1. Republica Bolivariana de Venezuela
Ministerio del P.P. para la Educación Universitaria
Universidad Yacambú
Barquisimeto – edo. Lara
Eglee Carolina Pinto
Sección: ED01D0V
2. La ira es una emoción que nos acompaña a lo largo de
nuestra vida. No en vano, la ira siempre esta presente en
situaciones de conflicto, ya sean con otros o con nosotros
mismos y puede oscilar desde una leve irritación hasta el
más profundo de los odios.
Cuando percibimos que somos tratados injustamente,
cuando nos sentimos heridos o cuando vemos dificultada
la consecución de alguna meta importante, sentimos ira.
Sentir esta emoción en estas circunstancias nos
predispone a la acción en un intento de protegernos de
aquello que nos hace daño y que es el origen de esta
emoción.
3. La ira como todas las demás emociones es una reacción compleja en la que se ponen
en funcionamiento tres tipos de respuestas:
La segunda es una respuesta cognitiva, es
decir, depende de nuestra manera de interpretar
las situaciones. Cuando estamos inmersos en una
situación, esta por si sola no tiene ningún valor
emocional, es la valoración personal que
hacemos de ella la que le confiere un significado.
De esta manera, las emociones están en función
de nuestros pensamientos, así que cuando
interpretamos una situación como un abuso, una
injusticia, una falta de respeto o como un
obstáculo para conseguir una meta, sentimos ira.
Pensamientos del tipo "esto es intolerable", "como
se atreven a tratarme así" "pero quien se cree que
es", "la vida se empeña en ponerme trabas" etc,
son el combustible perfecto para incrementar y
prolongar los sentimientos de ira aumentando la
posibilidad de ser agresivos.
La primera es una respuesta corporal, en la que
nuestro cuerpo se activa para la defensa o el
ataque. Nuestro ritmo cardiaco aumenta al igual
que nuestra respiración se acelera, nuestros
músculos se tensan y el flujo sanguíneo se
dispara preparándonos para actuar ante una
amenaza percibida.
Cuando este estado de excitación permanece
estamos más predispuestos a actuar de forma
impulsiva llegando a emitir conductas agresivas.
4. La última respuesta de la ira tiene que ver con la gestión
conductual en estas situaciones. La conducta en estas
circunstancias está orientada para defendernos de
aquello que se interpone un nuestro camino y para ello se
genera una energía interna que mueve a la "destrucción"
del obstáculo. Ahora bien, no debemos confundir la
emoción de la ira con la agresividad, ya que ésta es una
de las múltiples maneras de gestión emocional.
Experimentar y expresar la ira a través de la agresividad
depende de las conductas que hayamos aprendido a lo
largo de nuestra vida.
No obstante hay otras conductas en la gestión de la ira
que no están orientadas a la destrucción del obstáculo
sino a la resolución de problemas.
5. Todos sabemos que la ira puede tener consecuencias catastróficas para nosotros y para
los demás. La gestión irracional de esta emoción puede llevarnos a situaciones
lamentables obteniendo el efecto contrario a lo que buscábamos en un principio. Algunas
de las consecuencias negativas a las que nos puede llevar la ira son las siguientes:
Trasmite una impresión negativa a
los demás.
Los demás pueden evitarnos,
nuestras relaciones personales se
resienten y por tanto nos sentimos
aislados.
6. La ira también causa problemas emocionales. La
depresión por ejemplo tiene un componente de ira, visible
o invisible, consiente o inconsciente...dirigida a la persona
que el individuo deprimido esperaba le diera amor pero le
defraudó. A veces en sus distintas fases la ira puede
provocar el deseo de irritar, dañar o destruir; según la
cantidad de dolor que esté sufriendo el paciente.
Muchos de los padres que abusaron de sus hijos o hasta
llegaron a matarles, sentían una gran cantidad de ira en
contra de sus propios padres, que después ventilaron
contra sus hijos. A veces las personas iracundas dirigen
su ira hacia sí mismos y llegan a suicidarse o a intentar
hacerlo.
7. La ira bien gestionada también aporta beneficios en
nuestra vida. No hay que olvidar que como emoción no la
podemos dejar de sentir y por tanto es importante que
juegue a nuestro favor y no a nuestra contra.
Nos provee de fuerza para acometer
tareas que nos resultan difíciles. Nos
ayuda a defender nuestros derechos y
puntos de vista ante los demás.
Expresar la ira de forma adecuada
hace que nuestros sentimientos
negativos se desvanezcan.
La ira como señal de alarma nos informa
de situaciones injustas, amenazantes y
frustrantes, y por tanto nos ayuda a buscar
planes alternativos de acción para
gestionar estas situaciones.
8. Aprender a identificar que nos molesta es la primera acción a
tener en cuenta cuando estamos enfadados. Una vez
reconocida la causa es positivo expresarla de manera eficaz
utilizando argumentos honestos y sinceros, en vez de
amenazas o insultos.
La hostilidad se genera por la interpretación de las
situaciones. Es necesario ponerse en la piel del otro para
entender la situación de forma objetiva para poder evaluar la
situación desde otra perspectiva.
Nuestras reacciones de ira vienen dadas por la percepción
de falta de respeto. Exigir respeto hacia uno mismo no es
incompatible con respetar a los demás.
Si tenemos ira sin resolver, cualquier pequeño
inconveniente, puede hacer que estallemos en ira. Por lo
que es fundamental resolver problemas del pasado para
que no estén presentes en nuestro día a día.
Ya sea respiración, meditación, pasear, pintar, escuchar
música o cualquier actividad, que nos ayude a desviar
nuestra atención de los pensamientos que alimentan la ira.
Si notamos que nuestra ira va en aumento, es positivo
poner distancia con la situación, ya sea abandonando el
lugar donde estemos o tomarnos un momento para "contar
hasta 10" y relajarnos. Esto nos ayudará a calmarnos, a ver
las cosas desde otra perspectiva más realista y por tanto a
buscar soluciones positivas a la situación.