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LA PRIMERA NAVIDAD DE JUSPLINETE.
Bardo: El Kender 
Los inviernos en Poteidaia solían ser friós, pero aquel estaba siendo de los peores que se recordaban en los últimos
años. La nieve había llegado de improviso y no paulatinamente,  en lugar de caer copos durante varios días, una
fuerte ventisca precedida por una nevada que duro una semana entera se planto en la ciudad como si alguien hubiese
dejado caer un bote de harina sobre ella.
Aquella fría mañana los gritos de Hope despertaron con un sobresalto a Jusplinete que se sentó de golpe en su
enorme cuna.
Parpadeó varias veces, bostezó otras tantas y tras frotarse los somnolientos ojos con las manotas sonrió a su madre a
la par que se ponía el enorme chupete en la boca. Hope descorrió las cortinas y un rayo de luz entro de golpe
iluminando la estancia, Jusplinete se tapo de nuevo con la manta la cabeza. Su madre miró entre divertida y
enfadada el bulto del cual asomaban varias púas de color azul; acercándose sigilosamente lo movió varias veces.
– Vamos Jusplinete que harás tarde al colegio. –dijo continuando acunándole.
Bajando la colcha hasta la altura de la nariz su vocecilla sonó amortiguada por el peso de la misma.
Jo, mami, déjame mimir uno puquito más.
De eso nada, vamos que ya tienes el desayuno preparado– ni siquiera tuvo que mencionarlo dos veces, antes de que
terminara la frase, el pequeño había saltado de la cuna y tras ponerse sus zapatillas de conejitos bajo corriendo al
salón, Hope se quedó en el sitio con las cejas enarcadas y una media sonrisa.
La casa era lo suficientemente grande para ser acogedora, un buen fuego en la chimenea calentaba la estancia y
sobre la mesa un tazón de leche caliente junto a la sillita alta de Jusplinete. Un retrato de Gabrielle sobre la
chimenea misteriosamente tachado era la única decoración, una silla de respaldo alto a modo de trono y una
panoplia con armas de toda clase sobre una de las paredes eran los únicos objetos que llamaban la atención a
primera vista.
De un salto subió a la silla, bajo la bandeja y tomo el tazón de leche mirando a continuación hacia la cocina.
Hope que había bajado tras el le miraba extrañada.
– Mami, ¿anone etán los siriales? –preguntó frunciendo el ceño.
Era cierto, que cabeza la suya, había olvidado por completo el ingrediente principal y de hecho la cosa que más le
gustaba a Jusplinete. Entro a toda prisa a la cocina y tomo la caja de la alacena de las legumbres.
– Toma, pero esta vez no te la comas toda de vez –le dio la caja en la que se veía dibujado un plátano de forma
humanoide y con una mochila en la espalda.
Con impaciencia abrió la tapa y antes de hechar los cereales en la leche hurgo en el interior. Al cabo saco un
pequeño muñeco semejante al del dibujo con unos cuantos de los pegajosos cereales adheridos en la piel del
regordete brazo.
– ¡Mira, mami, ma salio po fin el muchilo! –dijo con ojitos brillantes, echando, a continuación, una gran cantidad de
los cereales amarillentos que semejaban bananas azucaradas e infladas.
Una vez terminó el desayuno bajo de la silla mientras Hope bajaba con un grueso jersey de lana de punto pelota y
cuello alto del tamaño del pequeño.
– A ver, manos arriba –con un poco de dificultad a causa de la gran cantidad de púas logro ponérselo.
– Ufff, ufff teno calo mucho calo ete jirsei e mu gordote –apenas podía hablar pues el cuello le tapaba media boca.
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– ¿No querrás pillar un resfriado verdad cielito? –le revolvió las púas de la cabeza–. Y ahora el gorro, las manoplas y
la bufanda.
Para cuando terminó de forrar de gruesa ropa a Jusplinete este parecía un ovillo de lana. Del gorro con borla
asomaban  varias púas que lo atravesaron en varios sitios y el color azulado de la piel había cambiado a un tono
rosado. Con un pequeño esfuerzo bajo la bufanda para poder hablar.
– Jo, mami, con eta fufanda no pedo hablá bien... –frunció el ceño.
– Así seguro que no te resfrías –se cruzó de brazos orgullosa con su obra de arte antigripal.
Tres golpes sonaron en la puerta principal y la voz de Pipi Daphne sonó chillona desde el otro lado.
– ¡Jusplinete aprisa que llegamos tarde!
A la máxima velocidad que le permitían sus cortas y regordetas piernas comenzó a recorrer el salón, tomo una
pequeña mochila en la que introdujo un viejo muñeco de erizo de peluche, tres bastones de caramelo, una caja de
ceras mordisqueadas, un cuaderno lleno de garabatos y manchas y un pequeño disco de madera en el que se podía
leer, con un trazo tembloroso " chakan de Juspinete". Era su mayor tesoro pues se lo había regalado su tía Xena y el
se había encargado cuando aprendía el abecedario de firmarlo para que nadie se lo quitara.
– Adió, mami, mi voy a tudiá. –giró el pomo de la puerta y salió corriendo tropezando con Daphne.– ¡Hola Dasne!
– Buenos días Jusplinete mira cuanta nieve, anoche termino y hoy brilla el sol, si nos damos prisa podremos hacer
una guerra de bolas de nieve en el patio –sonrió.
Su pecosa cara se iluminó y las coletas que adornaban la cabeza parecieron moverse con vida propia, como si la
alegría de Daphne se transmitiera de pies a cabeza.
A mitad de camino el pequeño se freno en seco, dio la mochila a Pipi y salió corriendo de camino a casa mientras
Hope le esperaba en el umbral, parecia como si una pelota de lana hubiese cobrado vida y fuese corriendo hacia
arriba.
– Mi sa olvidao uno biso, mami... –Hope se agachó y, rodeando con los brazos a Jusplinete, le estampó un sonoro
beso en la frente.
*****************
Llegaron a la pequeña escuela de Poteidaia, un reducido grupo de niños y niñas en el exterior se hallaban
enfrascados en toda una batalla campal de bolas de nieve, algunos se escudaban detrás de los parapetos al lado del
camino e incluso detrás del enorme muñeco que adornaba la entrada. Divertida e intentando frenarse a sí misma
para no entrar a formar parte de uno de los dos bandos, Gabrielle observaba el desaguisado. Una pequeña de cinco
años, cuyo pelo moreno casi le tapaba  los ojillos era el centro de los ataques de otra niña que le arrojaba una tras
otra bola sin darle tiempo siquiera de defenderse, pues cada vez que tenia levantado el blanco proyectil recibía un
impacto en la cara o el cuerpo que la obligaba a recular y la nieve caía de su mano entre " Buffs", "Puagss" y "
Rebuffs" limpiándola de la cara. Llevaba un grueso chaquetón con el numero 8 bordado en la espalda y  su pecosa
atacante reía de buena gana mientras preparaba otra bola con la melena revuelta y los carrillos colorados por el
ejercicio. Un jersey hecho de retales de todos los colores la protegían del frió y de una gran zamarra asomaba la
cabezita de un gato que miraba con curiosidad a su alrededor sin comprender muy bien cual era la finalidad del
juego de los humanos.
Otras dos niñas habian emprendido su peculiar cruzada contra un niño regordete y que recogia su melena en un
extraño copete en la cabeza, vestido con un abrigo a rayas rojas y verdes y varias bolsas al costado esquivaba a
duras penas el bombardeo al que estaba sometido, mientras una gran cantidad de objetos caian de las bolsas e
intentaba recogerlas. La rubita estaba de rodillas y hacia bolas a toda prisa dandoles formas de tomates, calabazas y
otros objetos redondos con gran habilidad que posteriormente pasaba a su compañera de pupitre; esta guiñaba un
ojo para apuntar y sacaba la lengua para afinar mientras esperaba encontrar un buen blanco en el niño, unas gafas
grandes adornaban su cara risueña mientras instaba a la pequeña a que se diera mas prisa en hacer proyectiles.
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En otra esquina, Sosolan hacia unas cuantas y cuando las tenia las arrojaba contra todos los grupos, claro que a
continuación se veía inundado por una lluvia de nieve que le obligaban a esconderse tras un muro de piedra.
Cerca de él, otra niña llevaba desde hacia rato una bola casi derretida en el guante sopesando los pros y contras de
arrojarlo contra uno u otro grupo y preguntándose quien lo tomaría con mayor sentido del humor examinando su
carácter. Finalmente se decidió por el niño regordete y cuando esquivaba sonriente una bola se encontró con un
bolazo en plena cara que le hizo caer de espaldas mientras parpadeaba varias veces cosa que aprovecharon sus
amigas para saltar sobre él y enzarzarse en una guerra de nieve cuerpo a cuerpo. La pequeña llevaba la mochila
repleta de libros y pergaminos y era la más estudiosa de la clase.
El resto de los pequeños empezaban a dar muestras de agotamiento por el ejercicio matutino y Gabrielle penso que
ya era hora de comenzar la clase, así que toco varias veces una campana que había en el porche de la escuela y
todos procedieron a formar dos filas frente a la entrada, arreglando sus ropas. Su aspecto sonriente y el pelo lleno de
copos hicieron que Gabrielle sonriera.
En ese momento llegaron Pipi Daphne y Jusplinete que se quedo rezagado haciendo una bola de nieve.
– Buenos días, ¿habéis hecho las tareas que os mande? –un coro de sies se oyó en el patio.– Bien, entonces entre...
¡Plash!, una bola de nieve dio de lleno contra Gabrielle.
– Ti dao, ti dao... –reía Jusplinete.
Toda la clase le acompaño en su carcajada de buena gana, habían girado los rostros en la dirección de donde
procedía la nieve y vieron una especie de muñeco de lana con un gorro de pompon que se retorcía de risa en el
suelo.
– Buenos días Jusplinete. –la bardo le puso bien el gorro que se había torcido–, ¿has hecho los deberes?.
– Zí, mira. –sacó el cuaderno y vio un dibujo de ceras con las letras A, E, I, O y U, a las cuales les habían dibujado
ojitos y boca, Gaby aguanto la sonrisa–, muy bien pequeño, ¡vamos todos adentro!– ordeno amablemente.
Justo en el momento en que Jusplinete iba a entrar Gabrielle lo llamo y cuando se giro, recibió un bolazo de nieve
que hizo que carcajeara de nuevo.
*****************
Pasaron la mitad de la fría mañana corrigiendo las tareas del día anterior y a la hora del recreo Gabrielle les mando
recoger todo.
– Sé que estabais esperando este momento durante la mañana –sonrió alegremente –, mañana será el día del solsticio
y tenemos que preparar el árbol de Navidad, así que en lugar de salir al patio a pasar frió, nos quedaremos a
decorarlo. –gritos de vivas, sonaron en el aula.
– Mirivilloso –se unió Jusplinete–. Ete año yo pundré los ipumillones.
– Senoñira Gabrielle ¿no cree que es un poco precipitado preparar el árbol? –dijo la niña de grandes gafas.
– No quiero que este año pase como el anterior que lo hicimos aprisa y corriendo y luego casi no podéis cantar
villancicos.
– Es verídico. –añadió la pequeña.
Pasaron a la sala contigua, donde un enorme árbol que casi tocaba el techo estaba en un rincón junto a varias cajas,
de las que asomaban bolas de colores y otros adornos. Los pequeños se apresuraron a ir en dirección a el abriendo
las pocas cajas que estaban cerradas y al poco rato reinaba gran alboroto, mientras unas se dedicaban a poner los
espumillones, Jusplinete jugaba a las canicas riéndose al ver reflejado su rostro abombado en la superficie de las
multicolores bolas.
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Sosolan puso la estrella en forma de chacram como adorno en la punta pues al ser el más alto era el único que
llegaba mientras la niña rubita, Selvica y su compañera de pupitre Pradera discutían sobre donde irían puestos los
bastones, mientras el niño del copete que sujetaba todos los bastones y dulces daba mordiscos a las golosinas.
– ¡Mecachis, Kender que haces! –exclamaron cuando se percataron de ello–, siempre te comes todos los dulces.
– Edque edtan mu dicos –media barrita de regaliz asomaba de la comisura de los labios–, ¿Quédeis unod poquitod?
– Unos poquitos no, todos, que son para decorar –las dos se abalanzaron sobre el forcejeando pues no quería soltar
los dulces, una vez lo consiguieron el pequeño se quedo con el regaliz en la boca–, y esto también.
Al intentar quitárselo forcejearon mientras el Kender decía "ed mío, ed mío", hasta que cedió y se rompió cayendo
los dos de culo.
Acabaron riendo y dejando que se terminara el regaliz.
Pipi Daphne había convencido a Jusplinete que estaba con los brazos extendidos y muy quieto diciéndole que
jugaban al "tu la pillas si te mueves" y mientras, había puesto adornos de Navidad colgando de las púas y
espumillón por encima.
– ¿Pero que haces con jusplinete? –le preguntó Gabrielle.
– Estoy haciendo un árbol viviente –hizo un mohín inocente.
– ¿Jusplinete pero te ha visto?– le dijo divertida, tapándose la boca para disimular la risa.
– ¿Soy un bolito nevideño?– fue corriendo hasta el espejo y se reflejo sin reconocerse al principio– ¡mira Gaby soy
un bolito soy un bolito!.
Todos miraron en su direccion y acabaron tirados por el suelo llorando de la risa al ver la pinta del pequeño que
corría por la habitación, haciendo tintinear los adornos.
A medio día habían terminado de decorarlo y la verdad tenia un aspecto imponente, los bastones, figuras de
chocolate y dulces colgaban de las puntas de las ramas más pequeñas al alcance de sus manos, el resto de los
multicolores y brillantes adornos así como el espumillón repartidos por el resto del árbol. Era el mejor que habían
hecho en los últimos años y se sentían orgullosos de ello.
– Esta bien, mañana os espero para comer el puding que esta preparando Xena y el ponche de miel en casa, después
vendremos a cantar villancicos junto al árbol y os esperara una sorpresa a todos.
– ¿Un rigalo? –preguntó Jusplinete.
– ¿Una gulozina? –preguntó el del copete.
– ¿Unas pastilinas y pergamino para escribir?– preguntaron Silvica y Pradera.
– ¿Un pequeño mono? –preguntó Pipi.
– ¿Una espada de madera? –preguntó Sosolan.
– ¿Una pelota? –preguntó Chiwi.
– ¿Un cascabel pa gato? –preguntó Gomayapi.
– Tal vez, tal vez –sonrió abiertamente y se despidió en el porche, mientras el Kender se ponía bien la mochila,
Silvica recogía en los bolsillos los muñecos de plastelina, Jusplinete se forraba en lana y el gato se dormía en la
zamarra de Gomayapi.
Esa misma noche y cuando todo el mundo dormía en Poteidaia dos sombras una enorme y otra más pequeña y que
apenas sobrepasaba el metro de altura recorrían en silencio las calles en dirección a la escuela.
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Se detuvieron junto a la ventana, la más grande limpiando el cristal hecho un vistazo al interior.
– ¿Esta decorado ya el árbol? –preguntó la pequeña con tono malhumorado y una aguda voz chillona.
– No se, esta mu oscuro –respondió la enorme mole.
– Entonces entremos para comprobarlo, hay que darse prisa.
Una vez  junto a la puerta de entrada lanzaron rápidas miradas en todas direcciones. Habían llegado demasiado lejos
y ahora debían pasar del todo desapercibidos.
– Gorlik abre la puerta –se apartó el pequeñajo.
Con un sonoro "Craaaak", que habría despertado a un oso en pleno estado invernal la puerta fue arrancada del marco
con la facilidad que un soplo derribaría un castillo de naipes.
– ¡Pero que haces, pedazo de animal!, ¡habrás despertado a medio pueblo, te dije que forzaras la cerradura no que
arrancaras la puerta de sus gozmes! –chilló visiblemente alarmado, mientras obligaba a entrar a duras penas a su
enorme compañero en la escuela poniendo de malas maneras la puerta en el marco.
– Dijiste que abriera –contestó con voz bobalicona.
– Todo lo que tienes de grande lo tienes de estúpido –murmuró entre dientes.
Avanzaron tropezando con los pupitres, las sillas y todo lo que encontraron a su camino sin dejar nada en pie, en
mitad del estrépito el pequeñajo no paraba de refunfuñar y tirarse del sombrero de ala ancha, ante la torpeza de su
compañero.
Al final, encontraron el árbol.
– Aprisa, solo nos queda este –le urgió.
– Mira Kerrik bolitas de colores –el grande había tomado dos y las sostenía en los ojos sonriente como si siempre
hubiesen estado allí, el pequeño exasperado se tiraba de las alas del sombrero hasta taparse las puntiagudas orejas y
los ojos pataleando de rabia.
– ¡Maldito sea el verano, quieres dejar de hacer tonterías y cargarte ese ridículo árbol a la espalda! –le regañó.
– Lo siento.
Sin ninguna dificultad para su enorme corpachón se hecho al hombro el árbol y rápidamente abandonaron la escuela
y el pueblo sendero arriba, hacia las nevadas colinas.
Mientras, el único que no podía conciliar el sueño en todo el pueblo era Jusplinete cuya imaginación funcionaba a
toda velocidad, preguntándose que sorpresa les tendría preparada Gabrielle para el día del solsticio.
En estas se encontraba el pequeño, cuando escucho un crujido en el exterior de la casa, en un principio penso que
solo era el viento o la nieve cayendo de algún tejado, pero la curiosidad pudo más que el frió suelo y se acerco hasta
la ventana. Desde allí y frotándose los soñolientos ojos vio como dos sombras que evitaban en todo momento las
antorchas del alumbrado publico, se introducían en la escuela y poco más tarde salían de ella llevándose ¡EL
ARBOL DE NAVIDAD!.
Inconscientemente golpeo varias veces el cristal gritando "¡el bolito, que si roban el bolito!".
Echo un manojo de nervios comenzó a dar vueltas por la habitación pensando que hacer, se puso apresuradamente la
ropa y el gorrito, la bufanda las manoplas y el resto del abrigo y salió de puntillas. Una vez comprobó que su madre
dormía profundamente, tomo una espada de madera que le había regalado Sosolan y salió a la carrera hacia casa de
Pipi Daphne.
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Daphne dormía profundamente soñando con batallas montada a caballo como Xena, cuando algo golpeo el cristal.
Como tenía el sueño ligero –cosa de la que se sentía especialmente orgullosa, pues aunque dormía como un tronco se
despertaba a la mínima señal de alerta–, se sentó de golpe en la cama. En el silencio de la noche otra vez escucho el
golpecito en la ventana.
Se levanto, fue hacia la ventana y allí, bajo el halo de una antorcha vio la figura inconfundible de Jusplinete que
buscaba desesperadamente otra piedrecita escarbando en la nieve para arrojarla a su ventana.
– ¡Jusplinete! –intentó gritar susurrando desde el segundo piso donde dormía, tras abrir la ventana–, ¡pero qué haces
levantado a estas horas!
Estaba tan nerviosos que no le salían las palabras así que empezó a gesticular, primero salto todo lo alto que pudo y
luego se agacho hasta casi tocar el suelo y dio varias vueltas andando en la nieve, después se quedo quieto con las
manitas encima de la cabeza– quería dar a entender que era un árbol, pero Daphne pensaba que tenia más el aspecto
de una casa para pájaros–, a continuación gesticulo simulando hecharse algo al hombro y ando despacito de
puntillas.
– ¿Qué dos personas han robado el árbol de la escuela? –entendió todo, pues solía jugar con el a adivinar haciendo
gestos una acción o un personaje famoso.
Jusplinete agito con vehemencia la cabeza moviendo el brazo para que bajara.
Sin dudarlo un momento, se vistió, tomo un tirachinas y varias piedras planas en un saquillo y bajo corriendo.
Cuando la vio en la puerta, el pequeño la tomo por los brazos y empezó a agitarla con fuerza.
– ¡Tranquilo, tranquilo!
– Uno gande, oto piqueño, brum brum ñasñas, se llevan el bolito ¡tinemos que avisa a los dimas! –dijo a toda prisa
amontonando las palabras.
– Esta bien, tu ve a buscar a Selvica a Pradera y al Kender y yo iré a por el resto, tenemos que recuperar ese árbol a
toda costa– frunció el ceño como siempre hacia cuando estaba preocupada.
Salieron corriendo en direcciones opuestas.
Silvica y Pradera, que eran vecinas, tardaron poco en despertar y mucho menos en estar preparadas para hacer frente
a cualquier adversario, Silvica con el palo de la fregona y Pradera con un buen montón de pergaminos para narrar la
gran batalla en la que seguro se verían inmersas y una rasera. Sin embargo el Kender fue otro cantar.
Arropado por un buen montón de mantas, dormitaba plácidamente entre pequeños ronquidos y a la quinta piedra
contra el cristal todavía no había despertado.
– Este niño duerme como un zeporro– refunfuñó Pradera.
– ¿Y si probamos a cantar bajito su canción favorita? Eso siempre le despierta –sonrió Selvica.
Pradera frunció el ceño pues no sabia como podía gustarle una canción tan horrible a su amigo, termino por
encogerse de hombros y comenzaron las dos a entonar la música por lo bajo.
– Las manos para riiiba, las manos parabaaajo como los Kendercitooos...
– ¡Uh uh uh!– murmuro entre sueños el Kender abriendo de par en par los ojos a continuación.
Encogiéndose por el frió se acerco a la ventana con su pijama de cuerpo entero de colores. Al ver a sus amigas abrió
la ventana.
– ¿Qué ed lo que paza? –dijo temblando.
– ¡Vístete deprisa han robado el árbol de la escuela!, ¡Ah! ¡y tráete alguno de tus inventos! –dijeron al unísono.
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Tras enfundarse en las ropas multicolores y cargarse con una buena provisión de saquillos vacíos que a buen seguro
tardaría poco en llenar, abrió el baúl donde tenia sus mejores inventos.
Tomo una ballesta pequeña con un desatascador y varios metros de cuerda así como un fuelle pequeño, una cajita de
música de broma y por ultimo una buena provisión de dulces y pasteles.
– Apartarod, que bajo –dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
El pequeño tiro de una cuerda junto a la ventana, una bola de madera cayo rodando por una espiral de vías pequeñas
yendo a caer en un balancín, a continuación,  por el peso se levanto y en el extremo una aguja pinchó una vejiga
inflada, esta exploto despertando a una gallina que asustada puso un huevo. El huevo se desplazo por un pequeño
tobogán hasta caer en una sartén que permanecía en precario equilibrio. Al caer la sartén golpeo en la cabeza a su
perro Pelusa– un gran san bernardo en el que iba montado a la escuela–, despertó gruñendo y cambio de sitio; una
cuerda atada a su collar se tensó y acciono un tobogán que iba desde la ventana del Kender en el ático hasta el suelo.
El Kender subió y se deslizo a toda velocidad hasta el suelo yendo a dar de bruces contra un muñeco de nieve que
derribo, se levanto lleno de nieve entre las carcajadas de sus amigas y Jusplinete que se tapaban la boca para no
hacer ruido.
– Yadtoi preparado –dijo ordenando todas sus pertenencias, recuperando la compostura.
A toda prisa Pipi Daphne llego hasta casa de Chiwi que dormía plácidamente abrazada a su pelota favorita, tardo un
poco en espabilarse y medio sonámbula tropezando con todo, se preparo. Tomo el chackram de madera que le
regalo Xena y estaba aprendiendo a manejar y un buen montón de ceras de colores –nunca se sabe cuando puede
venirte la inspiración para pintar–, y salió deslizándose por la ventana. Sin embargo no hubo manera de despertar a
Gomayapi que se tapaba hasta la cabeza dejando asomar tan solo media carita, probaron a golpear con los nudillos
la ventana, a tirar bolas de nieve contra la pared para que el ruido la despertara e incluso silbaron junto al cristal.
Pero no había manera. Entonces el gato levantó una oreja primero, la otra después y por ultimo irguió la cabeza
viéndolas gesticular al otro lado del cristal con sus brillantes ojos. Ambas señalaron a Goyamapi, el gato las miro,
miro a su dueña, las miro de nuevo, volvió a mirarla y se acerco hasta la abertura de la manta comenzando a darle
lametazos en la nariz.
Estornudando por las cosquillas entreabrió los ojos y vio a Daphne y Chiwi en la ventana haciéndole señas.
– ¿Qué pasa? –preguntó soñolienta.
– El árbol del colegio, alguien lo ha robado y vamos a darle un escarmiento, ¿vienes? –preguntó Chiwi.
– Un momentito –se vistió a toda prisa poniéndose un calcetín de cada color con las prisas, metió al gato con
reticencia en la zamarra y varios bloques de madera con letras de colores.
– ¿A donde vas con eso? –preguntó Pipi Daphne intrigada.
– Es lo más duro que tengo para tirar a la cabeza –contestó poniéndose con los brazos en jarras.
Las tres sonrieron en la oscuridad y regresaron a la plaza del pueblo donde ya les esperaban el resto.
– Solo queda ir a buscar a Virillos –dijo Daphne a la carrera, pero esta las esperaba ya delante de su casa. Se había
levantado a beber agua y vio pasar como una exhalación a Daphne por delante de la ventana, dedujo que algo malo
había pasado y enseguida salió a esperarlas sujetando un viejo oso de trapo al que le faltaba uno de los ojos hechos
con botones.
– Qué bien que estés aquí –resoplaron las tres.
– ¿Se puede saber que es lo que acontece a estas horas intempestivas de la madrugada para que andéis rondando por
el pueblo a la buena de los dioses? –Chiwi, Gomayapi y Pipi Daphne se miraron extrañadas, como de costumbre la
riqueza de vocabulario de la niña las dejaba sin habla.
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Agitando la cabeza con resignación ordeno de nuevo la frase.
– ¿Adonde  vais tan de corriendo a estas horas? –ahora sí comprendieron.
– VAMOS A BUSCAR A LOS LADRONES DEL ARBOL DE NAVIDAD DE LA ESCUELA –dijeron sin apenas
respirar, el eco de sus voces se escucho por toda la calle.
– ¡Pistttttt! –siseó Virillos–. Nos van a descubrir, vamos.
Ya con más calma se reunieron con el resto de la "tropa" encaminándose hacia el lugar donde Jusplinete había visto
marcharse a los "robarboles" como les había bautizado.
– No quiero parecer un cobardica pero... ¿No sería mejor que avisáramos a Xena y Gabrielle? –preguntó Sosolan.
– ¿Y perdernos toda la diversión? –dijo Pradera, imagínate las historias que se contaran sobre esta hazaña, además
son demasiado viejas...
– Mayores –apostilló Chiwi.
– Bueno, mayores para ayudarnos –se cruzó de brazos de forma desafiante.
Sosolan tan sólo pudo encogerse de hombros.
– Esta bien, queda mucho para amanecer y hace frió –indicó Virillos hacia la colina donde se perdían las huellas,
unas de pies enormes y otras más pequeñitas a su lado–, démonos prisa.
Encabezados por Sosolan en su camino le seguían, Silvica y Pradera del tercer y cuarto pupitre por el fondo de la
clase. Verillo la en un futuro todavía un poco lejano bibliotecaria, Chiwi y Gomayapi de la primera fila en la
escuela. Un poco más atrás Pipi Daphne que daba la mano a Jusplinete que hundido hasta media barriga en la nieve
hacia esfuerzos por seguirles. Y confiando más en la amistad que en su valor estratégico, el Kender cerraba la
marcha resoplando y con los carrillos colorados por el esfuerzo.
Caminaron durante casi una hora y aunque el frió no era tan intenso, conforme seguían las huellas la nieve les había
calado hasta los huesos a excepción de Jusplinete que al no poder seguir, pues la nieve le llegaba a los ojos, había
sido levantado por Sosolan y ahora iba sobre sus hombros entonando una alegre canción que sonaba algo así como "
nevida, nevida dulse nevida a los siñores malos el bolito vamo a quita".
Se internaron en lo más profundo del bosque por un sendero hasta llegar a la boca de una enorme cueva donde
terminaban las huellas. La luna llena no iluminaba lo suficiente como para poder ver en su interior.
Silvica rebusco entre sus pertenencias y saco varias velas con las que también solía hacer muñecos de cera.
– Solo tengo tres– dio una a Pradera, otra a Sosolan y la ultima se la guardo.
Tras encenderlas se internaron unos cuantos metros en la cueva, las paredes en un principio rugosas y toscamente
cavadas en la roca dieron paso a un suelo de losetas artificiales y unas paredes pulidas. Las mismas huellas que
habían seguido se internaban más en la profundidad, dejando un rastro de barro y pequeños charcos de nieve a
medio derretir.
– Tenemos que hacer un plan, no sabemos a lo que nos enfrentamos –dijo muy seria Pradera, haciéndose la dura.
– Tal ved zean mondtuod giganted de ted cabezad y zeid badazos –sonrió el Kender que ya se internaba en la
oscuridad alegremente.
Gomayapi se apresuró a darle un tirón de la chaqueta parándole.
– ¿Pero que haces? –le preguntó enfadada.
– Puede zed divedtido –el concepto de divertido para el Kender abarcaba desde caerse a un balde lleno de nata, hasta
el encontrarse frente a frente a Medusa y tenderle la mano para darle las buenas tardes–, a lo mejod encontramod un
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tezodo.
– ¿Un tesoro? –se extrañó Virillos–, nada de eso, aquí hemos venido a recuperar el árbol y no a perder el tiempo
investigando ni buscando tesoros.
– Jo, que doló – protestó el Kender.
– Veamos, aquí el camino se divide en dos. Las pisadas grandes han seguido el túnel de la izquierda y las pequeñas
el de la derecha. Jusplinete, Sosolan, Virillos y el Kender iréis por el de la izquierda y el resto por el de la derecha,
si hay algún peligro silbad con todas vuestras fuerzas– Chiwi hacia unos extraños garabatos en el suelo con las
ceras, ponía piedrecitas de colores y canicas representándoles, como si fuese una generála haciendo estrategias en
un  mapa. Todos la observaban en silencio sin rechistar, la pequeña pasaba mucho tiempo escuchando las historias
de batallas de boca de la propia Xena, mientras cocinaba esperando a que Gabrielle regresara de la escuela. Y la
tenían por una experta en estrategias, no por ello el equipo de pelota infantil de Poteidaia era el campeón por cuarto
año consecutivo–, ¿está todo claro? Kender, dame unos caramelos.
– ¿Mid cadamelod? –se echó rápidamente mano a los bolsillos para taparlos–, pedo zi no tengo ninguno –sonrió.
– Es necesario para la misión, sino nos quedaremos sin el arbolito –hizo un mohin.
– Ummm, vale, vale, jo ziempdre tengo que haced sacrificiod –con pesadumbre le dio un buen puñado de golosinas
a Chiwi.
– Bien, hay siete así que tres para cada uno y el séptimo para mi –se lo comió a toda prisa ante el asombro del
Kender que ya se lo iba a pedir–. Comeremos uno ahora y como son tan grandes cuando se acabe el siguiente y así
el tercero, pasara una hora más o menos así que no os entretengáis – miró intencionadamente al pequeño del copete
que le respondió con cara angelical cruzando los dedos sobre la espalda–. Y cuando se terminen vendremos
corriendo. Si encontráis el árbol hay que recuperarlo a toda costa...
– No se, no lo veo yo muy claro esto –dijo Pradera–, y si por un casual nos descubres que...
– Entonces correremos.
– El plan es muy interesante, pero contando que la altura del árbol multiplicada por la base elevando a tres partes el
peso de la tierra de la maceta y junto a los adornos– Virillos iba haciendo los cálculos con un ábaco a toda prisa–,
nos encontramos con que el peso especifico del arbolito en si es de casi doscientos kilos y yo me pregunto... ¿Se le
ha ocurrido a alguien como nos lo vamos a llevar tan alegremente, acaso lo llevaremos arrastras? –preguntó con
desilusionada.
– Eh, esto, bueno, vaya– habían olvidado por completo que pesaba un montón.
– ¿Como cuanto pesara sin la maceta? –preguntó Sosolan.
– Yo puedo perfectamente cargarlo a la espalda, tengo fuerza suficiente pero no podré correr con él –dijo Pipi
Daphne.
– Pues contando que un grano de tierra pesa aproximadamente...– Virillos se había sentado, tenia un montón de
pergaminos en los cuales hacia cálculos esparcidos por el suelo, un lapicero en la oreja, otro que mordisqueaba con
impaciencia y el sonido de las bolitas del ábaco de fondo– ¡ Ochenta kilos!– sentencio dándoles un susto por la
impetuosidad.
– Eso ya es mejor– sentencio Pradera–, a que esperamos pues.
Como habían acordado se separaron. Caminaban de puntillas iluminados tan solo por la luz que desprendían las
velas lanzando oscuras sombras sobre las pulidas paredes.
El grupo de Jusplinete salió de improviso a una cámara en la cual había tres puertas idénticas, unas cuantas antorchas
colgaban de la pared iluminando la estancia, Sosolan procedió a apagar la vela y tomar una.
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– Edto ed muy midtediozo, pedo muy mucho– el Kender intentaba mirar por las cerraduras a las que no llegaba.
– ¿Cuala pueta iligimos? –preguntó Jusplinete que imitaba al Kender saltando.
– No se, podríamos probar una cualquiera al azar y si no es esa probamos la siguiente– iba a abrir la de en medio
cuando un grito de Virillos lo paro en seco.
– ¿Pero que hacéis?, Puede ser una trampa– se acerco a inspeccionar más de cerca–; esta puerta esta barnizada
recientemente, no me gusta demasiado. Aquí todo esta lleno de polvo y es viejo y sin embargo esta puerta parece
muy nueva– Sosolan admiro la inteligencia de su amiga–, en cuanto a esas otras dos, la de color verde esta toda
mohosa y vieja. Tampoco me da buena espina me recuerda al puré de guisantes y no me gusta– murmuro para sí
misma–, en cuanto a esa de más allá.
Tumbándose en el suelo puso la cara cerca de la parte baja de la puerta, un soplo de aire frió le confirmo que detrás
había un pasillo. Sonriente por sus deducciones se levanto y la abrió de par en par, mientras el resto se apartaban de
golpe asustados. No paso nada, ni una bola de fuego, ni una trampa de flechas ni una criatura monstruosa salió, un
sencillo pasillo se perdía en la distancia.
– Esto ha sido pan comido –se rió–, vamos.
– Jo Virillos ere mu lita –le dio un abrazote Jusplinete.
Una vez más y con Sosolan a la cabeza siguieron el pasillo hasta que pudieron escuchar lo que parecían ser
ronquidos.
El pasillo por el que caminaban tenia las paredes y el suelo húmedos por las filtraciones del agua y misteriosamente
una fluorescencia del musgo de la pared iluminaba todo, así que no fue necesaria la luz de la vela.
– Mira Pradera he cogido un trozito de musgo– se lo enseño a su compañera, que arrugo la nariz, ¿porque le
gustaban tanto a su amiga las arañas, las cosas viscosas y los bichitos?.
– Anda, anda, tira esa guarrería no sea venenoso –le regañó, Silvica tiro el musgo que al poco rato se apago.
– ¿Chiwi que ves por ahí delante? –preguntó Gomayapi.
– Silencio ahí atrás, mecachis que nos van a descubrir –contestó.
Al final una enorme puerta de madera les cerro el paso, empujaron a la vez las tres primeras pero no cedía.
– Hay que dar la vuelta este camino esta cerrado –se quejó Pradera.
– ¿Y si probamos con la cerradura? –agregó Silvica.
– ¿Acaso eres cerrajera o tienes la llave? –preguntó irónicamente Daphne.
– Esto necesita de otra estrategia –pensó Chiwi.
En estas discusiones estaban cuando se escucho un estruendoso CraaaakPatapam y todas se giraron alarmadas para
ver a Pipi Daphne de pie encima de la puerta con sonrisa triunfal.
– ¡Pero que escandalera has hecho! –le gritó enfadada Pradera, mientas las demás se refugiaban detrás de ella.
– Vía libre –sonrió de buena gana.
– Esta chica es más bruta que una hidra –rió por lo bajo Gomayapi.
Les extraño que nadie hubiese salido al oír el estruendo, pero una vez comprobaron que nadie acudió continuaron
bajando por el pasillo. De la lejanía les vino un profundo olor acre a establo.
Salieron a una especie de cuadra, pero no había ningún caballo allí.  Tan solo un enorme lobo albino. Aunque
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parecía un cachorro, las sobrepasaba en altura y las miro con sus ojos rojizos, inconscientemente Gomayapi se
agazapo mirando por encima del hombro de Chiwi. Silvica ni siquiera había entrado y tan solo Pradera y Daphne
estaban frente a el.
Para cuando quiso darse cuenta, el gato había escapado de la zamarra y se planto delante del enorme lupino que
miraba medio bizco al pequeño animal.
Alarmadas, Gomayapi llamo al gato pero este se quedó plantado con la cabeza ladeada, se paso la lengua por los
bigotes, una de las patas delanteras por la cara y las orejas mientras miraba fijamente al lobo.
– ¡Niki! ¡mecachis, ven aquí! –medio gritó, pero ni caso.
Entonces y ante el asombro de las pequeñas saco la lengua y le dio un lametazo al gato que lo tumbo de espaldas, al
poco rato estaban jugando, el lobo sé hacia el muerto patas arriba y el gato subido a su lomo como si fuese el rey.
Se acercaron lentamente, Pradera fue la primera en tocarlo y este se dejo rascar hasta detrás de las orejas.
– ¡Qué majo! –se entusiasmó–. ¿Cómo se llamará?
– Anda, si es una loba –dijo Chewi que había leído el nombre en el gran tazón de comida que estaba al lado–. Se
llama Punchas.
– ¿Crees que me lo podré quedar? –todas la miraron extrañada.
– ¿Quieres quedarte con... bueno con esto? –preguntó Silvica.
– Pero mira, si aquí la tenían encerrada, mira que ojitos tan tristes –la loba parecía poner caras–, además me gustan
mucho los animalitos.
– ¿Animalito esto? –rió Chiwi.
La loba se levanto de repente y se encaro con la pequeña.
– Bu... bueno no quería decir esto... yo... sólo... loba bonita, loba bonita –asustadas pensaron que atacaría a la
pequeña.
Punchas comenzó a dar grandes lametazos a la cara que la hicieron recular riendo.
– Hay que ascos, que ascos –reía por las cosquillas de la loba.
– ¡Mirad al levantarse ha dejado al descubierto una puerta!– el corpachón tapaba una puerta mediana.
– Y aquí esta la llave –dijo Selvica señalando el collar de Punchas.
Tomaron la llave y se alegraron al oír como la cerradura se abría fácilmente, ante la mirada atenta de la loba.
– ¿Nos esperaras aquí? –preguntó Pradera, la loba asintió– ¡qué lista es mi niña!
– Vamos Niki –Gomayapi abrió la zamarra para que la gata se metiera pero esta permanecía entre las patas de la
loba–, vaya, parece que os caéis bien, en fin espérame aquí– le dio una galleta para gatos con forma de ratón.
Más tranquilas al sentir las espaldas cubiertas continuaron bajando, esta vez por una escalera de caracol.
El pasillo terminó de improviso en un gran abismo, al otro lado continuaba el camino. No había ningún puente ni
nada que se le pareciera.
– Pues esta si que es buena –dijo Sosolan–, ahora un acantilado.
– No si ve el fondo del cantilao –añadió Jusplinete asomándose peligrosamente.
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– Ten cuidado no te caigas, anda ven –le aconsejó Virillos, que miraba de reojo el insondable fondo–, el ruido de
ronquidos se escucha más fuerte y parece venir del otro lado, ¿como cruzaremos?
La mente de la pequeña funcionaba a tal velocidad que se quedo toda quieta con los ojos cerrados concentrada en la
solución del problema.
– Edto dequiede uno de mid inventod –el Kender se quitó la mochila y comenzó a rebuscar en ella, saco un montón
de extrañas piezas de madera que procedió a ensamblar con gran habilidad, mientras asomaba la lengua por la
comisura de la boca concentrado bajo la atenta mirada de Sosolan y Jusplinete.
– ¿Quéta asiendo el kende?, ¿ta montando uno calesti? –preguntó curioso el pequeño.
– No tengo ni idea –se rascaba la cabeza pensativo Sosolan.
– ¡Bueno edto ya edta –se levantó sosteniendo lo que parecía una ballesta con un carrete de pesca y una fina cuerda
enrollada en el, en el otro extremo una flecha hecha con... ¡un desatascador!.
– Mira lo ca hicio el kende Virilos –agitó a la niña sacándola de su ensimismamiento matemático.
Los tres miraron con curiosidad el extraño artilugio.
– ¿Qué es? –preguntaron.
– Edto ed: El incredible y podtentozo lazadod de proyedtiles con vintosa– copidaid del Kender –sonrió
aparentemente complacido.
– Ahhh, si el increíble y portentoso lanzador de proyectiles con ventosa copirraight del Kender –añadieron
devolviéndole la sonrisa para a continuación fruncir el ceño extrañados–. ¿Y qué se supone que es?
– Dedde luego hay que edplicadoloz todo cachiz –para no malgastar tiempo se limito a tensar la cuerda y apuntando
a lo alto, justo encima de la abertura de la cueva al otro lado del acantilado, disparo. La ventosa hizo presión y se
quedo firmemente agarrada a la pulida superficie; el Kender lanzo un "¡chachi!" y ató el otro extremo de la cuerda a
una columna formada por dos estalactitas–. Ahoda zolo tenemod que pazad con edtad polead azi.
Saco tres poleas pequeñas que llevaban manivelas al estilo de los pedales de una bicicleta.
– Lo malo ed que zolo tengo tred –se quejó.
– No te preocupes yo peso demasiado, será mejor que me quede aquí, si la cuerda se suelta al menos podré recogeros
–dijo Sosolan.
– ¿Vamo a tulumpianos por la cuerda? –se alegró Jusplinete que daba palmadas.
– No se Kender, ¿esto es seguro? –preguntó Virillos.
– Pod zupuedto, pod quien me had tomado, lo he pdrobado vadiad veced –se puso en jarras, orgulloso.
– Entonces pasa tu primero –añadió suspicaz.
– Dedde luego zoid unod dezconfiadod –puso la polea en la cuerda y se dejo deslizar, poco a poco fue dando a las
manivelas recorriendo sin percance los diez metros que le separaban al otro lado al grito de "¡aiba que voy!".
Mas confiada Virillos fue la siguiente y por ultimo Jusplinete, cuando se encontraban a medio camino la cuerda dio
un brusco tirón y cedió, los pequeños se quedaron balanceándose, tan solo Jusplinete parecía divertirse.
– ¡Kender! –gritó asustada–. ¡Dijiste que era seguro!
– Bueno... la veddad ed que zolo lo uze una ved y no fue muy bien– murmuro al final de la frase.
El tirón había sido producido al deslizarse por la pared la ventosa del desatascador que se soltó. El Kender salto y en
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un ultimo segundo lo atrapo, pero el peso de sus amigos comenzó a arrastrarle hasta que se detuvieron.
Lentamente ascendieron hasta llegar a la plataforma al otro lado, Sosolan soltó un suspiro, había estado conteniendo
la respiración mientas tensaba la cuerda para recogerles.
– ¡Qué divetido! –rió Jusplinete en el suelo.
– ¡Kender yo te corto el copete!– Virillo fue corriendo hasta el Kender que permanecía tirado en el suelo. Su
regordete cuerpo se había quedado atrapado entre dos estalactitas y gracias a eso hizo tope impidiendo que los tres
fuesen al fondo.
– Ay, me duele la badiga –se quejó.
Al verle en ese estado su enfado desapareció y le ayudo a levantarse. Una vez recuperados y con Jusplinete a la
cabeza se internaron en el pasillo tras enviar un saludo a Sosolan y atar el extremo del desatascador a un lugar más
seguro.
Al final de las escaleras comenzaron a escuchar el leve murmullo de voces que aumentaron conforme avanzaban por
un gran corredor, sostenido por enormes columnas y cuya bóveda era la propia roca de la montaña.
La penumbra fue aclarándose hasta poder ver con total claridad. Al final, una caverna de proporciones gigantescas.
Se encontraban en un sendero excavado en la roca y que descendía en una suave espiral hasta el centro de la caverna,
donde apiñados se encontraban cientos y cientos de trolls de las nieves. El hedor era insoportable y las peludas
criaturas vestían viejas y ajadas ropas oscurecidas por el tiempo, entonaban un extraño cántico que parecía parodiar
a los villancicos y más allá una figura vestida totalmente de blanco se erguía como un coloso sobre ellos. Su largo
cabello blanco casi tocaba el suelo y la barba le llegaba hasta la cintura, era un hombre alto y delgado, la piel pálida
y  tirante sobre los pómulos, los labios de un tenue color azulado y unos profundos ojos azules bordeados por
profundas ojeras que le daban un aspecto amenazador. Junto a él y apilados sin orden ni concierto un gran número
de arboles navideños, regalos y adornos. El hombre levantó las manos acallando a sus esbirros.
Las pequeñas se asomaban al borde, tendidas en el suelo y las caritas muy pegadas para que nadie las viera.
– ¡Hemos robado hasta el  ultimo de esos patéticos arbole de solsticio! –su voz sonaba como si alguien estuviera
chirriando una tiza contra la pizarra, las pequeñas apretaron los dientes–, ¡hoy extenderemos nuestro reino de frió y
congelaremos sus mortales corazones, llevándoles la desesperación y el abatimiento!¡Mañana, todo el mundo
conocido será nuestro!
Los troll vitorearon con todas sus fuerzas levantando los brazos y dándose golpes los unos a los otros.
– ¡Durante siglos hemos sido derrotados por esos humanos, pero nuestro ejercito ahora es fuerte y con ayuda de la
escarcha, el frió, el hielo y la nieve helaremos hasta el ultimo!– se aparto y detrás había un mapa detallado de toda
la región, los troll callaron y miraron expectantes–, para mañana se prevé una gran nevada al norte de Poteidaia que
acabara con las cosechas de fresas invernales, al sur en Amfipolis una gran escarcha obligara a encerrarse a los
mortales en sus casas y posteriormente habrá precipitaciones de granizo, se aconseja salir con trineo –sonrió
burlonamente ante las carcajadas de los troll–, por el contrario, soplaran vientos de componente norte que harán
bajar las temperaturas hasta veinte grados produciendo la congelación hasta del mas valeroso de los guerreros.
De nuevo irrumpieron en vítores.
– ¿Quien es ese tío chalado? –preguntó Gomayapi frunciendo el ceño enfadada.
– Es el señor de la escarcha –contestó Pradera–, si estuvieseis más atentas en clase... Gabrielle nos contó una leyenda
sobre él, pero creía que no existía, es el señor del invierno y por lo visto quiere arruinar la Navidad.
– Mira que bien nunca te acostaras sin saber una cosa mas –dijo con sorna Chiwi–, pero ahora lo que importa es
recuperar el árbol y acabar con los planes de ese maloso.
– Si se me permite una idea, creo que deberíamos hacer un ataque envolvente –añadió Selvica, todas la miraron
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asombradas pues la estrategia no era lo suyo–, ¿qué tal si creamos una distracción mientras el resto recuperáis el
árbol?
El resto afirmaron pues la idea les pareció genial. Pero ahora venia cuando a alguien le tocaba poner el cascabel al
gato, o lo que era lo mismo,  hacer de señuelo.
– En la zamarra tengo cinco cubos de colores, solo uno de ellos tiene la letra B– los dejo en el suelo–, a quien le
salga hará de distracción ¿ vale?
– ¡Vale! –asintieron alegremente.
La primera fue Selvica pero no le toco, la segunda fue Chiwi y tampoco y a la tercera fue la vencida. Pradera seria la
encargada de distraer su atención.
– En fin que se le va ha hacer.
– ¿Se te ha ocurrido algo? –preguntó Pipi Daphne.
– No os preocupéis, lo tengo todo bajo control –guiñó un ojo de manera cómplice. Estaban acostumbradas a este
gesto y sabían perfectamente que significaba que iba a hacer alguna de las suyas.
– Nosotras iremos por allí –Daphne señalo hacia el este–, espera a que nos hayamos alejado y comienzas.
Pradera asintió y las demás salieron a la carrera, la pequeña se remango puso la sonrisa picara que tanto temían sus
compañeras y bajo hacia el lugar donde estaban los troll.
A media carrera y cuando ya salían por el otro extremo, Virillos, Juspliente y el Kender fueron a dar de bruces
contra Pipi Daphne y el resto que salía a toda prisa en su misma dirección. Cayeron al suelo formándose un rebullo.
– ¡Hay que medcachaid! –gritó el Kender.
– ¡Daphne pesas demasiado! –se quejó Chiwi.
– ¡Chiwi que me clavas el chackram! –dijo Gomayapi.
– ¡Muntoncito, muntoncito!– carcajeaba Jusplinete saltando encima de todos.
Poniendose en pie y atusando sus vestimentas se alegraron de encontrarse tan pronto y tras ponerse al día de los
acontecimientos de cada grupo, se pusieron en marcha hacia el extremo de la caverna justo encima del Señor
Escarcha.
– Mira nuestro bolito –apretó los morros Jusplinete enfadado–, esta to tirao y susio y lan roto los adonos.
– No te preocupes, nos vengaremos de ellos con creces –sonrió Virillo.
Pradera llegó junto al primero de los Troll que de espaldas y con el alboroto ni siquiera se percató de su presencia.
Entonces, tomando carrerilla, la pequeña le dio un puntapié en toda la espinilla. La criatura comenzó a saltar
quejándose, momento que aprovecho para darle otro puntapié en el pie sobre el que botaba. El troll perdió el
equilibrio y fue a caer sobre otro más pequeño. A causa del dolor ni siquiera la vieron pues era demasiado pequeña.
Sonriente y divertida fue corriendo haciendo lo mismo a todo troll que se le ponía por delante, al rato la mitad de la
caverna se retorcía en el suelo de dolor y se oía una risita de niña por encima de la algarabía.
– ¿Cómo les hace tanto daño una simple patada? –se extrañó Silvica.
– ¡Mira, se ha atado al pie un cactus de cerámica! –Silvica se alegró de habérselo regalado para su cumpleaños, le
costo mucho moldearlo con arcilla pero lo que más difícil fue hacerle los pinchos.
– Rápida es nuestra oportunidad, vamos haced lo que os diga –dijo apresuradamente Chiwi.
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Pipi Daphne sujeto de los pies a Chiwi, que sujeto a Gomayapi que sujeto a Virillos, que sujeto a Silvica, que sujeto
al Kender, que sujeto a Jusplinete. El pequeño estaba justo encima de la cabeza del Señor Escarcha, que gritaba
ordenando disciplina entre las filas de sus troll, distraído como estaba no vio al pequeño que... se quito el gorro de
borla y se lo encasqueto hasta los ojos.
Al perder la visión y asustado, avanzo a tientas y tropezó con la larga túnica blanca, yendo a parar en mitad del
desorden de trolls que intentaban en vano ponerse en pie... pues Pradera había vaciado dos bolsas de canicas en
mitad de todo el lío y resbalaban una y otra vez.
A Daphne le comenzaban a flaquear las fuerzas y Chiwi empezó a resbalarse de sus manos.
– ¡Qué me quitas los calcetines! –gritó desesperada.
– ¡No puedo sujetaros, subid! –pero era tarde y todos fueron a caer sobre la pila de arboles de Navidad que les paro
en la caída.
– Puff, puff, puagghh –dijo Verillos sacándose un espumillon de la boca–, deprisa que nos pillaran.
Un troll se planto delante de ellas con la cachiporra en lo alto, Jusplinete paso corriendo bajo él y agarrándose a la
pierna le dio un sonoro bocado, el troll soltó la maza que fue a caer sobre la cabeza de un segundo más pequeño que
acudía en su ayuda dejándole fuera de combate.
– ¡Toma malo! –decía el pequeño mientras le arreaba uno tras otro bocados al troll en la pierna–, tu no hase daño a
mi miga Virilos.
– ¡Al ataque! –exclamaron.
Mientras Pipi Daphne ya había cogido el árbol y se encaminaba a la rampa hacia la salida. Chiwi sacaba el chackarm
de madera y Gomayapi la cubría lanzando los cubos de colores con puntería certera a las narices de los troll que
conseguían incorporarse para caer de nuevo ante el impacto –como todo buen estudiante conoce, la parte más
delicada de un trol es su enorme nariz.
El Señor Escarcha se quitó el gorro y furioso miro a las pequeñas, Silvica le dedico una sonrisa de oreja a oreja y
cuando intento agarrarla con sus huesudas manos un golpe de rasera hizo que se olvidara de hacerlo gritando por el
dolor. Pradera orgullosa estaba a su lado con la mortal rasera que cogió en casa.
– Es hora de marcharnos –dijo Chiwi, mientras Gomayapi salía corriendo delante de un troll, afino puntería y lanzo
el chackram de madera que reboto en una pared, salió disparado hacia una estalactita y tras golpear varias columnas
fue contra la frente del troll que cayo pesadamente al suelo.
– ¡Gracias! –sonrió Gomayapi tomando el aro de madera que se había partido–, toma –le tendió las dos partes,
mientras a la carrera habían alcanzado en mitad del caos a Daphne que ya se encontraba casi a la salida de la
caverna.
Todas a excepcion del Kender, Juspliente y Virillo había salido y esperaban junto a Puncha, cuando se vieron
rodeados por los troll. Asustadas por la situación vieron como el circulo se cerraba en torno a ellos, entonces el
Señor Escarcha se adelanto plantándose ante ellos.
– Bien, bien, bien, que tenemos aquí, pero si son tres pequeños alborotadores –tomó al Kender por el copete y lo
subió a la altura de los ojos, mientras pataleaba de rabia.
– ¡Zueltame tio adquedozo, te vad a entedad como venga mi pdrima la de Zumozol! –refunfuñaba rebuscando en sus
saquillos algo que le ayudara a salir de la situación.
– ¡Suéltale feo! –gritó Virillo con el ábaco tan apreciado en alto, dispuesta a tirárselo a la cabeza.
Pero fue Jusplinete quien heroicamente se abalanzo contra el Señor Escarcha. Fue en vano pues lo único que logro
fue que tirara contra el suelo al pequeño y lo atrapara a él, sonriente lo agito y comenzó a apretar con sus huesudos
dedos para hacerle daño.
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– ¡Es solo un niño suéltale! –Virillos tiro el ábaco y aunque le dio en la oreja no pareció afectarle.
– Ti vad a enteda d gruñó el Kender, no había cosa en el mundo que más le molestara que le tirasen de su precioso
copete.
Pradera veía impotente a sus amigos sin poder hacer nada y las lagrimas asomaban a sus ojos al igual que los de
Selvica que tiraba piedras desde lo algo sin hacer mella en los troll. Pipi Daphne habia dejado el árbol a buen
recaudo y se preparaba para tirarles la puerta rota, Chiwi y Gomayapi preparaban también una buena cantidad de
munición.
Jusplinete comenzó a ponerse colorado hasta las mismas puntas de sus afiladas púas.
– Ti los vierto, mitoi fadando mucho –cada vez se ponía más rojo y Verillos y el Kender asustados pues no le habían
visto nunca así retrocedieron.
– ¿A sí?, y que vas ha hacer ¿llamar a tu mamá? –continuaba agitándole.
– Tú las quirio –inflando sus carrillos y apretando los ojos, un sonoro y estruendoso ruido proveniente del pequeño
lleno la caverna.
En un principio El Señor Escarcha no supo de que se trataba pues tan solo había sentido una leve agitación en las
manos, hasta que el olor llegó a su sensible nariz.
– Argggg, ¡por todos los dioses que olor! –gritó tapándose la nariz y dejando en el suelo a Jusplinete y retorciéndose
por la pestilencia,
A causa de su sensibilidad olfativa comenzó a retorcerse ante el asombro de los troll que asustados huyeron al ver a
su líder vencido. Poco a poco fue encogiéndose a causa del calor del gas del pedete que el pequeño se había tirado.
– ¡Que me derritoooo, que me derritooo! –efectivamente, el Señor Escarcha comenzaba a desvanecerse en un charco
de agua hasta que desapareció en una nubecilla de vapor.
Verillos y el Kender se tapaban las narices con los dedos y con la otra hacían abanico.
– Jo, Judplinete edtad podrio –se reía el Kender.
– Madre. qué peste, si no comieras tanto plátano.
Subieron empujando al pequeño que apenas se tenia en pie de la risa.
Una vez en el exterior y tras abrazarse efusivamente Pipi Daphne fue en  busca de Sosolan que casi se había quedado
dormido aburrido esperando a que sus amigas pasaran otra vez por allí.
– ¿Qué hacemos con Puncha? No la podemos dejar aquí –señaló Pradera.
– No creo que nos dígan nada en el pueblo si la adoptamos de mascota para el colegio –sonrió Silvica.
Montado en la loba Jusplinete cantaba de nuevo mientras por el horizonte se veían las primeras luces del alba.
Llegaron a la escuela, apresuradamente arreglaron el desaguisado que los troll habían hecho a su preciado árbol y se
fueron a toda prisa a la cama.
En una esquina dos sombras, una alta y morena que sujetaba a un caballo de las riendas y otra más pequeña
observaban sonrientes a los pequeños ir de puntillas intentando pasar desapercibidos. Les habían seguido desde el
primer momento y en varias ocasiones habían estado a punto de intervenir, cuando colgaban peligrosamente en el
abismo o cuando estaban rodeados de trolls, pero jamas se les paso por la cabeza que aquella "tropa" tan especial
acabarían con los ladrones de arboles de solsticio. Ambas se dirigieron una radiante sonrisa mientas se encaminaban
hacia su casa.
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A la mañana siguiente todos se levantaron para acudir aprisa y corriendo a la escuela, allí en el porche Xena y
Gabrielle les esperaban.
Tras un rápido "buenos días" iban corriendo junto al árbol a examinar los paquetes cuando estuvieron todos
comenzaron a cantar villancicos pero antes repartieron los regalos.
– Ayer os dije que os tenia preparada una sorpresa –sonrió displicente Gabrielle, agitando las puitas de Juspliente
que le devolvio la sonrisa–, a ver... aquí pone para Virillos.
– Uy que ilusión. ¿Qué será? –el paquete era alargado y de color rojo brillante, al abrirlo vio un ábaco de ultima
generación con animalitos en lugar de bolitas y de todos los colores–. Gracias –y les dio un beso a las dos.
– Este para Chiwi.
– ¿Para mí?, a ver , a ver –al abrirlo saco una espada de madera a imitación de la de Xena así como un disfraz como
su armadura, la pequeña no cabia en si de gozo–. Jo, es lo más mejor que me han regalado –se tiró al cuello de Xena
y la lleno de besos entre sus carcajadas.
– Ete e pa mí –sin esperarse Jusplinete había ido mirando todos los paquetes hasta que dio con el suyo, al abrirlo
descubrió un mochilo articulado con todos los complementos, las púas se le movían de la alegría–, gacias tia Xina,
gacias bela Gaby –se abrazó a la pierna de Gabrielle.
– Este es para Silvica y Pradera.
– Anda, mira el mío es una colección de pastilinas y paletitas para modelar –sonrió de oreja a oreja, pues las suyas
estaban ya muy viejas.
– Y el mío un kit completo de herramientas de juguete para hacer bricolages y arreglos caseros –rió de buena gana.
– Para ti este –le dio un paquete grande.
– ¿Qué será? –al abrirlo descubrió una caseta para gatos de muchos colores–, ¡Qué chuli! –se abrazó a la otra pierna
de Gabrielle.
– Para Sosolan éste.
– Gracias madre –dijo solemne, al desembolverlo descubrió un juego de "Asedia tu propia Troya", con un caballo de
madera hueco, unas murallas de madera y un montoncito de soldados tallados en piedra, al quedarse sin palabras
sólo pudo abrazar a Xena.
– Y para Pipi –el paquete tenía agujeros y se movía.
– ¡Anda, un mono! –el animal se subió enseguida a su hombro y pareció tomarle confianza.
– Y para el Kender.
– Made mía, a ved –tomó el enorme paquete y lo abrió rápidamente–. ¡Hala! –era un juego de Kendernova, con mis
primeros saquillos, una hoopak nueva y un libro de inventos–, qué chadchi muchad graziad.
Entonces Jusplinete comenzó a entonar un villancico mientras el resto se le unía.
"Ista noche is noche bena
y mañana nevidá
saca los turones, Xenita
que mi los vi a zampá".
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LA PRIMERA NAVIDAD DE JUSPLINETE.htm[14/08/2014 20:55:44]
"Andi, andi, andi,
que no andemos nada,
curre aprisas, Argo,
que lligamos mañana".
"En il potal de Bilen
Han intrao los Xinites
Yan montau tal jarana.
Can vinio los siviles...".
Todos terminaron comiendo turrón y bebiendo sidra del Poteidaiero.
FIN
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  • 1. LA PRIMERA NAVIDAD DE JUSPLINETE. Bardo: El Kender  Los inviernos en Poteidaia solían ser friós, pero aquel estaba siendo de los peores que se recordaban en los últimos años. La nieve había llegado de improviso y no paulatinamente,  en lugar de caer copos durante varios días, una fuerte ventisca precedida por una nevada que duro una semana entera se planto en la ciudad como si alguien hubiese dejado caer un bote de harina sobre ella. Aquella fría mañana los gritos de Hope despertaron con un sobresalto a Jusplinete que se sentó de golpe en su enorme cuna. Parpadeó varias veces, bostezó otras tantas y tras frotarse los somnolientos ojos con las manotas sonrió a su madre a la par que se ponía el enorme chupete en la boca. Hope descorrió las cortinas y un rayo de luz entro de golpe iluminando la estancia, Jusplinete se tapo de nuevo con la manta la cabeza. Su madre miró entre divertida y enfadada el bulto del cual asomaban varias púas de color azul; acercándose sigilosamente lo movió varias veces. – Vamos Jusplinete que harás tarde al colegio. –dijo continuando acunándole. Bajando la colcha hasta la altura de la nariz su vocecilla sonó amortiguada por el peso de la misma. Jo, mami, déjame mimir uno puquito más. De eso nada, vamos que ya tienes el desayuno preparado– ni siquiera tuvo que mencionarlo dos veces, antes de que terminara la frase, el pequeño había saltado de la cuna y tras ponerse sus zapatillas de conejitos bajo corriendo al salón, Hope se quedó en el sitio con las cejas enarcadas y una media sonrisa. La casa era lo suficientemente grande para ser acogedora, un buen fuego en la chimenea calentaba la estancia y sobre la mesa un tazón de leche caliente junto a la sillita alta de Jusplinete. Un retrato de Gabrielle sobre la chimenea misteriosamente tachado era la única decoración, una silla de respaldo alto a modo de trono y una panoplia con armas de toda clase sobre una de las paredes eran los únicos objetos que llamaban la atención a primera vista. De un salto subió a la silla, bajo la bandeja y tomo el tazón de leche mirando a continuación hacia la cocina. Hope que había bajado tras el le miraba extrañada. – Mami, ¿anone etán los siriales? –preguntó frunciendo el ceño. Era cierto, que cabeza la suya, había olvidado por completo el ingrediente principal y de hecho la cosa que más le gustaba a Jusplinete. Entro a toda prisa a la cocina y tomo la caja de la alacena de las legumbres. – Toma, pero esta vez no te la comas toda de vez –le dio la caja en la que se veía dibujado un plátano de forma humanoide y con una mochila en la espalda. Con impaciencia abrió la tapa y antes de hechar los cereales en la leche hurgo en el interior. Al cabo saco un pequeño muñeco semejante al del dibujo con unos cuantos de los pegajosos cereales adheridos en la piel del regordete brazo. – ¡Mira, mami, ma salio po fin el muchilo! –dijo con ojitos brillantes, echando, a continuación, una gran cantidad de los cereales amarillentos que semejaban bananas azucaradas e infladas. Una vez terminó el desayuno bajo de la silla mientras Hope bajaba con un grueso jersey de lana de punto pelota y cuello alto del tamaño del pequeño. – A ver, manos arriba –con un poco de dificultad a causa de la gran cantidad de púas logro ponérselo. – Ufff, ufff teno calo mucho calo ete jirsei e mu gordote –apenas podía hablar pues el cuello le tapaba media boca. 1 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 2. – ¿No querrás pillar un resfriado verdad cielito? –le revolvió las púas de la cabeza–. Y ahora el gorro, las manoplas y la bufanda. Para cuando terminó de forrar de gruesa ropa a Jusplinete este parecía un ovillo de lana. Del gorro con borla asomaban  varias púas que lo atravesaron en varios sitios y el color azulado de la piel había cambiado a un tono rosado. Con un pequeño esfuerzo bajo la bufanda para poder hablar. – Jo, mami, con eta fufanda no pedo hablá bien... –frunció el ceño. – Así seguro que no te resfrías –se cruzó de brazos orgullosa con su obra de arte antigripal. Tres golpes sonaron en la puerta principal y la voz de Pipi Daphne sonó chillona desde el otro lado. – ¡Jusplinete aprisa que llegamos tarde! A la máxima velocidad que le permitían sus cortas y regordetas piernas comenzó a recorrer el salón, tomo una pequeña mochila en la que introdujo un viejo muñeco de erizo de peluche, tres bastones de caramelo, una caja de ceras mordisqueadas, un cuaderno lleno de garabatos y manchas y un pequeño disco de madera en el que se podía leer, con un trazo tembloroso " chakan de Juspinete". Era su mayor tesoro pues se lo había regalado su tía Xena y el se había encargado cuando aprendía el abecedario de firmarlo para que nadie se lo quitara. – Adió, mami, mi voy a tudiá. –giró el pomo de la puerta y salió corriendo tropezando con Daphne.– ¡Hola Dasne! – Buenos días Jusplinete mira cuanta nieve, anoche termino y hoy brilla el sol, si nos damos prisa podremos hacer una guerra de bolas de nieve en el patio –sonrió. Su pecosa cara se iluminó y las coletas que adornaban la cabeza parecieron moverse con vida propia, como si la alegría de Daphne se transmitiera de pies a cabeza. A mitad de camino el pequeño se freno en seco, dio la mochila a Pipi y salió corriendo de camino a casa mientras Hope le esperaba en el umbral, parecia como si una pelota de lana hubiese cobrado vida y fuese corriendo hacia arriba. – Mi sa olvidao uno biso, mami... –Hope se agachó y, rodeando con los brazos a Jusplinete, le estampó un sonoro beso en la frente. ***************** Llegaron a la pequeña escuela de Poteidaia, un reducido grupo de niños y niñas en el exterior se hallaban enfrascados en toda una batalla campal de bolas de nieve, algunos se escudaban detrás de los parapetos al lado del camino e incluso detrás del enorme muñeco que adornaba la entrada. Divertida e intentando frenarse a sí misma para no entrar a formar parte de uno de los dos bandos, Gabrielle observaba el desaguisado. Una pequeña de cinco años, cuyo pelo moreno casi le tapaba  los ojillos era el centro de los ataques de otra niña que le arrojaba una tras otra bola sin darle tiempo siquiera de defenderse, pues cada vez que tenia levantado el blanco proyectil recibía un impacto en la cara o el cuerpo que la obligaba a recular y la nieve caía de su mano entre " Buffs", "Puagss" y " Rebuffs" limpiándola de la cara. Llevaba un grueso chaquetón con el numero 8 bordado en la espalda y  su pecosa atacante reía de buena gana mientras preparaba otra bola con la melena revuelta y los carrillos colorados por el ejercicio. Un jersey hecho de retales de todos los colores la protegían del frió y de una gran zamarra asomaba la cabezita de un gato que miraba con curiosidad a su alrededor sin comprender muy bien cual era la finalidad del juego de los humanos. Otras dos niñas habian emprendido su peculiar cruzada contra un niño regordete y que recogia su melena en un extraño copete en la cabeza, vestido con un abrigo a rayas rojas y verdes y varias bolsas al costado esquivaba a duras penas el bombardeo al que estaba sometido, mientras una gran cantidad de objetos caian de las bolsas e intentaba recogerlas. La rubita estaba de rodillas y hacia bolas a toda prisa dandoles formas de tomates, calabazas y otros objetos redondos con gran habilidad que posteriormente pasaba a su compañera de pupitre; esta guiñaba un ojo para apuntar y sacaba la lengua para afinar mientras esperaba encontrar un buen blanco en el niño, unas gafas grandes adornaban su cara risueña mientras instaba a la pequeña a que se diera mas prisa en hacer proyectiles. 2 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 3. En otra esquina, Sosolan hacia unas cuantas y cuando las tenia las arrojaba contra todos los grupos, claro que a continuación se veía inundado por una lluvia de nieve que le obligaban a esconderse tras un muro de piedra. Cerca de él, otra niña llevaba desde hacia rato una bola casi derretida en el guante sopesando los pros y contras de arrojarlo contra uno u otro grupo y preguntándose quien lo tomaría con mayor sentido del humor examinando su carácter. Finalmente se decidió por el niño regordete y cuando esquivaba sonriente una bola se encontró con un bolazo en plena cara que le hizo caer de espaldas mientras parpadeaba varias veces cosa que aprovecharon sus amigas para saltar sobre él y enzarzarse en una guerra de nieve cuerpo a cuerpo. La pequeña llevaba la mochila repleta de libros y pergaminos y era la más estudiosa de la clase. El resto de los pequeños empezaban a dar muestras de agotamiento por el ejercicio matutino y Gabrielle penso que ya era hora de comenzar la clase, así que toco varias veces una campana que había en el porche de la escuela y todos procedieron a formar dos filas frente a la entrada, arreglando sus ropas. Su aspecto sonriente y el pelo lleno de copos hicieron que Gabrielle sonriera. En ese momento llegaron Pipi Daphne y Jusplinete que se quedo rezagado haciendo una bola de nieve. – Buenos días, ¿habéis hecho las tareas que os mande? –un coro de sies se oyó en el patio.– Bien, entonces entre... ¡Plash!, una bola de nieve dio de lleno contra Gabrielle. – Ti dao, ti dao... –reía Jusplinete. Toda la clase le acompaño en su carcajada de buena gana, habían girado los rostros en la dirección de donde procedía la nieve y vieron una especie de muñeco de lana con un gorro de pompon que se retorcía de risa en el suelo. – Buenos días Jusplinete. –la bardo le puso bien el gorro que se había torcido–, ¿has hecho los deberes?. – Zí, mira. –sacó el cuaderno y vio un dibujo de ceras con las letras A, E, I, O y U, a las cuales les habían dibujado ojitos y boca, Gaby aguanto la sonrisa–, muy bien pequeño, ¡vamos todos adentro!– ordeno amablemente. Justo en el momento en que Jusplinete iba a entrar Gabrielle lo llamo y cuando se giro, recibió un bolazo de nieve que hizo que carcajeara de nuevo. ***************** Pasaron la mitad de la fría mañana corrigiendo las tareas del día anterior y a la hora del recreo Gabrielle les mando recoger todo. – Sé que estabais esperando este momento durante la mañana –sonrió alegremente –, mañana será el día del solsticio y tenemos que preparar el árbol de Navidad, así que en lugar de salir al patio a pasar frió, nos quedaremos a decorarlo. –gritos de vivas, sonaron en el aula. – Mirivilloso –se unió Jusplinete–. Ete año yo pundré los ipumillones. – Senoñira Gabrielle ¿no cree que es un poco precipitado preparar el árbol? –dijo la niña de grandes gafas. – No quiero que este año pase como el anterior que lo hicimos aprisa y corriendo y luego casi no podéis cantar villancicos. – Es verídico. –añadió la pequeña. Pasaron a la sala contigua, donde un enorme árbol que casi tocaba el techo estaba en un rincón junto a varias cajas, de las que asomaban bolas de colores y otros adornos. Los pequeños se apresuraron a ir en dirección a el abriendo las pocas cajas que estaban cerradas y al poco rato reinaba gran alboroto, mientras unas se dedicaban a poner los espumillones, Jusplinete jugaba a las canicas riéndose al ver reflejado su rostro abombado en la superficie de las multicolores bolas. 3 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 4. Sosolan puso la estrella en forma de chacram como adorno en la punta pues al ser el más alto era el único que llegaba mientras la niña rubita, Selvica y su compañera de pupitre Pradera discutían sobre donde irían puestos los bastones, mientras el niño del copete que sujetaba todos los bastones y dulces daba mordiscos a las golosinas. – ¡Mecachis, Kender que haces! –exclamaron cuando se percataron de ello–, siempre te comes todos los dulces. – Edque edtan mu dicos –media barrita de regaliz asomaba de la comisura de los labios–, ¿Quédeis unod poquitod? – Unos poquitos no, todos, que son para decorar –las dos se abalanzaron sobre el forcejeando pues no quería soltar los dulces, una vez lo consiguieron el pequeño se quedo con el regaliz en la boca–, y esto también. Al intentar quitárselo forcejearon mientras el Kender decía "ed mío, ed mío", hasta que cedió y se rompió cayendo los dos de culo. Acabaron riendo y dejando que se terminara el regaliz. Pipi Daphne había convencido a Jusplinete que estaba con los brazos extendidos y muy quieto diciéndole que jugaban al "tu la pillas si te mueves" y mientras, había puesto adornos de Navidad colgando de las púas y espumillón por encima. – ¿Pero que haces con jusplinete? –le preguntó Gabrielle. – Estoy haciendo un árbol viviente –hizo un mohín inocente. – ¿Jusplinete pero te ha visto?– le dijo divertida, tapándose la boca para disimular la risa. – ¿Soy un bolito nevideño?– fue corriendo hasta el espejo y se reflejo sin reconocerse al principio– ¡mira Gaby soy un bolito soy un bolito!. Todos miraron en su direccion y acabaron tirados por el suelo llorando de la risa al ver la pinta del pequeño que corría por la habitación, haciendo tintinear los adornos. A medio día habían terminado de decorarlo y la verdad tenia un aspecto imponente, los bastones, figuras de chocolate y dulces colgaban de las puntas de las ramas más pequeñas al alcance de sus manos, el resto de los multicolores y brillantes adornos así como el espumillón repartidos por el resto del árbol. Era el mejor que habían hecho en los últimos años y se sentían orgullosos de ello. – Esta bien, mañana os espero para comer el puding que esta preparando Xena y el ponche de miel en casa, después vendremos a cantar villancicos junto al árbol y os esperara una sorpresa a todos. – ¿Un rigalo? –preguntó Jusplinete. – ¿Una gulozina? –preguntó el del copete. – ¿Unas pastilinas y pergamino para escribir?– preguntaron Silvica y Pradera. – ¿Un pequeño mono? –preguntó Pipi. – ¿Una espada de madera? –preguntó Sosolan. – ¿Una pelota? –preguntó Chiwi. – ¿Un cascabel pa gato? –preguntó Gomayapi. – Tal vez, tal vez –sonrió abiertamente y se despidió en el porche, mientras el Kender se ponía bien la mochila, Silvica recogía en los bolsillos los muñecos de plastelina, Jusplinete se forraba en lana y el gato se dormía en la zamarra de Gomayapi. Esa misma noche y cuando todo el mundo dormía en Poteidaia dos sombras una enorme y otra más pequeña y que apenas sobrepasaba el metro de altura recorrían en silencio las calles en dirección a la escuela. 4 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 5. Se detuvieron junto a la ventana, la más grande limpiando el cristal hecho un vistazo al interior. – ¿Esta decorado ya el árbol? –preguntó la pequeña con tono malhumorado y una aguda voz chillona. – No se, esta mu oscuro –respondió la enorme mole. – Entonces entremos para comprobarlo, hay que darse prisa. Una vez  junto a la puerta de entrada lanzaron rápidas miradas en todas direcciones. Habían llegado demasiado lejos y ahora debían pasar del todo desapercibidos. – Gorlik abre la puerta –se apartó el pequeñajo. Con un sonoro "Craaaak", que habría despertado a un oso en pleno estado invernal la puerta fue arrancada del marco con la facilidad que un soplo derribaría un castillo de naipes. – ¡Pero que haces, pedazo de animal!, ¡habrás despertado a medio pueblo, te dije que forzaras la cerradura no que arrancaras la puerta de sus gozmes! –chilló visiblemente alarmado, mientras obligaba a entrar a duras penas a su enorme compañero en la escuela poniendo de malas maneras la puerta en el marco. – Dijiste que abriera –contestó con voz bobalicona. – Todo lo que tienes de grande lo tienes de estúpido –murmuró entre dientes. Avanzaron tropezando con los pupitres, las sillas y todo lo que encontraron a su camino sin dejar nada en pie, en mitad del estrépito el pequeñajo no paraba de refunfuñar y tirarse del sombrero de ala ancha, ante la torpeza de su compañero. Al final, encontraron el árbol. – Aprisa, solo nos queda este –le urgió. – Mira Kerrik bolitas de colores –el grande había tomado dos y las sostenía en los ojos sonriente como si siempre hubiesen estado allí, el pequeño exasperado se tiraba de las alas del sombrero hasta taparse las puntiagudas orejas y los ojos pataleando de rabia. – ¡Maldito sea el verano, quieres dejar de hacer tonterías y cargarte ese ridículo árbol a la espalda! –le regañó. – Lo siento. Sin ninguna dificultad para su enorme corpachón se hecho al hombro el árbol y rápidamente abandonaron la escuela y el pueblo sendero arriba, hacia las nevadas colinas. Mientras, el único que no podía conciliar el sueño en todo el pueblo era Jusplinete cuya imaginación funcionaba a toda velocidad, preguntándose que sorpresa les tendría preparada Gabrielle para el día del solsticio. En estas se encontraba el pequeño, cuando escucho un crujido en el exterior de la casa, en un principio penso que solo era el viento o la nieve cayendo de algún tejado, pero la curiosidad pudo más que el frió suelo y se acerco hasta la ventana. Desde allí y frotándose los soñolientos ojos vio como dos sombras que evitaban en todo momento las antorchas del alumbrado publico, se introducían en la escuela y poco más tarde salían de ella llevándose ¡EL ARBOL DE NAVIDAD!. Inconscientemente golpeo varias veces el cristal gritando "¡el bolito, que si roban el bolito!". Echo un manojo de nervios comenzó a dar vueltas por la habitación pensando que hacer, se puso apresuradamente la ropa y el gorrito, la bufanda las manoplas y el resto del abrigo y salió de puntillas. Una vez comprobó que su madre dormía profundamente, tomo una espada de madera que le había regalado Sosolan y salió a la carrera hacia casa de Pipi Daphne. 5 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 6. Daphne dormía profundamente soñando con batallas montada a caballo como Xena, cuando algo golpeo el cristal. Como tenía el sueño ligero –cosa de la que se sentía especialmente orgullosa, pues aunque dormía como un tronco se despertaba a la mínima señal de alerta–, se sentó de golpe en la cama. En el silencio de la noche otra vez escucho el golpecito en la ventana. Se levanto, fue hacia la ventana y allí, bajo el halo de una antorcha vio la figura inconfundible de Jusplinete que buscaba desesperadamente otra piedrecita escarbando en la nieve para arrojarla a su ventana. – ¡Jusplinete! –intentó gritar susurrando desde el segundo piso donde dormía, tras abrir la ventana–, ¡pero qué haces levantado a estas horas! Estaba tan nerviosos que no le salían las palabras así que empezó a gesticular, primero salto todo lo alto que pudo y luego se agacho hasta casi tocar el suelo y dio varias vueltas andando en la nieve, después se quedo quieto con las manitas encima de la cabeza– quería dar a entender que era un árbol, pero Daphne pensaba que tenia más el aspecto de una casa para pájaros–, a continuación gesticulo simulando hecharse algo al hombro y ando despacito de puntillas. – ¿Qué dos personas han robado el árbol de la escuela? –entendió todo, pues solía jugar con el a adivinar haciendo gestos una acción o un personaje famoso. Jusplinete agito con vehemencia la cabeza moviendo el brazo para que bajara. Sin dudarlo un momento, se vistió, tomo un tirachinas y varias piedras planas en un saquillo y bajo corriendo. Cuando la vio en la puerta, el pequeño la tomo por los brazos y empezó a agitarla con fuerza. – ¡Tranquilo, tranquilo! – Uno gande, oto piqueño, brum brum ñasñas, se llevan el bolito ¡tinemos que avisa a los dimas! –dijo a toda prisa amontonando las palabras. – Esta bien, tu ve a buscar a Selvica a Pradera y al Kender y yo iré a por el resto, tenemos que recuperar ese árbol a toda costa– frunció el ceño como siempre hacia cuando estaba preocupada. Salieron corriendo en direcciones opuestas. Silvica y Pradera, que eran vecinas, tardaron poco en despertar y mucho menos en estar preparadas para hacer frente a cualquier adversario, Silvica con el palo de la fregona y Pradera con un buen montón de pergaminos para narrar la gran batalla en la que seguro se verían inmersas y una rasera. Sin embargo el Kender fue otro cantar. Arropado por un buen montón de mantas, dormitaba plácidamente entre pequeños ronquidos y a la quinta piedra contra el cristal todavía no había despertado. – Este niño duerme como un zeporro– refunfuñó Pradera. – ¿Y si probamos a cantar bajito su canción favorita? Eso siempre le despierta –sonrió Selvica. Pradera frunció el ceño pues no sabia como podía gustarle una canción tan horrible a su amigo, termino por encogerse de hombros y comenzaron las dos a entonar la música por lo bajo. – Las manos para riiiba, las manos parabaaajo como los Kendercitooos... – ¡Uh uh uh!– murmuro entre sueños el Kender abriendo de par en par los ojos a continuación. Encogiéndose por el frió se acerco a la ventana con su pijama de cuerpo entero de colores. Al ver a sus amigas abrió la ventana. – ¿Qué ed lo que paza? –dijo temblando. – ¡Vístete deprisa han robado el árbol de la escuela!, ¡Ah! ¡y tráete alguno de tus inventos! –dijeron al unísono. 6 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 7. Tras enfundarse en las ropas multicolores y cargarse con una buena provisión de saquillos vacíos que a buen seguro tardaría poco en llenar, abrió el baúl donde tenia sus mejores inventos. Tomo una ballesta pequeña con un desatascador y varios metros de cuerda así como un fuelle pequeño, una cajita de música de broma y por ultimo una buena provisión de dulces y pasteles. – Apartarod, que bajo –dijo con una sonrisa de oreja a oreja. El pequeño tiro de una cuerda junto a la ventana, una bola de madera cayo rodando por una espiral de vías pequeñas yendo a caer en un balancín, a continuación,  por el peso se levanto y en el extremo una aguja pinchó una vejiga inflada, esta exploto despertando a una gallina que asustada puso un huevo. El huevo se desplazo por un pequeño tobogán hasta caer en una sartén que permanecía en precario equilibrio. Al caer la sartén golpeo en la cabeza a su perro Pelusa– un gran san bernardo en el que iba montado a la escuela–, despertó gruñendo y cambio de sitio; una cuerda atada a su collar se tensó y acciono un tobogán que iba desde la ventana del Kender en el ático hasta el suelo. El Kender subió y se deslizo a toda velocidad hasta el suelo yendo a dar de bruces contra un muñeco de nieve que derribo, se levanto lleno de nieve entre las carcajadas de sus amigas y Jusplinete que se tapaban la boca para no hacer ruido. – Yadtoi preparado –dijo ordenando todas sus pertenencias, recuperando la compostura. A toda prisa Pipi Daphne llego hasta casa de Chiwi que dormía plácidamente abrazada a su pelota favorita, tardo un poco en espabilarse y medio sonámbula tropezando con todo, se preparo. Tomo el chackram de madera que le regalo Xena y estaba aprendiendo a manejar y un buen montón de ceras de colores –nunca se sabe cuando puede venirte la inspiración para pintar–, y salió deslizándose por la ventana. Sin embargo no hubo manera de despertar a Gomayapi que se tapaba hasta la cabeza dejando asomar tan solo media carita, probaron a golpear con los nudillos la ventana, a tirar bolas de nieve contra la pared para que el ruido la despertara e incluso silbaron junto al cristal. Pero no había manera. Entonces el gato levantó una oreja primero, la otra después y por ultimo irguió la cabeza viéndolas gesticular al otro lado del cristal con sus brillantes ojos. Ambas señalaron a Goyamapi, el gato las miro, miro a su dueña, las miro de nuevo, volvió a mirarla y se acerco hasta la abertura de la manta comenzando a darle lametazos en la nariz. Estornudando por las cosquillas entreabrió los ojos y vio a Daphne y Chiwi en la ventana haciéndole señas. – ¿Qué pasa? –preguntó soñolienta. – El árbol del colegio, alguien lo ha robado y vamos a darle un escarmiento, ¿vienes? –preguntó Chiwi. – Un momentito –se vistió a toda prisa poniéndose un calcetín de cada color con las prisas, metió al gato con reticencia en la zamarra y varios bloques de madera con letras de colores. – ¿A donde vas con eso? –preguntó Pipi Daphne intrigada. – Es lo más duro que tengo para tirar a la cabeza –contestó poniéndose con los brazos en jarras. Las tres sonrieron en la oscuridad y regresaron a la plaza del pueblo donde ya les esperaban el resto. – Solo queda ir a buscar a Virillos –dijo Daphne a la carrera, pero esta las esperaba ya delante de su casa. Se había levantado a beber agua y vio pasar como una exhalación a Daphne por delante de la ventana, dedujo que algo malo había pasado y enseguida salió a esperarlas sujetando un viejo oso de trapo al que le faltaba uno de los ojos hechos con botones. – Qué bien que estés aquí –resoplaron las tres. – ¿Se puede saber que es lo que acontece a estas horas intempestivas de la madrugada para que andéis rondando por el pueblo a la buena de los dioses? –Chiwi, Gomayapi y Pipi Daphne se miraron extrañadas, como de costumbre la riqueza de vocabulario de la niña las dejaba sin habla. 7 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 8. Agitando la cabeza con resignación ordeno de nuevo la frase. – ¿Adonde  vais tan de corriendo a estas horas? –ahora sí comprendieron. – VAMOS A BUSCAR A LOS LADRONES DEL ARBOL DE NAVIDAD DE LA ESCUELA –dijeron sin apenas respirar, el eco de sus voces se escucho por toda la calle. – ¡Pistttttt! –siseó Virillos–. Nos van a descubrir, vamos. Ya con más calma se reunieron con el resto de la "tropa" encaminándose hacia el lugar donde Jusplinete había visto marcharse a los "robarboles" como les había bautizado. – No quiero parecer un cobardica pero... ¿No sería mejor que avisáramos a Xena y Gabrielle? –preguntó Sosolan. – ¿Y perdernos toda la diversión? –dijo Pradera, imagínate las historias que se contaran sobre esta hazaña, además son demasiado viejas... – Mayores –apostilló Chiwi. – Bueno, mayores para ayudarnos –se cruzó de brazos de forma desafiante. Sosolan tan sólo pudo encogerse de hombros. – Esta bien, queda mucho para amanecer y hace frió –indicó Virillos hacia la colina donde se perdían las huellas, unas de pies enormes y otras más pequeñitas a su lado–, démonos prisa. Encabezados por Sosolan en su camino le seguían, Silvica y Pradera del tercer y cuarto pupitre por el fondo de la clase. Verillo la en un futuro todavía un poco lejano bibliotecaria, Chiwi y Gomayapi de la primera fila en la escuela. Un poco más atrás Pipi Daphne que daba la mano a Jusplinete que hundido hasta media barriga en la nieve hacia esfuerzos por seguirles. Y confiando más en la amistad que en su valor estratégico, el Kender cerraba la marcha resoplando y con los carrillos colorados por el esfuerzo. Caminaron durante casi una hora y aunque el frió no era tan intenso, conforme seguían las huellas la nieve les había calado hasta los huesos a excepción de Jusplinete que al no poder seguir, pues la nieve le llegaba a los ojos, había sido levantado por Sosolan y ahora iba sobre sus hombros entonando una alegre canción que sonaba algo así como " nevida, nevida dulse nevida a los siñores malos el bolito vamo a quita". Se internaron en lo más profundo del bosque por un sendero hasta llegar a la boca de una enorme cueva donde terminaban las huellas. La luna llena no iluminaba lo suficiente como para poder ver en su interior. Silvica rebusco entre sus pertenencias y saco varias velas con las que también solía hacer muñecos de cera. – Solo tengo tres– dio una a Pradera, otra a Sosolan y la ultima se la guardo. Tras encenderlas se internaron unos cuantos metros en la cueva, las paredes en un principio rugosas y toscamente cavadas en la roca dieron paso a un suelo de losetas artificiales y unas paredes pulidas. Las mismas huellas que habían seguido se internaban más en la profundidad, dejando un rastro de barro y pequeños charcos de nieve a medio derretir. – Tenemos que hacer un plan, no sabemos a lo que nos enfrentamos –dijo muy seria Pradera, haciéndose la dura. – Tal ved zean mondtuod giganted de ted cabezad y zeid badazos –sonrió el Kender que ya se internaba en la oscuridad alegremente. Gomayapi se apresuró a darle un tirón de la chaqueta parándole. – ¿Pero que haces? –le preguntó enfadada. – Puede zed divedtido –el concepto de divertido para el Kender abarcaba desde caerse a un balde lleno de nata, hasta el encontrarse frente a frente a Medusa y tenderle la mano para darle las buenas tardes–, a lo mejod encontramod un 8 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 9. tezodo. – ¿Un tesoro? –se extrañó Virillos–, nada de eso, aquí hemos venido a recuperar el árbol y no a perder el tiempo investigando ni buscando tesoros. – Jo, que doló – protestó el Kender. – Veamos, aquí el camino se divide en dos. Las pisadas grandes han seguido el túnel de la izquierda y las pequeñas el de la derecha. Jusplinete, Sosolan, Virillos y el Kender iréis por el de la izquierda y el resto por el de la derecha, si hay algún peligro silbad con todas vuestras fuerzas– Chiwi hacia unos extraños garabatos en el suelo con las ceras, ponía piedrecitas de colores y canicas representándoles, como si fuese una generála haciendo estrategias en un  mapa. Todos la observaban en silencio sin rechistar, la pequeña pasaba mucho tiempo escuchando las historias de batallas de boca de la propia Xena, mientras cocinaba esperando a que Gabrielle regresara de la escuela. Y la tenían por una experta en estrategias, no por ello el equipo de pelota infantil de Poteidaia era el campeón por cuarto año consecutivo–, ¿está todo claro? Kender, dame unos caramelos. – ¿Mid cadamelod? –se echó rápidamente mano a los bolsillos para taparlos–, pedo zi no tengo ninguno –sonrió. – Es necesario para la misión, sino nos quedaremos sin el arbolito –hizo un mohin. – Ummm, vale, vale, jo ziempdre tengo que haced sacrificiod –con pesadumbre le dio un buen puñado de golosinas a Chiwi. – Bien, hay siete así que tres para cada uno y el séptimo para mi –se lo comió a toda prisa ante el asombro del Kender que ya se lo iba a pedir–. Comeremos uno ahora y como son tan grandes cuando se acabe el siguiente y así el tercero, pasara una hora más o menos así que no os entretengáis – miró intencionadamente al pequeño del copete que le respondió con cara angelical cruzando los dedos sobre la espalda–. Y cuando se terminen vendremos corriendo. Si encontráis el árbol hay que recuperarlo a toda costa... – No se, no lo veo yo muy claro esto –dijo Pradera–, y si por un casual nos descubres que... – Entonces correremos. – El plan es muy interesante, pero contando que la altura del árbol multiplicada por la base elevando a tres partes el peso de la tierra de la maceta y junto a los adornos– Virillos iba haciendo los cálculos con un ábaco a toda prisa–, nos encontramos con que el peso especifico del arbolito en si es de casi doscientos kilos y yo me pregunto... ¿Se le ha ocurrido a alguien como nos lo vamos a llevar tan alegremente, acaso lo llevaremos arrastras? –preguntó con desilusionada. – Eh, esto, bueno, vaya– habían olvidado por completo que pesaba un montón. – ¿Como cuanto pesara sin la maceta? –preguntó Sosolan. – Yo puedo perfectamente cargarlo a la espalda, tengo fuerza suficiente pero no podré correr con él –dijo Pipi Daphne. – Pues contando que un grano de tierra pesa aproximadamente...– Virillos se había sentado, tenia un montón de pergaminos en los cuales hacia cálculos esparcidos por el suelo, un lapicero en la oreja, otro que mordisqueaba con impaciencia y el sonido de las bolitas del ábaco de fondo– ¡ Ochenta kilos!– sentencio dándoles un susto por la impetuosidad. – Eso ya es mejor– sentencio Pradera–, a que esperamos pues. Como habían acordado se separaron. Caminaban de puntillas iluminados tan solo por la luz que desprendían las velas lanzando oscuras sombras sobre las pulidas paredes. El grupo de Jusplinete salió de improviso a una cámara en la cual había tres puertas idénticas, unas cuantas antorchas colgaban de la pared iluminando la estancia, Sosolan procedió a apagar la vela y tomar una. 9 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 10. – Edto ed muy midtediozo, pedo muy mucho– el Kender intentaba mirar por las cerraduras a las que no llegaba. – ¿Cuala pueta iligimos? –preguntó Jusplinete que imitaba al Kender saltando. – No se, podríamos probar una cualquiera al azar y si no es esa probamos la siguiente– iba a abrir la de en medio cuando un grito de Virillos lo paro en seco. – ¿Pero que hacéis?, Puede ser una trampa– se acerco a inspeccionar más de cerca–; esta puerta esta barnizada recientemente, no me gusta demasiado. Aquí todo esta lleno de polvo y es viejo y sin embargo esta puerta parece muy nueva– Sosolan admiro la inteligencia de su amiga–, en cuanto a esas otras dos, la de color verde esta toda mohosa y vieja. Tampoco me da buena espina me recuerda al puré de guisantes y no me gusta– murmuro para sí misma–, en cuanto a esa de más allá. Tumbándose en el suelo puso la cara cerca de la parte baja de la puerta, un soplo de aire frió le confirmo que detrás había un pasillo. Sonriente por sus deducciones se levanto y la abrió de par en par, mientras el resto se apartaban de golpe asustados. No paso nada, ni una bola de fuego, ni una trampa de flechas ni una criatura monstruosa salió, un sencillo pasillo se perdía en la distancia. – Esto ha sido pan comido –se rió–, vamos. – Jo Virillos ere mu lita –le dio un abrazote Jusplinete. Una vez más y con Sosolan a la cabeza siguieron el pasillo hasta que pudieron escuchar lo que parecían ser ronquidos. El pasillo por el que caminaban tenia las paredes y el suelo húmedos por las filtraciones del agua y misteriosamente una fluorescencia del musgo de la pared iluminaba todo, así que no fue necesaria la luz de la vela. – Mira Pradera he cogido un trozito de musgo– se lo enseño a su compañera, que arrugo la nariz, ¿porque le gustaban tanto a su amiga las arañas, las cosas viscosas y los bichitos?. – Anda, anda, tira esa guarrería no sea venenoso –le regañó, Silvica tiro el musgo que al poco rato se apago. – ¿Chiwi que ves por ahí delante? –preguntó Gomayapi. – Silencio ahí atrás, mecachis que nos van a descubrir –contestó. Al final una enorme puerta de madera les cerro el paso, empujaron a la vez las tres primeras pero no cedía. – Hay que dar la vuelta este camino esta cerrado –se quejó Pradera. – ¿Y si probamos con la cerradura? –agregó Silvica. – ¿Acaso eres cerrajera o tienes la llave? –preguntó irónicamente Daphne. – Esto necesita de otra estrategia –pensó Chiwi. En estas discusiones estaban cuando se escucho un estruendoso CraaaakPatapam y todas se giraron alarmadas para ver a Pipi Daphne de pie encima de la puerta con sonrisa triunfal. – ¡Pero que escandalera has hecho! –le gritó enfadada Pradera, mientas las demás se refugiaban detrás de ella. – Vía libre –sonrió de buena gana. – Esta chica es más bruta que una hidra –rió por lo bajo Gomayapi. Les extraño que nadie hubiese salido al oír el estruendo, pero una vez comprobaron que nadie acudió continuaron bajando por el pasillo. De la lejanía les vino un profundo olor acre a establo. Salieron a una especie de cuadra, pero no había ningún caballo allí.  Tan solo un enorme lobo albino. Aunque 10 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 11. parecía un cachorro, las sobrepasaba en altura y las miro con sus ojos rojizos, inconscientemente Gomayapi se agazapo mirando por encima del hombro de Chiwi. Silvica ni siquiera había entrado y tan solo Pradera y Daphne estaban frente a el. Para cuando quiso darse cuenta, el gato había escapado de la zamarra y se planto delante del enorme lupino que miraba medio bizco al pequeño animal. Alarmadas, Gomayapi llamo al gato pero este se quedó plantado con la cabeza ladeada, se paso la lengua por los bigotes, una de las patas delanteras por la cara y las orejas mientras miraba fijamente al lobo. – ¡Niki! ¡mecachis, ven aquí! –medio gritó, pero ni caso. Entonces y ante el asombro de las pequeñas saco la lengua y le dio un lametazo al gato que lo tumbo de espaldas, al poco rato estaban jugando, el lobo sé hacia el muerto patas arriba y el gato subido a su lomo como si fuese el rey. Se acercaron lentamente, Pradera fue la primera en tocarlo y este se dejo rascar hasta detrás de las orejas. – ¡Qué majo! –se entusiasmó–. ¿Cómo se llamará? – Anda, si es una loba –dijo Chewi que había leído el nombre en el gran tazón de comida que estaba al lado–. Se llama Punchas. – ¿Crees que me lo podré quedar? –todas la miraron extrañada. – ¿Quieres quedarte con... bueno con esto? –preguntó Silvica. – Pero mira, si aquí la tenían encerrada, mira que ojitos tan tristes –la loba parecía poner caras–, además me gustan mucho los animalitos. – ¿Animalito esto? –rió Chiwi. La loba se levanto de repente y se encaro con la pequeña. – Bu... bueno no quería decir esto... yo... sólo... loba bonita, loba bonita –asustadas pensaron que atacaría a la pequeña. Punchas comenzó a dar grandes lametazos a la cara que la hicieron recular riendo. – Hay que ascos, que ascos –reía por las cosquillas de la loba. – ¡Mirad al levantarse ha dejado al descubierto una puerta!– el corpachón tapaba una puerta mediana. – Y aquí esta la llave –dijo Selvica señalando el collar de Punchas. Tomaron la llave y se alegraron al oír como la cerradura se abría fácilmente, ante la mirada atenta de la loba. – ¿Nos esperaras aquí? –preguntó Pradera, la loba asintió– ¡qué lista es mi niña! – Vamos Niki –Gomayapi abrió la zamarra para que la gata se metiera pero esta permanecía entre las patas de la loba–, vaya, parece que os caéis bien, en fin espérame aquí– le dio una galleta para gatos con forma de ratón. Más tranquilas al sentir las espaldas cubiertas continuaron bajando, esta vez por una escalera de caracol. El pasillo terminó de improviso en un gran abismo, al otro lado continuaba el camino. No había ningún puente ni nada que se le pareciera. – Pues esta si que es buena –dijo Sosolan–, ahora un acantilado. – No si ve el fondo del cantilao –añadió Jusplinete asomándose peligrosamente. 11 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 12. – Ten cuidado no te caigas, anda ven –le aconsejó Virillos, que miraba de reojo el insondable fondo–, el ruido de ronquidos se escucha más fuerte y parece venir del otro lado, ¿como cruzaremos? La mente de la pequeña funcionaba a tal velocidad que se quedo toda quieta con los ojos cerrados concentrada en la solución del problema. – Edto dequiede uno de mid inventod –el Kender se quitó la mochila y comenzó a rebuscar en ella, saco un montón de extrañas piezas de madera que procedió a ensamblar con gran habilidad, mientras asomaba la lengua por la comisura de la boca concentrado bajo la atenta mirada de Sosolan y Jusplinete. – ¿Quéta asiendo el kende?, ¿ta montando uno calesti? –preguntó curioso el pequeño. – No tengo ni idea –se rascaba la cabeza pensativo Sosolan. – ¡Bueno edto ya edta –se levantó sosteniendo lo que parecía una ballesta con un carrete de pesca y una fina cuerda enrollada en el, en el otro extremo una flecha hecha con... ¡un desatascador!. – Mira lo ca hicio el kende Virilos –agitó a la niña sacándola de su ensimismamiento matemático. Los tres miraron con curiosidad el extraño artilugio. – ¿Qué es? –preguntaron. – Edto ed: El incredible y podtentozo lazadod de proyedtiles con vintosa– copidaid del Kender –sonrió aparentemente complacido. – Ahhh, si el increíble y portentoso lanzador de proyectiles con ventosa copirraight del Kender –añadieron devolviéndole la sonrisa para a continuación fruncir el ceño extrañados–. ¿Y qué se supone que es? – Dedde luego hay que edplicadoloz todo cachiz –para no malgastar tiempo se limito a tensar la cuerda y apuntando a lo alto, justo encima de la abertura de la cueva al otro lado del acantilado, disparo. La ventosa hizo presión y se quedo firmemente agarrada a la pulida superficie; el Kender lanzo un "¡chachi!" y ató el otro extremo de la cuerda a una columna formada por dos estalactitas–. Ahoda zolo tenemod que pazad con edtad polead azi. Saco tres poleas pequeñas que llevaban manivelas al estilo de los pedales de una bicicleta. – Lo malo ed que zolo tengo tred –se quejó. – No te preocupes yo peso demasiado, será mejor que me quede aquí, si la cuerda se suelta al menos podré recogeros –dijo Sosolan. – ¿Vamo a tulumpianos por la cuerda? –se alegró Jusplinete que daba palmadas. – No se Kender, ¿esto es seguro? –preguntó Virillos. – Pod zupuedto, pod quien me had tomado, lo he pdrobado vadiad veced –se puso en jarras, orgulloso. – Entonces pasa tu primero –añadió suspicaz. – Dedde luego zoid unod dezconfiadod –puso la polea en la cuerda y se dejo deslizar, poco a poco fue dando a las manivelas recorriendo sin percance los diez metros que le separaban al otro lado al grito de "¡aiba que voy!". Mas confiada Virillos fue la siguiente y por ultimo Jusplinete, cuando se encontraban a medio camino la cuerda dio un brusco tirón y cedió, los pequeños se quedaron balanceándose, tan solo Jusplinete parecía divertirse. – ¡Kender! –gritó asustada–. ¡Dijiste que era seguro! – Bueno... la veddad ed que zolo lo uze una ved y no fue muy bien– murmuro al final de la frase. El tirón había sido producido al deslizarse por la pared la ventosa del desatascador que se soltó. El Kender salto y en 12 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 13. un ultimo segundo lo atrapo, pero el peso de sus amigos comenzó a arrastrarle hasta que se detuvieron. Lentamente ascendieron hasta llegar a la plataforma al otro lado, Sosolan soltó un suspiro, había estado conteniendo la respiración mientas tensaba la cuerda para recogerles. – ¡Qué divetido! –rió Jusplinete en el suelo. – ¡Kender yo te corto el copete!– Virillo fue corriendo hasta el Kender que permanecía tirado en el suelo. Su regordete cuerpo se había quedado atrapado entre dos estalactitas y gracias a eso hizo tope impidiendo que los tres fuesen al fondo. – Ay, me duele la badiga –se quejó. Al verle en ese estado su enfado desapareció y le ayudo a levantarse. Una vez recuperados y con Jusplinete a la cabeza se internaron en el pasillo tras enviar un saludo a Sosolan y atar el extremo del desatascador a un lugar más seguro. Al final de las escaleras comenzaron a escuchar el leve murmullo de voces que aumentaron conforme avanzaban por un gran corredor, sostenido por enormes columnas y cuya bóveda era la propia roca de la montaña. La penumbra fue aclarándose hasta poder ver con total claridad. Al final, una caverna de proporciones gigantescas. Se encontraban en un sendero excavado en la roca y que descendía en una suave espiral hasta el centro de la caverna, donde apiñados se encontraban cientos y cientos de trolls de las nieves. El hedor era insoportable y las peludas criaturas vestían viejas y ajadas ropas oscurecidas por el tiempo, entonaban un extraño cántico que parecía parodiar a los villancicos y más allá una figura vestida totalmente de blanco se erguía como un coloso sobre ellos. Su largo cabello blanco casi tocaba el suelo y la barba le llegaba hasta la cintura, era un hombre alto y delgado, la piel pálida y  tirante sobre los pómulos, los labios de un tenue color azulado y unos profundos ojos azules bordeados por profundas ojeras que le daban un aspecto amenazador. Junto a él y apilados sin orden ni concierto un gran número de arboles navideños, regalos y adornos. El hombre levantó las manos acallando a sus esbirros. Las pequeñas se asomaban al borde, tendidas en el suelo y las caritas muy pegadas para que nadie las viera. – ¡Hemos robado hasta el  ultimo de esos patéticos arbole de solsticio! –su voz sonaba como si alguien estuviera chirriando una tiza contra la pizarra, las pequeñas apretaron los dientes–, ¡hoy extenderemos nuestro reino de frió y congelaremos sus mortales corazones, llevándoles la desesperación y el abatimiento!¡Mañana, todo el mundo conocido será nuestro! Los troll vitorearon con todas sus fuerzas levantando los brazos y dándose golpes los unos a los otros. – ¡Durante siglos hemos sido derrotados por esos humanos, pero nuestro ejercito ahora es fuerte y con ayuda de la escarcha, el frió, el hielo y la nieve helaremos hasta el ultimo!– se aparto y detrás había un mapa detallado de toda la región, los troll callaron y miraron expectantes–, para mañana se prevé una gran nevada al norte de Poteidaia que acabara con las cosechas de fresas invernales, al sur en Amfipolis una gran escarcha obligara a encerrarse a los mortales en sus casas y posteriormente habrá precipitaciones de granizo, se aconseja salir con trineo –sonrió burlonamente ante las carcajadas de los troll–, por el contrario, soplaran vientos de componente norte que harán bajar las temperaturas hasta veinte grados produciendo la congelación hasta del mas valeroso de los guerreros. De nuevo irrumpieron en vítores. – ¿Quien es ese tío chalado? –preguntó Gomayapi frunciendo el ceño enfadada. – Es el señor de la escarcha –contestó Pradera–, si estuvieseis más atentas en clase... Gabrielle nos contó una leyenda sobre él, pero creía que no existía, es el señor del invierno y por lo visto quiere arruinar la Navidad. – Mira que bien nunca te acostaras sin saber una cosa mas –dijo con sorna Chiwi–, pero ahora lo que importa es recuperar el árbol y acabar con los planes de ese maloso. – Si se me permite una idea, creo que deberíamos hacer un ataque envolvente –añadió Selvica, todas la miraron 13 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 14. asombradas pues la estrategia no era lo suyo–, ¿qué tal si creamos una distracción mientras el resto recuperáis el árbol? El resto afirmaron pues la idea les pareció genial. Pero ahora venia cuando a alguien le tocaba poner el cascabel al gato, o lo que era lo mismo,  hacer de señuelo. – En la zamarra tengo cinco cubos de colores, solo uno de ellos tiene la letra B– los dejo en el suelo–, a quien le salga hará de distracción ¿ vale? – ¡Vale! –asintieron alegremente. La primera fue Selvica pero no le toco, la segunda fue Chiwi y tampoco y a la tercera fue la vencida. Pradera seria la encargada de distraer su atención. – En fin que se le va ha hacer. – ¿Se te ha ocurrido algo? –preguntó Pipi Daphne. – No os preocupéis, lo tengo todo bajo control –guiñó un ojo de manera cómplice. Estaban acostumbradas a este gesto y sabían perfectamente que significaba que iba a hacer alguna de las suyas. – Nosotras iremos por allí –Daphne señalo hacia el este–, espera a que nos hayamos alejado y comienzas. Pradera asintió y las demás salieron a la carrera, la pequeña se remango puso la sonrisa picara que tanto temían sus compañeras y bajo hacia el lugar donde estaban los troll. A media carrera y cuando ya salían por el otro extremo, Virillos, Juspliente y el Kender fueron a dar de bruces contra Pipi Daphne y el resto que salía a toda prisa en su misma dirección. Cayeron al suelo formándose un rebullo. – ¡Hay que medcachaid! –gritó el Kender. – ¡Daphne pesas demasiado! –se quejó Chiwi. – ¡Chiwi que me clavas el chackram! –dijo Gomayapi. – ¡Muntoncito, muntoncito!– carcajeaba Jusplinete saltando encima de todos. Poniendose en pie y atusando sus vestimentas se alegraron de encontrarse tan pronto y tras ponerse al día de los acontecimientos de cada grupo, se pusieron en marcha hacia el extremo de la caverna justo encima del Señor Escarcha. – Mira nuestro bolito –apretó los morros Jusplinete enfadado–, esta to tirao y susio y lan roto los adonos. – No te preocupes, nos vengaremos de ellos con creces –sonrió Virillo. Pradera llegó junto al primero de los Troll que de espaldas y con el alboroto ni siquiera se percató de su presencia. Entonces, tomando carrerilla, la pequeña le dio un puntapié en toda la espinilla. La criatura comenzó a saltar quejándose, momento que aprovecho para darle otro puntapié en el pie sobre el que botaba. El troll perdió el equilibrio y fue a caer sobre otro más pequeño. A causa del dolor ni siquiera la vieron pues era demasiado pequeña. Sonriente y divertida fue corriendo haciendo lo mismo a todo troll que se le ponía por delante, al rato la mitad de la caverna se retorcía en el suelo de dolor y se oía una risita de niña por encima de la algarabía. – ¿Cómo les hace tanto daño una simple patada? –se extrañó Silvica. – ¡Mira, se ha atado al pie un cactus de cerámica! –Silvica se alegró de habérselo regalado para su cumpleaños, le costo mucho moldearlo con arcilla pero lo que más difícil fue hacerle los pinchos. – Rápida es nuestra oportunidad, vamos haced lo que os diga –dijo apresuradamente Chiwi. 14 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 15. Pipi Daphne sujeto de los pies a Chiwi, que sujeto a Gomayapi que sujeto a Virillos, que sujeto a Silvica, que sujeto al Kender, que sujeto a Jusplinete. El pequeño estaba justo encima de la cabeza del Señor Escarcha, que gritaba ordenando disciplina entre las filas de sus troll, distraído como estaba no vio al pequeño que... se quito el gorro de borla y se lo encasqueto hasta los ojos. Al perder la visión y asustado, avanzo a tientas y tropezó con la larga túnica blanca, yendo a parar en mitad del desorden de trolls que intentaban en vano ponerse en pie... pues Pradera había vaciado dos bolsas de canicas en mitad de todo el lío y resbalaban una y otra vez. A Daphne le comenzaban a flaquear las fuerzas y Chiwi empezó a resbalarse de sus manos. – ¡Qué me quitas los calcetines! –gritó desesperada. – ¡No puedo sujetaros, subid! –pero era tarde y todos fueron a caer sobre la pila de arboles de Navidad que les paro en la caída. – Puff, puff, puagghh –dijo Verillos sacándose un espumillon de la boca–, deprisa que nos pillaran. Un troll se planto delante de ellas con la cachiporra en lo alto, Jusplinete paso corriendo bajo él y agarrándose a la pierna le dio un sonoro bocado, el troll soltó la maza que fue a caer sobre la cabeza de un segundo más pequeño que acudía en su ayuda dejándole fuera de combate. – ¡Toma malo! –decía el pequeño mientras le arreaba uno tras otro bocados al troll en la pierna–, tu no hase daño a mi miga Virilos. – ¡Al ataque! –exclamaron. Mientras Pipi Daphne ya había cogido el árbol y se encaminaba a la rampa hacia la salida. Chiwi sacaba el chackarm de madera y Gomayapi la cubría lanzando los cubos de colores con puntería certera a las narices de los troll que conseguían incorporarse para caer de nuevo ante el impacto –como todo buen estudiante conoce, la parte más delicada de un trol es su enorme nariz. El Señor Escarcha se quitó el gorro y furioso miro a las pequeñas, Silvica le dedico una sonrisa de oreja a oreja y cuando intento agarrarla con sus huesudas manos un golpe de rasera hizo que se olvidara de hacerlo gritando por el dolor. Pradera orgullosa estaba a su lado con la mortal rasera que cogió en casa. – Es hora de marcharnos –dijo Chiwi, mientras Gomayapi salía corriendo delante de un troll, afino puntería y lanzo el chackram de madera que reboto en una pared, salió disparado hacia una estalactita y tras golpear varias columnas fue contra la frente del troll que cayo pesadamente al suelo. – ¡Gracias! –sonrió Gomayapi tomando el aro de madera que se había partido–, toma –le tendió las dos partes, mientras a la carrera habían alcanzado en mitad del caos a Daphne que ya se encontraba casi a la salida de la caverna. Todas a excepcion del Kender, Juspliente y Virillo había salido y esperaban junto a Puncha, cuando se vieron rodeados por los troll. Asustadas por la situación vieron como el circulo se cerraba en torno a ellos, entonces el Señor Escarcha se adelanto plantándose ante ellos. – Bien, bien, bien, que tenemos aquí, pero si son tres pequeños alborotadores –tomó al Kender por el copete y lo subió a la altura de los ojos, mientras pataleaba de rabia. – ¡Zueltame tio adquedozo, te vad a entedad como venga mi pdrima la de Zumozol! –refunfuñaba rebuscando en sus saquillos algo que le ayudara a salir de la situación. – ¡Suéltale feo! –gritó Virillo con el ábaco tan apreciado en alto, dispuesta a tirárselo a la cabeza. Pero fue Jusplinete quien heroicamente se abalanzo contra el Señor Escarcha. Fue en vano pues lo único que logro fue que tirara contra el suelo al pequeño y lo atrapara a él, sonriente lo agito y comenzó a apretar con sus huesudos dedos para hacerle daño. 15 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 16. – ¡Es solo un niño suéltale! –Virillos tiro el ábaco y aunque le dio en la oreja no pareció afectarle. – Ti vad a enteda d gruñó el Kender, no había cosa en el mundo que más le molestara que le tirasen de su precioso copete. Pradera veía impotente a sus amigos sin poder hacer nada y las lagrimas asomaban a sus ojos al igual que los de Selvica que tiraba piedras desde lo algo sin hacer mella en los troll. Pipi Daphne habia dejado el árbol a buen recaudo y se preparaba para tirarles la puerta rota, Chiwi y Gomayapi preparaban también una buena cantidad de munición. Jusplinete comenzó a ponerse colorado hasta las mismas puntas de sus afiladas púas. – Ti los vierto, mitoi fadando mucho –cada vez se ponía más rojo y Verillos y el Kender asustados pues no le habían visto nunca así retrocedieron. – ¿A sí?, y que vas ha hacer ¿llamar a tu mamá? –continuaba agitándole. – Tú las quirio –inflando sus carrillos y apretando los ojos, un sonoro y estruendoso ruido proveniente del pequeño lleno la caverna. En un principio El Señor Escarcha no supo de que se trataba pues tan solo había sentido una leve agitación en las manos, hasta que el olor llegó a su sensible nariz. – Argggg, ¡por todos los dioses que olor! –gritó tapándose la nariz y dejando en el suelo a Jusplinete y retorciéndose por la pestilencia, A causa de su sensibilidad olfativa comenzó a retorcerse ante el asombro de los troll que asustados huyeron al ver a su líder vencido. Poco a poco fue encogiéndose a causa del calor del gas del pedete que el pequeño se había tirado. – ¡Que me derritoooo, que me derritooo! –efectivamente, el Señor Escarcha comenzaba a desvanecerse en un charco de agua hasta que desapareció en una nubecilla de vapor. Verillos y el Kender se tapaban las narices con los dedos y con la otra hacían abanico. – Jo, Judplinete edtad podrio –se reía el Kender. – Madre. qué peste, si no comieras tanto plátano. Subieron empujando al pequeño que apenas se tenia en pie de la risa. Una vez en el exterior y tras abrazarse efusivamente Pipi Daphne fue en  busca de Sosolan que casi se había quedado dormido aburrido esperando a que sus amigas pasaran otra vez por allí. – ¿Qué hacemos con Puncha? No la podemos dejar aquí –señaló Pradera. – No creo que nos dígan nada en el pueblo si la adoptamos de mascota para el colegio –sonrió Silvica. Montado en la loba Jusplinete cantaba de nuevo mientras por el horizonte se veían las primeras luces del alba. Llegaron a la escuela, apresuradamente arreglaron el desaguisado que los troll habían hecho a su preciado árbol y se fueron a toda prisa a la cama. En una esquina dos sombras, una alta y morena que sujetaba a un caballo de las riendas y otra más pequeña observaban sonrientes a los pequeños ir de puntillas intentando pasar desapercibidos. Les habían seguido desde el primer momento y en varias ocasiones habían estado a punto de intervenir, cuando colgaban peligrosamente en el abismo o cuando estaban rodeados de trolls, pero jamas se les paso por la cabeza que aquella "tropa" tan especial acabarían con los ladrones de arboles de solsticio. Ambas se dirigieron una radiante sonrisa mientas se encaminaban hacia su casa. 16 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 17. ********************** A la mañana siguiente todos se levantaron para acudir aprisa y corriendo a la escuela, allí en el porche Xena y Gabrielle les esperaban. Tras un rápido "buenos días" iban corriendo junto al árbol a examinar los paquetes cuando estuvieron todos comenzaron a cantar villancicos pero antes repartieron los regalos. – Ayer os dije que os tenia preparada una sorpresa –sonrió displicente Gabrielle, agitando las puitas de Juspliente que le devolvio la sonrisa–, a ver... aquí pone para Virillos. – Uy que ilusión. ¿Qué será? –el paquete era alargado y de color rojo brillante, al abrirlo vio un ábaco de ultima generación con animalitos en lugar de bolitas y de todos los colores–. Gracias –y les dio un beso a las dos. – Este para Chiwi. – ¿Para mí?, a ver , a ver –al abrirlo saco una espada de madera a imitación de la de Xena así como un disfraz como su armadura, la pequeña no cabia en si de gozo–. Jo, es lo más mejor que me han regalado –se tiró al cuello de Xena y la lleno de besos entre sus carcajadas. – Ete e pa mí –sin esperarse Jusplinete había ido mirando todos los paquetes hasta que dio con el suyo, al abrirlo descubrió un mochilo articulado con todos los complementos, las púas se le movían de la alegría–, gacias tia Xina, gacias bela Gaby –se abrazó a la pierna de Gabrielle. – Este es para Silvica y Pradera. – Anda, mira el mío es una colección de pastilinas y paletitas para modelar –sonrió de oreja a oreja, pues las suyas estaban ya muy viejas. – Y el mío un kit completo de herramientas de juguete para hacer bricolages y arreglos caseros –rió de buena gana. – Para ti este –le dio un paquete grande. – ¿Qué será? –al abrirlo descubrió una caseta para gatos de muchos colores–, ¡Qué chuli! –se abrazó a la otra pierna de Gabrielle. – Para Sosolan éste. – Gracias madre –dijo solemne, al desembolverlo descubrió un juego de "Asedia tu propia Troya", con un caballo de madera hueco, unas murallas de madera y un montoncito de soldados tallados en piedra, al quedarse sin palabras sólo pudo abrazar a Xena. – Y para Pipi –el paquete tenía agujeros y se movía. – ¡Anda, un mono! –el animal se subió enseguida a su hombro y pareció tomarle confianza. – Y para el Kender. – Made mía, a ved –tomó el enorme paquete y lo abrió rápidamente–. ¡Hala! –era un juego de Kendernova, con mis primeros saquillos, una hoopak nueva y un libro de inventos–, qué chadchi muchad graziad. Entonces Jusplinete comenzó a entonar un villancico mientras el resto se le unía. "Ista noche is noche bena y mañana nevidá saca los turones, Xenita que mi los vi a zampá". 17 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com
  • 18. LA PRIMERA NAVIDAD DE JUSPLINETE.htm[14/08/2014 20:55:44] "Andi, andi, andi, que no andemos nada, curre aprisas, Argo, que lligamos mañana". "En il potal de Bilen Han intrao los Xinites Yan montau tal jarana. Can vinio los siviles...". Todos terminaron comiendo turrón y bebiendo sidra del Poteidaiero. FIN 18 VER SIÓ N O R IG IN AL, fanfic en espaÑ ol http://VO .cosateca.com