El rodaje de Viridiana, los Dominguines, la productora UNINCI, Pere Portabella, el Pasapoga, el Festival de Cannes,… y la mina andorrana, el cine Tívoli, el Bajo Aragón, La Pirenaica, Sitges, el coche correo… En definitiva, la España de posguerra en todas sus dimensiones; la rural y la urbana, la tradicional y la progresista. Un retrato de la intrahistoria nacional marcada por la represión franquista y, en definitiva, los temores de toda una época. Y ante este panorama, la luz.
Mercedes Tomas, Florencia Bianchini - eCommerce Day Chile 2024
Critica a El Artista
1. Querido amigo Antuán
Crítica a El Artista, Joaquín Carbonell (2015, Voces del Mercado)
El rodaje de Viridiana, los Dominguines, la
productora UNINCI, Pere Portabella, el Pasapoga, el
Festival de Cannes,… y la mina andorrana, el cine
Tívoli, el Bajo Aragón, La Pirenaica, Sitges, el coche
correo… En definitiva, la España de posguerra en todas
sus dimensiones; la rural y la urbana, la tradicional y la
progresista. Un retrato de la intrahistoria nacional
marcada por la represión franquista y, en definitiva, los
temores de toda una época. Y ante este panorama, la
luz.
Antonio Zaera (Antuán) representa la esperanza
ante la miseria, un soplo de aire fresco ante una
existencia trasnochada y mediocre, ahogada por el
sucio hedor del carbón andorrano. Es un alma libre e
inquieta, que hará todo lo posible por cumplir su sueño: ser artista. A partir de este
punto comienza un relato intenso y sobrecogedor, narrado de manera ágil y amena,
donde se observan además los frutos de una ardua investigación previa. Son los
pequeños detalles, las anécdotas mundanas de Antuán y su entorno cinematográfico, los
que dotan a esta obra de una atmósfera diferente, permitiendo al lector encontrarse de tú
a tú con grandes maestros como Luis Buñuel o la mismísima Ava Gardner.
Sin embargo, y al mismo tiempo que el transgresor protagonista se codea con el
Madrid más selecto y reaccionario, el Bajo Aragón adquiere una especial relevancia.
Antuán tiene muy presentes sus orígenes. Le importa el “qué dirán” de él en su Andorra
natal, y no duda en intercambiar impresiones con Don Luis sobre el aceite de oliva de su
tierra. Y es que de Teruel no es cualquiera.
Esta dicotomía de escenarios no hace sino reforzar el relato, dibujando en
definitiva una impecable visión de la España de los años 60. En ella la continua tiranía
ejercida por el Régimen convive con una cada vez más acentuada transición social y
cultural, abanderada por figuras como Jorge Semprún o el propio Luis Buñuel. Todo
ello además aderezado con ese toque surrealista tan propio del Bajo Aragón.
Ante este panorama Antonio Zaera se alza como una figura atemporal, un “loco
soñador” que lucha por conseguir su objetivo en la vida: convertirse en artista. Como él
son muchos los Antuanes que, tanto entonces como ahora, se aferran a ese estado de
rebeldía para luchar por sus ideales. Un camino sinuoso e impredecible, que sin duda
dibuja un futuro incierto, y que por ello sólo los valientes se atreven a transitar.
A todos ellos van dedicadas estas líneas.
Ana Asión Suñer