerrera, de eso está seguro y además peligrosa, si él
sabe reconocer a las personas.
–Estamos en Solace, en el continente de Ansalon, no conozco ni he oído nunca hablar de un lugar llamado Grecia...
–¿Dónde está Grecia? ¡Oh Tanis! ¿No podríamos ir allí? –el pequeño kender le interrumpe, sus vivarachos ojos
brillando de excitación. – Tal vez tengáis un mapa con su localización. Yo colecciono mapas y...
–Un momento... –la mirada de la guerrera es de desconcierto. – Ansalon... Solace, ¡Por Zeus! Ninguno de esos
nombres me dice nada...
Ahora es el semielfo el despistado.

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–¿Zeus? –pregunta, la exclamación de la morena mujer ha sido de clamar a los dioses, pero él no conoce a ninguno
que responda a ese nombre.
–Si, Zeus –Gabrielle no se explica como alguien puede desconocer al gran dios, hace un movimiento con la mano. –
Ya sabes: Zeus, Afrodita, Ares, bueno... –los ojos de Tanis no muestran reconocimiento. –... ¡los dioses! – No,
Gabby... –Xena entiende al fin, abriendo sus azules ojos con espanto. – No conocen nuestros dioses, ni nuestra
tierra, ni nada que conozcamos nosotras, no sé dónde hemos llegado, pero está muy lejos de cualquier lugar que
nos pueda ser familiar

TrEs.

La guerrera vuelve a mirar los numerosos mapas que el kender les ha proporcionado. No hay nada en su sitio, es
evidente que se trata de una tierra totalmente distinta.
Están en una de las pocas casas ubicadas en el suelo, quizás el hecho de que sea una forja sea el motivo de ello.
Tanis le ha dicho que es propiedad de un amigo suyo, un enano forjador de metales llamado Flint Fireforge.

Al parecer, en aquella tierra los enanos no son si no una de las distintas razas existente, como los kenders, gnomos,
elfos y ogros que coexisten con los humanos.
Sus dioses también difieren, Paladine, el dios del bien, Gilean, señor de la neutralidad y La Reina de la Oscuridad,
como representante del mal son los principales ejes donde giran otra multitud de divinidades.
Curanderos, magos alineados a las tres lunas, una de ellas solo visible para sus oscuros adeptos... Una cantidad de
información que a Xena le cuesta digerir.
Su mirada busca a Gabrielle, que charla animadamente con el hombrecillo, el amor asoma a sus ojos, su bardo, su
tesoro más preciado está con ella, encontrará el camino para llevarla de vuelta.
Casi como si su mirada hubiera sido algo físico, Gabby vuelve sus verdes ojos a Xena y sonríe confiada, no le
importa donde se encuentre mientras estén juntas.
Tanis sale de la habitación llevando un nuevo pergamino.

–Aquí está. –levanta el papel. – Según una antigua leyenda, en el Bosque Sombrío existe alguien que es capaz de
responder a cualquier pregunta...
–Algo así como nuestro oráculo. –Xena mira al frente pensativa. – Tal vez sea buena idea consultar a ese alguien...
–El problema es el mismo Bosque. –replica Tanis, una sombra de preocupación cruza su cara. – No es un buen lugar
al que ir, cuentan que está plagado de espíritus a los que no les gustan las visitas, nadie consigue salir de allí una
vez que se adentra entre la oscura arboleda.
El kender da un salto y se acerca a ellos, su cara, roja de emoción le dice a Tanis lo que piensa antes de que abra la
boca.
–¡Tanis! ¡Espíritus! ¡Quién sabe si muertos vivientes, espectros y cuantas cosas interesantes más habrá! –
rápidamente pone la mano sobre su traicionera boca y cambia el tono de voz – Esto... quiero decir que no podemos
dejarlas ir solas a un sitio tan peligroso Tanis... somos sus únicos amigos... estamos obligados a defenderlas... –en
realidad no cree por un momento que a la morena mujer le haga falta ayuda alguna, realmente es impresionante,
con esa gran espada y  la mirada tan dura, a la rubia quizás, pero por la forma de comportarse que tienen, la joven
bardo tiene ya su campeona – No se puede enviar a la gente al Bosque Sombrío y desentenderse...
–Mi pequeño amigo... –Xena curva la comisura de sus labios en irónico gesto – Te aseguro que no necesitamos a
nadie, pero gracias de todas formas por tu generoso ofrecimiento...
–Tas tiene razón, Xena... –el semielfo corta la negativa de la guerrera con un encogimiento de hombros. – Además,
aunque no os acompañemos hasta el interior, nosotros vamos a Haven, nos coge de paso. Podemos caminar juntos
un trecho, si después insistís en seguir solas...
–Sí, Xena, pueden venir con nosotras... No sabemos mucho de este sitio. –al parecer Gabrielle confía en ellos.
–De acuerdo. –claudica al fin – Iremos juntos hasta llegar a ese bosque. –su mano vuela en un borrón y agarra la
del pequeño kender que lleva el chakram, sus ojos taladran los de Tas. – Ni se te ocurra amigo.
El cambio de Xena sobresalta al hombrecillo. Tanis se pone rígido.
–No te preocupes, Tas. –dice Gabrielle en tono festivo, quitando hierro al asunto. – Ni siquiera yo puedo usar esa
cosa. –pasa un brazo por los hombros del kender y lo aleja de Xena, lanzándole una mirada de advertencia a la
guerrera. – Se pone un poco quisquillosa con eso.
¿Viste esa luz tan siniestra en sus ojos? –el pequeño no está asustado, pocas cosas son capaces de
a uno de su especie. – Me ha recordado a Raistlin, Raistlin es un mago amigo mío, hermano de
a veces me mira como lo ha hecho ella, claro que él me amenaza con convertirme en sapo o algo así y
capaz de hacerlo, pero sé que bromea...

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–¡Caramba!
amedrentar
Caramon, y
le creo muy

El sonido de su voz va menguando conforme Gabby lo aleja, Tanis se relaja, también a él el pequeño kender
consigue exasperarlo, pero no iba a permitir que aquella mujer le hiciera daño.
–Podéis descansar aquí esta noche, Tas y yo iremos a mi casa, si te parece, saldremos temprano en la mañana.

–Gracias Tanis, – sus dedos aprietan las sienes – dile a Tas que lo siento, estoy algo nerviosa, no todos los días me
encuentro en situaciones como ésta.
–No te preocupes, Xena. –su mano aprieta el hombro de la mujer – Tas no puede evitar ser como es. –"y tú
tampoco" piensa el semielfo antes de obligar a su amigo a salir de la vivienda.
Finalmente las dos quedan solas. Gabrielle abraza a Xena y apoya la cabeza en el pecho de la mujer que ama. El
contacto tranquiliza  a ambas, en aquel momento es lo único conocido que tienen.
Un sollozo brota de la garganta de Gabrielle, la guerrera acaricia su rubio cabello y lo besa.
–Xena ¿Saldremos de aquí?

–Te lo prometo, amor mío, pronto estaremos en casa de vuelta. Su boca busca los labios de la joven bardo, sus
brazos la alzan en vilo y la deposita en la cama, sus manos comienzan a recorrer su cuerpo, pronto cesa el conato
de llanto, Gabrielle responde a las necesidades de la guerrera con su propia necesidad, la luz de ambas lunas
prestan un fondo de color rosado mientras sus cuerpos inician la danza del amor.

CUATrO.

Tas se adelanta en el camino, haciendo sonar su vara jupak, un lastimoso sonido zumbante y hueco, grave al
principio, que al momento sube de tono alcanzando unas resonancias agudas, como un quejido.
–Tas, si no dejas de hacer eso, te aseguro que tú y tu jupak alimentareis el fuego esta noche. –le dice Tanis. – Por
favor...
–Claro, Tanis. –la cabeza del kender gira y les guiña un ojo. – Sólo estaba probándolo, nunca se sabe lo que puedes
encontrar en el camino. Oye Gabby – si quieres puedo enseñarte algunos trucos del tío Saltatrampas para la lucha
con varas o bastones, quizás cuando paremos un poco te interese...
–Por supuesto Tas, eres muy amable, de veras. –la joven bardo ha encontrado a alguien que la supera en
palabrería, aquel pequeño hombrecillo era incansable, ni siquiera perdía aliento con la endiablada marcha que
marcaban Xena y el semielfo. – Y lo serías aún más si me devolvieras esos pergaminos; son importantes para mí
¿sabes?
–Ops, lo siento, vi que empezaban a caerse y pensé que lo mejor sería que los guardara... –le devuelve a la bardo
sus papeles y una pluma que, por lo visto, "también" se estaba cayendo. – Sería una pena que los perdieras.
Xena sacude la cabeza, empieza a conocer la naturaleza especial del pequeño. Gabrielle, sin embargo, ya daba
muestras de un mayor entendimiento con él.
–Tanis, –su cuerpo se tensa, repentinamente alerta – nos están rodeando, hay dos hombres a nuestra espalda y
algunos más delante. –el aviso hace que el semielfo preste atención, con voz natural continua en tono más alto. –
Gabrielle, Tas, acercaos, tenemos que deciros algo...
Sin darles tiempo a reunirse, los acechadores salen al camino dando gritos. Salteadores, piensa el semielfo, hombres
sin nada que perder en busca de sus posesiones y sus vidas si intentaban resistir.
Xena lanza un grito y se apresta a la lucha, sus compañeros la imitan.
El kender, manteniendo a distancia a uno de ellos con su vara, mira con asombro el fabuloso salto en el aire de la
morena guerrera, que aterriza entre dos de ellos y entrechocando sus cabezas los deja fuera de combate.
Gabrielle golpea a otro con la punta del bastón en el estómago, aprovechando que el hombre se dobla en dos para
noquearlo con un molinete de su vara.
Mientras tanto, Tanis cruza su espada con el que parece ser el jefe de los asaltantes, es claramente superior y
pronto bloquea una estocada dirigida a su pecho, con un potente giro de su brazo consigue que la tizona del ratero
vuele lejos de su alcance y utiliza la empuñadura de su arma para golpear el rostro del hombre, que se desploma sin
un quejido.

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Xena se gira y su mirada busca a Gabrielle, un tipo con la espada en alto tras ella, se dispone a clavarla en la joven
mientras otro de ellos recibe los golpes de la rubia, la guerrera lanza el chakram, desarmando a su agresor al mismo
tiempo que Gabrielle termina con el otro en el suelo. Un nuevo salto impulsa a Xena por los aires para caer con sus
muslos abrazando el cuello del único hombre que queda en pie.
–Sueña con el Tártaro bastardo – y con una prieta sonrisa golpea la cara de su adversario con el cubierto antebrazo.
–¿Estáis todos bien? –pregunta el preocupado semielfo. – Buena técnica Xena – sacude la cabeza con incredulidad. –
Jamás había visto a nadie saltar de esa manera...
–¡Guau! –Tas gira como un loco alrededor de la alta luchadora, dando inútiles brincos en el aire. – ¿Crees que yo
podría saltar así si entrenara?
Gabrielle deja oír una cristalina carcajada.

–Bueno Tas, yo no te aconsejo que lo pruebes sin más, todavía recuerdo mis propios intentos... y los cardenales que
me proporcionaron.
Siete tipos yacen en el suelo en confuso montón mientras los compañeros se alejan, con la estridente voz del kender
hablando acerca de vuelos fabulosos y armas volantes.
La noche se deja conocer y las sombras se alargan cuando deciden acampar a unos metros del sendero.
Pronto, un amable fuego calienta las provisiones para la cena.

–Sería aconsejable establecer unos turnos de guardia. –el liderato de Tanis se ha establecido de forma inconsciente,
a Xena no le importa, él conoce el terreno, ella no. – Tas se ocupará del primero... –al mirar al hombrecillo,
vislumbra algo que brilla en sus manos y ruge abalanzándose sobre él. – ¡Tasslehoff! ¿Cómo demonios tienes ese
anillo en tu poder?
–Tanis yo... te prometo que lo recogí del suelo en casa de Flint... pensé en dejarlo sobre la mesa, pero no sé como,
cayó en uno de mis saquillos, –las mujeres asisten divertidas a esta nueva travesura del incorregible kender –
pensaba dárselo al enano en cuanto lo encontrásemos...
El semielfo gruñe enfadado y con un zarpazo arrebata el anillo de sus manos, pero este cae a los pies de Gabrielle,
que lo recoge y admira.
Hecho de mithril, un material parecido a la plata pero más resistente que el acero, la joya muestra el excelente
diseño del artesano Flint Fireforge, unas enredadas hojas de álamo, el árbol predilecto de los elfos, se curvan
formando un intrincado dibujo de perfecto acabado.
–Es precioso...

–Lo es – el semielfo ve la admiración en los ojos de la joven. El anillo es un objeto que el enano le ha dado y sigue
su instinto – Quédatelo.
–Pero... yo... no puedo Tanis, esto... bueno no...

–Insisto Gabrielle, para ti. –su mano cierra la de la joven, que mira a Xena, quien hace un levísimo asentimiento.
–Gracias, lo guardaré como un símbolo de nuestro encuentro.

Finalmente el cansancio los reclama y se disponen a pasar la noche.
La guerrera sale de su sueño cuando siente que alguien se le aproxima, sus ojos localizan al semielfo y le hace saber
que está despierta.
El campamento es rápidamente levantado y dispuesto para la nueva jornada.
Cuando cargan los bultos una voz se deja oír.
–Bueno, bueno, así que ya estamos preparados, ¿no es así? Bien, nos espera una larga caminata, si, una muy larga
caminata, habéis tardado mucho en aprestaros a ella.
Los sobresaltados compañeros buscan el origen de la voz, sin éxito, hasta que el propietario se mueve. De lo que
parecía una roca brotan unas arrugadas manos y suben para retirar una capucha y mostrar una cara, apergaminada
como pocas. El extraño se pone en pie.
Es un gnomo, totalmente vestido de gris, no era raro que no le hubiesen distinguido antes.
–¿Quién eres? –la guerrera no confía en el desconocido. – ¿Qué quieres?
–No soy yo el de las respuestas. –les responde enigmático.
–¿Qué significa eso?
–Otra pregunta, pero te equivocas de destinatario y de interrogante. –chasquea la lengua y dobla la cabeza como un
pájaro. – No creo que sea eso lo que en realidad quieres saber.

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–¿Y qué sabes tú de mis necesidades? –los ojos se entrecierran peligrosamente y la guerrera da dos pasos
acercándose al gnomo, que indiferente a la amenaza sigue sonriendo.
–Hum, ¿Acaso piensas parar mi flujo sanguíneo? –los ojos de la morena demuestran estupefacción, aquel personaje
conocía sus trucos, eso era imposible a menos que... sus ojos se abren con asombro. – Jejeje, sí, sí, sí. Veo que ya
entiendes. –Los compañeros de Xena miran de uno a otro conforme hablan sin saber si intervenir o no. – Yo vengo
de su parte, no debéis ir al Bosque Sombrío. –dirige un rápido vistazo al kender y al semielfo y barbota algo sobre el
tiempo que aun no ha llegado. – Él os espera en la Gruta del Lamento, allí encontrareis las respuestas que
necesitáis.
Sin más, comienza a alejarse del grupo.

–Espera. –el semielfo intenta detenerle. – ¿Dónde esta esa gruta? ¿Cómo llegaremos a ella?
Los pasos se detienen, el gnomo se vuelve con un malicioso brillo en sus ojos.

–¡Oh! Se me olvidaba. Tas ya tiene el mapa, ¿no es cierto amigo? –continuando su marcha, inesperadamente veloz,
en unos momentos se pierde en la espesura.
El kender se desprende de sus saquillos con presteza y les echa un vistazo. En efecto, de uno de ellos surge un
precioso mapa, dibujado con vivos colores, que no estaba allí el día anterior.
–Tanis, palabra que ahora no he sido yo... ese... –una mirada de desconcierto en la cara del kender.
–Tranquilo, Tas, te creo . –y ambos lo estudian.

Gabrielle mira el fruncido ceño de Xena, aquello le gusta tan poco como a ella, pero al parecer, así estaban las
cosas.
–De acuerdo. –comenta la guerrera – Y ahora ¿qué?

Tanis levanta la vista, en la postura de la morena hay desafío, su salvaje belleza retiene la atención del semielfo, de
alguna forma le recuerda a Kitiara, la dulzura y el corazón de Gabrielle, por el contrario, trae a su mente a una bella
elfa de Qualinesti, aleja de sí los pensamientos y se concentra en el presente.
–Bien, según el mapa, la montaña a la que hemos de ir, se encuentra al este, pasando las llanuras de Que-Shu,
tardaremos varios días; será mejor ponernos en camino.
–¿Tardaremos? –la ceja de Xena se eleva en su frente. – ¿Significa eso que has cambiado de opinión respecto a lo
de acompañarnos? Lo cierto es que no quisiera que os causáramos más molestias.

–¡Tanis! ¿Lo dices en serio? ¡Demonios! Me parece estupendo, de verdad, es una zona que no conozco y me
gustaría visitar, podría hacer unos mapas sobre el terreno...  –Tas recoge sus saquillos y enlaza a Gabrielle. –
¿Sabes? Creo que será lo mejor, a mí me gusta divertirme, así que dejaré que Tanis y Xena sigan discutiendo
mientras nosotros abriremos la marcha, te aseguro que a veces se preocupa demasiado y tardará en convencer a tu
amiga, no parece muy dispuesta a unirse a nosotros...
–Bueno, Tas, –la verborrea del kender sigue sorprendiendo a la joven bardo. – no está acostumbrada a gente que
se brinde a ayudarla, Xena es terriblemente orgullosa, esto no le resulta nada fácil... Gabrielle piensa en el cambio
de la guerrera. De conquistadora de tierras a la mujer que ha aprendido a amar, de fría asesina a la persona que
luchaba por el bien y por salvar su alma. En su interior nunca acabaría la batalla entre la luz y las tinieblas, pero lo
intentaba y ella estaría siempre con la mujer que se había convertido en su mundo.

CINCO.
El panorama a sus pies es majestuoso, las montañas apenas transitadas esconden precipicios y traicioneros
derrumbamientos, obligándoles a permanecer alerta.
El cruce de las llanuras fueron unos días en los que se conocieron mejor, y (gracias a los dioses por los pequeños
favores) no tuvieron tropiezos ni enfrentamientos. Los rodeos a las zonas pobladas y la experiencia de Xena y el
semielfo para moverse en terreno descubierto, evitaron los encuentros desagradables.
Unos famélicos lobos en las estribaciones montañosas les proporcionó el único incidente digno de mención. Incluso
los "descuidos" de Tas fueron tomados a la ligera, limitándose los compañeros a volcar por la noche los múltiples
saquillos del kender y recuperar sus pertenencias, ante la inocente mirada del atribulado hombrecillo.
El aire es más fresco a estas alturas, las pieles que Tanis les proporciona atenúan las bajas temperaturas. Caminan
por un estrecho sendero que bordea la montaña, Xena abriendo la marcha, la sigue Gabrielle, luego el kender y el
semielfo cierra la comitiva.
Según el mapa que de forma tan anómala les suministró el gnomo, la Gruta del Lamento se haya cerca de la
cumbre, en el lado oriental del coloso de piedra.

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Es mediodía, la luz deslumbrante en las zonas descubiertas, no alcanza sin embargo el fondo del barranco, solo los
sonidos, como los aullidos de lobos y espectrales rugidos que inquietan a la joven bardo surgen de las
profundidades.
–¿Cuándo alcanzaremos la cima? –la pregunta de Tas rompe el silencio. – Esto es bastante aburrido...  Xena, ¿de
veras no puedo lanzar el chakram? Estoy seguro que sería capaz de alcanzar aquellos arbustos y cortar los tallos de
la rama de la izquierda. –la socarrona mirada de la guerrera no desalienta al kender. – Bueno, tal vez más tarde,
¿eh?
–Sí Tas, mucho más tarde. Ahora, ¿por qué no te adelantas e intentas conseguir un puñado de maduras bayas? Las
que trajiste ayer eran deliciosas. –y es una buena manera de perder de vista al latoso hombrecillo por un tiempo,
piensa la luchadora.
–Claro. –la cara del kender se anima, al fin algo que hacer.  Gabrielle, ¿me acompañas?

–De acuerdo, a mí también me cansa este continuo caminar y escalar, será divertido. –y ambos se adelantan al
tiempo que Xena y el semielfo preparan un improvisado campamento para la comida.
La guerrera estudia al hombre. Precisos gestos y una gracia natural, legado de su parte elfa, se combinan con la
fuerte musculatura y anchura de hombros de su mitad humana.
Le gusta Tanis, mientras su propia alma se encuentra dividida entre la luz y las tinieblas que procura combatir, el
semielfo divide su corazón entre las mezcladas sangres que lo conforman. Los dos se debaten en una lucha por
aclarar sus vidas, por encontrar el equilibrio que les permita convivir con ellos mismos.
–Creo que coronaremos la cumbre mañana a estas horas. –la concentración del hombre descifrando los símbolos del
mapa, hacen aparecer unas finas arrugas en su frente, levanta la vista y enfrenta la mirada de Xena. – ¿Qué pasará
si no podéis regresar?
–No he pensado en ello, vamos a volver de una u otra forma. –sus labios esbozan un sesgado rictus. – No entra en
mis planes el quedarme aquí, te lo aseguro.
–¿Y si no hubiera forma? Si todo esto es inútil, bueno... había pensado que os unierais a nuestro grupo, dentro de
poco saldremos a intentar averiguar que hay de cierto en los rumores que corren acerca de ejércitos formándose en
el norte, eres una gran luchadora y también Gabrielle... si las cosas no salen bien... en fin, que no tenéis que...
Xena se acerca al semielfo y su mano se cierra en el antebrazo de este, que corresponde al saludo de igual forma.
Los ojos de ambos se encuentran.

–Gracias Tanis, de verdad, es una generosa oferta que tendré en cuenta, pero nosotras tenemos una vida, Gabrielle
tiene una familia y créeme...  –la sonrisa crece en su cara – Es tan cabezona, que volvería del mismísimo Tártaro si
se lo propusiera. Además, no nos dejará rendirnos...
–¡Tanis nos atacan!

El grito del kender interrumpe a Xena, que seguida del semielfo parte a la carrera en dirección a la voz. Al doblar el
recodo que los escondía de su vista descubren un dantesco espectáculo.
Seis extraños seres están cerrando en un círculo a Gabrielle y Tas, que usan sus bastones defendiéndose de ellos.
El aspecto de los seres es similar al de un enorme lagarto erguido sobre dos poderosas piernas, con una corta y
gruesa cola para guardar el equilibrio, un hocico, lejanamente parecido al de un perro, muestra una ristra de
afilados dientes y donde deberían estar las manos, unas garras de temible visión, aferran largas espadas, las
holgadas ropas les cuelgan en jirones, dejando ver en la escamosa espalda dos alas atrofiadas.
–¡Aquí engendros! –el grito de Xena consigue captar su atención dando un respiro a los atacados. – Dejadnos
compartir la diversión.
Ataca a la criatura más cercana con la desenfundada espada, la fuerza de los golpes del hombre –lagarto es enorme.
Tanis se ha metido ya en la lucha, rompiendo el circulo donde Tas y la joven bardo siguen luchando,  Gabrielle
golpea a uno de ellos en el acorazado pecho, consiguiendo que se tambalee, pero rápidamente se recupera y con un
empujón da con la joven rubia en el suelo. Rueda de inmediato, logrando escapar antes de que la tizona que blande
el atacante caiga con fuerza en el sitio donde un segundo antes estaba su cabeza. Su bastón impacta ahora en el
hocico de la extraña criatura, rompiendo huesos, y clava la punta endurecida en una de sus rodillas. El lagarto cae al
fin y un golpe en la cabeza acaba con él, convirtiéndose en piedra al instante.
–¡Detrás de ti! –al grito del kender, voltea para ver a otro que blande la espada y lo enfrenta.
Xena, mientras tanto golpea con la empuñadura del arma a su adversario, salta frente a él y patea repetidamente la
cara y torso de la bestia, enterrándole la espada en el corazón al caer a tierra. Sus ojos se abren con asombro,
cuando el pétreo cuerpo del animal aprisiona la tizona de la guerrera.
–¡Cuidado Tanis! –alerta al semielfo. – ¡No claves el arma en ellos!
Al ver a Gabrielle perdiendo terreno frente a uno de los seres, lanza su grito y corre hacia ellos, agarrando con las
dos manos la cabeza del lagarto y girándola con fuerza.

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Un siniestro crujido se oye cuando parte su cuello y prestamente se retira con la joven bardo del cuerpo que cae.

Tanis ha visto el efecto que la muerte causa en las criaturas y emplea la espada sin ensartarla en los enemigos, ha
acabado con su primer lagarto, un desgarrón en su camisa y la sangre que mana de su brazo repentinamente
indican que ha recibido el zarpazo de otro de los raros combatientes, que lo ha sorprendido a su costado y mira a su
agresor, se encuentra al descubierto y el animal se dispone a utilizar el hacha que enarbola, más cae muerto cuando
Gabrielle  estrella una gran piedra en lo alto de su crestada cabeza.
Sólo queda en pie uno de ellos y parece que Tas está disfrutando golpeándolo y manteniéndose fuera de su alcance.
–Vaya, parece que te has desarrollado muy bien, ¿eh? Dime ¿qué comes? –las hirientes chanzas del kender
enfurecen al bicho al cual se enfrenta, que recibe un nuevo golpe del jupak. – ¡Eh! No te acerques tanto, tu olor no
es nada agradable ¿sabes? ¡Vamos amigo!  –golpe – Tu madre si que se despistó buscando pareja  –golpe – ¿Por
cierto, en qué cuadra naciste?
Los ojos de la bestia, enrojecidos, buscan al pequeño hombrecillo que no deja de moverse. Cuando el kender se da
cuenta de que es el único adversario que queda en pie, sus bastonazos se hacen más directos e intencionados, y
clava la punta de su vara, reforzada con metal, en las entrañas del hombre –lagarto, retirándola con presteza, al
tiempo que aferrándose la herida, la bestia ruge y cae muerta.
–¡¿Qué demonios son estas criaturas?! –pregunta con extrañeza Tas. – Es lo más feo que he visto nunca, bueno,
excepto cuando Flint fue picado por aquellas avispas que le inflamaron tanto la cara... –una risita acompaña sus
palabras.
–Jamás las había visto ni oído hablar de ellas. –Tanis las contempla con repugnancia.

–¡Perfecto! –la guerrera se acerca a los pétreos cuerpos caídos y da una patada en el que aprisiona su arma, que se
desmenuza como barro seco. Xena recupera su espada – Así que no sabéis que coño son. Bueno, yo no tengo ni
idea, pero no quiero volver a ver cosas como esa nunca más, larguémonos de aquí cuanto antes.
La morena se acerca a Gabrielle.

–¿Estás bien, cariño? –su mirada busca heridas en el cuerpo de su pareja con temor.

–Tranquila Xena, creo que solo Tanis ha sido herido por esos animales.   –contesta con un estremecimiento
abrazando a la alta mujer. – Tas está ocupándose de él.
La guerrera besa a su bardo, la inquietud por ella es tan grande que la desesperación se nota en su feroz abrazo
acercándola contra sí.
–No vuelvas a alejarte de mí. –le dice cuando separan sus labios. – Si algo te hubiera pasado yo....

–Shhhh, ya Xena, tranquila, no puedo estar siempre entre tus brazos, aunque quisiera, –comenta mirándola con
amor. – no me pasará nada, no te preocupes.
–No imagino ver que alguien vierta tu sangre, que recibas algún golpe, sí algo te pasa yo...

–¡No! Ya discutimos eso una vez, ¿recuerdas? –sus ojos buscan el azul de los ojos de la guerrera con seriedad. –
Nada de venganzas, nada de más violencia. Xena, la vida es como es, hay que encajar las consecuencias de lo que
hacemos, de eso tú sabes más que yo, pero yo he decidido estar contigo y seguirte, si eso implica un riesgo... lo
acepto, como cualquier otra cosa que reciba mientras esté a tu lado. Lo que jamás podría admitir, es que por mi
causa el odio corrompiera de nuevo tu alma.
–Sí, bueno... –no está dispuesta a claudicar, pero sabe que es inútil discutir con Gabrielle sobre el tema. –
Salgamos de este lugar.
El semielfo y Tas las esperan a distancia, respetando ese íntimo momento, y se acercan a ellos. Tanis luce en el
brazo un vendaje, pero la herida no es grave.
–Bien, continuemos, podemos tomar unos bizcochos por el camino.  –echa una mirada alrededor. – Es posible que
no estuvieran solos, permaneced alerta por si acaso. – Tanis, ¿qué crees que fueran esos bichos? ¡Guau! Eso sí fue
divertido. –el semielfo mira al kender con admiración, lo que podía considerar divertido Tas, solía ser por lo general
bastante peligroso para su salud. Se encoge de hombros, bueno al fin y al cabo es un kender.

sEIs.

Al día siguiente, los compañeros coronan al fin la cumbre de la montaña y buscan la entrada a la caverna.
Casi invisible tras unos matojos, la boca de la cueva es solo una oscura abertura, aunque algo más adentro brilla un
débil resplandor. Animados por la luz penetran en su interior.

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El pasadizo es estrecho pero lo suficientemente alto para caminar erguidos, la temperatura se suaviza mientras se
adentran por el seco pasaje, sus huellas en el polvo del suelo son las únicas visibles.
Poco a poco acortan distancia con el foco de luz, descubriendo el fuego que la produce.

Un hombre les espera sentado al amor de la lumbre. Viste una inmaculada túnica blanca, su cabello, del mismo
color, se derrama por sus hombros en una cuidada melena casi hasta la mitad de la fornida espalda, pero son sus
ojos los que atraen la mirada del grupo. De un marrón casi líquido, parecen encerrar toda la sabiduría del mundo,
todas los tiempos, todas las cosas.
–Bienvenidos viajeros, acomodaos por favor. –Su voz, como agua que se derrama, cristalina, limpia, consigue la
inmediata confianza de los cuatro amigos, con una mano señala los diferentes asientos dispuestos alrededor de la
hoguera mientras los nombra. – Xena de Amphípolis, Gabrielle de Poteidaia, Tanthalas de Qualinesti, Tasslehoff
Burrfoot de Kendermore... .
Xena contempla al extraño. Por primera vez desde hace muchos años se siente en paz, la mirada del hombre
atraviesa su alma, más no le importa, el zafiro de sus ojos busca a Gabrielle.
Tas, para sorpresa de todos, aún no ha abierto la boca y no desvía sus inquietos ojillos del anfitrión.
Tanis, por su parte, encuentra un momentáneo consuelo en su torturada mente.

La sonrisa de Gabrielle, hace resplandecer su cara, todo está bien ahora, mira a Xena y devuelve el amor que
encuentra en los ojos de la guerrera.
–Soy el Señor del Bosque Sombrío, aquel a quien buscabais.

–¿Sabe lo que necesitamos entonces? –pregunta Xena, recuperando la perdida voz.
–Antes de nada, he de contaros algo, dar una explicación.

El ya conocido gnomo, surge de algún lugar de las profundidades de la gruta portando una bandeja que acerca a los
compañeros. Jarras de fría cerveza y jugosas lonchas de carne sobre pan blanco, son agradablemente recibidas. Al
tiempo que comen escuchan al caballero.
–Los mundos que vosotros conocéis, no son los únicos, miles de ellos coexisten en el mismo espacio, aunque en
diferentes realidades o dimensiones, los guardianes o dioses, como vosotros los llamáis, cuidan de ellos, pero en
algunos mundos, abusando de su poder, han alterado el equilibrio que los mantiene separados, permitiendo el paso
de unos a otros. Esto no debería haber pasado nunca, de hecho la Fuerza Universal que rige el espacio –tiempo, ya
lo está remediando, pero las personas que hayan cruzado a otro lado, deberán volver por sus propios medios. Yo en
este mundo, y otros como yo en los demás, intentamos ayudar a estas personas, localizándolas y mostrándoles el
camino de vuelta.
–¿No puede esa... Fuerza o lo que sea, enviarnos a nuestro mundo?

–No Xena. –el Señor suspira. – No es así como funciona, la Fuerza no entiende de individualidades, sino del
conjunto. Por eso estáis aquí, es uno de los pocos sitios por donde aun se puede cruzar. Ahora es el momento de las
despedidas, pues ellos no pueden acompañaros en esta ocasión. No tardéis, os espero.
Y retrocediendo unos pasos les deja a solas.
–Tal vez nos veamos en otra ocasión, ¿eh? Yo viajo mucho, ¿verdad Tanis? Además, no he tenido ocasión de usar
ese chakram y...
–Me temo que no, Tas. –Gabrielle abraza al kender – Esto es una despedida.
–Y lanzar el chakram no es nada especial –Xena deposita su mano en la cabeza del hombrecillo y despeina su
copete, mientras su otra mano recupera el chakram del saquillo del incorregible Tas. – No tanto como tú, vara
jupak... –Su mirada se cruza con la de Tanis y se dirige a su encuentro con la diestra extendida, aferrándose ambos
los antebrazos. – Tanis...
–Xena...
Cuando la guerrera se retira, Gabrielle pasa los brazos en torno al cuello del semielfo y besa su poblada mejilla.
–Que tu espíritu no cambie nunca y tu luz siga brillando. Cuida a esa guerrera, necesita de tu fortaleza y amor más
de lo que piensa.
–Encontrarás lo que buscas Tanis, estoy convencida de ello. –la sonrisa de la joven rubia hacen sonreír al semielfo.
– Nunca os olvidaremos, gracias por todo.
–Vamos Gabrielle, –la mano de Xena aprieta su hombro – nos esperan.
El gnomo vuelve a aparecer, portando una antorcha que entrega al guía, que la recoge y se gira.
–Esperad mi regreso. –les dice a Tanis y el kender. – Venid conmigo, por aquí.

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El pasaje continua casi en línea recta, con una leve inclinación y pronto, la luz de la hoguera se pierde a sus
espaldas.
Finalmente desembocan en una amplia caverna, donde, para sorpresa de Xena y Gabrielle, un portal como el que las
atrapó en la playa, difunde una pálida claridad.
–A partir de este punto no puedo ayudaros. Tened cuidado al cruzar, quizás encontréis alguna dificultad, ya que ha
permanecido abierto más tiempo del aconsejable, pero estoy seguro de que lo conseguiréis, adiós pues.
Y sin más, da media vuelta y se aleja, dejando mil interrogantes sin responder en la mente de la morena luchadora.
Al llegar al lugar donde Tanis y el kender le esperan, los encuentra ya inconscientes.

–Llama a los grifos. –le pide al gnomo mientras se transforma en un bellísimo unicornio, de largas y níveas crines.
Dos magníficos animales con cuerpo de águila y cabeza de león, agarran por los hombros a los inanimados amigos,
al tiempo que con el esbelto cuerno, el Señor del Bosque Sombrío, roza sus frentes con suavidad. – Llevadlos a
Solace. No recordaran nada desde el momento en que se cruzaron sus caminos. Para los días perdidos...
encontrarán alguna explicación. Ahora, volvamos a casa.

sIETE.

Volvamos a casa. –dice Xena mientras toma la mano de su bardo.

–A casa. –Gabrielle suspira. – ¿Sabes Xena? Me ha gustado conocerlos, son buena gente, ¿no crees? Pero estaré
encantada de volver a nuestro lugar.
Esta vez están preparadas y cuando la succión hace presa en ellas, sus manos no se sueltan mientras dan tumbos.
Al cruzar, no es la playa lo que las recibe, un espacio en forma de gran pasillo se extiende al frente, y al fondo, aun
lejana, la luminosidad característica de otro portal.
–Bueno...   –la rubia mira a Xena. – ¿A qué esperamos? –y acomodando su falda y balanceando el bastón inicia la
marcha.
Hay una indefinida forma delante de ellas, la guerrera entrecierra los ojos intentando distinguir el nuevo obstáculo.
Pronto se hace cercana ya que es algo vivo que se acerca.
De más de nueve pies, un humanoide de verdoso color, rugosa superficie y la envergadura de tres hombres, con una
gigantesca hacha de batalla, les cierra el paso.
–Onko furioso, Onko mata.

–Perfecto, –la morena mira exasperada al gigantesco animal – Onko está en medio del camino de Xena, y si Onko
no se retira, Xena va a...
–¡Espera! –la joven bardo se adelanta con precaución y habla dulcemente con la criatura. – Oye Onko, ¿por qué
estas tan furioso? ¿Te ocurre algo? Tal vez podamos ayudarte, si nos cuentas que te pasa...
La guerrera mira alucinada a Gabrielle, "fantástico" piensa, "ahora se dedica a cultivar la amistad de seres
imposibles". Por toda respuesta Onko deja caer su hacha sobre ellas, salvándolas del tajo el empujón que la guerrera
proporciona a Gabby.
–¡Apártate! –le grita  a la joven, desnuda su espada y entabla lucha con el furioso coloso.
–¡Cuidado Xena! ¡Es enorme!
Onko lucha con enorme vitalidad, pero su masa limita la velocidad de sus movimientos, lo que Xena aprovecha y de
un tajo, le corta casi todo brazo izquierdo.
Un potentísimo rugido brota de la garganta del herido.
–¡Onko mata! Si, Onko mata a mujer.
–¿Por qué seréis tan repetitivos? –se burla la guerrera. – Onko cerrará su gran bocaza ahora.
Y con la empuñadura de la espada le golpea la recién abierta herida.
En su desesperación por el súbito dolor, el gran animal suelta su hacha, mientras con la mano desnuda manotea
furiosamente, una de las embestidas alcanza la cara de la morena.
–¡Xena! –el grito de Gabrielle es ignorado por ambos contendientes.

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Los ojos de Xena brillan de excitación, las piernas se afianzan en el suelo, la lengua recoge la sangre que mana de
su boca.
–Odio cuando hacéis esto.   –dice, refiriéndose a la roja savia.

Su grito guerrero surca el aire, Xena salta dando una voltereta, yendo a caer a espaldas de Onko y alzando una
pierna hacia atrás, le proporciona una fuerte patada, empujándolo cerca de Gabrielle. Esta aprovecha la ventaja para
golpear al coloso repetidas veces con el cayado. La guerrera vuelve a brincar, encaramándose en la chepa del
humanoide y alzando su espada, la entierra profundamente en su pecho. Al fin, con gran estruendo, la bestia cae
muerta.
–¿Qué te ha hecho? –en un par de pasos, Gabrielle se planta frente a la guerrera y examina su boca. – Ese... ese
monstruo...
–No es nada cariño, sólo un rasguño. –apartando las manos de la joven bardo, se inclina para besarla, después de
un rato, se separa y mira a Gabby. – ¿Lo ves? –pregunta con una sonrisa. – Todo está bien.
– –Hum... –murmura insatisfecha. – En cuanto
concienzudamente. –termina con una picara mirada.

tengamos

algo

de

tiempo,

tendrás que demostrármelo

–Hecho. –mira a su alrededor. – Ahora, procuremos terminar cuanto antes, quiero llegar a casa.

Nuevamente se ponen en camino. La distancia con la luz va menguando. Al poco rato, ya pueden distinguir el perfil
del portal.
–¡Oh no! ¿Y ahora qué? –pregunta Xena realmente exasperada.
Frente a ellas, cortándoles el paso, Afrodita, diosa del amor.

–Hola chicas, os habéis tomado vuestro tiempo para llegar. Jajaja, no me mires de ese modo Xena, das miedo, en
fin, papá me envía. –con un gracioso mohín la belleza divina se acerca a Gabrielle y toma un mechón de pelo entre
sus dedos. – Cariño, te hace falta un buen aseo, no te preocupes, ya falta poco.
–De acuerdo Afrodita, –el tono de Xena es de engañosa paciencia, mientras un torbellino bulle en su interior. – estoy
cansada, hemos sido arrastradas fuera de todo lo que conocemos, me han atacado seres inimaginables, me cuentan
una historia de guardianes y dimensiones, sea esto lo que sea, estoy preocupada por Argo y mi vida íntima en los
últimos días no ha sido todo lo privada que yo desearía. Dame una buena razón para seguir escuchándote, –y
elevando súbitamente el tono de su voz. – O DÉJANOS EN PAZ, ¿DE ACUERDO?
Gabrielle coge el brazo de Xena, totalmente en tensión, e intenta calmar a la irascible mujer, mientras Afrodita se
limita a mirarla, se está divirtiendo.
–¡Caramba! Eso ha sido todo un discurso viniendo de ti, pero yo he de hacer lo que he venido a hacer, acercaos por
favor, nos vamos. –termina en forma cantarina.
Con la compañía de la diosa, el paso se produce sin incidentes y finalmente recaban en la playa.

–Tu caballo ha sido cuidado y desensillado, ya ves, incluso Ares tuvo que contribuir, y él personalmente se encargó
de esa horrible bestia tuya. En realidad Xena, nos has tenido a todos con el alma en vilo, aunque yo estaba segura
de que volveríais.  –arruga levemente la frente. – No iba a quedarme sin mi pareja favorita.
–Afrodita... –Gabrielle la interrumpe, ya más que harta de ser ignorada. – Todo eso está muy bien, de veras que
agradecemos vuestra preocupación, –la cara de la guerrera demuestra lo falso de esa afirmación – pero... ¿no
podrías desaparecer de una vez?
–¡Querida! No seas desagradable. –Afrodita deja oír otra argentina carcajada. – Sólo una cosa más... un pequeño
detalle en realidad...  –sus manos han asido un brazo de cada una y con una leve presión inyecta algo en la
guerrera y la bardo, que en un momento quedas paralizadas. –... Papaito no quiere que los mortales tengan
conocimiento de ciertas cosas.
Se separa unos pasos y contempla a las estatuarias mujeres.
Ares aparece a su lado, atractivo y altivo.
–¿Lo has hecho ya? – pregunta mientras enjaeza la yegua.
–Claro hermanito, míralas, tan quietecitas... que lastima que papá nos haya prohibido cualquier acción. –suspira. –
Bueno, ya está todo igual que el día que partieron, ¿no es así?

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–Eso es. –la mirada del dios de la guerra sigue fija en su luchadora. Lentamente se acerca y besa sus labios. –
Algún día Xena, algún día... En un momento desaparece, dejando a Afrodita la tarea de despertarlas, lo que hace sin
que se perciban su presencia y se esfuma también.

EPÍLOgO.

Por la noche...

–Fue curiosa la forma en que desapareció aquel extraño resplandor, ¿verdad? – la concentración contrae su frente. –
Por un momento... me sentí como... perdida... no sé, bueno, me alegro de que no haya sido nada, tenía un mal
presentimiento, como te dije.
–Si Gabrielle, –su mirada queda fija en el fuego, hay algo que le ronda la cabeza, pero por más que se esfuerza, no
logra saber qué es. – lo cierto es que fue algo raro.
Mientras la bardo revuelve su mochila en busca de algún pergamino donde anotar las incidencias del día, algo pincha
su dedo índice.
–¡Ay! –saca el traidor objeto y se queda embelesada mirándolo. – ¡Xena! Es precioso. ¡Oh gracias!

Salta a sus brazos besándola por todo el rostro, la guerrera extrañada, mira lo que la rubia porta en la mano.

–Bueno Gabby, tu agradecimiento es muy bienvenido – una burlona mueca curva sus labios. – Pero temo que no
merecido. No he sido yo.
Durante un momento, ambas miran el anillo. De un material muy similar a la plata, hojas formando un bello dibujo
han sido forjadas delicadamente, en su interior el sello de su creador, un yunque con las iniciales FF.
–¡Oh! Me asombraba que hubieses sido tú, –la mira malhumorada – el romanticismo no te alcanza, sencillamente.
Pero, si tú no has sido ¿cómo ha venido a parar aquí? –pregunta desconcertada.
–No lo sé, amor mío. –sacude la cabeza, no es eso lo que le interesa ahora, los brazos rodean a la rubia, la boca
dibuja un sendero en el cuello, obligándola a echar la cabeza hacia atrás, para recibir la caricia con plenitud – Y
tienes razón en cuanto a lo de mi romanticismo, pero dime... –ronronea maliciosamente. –... ¿No lo suplo con otras
virtudes?
El estremecimiento de Gabrielle contesta por ella, las cobijas la reciben mientras Xena se tiende a su lado, dejando
que parte de su peso lo reciba la joven y se mira en el jaspe de sus ojos, antes de que la anticipación al placer los
cierre. – Xena, –la voz de Gabrielle levemente enronquecida – hoy tendrás que demostrar muchas virtudes, siento
como si me faltaras hace tiempo. –termina con una risita lujuriosa.
–En eso estoy cariño, en eso estoy.

FIN

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Entre don mundos de Ambigua

  • 1. Se recomienda leer las renuncias o disclaimers. Gracias. ENTRE DOS MUNDOS de Ambigua V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m Renuncias: Los personajes de Xena, Gabrielle, Argo, Afrodita, Ares y alguno que se me escapa son propiedad de Renaissance Pictures / MCA Universal, el continente de Ansalon, con sus personajes, en el mundo de Krim, pertenecen a TSR, Inc. Yo me he limitados a revolverlos un poco y ver que pasaba. Cualquier critica será bienvenida. Clasificación: Autora: Ambigua E N T R E D O S M U N D O S . UNO. – ¡Cuidado Gabrielle! La voz de Xena despierta bruscamente a la rubia joven, sin pensar, como acto reflejo, agarra el bastón, siempre a mano a un lado de las cobijas, hace un giro completo con él, y escucha el golpe sordo contra lo que sin duda es un cuerpo, un salto y está en pie, tiene tiempo de echar un vistazo alrededor. Dos hombres las han sorprendido, la alta mujer que es su compañera, sostiene un cuenco en la mano, acaba de tumbar a uno de los asaltantes de una patada en el pecho, pero este toma impulso y no tarda en volver a estar de pie, lanza un puño atacando a la guerrera, pero Xena se agacha, sin soltar el recipiente que sostiene en la mano y arremete de cabeza contra su adversario. Se desentiende de la guerrera por un momento, el barbudo hombre que ha sido golpeado por su cayado, viene a por ella y adopta una postura defensiva, el hombre, de pequeña estatura, la mira especulativamente, gira despacio a su alrededor buscando un descuido de la joven rubia, que no llega, al contrario, Gabrielle amaga un golpe sesgado que hace saltar al tipo hacia atrás, inmediatamente su cayado golpea con fuerza un lado de la cabeza del asaltante, que aúlla al recibir el castigo, su grito se corta cuando el bastón impacta nuevamente en su cráneo, dejándolo inconsciente. A su espalda, la guerrera castiga al otro con bien dirigidos golpes de sus fuertes piernas, Gabrielle se da cuenta que el cuenco no ha abandonado la mano de la guerrera, que está haciendo malabarismos contoneando su cuerpo para resguardar su carga. La expresión medio grogui del asaltante, hace que cese su castigo, la morena mujer se para delante de él. –Bueno chico, esto tiene dos formas de terminar: –el hombre intenta continuar en pie, cosa que consigue con verdadero esfuerzo y enfoca su nublada visión en Xena, que lo vigila con el recipiente de barro en su mano derecha y una dura mirada en los azules ojos – tú continuas haciendo el tonto, luchando conmigo y yo te mato, o por el contrario, coges a tu inconsciente amigo, lo cargas el uno de los jamelgos que habéis dejado atados cerca de aquí y desaparecéis de mi vista, continuando vivos los dos, ¿qué prefieres? El facineroso la mira con odio. Sin contestar, se encamina a recoger a su caído compañero, cargándolo con esfuerzo y alejándose de allí en dirección sur. –Xena, –la mirada de la bardo es de fingido enfado – sólo eran dos hombres, ¿por qué me has despertado? Lo único que tenias que hacer era noquearlos a ambos con el chakram, ¿qué demonios llevas ahí que no sueltas? –Mi querida Gabrielle, –la divertida sonrisa transforma su cara, realmente se ve bella cuando sonríe y la mirada de amor que brilla en sus ojos, sólo conocida por Gabby, es como una hoguera que calienta el interior de la joven bardo. – Mientras tú estabas seducida por  Morfeo, esta pobre luchadora ha  conseguido algo de alimento para cuando despertaras. Mientras habla le muestra la carga de huevos que transporta en el cuenco. –Pero Xena, –una alegre carcajada brota de su garganta. – ¡tú tomas los huevos revueltos!
  • 2. –Si cariño, lo sé, – su frente se arruga en un simulacro de ferocidad falsa. – ¡pero odio encontrar trozos de cáscara en mi desayuno! Al tiempo que ambas ríen, se acercan, Gabrielle pasa sus brazos por el cuello de la morena mujer, que enlaza con el brazo libre la cintura de la joven bardo, la acerca a sí e inclinándose la besa. Gabrielle aun continua sorprendiéndose de tener el amor de la alta luchadora, de que solo acercándose a ella e iniciando un gesto, su Princesa Guerrera esté allí, pero todo pensamiento huye de su mente cuando Xena profundiza el beso, despertando otras ansias en su cuerpo. –¡Ah no! –la rechaza apartándose un paso. – Esos huevos han de estar exquisitos y yo, ¡Oh gran Xena!, necesito comer algo, estoy desfallecida. –comenta, y esquivando el brazo que intenta atraparla, le quita a la guerrera su carga y se dispone a preparar un nutritivo desayuno, dejando a la morena con una irónica sonrisa en sus labios. – Quizás, después de calmar mi estómago, tomaré ese postre que me ofreces. –termina con pícaro gesto. La guerrera recorre lentamente el cuerpo de Gabby y se pasa la lengua por el labio superior en un lento y lascivo gesto. –¡Hum! No veo la hora de acabar con esos huevos. – ¡Cuidado Gabrielle! V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m La voz de Xena despierta bruscamente a la rubia joven, sin pensar, como acto reflejo, agarra el bastón, siempre a mano a un lado de las cobijas, hace un giro completo con él, y escucha el golpe sordo contra lo que sin duda es un cuerpo, un salto y está en pie, tiene tiempo de echar un vistazo alrededor. Dos hombres las han sorprendido, la alta mujer que es su compañera, sostiene un cuenco en la mano, acaba de tumbar a uno de los asaltantes de una patada en el pecho, pero este toma impulso y no tarda en volver a estar de pie, lanza un puño atacando a la guerrera, pero Xena se agacha, sin soltar el recipiente que sostiene en la mano y arremete de cabeza contra su adversario. Se desentiende de la guerrera por un momento, el barbudo hombre que ha sido golpeado por su cayado, viene a por ella y adopta una postura defensiva, el hombre, de pequeña estatura, la mira especulativamente, gira despacio a su alrededor buscando un descuido de la joven rubia, que no llega, al contrario, Gabrielle amaga un golpe sesgado que hace saltar al tipo hacia atrás, inmediatamente su cayado golpea con fuerza un lado de la cabeza del asaltante, que aúlla al recibir el castigo, su grito se corta cuando el bastón impacta nuevamente en su cráneo, dejándolo inconsciente. A su espalda, la guerrera castiga al otro con bien dirigidos golpes de sus fuertes piernas, Gabrielle se da cuenta que el cuenco no ha abandonado la mano de la guerrera, que está haciendo malabarismos contoneando su cuerpo para resguardar su carga. La expresión medio grogui del asaltante, hace que cese su castigo, la morena mujer se para delante de él. –Bueno chico, esto tiene dos formas de terminar: –el hombre intenta continuar en pie, cosa que consigue con verdadero esfuerzo y enfoca su nublada visión en Xena, que lo vigila con el recipiente de barro en su mano derecha y una dura mirada en los azules ojos – tú continuas haciendo el tonto, luchando conmigo y yo te mato, o por el contrario, coges a tu inconsciente amigo, lo cargas el uno de los jamelgos que habéis dejado atados cerca de aquí y desaparecéis de mi vista, continuando vivos los dos, ¿qué prefieres? El facineroso la mira con odio. Sin contestar, se encamina a recoger a su caído compañero, cargándolo con esfuerzo y alejándose de allí en dirección sur. –Xena, –la mirada de la bardo es de fingido enfado – sólo eran dos hombres, ¿por qué me has despertado? Lo único que tenias que hacer era noquearlos a ambos con el chakram, ¿qué demonios llevas ahí que no sueltas? –Mi querida Gabrielle, –la divertida sonrisa transforma su cara, realmente se ve bella cuando sonríe y la mirada de amor que brilla en sus ojos, sólo conocida por Gabby, es como una hoguera que calienta el interior de la joven bardo. – Mientras tú estabas seducida por  Morfeo, esta pobre luchadora ha  conseguido algo de alimento para cuando despertaras. Mientras habla le muestra la carga de huevos que transporta en el cuenco. –Pero Xena, –una alegre carcajada brota de su garganta. – ¡tú tomas los huevos revueltos! –Si cariño, lo sé, – su frente se arruga en un simulacro de ferocidad falsa. – ¡pero odio encontrar trozos de cáscara en mi desayuno! Al tiempo que ambas ríen, se acercan, Gabrielle pasa sus brazos por el cuello de la morena mujer, que enlaza con el brazo libre la cintura de la joven bardo, la acerca a sí e inclinándose la besa. Gabrielle aun continua sorprendiéndose de tener el amor de la alta luchadora, de que solo acercándose a ella e iniciando un gesto, su Princesa Guerrera esté allí, pero todo pensamiento huye de su mente cuando Xena profundiza el beso, despertando otras ansias en su cuerpo. –¡Ah no! –la rechaza apartándose un paso. – Esos huevos han de estar exquisitos y yo, ¡Oh gran Xena!, necesito comer algo, estoy desfallecida. –comenta, y esquivando el brazo que intenta atraparla, le quita a la guerrera su carga y se dispone a preparar un nutritivo desayuno, dejando a la morena con una irónica sonrisa en sus labios. – Quizás, después de calmar mi estómago, tomaré ese postre que me ofreces. –termina con pícaro gesto. La guerrera recorre lentamente el cuerpo de Gabby y se pasa la lengua por el labio superior en un lento y lascivo gesto.
  • 3. –¡Hum! No veo la hora de acabar con esos huevos. La temperatura es agradable, Argo camina siguiendo a las dos mujeres, las riendas recogidas, sigue a su amiga porque así lo quiere. La playa se extiende en el horizonte, las huellas que dejan los tres forman un dibujo a sus espaldas que las olas van borrando. –Las perturbaciones de las que nos informó aquella gente se encuentran por allí, cerca de aquella formación rocosa. –Gabrielle entrecierra los ojos para ver dónde señala su amiga, en efecto, más adelante y de manera difusa, se distingue una masa de piedra que paulatinamente se aleja de la playa – Creo que llegaremos al atardecer. Un escalofrío hace que la joven bardo se estremezca, sobre el macizo de roca, unas oscuras nubes dejan entrever de forma intermitente rápidos relámpagos visibles aun a aquella distancia. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m –¿Qué crees que produce "eso"? No me gusta como me hace sentir. –se acerca más a la guerrera, buscando seguridad, el fuerte brazo de su amiga rodea sus hombros de forma consoladora. – Es tan siniestro... . Con un encogimiento de hombros, la morena le participa de su propia ignorancia. –Averiguaremos lo que es. Y Gabrielle... –la mira a los ojos con seguridad –... no te preocupes, prometo que yo cuidaré de ti. –Lo sé, Xena... –deja escapar un suspiro. – Es sólo que tengo un mal presentimiento. Una tenue neblina las envuelve, mientras se acercan a la fuente de las irregularidades. Hay como una resistencia en el aire, Argo corvetea nerviosa y se retrasa, por lo que cuando una fuerte succión tira de las mujeres, queda separada de ellas y relincha llamando. –¡Agárrate fuerte a mi Gabby! –grita Xena mientras clava el talón de sus botas en el suelo, intentando combatir la fuerza que las absorbe y alargando el brazo para sujetar a Gabrielle, sin conseguirlo. Ambas caen al suelo, intentando asir cualquier cosa que les sirva de ancla, pero son irremisiblemente arrastradas hacia un espacio que reverbera como si un fuerte calor fluyera de él. –¡Xenaaaaaaaa! –el grito de Gabrielle pierde fuerza y se amortigua, pareciendo que una gran distancia las separa. – ¡Xenaaaaaaaaaaaaa! –¡Gabrielleeeeeeeeeeeeeee! Argo, desorbitados los marrones ojos, las ve desaparecer, sin poder acercarse pese a sus intentos. DOs. Lentamente regresan las sensaciones a Xena. Alza la vista y repasa el panorama a su alrededor antes incluso de levantarse del suelo. Gabrielle gime unos metros adelante, no hay duda que está bien. La playa ha desaparecido, en su lugar hay una extensa llanura de ondulante hierba, unas lomas a la derecha, y distinguiéndose en el horizonte un macizo montañoso que no debería estar allí. –¡Por los dioses! –el desfallecido tono en la voz de la joven bardo alerta a la guerrera, que la mira y sigue la dirección de sus ojos hacia la oscuridad del cielo. – Xena... ¡hay dos lunas! En efecto, en la cúpula celeste, dos astros presiden la noche, uno de ellos de un rojizo color sangre, plateado el otro. La alta mujer sacude con incredulidad su cabeza, ¡por todos los habitantes del Tártaro! ¡¿Dónde demonios estaban?! –De acuerdo. –su instinto toma las riendas. – Subamos a aquellas lomas y echemos un vistazo. Esto ha de ser alguna jugada del maldito Ares. –Xena ¿dos lunas? Ni siquiera Zeus tiene semejante poder, no, no creo que Ares tenga algo que ver en esto... –Está bien Gabby, –la brusquedad de su tono, indica a la bardo que también ella sabe que Ares no es el artífice, está utilizando lo que conoce para intentar explicar lo inexplicable –pero al menos así sabremos donde estamos. Recogen sus esparcidas pertenencias encaminándose a la escasa altura de las cercanas colinas. Por la postura que
  • 4. adopta al andar, la tensión de la guerrera es evidente, todo su cuerpo alerta, su mirada barre los alrededores incesantemente, Gabrielle la sigue. –Allí, ¿lo ves? Hay luces en aquella dirección. A lo lejos, unas parpadeantes luces brillan en la noche, aunque de forma extraña, parecen estar a gran altura del suelo, más, ¿no era todo extraño?. Xena encoge sus hombros con indiferencia. –Vamos, nos acercaremos a ver, en marcha. Aunque intenta disimularlo, Xena está atónita, los árboles son los más grandes que jamás ha visto y las casas se encuentran entre sus ramas, por eso las luces están tan altas. Unas pasarelas de madera enlazan las viviendas, móviles puentes con baranda de cuerda, apenas hay gente a ras de suelo. –Es precioso Xena, aunque nunca he oído hablar de un sitio así, ¿dónde piensas que estamos? –Bueno...  –la voz de la guerrera deja translucir la duda – es muy pintoresco Gab, pero aunque me cuesta decirte esto... No tengo ni idea. Mira, acerquémonos a ese lugar, parece una taberna. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m En realidad es una taberna, las cosas podían ser muy distintas, pero siempre existen lugares que son evidentes y comunes. Unas escaleras rodean el tronco del inmenso árbol, permitiendo el acceso al edificio, el aroma que surge del interior les recuerda el vacío de sus estómagos. Al franquear la entrada, admiran un gran salón perfectamente acoplado al descomunal tronco, las mesas de madera, parecen crecer de forma natural, la chimenea, único sitio de piedra del local, esparce un agradable calor. Un orondo tabernero, ataviado con un limpio delantal, se acerca a ellas. –Bienvenidas viajeras al Ultimo Hogar, soy Otik, pero pasen, pasen por favor, adelante, acomódense donde puedan, enseguida estoy con vosotras. Gabrielle mira a Xena, esta se encoge de hombros y se adentran en la abarrotada sala. –¡Eh chicas! Podéis sentaros aquí, ¿no es cierto Tanis? Tenemos sitio de sobra para los cuatro. Hola ¿Qué tal? Soy Tasslehoff Burrfoot –les dice tendiendo una pequeña mano. – Y este es Tanis Semielfo y un buen amigo mío, ¡Guau! ¿Qué cosa es la que llevas ahí? –la mano se tiende hacia el chakram de la guerrera que detiene el gesto con una sombría mirada. – Bueno, quizás no sea tan buena idea ¿verdad? Te aseguro que pensaba devolvértelo en cuanto lo mirara... Ambas miran al dueño de aquel torrente de palabras, un pequeño hombrecillo, aunque habían pensado en un primer momento que era un niño. Su cara tiene una increíble jovialidad, su largo pelo, recogido en un copete sobre su nuca, brinca a uno y otro lado con los movimientos de su nervioso dueño, sus orejas son puntiagudas, viste unas raras calzas de un color verde chillón y una alegre túnica roja, adornándose además, con un chaleco amarillo. De su cinturón penden multitud de saquillos. El acompañante, por el contrario, no ha abierto la boca aun, limitándose a observar a las dos mujeres y contener las manos de su amigo camino del zurrón de Gabrielle. Aunque está sentado, es un hombre alto, barbudo, muy atractivo, su juventud queda desmentida por sus ojos avellanas, la experiencia vive en ellos. Viste de suave ante, pantalón y camisa flecada, un arco y un carcaj a su espalda le acreditan como arquero. Su mirada es amable. –Soy Tanis, quizás quisierais acompañarnos, no hay más mesas libres, por favor disculpar a Tas, ya sabéis, los kenders... Saliendo de su estupor Gabrielle da un paso al frente y estrecha la mano que le ofrecen. –Hola, yo soy Gabrielle de Poteidaia y ella es Xena de Anphípolis, encantada de conoceros. Sois muy amables, ¿no es cierto Xena? –pregunta mientras clava el codo en el costado de su desconfiada amiga. – tendremos mucho gusto en sentarnos con vosotros... La mano que estrecha la guerrera es fuerte, la franca mirada del llamado Tanis terminan de convencerla para sentarse. Una bonita pelirroja se acerca a la mesa para tomar el pedido. –Tika, trae cerveza para nuestras amigas y algo de comer, una fuente de patatas picantes, son famosas ¿sabéis? – pregunta el kender mirando con picardía a la joven bardo, que se limita a sonreír. – y ¡mira que desgracia! ¡También nuestras jarras están vacías! La joven pelirroja suspira exageradamente. –Tas, tu jarra siempre está vacía. –lanza una alegre carcajada – Ahora mismo traigo todo. –Tanis, quizás pudieras informarnos... Verás, no tenemos mucha idea de dónde nos encontramos... –Gabrielle
  • 5. mueve su cabeza, Xena hace un gesto, animando a su compañera a seguir hablando. – Lo único que sabemos es que hace poco viajábamos al lado de una playa, fuimos "tragadas" por alguna especie de... de puerta o algo así, y aparecimos en este lugar. La verdad, no se parece mucho a Grecia... El semielfo las mira. No sabe quienes son estas mujeres, su historia es cuando menos, poco creíble y mientras la rubia Gabrielle es una chica encantadora, la morena es una guerrera, de eso está seguro y además peligrosa, si él sabe reconocer a las personas. –Estamos en Solace, en el continente de Ansalon, no conozco ni he oído nunca hablar de un lugar llamado Grecia... –¿Dónde está Grecia? ¡Oh Tanis! ¿No podríamos ir allí? –el pequeño kender le interrumpe, sus vivarachos ojos brillando de excitación. – Tal vez tengáis un mapa con su localización. Yo colecciono mapas y... –Un momento... –la mirada de la guerrera es de desconcierto. – Ansalon... Solace, ¡Por Zeus! Ninguno de esos nombres me dice nada... Ahora es el semielfo el despistado. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m –¿Zeus? –pregunta, la exclamación de la morena mujer ha sido de clamar a los dioses, pero él no conoce a ninguno que responda a ese nombre. –Si, Zeus –Gabrielle no se explica como alguien puede desconocer al gran dios, hace un movimiento con la mano. – Ya sabes: Zeus, Afrodita, Ares, bueno... –los ojos de Tanis no muestran reconocimiento. –... ¡los dioses! – No, Gabby... –Xena entiende al fin, abriendo sus azules ojos con espanto. – No conocen nuestros dioses, ni nuestra tierra, ni nada que conozcamos nosotras, no sé dónde hemos llegado, pero está muy lejos de cualquier lugar que nos pueda ser familiar TrEs. La guerrera vuelve a mirar los numerosos mapas que el kender les ha proporcionado. No hay nada en su sitio, es evidente que se trata de una tierra totalmente distinta. Están en una de las pocas casas ubicadas en el suelo, quizás el hecho de que sea una forja sea el motivo de ello. Tanis le ha dicho que es propiedad de un amigo suyo, un enano forjador de metales llamado Flint Fireforge. Al parecer, en aquella tierra los enanos no son si no una de las distintas razas existente, como los kenders, gnomos, elfos y ogros que coexisten con los humanos. Sus dioses también difieren, Paladine, el dios del bien, Gilean, señor de la neutralidad y La Reina de la Oscuridad, como representante del mal son los principales ejes donde giran otra multitud de divinidades. Curanderos, magos alineados a las tres lunas, una de ellas solo visible para sus oscuros adeptos... Una cantidad de información que a Xena le cuesta digerir. Su mirada busca a Gabrielle, que charla animadamente con el hombrecillo, el amor asoma a sus ojos, su bardo, su tesoro más preciado está con ella, encontrará el camino para llevarla de vuelta. Casi como si su mirada hubiera sido algo físico, Gabby vuelve sus verdes ojos a Xena y sonríe confiada, no le importa donde se encuentre mientras estén juntas. Tanis sale de la habitación llevando un nuevo pergamino. –Aquí está. –levanta el papel. – Según una antigua leyenda, en el Bosque Sombrío existe alguien que es capaz de responder a cualquier pregunta... –Algo así como nuestro oráculo. –Xena mira al frente pensativa. – Tal vez sea buena idea consultar a ese alguien... –El problema es el mismo Bosque. –replica Tanis, una sombra de preocupación cruza su cara. – No es un buen lugar al que ir, cuentan que está plagado de espíritus a los que no les gustan las visitas, nadie consigue salir de allí una vez que se adentra entre la oscura arboleda. El kender da un salto y se acerca a ellos, su cara, roja de emoción le dice a Tanis lo que piensa antes de que abra la boca. –¡Tanis! ¡Espíritus! ¡Quién sabe si muertos vivientes, espectros y cuantas cosas interesantes más habrá! – rápidamente pone la mano sobre su traicionera boca y cambia el tono de voz – Esto... quiero decir que no podemos dejarlas ir solas a un sitio tan peligroso Tanis... somos sus únicos amigos... estamos obligados a defenderlas... –en realidad no cree por un momento que a la morena mujer le haga falta ayuda alguna, realmente es impresionante, con esa gran espada y  la mirada tan dura, a la rubia quizás, pero por la forma de comportarse que tienen, la joven bardo tiene ya su campeona – No se puede enviar a la gente al Bosque Sombrío y desentenderse...
  • 6. –Mi pequeño amigo... –Xena curva la comisura de sus labios en irónico gesto – Te aseguro que no necesitamos a nadie, pero gracias de todas formas por tu generoso ofrecimiento... –Tas tiene razón, Xena... –el semielfo corta la negativa de la guerrera con un encogimiento de hombros. – Además, aunque no os acompañemos hasta el interior, nosotros vamos a Haven, nos coge de paso. Podemos caminar juntos un trecho, si después insistís en seguir solas... –Sí, Xena, pueden venir con nosotras... No sabemos mucho de este sitio. –al parecer Gabrielle confía en ellos. –De acuerdo. –claudica al fin – Iremos juntos hasta llegar a ese bosque. –su mano vuela en un borrón y agarra la del pequeño kender que lleva el chakram, sus ojos taladran los de Tas. – Ni se te ocurra amigo. El cambio de Xena sobresalta al hombrecillo. Tanis se pone rígido. –No te preocupes, Tas. –dice Gabrielle en tono festivo, quitando hierro al asunto. – Ni siquiera yo puedo usar esa cosa. –pasa un brazo por los hombros del kender y lo aleja de Xena, lanzándole una mirada de advertencia a la guerrera. – Se pone un poco quisquillosa con eso. ¿Viste esa luz tan siniestra en sus ojos? –el pequeño no está asustado, pocas cosas son capaces de a uno de su especie. – Me ha recordado a Raistlin, Raistlin es un mago amigo mío, hermano de a veces me mira como lo ha hecho ella, claro que él me amenaza con convertirme en sapo o algo así y capaz de hacerlo, pero sé que bromea... V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m –¡Caramba! amedrentar Caramon, y le creo muy El sonido de su voz va menguando conforme Gabby lo aleja, Tanis se relaja, también a él el pequeño kender consigue exasperarlo, pero no iba a permitir que aquella mujer le hiciera daño. –Podéis descansar aquí esta noche, Tas y yo iremos a mi casa, si te parece, saldremos temprano en la mañana. –Gracias Tanis, – sus dedos aprietan las sienes – dile a Tas que lo siento, estoy algo nerviosa, no todos los días me encuentro en situaciones como ésta. –No te preocupes, Xena. –su mano aprieta el hombro de la mujer – Tas no puede evitar ser como es. –"y tú tampoco" piensa el semielfo antes de obligar a su amigo a salir de la vivienda. Finalmente las dos quedan solas. Gabrielle abraza a Xena y apoya la cabeza en el pecho de la mujer que ama. El contacto tranquiliza  a ambas, en aquel momento es lo único conocido que tienen. Un sollozo brota de la garganta de Gabrielle, la guerrera acaricia su rubio cabello y lo besa. –Xena ¿Saldremos de aquí? –Te lo prometo, amor mío, pronto estaremos en casa de vuelta. Su boca busca los labios de la joven bardo, sus brazos la alzan en vilo y la deposita en la cama, sus manos comienzan a recorrer su cuerpo, pronto cesa el conato de llanto, Gabrielle responde a las necesidades de la guerrera con su propia necesidad, la luz de ambas lunas prestan un fondo de color rosado mientras sus cuerpos inician la danza del amor. CUATrO. Tas se adelanta en el camino, haciendo sonar su vara jupak, un lastimoso sonido zumbante y hueco, grave al principio, que al momento sube de tono alcanzando unas resonancias agudas, como un quejido. –Tas, si no dejas de hacer eso, te aseguro que tú y tu jupak alimentareis el fuego esta noche. –le dice Tanis. – Por favor... –Claro, Tanis. –la cabeza del kender gira y les guiña un ojo. – Sólo estaba probándolo, nunca se sabe lo que puedes encontrar en el camino. Oye Gabby – si quieres puedo enseñarte algunos trucos del tío Saltatrampas para la lucha con varas o bastones, quizás cuando paremos un poco te interese... –Por supuesto Tas, eres muy amable, de veras. –la joven bardo ha encontrado a alguien que la supera en palabrería, aquel pequeño hombrecillo era incansable, ni siquiera perdía aliento con la endiablada marcha que marcaban Xena y el semielfo. – Y lo serías aún más si me devolvieras esos pergaminos; son importantes para mí ¿sabes? –Ops, lo siento, vi que empezaban a caerse y pensé que lo mejor sería que los guardara... –le devuelve a la bardo sus papeles y una pluma que, por lo visto, "también" se estaba cayendo. – Sería una pena que los perdieras. Xena sacude la cabeza, empieza a conocer la naturaleza especial del pequeño. Gabrielle, sin embargo, ya daba muestras de un mayor entendimiento con él. –Tanis, –su cuerpo se tensa, repentinamente alerta – nos están rodeando, hay dos hombres a nuestra espalda y algunos más delante. –el aviso hace que el semielfo preste atención, con voz natural continua en tono más alto. – Gabrielle, Tas, acercaos, tenemos que deciros algo...
  • 7. Sin darles tiempo a reunirse, los acechadores salen al camino dando gritos. Salteadores, piensa el semielfo, hombres sin nada que perder en busca de sus posesiones y sus vidas si intentaban resistir. Xena lanza un grito y se apresta a la lucha, sus compañeros la imitan. El kender, manteniendo a distancia a uno de ellos con su vara, mira con asombro el fabuloso salto en el aire de la morena guerrera, que aterriza entre dos de ellos y entrechocando sus cabezas los deja fuera de combate. Gabrielle golpea a otro con la punta del bastón en el estómago, aprovechando que el hombre se dobla en dos para noquearlo con un molinete de su vara. Mientras tanto, Tanis cruza su espada con el que parece ser el jefe de los asaltantes, es claramente superior y pronto bloquea una estocada dirigida a su pecho, con un potente giro de su brazo consigue que la tizona del ratero vuele lejos de su alcance y utiliza la empuñadura de su arma para golpear el rostro del hombre, que se desploma sin un quejido. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m Xena se gira y su mirada busca a Gabrielle, un tipo con la espada en alto tras ella, se dispone a clavarla en la joven mientras otro de ellos recibe los golpes de la rubia, la guerrera lanza el chakram, desarmando a su agresor al mismo tiempo que Gabrielle termina con el otro en el suelo. Un nuevo salto impulsa a Xena por los aires para caer con sus muslos abrazando el cuello del único hombre que queda en pie. –Sueña con el Tártaro bastardo – y con una prieta sonrisa golpea la cara de su adversario con el cubierto antebrazo. –¿Estáis todos bien? –pregunta el preocupado semielfo. – Buena técnica Xena – sacude la cabeza con incredulidad. – Jamás había visto a nadie saltar de esa manera... –¡Guau! –Tas gira como un loco alrededor de la alta luchadora, dando inútiles brincos en el aire. – ¿Crees que yo podría saltar así si entrenara? Gabrielle deja oír una cristalina carcajada. –Bueno Tas, yo no te aconsejo que lo pruebes sin más, todavía recuerdo mis propios intentos... y los cardenales que me proporcionaron. Siete tipos yacen en el suelo en confuso montón mientras los compañeros se alejan, con la estridente voz del kender hablando acerca de vuelos fabulosos y armas volantes. La noche se deja conocer y las sombras se alargan cuando deciden acampar a unos metros del sendero. Pronto, un amable fuego calienta las provisiones para la cena. –Sería aconsejable establecer unos turnos de guardia. –el liderato de Tanis se ha establecido de forma inconsciente, a Xena no le importa, él conoce el terreno, ella no. – Tas se ocupará del primero... –al mirar al hombrecillo, vislumbra algo que brilla en sus manos y ruge abalanzándose sobre él. – ¡Tasslehoff! ¿Cómo demonios tienes ese anillo en tu poder? –Tanis yo... te prometo que lo recogí del suelo en casa de Flint... pensé en dejarlo sobre la mesa, pero no sé como, cayó en uno de mis saquillos, –las mujeres asisten divertidas a esta nueva travesura del incorregible kender – pensaba dárselo al enano en cuanto lo encontrásemos... El semielfo gruñe enfadado y con un zarpazo arrebata el anillo de sus manos, pero este cae a los pies de Gabrielle, que lo recoge y admira. Hecho de mithril, un material parecido a la plata pero más resistente que el acero, la joya muestra el excelente diseño del artesano Flint Fireforge, unas enredadas hojas de álamo, el árbol predilecto de los elfos, se curvan formando un intrincado dibujo de perfecto acabado. –Es precioso... –Lo es – el semielfo ve la admiración en los ojos de la joven. El anillo es un objeto que el enano le ha dado y sigue su instinto – Quédatelo. –Pero... yo... no puedo Tanis, esto... bueno no... –Insisto Gabrielle, para ti. –su mano cierra la de la joven, que mira a Xena, quien hace un levísimo asentimiento. –Gracias, lo guardaré como un símbolo de nuestro encuentro. Finalmente el cansancio los reclama y se disponen a pasar la noche. La guerrera sale de su sueño cuando siente que alguien se le aproxima, sus ojos localizan al semielfo y le hace saber que está despierta. El campamento es rápidamente levantado y dispuesto para la nueva jornada. Cuando cargan los bultos una voz se deja oír.
  • 8. –Bueno, bueno, así que ya estamos preparados, ¿no es así? Bien, nos espera una larga caminata, si, una muy larga caminata, habéis tardado mucho en aprestaros a ella. Los sobresaltados compañeros buscan el origen de la voz, sin éxito, hasta que el propietario se mueve. De lo que parecía una roca brotan unas arrugadas manos y suben para retirar una capucha y mostrar una cara, apergaminada como pocas. El extraño se pone en pie. Es un gnomo, totalmente vestido de gris, no era raro que no le hubiesen distinguido antes. –¿Quién eres? –la guerrera no confía en el desconocido. – ¿Qué quieres? –No soy yo el de las respuestas. –les responde enigmático. –¿Qué significa eso? –Otra pregunta, pero te equivocas de destinatario y de interrogante. –chasquea la lengua y dobla la cabeza como un pájaro. – No creo que sea eso lo que en realidad quieres saber. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m –¿Y qué sabes tú de mis necesidades? –los ojos se entrecierran peligrosamente y la guerrera da dos pasos acercándose al gnomo, que indiferente a la amenaza sigue sonriendo. –Hum, ¿Acaso piensas parar mi flujo sanguíneo? –los ojos de la morena demuestran estupefacción, aquel personaje conocía sus trucos, eso era imposible a menos que... sus ojos se abren con asombro. – Jejeje, sí, sí, sí. Veo que ya entiendes. –Los compañeros de Xena miran de uno a otro conforme hablan sin saber si intervenir o no. – Yo vengo de su parte, no debéis ir al Bosque Sombrío. –dirige un rápido vistazo al kender y al semielfo y barbota algo sobre el tiempo que aun no ha llegado. – Él os espera en la Gruta del Lamento, allí encontrareis las respuestas que necesitáis. Sin más, comienza a alejarse del grupo. –Espera. –el semielfo intenta detenerle. – ¿Dónde esta esa gruta? ¿Cómo llegaremos a ella? Los pasos se detienen, el gnomo se vuelve con un malicioso brillo en sus ojos. –¡Oh! Se me olvidaba. Tas ya tiene el mapa, ¿no es cierto amigo? –continuando su marcha, inesperadamente veloz, en unos momentos se pierde en la espesura. El kender se desprende de sus saquillos con presteza y les echa un vistazo. En efecto, de uno de ellos surge un precioso mapa, dibujado con vivos colores, que no estaba allí el día anterior. –Tanis, palabra que ahora no he sido yo... ese... –una mirada de desconcierto en la cara del kender. –Tranquilo, Tas, te creo . –y ambos lo estudian. Gabrielle mira el fruncido ceño de Xena, aquello le gusta tan poco como a ella, pero al parecer, así estaban las cosas. –De acuerdo. –comenta la guerrera – Y ahora ¿qué? Tanis levanta la vista, en la postura de la morena hay desafío, su salvaje belleza retiene la atención del semielfo, de alguna forma le recuerda a Kitiara, la dulzura y el corazón de Gabrielle, por el contrario, trae a su mente a una bella elfa de Qualinesti, aleja de sí los pensamientos y se concentra en el presente. –Bien, según el mapa, la montaña a la que hemos de ir, se encuentra al este, pasando las llanuras de Que-Shu, tardaremos varios días; será mejor ponernos en camino. –¿Tardaremos? –la ceja de Xena se eleva en su frente. – ¿Significa eso que has cambiado de opinión respecto a lo de acompañarnos? Lo cierto es que no quisiera que os causáramos más molestias. –¡Tanis! ¿Lo dices en serio? ¡Demonios! Me parece estupendo, de verdad, es una zona que no conozco y me gustaría visitar, podría hacer unos mapas sobre el terreno...  –Tas recoge sus saquillos y enlaza a Gabrielle. – ¿Sabes? Creo que será lo mejor, a mí me gusta divertirme, así que dejaré que Tanis y Xena sigan discutiendo mientras nosotros abriremos la marcha, te aseguro que a veces se preocupa demasiado y tardará en convencer a tu amiga, no parece muy dispuesta a unirse a nosotros... –Bueno, Tas, –la verborrea del kender sigue sorprendiendo a la joven bardo. – no está acostumbrada a gente que se brinde a ayudarla, Xena es terriblemente orgullosa, esto no le resulta nada fácil... Gabrielle piensa en el cambio de la guerrera. De conquistadora de tierras a la mujer que ha aprendido a amar, de fría asesina a la persona que luchaba por el bien y por salvar su alma. En su interior nunca acabaría la batalla entre la luz y las tinieblas, pero lo intentaba y ella estaría siempre con la mujer que se había convertido en su mundo. CINCO.
  • 9. El panorama a sus pies es majestuoso, las montañas apenas transitadas esconden precipicios y traicioneros derrumbamientos, obligándoles a permanecer alerta. El cruce de las llanuras fueron unos días en los que se conocieron mejor, y (gracias a los dioses por los pequeños favores) no tuvieron tropiezos ni enfrentamientos. Los rodeos a las zonas pobladas y la experiencia de Xena y el semielfo para moverse en terreno descubierto, evitaron los encuentros desagradables. Unos famélicos lobos en las estribaciones montañosas les proporcionó el único incidente digno de mención. Incluso los "descuidos" de Tas fueron tomados a la ligera, limitándose los compañeros a volcar por la noche los múltiples saquillos del kender y recuperar sus pertenencias, ante la inocente mirada del atribulado hombrecillo. El aire es más fresco a estas alturas, las pieles que Tanis les proporciona atenúan las bajas temperaturas. Caminan por un estrecho sendero que bordea la montaña, Xena abriendo la marcha, la sigue Gabrielle, luego el kender y el semielfo cierra la comitiva. Según el mapa que de forma tan anómala les suministró el gnomo, la Gruta del Lamento se haya cerca de la cumbre, en el lado oriental del coloso de piedra. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m Es mediodía, la luz deslumbrante en las zonas descubiertas, no alcanza sin embargo el fondo del barranco, solo los sonidos, como los aullidos de lobos y espectrales rugidos que inquietan a la joven bardo surgen de las profundidades. –¿Cuándo alcanzaremos la cima? –la pregunta de Tas rompe el silencio. – Esto es bastante aburrido...  Xena, ¿de veras no puedo lanzar el chakram? Estoy seguro que sería capaz de alcanzar aquellos arbustos y cortar los tallos de la rama de la izquierda. –la socarrona mirada de la guerrera no desalienta al kender. – Bueno, tal vez más tarde, ¿eh? –Sí Tas, mucho más tarde. Ahora, ¿por qué no te adelantas e intentas conseguir un puñado de maduras bayas? Las que trajiste ayer eran deliciosas. –y es una buena manera de perder de vista al latoso hombrecillo por un tiempo, piensa la luchadora. –Claro. –la cara del kender se anima, al fin algo que hacer.  Gabrielle, ¿me acompañas? –De acuerdo, a mí también me cansa este continuo caminar y escalar, será divertido. –y ambos se adelantan al tiempo que Xena y el semielfo preparan un improvisado campamento para la comida. La guerrera estudia al hombre. Precisos gestos y una gracia natural, legado de su parte elfa, se combinan con la fuerte musculatura y anchura de hombros de su mitad humana. Le gusta Tanis, mientras su propia alma se encuentra dividida entre la luz y las tinieblas que procura combatir, el semielfo divide su corazón entre las mezcladas sangres que lo conforman. Los dos se debaten en una lucha por aclarar sus vidas, por encontrar el equilibrio que les permita convivir con ellos mismos. –Creo que coronaremos la cumbre mañana a estas horas. –la concentración del hombre descifrando los símbolos del mapa, hacen aparecer unas finas arrugas en su frente, levanta la vista y enfrenta la mirada de Xena. – ¿Qué pasará si no podéis regresar? –No he pensado en ello, vamos a volver de una u otra forma. –sus labios esbozan un sesgado rictus. – No entra en mis planes el quedarme aquí, te lo aseguro. –¿Y si no hubiera forma? Si todo esto es inútil, bueno... había pensado que os unierais a nuestro grupo, dentro de poco saldremos a intentar averiguar que hay de cierto en los rumores que corren acerca de ejércitos formándose en el norte, eres una gran luchadora y también Gabrielle... si las cosas no salen bien... en fin, que no tenéis que... Xena se acerca al semielfo y su mano se cierra en el antebrazo de este, que corresponde al saludo de igual forma. Los ojos de ambos se encuentran. –Gracias Tanis, de verdad, es una generosa oferta que tendré en cuenta, pero nosotras tenemos una vida, Gabrielle tiene una familia y créeme...  –la sonrisa crece en su cara – Es tan cabezona, que volvería del mismísimo Tártaro si se lo propusiera. Además, no nos dejará rendirnos... –¡Tanis nos atacan! El grito del kender interrumpe a Xena, que seguida del semielfo parte a la carrera en dirección a la voz. Al doblar el recodo que los escondía de su vista descubren un dantesco espectáculo. Seis extraños seres están cerrando en un círculo a Gabrielle y Tas, que usan sus bastones defendiéndose de ellos. El aspecto de los seres es similar al de un enorme lagarto erguido sobre dos poderosas piernas, con una corta y gruesa cola para guardar el equilibrio, un hocico, lejanamente parecido al de un perro, muestra una ristra de afilados dientes y donde deberían estar las manos, unas garras de temible visión, aferran largas espadas, las holgadas ropas les cuelgan en jirones, dejando ver en la escamosa espalda dos alas atrofiadas. –¡Aquí engendros! –el grito de Xena consigue captar su atención dando un respiro a los atacados. – Dejadnos compartir la diversión.
  • 10. Ataca a la criatura más cercana con la desenfundada espada, la fuerza de los golpes del hombre –lagarto es enorme. Tanis se ha metido ya en la lucha, rompiendo el circulo donde Tas y la joven bardo siguen luchando,  Gabrielle golpea a uno de ellos en el acorazado pecho, consiguiendo que se tambalee, pero rápidamente se recupera y con un empujón da con la joven rubia en el suelo. Rueda de inmediato, logrando escapar antes de que la tizona que blande el atacante caiga con fuerza en el sitio donde un segundo antes estaba su cabeza. Su bastón impacta ahora en el hocico de la extraña criatura, rompiendo huesos, y clava la punta endurecida en una de sus rodillas. El lagarto cae al fin y un golpe en la cabeza acaba con él, convirtiéndose en piedra al instante. –¡Detrás de ti! –al grito del kender, voltea para ver a otro que blande la espada y lo enfrenta. Xena, mientras tanto golpea con la empuñadura del arma a su adversario, salta frente a él y patea repetidamente la cara y torso de la bestia, enterrándole la espada en el corazón al caer a tierra. Sus ojos se abren con asombro, cuando el pétreo cuerpo del animal aprisiona la tizona de la guerrera. –¡Cuidado Tanis! –alerta al semielfo. – ¡No claves el arma en ellos! Al ver a Gabrielle perdiendo terreno frente a uno de los seres, lanza su grito y corre hacia ellos, agarrando con las dos manos la cabeza del lagarto y girándola con fuerza. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m Un siniestro crujido se oye cuando parte su cuello y prestamente se retira con la joven bardo del cuerpo que cae. Tanis ha visto el efecto que la muerte causa en las criaturas y emplea la espada sin ensartarla en los enemigos, ha acabado con su primer lagarto, un desgarrón en su camisa y la sangre que mana de su brazo repentinamente indican que ha recibido el zarpazo de otro de los raros combatientes, que lo ha sorprendido a su costado y mira a su agresor, se encuentra al descubierto y el animal se dispone a utilizar el hacha que enarbola, más cae muerto cuando Gabrielle  estrella una gran piedra en lo alto de su crestada cabeza. Sólo queda en pie uno de ellos y parece que Tas está disfrutando golpeándolo y manteniéndose fuera de su alcance. –Vaya, parece que te has desarrollado muy bien, ¿eh? Dime ¿qué comes? –las hirientes chanzas del kender enfurecen al bicho al cual se enfrenta, que recibe un nuevo golpe del jupak. – ¡Eh! No te acerques tanto, tu olor no es nada agradable ¿sabes? ¡Vamos amigo!  –golpe – Tu madre si que se despistó buscando pareja  –golpe – ¿Por cierto, en qué cuadra naciste? Los ojos de la bestia, enrojecidos, buscan al pequeño hombrecillo que no deja de moverse. Cuando el kender se da cuenta de que es el único adversario que queda en pie, sus bastonazos se hacen más directos e intencionados, y clava la punta de su vara, reforzada con metal, en las entrañas del hombre –lagarto, retirándola con presteza, al tiempo que aferrándose la herida, la bestia ruge y cae muerta. –¡¿Qué demonios son estas criaturas?! –pregunta con extrañeza Tas. – Es lo más feo que he visto nunca, bueno, excepto cuando Flint fue picado por aquellas avispas que le inflamaron tanto la cara... –una risita acompaña sus palabras. –Jamás las había visto ni oído hablar de ellas. –Tanis las contempla con repugnancia. –¡Perfecto! –la guerrera se acerca a los pétreos cuerpos caídos y da una patada en el que aprisiona su arma, que se desmenuza como barro seco. Xena recupera su espada – Así que no sabéis que coño son. Bueno, yo no tengo ni idea, pero no quiero volver a ver cosas como esa nunca más, larguémonos de aquí cuanto antes. La morena se acerca a Gabrielle. –¿Estás bien, cariño? –su mirada busca heridas en el cuerpo de su pareja con temor. –Tranquila Xena, creo que solo Tanis ha sido herido por esos animales.   –contesta con un estremecimiento abrazando a la alta mujer. – Tas está ocupándose de él. La guerrera besa a su bardo, la inquietud por ella es tan grande que la desesperación se nota en su feroz abrazo acercándola contra sí. –No vuelvas a alejarte de mí. –le dice cuando separan sus labios. – Si algo te hubiera pasado yo.... –Shhhh, ya Xena, tranquila, no puedo estar siempre entre tus brazos, aunque quisiera, –comenta mirándola con amor. – no me pasará nada, no te preocupes. –No imagino ver que alguien vierta tu sangre, que recibas algún golpe, sí algo te pasa yo... –¡No! Ya discutimos eso una vez, ¿recuerdas? –sus ojos buscan el azul de los ojos de la guerrera con seriedad. – Nada de venganzas, nada de más violencia. Xena, la vida es como es, hay que encajar las consecuencias de lo que hacemos, de eso tú sabes más que yo, pero yo he decidido estar contigo y seguirte, si eso implica un riesgo... lo acepto, como cualquier otra cosa que reciba mientras esté a tu lado. Lo que jamás podría admitir, es que por mi causa el odio corrompiera de nuevo tu alma. –Sí, bueno... –no está dispuesta a claudicar, pero sabe que es inútil discutir con Gabrielle sobre el tema. – Salgamos de este lugar. El semielfo y Tas las esperan a distancia, respetando ese íntimo momento, y se acercan a ellos. Tanis luce en el
  • 11. brazo un vendaje, pero la herida no es grave. –Bien, continuemos, podemos tomar unos bizcochos por el camino.  –echa una mirada alrededor. – Es posible que no estuvieran solos, permaneced alerta por si acaso. – Tanis, ¿qué crees que fueran esos bichos? ¡Guau! Eso sí fue divertido. –el semielfo mira al kender con admiración, lo que podía considerar divertido Tas, solía ser por lo general bastante peligroso para su salud. Se encoge de hombros, bueno al fin y al cabo es un kender. sEIs. Al día siguiente, los compañeros coronan al fin la cumbre de la montaña y buscan la entrada a la caverna. Casi invisible tras unos matojos, la boca de la cueva es solo una oscura abertura, aunque algo más adentro brilla un débil resplandor. Animados por la luz penetran en su interior. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m El pasadizo es estrecho pero lo suficientemente alto para caminar erguidos, la temperatura se suaviza mientras se adentran por el seco pasaje, sus huellas en el polvo del suelo son las únicas visibles. Poco a poco acortan distancia con el foco de luz, descubriendo el fuego que la produce. Un hombre les espera sentado al amor de la lumbre. Viste una inmaculada túnica blanca, su cabello, del mismo color, se derrama por sus hombros en una cuidada melena casi hasta la mitad de la fornida espalda, pero son sus ojos los que atraen la mirada del grupo. De un marrón casi líquido, parecen encerrar toda la sabiduría del mundo, todas los tiempos, todas las cosas. –Bienvenidos viajeros, acomodaos por favor. –Su voz, como agua que se derrama, cristalina, limpia, consigue la inmediata confianza de los cuatro amigos, con una mano señala los diferentes asientos dispuestos alrededor de la hoguera mientras los nombra. – Xena de Amphípolis, Gabrielle de Poteidaia, Tanthalas de Qualinesti, Tasslehoff Burrfoot de Kendermore... . Xena contempla al extraño. Por primera vez desde hace muchos años se siente en paz, la mirada del hombre atraviesa su alma, más no le importa, el zafiro de sus ojos busca a Gabrielle. Tas, para sorpresa de todos, aún no ha abierto la boca y no desvía sus inquietos ojillos del anfitrión. Tanis, por su parte, encuentra un momentáneo consuelo en su torturada mente. La sonrisa de Gabrielle, hace resplandecer su cara, todo está bien ahora, mira a Xena y devuelve el amor que encuentra en los ojos de la guerrera. –Soy el Señor del Bosque Sombrío, aquel a quien buscabais. –¿Sabe lo que necesitamos entonces? –pregunta Xena, recuperando la perdida voz. –Antes de nada, he de contaros algo, dar una explicación. El ya conocido gnomo, surge de algún lugar de las profundidades de la gruta portando una bandeja que acerca a los compañeros. Jarras de fría cerveza y jugosas lonchas de carne sobre pan blanco, son agradablemente recibidas. Al tiempo que comen escuchan al caballero. –Los mundos que vosotros conocéis, no son los únicos, miles de ellos coexisten en el mismo espacio, aunque en diferentes realidades o dimensiones, los guardianes o dioses, como vosotros los llamáis, cuidan de ellos, pero en algunos mundos, abusando de su poder, han alterado el equilibrio que los mantiene separados, permitiendo el paso de unos a otros. Esto no debería haber pasado nunca, de hecho la Fuerza Universal que rige el espacio –tiempo, ya lo está remediando, pero las personas que hayan cruzado a otro lado, deberán volver por sus propios medios. Yo en este mundo, y otros como yo en los demás, intentamos ayudar a estas personas, localizándolas y mostrándoles el camino de vuelta. –¿No puede esa... Fuerza o lo que sea, enviarnos a nuestro mundo? –No Xena. –el Señor suspira. – No es así como funciona, la Fuerza no entiende de individualidades, sino del conjunto. Por eso estáis aquí, es uno de los pocos sitios por donde aun se puede cruzar. Ahora es el momento de las despedidas, pues ellos no pueden acompañaros en esta ocasión. No tardéis, os espero. Y retrocediendo unos pasos les deja a solas. –Tal vez nos veamos en otra ocasión, ¿eh? Yo viajo mucho, ¿verdad Tanis? Además, no he tenido ocasión de usar ese chakram y... –Me temo que no, Tas. –Gabrielle abraza al kender – Esto es una despedida. –Y lanzar el chakram no es nada especial –Xena deposita su mano en la cabeza del hombrecillo y despeina su copete, mientras su otra mano recupera el chakram del saquillo del incorregible Tas. – No tanto como tú, vara
  • 12. jupak... –Su mirada se cruza con la de Tanis y se dirige a su encuentro con la diestra extendida, aferrándose ambos los antebrazos. – Tanis... –Xena... Cuando la guerrera se retira, Gabrielle pasa los brazos en torno al cuello del semielfo y besa su poblada mejilla. –Que tu espíritu no cambie nunca y tu luz siga brillando. Cuida a esa guerrera, necesita de tu fortaleza y amor más de lo que piensa. –Encontrarás lo que buscas Tanis, estoy convencida de ello. –la sonrisa de la joven rubia hacen sonreír al semielfo. – Nunca os olvidaremos, gracias por todo. –Vamos Gabrielle, –la mano de Xena aprieta su hombro – nos esperan. El gnomo vuelve a aparecer, portando una antorcha que entrega al guía, que la recoge y se gira. –Esperad mi regreso. –les dice a Tanis y el kender. – Venid conmigo, por aquí. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m El pasaje continua casi en línea recta, con una leve inclinación y pronto, la luz de la hoguera se pierde a sus espaldas. Finalmente desembocan en una amplia caverna, donde, para sorpresa de Xena y Gabrielle, un portal como el que las atrapó en la playa, difunde una pálida claridad. –A partir de este punto no puedo ayudaros. Tened cuidado al cruzar, quizás encontréis alguna dificultad, ya que ha permanecido abierto más tiempo del aconsejable, pero estoy seguro de que lo conseguiréis, adiós pues. Y sin más, da media vuelta y se aleja, dejando mil interrogantes sin responder en la mente de la morena luchadora. Al llegar al lugar donde Tanis y el kender le esperan, los encuentra ya inconscientes. –Llama a los grifos. –le pide al gnomo mientras se transforma en un bellísimo unicornio, de largas y níveas crines. Dos magníficos animales con cuerpo de águila y cabeza de león, agarran por los hombros a los inanimados amigos, al tiempo que con el esbelto cuerno, el Señor del Bosque Sombrío, roza sus frentes con suavidad. – Llevadlos a Solace. No recordaran nada desde el momento en que se cruzaron sus caminos. Para los días perdidos... encontrarán alguna explicación. Ahora, volvamos a casa. sIETE. Volvamos a casa. –dice Xena mientras toma la mano de su bardo. –A casa. –Gabrielle suspira. – ¿Sabes Xena? Me ha gustado conocerlos, son buena gente, ¿no crees? Pero estaré encantada de volver a nuestro lugar. Esta vez están preparadas y cuando la succión hace presa en ellas, sus manos no se sueltan mientras dan tumbos. Al cruzar, no es la playa lo que las recibe, un espacio en forma de gran pasillo se extiende al frente, y al fondo, aun lejana, la luminosidad característica de otro portal. –Bueno...   –la rubia mira a Xena. – ¿A qué esperamos? –y acomodando su falda y balanceando el bastón inicia la marcha. Hay una indefinida forma delante de ellas, la guerrera entrecierra los ojos intentando distinguir el nuevo obstáculo. Pronto se hace cercana ya que es algo vivo que se acerca. De más de nueve pies, un humanoide de verdoso color, rugosa superficie y la envergadura de tres hombres, con una gigantesca hacha de batalla, les cierra el paso. –Onko furioso, Onko mata. –Perfecto, –la morena mira exasperada al gigantesco animal – Onko está en medio del camino de Xena, y si Onko no se retira, Xena va a... –¡Espera! –la joven bardo se adelanta con precaución y habla dulcemente con la criatura. – Oye Onko, ¿por qué estas tan furioso? ¿Te ocurre algo? Tal vez podamos ayudarte, si nos cuentas que te pasa... La guerrera mira alucinada a Gabrielle, "fantástico" piensa, "ahora se dedica a cultivar la amistad de seres imposibles". Por toda respuesta Onko deja caer su hacha sobre ellas, salvándolas del tajo el empujón que la guerrera proporciona a Gabby.
  • 13. –¡Apártate! –le grita  a la joven, desnuda su espada y entabla lucha con el furioso coloso. –¡Cuidado Xena! ¡Es enorme! Onko lucha con enorme vitalidad, pero su masa limita la velocidad de sus movimientos, lo que Xena aprovecha y de un tajo, le corta casi todo brazo izquierdo. Un potentísimo rugido brota de la garganta del herido. –¡Onko mata! Si, Onko mata a mujer. –¿Por qué seréis tan repetitivos? –se burla la guerrera. – Onko cerrará su gran bocaza ahora. Y con la empuñadura de la espada le golpea la recién abierta herida. En su desesperación por el súbito dolor, el gran animal suelta su hacha, mientras con la mano desnuda manotea furiosamente, una de las embestidas alcanza la cara de la morena. –¡Xena! –el grito de Gabrielle es ignorado por ambos contendientes. V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m Los ojos de Xena brillan de excitación, las piernas se afianzan en el suelo, la lengua recoge la sangre que mana de su boca. –Odio cuando hacéis esto.   –dice, refiriéndose a la roja savia. Su grito guerrero surca el aire, Xena salta dando una voltereta, yendo a caer a espaldas de Onko y alzando una pierna hacia atrás, le proporciona una fuerte patada, empujándolo cerca de Gabrielle. Esta aprovecha la ventaja para golpear al coloso repetidas veces con el cayado. La guerrera vuelve a brincar, encaramándose en la chepa del humanoide y alzando su espada, la entierra profundamente en su pecho. Al fin, con gran estruendo, la bestia cae muerta. –¿Qué te ha hecho? –en un par de pasos, Gabrielle se planta frente a la guerrera y examina su boca. – Ese... ese monstruo... –No es nada cariño, sólo un rasguño. –apartando las manos de la joven bardo, se inclina para besarla, después de un rato, se separa y mira a Gabby. – ¿Lo ves? –pregunta con una sonrisa. – Todo está bien. – –Hum... –murmura insatisfecha. – En cuanto concienzudamente. –termina con una picara mirada. tengamos algo de tiempo, tendrás que demostrármelo –Hecho. –mira a su alrededor. – Ahora, procuremos terminar cuanto antes, quiero llegar a casa. Nuevamente se ponen en camino. La distancia con la luz va menguando. Al poco rato, ya pueden distinguir el perfil del portal. –¡Oh no! ¿Y ahora qué? –pregunta Xena realmente exasperada. Frente a ellas, cortándoles el paso, Afrodita, diosa del amor. –Hola chicas, os habéis tomado vuestro tiempo para llegar. Jajaja, no me mires de ese modo Xena, das miedo, en fin, papá me envía. –con un gracioso mohín la belleza divina se acerca a Gabrielle y toma un mechón de pelo entre sus dedos. – Cariño, te hace falta un buen aseo, no te preocupes, ya falta poco. –De acuerdo Afrodita, –el tono de Xena es de engañosa paciencia, mientras un torbellino bulle en su interior. – estoy cansada, hemos sido arrastradas fuera de todo lo que conocemos, me han atacado seres inimaginables, me cuentan una historia de guardianes y dimensiones, sea esto lo que sea, estoy preocupada por Argo y mi vida íntima en los últimos días no ha sido todo lo privada que yo desearía. Dame una buena razón para seguir escuchándote, –y elevando súbitamente el tono de su voz. – O DÉJANOS EN PAZ, ¿DE ACUERDO? Gabrielle coge el brazo de Xena, totalmente en tensión, e intenta calmar a la irascible mujer, mientras Afrodita se limita a mirarla, se está divirtiendo. –¡Caramba! Eso ha sido todo un discurso viniendo de ti, pero yo he de hacer lo que he venido a hacer, acercaos por favor, nos vamos. –termina en forma cantarina. Con la compañía de la diosa, el paso se produce sin incidentes y finalmente recaban en la playa. –Tu caballo ha sido cuidado y desensillado, ya ves, incluso Ares tuvo que contribuir, y él personalmente se encargó de esa horrible bestia tuya. En realidad Xena, nos has tenido a todos con el alma en vilo, aunque yo estaba segura de que volveríais.  –arruga levemente la frente. – No iba a quedarme sin mi pareja favorita. –Afrodita... –Gabrielle la interrumpe, ya más que harta de ser ignorada. – Todo eso está muy bien, de veras que agradecemos vuestra preocupación, –la cara de la guerrera demuestra lo falso de esa afirmación – pero... ¿no podrías desaparecer de una vez? –¡Querida! No seas desagradable. –Afrodita deja oír otra argentina carcajada. – Sólo una cosa más... un pequeño detalle en realidad...  –sus manos han asido un brazo de cada una y con una leve presión inyecta algo en la
  • 14. guerrera y la bardo, que en un momento quedas paralizadas. –... Papaito no quiere que los mortales tengan conocimiento de ciertas cosas. Se separa unos pasos y contempla a las estatuarias mujeres. Ares aparece a su lado, atractivo y altivo. –¿Lo has hecho ya? – pregunta mientras enjaeza la yegua. –Claro hermanito, míralas, tan quietecitas... que lastima que papá nos haya prohibido cualquier acción. –suspira. – Bueno, ya está todo igual que el día que partieron, ¿no es así? V FA ER ht N SI tp FI Ó :// C N V E O O N R .c E IG os S IN P at A A ec Ñ L, O a. L co m –Eso es. –la mirada del dios de la guerra sigue fija en su luchadora. Lentamente se acerca y besa sus labios. – Algún día Xena, algún día... En un momento desaparece, dejando a Afrodita la tarea de despertarlas, lo que hace sin que se perciban su presencia y se esfuma también. EPÍLOgO. Por la noche... –Fue curiosa la forma en que desapareció aquel extraño resplandor, ¿verdad? – la concentración contrae su frente. – Por un momento... me sentí como... perdida... no sé, bueno, me alegro de que no haya sido nada, tenía un mal presentimiento, como te dije. –Si Gabrielle, –su mirada queda fija en el fuego, hay algo que le ronda la cabeza, pero por más que se esfuerza, no logra saber qué es. – lo cierto es que fue algo raro. Mientras la bardo revuelve su mochila en busca de algún pergamino donde anotar las incidencias del día, algo pincha su dedo índice. –¡Ay! –saca el traidor objeto y se queda embelesada mirándolo. – ¡Xena! Es precioso. ¡Oh gracias! Salta a sus brazos besándola por todo el rostro, la guerrera extrañada, mira lo que la rubia porta en la mano. –Bueno Gabby, tu agradecimiento es muy bienvenido – una burlona mueca curva sus labios. – Pero temo que no merecido. No he sido yo. Durante un momento, ambas miran el anillo. De un material muy similar a la plata, hojas formando un bello dibujo han sido forjadas delicadamente, en su interior el sello de su creador, un yunque con las iniciales FF. –¡Oh! Me asombraba que hubieses sido tú, –la mira malhumorada – el romanticismo no te alcanza, sencillamente. Pero, si tú no has sido ¿cómo ha venido a parar aquí? –pregunta desconcertada. –No lo sé, amor mío. –sacude la cabeza, no es eso lo que le interesa ahora, los brazos rodean a la rubia, la boca dibuja un sendero en el cuello, obligándola a echar la cabeza hacia atrás, para recibir la caricia con plenitud – Y tienes razón en cuanto a lo de mi romanticismo, pero dime... –ronronea maliciosamente. –... ¿No lo suplo con otras virtudes? El estremecimiento de Gabrielle contesta por ella, las cobijas la reciben mientras Xena se tiende a su lado, dejando que parte de su peso lo reciba la joven y se mira en el jaspe de sus ojos, antes de que la anticipación al placer los cierre. – Xena, –la voz de Gabrielle levemente enronquecida – hoy tendrás que demostrar muchas virtudes, siento como si me faltaras hace tiempo. –termina con una risita lujuriosa. –En eso estoy cariño, en eso estoy. FIN TU OPINIÓN EN EL FORO