2. El retraso mental es la capacidad intelectual inferior a la normal que
está presente desde el momento del nacimiento o en los primeros
años de la infancia.
Las personas con retraso mental tienen un desarrollo intelectual
inferior al normal y dificultades en el aprendizaje y en la adaptación
social. Alrededor del 3 por ciento de la población presenta retraso
mental.
3. La inteligencia está determinada tanto por la herencia como por el
medio ambiente. En la mayoría de los casos de retraso mental se
desconoce la causa, pero existen muchos factores durante el
embarazo de una mujer que pueden causar o contribuir al retraso
mental del niño. Los más frecuentes son el uso de ciertos
medicamentos, el consumo exagerado de alcohol, los tratamientos
con radiación, la desnutrición y ciertas infecciones víricas como la
rubéola. Las anomalías cromosómicas, como el síndrome de Down,
son una causa frecuente de retraso mental. Varios trastornos
hereditarios pueden también ser los responsables. Algunos, como la
fenilcetonuria y el cretinismo (hipofunción de la glándula tiroides),
pueden corregirse antes de que se produzca el retraso mental. Las
dificultades asociadas a un nacimiento prematuro, las lesiones
cefálicas durante el parto o los valores muy bajos de oxígeno
durante el nacimiento son otras de las causas de retraso mental.
4. Una vez que se produce el retraso mental, por lo general éste es irreversible.
Es necesario llegar a un diagnóstico precoz del retraso mental para poder
determinar una educación de tipo terapéutico así como una planificación a
largo plazo.
La inteligencia inferior a la normal puede ser identificada y cuantificada
mediante pruebas de inteligencia. Tales pruebas presentan un sesgo de tipo
medio, es decir, tienen cierto margen de error, pero señalan con una
razonable exactitud el rendimiento intelectual, particularmente en un niño
mayor.
Los niños con un coeficiente intelectual entre 69 y 84 tienen dificultades de
aprendizaje pero no presentan retraso mental. Rara vez se les detecta esta
deficiencia antes de comenzar el colegio, sino que precisamente es allí
donde los problemas educacionales y de comportamiento resultan
evidentes. Con ayuda especializada, suelen cursar sus estudios sin grandes
dificultades y llevan a cabo una vida normal.
5.
6. El asesoramiento genético ofrece a los padres de un niño con retraso
mental información acerca de cuál ha sido la causa del retraso y les permite
apreciar mejor el riesgo de tener otro hijo con el mismo defecto. La
amniocentesis y el estudio de las vellosidades coriónicas son pruebas de
diagnóstico que pueden detectar diversas anomalías en el feto, como
trastornos genéticos y defectos cerebrales o de la médula espinal. Se
recomiendan ambas pruebas para las mujeres embarazadas mayores de 35
años debido al gran riesgo que corren de tener un hijo con síndrome de
Down.
La ecografía también puede determinar defectos cerebrales en el feto.
Puede cuantificarse la concentración de alfa-fetoproteína en la sangre de la
madre para buscar señales de síndrome de Down y espina bífida. Si se
logra diagnosticar el retraso mental antes del nacimiento, esto puede
permitir a los padres decidir acerca de la opción del aborto y poder realizar
en consecuencia una planificación futura de su familia. La vacuna contra la
rubéola ha disminuido notablemente la incidencia de esta enfermedad como
causa de retraso mental.
7. El médico de familia, con la asistencia de varios especialistas, desarrolla un programa
completo e individualizado para el niño con retraso. Un niño con retraso en su
desarrollo debe participar en un programa de intervención precoz tan pronto se le
diagnostique el retraso mental. El apoyo emocional de la familia es parte integral del
programa. Un niño con retraso suele vivir mejor en su casa o bien en una residencia
comunitaria y, en la medida de lo posible, debe asistir a un centro normal de cuidados
diurnos o estar involucrado en un programa preescolar.
El nivel de competencia social es tan importante como el coeficiente intelectual a la
hora de determinar hasta qué punto el retraso limitará al niño. Ambos representan
grandes problemas para los niños que se encuentran en la escala más baja del
coeficiente intelectual. Para los niños con coeficientes intelectuales más altos, otros
factores (como los impedimentos físicos, los problemas de personalidad, la
enfermedad mental y las habilidades sociales) pueden determinar el grado de
cuidados que se necesitan.
8. Rara vez está indicado enviar al niño a una residencia y esa decisión
requiere un profundo debate entre la familia y los médicos. Si bien es difícil
tener en casa un niño con retraso, raramente es la causa principal de
discordia dentro de una familia. De todos modos, la familia necesita apoyo
psicológico y también puede requerir ayuda para el cuidado diario del niño.
Esta clase de ayuda puede provenir de centros de cuidados diurnos, de una
niñera y de centros de cuidados temporales. Un adulto con retraso puede
llegar a precisar atención de forma permanente, para lo cual se le puede
internar en un centro especial para deficientes, en un albergue o en un
centro de cuidados.