LECTURA ORANTE:Tercera Semana de Pascua, Fr Julio César González Carretti
1. TERCERA SEMANA DE PASCUA
(Ciclo B)
DOMINGO
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 3,13-15.17-19: Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo
resucitó.
La primera lectura, es lógica consecuencia del milagro realizado por
Pedro y Juan en la vida de un tullido que en el Nombre de Jesús, es
sanado, lo que da pie al apóstol para exponer el kerigma cristiano. El
prodigio realizado por Pedro, causó la admiración de todos, confirmó
la santidad de estos instrumentos por Dios, pero será Pedro quien
descubra la clave de interpretación: hay un nuevo poder entre ellos
que salva al hombre de su situación de postración. Esta nueva
realidad no rompe con la tradición de los padres, la fe de Israel. El
mismo Dios de Abraham, de Isaac, y Jacob, obra ahora por medio de
Jesús, cumple las promesas del AT. Pedro explica que es el Nombre
de Jesús, el nuevo poder salvífico. La curación del paralítico, es el
paso de la muerte a la vida. Es el Nombre de Jesús, su poder salvífico,
es el que mejoró al tullido; es el contacto por medio de los apóstoles,
que tuvo el enfermo con el Resucitado. Dios lo ha glorificado
legítimamente: su pasión era necesaria en la economía del plan de
Dios, anunciado por los profetas. De ahí, que ahora a Israel, no le
cabe otra actitud, que la conversión, para que regresando Israel a
Dios, se cumplan las promesas que hizo en el pasado a su pueblo. ÉL
prometió un profeta semejante a Moisés, desconocer su voluntad
sería nefasto (cfr. Dt. 18,15). Las promesas hechas por Yahvé, se han
cumplido en Jesús, y es a Israel como pueblo de Dios le es ofrecida en
2. primer lugar la salvación, la gracia de la conversión y del
arrepentimiento de los pecados. Israel es convocado a volver a Dios,
ahí en el corazón del pueblo escogido, en el templo de Jerusalén. A
Jesús lo define como Autor de la vida (v.15), Jesús nos introduce en la
vida. Y esto de introducir en la vida lo puede hacer porque ha vencido
a la muerte, con su Resurrección, posee la vida en plenitud. Se
destaca la culpa de Israel, mitigada por la ignorancia de los partícipes
en la muerte de Cristo. Si se habla de culpa, se habla de la penitencia
y conversión, motivo de la predicación desde Moisés hasta los
profetas hasta el presente, de modo tal que el judío que no considere
a Cristo, en el juicio final, no será juzgado como tal (cfr. Hch. 3, 22-26).
Ellos son los primeros destinatarios de las promesas hechas a
Abraham, ahora cumplidas en Cristo
b.- 1Jn. 2,1-5: ÉL es víctima de propiciación por nuestros
pecados.
Este texto es una invitación a caminar en la luz de Dios y el apóstol
presenta las condiciones o pasos para conseguirlo; romper con el
pecado; guardar los mandamientos; guardarse del mundo y
finalmente, guardarse de los anticristos (cfr. 1 Jn.1,5-10- 2,1-28). Esta
lectura nos introduce en la primera parte. El autor sagrado nos
presenta las implicancias morales que la presencia de Dios implica en
la vida del cristiano: luz y tinieblas, bueno y malo, verdad y mentira,
todas realidades incompatibles en el mismo sujeto. La unión con Dios,
esencia de la vida cristiana, exige ser consciente de lo que ello
implica, quien se mueve en las tinieblas, es un mentiroso respecto a
Dios. Juan pone su mirada en los gnósticos, que hablaban mucho del
conocimiento de Dios y de la unión, pero sin implicancias morales para
sus vidas que esta unión conlleva en sí. ¿Cómo hablar con Dios sin
romper con el pecado? Esta postura gnóstica, es también condenable
en el cristiano. Eso significa andar en tinieblas. En cambio, obrar con
la verdad es vivir según la voluntad de Dios manifestada en Cristo (cfr.
Jn.3, 21). Solo el pecado rompe esta comunión. ¿Cómo hacer para
seguir en la luz y el pecado no rompa esta comunión? La seguridad la
tenemos, además de la amarga experiencia del pecado, en la sangre
3. de Cristo (cfr. 1Jn. 2,2; 4,10). Se trata de la expiación por sangre,
aplicado también a la muerte de Cristo (cfr. Is. 53; Jn.1,29; Ap.7,14). El
hombre tiene más bien la experiencia de la impotencia frente al
pecado, la liberación del pecado les es regalada, ofrecida por el Padre
en su Hijo. Vivir en comunión con Dios, en la luz, no nos hace
invulnerables al pecado, el cristiano peca y tiene conciencia de ello. Es
necesario confesar los propios pecados, es la actitud que Dios exige
para derramar su gracia sobre el cristiano. Así se demuestra que Dios
es fiel y justo a su alianza que hace a la sangre derramada por su Hijo
a favor del pecador. La comunidad eclesial está hecha de pecadores,
que cree que sus pecados no son un obstáculo permanente para
acercarse a Dios. Todos los hombres son pecadores, y Dios reparó en
Cristo (cfr. Rom.3, 20, Gál. 3,22.24). La realidad del pecado, es sólo
superable por la acción de Dios en Cristo, por ello desde esa acción,
nace la lucha contra el pecado, Jesucristo sigue siendo el único
intercesor y defensor ante el Padre. Cristo sigue siendo el único medio
de expiación por los pecados cometidos.
c.- Lc. 24,35-48: Aparición a los apóstoles y últimas instrucciones.
El evangelio nos presenta la segunda aparición del Resucitado a sus
discípulos, la primera es a los discípulos de Emaús (vv.13-35), y que
inaugura con un saludo de paz (v.37). Esta presencia repentina del
Resucitado, causa algo de miedo, porque este nuevo modo de ser de
Jesús resucitado, está más allá de la compresión humana (v.37). Este
pasaje de Lucas, se podría denominar el de las pruebas de la
resurrección. Creen que es un espíritu, las apariciones del Resucitado
no son producto de la imaginación, fantasía o visiones internas.
Pareciera que estas apariciones fueran en contra de todas la historia
de la salvación del antiguo Israel o revelación bíblica. El evangelista,
recurre a la Tradición de la Iglesia: “Así está escrito: el Mesías
padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día y que se
predicaría en su nombre la conversión para perdón de los pecados a
todas las naciones, empezando desde Jerusalén” (v.46-47). El
resucitado, les abre el entendimiento para que comprendieran las
Escrituras (v.45). Se necesitaba esta gracia de comprender en
4. profundidad las Escrituras, comprender que toda la historia de Israel
culmina en el acontecimiento de la Pascua de Jesús, el Mesías, el
Cristo, el Ungido; alcanza con ÉL resucitado su sentido más profundo,
más humano, divino. Como Lucas escribe para griegos, que dudaban
de la resurrección, insiste en la realidad física del cuerpo de Jesús, les
presenta las marcas de los clavos de la crucifixión (cfr. Jn. 20, 25. 27).
Su cuerpo glorioso tiene carne y huesos, es más, para probarles, que
está vivo, les pide algo de comer, le trajeron algo de pescado asado y
comió (v. 42). Al miedo, le siguió la alegría (v.41). La primitiva
predicación apostólica, habló de las comidas que tuvo el Resucitado,
con sus discípulos (cfr. Hch. 10,40ss); como cuerpo resucitado, no
tiene necesidad de alimento, pero asume también, las condiciones de
quien está vivo y sujeto, a estas necesidades humanas (cfr. Lc. 24,26;
1 Cor.15, 35-49). La pascua de Jesús, posee otro elemento
fundamental: la misión de los apóstoles, de la naciente Iglesia,
predicar la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos
(v.47). Ahí donde se predica el evangelio y los hombres reciben el
perdón de los pecados y los corazones se convierten al Señor Jesús,
es donde mejor se comprueba el triunfo de Jesús sobre la muerte.
Lucas, confirma el triunfo personal de Jesús sobre la muerte, no sólo
con las apariciones del resucitado que recibió de la Tradición de la
Iglesia, sino que añade el dato de la corporalidad pascual del cuerpo
de Cristo y su encuentro con los discípulos, por ello deja que lo
palpen y come con ellos (vv.39- 44). Es en la resurrección de Jesús,
donde se funda la historia nueva de la humanidad de los redimidos y
salvados. La fe en el corazón, que encendió la predicación y el perdón
de los pecados, nos capacita para reconocerlo, está a la derecha del
Padre, pero viene a nosotros, a confirmar su Resurrección, con su
Palabra y Eucaristía; su nuevo modo de vida con el Padre, al cual
nos invita vivir desde ahora por ser bautizados, fruto de su entrega en
el Calvario y de su Resurrección.
LUNES
5. Lecturas
a.- Hch. 6, 8-15: Prisión del diácono Esteban.
El autor de los Hechos, fija su atención en Esteban, uno de los siete
diáconos. Es acusado de predicar contra Moisés y Yahvé, contra el
lugar santo y la Ley, que Jesús destruiría el templo (cfr. Mc. 14, 58;
Jn. 2, 19ss); cambiaría las costumbres que les había transmitido
Moisés (vv.11.13-14). La acusación, viene de los miembros de la
sinagoga de los Libertos ante el Sanedrín; Esteban, en cierto modo,
revive la pasión de Cristo en su vida, con incluso, el mismo
procedimiento que usaron los judíos contra Jesús: falsos testimonios,
calumnias, el pueblo que se levanta contra él. Terminada la
acusación, la mirada airada de los miembros del Sanedrín, esperaban
una respuesta, de aquel que ponía en duda, lo que ellos consideraban
más sagrado. Esteban se había convertido, como Jesús, en un peligro
de la identidad judía. Los miembros del Sanedrín contemplaron la
gloria de Dios reflejada en el rostro de Esteban, favor concedido a los
testigos escogidos, para anunciar la obra de Dios, la resurrección de
su Hijo Jesús (cfr. Mt. 17, 2; Ex. 34, 29ss).
b.- Jn. 6, 22-29: La obra que Dios quiere: creer en su enviado.
El evangelista Juan, nos quiere comunicar cómo luego de la
multiplicación de los panes, la gente busca a Jesús irresistiblemente,
pero no porque crean en ÉL, sino por hambre; en todo caso, no es el
seguimiento que exige Jesús de ellos (v. 24-26). El signo, apuntaba
hacia una realidad más profunda, que la muchedumbre no
comprendió. La muchedumbre no comprendió el signo mesiánico
realizado por el Profeta ni su significado espiritual. Dieron más
importancia al pan, que a Aquel que se los dio. Jesús proclama la
diferencia entre el pan perecedero y el pan imperecedero, la
Eucaristía, que ÉL les dará (v. 27). El que coma de ese alimento
tendrá un juicio favorable en el último día y la vida eterna, que dará el
Hijo del Hombre, enviado sellado por Dios, es decir, legitimado por
Dios (cfr. Dn. 7). Es el alimento que produce vida eterna y que ÉL les
ofrece, anunciado por el maná del Éxodo, pan bajado del cielo, que es
6. Cristo, don del Padre, Eucaristía para la humanidad. La promesa de
un alimento que da vida corresponde a la fe de Israel en que la Ley
daba vida a quien vivía según ella (cfr. Eclo.17,11; 45,5). La gente
pregunta: ¿Qué obra de Dios, han de realizar? Sólo una cosa: Creer
en Aquel que el Padre ha enviado (v. 29). Si el Hijo ha venido con el
sello divino, la obra salvífica de Dios, exige al hombre creer, la fe.
Aceptar la obra realizada por Dios en Cristo Jesús, eso es lo que hay
que reconocer. Se llega a Jesús, por la fuerza de atracción que realiza
el Padre en el interior de cada hombre, y la adhesión que provoca en
quien contemple a Cristo, obra de su amoroso poder. Quien se une a
Cristo Jesús, no conocerá la muerte, sino la vida eterna.
MARTES
Lecturas bíblicas
a.- Hch. 7, 51-59; 8,1: Martirio de San Esteban.
El encendido discurso de Esteban, destaca las infidelidades del pueblo
de Israel para con Dios, rechazo de su palabra. Persiguieron a los
profetas hasta morir mártires, y ahora, cargan con la culpa de la
muerte de Jesucristo, el Justo (cfr. Jn. 3, 14: Sap. 2,10ss), es decir, al
Mesías, el Siervo sufriente (cfr. Jn. 3, 14; Sab. 2,10ss). La Ley había
sido dada por Yahvé a Moisés, pero Israel, la rechazó con su
infidelidad, por lo mismo rechazó al Mesías, a quien conducía esta
expresión de la voluntad divina. Por lo que venía a decir que la Ley y
el templo, habían sido superados. Las palabras de Esteban, en contra
del Sanedrín era una crítica muy dura para sus oídos, para sus
conciencias, rechinaban sus dientes de ira (v. 54). El colmo fue,
cuando dice ver al Hijo del Hombre, sentado a la derecha de Dios (v.
56), palabras insoportables a sus oídos. Era como si Esteban afirmara,
que había tenido una epifanía, Dios aprobaba sus palabras, que los
cristianos, sus hermanos, estaban en vías de salvación, mientras ellos
permanecían resistiendo a la voluntad de Dios. El Sanedrín, escucha
las palabras de Esteban como una blasfemia, el acusado, se convierte
7. en un acusador de los mismos, que habían condenado de Jesús. Lo
sacan fuera de la ciudad, y Esteban muere lapidado, como testigo de
Jesús. Saulo, cuida los vestidos de aquellos que lanzan las piedras o
sea ejecutan la sentencia. Esteban ora con la sabiduría de los salmos
y la dirige a Jesús, como centro gravitacional del creyente en el
momento de la muerte, con la certeza de saber, que Jesús ha sido
exaltado a la diestra del Padre. Si la semejanza, no fuera poca con la
Pasión de Jesucristo, el diácono Esteban, entrega su espíritu
perdonando a sus enemigos (v. 60). Se cumplen las palabras de Jesús
pronunciadas durante su Pasión, que desde ese momento estará
sentado a la derecha del poder de Dios. (cfr. Lc. 22,69).
b.- Jn. 6, 30-35: Mi Padre os da el verdadero pan del cielo.
Juan, nos presenta en el evangelio, la reacción de la gente: la obra
que Dios quiere es que crean en su Enviado, esto quiere decir, aceptar
su Persona, su Palabra, fe. ¿Qué estaría justificando estas exigencias
de Jesús? Si se presenta como un profeta al estilo de Moisés, debe
realizar signos parecidos a los que él realizó. Pide garantías para creer
en ÉL (v.30). Le señalan el maná que sus padres comieron, obra de
Moisés, como un signo venido del cielo, por ello debe realizar un signo
mayor que lo hecho por Moisés. Como si todo lo hecho hasta el
momento no fuera testimoniada en signos. El maná que bajaba del
cielo no era el pan del cielo, ni lo había dado Moisés, imperfecta
imagen del verdadero pan que dará el Padre en Jesús, expresión de
su infinito amor (v.32). Todo eso ya está cumplido: ÉL es el pan de
Dios bajado del cielo. Pero atentos, que no fue Moisés, quien les dio el
pan del cielo, sino su Padre, que está en los cielos. Moisés, les dio un
pan perecedero, pan sobrenatural, si se quiere, pero que saciaba sólo
el hambre natural. Jesús ofrece algo más, satisfacer todas las
apetencias y exigencias existenciales del hombre. Jesús, ofrece pan
de vida eterna, que quita toda hambre. Venir a ÉL para saciarse, está
muy ligado al tema de la fe, venir a ÉL es signo de creer en ÉL; fuente
de vida (cfr. Jn.1, 11. 14; 3,16; 5, 26). La gente comprendió que ese
pan era el verdadero, el que necesitaban, de ahí la exclamación:
“Señor, danos siempre de ese pan.» Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de
8. la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no
tendrá nunca sed.” (vv. 34-35). Este es el pan de Dios, venido del cielo
para sostener al nuevo pueblo de Dios. Don del Padre para que cada
uno de sus hijos, peregrinos en el desierto de la esta vida. Acercarse
en la liturgia eucarística a recibir este Pan de vida eterna, es para
crecer, en comunión con Dios Padre, y con el prójimo que tenemos ahí
a nuestro lado, compartiendo el mismo banquete preparado por el
Señor Resucitado.
MIERCOLES
Lecturas bíblicas
a.- Hch. 8,1-8: Persecución contra la Iglesia y predicación de
Felipe
A la muerte de Esteban, siguió una persecución contra la Iglesia, sólo
los apóstoles permanecieron en Jerusalén, mientras que todos los
demás, huyeron dispersándose por las regiones de Judea y Samaría
(v. 1). Esta persecución debió afectar mayormente a los dirigentes de
la sinagoga de los Libertos, los helenistas, grupo más radical, que el
de los hebreos de la Diáspora, que querían una ruptura con el
judaísmo del templo. El martirio de Esteban, abrió las puertas a los
paganos, y es Felipe, uno de los siete diáconos que comienza su
trabajo misional entre los paganos. Tiene los mismos atributos que los
apóstoles: predica y hace milagros en Samaría. Este pueblo, que era
considerado apóstata y lejos de la salvación, acoge la predicación de
Felipe, realiza exorcismos, sana a los enfermos. El texto, señala la
alegría que llevó Felipe con su predicación y milagros a aquellas
gentes; alegría y gozo, frutos de la acción del Espíritu Santo. Samaría,
como otras ciudades, se agrega a la lista de pueblos convertidos al
evangelio, que en Roma encontrará su cénit, en la mentalidad de
Lucas.
b.- Jn. 6, 35-40: El que cree tiene vida eterna.
9. Juan, continúa presentando el discurso de Jesús sobre el Pan de vida,
que se refiere a la revelación de su Persona y la revelación que el
Padre le mandó comunicarnos. Hay cuatro ideas, o temas
fundamentales, que hay que considerar: Jesús es Pan de vida, todo
los que le ha entregado el Padre vendrán a ÉL; como Enviado, viene a
hacer la voluntad de su Padre, y ésta es, que todos los que le ha
entregado, alcancen la resurrección en el día final: quien crea en el
Hijo, tiene vida eterna. La iniciativa es del Padre, viene al hombre en
Jesús de Nazaret, su respuesta es la fe en su Hijo. Es el Padre quien
le entrega todo al Hijo, los hombres y mujeres a salvar, recibirán la
vida eterna, porque han creído en Jesús, resucitarán en el último día.
La fe, es don y compromiso, tarea del hombre que debe decidir:
acepta o no acepta a Jesucristo, cree o no cree en ÉL. “Yo soy el pan
de vida” (v.35). Jesús, se presenta como el alimento para la vida de
los hombres. Es el la revelación del Padre, pan de vida, que comemos
en la Eucaristía, eternidad aquí y ahora, vida eterna y resurrección,
vivida en el hoy de nuestro caminar.
JUEVES
Lecturas bíblicas
a.- Hch. 8,26-40: Felipe y el etíope.
Los Hechos nos presentan, cómo el evangelio se iba expandiendo
más y más, conquistando terrenos vedados, hasta hacía poco tiempo.
El etíope era un pagano, además por ser eunuco, excluido de la
asamblea litúrgica judía por su condición (cfr. Dt. 23, 1). Quizás era
simpatizante de la religión judía, de sus principios religiosos, pero no
partícipe de la comunidad judía por su condición, sería el primer
pagano admitido en el seno de la Iglesia. Felipe, uno de los siete
diáconos, es presentado como evangelista (cfr. Hch. 21,8), predica y
obra prodigios. Evangeliza Samaría, muy cercanos a los judíos, por
lengua y religión, aunque eran considerados por éstos, como
cismáticos, y fuera de la salvación judía. La obra es del Señor, que
10. manda a Felipe a ir hacia el etíope y ponerse en camino. Se ve que el
etíope hacía la lectura griega de la Biblia, en concreto, un pasaje de
Isaías (cfr. Is. 53, 7-8); lo hace en alta voz. Texto difícil, que buscaba
comprender quien era la persona dispuesta a realizar a favor del
pueblo, todo lo que decía la profecía. La Iglesia, aplicó el pasaje a
Jesucristo, el Señor. Para Felipe, en cambio, es el punto de partida de
su trabajo apostólico. Luego de su catequesis y de anunciarle la
Buena Nueva de Jesús, en el etíope germina la pregunta: “¿Qué
impide que yo sea bautizado?” (v. 36). Hecha la profesión de fe, es
decir, creer en Jesucristo, fue bautizado. Felipe, continuó predicando
el Evangelio con la fuerza del Espíritu Santo.
b.- Jn. 6, 44-51: Yo soy el pan vivo.
El evangelista Juan, nos presenta la reacción de los judíos ante la
frase de Jesús: “Yo soy el pan que ha bajado del cielo” (Jn. 6,41).
Todos conocen el origen de Jesús. La murmuración del pueblo,
recuerda la de los israelitas en el desierto contra Yahvé y su servidor
Moisés. Mantiene en el trasfondo el evangelista, el tema del maná, el
milagro de la multiplicación de los panes, y el nuevo tema del pan de
vida. La respuesta al origen de Jesús, la encontramos cuando nos
enseña que es el Enviado y Revelador del Padre, está en Dios, y
desde Dios, baja para alimentar al hombre (vv. 44-46). El mejor
camino para conocer a Jesús y su origen es la fe, atraído por el Padre,
a dar una respuesta manifestada en la Palabra. Es en la Escritura,
donde encontramos el comienzo del camino, para ser guiados por el
Padre hacia su Hijo. Así han hecho, los que escudriñan las Escrituras
rectamente, escuchan al Padre, son adoctrinados por ÉL. Hay que
sentir la atracción de Dios hacia Jesús en la propia existencia, para
que cese la murmuración. Dios obra y enseña por medio de su Hijo, y
en lo interior, en el tiempo anunciado por el profeta (cfr. Is. 54,13).
Comer el pan de Dios preparado para el hombre, es la etapa final de la
historia de la salvación por la venida de Jesús, y creer en ÉL, es entrar
en esta dinámica de vida nueva, que prepara el juicio. Sólo en este
pan de vida, Jesús, se realiza el proyecto de salvación que Dios tiene
para el hombre: sólo ÉL vence la muerte, lo que no hizo el maná; sólo
11. ÉL, es el pan vivo que baja del cielo, no el maná, sólo Él, comunica
vida eterna. Se acentúa el hecho de comer, asimilar la plenitud de
vida de Jesús, para aquellos se acerca a escucharle. Hoy más que
nunca, los cristianos, necesitamos escuchar a Dios, para aprender,
reconocer a su Hijo en su evangelio y en la Eucaristía como alimento,
que nutre el hambre de vida, de Dios, de dignidad humana robada, de
verdad y de justicia, de paz y amor, que existe como vacío en nuestra
sociedad. Muchos creyentes absorbidos por sus ocupaciones, al
reflexionar un poco, ven que sus fundamentos de fe han sido, sino del
todo, corroídos por el materialismo. Unos reaccionan positivamente, y
vuelven a la fe, otros la abandonan, sin embargo, Dios quiere
enseñarnos, el camino hacia su Hijo, desde la Escritura.
VIERNES
Lecturas bíblicas
a.- Hch. 9, 1-20: Conversión de San Pablo.
La primera lectura, nos presenta la conversión de Saulo. Tres veces
narra Pablo este encuentro con Cristo Resucitado, lo que habla de su
importancia, pero hay que destacar además, que él no sólo lo narra,
sino que lo afirma: ha visto el Señor (cfr. Hch. 9, 1; 15,8; Gál. 1,15).
Para Pablo, su conversión y vocación, fue algo inmediato, en cambio,
sabemos que hubo personas que mediaron en este proceso de
hacerse cristiano (cfr. Gál. 1, 1. 11-12; 9,10). El diálogo que
encontramos al comienzo, presenta a Jesucristo con la iniciativa, como
siempre, llamando al hombre, éste responde, pero es Cristo quien
tiene la última palabra. Comunica su voluntad y la misión que le
encomienda, Pablo la recibe y la acepta en su vida (cfr. Hch. 9, 4-6;
22,7-10; 26,14-16). La misión que le encomienda al Señor, recreado
por Lucas, tiene elementos que describen la vocación y la misión de
los grandes profetas de Israel (cfr. Ez.1-2; Jer.1; Is.6), y Jesús se
dirige a Pablo, como si Yahvé llamara a uno de los antiguos profetas, y
tenemos la llamada vocacional. La visión de Pablo y Ananías, hablan
12. que es Dios quien dirige esta historia de salvación, para este
instrumento elegido del Resucitado (cfr. Hch. 9, 10-16). La aparición
de Cristo a Pablo, transformó toda su existencia, lo encaminó hacia
una misión, que le fue encomendada por Dios: la conversión de los
gentiles.
b.- Jn. 6, 51-59: Mi carne es verdadera comida.
El evangelista Juan, nos presenta un avance respecto a lo que nos
viene diciendo sobre el pan de vida. Un primer paso, será creer en
Jesús para tener vida eterna, ahora se agrega el hecho, que debemos
comer su carne (v. 51), para tener el mismo efecto. El protagonismo
que hasta ahora tiene como dador del pan de vida, pasa al Hijo, que
da a comer su Carne y su Sangre. Comer, en este contexto, se refiere
a la institución de la Eucaristía; la palabra carne nos relaciona más al
momento de la institución, que la palabra cuerpo. Su misma carne, es
el pan de vida, Jesús habla en futuro, de su muerte, alusión a la
Encarnación y la Eucaristía. Queda unido el significado eucarístico con
el aspecto sacrificial (cfr. 1 Cor. 11,24; 3, 15-16). Comer y beber, el
cuerpo y la sangre de Cristo, nos habla de un Cristo Dios y Hombre
verdadero. La Eucaristía, perpetúa el misterio de la Encarnación y el
misterio pascual de Cristo. La vida eterna, nos viene de la
participación activa, creyente en el Sacramento de la Eucaristía: sin fe,
no hay Eucaristía. Vida eterna y resurrección en el último día (v. 54)
nos hablan de una escatología futura y otra presente, la misma, que
nos viene, por la unión al Hijo del Hombre, por la Eucaristía (cfr. 1 Cor.
11, 26; Mc. 14, 25; Lc. 22, 18). Esta vida eterna se obtiene viviendo la
comunión con Jesús, la misma, que existe entre el Padre y el Hijo, es
decir, comer y beber, su Cuerpo y Sangre, nos da vida eterna,
comunión de amor y conocimiento.
SABADO
Lecturas bíblicas
13. a.- Hch. 9, 31-42: Pedro en sana a un paralítico y resucita a una
mujer.
La primera lectura nos presenta otro de los sumarios, síntesis que usa
Lucas, para hablarnos de la paz que gozaba la Iglesia en ese
momento. Las iglesias se iban multiplicando por el territorio de Judea,
Samaria y Galilea, más importante, era su crecimiento interior, el
servicio que prestaban los creyentes al Señor Jesús, Juez de vivos y
muertos, como algo esencial de la vida cristiana (cfr. Hch. 10, 42; 17,
31). Esa paz y tranquilidad, daba paso a la persecución, pero al mismo
tiempo a una mayor expansión del Evangelio, espacio para la
predicación, y las obras, fruto de la fe de los creyentes. Las dos visitas
que hace Pedro a las ciudades de Lida y Jope, en Galilea, ya habían
sido evangelizadas por el diácono Felipe. El autor, al narrar estos
milagros realizados por Pedro y Pablo, deja en claro, que es Jesús,
quien actúa por medio de su Espíritu, en ellos por la semejanza, que
encontramos con los milagros realizados por Cristo en los Sinópticos.
Pedro sana al paralítico, de la misma forma, como al comienzo de la
narración de los Hechos (cfr. Lc. 5, 17ss). La resurrección de Tabitá,
evoca otros milagros realizados por Jesús (cfr. Lc. 8, 40). En ambos
casos, la reacción de la gente fue una gran adhesión a Jesucristo y a
su evangelio.
b.- Jn. 6, 60-69: Reacciones al discurso del Pan de vida.
El evangelio nos narra las reacciones al discurso de Jesús, que no se
hacen esperar: decepción para unos, escándalo para otros, porque lo
entendieron en forma literal. Aparece una vez más, la incomprensión,
tan propia del evangelio de Juan, ante el discurso de Jesús: habla de
comer su carne. Pero la reacción y comentarios de la gente acerca de
lo duro de su lenguaje (v. 60), conociendo su interior, afirma: “¿Esto os
escandaliza? ¿Y cuándo veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba
antes?... «El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada.
Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.” (vv. 61-63).
Jesús, es el Hijo del Hombre, pan de vida, carne y sangre que
comunican vida eterna. Si hace esta entrega es porque es el Hijo del
14. Hombre. Para quien crea, esto no va a ser causa de escándalo, sino
que acepta la Palabra de Jesús; se escandaliza quien no conoce
realmente a Jesús. El Espíritu, es el que da vida, sólo quien posee la
plenitud del Espíritu, puede entregar su carne y sangre como alimento
y principio de vida eterna. La pregunta a sus propios discípulos es
comprensible: “¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió
Simón Pedro: «Señor, ¿dónde quién vamos a ir? Tú tienes palabras
de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de
Dios” (vv. 67-69). Pedro en nombre de todos los discípulos confirma su
adhesión a Jesús, como el Santo de Dios. Las palabras de Pedro son
una clara profesión de fe (cfr. Mt. 16, 16). Juan, quiere recalcar, que
sólo después de la Ascensión del Hijo del Hombre a la diestra del
Padre, es posible recibir el don de la Eucaristía y la mención del
Espíritu Santo, se refiere a la fe que se necesita para vislumbrar en la
Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, Hijo del Hombre. Sólo la
acción del Espíritu Santo, hace de la Eucaristía, un don del Resucitado
para su Iglesia.
P. Julio González C.