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Anansi
La araña
de San Andrés
JAIME GÓMEZ
Estas percepciones aparecieron con nitidez en
noviembre de 1992, cuando terminaba la segunda
expedición etnográfica que la Universidad Nacional de
Colombia auspició en el alto Baudó. […] Uno de los
estudiantes del laboratorio de investigación social vio
una enorme telaraña y, asustado, tomó su sombrero para
golpear a su dueña. Nuestro anfitrión lo reprendió
diciendo que si mataba a Ananse, a él y a los de su
familia les sobrevendrían muchos años de desgracias…
Sorprendida, la historiadora africanista Adriana Maya
me dijo: “¿Has oído? Ananse, Miss Nancy, la araña de
San Andrés, la araña de los fanti también está aquí. ¿Te
das cuenta de las implicaciones de este hallazgo?”
Jaime Arocha, Ombligados de Ananse*
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*Ombligados de Ananse. Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional.
Colección CES (Centro de Estudios Sociales), Bogotá, enero de 1999, pág.18.
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Pocos meses después de haber sucedido este inci-
dente, cuando terminaba mi primera expedición
personal en la Vieja Providencia, conocí a “la araña de
San Andrés”. Ello fue posible gracias a una serie de
casualidades que finalmente me condujeron a Mark
Taylor, el primer isleño que me enredó en la tela-
raña de este trickster caribeño. Pero, ¿quién
es Anansi? ¿Qué es un trickster? ¿Y qué
tiene que ver con el Caribe?
El trickster –engañador, embau-
cador– es un personaje fascinante,
que ocupa un lugar central en di-
versas tradiciones folklóricas alre-
dedor del mundo (africanas, indíge-
nas, europeas). A pesar de su ca-
rácter cosmopolita, no es el tipo
de sujeto con el que soñamos
para una hija: su hoja de vida lo
presenta como ladrón, descon-
siderado, avaro, glotón insacia-
ble y voraz, asaltante sexual, ase-
sino, agente del caos y provocador
del desorden, muchas veces sin un
objetivo distinto que el de disfrutar
con el torbellino que ha levantado.
Este personaje altera el orden, rom-
pe los lazos de amistad, de familia y
todas las maneras con las que la gente
busca vivir en armonía.
El folclorista norteamericano Roger D.
Abrahams asegura que la característica más
sobresaliente del trickster es precisamente
su amoralidad, eso sí, en un contexto mo-
ral. Sus acciones son motivo de risa, pero
nunca un modelo de comportamiento a
seguir. En términos de conducta social, sus
actos son en extremo agresivos, destructi-
vos y vedados. Por lo tanto, debemos tolerar-
los como un aspecto de nuestro mundo ideal
o soñado: aquel que permite pasar por alto los ta-
búes y otras restricciones sin alterar de hecho el or-
den del grupo. De acuerdo con este razonamiento, el
trickster funciona principalmente como una válvula de
escape para todos los deseos antisociales reprimidos,
y representa el aspecto anarquista que existe incluso
en las criaturas más sociables. Este principio de ener-
gía pura y desbocada, encausado a una forma huma-
na y movido por necesidades humanas primarias, es
según Abrahams, lo que nos atrae de esta sin-
gular figura.
Para la mentalidad occidental, el trickster
es asimismo el más paradójico de
los personajes del repertorio
folklórico. Esta percepción re-
sulta de un hecho que siempre
debemos tener presente para
comprenderlo adecuadamente, y es que en
las distintas tradiciones en las que se lo
encuentra, esta figura responde a diferen-
tes enfoques y convenciones artísticas. Este
principio fue utilizado por el crítico, teóri-
co e historiador literario afronorteamerica-
no Henry Louis Gates, Jr., para formular
una teoría acerca de cómo debe ser leída
y estudiada la historia literaria de la litera-
tura afronorteamericana.
Gates sostiene que “cada tradición
literaria contiene dentro de sí misma,
al menos implícitamente, un argumen-
to que dice cómo debe ser leída” (Ga-
tes, 1988: XIX-XX). Para demostrarlo realizó
una investigación dedicada a encontrar el
factor distintivo y diferenciador de la lite-
ratura afronorteamericana, que según él
está en la relación existente entre la tradi-
ción vernacular y literaria de la gente ne-
gra. A esta conclusión llegó después de
analizar los mitos del Mono Significador y
del trickster supremo, el más importante de
la tradición oral africana: el dios llamado
Legba por los fon, y Esu-Elegbara por los
yoruba. Conocido en América como Eshu,
Exú, Elegbara, Elegba, Legba o Eléggua, el dios
trickster es quizá la divinidad del panteón yoruba
más difundida y con mayor influencia en las comuni-
dades afroamericanas, presente en lugares como Méxi-
co, Cuba, Haití, República Dominicana, Brasil y Suri-
nam. En el sur de los Estados Unidos se lo conoce como
Por eso goza de una primavera y otoño perpetuos esta bendita isla.
Cúbrense de hojas en ella los árboles todo el año y se llenan de
verdor los prados; todo allí admirablemente prospera.
PEDRO MARTÍN DE ANGLERÍA
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Hace unos 15 o 20 años, o aun menos, en la isla de Providencia
–y quizás unos 30 o 40 en San Andrés–, cualquier tarde podíamos escuchar
de los labios de los abuelos historietas como la arriba transcrita.
“Nancy Story” o “Anancy Story”, como lo preferían otros.
Papa La-Bas, aunque es el Mono quien asume sus fun-
ciones, su lugar e importancia en la tradición oral afro-
norteamericana.
Pese a ignorar dónde y cómo ocurrió esa transfor-
mación, Gates la considera una prueba para sustentar
su afirmación de que todos los estudiosos de Esu han
encontrado al menos uno o dos de sus rasgos en los
distintos tricksters africanos y afroamericanos. Entre
ellos está la araña Anansi, que también proviene de la
costa occidental de África. Anansi es el término akan
–lengua de los ashanti-fanti africanos– para araña.
Anansi, Annancy, Kwaku Ananse o Nansi, son algunos
de los distintos nombres con que se la identifica en su
lugar de origen. Ya en América, Anansi se convirtió en
el trickster predominante en la región Caribe de base
anglofónica, que abarca las costas sobre dicho mar
de países como Costa Rica, Belice, Nicaragua, Pana-
má y Surinam, y las islas de Jamaica, Saint Vincent,
Trinidad y Tobago, y San Andrés y Providencia, entre
otras.
El registro más antiguo de su presencia en esta
región data de 1834. En esa fecha fueron publicadas
las memorias que el novelista Matthew Onegery Lewis
escribió durante su permanencia en Jamaica entre 1815
y 1816 (Abrahams, 1985). En todos estos lugares Anansi
recibe distintos nombres, como Buh Nansi, Compé
Nansi y Aunt Nancy; en el archipiélago colombiano ha
sido llamada Breda (brother, hermano) Nansi, Miss
Nansi (Friedemann, 1967) y Gama Nancy (Washa-
baugh). A través de esta lista, nos damos cuenta de
que Anansi puede ser tanto hombre como mujer, aun-
que predominan los cuentos en que su género es
masculino.
Igual que ocurre con otros tricksters, bajo su nom-
bre se agrupan los diversos tipos de cuentos incluidos
en las sesiones de cuentería. Es por ello que los ha-
bitantes del Caribe se refieren a los cuentos de su tra-
dición como Nansi stories, sin importar que no todos
le “pertenezcan” a la araña. Prueba de ello es la si-
guiente descripción de una de esas sesiones, que nos
brinda el escritor providenciano Lenito Robinson:
Hace unos 15 o 20 años, o aun
menos, en la isla de Providencia –y
quizás unos 30 o 40 en San Andrés–,
cualquier tarde podíamos escuchar
de los labios de los abuelos historie-
tas como la arriba transcrita. “Nancy
Story” o “Anancy Story”, como lo
preferían otros. A esa hora feliz
cuando las primeras nubes vesperti-
nas ocultaban las últimas penumbras
de sol, en ese instante memorable
cuando sólo el olor de muchas
flores silvestres se mezclaba con la
fragancia lejana de las algas que
flotaba en la brisa tibia, los niños de
todas las casas salían corriendo
hacia los patios, debajo el árbol de
mango donde el anciano, siempre
lleno de historias cada vez más
fantásticas, aguardaba las alegres
risotadas. Y había en cada sesión
una nueva historia o un nuevo relato
de aventuras vividas por él o por sus
amigos. Podía contar en secuencia,
con detalles mínimos, decenas y
decenas de historietas de “Anancy”
para luego, sin ninguna transición,
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pasar a contar, por ejemplo, historias
de hombres que conocían el mar
helado y la nieve, las tempestades y
las trombas, y el repertorio era
infinito. Ese personaje central –la
imagen indeleble del abuelo–, ese
escenario sui generis, esos niños
que heredaban la lengua, los
mimos, los gestos del abuelo, y los
cuales habían de tomar el báculo
del patriarca varias décadas des-
pués, todo en un solo cuadro –texto
y contexto–, era una de las marcas
de identificación de la cultura isleña
de sustrato inglés, y al mismo tiempo
el distintivo frente a la cultura del
resto de Colombia de herencia
colonial española (Robinson Bent,
1989: 49-50).
Quien desee conocer Providencia no debe, sin
embargo, hacerse ilusiones respecto de la posibilidad
de presenciar esta idílica escena. La tradición oral is-
leña, tal y como aparece esbozada en el anterior frag-
mento, estaba asociada de manera indisoluble a la
agricultura y a un tipo de economía que desaparecie-
ron casi por completo a partir de 1953, año en que San
Andrés fue declarado Puerto Libre. Esta medida signi-
ficó el comienzo del fin de la economía campesina
predominante en el archipiélago, así como de los vín-
culos comerciales y culturales que unían a las dos is-
las con las demás comunidades afroamericanas de la
región Caribe, como nos lo señala de nuevo Lenito
Robinson:
Sumado a los aspectos arriba plan-
teados, los cuales han ido en contra-
vía de nuestro acervo cultural,
durante la última década y media –o
incluso algo más– hemos experimen-
tado un virtual aislamiento de los
pueblos centroamericanos y caribe-
ños con los que manteníamos no
solamente una relación cordial por
parentescos familiares, sino también
por afinidad lingüística y cultural, e
igualmente por haber compartido
todos un trozo común de historia en
un pasado no muy remoto. […] Como
ilustración, recordamos que hace
alrededor de dos décadas, para
viajar a Puerto Limón (Costa Rica)
bastaba con obtener el cupo en un
barco; hoy día, para hacer lo mismo,
es un via crucis de documentos
legales y diplomáticos (Robinson
Bent, 1989: 51).
De todo lo que Vespucci ve, lo que más le tienta es la mujer. La
Venus del Caribe, un poco más desnuda que la que pintaba
Botticelli, rojiza la piel, de cuerpo elegante, gracioso, bien pro-
porcionado.
GERMÁN ARCINIEGAS, Biografía Caribe
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¿Qué implicaciones tuvo el hallazgo de Anansi en el Pacífico colombiano al que
hace referencia el epígrafe? Para el reconocido antropólogo colombiano
Jaime Arocha significó, por lo menos, la posibilidad de ahondar
aun más en el estudio de los vínculos que conectan a África y América.
Es a esta región que pertenece Anansi,
es para estas comunidades que el
trickster ha representado un ve-
hículoparatransmitiryrecrear
su visión del mundo. En el
casodelarchipiélagocolom-
biano,sucontinuidadestáen
peligrodeacabarse,engran
medidadebidoalasrazones
arriba expuestas; pero gra-
cias a la preocupación de
personas como el propio
Lenito Robinson y Lolia Po-
mare(PremioNacionaldeLi-
teratura Oral Negra y Raizal,
1993) podemos confiar en
que este maravilloso perso-
naje mantendrá la filiación
delaculturaisleñaconlacul-
tura caribeña que lo adoptó
comosuembaucadordeca-
becera.
¿Qué implicaciones
tuvo el hallazgo de Anansi
en el Pacífico colombiano
al que hace referencia el epígrafe? Para el reconoci-
do antropólogo colombiano Jaime Arocha significó, por
lo menos, la posibilidad de ahondar aun más en el es-
tudio de los vínculos que conectan a África y Améri-
ca. Para el autor de este artículo, el hallazgo de Anansi
en el Caribe colombiano tuvo profundas
implicaciones personales, entre
ellas el haber podido realizar su
monografía de grado en tor-
no a la figura del trickster
y la tradición oral de San
Andrés y Providencia. Ello
fue posible, además, gra-
cias al marco teórico sumi-
nistrado por trabajos como
el de Henry Louis Gates,
Jr., que le dan una nueva
dimensión y profundidad a
este complejo e increíble-
mente rico personaje.
Muchas personas, in-
cluido el profesor Arocha,
me animaron y dieron su
apoyo para que pudiera
llevar a cabo ese proyecto
monográfico. Es por ello
que me resulta tan gratifi-
cante y honroso el haber-
me descubierto como una
de las referencias biblio-
gráficas de su Ombligados de Ananse. Espero que
ese reconocimiento sea una manera de devolverle al
Caribe, y a los habitantes de San Andrés y Providen-
cia en particular, al menos parte de lo que he aprendi-
do gracias a Anansi, sus cuentos y cuenteros.
JAIME GÓMEZ,
literato. Profesor de inglés, matemáticas y ciencias,
Colegio Los Nogales.
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s.f. The Folkways of Old Providence. [Disponible en: Casa de la Cultura del
Centro, San Andrés].
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