La Ira. Definición. Localización de la ira en el cerebro. Influencias del aprendizaje. Modificaciones, manejo y tolerancia. Trastornos comunes de la ira y tratamiento
La ira: manifestaciones, causas y estrategias de manejo
1. UNIVERIDAD YACAMBÚ
FACULTAD DE HUMANIDADES
VICERRECTORADO DE ESTUDIOS A DISTANCIA
CARRERA-PROGRAMA PSICOLOGÍA
Estudiante: Karly D. Guerrero M.
HPS-163-00087V.
Materia: Fisiología y Conducta.
Profesora: Xiomara Rodríguez.
LA IRA
2. La ira es una emoción que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. No en vano, la ira
siempre esta presente en situaciones de conflicto, ya sean con otros o con nosotros
mismos y puede oscilar desde una leve irritación hasta el más profundo de los odios.
Cuando percibimos que somos tratados injustamente, cuando nos sentimos heridos o
cuando vemos dificultada la consecución de alguna meta importante, sentimos ira.
Sentir esta emoción en estas circunstancias nos predispone a la acción en un intento
de protegernos de aquello que nos hace daño y que es el origen de esta emoción.
LA IRA
3. MANIFESTACIONES FISIOLÓGICAS Y
COMPORTAMENTALES DE LA IRA
La ira como todas las demás emociones es una reacción compleja en la que se ponen en
funcionamiento tres tipos de respuestas.
La primera es una respuesta corporal, en la que nuestro cuerpo se activa para la defensa o el ataque.
Nuestro ritmo cardiaco aumenta al igual que nuestra respiración se acelera, nuestros músculos se
tensan y el flujo sanguíneo se dispara preparándonos para actuar ante una amenaza percibida.
Cuando este estado de excitación permanece estamos más predispuestos a actuar de forma
impulsiva llegando a emitir conductas agresivas.
La segunda es una respuesta cognitiva, es decir, depende de nuestra manera de interpretar las
situaciones. Cuando estamos inmersos en una situación, esta por si sola no tiene ningún valor
emocional, es la valoración personal que hacemos de ella la que le confiere un significado. De esta
manera, las emociones están en función de nuestros pensamientos, así que cuando interpretamos
una situación como un abuso, una injusticia, una falta de respeto o como un obstáculo para
conseguir una meta, sentimos ira.
4. MANIFESTACIONES FISIOLÓGICAS Y
COMPORTAMENTALES DE LA IRA
Pensamientos del tipo "esto es intolerable", "como se atreven a tratarme así" "pero quien se cree
que es", "la vida se empeña en ponerme trabas" etc, son el combustible perfecto para incrementar
y prolongar los sentimientos de ira aumentando la posibilidad de ser agresivos.
La última respuesta de la ira tiene que ver con la gestión conductual en estas situaciones. La
conducta en estas circunstancias está orientada para defendernos de aquello que se interpone un
nuestro camino y para ello se genera una energía interna que mueve a la "destrucción" del
obstáculo. Ahora bien, no debemos confundir la emoción de la ira con la agresividad, ya que ésta
es una de las múltiples maneras de gestión emocional. Experimentar y expresar la ira a través de
la agresividad depende de las conductas que hayamos aprendido a lo largo de nuestra vida.
No obstante hay otras conductas en la gestión de la ira que no están orientadas a la destrucción
del obstáculo sino a la resolución de problemas.
6. ESTRUCTURAS CEREBRALES Y HORMONAS
VINCULADAS CON LA IRA
Mayor actividad de la amígdala.
Aumento del rimo cardiaco, presión sanguínea.
Aumento de Noradrenalina.
Aumento de Adrenalina.
Disminución de serotonina, que se puede tratar con antipsicóticos.
No activación del lóbulo frontal.
Posibles daños en otras estructuras cerebrales relacionadas con la capacidad de hacer juicios morales, en la
amígdala y en el gyrus angular (relacionado con el lenguaje y la cognición).
7. INFLUENCIA DE LA IRA EN EL
APRENDIZAJE
.
Dificulta la
asimilación de
conocimientos
(puede impedir
totalmente el
proceso de
aprendizaje
.
Desvía la
atención y
paraliza la
memoria activa
(vital en el
aprendizaje).
.
Bloqueo
inconscientemen
te de la
información por
la intensidad de
la emoción (ira).
• Los centros nerviosos y los neurotransmisores que regulan las
emociones y la motivación, están involucrados en el proceso de
aprendizaje.
8. MODIFICACIONES, MANEJO Y
TOLERANCIA DE LA IRA
Tomar conciencia de las causas que nos llevan a un estado de ira es un
gran paso para avanzar hacia una buena gestión de nuestros enfados.
Aprender a controlar la ira pasa por aprender a racionalizar algunas
emociones e impulsos irracionales y relativizar las reacciones que nos
produzcan algunos eventos de la vida.
En caso contrario, la agresividad y la ira nos puede conducir a un estado
permanente de alerta que puede generar malas experiencias personales.
Por tanto, uno de los factores claves en el manejo de la ira es
el autocontrol, pero también cabe destacar las siguientes dinámicas en
pos de desarrollar la prevención de la ira:
9. 1. No acumular ira sino gestionarla adecuadamente
Cuando algo injusto sucede y no reaccionamos, vamos acumulando ira y enfado. Tarde o temprano, todo este enojo que vamos
guardando estallará y puede dar lugar a un episodio de violencia verbal y/o física. Por tanto, es importante afrontar los
problemas con asertividad y control, para no dejar que la bola del enfado vaya creciendo por momentos.
2. Evitar la mentalidad de ganador/perdedor
En muchas ocasiones, nos enfadamos como reacción a la frustración de no haber logrado algunos objetivos que nos
planteábamos, o cuando algo no ha salido tal como esperábamos. En estos casos, la empatía es el rasgo distintivo
entre aquellos que saben gestionar la frustración, controlar la ira y aceptar las contrariedades con deportividad.
Debemos evitar plantear las relaciones interpersonales como un juego en que se gana o se pierde.
3. Reflexionar acerca de las causas y las consecuencias de nuestra irascibilidad
Pensar en ello y analizar si nuestra reacción emocional es realmente justificada nos puede ayudar. Muchas veces no
pensamos por qué estallamos en un arrebato de ira, por ejemplo cuando conducimos un coche y reaccionamos
instantáneamente insultando o haciendo gestos a otros conductores cuando hacen algo incorrecto. En ese momento
sería vital meditar sobre el porqué reaccionamos de este modo: ¿has pensado en las posibles consecuencias de tener
un episodio de ira mientras estás conduciendo? Visto así tal vez vale la pena tomarse estas situaciones de otra manera.
4. Descansar lo suficiente
Cuando estamos agotados física o mentalmente, nuestras reacciones de ira y los impulsos agresivos son más frecuentes y
tenemos menos herramientas para gestionarlos. Por este motivo es necesario descansar y dormir las horas necesarias tanto en
el plano cuantitativo (dormir mínimo 8 horas) como en lo cualitativo (descansar bien).
Además, existen varios momentos del día en que somos más vulnerables a estallar de ira, y eso varía de una persona a otra.
Somos capaces de controlar la ira cuando estamos descansados, porque podemos analizar mejor las
situaciones.
10. 5. Relajación, meditación, autocontrol...
La relajación es la mejor manera de prevenir los ataques de ira. Existen distintas formas de relajarse: practicar deporte,
el yoga, la meditación, el Mindfulness, tomar un baño de agua caliente, o cualquier método que pase por distraer la mente
y llevarnos a un estado de positividad.
De hecho, en los momentos concretos en que detectamos que podemos tener una reacción de ira, es una buena idea
tratar de respirar profunda y lentamente durante por lo menos veinte segundos: esto hará que nuestro cuerpo se
desintoxique de la negatividad y la irascibilidad que sentimos.
6. Evitar situaciones y personas irritantes
Debemos evitar encontrarnos en situaciones en que sabemos que pueden aumentar nuestra ira o llevarnos a un
estado negativo. También es probable que conozcas ciertas personas que te irriten especialmente (las
temidas personas tóxicas). En la medida de lo posible, hay que tratar de evitar los contextos en que sepamos que
podemos estallar, y en cuanto a las personas que nos irritan, algunas veces será imposible no tener ningún contacto
(jefes, algún familiar en concreto), por tanto, en la medida de lo posible, habría que tratar de conversar con esa
persona con el fin de que las interacciones no resulten tan irritantes.
7. Terapia con un psicólogo
La ayuda de un psicoterapeuta profesional y acreditado puede ayudar decisivamente a gestionar este tipo de reacciones
emocionales, sobre todo cuando ha llegado un punto en que los comportamientos agresivos derivados de un mal control
de la ira son frecuentes. La terapia psicológica para estos casos está destinada a modificar actitudes que generan
situaciones de enfado, y permiten lograr una reestructuración cognitiva para que el paciente pueda gestionar y controlar su
ira. También se emplean algunas técnicas de control emocional para controlar la ira y manejar así la agresividad.