Siempre tuve el deseo de escribir algo sobre mi lugar de nacimiento, mi querido pueblo de Chiquián, pero como había vivido allí muy poco, tan solo mis primeros 10 años, y particularmente no había pasado mi adolescencia ni mi juventud
Espejito de Cielo: Reconstruyendo mi historia olvidada en Chiquián, mi pueblo natal
1. Siempre tuve el
deseo de escri-
bir algo sobre mi
lugar de nacimiento,
mi querido pueblo
de Chiquián, pero
como había vivido
allí muy poco, tan
solo mis primeros 10
años, y particular-
mente no había pa-
sado mi adolescen-
cia ni mi juventud,
no disponía de las
experiencias que
en esa edad el ser
humano pasa. Pe-
riodo en el que se
cuajan las costum-
bres, se aprenden
canciones, se
crean apodos, sur-
gen las primeras
experiencias amo-
rosas, te inicias a
ejecutar algún ins-
trumento musical,
comienzas defen-
diendo en serio las
casaquillas de los
clásicos equipos de
futbol, visitas en ca-
ravanas los parajes
legendarios narra-
dos por nuestros pa-
dres y abuelos. To-
do eso permite es-
trechar y consolidar
la amistad entre tus
contemporáneos,
una amistad a prue-
ba de cualquier con-
tratiempo que la vi-
da depare.
Por ello, cuando
leía, las anécdotas y
las crónicas, en las
páginas web de Chi-
quián, escritas por
Nalo Alvarado,
Efraín Vásquez o Pe-
pe Alva , me sentía
casi minusválido,
amputado. Algo de
mi propia historia
estaba borrado, me
corroía la necesidad
de reconstruirla, y
también compartirla
escribiendo. Pero,
qué podría decir si
no recuerdo el nom-
bre exacto de aque-
llos bellos lugares ni
de los pintorescos
personajes, que por
momentos parezco
recordarlas cuando
leo las narraciones y
veo las fotos, en la
pantalla de mi
computador.
Durante mi juventud
y estudiante de uni-
versidad, de vez en
cuando, tenía la
oportunidad de
compartir juergas
con algunos amigos
chiquianos de mi
época, y aun cuando
hacía esfuerzos por
integrarme y desen-
volverme plena-
mente no lo podía,
porque, o no me sa-
bía las letras de las
canciones, o no re-
cordaba el nombre
de algún protago-
nista de la historia, o
también, era uno de
los pocos que no
ejecutaban la guita-
rra ni cantaba con el
sabor de ellos. Es
decir, no podía aña-
dir nada, nuestras
experiencias con-
juntas solo eran de
la niñez y no de
aquella edad mara-
villosa.
Por ese periodo es-
taba en otro lugar
compartiendo mi
secundaria con otros
niños y adolescen-
tes, con los que ini-
Página 8
EN BUSCA DE MI HISTORIA
El Zaguán de Oropuquio
“Todo eso permite
estrechar y
consolidar la
amistad entre tus
contemporáneos,
una amistad a
prueba de cualquier
contratiempo que la
vida depare”
Los Diablitos es el baile mas representa-
tivo de Chiquián, difícil de encontrar otro
similar en el Perú.
La ciudad de Chiquián sus tejas rojas, prados verdes y nieves blancas son
los colores que nos acompañaban diariamente.
2. do se referían al
cholo, al serrano y,
yo era definitiva-
mente uno de tales,
había venido de An-
cash, de un pequeño
pueblo desconoci-
do, ubicado a 3300
m snm, con ellos ja-
más fui a algún lugar
de paseo, ni supe de
campeonatos inter-
secciones, ni coros o
veladas teatrales.
Mi situación empeo-
raba si tomamos en
cuenta mi baja esta-
tura, que no me per-
mitía ningún desta-
que físico, ellos eran
mucho más altos,
porque me llevaban
mucha edad; cierta-
mente llegué al aula
de mayor edad y
menor rendimiento
del colegio, era la
sección F, los mejo-
res y más aplicados
estaban en la sec-
ción A y B. Había ido
a parar a tal colegio
y aula, porque no
tenía otra posibili-
dad de ingresar a
algún colegio. Con-
s e c u e n t e m e n t e ,
nunca pude consoli-
dar amistad en se-
cundaria sea por el
tiempo o naturaleza
humana. Tanto que
no conozco ninguna
asociación de egre-
sados de dicho cole-
ciábamos nuestra
amistad pero no po-
díamos conversar
nada sobre nuestras
historias interrumpi-
das dejadas en
nuestros pueblos;
éramos nuevos en
todo y no daba tiem-
po para afianzarla
(la amistad), pues
algunos se retiraban
en el siguiente año o
se trasladaban de
colegio. Como fue el
caso mío cuando tu-
ve que moverme a
la capital de la repú-
blica para hacer los
estudios de cuarto y
quinto año, allí nue-
vamente debía co-
menzar la historia
con nuevos estu-
diantes.
Ellos no te recibían
tan amablemente,
claro, porqué debe-
rían hacerlo, era un
nuevo el que llega-
ba y de manera na-
tural ellos me man-
tenían alejado (o tal
vez era yo el que se
alejaba), aunque me
guardaban cierto
r ec onocim iento,
mas por mi dedica-
ción al estudio que
por que significara
algo. Hoy, creo más
bien que tenían pe-
na de verme solo.
Ellos eran algunas
veces crueles cuan-
gio, tal como
los guadalu-
panos. Éra-
mos un cole-
gio chico de
escaso reco-
nocimiento. A
pesar que en
los exámenes
de ingreso,
tenían cierta
presencia.
Recuerdo que
el profesor
que nos ense-
ñaba Educa-
ción Cívica,
con su voz
gruesa y estri-
dente, nos de-
cía que había tenido
alumnos de lo peor
en esta sección F,
como aquel que
subido al techo de
su primer piso soltó
un ladrillo, justo a la
cabeza de una per-
sona que se hallaba
de cuclillas tras de
su casa, urgido por
las necesidades hu-
manas, y simple-
mente lo mató. Esta
historia, nos la ex-
ponía para decirnos
que de esta sección
se esperaba solo lo
peor y que no ha-
bría posibilidades
que algún estudian-
te alcanzaría la uni-
versidad, no solo
por su decisión sino
porque traían en sus
Volumen 1, nº 1 Página 9
“Me bastará decir
que aún viviendo
muy alejado del valle
de Aynín, siempre
sentiré que mis
raíces provienen de
ella, y que mi sangre
roja se nutre de los
pocos recuerdos de
mi querido Chiquián”
El personaje chiquiano más conocido en todo
el Perú, es el justiciero Luis Pardo.
3. genes cierta predis-
posición para la in-
disciplina. En esta
aula, los días vier-
nes entre las 12 y 1
pm, nos tocaba reli-
gión, el profesor era
un padre anciano,
de hábito negro,
ajado hasta descolo-
rido, de unos 80
años, los alumnos
bloqueaban la puer-
ta con una carpeta,
como el padre no
tendría fuerza sufi-
ciente, terminaba
desistiendo de in-
gresar, con lo que la
clase no se realizaba
y la mañana termi-
naba mucho antes
de la 1 pm, y los
alumnos mas aveza-
dos lograban salir
del colegio y presu-
rosos se dirigían a
jugar billas en algu-
na de las casas veci-
nas.
Mientras estas anéc-
dotas me ocurrían
en Lima, allá en Chi-
quián, mis contem-
poráneos construían
su propia historia
basadas en las con-
tadas por sus pa-
dres, abuelos o ve-
cinos. Disponían to-
do el tiempo para
revisitarlas, palmo a
palmo y olfatear las
tierras, los prados,
los animales, hasta
sentir el mismo sa-
bor que sus antece-
sores, de ese modo
reconstruían y da-
ban continuidad a su
cultura, a nuestra
cultura. Cosa
que en Lima,
nunca sentí
cual cultura se-
guir, ni en mú-
sica, ni en fies-
tas patronales,
ni en días festi-
vos, era un ex-
traño en esta
metrópoli indi-
ferente e insensible.
En Chiquián las me-
jores crónicas o
huaynos cantados
por sus padres y los
más conspicuos can-
tores, contenían ci-
tas, estrofas o fugas
en quechua, por lo
que se vieron obli-
gados a aprender el
idioma de los Incas.
Cosa que se destaca
para mi asombro y
deleite, cuando les
oigo puntear la gui-
tarra y entonar
huaynos con sonidos
que en mi infancia
solía percibir cuan-
do cruzaba presuro-
so las puertas de Ra-
crish o Penco, mien-
tras la oscuridad de-
jaba ver solo silue-
tas de sombrero y
ponchos. Estos re-
cuerdos, que agra-
dezco, me devuel-
ven parte de mi his-
toria olvidada que la
busco, y va surgien-
do tímidamente co-
mo es el caso del
gran cantor Bellota,
a quien si lo vi cami-
nar en Chiquián por
barrio arriba, pero
nunca escuchar su
legendaria voz. Eso
no quita mi incomo-
didad de no haber
aprendido algo de
quechua.
Ahora que tengo
Página 10 El Zaguán de Oropuquio
“Estos recuerdos,
que agradezco, me
devuelven parte de
mi historia olvidada
que la busco, y va
surgiendo
tímidamente ”
Las corridas de toros, en el campo de Jircán, con palincas y toreros del
lugar es una costumbre muy arraigada en Chiquián.
4. final”. Hoy, conside-
rando la facilidad de
poner un texto en
alguna página web,
sin ningún arbitraje,
me atrevo a escribir
este blog, sin ningu-
na vergüenza, por-
que siendo libre de
poner los textos, no
requeriré de perte-
necer a alguna orga-
nización de escribi-
dores, ni someterme
al escrutinio de co-
mités de revisión
integrados por
“consagrados” es-
critores. Me bastará
decir que aún vi-
viendo muy alejado
del valle de Aynín,
siempre sentiré que
mis raíces provie-
nen de ella, y que
mi sangre roja se
nutre de los pocos
recuerdos de mi
querido Chiquián,
que uniendo cabos
intentaré construir
con cierta fantasía
mi propia historia la
cual quedó oculta
entre los árboles,
kikuyos, pacchas,
pencas, hierba san-
tas, guegue almas.
E, interrumpida por
volar a otras locali-
dades en busca de
“mejores oportuni-
dades”, sin embar-
go en ellas jamás
logré integrarme a
plenitud como lo es-
edad avanzada, y
trato de hilvanar
ideas para sentir las
mismas palpitacio-
nes, que habría sen-
tido el creador de
alguno de los huay-
nos insignias, solo
alcanzo a imaginar
el frio intenso de ju-
nio, el foco de luz
débil de la esquina,
con decenas de ma-
riposas a su alrede-
dor, y allí sobre el
empedrado, al bar-
do juvenil acompa-
ñado de sus amigos,
todos con sombrero
color paja, bufanda
y poncho abano,
empuñando guita-
rras, y cantándole a
su musa adolescen-
te.
Esfuerzos similares
o mayores, realicé
para recordar nom-
bres, imágenes,
cantos etc, pero co-
mo no venían a mi
memoria opté por
no escribir nada so-
bre mi infancia ni mi
pueblo, simplemen-
te por temor a hacer
el ridículo. Aún
cuanto creía, y creo,
que lo importante no
es que te lean, sino
que escribas cuando
quieres.
A pesar de eso, co-
mo dice una can-
ción, “todo tiene su
toy con mi querido
Chiquián, “Espejito
de Cielo”.
La Pluma del Viento
Bogotá, 9 de No-
viembre de 2008`
(publicado en el
blog el sábado 31
de enero de 2009)
Volumen 1, nº 1 Página 11
“uniendo cabos
intentaré construir
con cierta fantasía
mi propia historia la
cual quedó oculta
entre los árboles,
kikuyos, pacchas,
pencas, hierba
santas, guegue
almas”
Guitarras chiquianas con su sabor especial, distinto a la huaraci-
na.
En la fiesta patronal de San Francisco, comida libre en la plaza
de armas.