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INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO VEINTIUNO 
LAS RECETAS DE CRISTO 
(Segunda parte) 
1
Introducción 
Cuando no nos sentimos bien, generalmente alguien nos da 
una “receta” que nos indica qué hacer para volver a estar 
bien. Cuando estamos muy enfermos, el médico nos receta un 
medicamento para tratar nuestra enfermedad. Jesús dijo: “Los 
sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” 
(Mateo 9:12). 
La Palabra de Dios tiene recetas para todos nosotros, 
pero debemos admitir que necesitamos su ayuda: debemos 
admitir que estamos “enfermos”. En este segundo fascículo 
sobre las recetas bíblicas para nuestros problemas, 
estudiaremos algunas de las que Dios nos da para el 
matrimonio, para los hombres que son padres, para la 
depresión, para la salvación de nuestro pecado, para la 
adversidad y para nuestro carácter. Mi oración es que este 
fascículo le haga adentrarse en la Palabra de Dios, y que la 
Palabra de Dios entre en usted, porque es en ella que podemos 
encontrar las recetas de Dios que nos indican cómo resolver 
nuestros muchos problemas. 
2
Capítulo 1 
Una breve receta para el matrimonio 
En el tercer capítulo de 1 Pedro, el apóstol escribe una 
breve receta para el matrimonio, para aquellas mujeres cuyos 
esposos no obedecen a la Palabra. La receta de Pedro para 
estas mujeres comienza con la palabra “asimismo”. Esta 
palabra hace referencia al último versículo del segundo 
capítulo, que dice que hemos retornado a Cristo, el Pastor de 
nuestras almas. 
Según la receta de Pedro para las mujeres cuyos esposos 
no obedecen a la Palabra, la relación más importante en su 
hogar -después de la relación de la mujer con Cristo- es la 
que tiene con su esposo. Pedro encara el problema de que los 
muchos roles de tal mujer, que también puede ser madre, se 
ven muchas veces frustrados por un esposo y padre que no 
obedece a la Palabra de Dios. En su breve receta bíblica para 
estas mujeres, Pedro basa su enseñanza en una metáfora que 
presenta a Cristo y la Iglesia como modelo de la relación que 
estas mujeres deberían tener con sus esposos. 
En este pasaje, básicamente, Pedro escribe a las mujeres 
cuyos esposos no obedecen a la Palabra: “¿Ven el modelo de 
Cristo y la Iglesia? En ese modelo, ustedes son la Iglesia. 
Dejen que sus esposos las pastoreen como Cristo pastorea a la 
Iglesia. Así mismo, de la misma manera que la Iglesia se 
relaciona con Cristo, ustedes deben relacionarse con sus 
esposos”. 
En el séptimo versículo de este mismo pasaje, Pedro 
comparte una palabra con los esposos de estas mujeres, y 
comienza su receta para ellos con una expresión similar: 
“igualmente”. Esto significa que Pedro, básicamente, les 
escribe a esos hombres: “¿Ven ustedes el modelo de Cristo y 
3
la Iglesia? En ese modelo, ustedes deben ser como Cristo. Así 
como Cristo se relaciona con la Iglesia, igualmente, de la 
misma manera, ustedes deben relacionarse con sus esposas”. 
En el quinto capítulo de Efesios, el apóstol Pablo 
indica esta misma receta a los esposos en cuanto a su 
relación con sus esposas: “Maridos, amad a vuestras mujeres, 
así como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por 
ella” (v. 25). En otras palabras, Pablo, básicamente, les 
indica a los esposos: “Amen como Él amó. Den como Él dio. 
Sean para sus esposas como Él es para la Iglesia”. Esta 
palabra “como”, en el idioma original, significa ‘exactamente 
de la misma manera que’. 
Cuando Pedro y Pablo prescriben este modelo, en el cual 
dicen a los esposos: “Sean para sus esposas como Cristo es 
para la Iglesia”, ¿quién cree usted que tiene la tarea más 
difícil? Es ridículo que los apóstoles le encarguen esto a un 
hombre... a menos que Cristo viva en él. Pero si Cristo vive 
en ese hombre, entonces él tiene el potencial para amar como 
Cristo amó, dar como Él dio y ser como Él es. En realidad, en 
cierto sentido, es de esperar que los apóstoles prescriban 
este comportamiento para los esposos en los que vive Cristo. 
Esposos, tengo una tarea para darles. Estudien 1 
Corintios 13, especialmente los versículos 4 al 7. 
Encontrarán quince virtudes que les mostrarán cómo se 
comporta el amor de Cristo. En todo lugar en que el apóstol 
Pablo usa la palabra “amor” en este “capítulo del amor” de la 
Biblia, reemplacen esa palabra por “Cristo”. Oren por cada 
una de esas virtudes, de a una por vez, y pidan al Cristo que 
vive en ustedes que les dé gracia para amar a sus esposas de 
esa manera. Si lo hacen, verán que aman como Él ama, dan como 
Él da, y son para sus esposas como Él es. 
4
En una palabra, el problema más grande en el matrimonio 
es el egoísmo, y el antídoto más importante en el matrimonio, 
sencillamente, es la falta de egoísmo: es decir, darse como 
Él se dio. ¿Cuánto dio de sí mismo Cristo a la Iglesia? Dio 
todo. Murió por la Iglesia. Esposos, entréguense ustedes a 
sus esposas de la misma manera, y darán como Él dio, amarán 
como Él amó, y serán para sus esposas como Él es. Todo esto 
está implicado en esa palabra: “igualmente”. 
Pero Pedro no les habla aquí a mujeres cuyos esposos las 
aman como Pedro y Pablo enseñan. Esto podría implicar que los 
esposos no son creyentes; o que son creyentes, pero no están 
obedeciendo la enseñanza de estos apóstoles. El hecho de que 
Pedro también tiene instrucción para estos esposos implicaría 
que ellos son creyentes. 
Observemos que Pedro no indica que estas mujeres deben 
corregir a sus esposos sermoneándolos. En realidad, lo que el 
apóstol dice es: “Gánenlos sin palabras, por medio de su 
ejemplo de obediencia a Dios”. Y, básicamente, escribe a los 
esposos: “Ustedes, maridos, no deben tratar de corregir a sus 
esposas”. Aunque usted sea un experto en lo que ella necesita 
saber y hacer, descubrirá algo: a ella no le interesa 
escuchar sus “opiniones de experto”. De hecho, probablemente 
sea cierto que cuanto más un hombre trate de convencer a su 
esposa de que él conoce todas las respuestas, menos las 
escuchará ella. Una mujer no quiere que un hombre siempre le 
esté diciendo que él tiene razón y ella está equivocada. Lo 
mismo se aplica al hombre. Hay algo en el ego masculino que 
no quiere enterarse de todas sus fallas de labios de una 
mujer. 
5
Un principio vital del aconsejamiento matrimonial 
Hay un principio del aconsejamiento matrimonial que está 
implícito en el inspirado consejo matrimonial de Pedro, y es 
que cada uno debe “permanecer” en su lugar. Permítame 
explicarlo de la siguiente forma: Cuando Gedeón derrotó a más 
de doscientos cincuenta mil madianitas con solo trescientos 
hombres comprometidos, la clave de su milagrosa victoria se 
encuentra en la actitud de los trescientos comprometidos 
guerreros de Gedeón que, según se nos dice: “...se estuvieron 
firmes cada uno en su puesto” (Jueces 7:21). Hay un lugar en 
el cual toda esposa y todo esposo deben permanecer en su 
matrimonio. Cuando ambos están firmes en el lugar que Dios 
les ha señalado en su matrimonio, los problemas de esta 
relación pueden ser superados. 
Pedro, después de concentrarse en el problema de que el 
esposo de la mujer a la que le habla no está ocupando su 
lugar, indica varias formas en que la mujer puede permanecer 
en su lugar. Debe ser espiritual, dulce, sumisa y silenciosa. 
Al decir “sumisa”, Pedro indica que la mujer debe permitir 
que su esposo la pastoree como Cristo pastorea a la Iglesia. 
Al decir “silenciosa” se refiere a que no debe empujar a su 
esposo, tirar de él, reprenderlo o avergonzarlo para que 
ocupe su lugar. 
Pedro sabe que estos métodos no funcionan. También sabe 
que, en realidad, la mujer no es responsable de que el esposo 
ocupe su lugar en el matrimonio. La estrategia de este 
inspirado consejo matrimonial es que, si algo puede motivar 
al esposo a ocupar su lugar, será el ejemplo de una esposa 
que se comporta como Cristo. El apóstol aconseja a la mujer 
que acepte su responsabilidad por la única persona que puede 
controlar: ella misma. Su sabio consejo es que no se 
responsabilice en demasía por su esposo, dejando así de 
6
responsabilizarse por ella misma. Ella debe ser espiritual 
para poder confiar en que el Señor la ayudará a ser todo lo 
que puede ser en Cristo. Pedro desea redireccionar su 
prioridad, de su esposo y sus fallas, a ella misma y cómo 
ella puede ser todo lo que el Señor quiere que sea una esposa 
y madre. 
Quizá la primera causa de discusiones en el matrimonio 
es que el esposo está demasiado ocupado diciéndole a la 
esposa lo que ella hace mal, y la esposa está demasiado 
ocupada diciéndole al esposo todo lo que él hace mal. La 
esposa trata de arrastrar al hombre o de hacerlo ocupar su 
lugar a fuerza de regaños, y él no quiere escuchar. Por 
supuesto, lo mismo ocurre en sentido contrario. 
Este sabio consejo de Pedro está basado en una enseñanza 
de Jesús (Mateo 7:1-5). Jesús enseñó que primero debemos 
quitar la viga de nuestro ojo, y entonces, tal vez, podamos 
ayudar eficazmente a otra persona a quitar la paja de su ojo. 
Jesús no enseñó que nunca debemos juzgar a los demás. La 
esencia de su enseñanza fue que, primero, tenemos que 
juzgarnos a nosotros mismos. 
Es muy posible que si usted, como esposo, le pide a Dios 
la gracia para amar a su esposa y su familia como Cristo amó 
a la Iglesia; de darse a ellos como Él se dio a la Iglesia; y 
de ser para ellos como Él es para la Iglesia, esto motive a 
su esposa a ocupar el lugar que le corresponde. 
Si usted, como esposa, permanece firme en su lugar, eso 
posiblemente motive a su esposo a hacerse responsable por sí 
mismo y ocupar el lugar que a él le corresponde. No siempre 
funciona así, porque su cónyuge tiene libre albedrío, pero 
funciona mejor que empujar y presionar a la otra persona para 
que ocupe su lugar. 
7
Después de dedicar seis versículos a las esposas, el 
apóstol Pedro escribe un versículo a los esposos: “Vosotros, 
maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor 
a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la 
gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan 
estorbo” (7). Aunque solo dedica un versículo a los esposos, 
en ese único versículo les presenta un gran desafío. 
Cuando Pedro dice a los esposos que “vivan con sus 
esposas” uno pensaría, al principio, que no era necesario 
señalar algo tan obvio, y que esta parte de su receta es 
innecesaria. Pedro se refiere a algo más que al obvio hecho 
de que el esposo debe habitar con su esposa. Algunos maridos 
pasan cada vez menos tiempo de su matrimonio con sus esposas. 
Creo que el viejo pastor Pedro demuestra ser muy sabio al 
aconsejar: “Vive con tu esposa. ¡Para eso te casaste con 
ella!”. 
Y agrega a esta receta: “Vivid con ellas sabiamente”. Me 
pregunto, esposo: ¿cuánto conoce usted a su esposa? ¿Y cuánto 
la comprende? La receta de Pedro, en realidad, quiere decir: 
“Vivid con ellas y comprendedlas”. ¿Comprende usted a su 
esposa? ¿Conoce y comprende a la mujer con la que vive? Quizá 
usted no siempre comprenda a su cónyuge. Quizá ella misma no 
se comprenda. Pero podemos conocer a nuestro cónyuge, aun 
cuando no siempre lo entendamos. 
Después, Pedro indica: “Honren a sus esposas”. Creo que 
esto es profundo. En algunas culturas, los hombres explotan 
la debilidad física de la mujer y la usan como esclava en 
lugar de tratarla con amor y respeto. Básicamente, Pedro está 
diciendo: “No se aprovechen de su debilidad; honren su 
debilidad”. 
Sin embargo, hay muchos sentidos en que las mujeres son 
más fuertes que los hombres, como cuando se trata de soportar 
8
el dolor. Mi madre, que tuvo once hijos, solía decir: “Si el 
hombre tuviera que turnarse con la mujer para tener hijos, no 
habría más de tres hijos en ninguna familia”. Pedro indica: 
“Cuando vean esas debilidades, hónrenlas; no las exploten; 
denles honra”. Afirme a su esposa y ayúdela a superar los 
problemas, a trabajar en ellos, cuando vea que tiene algunas 
debilidades. Es para eso que Dios le dio a ella un esposo: 
para ser la cobertura que el corazón de una mujer siempre 
anhela. 
Después, Pedro indica que debemos ser “coherederos de la 
gracia de la vida”. Esta es la más elocuente definición del 
matrimonio en la Biblia. “La gracia de la vida” sugiere que 
ninguno de nosotros merece la vida; la vida que recibimos, un 
día a la vez, nos llega como resultado de la gracia de Dios. 
No merecemos la vida, ni hacemos ningún mérito para 
obtenerla, ni es un logro nuestro. La vida nos es dada por la 
gracia de Dios. Esta metáfora define a la pareja casada como 
dos personas que heredan por igual la gracia de la vida, día 
a día, juntas, como matrimonio. Las mujeres son las más 
beneficiadas en esta inspirada metáfora que Pedro prescribe 
para el esposo. Lo que le indica al hombre, básicamente, es: 
“Ama a tu esposa”. Después señala que, si esta metáfora se 
hace realidad en su relación, las oraciones de este hombre no 
tendrán obstáculo. 
El apóstol Pablo escribe esta receta en el capítulo del 
matrimonio: “No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún 
tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente 
en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os 
tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (1 Corintios 
7:5). La relación que hace que una pareja de creyentes sea 
uno en Cristo debe ser una relación individual, vertical, de 
9
cada uno con Cristo, para después ser una relación que 
experimenten juntos, en el contexto de su matrimonio. 
En cierto sentido, la relación más íntima que tenemos en 
esta vida no es nuestro matrimonio; es nuestra relación con 
Dios. Nuestra unión espiritual como matrimonio será fuerte o 
débil en la medida que sea fuerte o débil la relación de cada 
uno de nosotros con Cristo. 
La institución más importante sobre la tierra en la 
actualidad no es la Iglesia, sino el hogar, que provee de 
personas espirituales a la Iglesia. Actualmente, las iglesias 
se dividen en pequeños grupos, porque no creen que una 
congregación grande pueda experimentar adecuadamente la 
calidad de koinonía, es decir, de comunión espiritual, que el 
Cristo resucitado desea para una iglesia local. Mucho tiempo 
antes de pensar en hacer esto, como parte de su creación del 
mundo y de este planeta, cuando Dios pobló la tierra, dividió 
todo en pequeños grupos llamados matrimonio y familia. El 
salmista se refiere a este plan de Dios al escribir: “Dios 
hace habitar en familia a los desamparados” (Salmos 68:6). 
Trabajando junto con Dios, esposa, haga de su esposo la 
relación más importante de su vida. Esposo, haga de su esposa 
la relación más importante de su vida. Al trabajar en su 
matrimonio, la idea no debe ser corregir al otro. Pida a Dios 
que lo corrija a usted y lo coloque en el lugar que le 
corresponde, y ore para que Dios use esto para motivar a su 
cónyuge a ocupar su lugar. Después, vea cómo Dios obra, y la 
bendición del Señor pasa a través de usted, su cónyuge y su 
matrimonio a la Iglesia, la ciudad, la nación y el mundo (ver 
Salmo 128). 
10
Capítulo 2 
Receta para padres 
En este estudio, tengo una receta para los padres. Los 
padres son la clave de la bendición divina, en la medida que 
la ley de Dios para el matrimonio y la familia hace su 
impacto en el mundo. El mayor problema del matrimonio, en la 
actualidad, no es que las esposas y madres no cumplan la 
receta dada a las mujeres en nuestro estudio anterior. El 
problema más grande de los matrimonios de creyentes, en la 
actualidad, es el de los esposos y padres que no asumen la 
responsabilidad de ser los líderes de sus familias. 
La receta de Dios para los padres comienza a partir del 
último versículo de Mateo capítulo cinco, en el medio del 
Sermón del Monte. Yo creo que el Sermón del Monte fue dado a 
los hombres, porque en esa montaña, Jesús enseñó a quienes lo 
escuchaban acerca de sus esposas. No habló sobre los esposos. 
Jesús estaba hablando a los hombres cuando dijo: “Sed, pues, 
vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos 
es perfecto”. 
Encontramos la palabra “perfecto” dos veces en este 
versículo. Algunos dicen: “Yo jamás podría ser perfecto”. 
Otros dicen: “Yo soy perfecto, así que será mejor que tú 
también lo seas”. El perfeccionista no solo se enferma a sí 
mismo, sino destruye a aquellos a quienes les exige 
perfección. Pero el verdadero énfasis del versículo se ve 
cuando quitamos la palabra “perfecto” y queda así: “Sed, 
pues, vosotros como vuestro Padre que está en los cielos es”. 
Jesús dio este gran versículo a los hombres después de su 
enseñanza ética más desafiante. Poco antes había enseñado que 
debemos amar a nuestros enemigos. Básicamente, había 
enseñado: “Si ustedes solo aman a quienes los aman, no 
11
necesitan nada de gracia. Eso es solamente amor humano. No se 
necesita gracia para amar a quienes nos aman. 
“Si realmente quieren amar con el amor de Dios, y ser la 
sal de la tierra y la luz del mundo, entonces, amen a sus 
enemigos. Si ellos los golpean en una mejilla, díganles: 
‘Dios te bendiga’, denles la otra mejilla, y reciban el golpe 
en la otra mejilla”. Estaba concluyendo esta enseñanza 
cuando, esencialmente, dijo a esos hombres: “Por tanto, 
ustedes deben ser como su Padre celestial es. Deben amar de 
la manera que ama Dios; deben ser piadosos”. 
Sospecho que muchos de estos hombres eran padres y 
abuelos. Unos pocos versículos más adelante en el Sermón del 
Monte, cuando Jesús les enseñó la Oración Modelo, les dijo 
que debían dirigirse a Dios de esta forma: “Padre nuestro”. 
Dado que soy pastor, algunas personas han venido a verme 
y me han dicho: “Pastor, tengo un problema con la oración. 
Cuando digo: ‘Padre nuestro’, comienzo a perder la paz y me 
resulta difícil orar”. Siempre les hago la siguiente 
pregunta: “Bien, ¿cómo era su padre terrenal?”. He escuchado 
historias de desesperación como respuesta a esta pregunta. 
Después que esas personas me hablan de su padre terrenal, a 
ninguno de los dos nos quedan dudas de por qué no podían 
conservar la paz cuando se dirigían a Dios como “Padre”. 
Veamos las palabras “Padre nuestro que estás en los 
cielos”. Padres, por eso debemos ser “como vuestro Padre que 
está en los cielos”, y no como nuestro padre terrenal. Una 
canción de alabanza contemporánea habla de un padre que se 
arrodilla junto a su hijo dormido y dice: “Padre, quiero ser 
como tú, porque él quiere ser como yo”. 
Entre los miles de pasajes bíblicos dirigidos a madres y 
padres, hay un pasaje dirigido a los hombres que son padres, 
que los eruditos, tanto judíos como cristianos, consideran el 
12
más importante de esta clase en la Biblia. Es un pasaje que 
rabinos y eruditos judíos consideran el más grande sermón de 
Moisés. Este sermón es y ha sido una pieza central de la 
adoración para los judíos devotos durante miles de años. 
“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y 
amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu 
alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te 
mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus 
hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por 
el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás 
como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus 
ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus 
puertas” (Deuteronomio 6:4-9). 
Este sermón se llama “el Shemá”, porque comienza con la 
palabra “oye”, que en hebreo es shemá. ¿Por qué este breve 
sermón dirigido a los hombres que son padres es parte tan 
central de la liturgia del pueblo judío desde hace casi 
cuatro mil años? 
Para responder a este “por qué” debemos preguntarnos 
otro “por qué”. La pregunta es: “¿Por qué Moisés predicó este 
sermón?”. Lo hizo porque, durante cuarenta años, los hijos de 
Israel habían vagado por un desierto que deberían haber 
atravesado en once días. Dios les había ordenado, a través de 
Moisés, que atravesaran ese desierto y vencieran a las 
naciones paganas guerreras que habitaban en las ciudades 
fortificadas de Canaán. Pero a ellos les faltó fe para 
invadir la tierra de Canaán. Así que, durante cuarenta años, 
el pueblo de Israel anduvo en círculos de incredulidad en ese 
desierto. 
Moisés predicó este sermón porque estaba decidido a que 
jamás se repitiera el horror que acababan de experimentar: 
13
durante ese andar errante, ¡toda una generación de israelitas 
había muerto en ese desierto! 
El gran sermón de Moisés encomienda a los padres un plan 
inspirado para comunicar a sus hijos las convicciones y los 
valores que debían aprender de la Palabra de Dios. Ese plan 
está basado en cuatro sólidos fundamentos, que he dado en 
llamar: responsabilidad, relación, realidad y revelación. 
El punto central de este gran sermón de Moisés a los 
padres es que Dios les ha dado la responsabilidad de criar y 
educar espiritualmente a sus hijos. Isaías también estuvo de 
acuerdo en que Dios desea que los hombres enseñen la Palabra 
de Dios a sus hijos (Isaías 38:19). Si todo lo que un niño 
aprende de Dios lo aprende de una mujer, ¿es de extrañarse 
que, en opinión de muchos adultos en la actualidad, la 
iglesia y las cosas espirituales sean cosas de mujeres y 
niños? Dios tiene buenas razones para insistir en que los 
hombres deben enseñar a sus hijos acerca de Dios y de la 
Palabra de Dios. 
No hay manera de que los padres puedan enseñar a sus 
hijos como Moisés les ha indicado que lo hagan, si no tienen 
una relación con ellos. Esta enseñanza no es una disertación 
formal, sino la enseñanza que se produce en el contexto de 
una relación. Muchas veces, en el Antiguo Testamento, se 
instruye a los padres que deben enseñar a sus hijos en 
respuesta a las preguntas que ellos formulen (Josué 4:6). 
Dios ha puesto curiosidad en los corazones de los niños. Los 
padres deben usar esa curiosidad para enseñar en respuesta a 
las preguntas de sus hijos. 
Moisés desafía a los padres para que estas palabras de 
Dios habiten primero en sus propios corazones y sean realidad 
en sus propias vidas, antes que las enseñen a sus hijos, 
porque el ejemplo es el mensaje. Si usted quiere saber qué 
14
les está enseñando a sus hijos, párese frente a un espejo. La 
mayoría de los valores que les transmitimos a nuestros hijos 
son aprendidos no tanto por las cosas que decimos como por 
las que hacemos. 
Finalmente, toda la verdad que estos hombres enseñen a 
sus hijos debe estar firmemente basada en la revelación que 
Dios dio a Moisés, conocida como la Ley de Moisés, la Ley de 
Dios, y la Palabra de Dios. Hace más de cinco mil años que 
los padres enseñan a sus hijos la Palabra de Dios, aplicando 
este gran sermón de Moisés. El mayor legado que podemos dejar 
a nuestros hijos es que conozcan personalmente a Dios y a su 
Palabra. Podemos ver, entonces, por qué Jesús dijo a los 
hombres: “Por tanto, sed vosotros como vuestro Padre 
celestial es”. 
15
Capítulo 3 
Receta para la depresión 
Al leer la Biblia, en el cuarto capítulo del primer 
libro de la Biblia, leemos que a Caín, el primer hombre que 
nació de forma natural, se le formula la pregunta: “¿Por qué 
ha decaído tu semblante?” (Génesis 4:6). Cuando continuamos 
leyendo, encontramos que Moisés está tan deprimido que ruega 
que le llegue la muerte (Números 11:15). Más adelante, leemos 
que el gran profeta Elías está sentado debajo de un árbol, 
tan deprimido que también ruega poder morir (1 Reyes 19:4). 
Avanzamos en la lectura y vemos que Job está deprimido como 
consecuencia de su dolor y su sufrimiento. También lo 
encontramos a él rogando a Dios que le quite la vida (Job 
3:11-13). La misma oración fue pronunciada por el valeroso 
profeta Jonás (Jonás 4:3). 
Como creyente, si usted está experimentando depresión, 
tiene buena compañía. Moisés, Elías, Job, y Jonás son héroes 
de la fe del Antiguo Testamento que sufrieron depresión. No 
tiene por qué avergonzarse o aislarse a sí mismo y a su 
problema de los demás creyentes, creyendo que estar deprimido 
significa que su fe es débil e insignificante, o que 
directamente no tiene nada de fe. Aun nuestro Señor y 
Salvador oró con estas palabras: “Mi alma está muy triste, 
hasta la muerte” (Marcos 14:34). Jesús oró la misma oración 
que pronunciaron los grandes hombres de Dios que he 
mencionado anteriormente. 
Cuando leemos los Salmos, escuchamos al salmista de la 
antigüedad preguntando a su alma: “¿Por qué te abates, oh 
alma mía, y te turbas dentro de mí?” (Salmos 42:5,11; 43:5). 
En otras palabras: “Estoy deprimido, pero... ¿por qué estoy 
16
deprimido?”. La depresión es un problema tan antiguo como la 
Biblia. No podemos solucionar este problema en unos pocos 
minutos, pero sí podemos concentrarnos en las recetas de Dios 
para la depresión. Al hacerlo, obviamente, lo primero en que 
debemos concentrarnos es en las causas de la depresión. 
El origen del problema puede ser físico, químico o 
biológico, y puede existir una solución médica. Hay muchos 
problemas físicos que pueden causar la depresión. Los 
problemas de tiroides, por ejemplo, pueden causar depresión. 
Si nuestro metabolismo no está equilibrado, puede provocarnos 
depresión y graves problemas emocionales. Si usted tiene un 
problema de alcoholismo, el alcohol es un agente supresor o, 
mejor dicho, un agente depresivo, así que usted puede estar 
deprimido porque bebe. Un efecto secundario de algunos 
medicamentos puede ser causa de depresión. 
Es cruel decirle a un creyente que está deprimido que 
lea la Biblia y ore, cuando el origen de su depresión es una 
glándula tiroides que no funciona bien. Si usted está 
deprimido, antes de ir a ver a su pastor, debe consultar a su 
médico. Siempre controle primero la dimensión física de la 
vida. Si la causa de su depresión es un problema físico, 
requiere una solución médica. No encontrará la solución a un 
problema físico en la Biblia, ni en la oración, ni en el 
ayuno. 
La depresión también puede ser de origen psicológico. La 
palabra “psicológico” significa ‘estudio de la psiquis’, o 
estudio de la mente. Cuando digo que la depresión puede ser 
de origen psicológico, quiero decir que el origen de la 
depresión puede estar en nuestra mente. 
¿Cree usted que las personas que hablan solas están 
locas? Un amigo mío dice que habla consigo mismo, porque es 
la única oportunidad que tiene de hablar con una persona 
17
inteligente, y acerca de una persona inteligente. En 
realidad, todos hablamos con nosotros mismos todo el tiempo. 
Y cuando hablamos con nosotros mismos, nuestro ser habla con 
nosotros. Cuando hablamos solos, muchas veces repetimos 
pensamientos o ideas que explican quiénes pensamos que somos. 
Algunas veces pensamos mal de nosotros mismos. 
Cuando nos decimos cosas que implican que somos “malas 
personas”, estas afirmaciones afectan en forma negativa a 
nuestra mente. Hace años que escucho a personas que hacen 
esto. Cuando vienen a verme, cada vez que nos encontramos, me 
dicen por lo menos una docena de veces: “Soy una mala 
persona”. Hace años que se dicen eso a sí mismas. Ahora bien, 
si usted se dice a sí mismo que es una mala persona, y se lo 
dice cientos de veces por semana, ¿no cree que eso tendrá un 
impacto negativo en lo que piensa de sí mismo? Si se ha 
estado diciendo estas cosas malas sobre usted mismo durante 
años, miles y miles de veces, ¿es de extrañarse que comience 
a actuar como una mala persona? 
Había un viejo agricultor que vino a verme porque estaba 
deprimido. Decía, vez tras vez: “Valgo menos que un perro”. 
Lo repetía al menos diez o doce veces cada vez que nos 
encontrábamos. “Valgo menos que un perro”. Pues bien, si esto 
es lo que usted se dice acerca de sí mismo, ¿es de extrañarse 
que comience a sentir que vale menos que un perro? 
¿Sabía usted que cada cosa que piensa queda grabada en 
su banco de memoria y permanece allí para siempre, y que 
todos tenemos memoria perfecta? Nuestra capacidad de recobrar 
lo que guardamos en nuestro banco de memoria varía en gran 
manera, pero, en realidad, nunca olvidamos nada. Bajo la 
influencia de ciertas drogas, podemos recordar los 
pensamientos que hemos depositado en nuestra mente. Si usted 
ha plantado pensamientos negativos en su mente subconsciente, 
18
miles y miles de veces, esos pensamientos son como un 
grabador que hace sonar afirmaciones sobre su falta de valor 
en su mente inconsciente: “No valgo nada. No tengo ningún 
valor”. 
Y, finalmente, esa grabación negativa comienza a hacerse 
oír en su mente consciente. Eso puede llevarnos a lo que 
llamamos “depresión”. Las afirmaciones sobre la falta de 
valor propio pronto nos llevan a afirmaciones de falta de 
esperanza: “No sirvo para nada. Nada bueno me ha sucedido 
jamás, ni me sucederá. Mi vida no tiene sentido”. Si su “ser 
interior” hace afirmaciones como esas porque usted ha estado 
afirmando esas cosas a su ser interior durante años, ¿es de 
extrañarse que se sienta deprimido? 
Pregúntese: “¿Cuál es el origen de mi depresión?”. Tiene 
algo de cierto la vieja expresión: “Somos lo que comemos”. Si 
tenemos malos hábitos de alimentación, estaremos excedidos de 
peso o enfermos. Y si no tenemos buenos hábitos de 
pensamiento, nos deprimiremos. Ese es, algunas veces, el 
origen psicológico de la depresión. Algunas formas de 
depresión simplemente son resultado de la acumulación de 
hábitos de pensamiento indisciplinados. 
Jesús dijo: “La lámpara del cuerpo es el ojo”. Al decir 
“ojo”, se refería a la perspectiva, a la forma en que vemos 
las cosas. Porque continuó diciendo: “Si tu ojo es bueno 
[sano], todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es 
maligno [defectuoso], si la forma en que ves las cosas es 
defectuosa, o mala, o negativa, todo tu cuerpo estará en 
tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, 
¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mateo 6:22,23). Qué 
descripción tan exacta de lo que denominamos depresión. 
Consideremos la inspirada sabiduría del apóstol Pablo 
cuando nos dio una receta para pensar en forma sana. Nos dice 
19
que pensemos en cosas verdaderas, honestas, justas, puras, 
amables y de buen nombre. También nos indica que no pensemos 
en lo que es falso, deshonesto, injusto, impuro, de mal 
nombre (Filipenses 4:8). Piense en los miles de pensamientos 
negativos que no tendríamos en nuestra memoria si siguiéramos 
estas recetas de Jesús y Pablo para tener hábitos sanos de 
pensamiento. 
Sin embargo, repito que la causa de nuestra depresión 
puede ser física, química, el efecto secundario de un 
medicamento, un metabolismo desequilibrado, o muchas otras 
causas físicas. Y es cruel decirle a un creyente que está 
deprimido que su depresión se debe a causas psicológicas o 
espirituales, cuando quizá tenga un problema que pueda ser 
solucionado por un médico. 
Pero, naturalmente, hay muchos casos en que el origen de 
nuestra depresión es espiritual. Si usted no comprende el 
evangelio, si nunca lo ha escuchado, yo no me asombraría de 
que esté deprimido. Una de las principales causas de 
depresión es la culpa. No hay, realmente, otra solución para 
el problema de la culpa que no sea el evangelio de 
Jesucristo. Solo el evangelio de Jesucristo puede resolver el 
problema de nuestra culpa. 
En el Salmo 51, David escribió una tremenda oración de 
confesión y arrepentimiento. En esa oración, presentó esta 
profunda petición: “Borra mis rebeliones”. Esas palabras 
hebreas son difíciles de traducir. Lo más cercano que 
podríamos llegar a una buena paráfrasis sería: “Despeca mi 
pecado”, es decir: ”¡Quítalo por completo! Haz como si nunca 
hubiera sucedido”. 
Es increíble cómo David tuvo la comprensión y visión 
profética para adelantarse a su época y ver que esto es 
precisamente lo que Dios había planeado hacer. En el Libro de 
20
los Romanos, el apóstol Pablo usó una palabra que David 
también utilizó en su Salmo de arrepentimiento (Salmos 51:4). 
Esa palabra es “justificado”. Podemos parafrasear esta 
palabra de la siguiente forma: “como si nunca hubiese 
pecado”. Dios puede hacer que nuestro pecado sea como si 
nunca lo hubiéramos cometido. Puede borrarlo como si nunca se 
hubiera producido. Puede “despecar” nuestro pecado. Puede 
responder a la petición de David. 
La buena noticia del evangelio es que Jesús no vino para 
las buenas personas; vino a buscar a las malas. No murió por 
las buenas personas; murió por las malas personas. “Los sanos 
no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mateo 
9:12). Así que, si usted es una mala persona, el evangelio 
está dirigido a usted. Toda la vida y el ministerio de Jesús 
fueron ideados teniéndolo en cuenta a usted. 
Me sorprende la cantidad de personas que hace años que 
creen en el evangelio, pero, como están deprimidas, acuden a 
su pastor; y cuando él interviene, buscando la causa de su 
depresión, encuentra en las vidas de estas personas un pecado 
que ellas creen que Dios no les perdonará. Creen que Dios 
nunca antes ha visto ese pecado en particular. No importa 
cuál sea su pecado; Dios lo ha perdonado ya miles de veces. 
El único pecado que Dios no perdona es el de la 
incredulidad. Si el origen de su depresión es espiritual, 
porque usted está abrumado por la culpa, y usted cree en el 
evangelio, eso solucionará el problema de su depresión. Si el 
Maligno lo ha convencido de que ha cometido “el pecado 
imperdonable”, o un pecado tan terrible que ni siquiera Dios 
puede perdonarlo, derrótelo aceptando el regalo de la fe y 
crea el evangelio. 
Hay recetas aún más potentes escritas en la Biblia 
cuando el origen de la depresión está en el ámbito de la 
21
guerra espiritual. Jesús enseñó que debemos orar cada día: 
“Líbranos del mal” (Mateo 6:13). Algunas veces, este mal 
puede ser llamado “opresión”, con lo cual me refiero a que el 
origen de la depresión es la opresión del Enemigo, del diablo 
y sus demonios. Cuando Jesús dijo: “Mi alma está muy triste, 
hasta la muerte”, el origen de esa tristeza, sin duda, era la 
opresión. El Maligno no quería que Él fuera a la cruz. Si el 
origen de su depresión es la opresión, ¿cuál es la receta? 
Sin duda, debe ser la liberación del Cristo vivo, por la cual 
Jesús nos indicó que oráramos cada día como discípulos suyos. 
Supongamos que hay personas en un hospital psiquiátrico 
cuyo problema es una opresión espiritual. ¿Se sanarán 
simplemente porque se aplique medicación a sus síntomas? 
¿Cómo podrán lograr la cura de su depresión, si esta es 
causada por una opresión espiritual, y quienes los tratan ni 
siquiera reconocen la realidad de su problema y la única cura 
para ese problema? Hay casos en que la solución debe ser 
espiritual, porque el origen del problema es espiritual. 
Observemos con cuánta frecuencia la Biblia habla del 
gozo del Señor. ¿Por qué diría Nehemías, y muchos otros en el 
Antiguo Testamento: “El gozo del Señor es la fuerza de su 
pueblo”? El fruto del Espíritu Santo es amor y... ¿Qué viene 
después? ¡Gozo! 
Uno de mis autores preferidos escribió: “El dolor y el 
sufrimiento son inevitables, pero, para un creyente, sentirse 
miserable es opcional”. ¿Sabe por qué es esto? Porque el 
creyente tiene al Espíritu Santo, y el fruto del Espíritu es 
gozo. Este gozo ha sido llamado “una felicidad sin sentido”, 
porque es una felicidad que no depende de lo que nos sucede. 
¿Es posible que el Espíritu Santo nos dé gozo, un gozo que 
pueda superar a la depresión? 
22
El profeta Isaías predicó: “Que a los que lloran [...] 
se les dé [...] manto de alabanza en lugar de espíritu 
abatido” (Isaías 61:3, La Biblia de las Américas). ¡Qué 
perspectiva tan clara! Si usted tiene un espíritu abatido, si 
está deprimido, pruebe con esto: Alabe a Dios, de todas 
formas. Comience a alabarlo, aunque no tenga ganas; aunque se 
sienta como si hubiera dejado de respirar, pero no pudiera 
morir. ¡Comience a alabar a Dios! ¡Lo desafío a intentarlo! 
Las soluciones espirituales y bíblicas que he compartido 
son un mensaje que los profetas y la Iglesia vienen 
predicando desde hace miles de años. Le recuerdo una vez más 
que es cruel recetar soluciones espirituales, psicológicas o 
emocionales para una depresión que tiene un origen físico o 
causas físicas y una solución médica. Pero si la depresión es 
de origen espiritual, no tenga dudas de que las recetas 
espirituales de Dios siempre serán efectivas. 
23
Capítulo 4 
Receta para la sanidad interior 
Hace muchos años, un hombre llamado John Quincy Adams1 
estaba cruzando la calle. Estaba tan mal de salud que le 
llevó cinco minutos llegar al otro lado. Un amigo que pasaba 
por allí le preguntó: “¿Cómo está John Quincy Adams esta 
mañana?”. Él respondió: “John Quincy Adams está muy bien. La 
casa en que vive está en un estado triste y lamentable. La 
verdad es que está tan mal que John Quincy Adams quizá tenga 
que dejarla muy pronto... pero John Quincy Adams está muy 
bien, gracias”. 
Este hombre tenía una teología muy acertada. Hacer una 
distinción clara entre el hombre interior (nuestro hombre 
espiritual, que es eterno) y el hombre exterior (el cuerpo, 
que es temporal), y valorar claramente al hombre interior por 
sobre el exterior es una parte vital de los valores eternos 
que el apóstol Pablo nos comparte en sus inspirados escritos. 
La salud de nuestro hombre interior, espiritual, es un valor 
más importante que la salud del hombre exterior, físico. 
Podemos experimentar sanidad interior como resultado directo 
de nuestra salvación. Nuestra propia fe personal en el 
evangelio puede darnos esa sanidad interior de la salvación. 
La seguridad de haber sido perdonados, y la experiencia del 
nuevo nacimiento, que nos convierte en nuevas criaturas de 
adentro hacia fuera, por medio de, en, y para Cristo, 
deberían producir una experiencia milagrosa de sanidad 
interior (2 Corintios 5:17,18). 
Las enfermedades psicosomáticas son enfermedades del 
cuerpo (del griego soma) que tienen origen en la mente, o el 
alma (del griego psique). Dos de las causas más importantes 
1 El sexto Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. 
24
de enfermedades psicosomáticas son la culpa y la ira 
vengadora. Por tanto, dos de las principales dimensiones de 
la sanidad espiritual, o sanidad de las enfermedades 
psicosomáticas, son el perdón y la gracia para perdonar. Uno 
de mis mentores llamaba a estas dos terapias espirituales “la 
sanidad de los recuerdos”. 
El canónigo James Glennon, de Sidney, Australia, acuñó 
una nueva expresión. En su libro sobre la sanidad, en un 
capítulo sobre la sanidad interior, utilizó la expresión 
“falta de perdón”. Glennon escribe: “El mayor obstáculo para 
la sanidad interior es la falta de perdón. Podemos 
experimentar la falta de perdón porque nos falta la seguridad 
del perdón de Dios o el perdón de las personas contra las 
cuales hemos pecado. El origen de nuestra falta de perdón 
puede ser, también, que no perdonemos a las personas que han 
pecado contra nosotros”. 
Consideremos la perfecta sabiduría de nuestro Señor, que 
enseñó a sus discípulos a orar todos los días, diciendo: “Y 
perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos 
a nuestros deudores” (Mateo 6:12). Los eruditos en el idioma 
griego dicen que la petición de perdón en el Padrenuestro 
podría traducirse en forma más exacta como: “Perdónanos 
nuestros pecados, así como nosotros ya hemos perdonado a los 
que pecaron contra nosotros”. 
Esta visión de la enseñanza de nuestro Señor sobre el 
perdón presenta un gran desafío a las personas que han 
sufrido abusos. He oído a víctimas de abusos extremos 
confesar que su odio y su deseo de venganza solo sirvieron 
para alimentar su trauma emocional, y que ese odio y esa ira 
retrasaron su sanidad interior. Estas personas confesaron que 
su sanidad interior solo pudo comenzar cuando fue quitado el 
obstáculo de la falta de perdón. ¿Cree usted que Jesús sabía 
25
eso cuando hizo de la reconciliación y el perdón una parte 
vital de su receta para la oración y la sanidad interior? 
Cuando pecamos, debemos mirar hacia arriba y creer el 
primer hecho del evangelio, que es la buena noticia de que 
Dios perdona nuestros pecados, porque Jesús murió por 
nuestros pecados. Después, debemos mirar a nuestro alrededor, 
perdonar a quienes han pecado contra nosotros y pedir perdón 
a aquellos contra quienes hemos pecado. También necesitamos 
mirar dentro de nuestro propio corazón y perdonarnos a 
nosotros mismos. Perdonarnos a nosotros mismos cuando hemos 
pecado terriblemente es la parte más difícil del perdón. 
Cuando confesamos nuestros pecados y colocamos nuestra 
confianza en la muerte de Jesucristo en la cruz para el 
perdón de nuestros pecados, debemos olvidar lo que Dios 
olvida y recordar lo que Dios recuerda. Dios perdona y olvida 
nuestros pecados. Tenemos la Palabra de Dios en cuanto a 
esto. 
En el Nuevo Testamento se nos indica que confesemos 
nuestros pecados y se nos promete que “Si confesamos nuestros 
pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y 
limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). En el Antiguo 
Testamento, Dios nos dice claramente: “Perdonaré la maldad de 
ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34). 
Pero Dios recuerda que somos pecadores. Nosotros lo 
olvidamos. Esta es, al menos, una de las razones por las que 
volvemos a caer en pecado una y otra vez. Cuando confesamos 
nuestros pecados, demostramos que nuestra fe tiene fallas 
cuando recordamos nuestros pecados y llevamos la mochila de 
la culpa sobre nuestros hombros mucho tiempo después de que 
Dios ha perdonado y olvidado nuestro pecado. 
Una vez escuché una historia sobre un prelado de París 
al que le comentaron que en su comunidad espiritual había una 
26
monja que decía que hablaba con Jesús todas las noches. La 
monja fue llamada a comparecer ante la autoridad eclesiástica 
y, cuando le confirmó el rumor, el prelado le dijo: “La 
próxima vez que Jesús hable contigo, pregúntale: ‘¿Cuál fue 
el pecado que Monseñor cometió en París antes de convertirse 
en sacerdote?’”. 
Varios días después, la monja solicitó otra audiencia 
con el prelado, y este le preguntó: “¿Has hablado con Jesús 
nuevamente, hija mía?”. La monja respondió: “Sí, santo 
padre”. “¿Le hiciste a Jesús la pregunta que te indiqué?”. La 
monja dijo que, efectivamente, se la había hecho. Entonces, 
el prelado le preguntó: “¿Y qué te dijo Jesús?”. La monja 
respondió: “Jesús me dijo que le dijera que no lo recordaba”. 
Si creemos en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, 
esa es la respuesta que debemos esperar oír ante la pregunta 
del prelado. ¿Es esa la respuesta que usted esperaba oír? 
Cuando aplicamos el evangelio de salvación a nuestros 
pecados, sencillamente debemos disciplinarnos para recordar 
lo que Dios recuerda y olvidar lo que Dios olvida. Debemos 
implementar esa disciplina espiritual y recibir la seguridad 
del perdón en las tres direcciones que he mencionado. 
Quisiera repetirlas: Debemos mirar hacia arriba, para recibir 
el perdón de Dios. Debemos mirar a nuestro alrededor para 
perdonar a los demás como Dios nos ha perdonado y también 
recibir su perdón cuando hemos pecado contra ellos. 
Finalmente, debemos mirar dentro de nosotros mismos y 
perdonarnos. 
La combinación de estas dos disciplinas espirituales 
producirá sanidad interior, lo cual nos convencerá de que la 
salvación nos lleva a una sanidad interior que es más 
importante que la sanidad física. 
27
Capítulo 5 
Receta para la salvación 
Toda cultura, toda religión en todo el mundo trata de 
ofrecer recetas para la mayor necesidad del hombre: la 
necesidad de salvación eterna y personal. La Palabra de Dios 
nos dice que Dios amó de tal manera al mundo que envió a Su 
Hijo para que fuera el Salvador del mundo; y, cuando estuvo 
aquí, su Hijo nos dijo que había venido al mundo para 
salvarlo (Juan 3:16-18). El Salvador que murió en una cruz 
por nuestra salvación también nos dio una receta que nos 
muestra cómo aplicar esa salvación en forma personal. 
La historia, o una buena enciclopedia, nos cuentan sobre 
las siete maravillas del mundo antiguo, las siete maravillas 
del mundo moderno, y las siete maravillas naturales del 
mundo. La Biblia nos dice que la dimensión más importante de 
la vida es la espiritual, y que las verdaderas maravillas de 
este mundo son las Siete Maravillas Espirituales del Mundo. 
El diseño más grande del mundo 
La primera maravilla espiritual es el diseño más grande 
del mundo. Las personas que estudian este mundo a través de 
un telescopio o un microscopio están intrigadas por el diseño 
y el orden asombrosos que hay en él. El diseño y el orden que 
vemos en las cosas grandes y en las cosas pequeñas de este 
mundo son majestuosos, hermosos y complejos. Cuando 
consideramos el diseño fenomenal del macrocosmos y el 
microcosmos, se requiere más fe para creer que este mundo 
simplemente “apareció por accidente” que para creer que hay 
un Arquitecto y un Creador de todo lo que podemos ver. Las 
personas de fe creen que el diseño espectacular que 
28
observamos en todo el mundo que nos rodea es la firma de Dios 
escrita sobre la tela de su creación. 
Un diccionario define la palabra “yo” de esta forma: “la 
singularidad, la individualidad de una persona dada que la 
hace distinta de toda otra persona”. En la versión New 
English Bible (inglesa), Jesús aparece haciendo estas 
preguntas: “¿Qué consigue un hombre si gana todo el mundo a 
costa de su verdadero yo? ¿Qué puede dar para volver a 
comprar ese yo?”. El Dios Todopoderoso nos ha creado, a usted 
y a mí, con una individualidad potencial que puede hacernos 
diferentes de todo otro ser humano de la tierra. Jesús nos 
está diciendo que no debemos cambiar nuestro verdadero yo, la 
identidad que Dios nos ha dado, ni por todo el mundo. 
Dios es el Arquitecto y el Creador de este mundo, y 
también de usted y de mí. Es propio del carácter de Dios que 
creamos que Él tiene un propósito deliberado para todo lo que 
diseña y crea. El diseño único que Dios nos dice que tiene 
para cada vida humana individual ¡es el diseño más grande del 
mundo! 
Un indicio de que nuestra individualidad ha sido 
diseñada y planeada es el hecho de que cada uno de los más de 
seis mil millones de seres humanos que vivimos hoy aquí en la 
tierra tenemos huellas digitales, registros de voz y ADN 
únicos. Hay sesenta mil millones de dedos en la tierra hoy, y 
cada uno de esos dedos tiene una huella digital única. La 
profunda afirmación bíblica de que Dios tiene un diseño único 
para las seis mil millones de vidas que se están 
desarrollando en la tierra hoy, que tuvo un plan similar para 
todos los que vivieron antes de nosotros, y que tendrá un 
plan similar para todos los que nos sigan, es una de las 
maravillas espirituales del mundo. (Marcos 8:36,37, Salmos 
139;16, Jeremías 1:5, Romanos 12:1,2). 
29
El divorcio más grande del mundo 
Tal vez usted se esté preguntando: “¿Cómo es posible que 
exista un Dios, un orden y un diseño, detrás de un mundo como 
el nuestro, lleno de alienación, divorcios, familias 
fracturadas, crímenes, homicidios, armas nucleares y 
biológicas de destrucción masiva, guerras, refugiados, 
disturbios, enfermedades incurables y problemas 
desconcertantes y agobiantes que nos confunden y nos abruman 
completamente? Si Dios tiene un diseño para todo y para 
todos, ¿por qué está nuestro mundo tan lleno de un 
sufrimiento que parece significar que los sucesos de nuestras 
vidas no están planeados, sino que han sido asignados por 
alguna especie de caos aleatorio? ¿Por qué hay tantas 
personas en este mundo que sufren y que están deprimidas, 
confundidas, alienadas, solitarias e infelices?”. 
La Biblia responde estas preguntas. No encontraremos un 
punto de vista sobre la vida más realista ni mejores 
respuestas a estas preguntas que en la Palabra de Dios. Ella 
nos dice que Dios desea que vivamos según su diseño para la 
vida del ser humano. Pero también nos ha dado la libertad de 
aceptar o rechazar la posibilidad de tener una relación con 
nuestro Creador y su diseño para nuestra vida. Podemos usar 
esta libertad que Dios nos ha dado para seguir nuestros 
propios caminos egoístas, para hacer nuestra voluntad y 
declarar nuestra independencia de Él. Podemos divorciarnos de 
Dios y de su diseño para nuestra vida. 
La dura realidad de que Dios nos crea con la libertad de 
tomar decisiones incorrectas y después nos permite 
divorciarnos de nuestro Creador y de su plan para nuestras 
vidas convierte a este divorcio epidémico entre nosotros y 
nuestro Dios en el divorcio más grande del mundo, y una de 
30
las maravillas espirituales del mundo. La reconciliación de 
ese divorcio es el tema de la Biblia. (Génesis 3, Isaías 
53:6, Juan 3:19, Romanos 1:24,26,28, 3:23). 
El dilema más grande del mundo 
El Dios revelado en la Biblia, que es la esencia del 
amor perfecto, desea ardientemente tener una relación de amor 
con sus hijos. Sin embargo, este Dios de la Biblia es también 
un Dios santo, la esencia de la justicia perfecta. Las 
descripciones bíblicas del carácter de Dios nos dan una norma 
absoluta con la cual podemos medir lo que está bien y lo que 
está mal en nuestro mundo. No hay forma de que un Dios 
amoroso y santo pueda pasar por alto el divorcio más grande 
del mundo. 
Dado que Dios es el Padre celestial perfecto, en cierto 
sentido se enfrenta a un dilema que es muy similar al que 
enfrentan muchos padres. Cuando nosotros, como padres, 
queremos tener una relación de amor con nuestros hijos 
rebeldes, ¿cómo les demostramos un amor y una aceptación 
piadosos e incondicionales sin violar lo que creemos y les 
hemos enseñado que es lo correcto? 
Del mismo modo, ¿cómo puede nuestro Dios, cuyo carácter 
es la esencia del amor perfecto y la justicia perfecta, 
responder de una forma que sea coherente con su carácter 
esencial a nuestra actitud de solicitarle el divorcio? Ese es 
el dilema más grande del mundo, y otra de las maravillas 
espirituales del mundo. (Génesis 3:8-13, Lucas 15:11-24, 
Hebreos 12:5-11, Apocalipsis 3:19,20). 
La declaración más grande del mundo 
La declaración más grande del mundo es la declaración 
más importante de la Biblia, que proclama que Dios resolvió 
31
el dilema más grande del mundo y el divorcio más grande del 
mundo. En la Biblia encontrará la declaración más grande de 
Jesús: que Él, el Hijo unigénito de Dios, al morir en la 
cruz, ofreció la única solución de Dios para el problema del 
pecado, y la única salvación de Dios para el pecado a este 
mundo pecaminoso, alienado y doliente en general, y a cada 
ser humano en particular. 
El mensaje de la Biblia es la Buena Noticia de que, 
cuando Jesús murió en la cruz, Dios hizo algo que era 
coherente con su amor perfecto y su justicia perfecta. Cuando 
Jesús murió en la cruz, Dios cargó sobre su único Hijo amado 
todo el castigo que los seres humanos realmente merecíamos 
por nuestros pecados. De esta forma, Dios ejerció y satisfizo 
su justicia perfecta. Dios ciertamente expresó su amor 
perfecto cuando Jesús murió en la cruz y, sobre todo, al 
hacerlo, Jesús nos permitió acceder a la única forma de poder 
resolver nuestro divorcio de Dios. 
Esta es la forma en que Jesús comunicó la base y la idea 
central de su gran declaración: “Porque de tal manera amó 
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo 
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. 
La declaración más grande del mundo convierte a la cruz de 
Jesucristo en la maravilla espiritual más importante del 
mundo. (Juan 3:14-21, Mateo 20:28, Isaías 53:5, 1 Pedro 2:24, 
2 Corintios 5:18-21). 
La decisión más grande del mundo 
Jesús puso en perspectiva la decisión más grande del 
mundo para nosotros cuando nos dijo a cada uno que debíamos 
creer personalmente en la declaración más grande del mundo. 
Inmediatamente después de proclamar que Él era el único 
Salvador dado por Dios, y hablando de sí mismo, Jesús dijo: 
32
“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya 
ha sido condenado, porque no ha creído... Y esta es la 
condenación...” (Juan 3:18,19). 
La decisión de creer en la declaración más grande de 
Jesús tiene que ser la decisión más grande del mundo, porque, 
según Él, si creemos en su declaración, hemos resuelto el 
problema de nuestro pecado que nos divorciaba de Dios. Sin 
embargo, si no creemos en Él, somos condenados, precisamente, 
porque no creemos en la Buena Noticia que fue proclamada por 
Jesús. Si la decisión que tomamos de creer en la gran 
declaración de Jesús es la diferencia entre nuestra 
condenación eterna y nuestra salvación, entonces esa decisión 
de creer o no creer es la decisión más grande del mundo, y 
otra de las maravillas espirituales del mundo. (Juan 3:16-19, 
1:12, Hechos 16:30-32, Romanos 10:9-10). 
La dirección más grande del mundo 
Si usted sigue la lógica de mi razonamiento, es muy 
probable que se esté preguntando: “¿Cómo puedo saber cuándo 
he tomado la decisión más grande del mundo?”. Jesús contestó 
esa pregunta por usted cuando pronunció esta palabra: 
“Sígueme”. El espíritu del pacto con el que Jesús desafió a 
los que decían creer en Él era: “Sígueme y te haré...” En 
esencia, Jesús estaba diciendo: “Sígueme. Esa es tu parte. Yo 
te haré. Esta es mi parte. Tú sígueme. Esa es tu 
responsabilidad. Yo te haré. Esta es mi responsabilidad”. 
Esas breves frases son mi paráfrasis del contrato verbal con 
el cual Jesús daba inicio al viaje espiritual de fe de 
aquellos que lo seguían. 
Cuando usted toma la decisión de creer y asume el 
compromiso de seguir a Jesús, si alguien pudiera mostrarle lo 
que estará haciendo dentro de veinte años, se llevaría una 
33
gran sorpresa. Lo que puede parecerle imposible en el punto 
de partida de su viaje de fe es posible, porque Jesús siempre 
cumplirá su parte cuando usted cree en Él y asume el 
compromiso de convertirse en un verdadero discípulo suyo y 
seguirlo. 
Cuando las personas que le decían a Jesús que creían en 
Él oían esa palabra y sopesaban el pacto con el que los 
desafiaba, pronto descubrían que seguir a Jesús significaba 
que tenían que apartarse de sus pecados, entregarle sus vidas 
incondicionalmente, y seguirlo. Muchas de las personas que 
dijeron a Jesús que creían en Él no estaban dispuestas a 
validar su fe entregándose incondicionalmente a Él ni estaban 
dispuestas a seguirlo según sus condiciones. 
Sin embargo, la minoría comprometida que sí asumió el 
compromiso de creer en Jesús y seguirlo también descubrió 
algo. Los auténticos discípulos de Jesucristo hicieron el 
emocionante descubrimiento de que seguir a Jesús daba 
significado, definición, dirección, propósito y valor a sus 
vidas. Las personas que dicen creer en Jesús y que están 
dispuestas a asumir el compromiso de seguirlo siempre 
descubrirán que la dirección de seguirlo es la dirección más 
grande del mundo. 
Si usted observa cuidadosamente los cambios drásticos 
que se producen en las vidas de los que profesan creer en 
Jesús y verdaderamente lo siguen, y la falta de cambio en las 
vidas de los que profesan creer pero no lo siguen 
verdaderamente, le resultará obvio que la dirección de seguir 
a Jesús es otra maravilla espiritual vital del mundo. Cuando 
usted tome la decisión de creer en Jesús y seguirlo, y Él lo 
convierta en todo aquello para lo que lo salvó, habrá probado 
personalmente que la dirección más grande de la vida es la 
34
dirección de seguir a Jesús. (Mateo 4:19, Apocalipsis 1.5,6, 
Juan 8:30-36, Lucas 5:1-11). 
La dinámica más grande del mundo 
Si bien la muerte de Jesucristo es la maravilla 
espiritual más importante del mundo, la verdad más 
emocionante acerca de Él en el Nuevo Testamento es esta misma 
Buena Noticia que, según el Libro de los Hechos, fue 
predicada por todos los apóstoles: ¡Jesucristo resucitó de 
los muertos! 
El Cristo resucitado vive hoy en la tierra, en sus 
discípulos. Él es el responsable de todos los cambios en sus 
vidas. El Cristo viviente es también la Fuente de Poder, el 
responsable del impacto y la influencia de sus discípulos en 
todo el mundo y en cada generación. El Cristo resucitado, que 
vive su vida en y a través de sus verdaderos discípulos, es 
la Dinámica más grande del mundo. ¡El hecho de que el mismo 
Cristo resucitado quiera vivir su vida en y a través de 
personas como usted y yo, hoy, es una de las grandes 
maravillas espirituales del mundo! 
Según Jesús, aquellos que experimentan esta gran 
dinámica han “nacido de nuevo”. Si usted no ha nacido de 
nuevo, tome la decisión de creer en Jesucristo y asuma el 
compromiso de dirigirse en la gran dirección de seguir a 
Jesús, que es la parte que usted debe hacer. Cuando dé estos 
dos importantes pasos, descubrirá que, entonces, el Cristo 
resucitado y viviente dirigirá su vida y le dará poder, que 
es la parte y la promesa que le corresponde a Él. Entregue su 
vida al control y a la dirección de Cristo. En el tiempo y la 
forma que Él desee, usted nacerá de nuevo. También recuperará 
ese gran diseño que Dios siempre ha deseado para su vida, que 
para usted es el diseño más grande del mundo. 
35
Cuando usted asuma el compromiso de creer en Jesús y 
seguirlo, y cuando viva su vida según el diseño que Dios 
tiene para ella, no habrá nadie en la tierra como usted. La 
vida que viva como seguidor de Jesucristo se destacará por 
una hermosa diversidad. La belleza de la diversidad de su 
nueva vida en Cristo sobrepasará en mucho la hermosa 
diversidad de sus huellas digitales, su registro de voz o su 
ADN. 
¿Quiere nacer de nuevo? ¿Está dispuesto a tomar la 
decisión más grande del mundo y creer en la gran declaración 
de Jesucristo? ¿Está dispuesto a entregarle su vida 
incondicionalmente? ¿Ha decidido que ahora quiere recibir la 
dinámica más grande del mundo y asumir el compromiso de 
comenzar a avanzar en la dirección de seguir a Jesús? Si 
quiere comenzar su viaje espiritual de fe con Jesús, haga la 
siguiente oración a Dios, sinceramente y desde su corazón: 
“Amado Padre celestial, confieso que soy un pecador y 
confío en tu Hijo, Jesucristo, para que sea mi Salvador. 
Pongo toda mi confianza en su muerte en la cruz y en su 
resurrección de los muertos para el perdón de cada uno de mis 
pecados. Ahora renuncio a todos mis pecados y me aparto de 
ellos. Quiero reconciliarme de mi divorcio de ti. Aquí y 
ahora, declaro que Jesucristo es mi Señor y Salvador, y 
entrego mi vida incondicionalmente a su control y dirección. 
Pon mi vida en alineación perfecta con ese gran diseño que 
siempre has deseado para mi vida. Ayúdame a seguir a tu Hijo, 
Jesucristo, a confiar en su poder y autoridad, a vivir para 
exaltarlo, y para tu gloria. Gracias por proveer una 
salvación tan grande y eterna para mí. Amén”. (Juan 3:3-8, 
1:12,13, Pedro 1:22-3:3, Filipenses 1:6, 2:13, Efesios 2:8- 
10). 
36
Si usted ha repetido esta oración, dígaselo a alguien y 
luego póngase en contacto con nosotros. Tenemos más 
literatura útil que lo ayudará al comenzar su viaje de fe 
siguiendo a Jesucristo (Hechos 2:21, 16:30,31, Romanos 10:8- 
13). 
37
Capítulo 6 
Receta para la adversidad 
Escuche estas palabras del Señor Jesús en el final de su 
más grande discurso, el Sermón del Monte: “Cualquiera, pues, 
que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un 
hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió 
lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon 
contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre 
la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las 
hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa 
sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y 
soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y 
cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:24-27). 
Supongamos que usted es un gran artista, y yo le doy 
tela, pinturas, pinceles y todo lo necesario para hacer un 
hermoso cuadro. Entonces yo pronuncio la palabra “vida” y le 
digo que pinte cualquier cosa que le venga a la mente cuando 
escuche esa palabra. ¿Qué pintaría? 
Cuando concluyó su Sermón del Monte, Jesús pintó este 
retrato de la vida: Dos casas contiguas, que son atacadas por 
sendas tormentas. Eso es la vida, según Jesús. En su retrato 
de la vida, Jesús señala que estas casas parecen iguales... 
hasta que llegan las tormentas. Entonces descubrimos que las 
casas no son iguales. Una de ellas cae con gran estruendo, 
pero la otra, no. La diferencia es que la casa que cayó había 
sido construida sin fundamentos, mientras que la que no cayó 
estaba construida sobre una base firme, de roca. 
Si un joven pintara su propio retrato de la vida, quizá 
el cuadro sería idealista, como, por ejemplo, una persona 
surfeando en la cresta de una gran ola. El retrato pintado 
por sus padres o abuelos podría ser más pesimista, como, por 
38
ejemplo, una persona en un bote que se hunde a 80 kilómetros 
de la costa, sin ayuda a la vista. El retrato de la vida que 
pinta Jesús no es ni pesimista ni optimista. Es realista. La 
vida es dura. La vida es tormentosa, según Jesús. Y según el 
retrato de la vida que Él pinta, nadie está a salvo de las 
tormentas de la vida... especialmente los seguidores de 
Jesús. 
Algunos devotos seguidores de Jesús, cuando experimentan 
tormentas, creen que a ellos no debería sucederles, porque 
son discípulos comprometidos de Jesucristo. Hay una teología 
muy popular en la actualidad, llamada “teología de la 
prosperidad”, que enseña que el pueblo de Dios jamás debería 
sufrir ni enfermarse, y siempre debería prosperar, estar sano 
y hasta llegar a ser rico. Muchos reciben la enseñanza de que 
Jesús les prometió una vida libre de toda clase de 
adversidad. Están convencidos de que la vida no debe ser 
difícil para un creyente, y de que cuando ellos decidieron 
creer en Jesús y seguirlo, recibieron inmunidad contra las 
tormentas de la vida. 
Jesús destruye este mito con su conclusión del Sermón 
del Monte. En esta conclusión, también hace una profunda 
declaración sobre las consecuencias de la adversidad. Jesús 
enseñó que muchas personas creen que la vida que Él promete a 
sus seguidores comienza con una ancha puerta, seguida de un 
amplio y sencillo camino. Pero eso no es cierto. Jesús enseñó 
que ese enfoque “amplio” y fácil de la vida lleva a la 
destrucción (Mateo 7:13). 
Mientras enseñaba esta misma metáfora, Jesús prometió 
que sus discípulos descubrirían que la calidad de vida que Él 
promete comienza con una puerta estrecha, seguida de un 
camino difícil y disciplinado. Pero también prometió que la 
vida difícil y disciplinada de un discípulo suyo llevaría a 
39
la vida abundante que prometió a quienes lo siguen (Juan 
10:10). Jesús era lo suficientemente realista como para 
enseñar que solo unos pocos lo seguirían a Él y encontrarían 
esta calidad de vida. 
Una lectura cuidadosa del Nuevo Testamento y de la 
historia de la Iglesia demuestra que los pocos que siguieron 
a Jesús descubrieron, verdaderamente, esa calidad de vida 
cuando tomaron el compromiso de seguir a Jesús por la puerta 
estrecha y recorrer el camino disciplinado y difícil del 
discipulado, cumpliendo las condiciones que marcó Jesús. 
Una fórmula para la adversidad 
Generalmente, las personas creen que la adversidad que 
enfrentan es causa directa de las consecuencias que viven. Es 
común escuchar afirmaciones como: “Perdí mi trabajo y estoy 
deprimido. Tan deprimido que estoy pensando en suicidarme”. 
Básicamente, están diciendo: “La adversidad que sufro es la 
causa directa de la depresión emocional que experimento”. 
La enseñanza de Jesús que hemos visto difiere de esta 
perspectiva. La adversidad no lleva directamente a 
consecuencias emocionales o de otro tipo, según Jesús. Él nos 
presenta a dos hombres que enfrentan exactamente la misma 
adversidad. Usa las mismas palabras para describir en qué 
consiste esa adversidad: descendió lluvia, vinieron ríos y 
soplaron vientos contra las dos casas que representan las 
vidas de estos dos hombres. En ambos casos sucede exactamente 
lo mismo, pero las consecuencias son opuestas. 
¿Ha observado usted con cuánta frecuencia Jesús 
contradecía el sistema de creencias de sus discípulos, 
mientras les enseñaba acerca de la fe? Esta gran metáfora de 
las tormentas, al final de Mateo capítulo siete, es seguida, 
en el capítulo ocho, por otra historia de una tormenta: 
40
“Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro 
lado. [...] Y entrando él en la barca, sus discípulos le 
siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad 
tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y 
vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, 
sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué teméis, 
hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los 
vientos y al mar; y se hizo grande bonanza” (Mateo 8:18, 23- 
26). 
Hace muchos años que esta historia me fascina. Comienza 
con una gran tormenta, y termina con una gran calma. Entre la 
gran tormenta y la gran calma, hay una gran pregunta. En el 
relato del mismo incidente que hace Lucas, la pregunta es: 
“¿Dónde está vuestra fe?” (8:25). Una traducción bíblica la 
presenta de esta forma: “¿Cuándo comenzaréis a creer en mí?”. 
La esencia de esta gran pregunta acerca de la fe es: “¿Cómo 
se relaciona vuestra fe con esta tormenta?”. Jesús estaba 
desafiando, sin duda, el sistema de creencias de sus 
apóstoles. 
Los antiguos padres de la Iglesia veían muchas alegorías 
en la Biblia. Cuando consideraban que una historia bíblica 
era una alegoría, esto no significaba que la consideraran un 
mito. Ellos definían una alegoría como una historia en la que 
las personas, los lugares y las cosas tienen un significado 
más profundo, que nos instruye espiritualmente. 
Ellos consideraban que esta historia era una alegoría de 
la Iglesia, del pueblo redimido por Dios. Cuando dice que 
Jesús “mandó pasar al otro lado” (v. 18), es una imagen del 
Señor llevándonos al otro lado, es decir, a la eternidad. Es 
una alegoría que muestra a Jesús en la barca con nosotros, 
mientras todos viajamos al “otro lado”. Jesús también nos 
enseña que la vida es difícil, y que podemos tener muchas 
41
tormentas en el camino al otro lado. Algunos creen que Jesús 
enseña que la vida misma es una tormenta que debemos 
atravesar mientras viajamos de esta vida a nuestra vida 
eterna en el cielo. 
Hay otra historia acerca de una tormenta en el Evangelio 
de Mateo. Leemos que, en esa ocasión, Jesús había dicho a los 
discípulos que entraran al bote y pasaran antes que Él al 
otro lado del Mar de Galilea. Después de despedir a las cinco 
mil familias hambrientas que acababa de alimentar, se retiró 
a la montaña, en soledad, para orar (Mateo 14:22-33). 
Cuando llegó la noche, Él aún estaba allí solo, pero la 
barca estaba ahora a una distancia considerable de la orilla, 
azotada por las olas, porque una de esas repentinas tormentas 
por las cuales ese mar ha cobrado tan mala fama se había 
lanzado sobre ella. Durante la cuarta vigilia de la noche 
(alrededor de las cuatro de la madrugada), Jesús se dirigió 
hacia la barca caminando sobre el agua. Cuando los apóstoles 
lo vieron andar sobre el mar, quedaron aterrados. El texto 
griego original nos dice que estos veteranos pescadores 
lanzaron alaridos de terror cuando vieron a Jesús caminando 
sobre el agua en medio de esa terrible tormenta. Jesús les 
dijo que no tuvieran miedo: “Yo soy”. 
Pedro dijo: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti 
sobre las aguas”. Jesús le hizo la invitación, y Pedro salió 
de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Él. Pero 
cuando vio el viento, tuvo miedo y, al comenzar a hundirse, 
gritó: “¡Señor, sálvame!”. Inmediatamente, Jesús extendió su 
mano y lo atrapó. “Hombre de poca fe -le dijo- ¿por qué 
dudaste?”. Cuando ambos estuvieron a salvo dentro de la 
barca, el viento se calmó, y esta gran tormenta también se 
convirtió en una gran calma. 
42
Hay momentos, en nuestro ministerio y en nuestra misión 
como enviados, en que Él nos llama a “caminar sobre el agua”. 
Cuando reciba la indicación de caminar sobre las aguas, de 
hacer lo imposible, asegúrese de que es el Señor quien se lo 
indica, y asegúrese muy bien de que lo haya invitado a 
caminar sobre esas aguas. Si no se cumplen estas dos 
condiciones... usted tragará mucha agua. 
Pero Pedro aprendió una cosa más con respecto a caminar 
sobre el agua. Tenía que mantener sus ojos fijos en el Señor. 
Leemos que “al ver el fuerte viento...” Pedro, en realidad, 
no vio el viento, y lo mismo nos sucede a nosotros cuando 
quitamos nuestros ojos de Jesús. Vemos cosas que no están 
ahí. Comenzamos a concentrarnos en los “qué sucedería si...” 
de la vida. Pedro sí vio las olas del mar en medio de la 
tormenta. Cuando Pedro gritó al Señor que lo salvara, 
inmediatamente, Jesús extendió su mano, lo atrapó y le puso 
un sobrenombre. Ya le había puesto el sobrenombre de “Pedro”. 
Cuando conoció a Jesús, su nombre era Simón, y Jesús lo llamó 
“Pedro”. Pedro era inestable cuando conoció a Jesús, pero Él 
lo llamó “Pedro” (piedra) durante tres años, hasta que llegó 
a ser estable como una piedra. Aquí, Jesús le puso otro 
sobrenombre: “Hombre de poca fe”. Creo que Jesús tenía un 
gran sentido del humor y que sonreía al ponerle estos 
sobrenombres a Pedro. 
Cuando Jesús le pregunta a Pedro “¿Por qué dudaste?”, en 
griego, literalmente, dice: “¿Por qué lo pensaste dos veces, 
Pedro?”. La aplicación personal es que una vez que sabemos 
que es el Señor y que Él nos está llamando a andar sobre el 
agua -a hacer lo que otros creerían imposible-, no debemos 
pensarlo dos veces. Cuando Jesús tomó a Pedro de la mano y le 
dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”, creo que 
43
estaba sonriendo y diciéndole, básicamente: “Casi lo 
lograbas, Pedro. ¿Por qué lo pensaste dos veces?”. 
¿Cómo cree usted que llegaron a la barca? ¿Le parece que 
Jesús habrá llevado a Pedro en sus brazos, como a un bebé, o 
cree que Pedro habrá caminado sobre el agua junto con Jesús 
hasta llegar a la barca? Es interesante preguntárselo. Esto 
es más que el relato de un gran milagro. Estoy de acuerdo con 
los padres de la Iglesia cuando ellos lo consideran una 
alegoría de los enviados. Para ellos, es una alegoría que 
muestra los desafíos que enfrenta la fe de aquellos que 
“caminan sobre las aguas” con Jesús, en obediencia a su Gran 
Comisión. 
Un gran misionero y estadista llamó al milagro de las 
cinco mil familias hambrientas que Jesús había alimentado 
“una alegoría de la visión misionera de Jesús para el mundo”. 
Las familias hambrientas representan al mundo con todas sus 
necesidades. Jesús tomó el almuerzo de un niñito, lo partió y 
lo bendijo. Después lo entregó en manos de los apóstoles y, a 
través de ellos, a la multitud hambrienta. Si incluimos a 
mujeres y niños, Jesús alimentó, quizás, a unas veinte mil 
personas con el almuerzo de ese niñito, que probablemente 
fueran solo cinco pequeñas galletas y dos sardinas. 
Después de alimentar a la multitud, Jesús fue a la 
montaña y oró hasta las cuatro de la mañana, aproximadamente. 
¿Por qué cosas oró? Una vez más, es solo una conjetura, pero 
creo que oró por el mundo representado por esa multitud a la 
que había alimentado milagrosamente. Y creo que también oró 
por esos doce hombres que estaban luchando contra la feroz 
tormenta. Tengo esa convicción, porque su visión y su 
estrategia misionera era que todo lo que tenía para darle a 
este mundo necesitado iba a pasar por las manos de esos doce 
hombres. 
44
45 
En resumen 
En la gran metáfora de la tormenta al final de su Sermón 
del Monte y en estos dos relatos de tormentas, Jesús, 
obviamente, nos está enseñando: “Miren, la vida tiene sus 
tormentas. No pueden evitar estas tormentas, porque si 
tuvieran inmunidad contra ellas, ustedes y su fe jamás 
crecerían”. 
La forma en que Jesús enseña y demuestra su receta 
contra la adversidad es algo así: Debemos procesar las 
adversidades que enfrentamos a través de nuestro sistema de 
creencias. Podríamos decir que debemos procesar nuestra 
adversidad a través de nuestra fe, a través de la oración, o 
a través de toda la Biblia. Todas estas expresiones de fe son 
parte de nuestro sistema de creencias. 
Cuando caminamos sobre el agua con Jesús, llevando su 
evangelio al mundo, se nos indica que nos acerquemos 
osadamente al trono de gracia para obtener misericordia para 
nuestras fallas y gracia para ayudarnos en momentos de 
necesidad (Hebreos 4:16). Recibir la gracia que necesitamos 
obviamente contribuye dinámicamente a nuestro crecimiento 
espiritual. ¿Cuándo recibimos la gracia que nos hace crecer 
espiritualmente? Cuando experimentamos estas tormentas y las 
evaluamos a través del prisma de nuestros sistemas de 
creencias. Entonces recibimos la gracia de Dios que nos hace 
crecer espiritualmente. 
El Cristo que vive en nosotros está vitalmente 
comprometido con que usted y yo crezcamos espiritualmente. Es 
por eso que permite y, algunas veces, también envía tormentas 
a nuestras vidas. Siempre podemos contar con que la receta de 
Jesús para la adversidad nos señalará el camino a través de 
las tormentas para el crecimiento espiritual que Él desea que
experimentemos. Esto ocurre cuando Él permite que atravesemos 
esas tormentas o dirige nuestro recorrido de fe a través de 
ellas. 
46
Capítulo 7 
Receta para el carácter 
“Pedí ser fuerte para lograr muchas cosas; pero fui 
hecho débil para que aprendiera a obedecer humildemente. Pedí 
salud para hacer grandes cosas; pero recibí debilidad para 
hacer mejores cosas. Pedí riqueza para poder ser feliz; pero 
recibí pobreza, para ser sabio. Pedí poder para recibir las 
alabanzas de los hombres; pero fui hecho débil para sentir la 
necesidad de Dios. No recibí nada de lo que pedí, pero tengo 
todo lo que había esperado. Casi a pesar de mí mismo, mis 
silenciosas oraciones fueron contestadas y, entre todos los 
hombres, soy el más bendecido”. Este poema fue escrito por un 
soldado en 1862. 
Una de las razones por las cuales nuestra vida y 
nuestras oraciones son como las describe este soldado es que 
Dios está totalmente dedicado a esto: Él quiere ver el 
perfecto carácter de su Hijo desarrollarse en usted y en mí, 
a través del poder del Cristo vivo y del Espíritu Santo. Él 
permitirá que venga a nuestras vidas cualquier cosa que ayude 
a desarrollar ese carácter en nosotros. 
Ahora, leamos las profundas palabras de Jesús acerca de 
cómo se forma el carácter. Al leerlas, tenga en cuenta que 
Jesús simplemente está formulando en forma diferente la 
receta para la adversidad que estudiamos en el capítulo 
anterior: “Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los 
escribas, que habían venido de Jerusalén; los cuales, viendo 
a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos 
inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban. Porque los 
fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de 
los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no 
comen. 
47
“Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por 
qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los 
ancianos, sino que comen pan con manos inmundas? Respondiendo 
él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, 
como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su 
corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando 
como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el 
mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los 
hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de 
beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.[...] 
invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que 
habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas” 
(Marcos 7:1-3, 5-8, 13). 
Más tarde, Jesús explicó al pueblo lo que les había 
dicho a los líderes religiosos: “Y llamando a sí a toda la 
multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera 
del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo 
que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. Si alguno 
tiene oídos para oír, oiga” (14-16). 
“Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le 
preguntaron sus discípulos sobre la parábola. El les dijo: 
¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis 
que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede 
contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el 
vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios 
todos los alimentos. Pero decía, que lo que del hombre sale, 
eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los 
hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las 
fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las 
maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la 
maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas 
maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (17-23). 
48
Cuando Jesús dijo estas palabras, que estaban dirigidas a los 
líderes religiosos de los judíos, estaba comparando a la 
inspirada Palabra de Dios con sus “tradiciones”. Y confrontó 
a los líderes religiosos al decirles que ellos invalidaban la 
Palabra de Dios con las tradiciones que habían transmitido. 
Cuando nos adentramos en la esencia de esta enseñanza 
acerca de la formación del carácter, Jesús presenta muy 
claramente el desafío. Según Jesús, el carácter puede ser 
determinado por los mandamientos de los hombres o por los 
mandamientos de Dios. Y, naturalmente, la mayor definición de 
carácter que el mundo haya visto jamás es Jesucristo. Es por 
eso que Él no se limitó a aparecer y morir por nuestros 
pecados en un día. Podría haber hecho eso en una sola tarde. 
Pero vivió aquí durante treinta y tres años, porque deseaba 
enseñarnos y mostrarnos con su ejemplo el carácter de Dios, o 
la voluntad de Dios con respecto de la forma en que debe 
vivir un ser humano. 
¿Cómo se desarrolla el carácter? Jesús nos presenta el 
modelo de dos dimensiones que determinan el carácter. Hay una 
dimensión de formación del carácter que va de adentro hacia 
fuera, y otra que va de afuera hacia dentro. Jesús hacía 
énfasis en la primera dimensión, y los líderes religiosos, en 
la segunda. Hoy llamamos a esta segunda dimensión “entorno”. 
Hay muchos sociólogos y asistentes sociales que están 
totalmente convencidos de que cambiar el entorno en que vive 
una persona causará un cambio en su carácter. 
¿Por qué sucede que podemos exponer a dos personas al 
mismo entorno, exactamente, en cuanto a vida hogareña, 
educación, pobreza o riqueza, y tendremos dos respuestas 
completamente diferentes de adentro hacia fuera? Podemos 
culpar a la pobreza de provocar ciertos comportamientos 
delictivos, pero también se le atribuye a la pobreza la 
49
formación de algunos de los caracteres más nobles que haya 
visto jamás este mundo. ¿Qué hay en el interior de un ser 
humano que marca la diferencia en la forma en que él responde 
al mundo? Jesús dijo: “Esa es la dimensión vital de la 
formación del carácter”. Los factores que influyen de afuera 
hacia dentro no son los principales en la formación del 
carácter. Son importantes, pero es la respuesta de adentro de 
la vida de la persona hacia todo lo que viene de afuera la 
que forma su carácter. 
¿Qué es lo que hace posible que tengamos la respuesta 
adecuada desde adentro a todas esas fuerzas que entran desde 
afuera? Para que se produzca la respuesta adecuada, desde 
adentro, a las fuerzas que hacen impacto en nuestras vidas 
desde afuera, es necesario un milagro en nuestro corazón, 
según dice Jesús... y también toda la Biblia. 
La palabra “corazón” se encuentra más de mil veces en la 
Biblia. Cuando las Escrituras mencionan el corazón, se 
refieren a la mente, la voluntad, los motivos y las emociones 
que impulsan tantas de nuestras ambiciones, decisiones y 
elecciones. Veamos estas referencias al corazón en la Biblia: 
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él 
mana la vida”. “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón 
saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca 
malas cosas”. “Porque de la abundancia del corazón habla la 
boca”. “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar 
contra ti”. “Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en 
tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que 
predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el 
Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los 
muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para 
justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” 
50
(Proverbios 4:23; Mateo 12:34; Lucas 6:45; Salmos 119:11; 
Romanos 10:8-10). 
Cuando la Biblia habla del corazón, se refiere, 
básicamente, a lo que Pablo denomina “el hombre interior”. 
Según Jesús y Pablo, todos tenemos un hombre interior y un 
hombre exterior. Es en nuestro hombre interior donde 
decidimos cómo responderemos a todas las influencias que 
vienen de afuera y hacen impacto en nuestras vidas. La 
esencia pura de lo que Jesús dijo es: “No hay nada fuera de 
un hombre que pueda corromperlo si entra en él. Es lo que 
sale del hombre lo que lo corrompe”. 
Fue Jesús quien dijo: “De la abundancia del corazón 
habla la boca” (Mateo 12:34). En otras palabras, se puede 
saber qué hay en el corazón de una persona por lo que ella 
dice. Todas las acciones de las personas son determinadas por 
lo que sucede en sus corazones. 
En el Antiguo Testamento, escuchamos a los profetas, 
como Jeremías, predicar que el corazón del hombre es perverso 
y tan engañoso que solo Dios puede conocerlo. Escuchamos a 
David pedir a Dios que le muestre la verdad acerca de su 
interior. Cuando Dios lo hace, David exclama que él era un 
pecador desde que se formó en el vientre de su madre, que ya 
era pecador cuando fue concebido. Es por eso que vemos, en el 
Antiguo Testamento, que Dios da un nuevo corazón a las 
personas, y escuchamos que David pide a Dios un milagro 
creativo en su corazón. (Jeremías 17:9,10; Salmos 51:5,6,10). 
Cuando usted eduque a sus hijos de afuera hacia dentro, 
se dará cuenta de que, si tiene tres hijos, necesitará tres 
milagros. Si tiene dos hijos, necesitará dos milagros. El 
milagro que necesita es que Dios dé a los corazones de ellos 
el don de la fe. Que ellos crean el evangelio en sus 
corazones y confiesen con su boca que Jesús murió y resucitó 
51
para que ellos sean salvos. Ellos deben nacer de nuevo y 
recibir ese milagro creativo por el cual oró David. 
Si usted es guía de niños espirituales, necesita y debe 
orar por un milagro de Dios que forme sus caracteres 
espirituales dándoles la dinámica de adentro hacia fuera para 
responder a todas las fuerzas externas que quieren influir 
sobre su interior, y que enfrentan todos los días. Allí es 
donde todos debemos encontrar los valores y la dinámica que 
forman nuestro carácter. 
En el comienzo de este capítulo, sugerí que esta 
enseñanza de Jesús es una forma diferente de presentar su 
receta para la adversidad. Quizá usted se pregunte ahora cómo 
ese relacionan estas dos enseñanzas. Casi todo el mundo 
supone que su felicidad, serenidad y bienestar dependen de 
sus circunstancias. En esta receta para el carácter, Jesús 
enseña, en realidad, la misma metáfora con la que concluyó su 
Sermón del Monte. Cuando Él pintó su realista imagen de la 
vida con aquellas dos casas que sufrían las mismas tormentas, 
estaba enseñando que no eran las presiones externas las que 
determinaban esos caracteres. Eran los fundamentos, o la 
falta de ellos -que no podía ser vista- lo que daba forma a 
sus caracteres y revelaba cómo eran. 
Esta es, en realidad, la misma enseñanza, presentada de 
forma diferente. Así como las dos casas representaban dos 
vidas con idénticos problemas exteriores, no es lo que viene 
contra nosotros en forma de circunstancias externas adversas 
lo que forma nuestro carácter. Cuando encontramos en nuestro 
corazón la dinámica para responder a esas circunstancias 
exteriores, entonces se determina nuestro carácter. Según 
Jesús, Jeremías y David, es en nuestro corazón donde se 
encuentra nuestro mayor problema, y es en nuestro corazón 
donde necesitamos una solución milagrosa. Por tanto, debemos 
52
estar de acuerdo con David y Jeremías cuando nos muestran 
nuestros problemas de corazón, y orar la misma oración que 
hizo David, pidiendo un milagro creativo en nuestro corazón. 
Jesús enseñó esta misma verdad sobre la naturaleza 
humana y la única solución para ella, cuando le dijo a 
Nicodemo: “Lo que es nacido de la carne, [solo] carne es; 
[...]. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer 
de nuevo” (Juan 3:6,7). Cuando la Biblia usa la palabra 
“carne” en este sentido, significa ‘naturaleza humana sin 
intervención de Dios’. Cuando Jesús confrontó a los líderes 
religiosos, y cuando se encontró con Nicodemo, enseñó, una y 
otra vez, que nuestro mayor problema es el corazón, y la 
única solución: “Os es necesario nacer de nuevo”. El nuevo 
nacimiento es la receta de Jesús para el carácter y para la 
adversidad. 
Lo desafío a reflexionar sobre estos tres últimos 
capítulos de las recetas de Cristo que he compartido con 
usted. ¿Ha aceptado la receta de Cristo para su salvación, y 
la ha aplicado a sí mismo? Nunca podrá aceptar y aplicar sus 
recetas para la adversidad y el carácter hasta que haya 
aplicado su receta para la salvación. Le ruego, como ministro 
de Cristo, que tome la decisión más importante del mundo, 
avance en la mejor dirección del mundo, y reciba la dinámica 
más grande del mundo. Solo entonces recuperará el diseño de 
Dios para su vida y tendrá en su corazón el fundamento 
necesario para soportar las tormentas de la vida. Cuando dé 
ese paso de vital importancia, comuníquese con nosotros, y le 
ayudaremos a crecer en su nueva vida en Cristo. 
53

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  • 1. INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO VEINTIUNO LAS RECETAS DE CRISTO (Segunda parte) 1
  • 2. Introducción Cuando no nos sentimos bien, generalmente alguien nos da una “receta” que nos indica qué hacer para volver a estar bien. Cuando estamos muy enfermos, el médico nos receta un medicamento para tratar nuestra enfermedad. Jesús dijo: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mateo 9:12). La Palabra de Dios tiene recetas para todos nosotros, pero debemos admitir que necesitamos su ayuda: debemos admitir que estamos “enfermos”. En este segundo fascículo sobre las recetas bíblicas para nuestros problemas, estudiaremos algunas de las que Dios nos da para el matrimonio, para los hombres que son padres, para la depresión, para la salvación de nuestro pecado, para la adversidad y para nuestro carácter. Mi oración es que este fascículo le haga adentrarse en la Palabra de Dios, y que la Palabra de Dios entre en usted, porque es en ella que podemos encontrar las recetas de Dios que nos indican cómo resolver nuestros muchos problemas. 2
  • 3. Capítulo 1 Una breve receta para el matrimonio En el tercer capítulo de 1 Pedro, el apóstol escribe una breve receta para el matrimonio, para aquellas mujeres cuyos esposos no obedecen a la Palabra. La receta de Pedro para estas mujeres comienza con la palabra “asimismo”. Esta palabra hace referencia al último versículo del segundo capítulo, que dice que hemos retornado a Cristo, el Pastor de nuestras almas. Según la receta de Pedro para las mujeres cuyos esposos no obedecen a la Palabra, la relación más importante en su hogar -después de la relación de la mujer con Cristo- es la que tiene con su esposo. Pedro encara el problema de que los muchos roles de tal mujer, que también puede ser madre, se ven muchas veces frustrados por un esposo y padre que no obedece a la Palabra de Dios. En su breve receta bíblica para estas mujeres, Pedro basa su enseñanza en una metáfora que presenta a Cristo y la Iglesia como modelo de la relación que estas mujeres deberían tener con sus esposos. En este pasaje, básicamente, Pedro escribe a las mujeres cuyos esposos no obedecen a la Palabra: “¿Ven el modelo de Cristo y la Iglesia? En ese modelo, ustedes son la Iglesia. Dejen que sus esposos las pastoreen como Cristo pastorea a la Iglesia. Así mismo, de la misma manera que la Iglesia se relaciona con Cristo, ustedes deben relacionarse con sus esposos”. En el séptimo versículo de este mismo pasaje, Pedro comparte una palabra con los esposos de estas mujeres, y comienza su receta para ellos con una expresión similar: “igualmente”. Esto significa que Pedro, básicamente, les escribe a esos hombres: “¿Ven ustedes el modelo de Cristo y 3
  • 4. la Iglesia? En ese modelo, ustedes deben ser como Cristo. Así como Cristo se relaciona con la Iglesia, igualmente, de la misma manera, ustedes deben relacionarse con sus esposas”. En el quinto capítulo de Efesios, el apóstol Pablo indica esta misma receta a los esposos en cuanto a su relación con sus esposas: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (v. 25). En otras palabras, Pablo, básicamente, les indica a los esposos: “Amen como Él amó. Den como Él dio. Sean para sus esposas como Él es para la Iglesia”. Esta palabra “como”, en el idioma original, significa ‘exactamente de la misma manera que’. Cuando Pedro y Pablo prescriben este modelo, en el cual dicen a los esposos: “Sean para sus esposas como Cristo es para la Iglesia”, ¿quién cree usted que tiene la tarea más difícil? Es ridículo que los apóstoles le encarguen esto a un hombre... a menos que Cristo viva en él. Pero si Cristo vive en ese hombre, entonces él tiene el potencial para amar como Cristo amó, dar como Él dio y ser como Él es. En realidad, en cierto sentido, es de esperar que los apóstoles prescriban este comportamiento para los esposos en los que vive Cristo. Esposos, tengo una tarea para darles. Estudien 1 Corintios 13, especialmente los versículos 4 al 7. Encontrarán quince virtudes que les mostrarán cómo se comporta el amor de Cristo. En todo lugar en que el apóstol Pablo usa la palabra “amor” en este “capítulo del amor” de la Biblia, reemplacen esa palabra por “Cristo”. Oren por cada una de esas virtudes, de a una por vez, y pidan al Cristo que vive en ustedes que les dé gracia para amar a sus esposas de esa manera. Si lo hacen, verán que aman como Él ama, dan como Él da, y son para sus esposas como Él es. 4
  • 5. En una palabra, el problema más grande en el matrimonio es el egoísmo, y el antídoto más importante en el matrimonio, sencillamente, es la falta de egoísmo: es decir, darse como Él se dio. ¿Cuánto dio de sí mismo Cristo a la Iglesia? Dio todo. Murió por la Iglesia. Esposos, entréguense ustedes a sus esposas de la misma manera, y darán como Él dio, amarán como Él amó, y serán para sus esposas como Él es. Todo esto está implicado en esa palabra: “igualmente”. Pero Pedro no les habla aquí a mujeres cuyos esposos las aman como Pedro y Pablo enseñan. Esto podría implicar que los esposos no son creyentes; o que son creyentes, pero no están obedeciendo la enseñanza de estos apóstoles. El hecho de que Pedro también tiene instrucción para estos esposos implicaría que ellos son creyentes. Observemos que Pedro no indica que estas mujeres deben corregir a sus esposos sermoneándolos. En realidad, lo que el apóstol dice es: “Gánenlos sin palabras, por medio de su ejemplo de obediencia a Dios”. Y, básicamente, escribe a los esposos: “Ustedes, maridos, no deben tratar de corregir a sus esposas”. Aunque usted sea un experto en lo que ella necesita saber y hacer, descubrirá algo: a ella no le interesa escuchar sus “opiniones de experto”. De hecho, probablemente sea cierto que cuanto más un hombre trate de convencer a su esposa de que él conoce todas las respuestas, menos las escuchará ella. Una mujer no quiere que un hombre siempre le esté diciendo que él tiene razón y ella está equivocada. Lo mismo se aplica al hombre. Hay algo en el ego masculino que no quiere enterarse de todas sus fallas de labios de una mujer. 5
  • 6. Un principio vital del aconsejamiento matrimonial Hay un principio del aconsejamiento matrimonial que está implícito en el inspirado consejo matrimonial de Pedro, y es que cada uno debe “permanecer” en su lugar. Permítame explicarlo de la siguiente forma: Cuando Gedeón derrotó a más de doscientos cincuenta mil madianitas con solo trescientos hombres comprometidos, la clave de su milagrosa victoria se encuentra en la actitud de los trescientos comprometidos guerreros de Gedeón que, según se nos dice: “...se estuvieron firmes cada uno en su puesto” (Jueces 7:21). Hay un lugar en el cual toda esposa y todo esposo deben permanecer en su matrimonio. Cuando ambos están firmes en el lugar que Dios les ha señalado en su matrimonio, los problemas de esta relación pueden ser superados. Pedro, después de concentrarse en el problema de que el esposo de la mujer a la que le habla no está ocupando su lugar, indica varias formas en que la mujer puede permanecer en su lugar. Debe ser espiritual, dulce, sumisa y silenciosa. Al decir “sumisa”, Pedro indica que la mujer debe permitir que su esposo la pastoree como Cristo pastorea a la Iglesia. Al decir “silenciosa” se refiere a que no debe empujar a su esposo, tirar de él, reprenderlo o avergonzarlo para que ocupe su lugar. Pedro sabe que estos métodos no funcionan. También sabe que, en realidad, la mujer no es responsable de que el esposo ocupe su lugar en el matrimonio. La estrategia de este inspirado consejo matrimonial es que, si algo puede motivar al esposo a ocupar su lugar, será el ejemplo de una esposa que se comporta como Cristo. El apóstol aconseja a la mujer que acepte su responsabilidad por la única persona que puede controlar: ella misma. Su sabio consejo es que no se responsabilice en demasía por su esposo, dejando así de 6
  • 7. responsabilizarse por ella misma. Ella debe ser espiritual para poder confiar en que el Señor la ayudará a ser todo lo que puede ser en Cristo. Pedro desea redireccionar su prioridad, de su esposo y sus fallas, a ella misma y cómo ella puede ser todo lo que el Señor quiere que sea una esposa y madre. Quizá la primera causa de discusiones en el matrimonio es que el esposo está demasiado ocupado diciéndole a la esposa lo que ella hace mal, y la esposa está demasiado ocupada diciéndole al esposo todo lo que él hace mal. La esposa trata de arrastrar al hombre o de hacerlo ocupar su lugar a fuerza de regaños, y él no quiere escuchar. Por supuesto, lo mismo ocurre en sentido contrario. Este sabio consejo de Pedro está basado en una enseñanza de Jesús (Mateo 7:1-5). Jesús enseñó que primero debemos quitar la viga de nuestro ojo, y entonces, tal vez, podamos ayudar eficazmente a otra persona a quitar la paja de su ojo. Jesús no enseñó que nunca debemos juzgar a los demás. La esencia de su enseñanza fue que, primero, tenemos que juzgarnos a nosotros mismos. Es muy posible que si usted, como esposo, le pide a Dios la gracia para amar a su esposa y su familia como Cristo amó a la Iglesia; de darse a ellos como Él se dio a la Iglesia; y de ser para ellos como Él es para la Iglesia, esto motive a su esposa a ocupar el lugar que le corresponde. Si usted, como esposa, permanece firme en su lugar, eso posiblemente motive a su esposo a hacerse responsable por sí mismo y ocupar el lugar que a él le corresponde. No siempre funciona así, porque su cónyuge tiene libre albedrío, pero funciona mejor que empujar y presionar a la otra persona para que ocupe su lugar. 7
  • 8. Después de dedicar seis versículos a las esposas, el apóstol Pedro escribe un versículo a los esposos: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (7). Aunque solo dedica un versículo a los esposos, en ese único versículo les presenta un gran desafío. Cuando Pedro dice a los esposos que “vivan con sus esposas” uno pensaría, al principio, que no era necesario señalar algo tan obvio, y que esta parte de su receta es innecesaria. Pedro se refiere a algo más que al obvio hecho de que el esposo debe habitar con su esposa. Algunos maridos pasan cada vez menos tiempo de su matrimonio con sus esposas. Creo que el viejo pastor Pedro demuestra ser muy sabio al aconsejar: “Vive con tu esposa. ¡Para eso te casaste con ella!”. Y agrega a esta receta: “Vivid con ellas sabiamente”. Me pregunto, esposo: ¿cuánto conoce usted a su esposa? ¿Y cuánto la comprende? La receta de Pedro, en realidad, quiere decir: “Vivid con ellas y comprendedlas”. ¿Comprende usted a su esposa? ¿Conoce y comprende a la mujer con la que vive? Quizá usted no siempre comprenda a su cónyuge. Quizá ella misma no se comprenda. Pero podemos conocer a nuestro cónyuge, aun cuando no siempre lo entendamos. Después, Pedro indica: “Honren a sus esposas”. Creo que esto es profundo. En algunas culturas, los hombres explotan la debilidad física de la mujer y la usan como esclava en lugar de tratarla con amor y respeto. Básicamente, Pedro está diciendo: “No se aprovechen de su debilidad; honren su debilidad”. Sin embargo, hay muchos sentidos en que las mujeres son más fuertes que los hombres, como cuando se trata de soportar 8
  • 9. el dolor. Mi madre, que tuvo once hijos, solía decir: “Si el hombre tuviera que turnarse con la mujer para tener hijos, no habría más de tres hijos en ninguna familia”. Pedro indica: “Cuando vean esas debilidades, hónrenlas; no las exploten; denles honra”. Afirme a su esposa y ayúdela a superar los problemas, a trabajar en ellos, cuando vea que tiene algunas debilidades. Es para eso que Dios le dio a ella un esposo: para ser la cobertura que el corazón de una mujer siempre anhela. Después, Pedro indica que debemos ser “coherederos de la gracia de la vida”. Esta es la más elocuente definición del matrimonio en la Biblia. “La gracia de la vida” sugiere que ninguno de nosotros merece la vida; la vida que recibimos, un día a la vez, nos llega como resultado de la gracia de Dios. No merecemos la vida, ni hacemos ningún mérito para obtenerla, ni es un logro nuestro. La vida nos es dada por la gracia de Dios. Esta metáfora define a la pareja casada como dos personas que heredan por igual la gracia de la vida, día a día, juntas, como matrimonio. Las mujeres son las más beneficiadas en esta inspirada metáfora que Pedro prescribe para el esposo. Lo que le indica al hombre, básicamente, es: “Ama a tu esposa”. Después señala que, si esta metáfora se hace realidad en su relación, las oraciones de este hombre no tendrán obstáculo. El apóstol Pablo escribe esta receta en el capítulo del matrimonio: “No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (1 Corintios 7:5). La relación que hace que una pareja de creyentes sea uno en Cristo debe ser una relación individual, vertical, de 9
  • 10. cada uno con Cristo, para después ser una relación que experimenten juntos, en el contexto de su matrimonio. En cierto sentido, la relación más íntima que tenemos en esta vida no es nuestro matrimonio; es nuestra relación con Dios. Nuestra unión espiritual como matrimonio será fuerte o débil en la medida que sea fuerte o débil la relación de cada uno de nosotros con Cristo. La institución más importante sobre la tierra en la actualidad no es la Iglesia, sino el hogar, que provee de personas espirituales a la Iglesia. Actualmente, las iglesias se dividen en pequeños grupos, porque no creen que una congregación grande pueda experimentar adecuadamente la calidad de koinonía, es decir, de comunión espiritual, que el Cristo resucitado desea para una iglesia local. Mucho tiempo antes de pensar en hacer esto, como parte de su creación del mundo y de este planeta, cuando Dios pobló la tierra, dividió todo en pequeños grupos llamados matrimonio y familia. El salmista se refiere a este plan de Dios al escribir: “Dios hace habitar en familia a los desamparados” (Salmos 68:6). Trabajando junto con Dios, esposa, haga de su esposo la relación más importante de su vida. Esposo, haga de su esposa la relación más importante de su vida. Al trabajar en su matrimonio, la idea no debe ser corregir al otro. Pida a Dios que lo corrija a usted y lo coloque en el lugar que le corresponde, y ore para que Dios use esto para motivar a su cónyuge a ocupar su lugar. Después, vea cómo Dios obra, y la bendición del Señor pasa a través de usted, su cónyuge y su matrimonio a la Iglesia, la ciudad, la nación y el mundo (ver Salmo 128). 10
  • 11. Capítulo 2 Receta para padres En este estudio, tengo una receta para los padres. Los padres son la clave de la bendición divina, en la medida que la ley de Dios para el matrimonio y la familia hace su impacto en el mundo. El mayor problema del matrimonio, en la actualidad, no es que las esposas y madres no cumplan la receta dada a las mujeres en nuestro estudio anterior. El problema más grande de los matrimonios de creyentes, en la actualidad, es el de los esposos y padres que no asumen la responsabilidad de ser los líderes de sus familias. La receta de Dios para los padres comienza a partir del último versículo de Mateo capítulo cinco, en el medio del Sermón del Monte. Yo creo que el Sermón del Monte fue dado a los hombres, porque en esa montaña, Jesús enseñó a quienes lo escuchaban acerca de sus esposas. No habló sobre los esposos. Jesús estaba hablando a los hombres cuando dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Encontramos la palabra “perfecto” dos veces en este versículo. Algunos dicen: “Yo jamás podría ser perfecto”. Otros dicen: “Yo soy perfecto, así que será mejor que tú también lo seas”. El perfeccionista no solo se enferma a sí mismo, sino destruye a aquellos a quienes les exige perfección. Pero el verdadero énfasis del versículo se ve cuando quitamos la palabra “perfecto” y queda así: “Sed, pues, vosotros como vuestro Padre que está en los cielos es”. Jesús dio este gran versículo a los hombres después de su enseñanza ética más desafiante. Poco antes había enseñado que debemos amar a nuestros enemigos. Básicamente, había enseñado: “Si ustedes solo aman a quienes los aman, no 11
  • 12. necesitan nada de gracia. Eso es solamente amor humano. No se necesita gracia para amar a quienes nos aman. “Si realmente quieren amar con el amor de Dios, y ser la sal de la tierra y la luz del mundo, entonces, amen a sus enemigos. Si ellos los golpean en una mejilla, díganles: ‘Dios te bendiga’, denles la otra mejilla, y reciban el golpe en la otra mejilla”. Estaba concluyendo esta enseñanza cuando, esencialmente, dijo a esos hombres: “Por tanto, ustedes deben ser como su Padre celestial es. Deben amar de la manera que ama Dios; deben ser piadosos”. Sospecho que muchos de estos hombres eran padres y abuelos. Unos pocos versículos más adelante en el Sermón del Monte, cuando Jesús les enseñó la Oración Modelo, les dijo que debían dirigirse a Dios de esta forma: “Padre nuestro”. Dado que soy pastor, algunas personas han venido a verme y me han dicho: “Pastor, tengo un problema con la oración. Cuando digo: ‘Padre nuestro’, comienzo a perder la paz y me resulta difícil orar”. Siempre les hago la siguiente pregunta: “Bien, ¿cómo era su padre terrenal?”. He escuchado historias de desesperación como respuesta a esta pregunta. Después que esas personas me hablan de su padre terrenal, a ninguno de los dos nos quedan dudas de por qué no podían conservar la paz cuando se dirigían a Dios como “Padre”. Veamos las palabras “Padre nuestro que estás en los cielos”. Padres, por eso debemos ser “como vuestro Padre que está en los cielos”, y no como nuestro padre terrenal. Una canción de alabanza contemporánea habla de un padre que se arrodilla junto a su hijo dormido y dice: “Padre, quiero ser como tú, porque él quiere ser como yo”. Entre los miles de pasajes bíblicos dirigidos a madres y padres, hay un pasaje dirigido a los hombres que son padres, que los eruditos, tanto judíos como cristianos, consideran el 12
  • 13. más importante de esta clase en la Biblia. Es un pasaje que rabinos y eruditos judíos consideran el más grande sermón de Moisés. Este sermón es y ha sido una pieza central de la adoración para los judíos devotos durante miles de años. “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” (Deuteronomio 6:4-9). Este sermón se llama “el Shemá”, porque comienza con la palabra “oye”, que en hebreo es shemá. ¿Por qué este breve sermón dirigido a los hombres que son padres es parte tan central de la liturgia del pueblo judío desde hace casi cuatro mil años? Para responder a este “por qué” debemos preguntarnos otro “por qué”. La pregunta es: “¿Por qué Moisés predicó este sermón?”. Lo hizo porque, durante cuarenta años, los hijos de Israel habían vagado por un desierto que deberían haber atravesado en once días. Dios les había ordenado, a través de Moisés, que atravesaran ese desierto y vencieran a las naciones paganas guerreras que habitaban en las ciudades fortificadas de Canaán. Pero a ellos les faltó fe para invadir la tierra de Canaán. Así que, durante cuarenta años, el pueblo de Israel anduvo en círculos de incredulidad en ese desierto. Moisés predicó este sermón porque estaba decidido a que jamás se repitiera el horror que acababan de experimentar: 13
  • 14. durante ese andar errante, ¡toda una generación de israelitas había muerto en ese desierto! El gran sermón de Moisés encomienda a los padres un plan inspirado para comunicar a sus hijos las convicciones y los valores que debían aprender de la Palabra de Dios. Ese plan está basado en cuatro sólidos fundamentos, que he dado en llamar: responsabilidad, relación, realidad y revelación. El punto central de este gran sermón de Moisés a los padres es que Dios les ha dado la responsabilidad de criar y educar espiritualmente a sus hijos. Isaías también estuvo de acuerdo en que Dios desea que los hombres enseñen la Palabra de Dios a sus hijos (Isaías 38:19). Si todo lo que un niño aprende de Dios lo aprende de una mujer, ¿es de extrañarse que, en opinión de muchos adultos en la actualidad, la iglesia y las cosas espirituales sean cosas de mujeres y niños? Dios tiene buenas razones para insistir en que los hombres deben enseñar a sus hijos acerca de Dios y de la Palabra de Dios. No hay manera de que los padres puedan enseñar a sus hijos como Moisés les ha indicado que lo hagan, si no tienen una relación con ellos. Esta enseñanza no es una disertación formal, sino la enseñanza que se produce en el contexto de una relación. Muchas veces, en el Antiguo Testamento, se instruye a los padres que deben enseñar a sus hijos en respuesta a las preguntas que ellos formulen (Josué 4:6). Dios ha puesto curiosidad en los corazones de los niños. Los padres deben usar esa curiosidad para enseñar en respuesta a las preguntas de sus hijos. Moisés desafía a los padres para que estas palabras de Dios habiten primero en sus propios corazones y sean realidad en sus propias vidas, antes que las enseñen a sus hijos, porque el ejemplo es el mensaje. Si usted quiere saber qué 14
  • 15. les está enseñando a sus hijos, párese frente a un espejo. La mayoría de los valores que les transmitimos a nuestros hijos son aprendidos no tanto por las cosas que decimos como por las que hacemos. Finalmente, toda la verdad que estos hombres enseñen a sus hijos debe estar firmemente basada en la revelación que Dios dio a Moisés, conocida como la Ley de Moisés, la Ley de Dios, y la Palabra de Dios. Hace más de cinco mil años que los padres enseñan a sus hijos la Palabra de Dios, aplicando este gran sermón de Moisés. El mayor legado que podemos dejar a nuestros hijos es que conozcan personalmente a Dios y a su Palabra. Podemos ver, entonces, por qué Jesús dijo a los hombres: “Por tanto, sed vosotros como vuestro Padre celestial es”. 15
  • 16. Capítulo 3 Receta para la depresión Al leer la Biblia, en el cuarto capítulo del primer libro de la Biblia, leemos que a Caín, el primer hombre que nació de forma natural, se le formula la pregunta: “¿Por qué ha decaído tu semblante?” (Génesis 4:6). Cuando continuamos leyendo, encontramos que Moisés está tan deprimido que ruega que le llegue la muerte (Números 11:15). Más adelante, leemos que el gran profeta Elías está sentado debajo de un árbol, tan deprimido que también ruega poder morir (1 Reyes 19:4). Avanzamos en la lectura y vemos que Job está deprimido como consecuencia de su dolor y su sufrimiento. También lo encontramos a él rogando a Dios que le quite la vida (Job 3:11-13). La misma oración fue pronunciada por el valeroso profeta Jonás (Jonás 4:3). Como creyente, si usted está experimentando depresión, tiene buena compañía. Moisés, Elías, Job, y Jonás son héroes de la fe del Antiguo Testamento que sufrieron depresión. No tiene por qué avergonzarse o aislarse a sí mismo y a su problema de los demás creyentes, creyendo que estar deprimido significa que su fe es débil e insignificante, o que directamente no tiene nada de fe. Aun nuestro Señor y Salvador oró con estas palabras: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Marcos 14:34). Jesús oró la misma oración que pronunciaron los grandes hombres de Dios que he mencionado anteriormente. Cuando leemos los Salmos, escuchamos al salmista de la antigüedad preguntando a su alma: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?” (Salmos 42:5,11; 43:5). En otras palabras: “Estoy deprimido, pero... ¿por qué estoy 16
  • 17. deprimido?”. La depresión es un problema tan antiguo como la Biblia. No podemos solucionar este problema en unos pocos minutos, pero sí podemos concentrarnos en las recetas de Dios para la depresión. Al hacerlo, obviamente, lo primero en que debemos concentrarnos es en las causas de la depresión. El origen del problema puede ser físico, químico o biológico, y puede existir una solución médica. Hay muchos problemas físicos que pueden causar la depresión. Los problemas de tiroides, por ejemplo, pueden causar depresión. Si nuestro metabolismo no está equilibrado, puede provocarnos depresión y graves problemas emocionales. Si usted tiene un problema de alcoholismo, el alcohol es un agente supresor o, mejor dicho, un agente depresivo, así que usted puede estar deprimido porque bebe. Un efecto secundario de algunos medicamentos puede ser causa de depresión. Es cruel decirle a un creyente que está deprimido que lea la Biblia y ore, cuando el origen de su depresión es una glándula tiroides que no funciona bien. Si usted está deprimido, antes de ir a ver a su pastor, debe consultar a su médico. Siempre controle primero la dimensión física de la vida. Si la causa de su depresión es un problema físico, requiere una solución médica. No encontrará la solución a un problema físico en la Biblia, ni en la oración, ni en el ayuno. La depresión también puede ser de origen psicológico. La palabra “psicológico” significa ‘estudio de la psiquis’, o estudio de la mente. Cuando digo que la depresión puede ser de origen psicológico, quiero decir que el origen de la depresión puede estar en nuestra mente. ¿Cree usted que las personas que hablan solas están locas? Un amigo mío dice que habla consigo mismo, porque es la única oportunidad que tiene de hablar con una persona 17
  • 18. inteligente, y acerca de una persona inteligente. En realidad, todos hablamos con nosotros mismos todo el tiempo. Y cuando hablamos con nosotros mismos, nuestro ser habla con nosotros. Cuando hablamos solos, muchas veces repetimos pensamientos o ideas que explican quiénes pensamos que somos. Algunas veces pensamos mal de nosotros mismos. Cuando nos decimos cosas que implican que somos “malas personas”, estas afirmaciones afectan en forma negativa a nuestra mente. Hace años que escucho a personas que hacen esto. Cuando vienen a verme, cada vez que nos encontramos, me dicen por lo menos una docena de veces: “Soy una mala persona”. Hace años que se dicen eso a sí mismas. Ahora bien, si usted se dice a sí mismo que es una mala persona, y se lo dice cientos de veces por semana, ¿no cree que eso tendrá un impacto negativo en lo que piensa de sí mismo? Si se ha estado diciendo estas cosas malas sobre usted mismo durante años, miles y miles de veces, ¿es de extrañarse que comience a actuar como una mala persona? Había un viejo agricultor que vino a verme porque estaba deprimido. Decía, vez tras vez: “Valgo menos que un perro”. Lo repetía al menos diez o doce veces cada vez que nos encontrábamos. “Valgo menos que un perro”. Pues bien, si esto es lo que usted se dice acerca de sí mismo, ¿es de extrañarse que comience a sentir que vale menos que un perro? ¿Sabía usted que cada cosa que piensa queda grabada en su banco de memoria y permanece allí para siempre, y que todos tenemos memoria perfecta? Nuestra capacidad de recobrar lo que guardamos en nuestro banco de memoria varía en gran manera, pero, en realidad, nunca olvidamos nada. Bajo la influencia de ciertas drogas, podemos recordar los pensamientos que hemos depositado en nuestra mente. Si usted ha plantado pensamientos negativos en su mente subconsciente, 18
  • 19. miles y miles de veces, esos pensamientos son como un grabador que hace sonar afirmaciones sobre su falta de valor en su mente inconsciente: “No valgo nada. No tengo ningún valor”. Y, finalmente, esa grabación negativa comienza a hacerse oír en su mente consciente. Eso puede llevarnos a lo que llamamos “depresión”. Las afirmaciones sobre la falta de valor propio pronto nos llevan a afirmaciones de falta de esperanza: “No sirvo para nada. Nada bueno me ha sucedido jamás, ni me sucederá. Mi vida no tiene sentido”. Si su “ser interior” hace afirmaciones como esas porque usted ha estado afirmando esas cosas a su ser interior durante años, ¿es de extrañarse que se sienta deprimido? Pregúntese: “¿Cuál es el origen de mi depresión?”. Tiene algo de cierto la vieja expresión: “Somos lo que comemos”. Si tenemos malos hábitos de alimentación, estaremos excedidos de peso o enfermos. Y si no tenemos buenos hábitos de pensamiento, nos deprimiremos. Ese es, algunas veces, el origen psicológico de la depresión. Algunas formas de depresión simplemente son resultado de la acumulación de hábitos de pensamiento indisciplinados. Jesús dijo: “La lámpara del cuerpo es el ojo”. Al decir “ojo”, se refería a la perspectiva, a la forma en que vemos las cosas. Porque continuó diciendo: “Si tu ojo es bueno [sano], todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno [defectuoso], si la forma en que ves las cosas es defectuosa, o mala, o negativa, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mateo 6:22,23). Qué descripción tan exacta de lo que denominamos depresión. Consideremos la inspirada sabiduría del apóstol Pablo cuando nos dio una receta para pensar en forma sana. Nos dice 19
  • 20. que pensemos en cosas verdaderas, honestas, justas, puras, amables y de buen nombre. También nos indica que no pensemos en lo que es falso, deshonesto, injusto, impuro, de mal nombre (Filipenses 4:8). Piense en los miles de pensamientos negativos que no tendríamos en nuestra memoria si siguiéramos estas recetas de Jesús y Pablo para tener hábitos sanos de pensamiento. Sin embargo, repito que la causa de nuestra depresión puede ser física, química, el efecto secundario de un medicamento, un metabolismo desequilibrado, o muchas otras causas físicas. Y es cruel decirle a un creyente que está deprimido que su depresión se debe a causas psicológicas o espirituales, cuando quizá tenga un problema que pueda ser solucionado por un médico. Pero, naturalmente, hay muchos casos en que el origen de nuestra depresión es espiritual. Si usted no comprende el evangelio, si nunca lo ha escuchado, yo no me asombraría de que esté deprimido. Una de las principales causas de depresión es la culpa. No hay, realmente, otra solución para el problema de la culpa que no sea el evangelio de Jesucristo. Solo el evangelio de Jesucristo puede resolver el problema de nuestra culpa. En el Salmo 51, David escribió una tremenda oración de confesión y arrepentimiento. En esa oración, presentó esta profunda petición: “Borra mis rebeliones”. Esas palabras hebreas son difíciles de traducir. Lo más cercano que podríamos llegar a una buena paráfrasis sería: “Despeca mi pecado”, es decir: ”¡Quítalo por completo! Haz como si nunca hubiera sucedido”. Es increíble cómo David tuvo la comprensión y visión profética para adelantarse a su época y ver que esto es precisamente lo que Dios había planeado hacer. En el Libro de 20
  • 21. los Romanos, el apóstol Pablo usó una palabra que David también utilizó en su Salmo de arrepentimiento (Salmos 51:4). Esa palabra es “justificado”. Podemos parafrasear esta palabra de la siguiente forma: “como si nunca hubiese pecado”. Dios puede hacer que nuestro pecado sea como si nunca lo hubiéramos cometido. Puede borrarlo como si nunca se hubiera producido. Puede “despecar” nuestro pecado. Puede responder a la petición de David. La buena noticia del evangelio es que Jesús no vino para las buenas personas; vino a buscar a las malas. No murió por las buenas personas; murió por las malas personas. “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mateo 9:12). Así que, si usted es una mala persona, el evangelio está dirigido a usted. Toda la vida y el ministerio de Jesús fueron ideados teniéndolo en cuenta a usted. Me sorprende la cantidad de personas que hace años que creen en el evangelio, pero, como están deprimidas, acuden a su pastor; y cuando él interviene, buscando la causa de su depresión, encuentra en las vidas de estas personas un pecado que ellas creen que Dios no les perdonará. Creen que Dios nunca antes ha visto ese pecado en particular. No importa cuál sea su pecado; Dios lo ha perdonado ya miles de veces. El único pecado que Dios no perdona es el de la incredulidad. Si el origen de su depresión es espiritual, porque usted está abrumado por la culpa, y usted cree en el evangelio, eso solucionará el problema de su depresión. Si el Maligno lo ha convencido de que ha cometido “el pecado imperdonable”, o un pecado tan terrible que ni siquiera Dios puede perdonarlo, derrótelo aceptando el regalo de la fe y crea el evangelio. Hay recetas aún más potentes escritas en la Biblia cuando el origen de la depresión está en el ámbito de la 21
  • 22. guerra espiritual. Jesús enseñó que debemos orar cada día: “Líbranos del mal” (Mateo 6:13). Algunas veces, este mal puede ser llamado “opresión”, con lo cual me refiero a que el origen de la depresión es la opresión del Enemigo, del diablo y sus demonios. Cuando Jesús dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”, el origen de esa tristeza, sin duda, era la opresión. El Maligno no quería que Él fuera a la cruz. Si el origen de su depresión es la opresión, ¿cuál es la receta? Sin duda, debe ser la liberación del Cristo vivo, por la cual Jesús nos indicó que oráramos cada día como discípulos suyos. Supongamos que hay personas en un hospital psiquiátrico cuyo problema es una opresión espiritual. ¿Se sanarán simplemente porque se aplique medicación a sus síntomas? ¿Cómo podrán lograr la cura de su depresión, si esta es causada por una opresión espiritual, y quienes los tratan ni siquiera reconocen la realidad de su problema y la única cura para ese problema? Hay casos en que la solución debe ser espiritual, porque el origen del problema es espiritual. Observemos con cuánta frecuencia la Biblia habla del gozo del Señor. ¿Por qué diría Nehemías, y muchos otros en el Antiguo Testamento: “El gozo del Señor es la fuerza de su pueblo”? El fruto del Espíritu Santo es amor y... ¿Qué viene después? ¡Gozo! Uno de mis autores preferidos escribió: “El dolor y el sufrimiento son inevitables, pero, para un creyente, sentirse miserable es opcional”. ¿Sabe por qué es esto? Porque el creyente tiene al Espíritu Santo, y el fruto del Espíritu es gozo. Este gozo ha sido llamado “una felicidad sin sentido”, porque es una felicidad que no depende de lo que nos sucede. ¿Es posible que el Espíritu Santo nos dé gozo, un gozo que pueda superar a la depresión? 22
  • 23. El profeta Isaías predicó: “Que a los que lloran [...] se les dé [...] manto de alabanza en lugar de espíritu abatido” (Isaías 61:3, La Biblia de las Américas). ¡Qué perspectiva tan clara! Si usted tiene un espíritu abatido, si está deprimido, pruebe con esto: Alabe a Dios, de todas formas. Comience a alabarlo, aunque no tenga ganas; aunque se sienta como si hubiera dejado de respirar, pero no pudiera morir. ¡Comience a alabar a Dios! ¡Lo desafío a intentarlo! Las soluciones espirituales y bíblicas que he compartido son un mensaje que los profetas y la Iglesia vienen predicando desde hace miles de años. Le recuerdo una vez más que es cruel recetar soluciones espirituales, psicológicas o emocionales para una depresión que tiene un origen físico o causas físicas y una solución médica. Pero si la depresión es de origen espiritual, no tenga dudas de que las recetas espirituales de Dios siempre serán efectivas. 23
  • 24. Capítulo 4 Receta para la sanidad interior Hace muchos años, un hombre llamado John Quincy Adams1 estaba cruzando la calle. Estaba tan mal de salud que le llevó cinco minutos llegar al otro lado. Un amigo que pasaba por allí le preguntó: “¿Cómo está John Quincy Adams esta mañana?”. Él respondió: “John Quincy Adams está muy bien. La casa en que vive está en un estado triste y lamentable. La verdad es que está tan mal que John Quincy Adams quizá tenga que dejarla muy pronto... pero John Quincy Adams está muy bien, gracias”. Este hombre tenía una teología muy acertada. Hacer una distinción clara entre el hombre interior (nuestro hombre espiritual, que es eterno) y el hombre exterior (el cuerpo, que es temporal), y valorar claramente al hombre interior por sobre el exterior es una parte vital de los valores eternos que el apóstol Pablo nos comparte en sus inspirados escritos. La salud de nuestro hombre interior, espiritual, es un valor más importante que la salud del hombre exterior, físico. Podemos experimentar sanidad interior como resultado directo de nuestra salvación. Nuestra propia fe personal en el evangelio puede darnos esa sanidad interior de la salvación. La seguridad de haber sido perdonados, y la experiencia del nuevo nacimiento, que nos convierte en nuevas criaturas de adentro hacia fuera, por medio de, en, y para Cristo, deberían producir una experiencia milagrosa de sanidad interior (2 Corintios 5:17,18). Las enfermedades psicosomáticas son enfermedades del cuerpo (del griego soma) que tienen origen en la mente, o el alma (del griego psique). Dos de las causas más importantes 1 El sexto Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. 24
  • 25. de enfermedades psicosomáticas son la culpa y la ira vengadora. Por tanto, dos de las principales dimensiones de la sanidad espiritual, o sanidad de las enfermedades psicosomáticas, son el perdón y la gracia para perdonar. Uno de mis mentores llamaba a estas dos terapias espirituales “la sanidad de los recuerdos”. El canónigo James Glennon, de Sidney, Australia, acuñó una nueva expresión. En su libro sobre la sanidad, en un capítulo sobre la sanidad interior, utilizó la expresión “falta de perdón”. Glennon escribe: “El mayor obstáculo para la sanidad interior es la falta de perdón. Podemos experimentar la falta de perdón porque nos falta la seguridad del perdón de Dios o el perdón de las personas contra las cuales hemos pecado. El origen de nuestra falta de perdón puede ser, también, que no perdonemos a las personas que han pecado contra nosotros”. Consideremos la perfecta sabiduría de nuestro Señor, que enseñó a sus discípulos a orar todos los días, diciendo: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). Los eruditos en el idioma griego dicen que la petición de perdón en el Padrenuestro podría traducirse en forma más exacta como: “Perdónanos nuestros pecados, así como nosotros ya hemos perdonado a los que pecaron contra nosotros”. Esta visión de la enseñanza de nuestro Señor sobre el perdón presenta un gran desafío a las personas que han sufrido abusos. He oído a víctimas de abusos extremos confesar que su odio y su deseo de venganza solo sirvieron para alimentar su trauma emocional, y que ese odio y esa ira retrasaron su sanidad interior. Estas personas confesaron que su sanidad interior solo pudo comenzar cuando fue quitado el obstáculo de la falta de perdón. ¿Cree usted que Jesús sabía 25
  • 26. eso cuando hizo de la reconciliación y el perdón una parte vital de su receta para la oración y la sanidad interior? Cuando pecamos, debemos mirar hacia arriba y creer el primer hecho del evangelio, que es la buena noticia de que Dios perdona nuestros pecados, porque Jesús murió por nuestros pecados. Después, debemos mirar a nuestro alrededor, perdonar a quienes han pecado contra nosotros y pedir perdón a aquellos contra quienes hemos pecado. También necesitamos mirar dentro de nuestro propio corazón y perdonarnos a nosotros mismos. Perdonarnos a nosotros mismos cuando hemos pecado terriblemente es la parte más difícil del perdón. Cuando confesamos nuestros pecados y colocamos nuestra confianza en la muerte de Jesucristo en la cruz para el perdón de nuestros pecados, debemos olvidar lo que Dios olvida y recordar lo que Dios recuerda. Dios perdona y olvida nuestros pecados. Tenemos la Palabra de Dios en cuanto a esto. En el Nuevo Testamento se nos indica que confesemos nuestros pecados y se nos promete que “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). En el Antiguo Testamento, Dios nos dice claramente: “Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34). Pero Dios recuerda que somos pecadores. Nosotros lo olvidamos. Esta es, al menos, una de las razones por las que volvemos a caer en pecado una y otra vez. Cuando confesamos nuestros pecados, demostramos que nuestra fe tiene fallas cuando recordamos nuestros pecados y llevamos la mochila de la culpa sobre nuestros hombros mucho tiempo después de que Dios ha perdonado y olvidado nuestro pecado. Una vez escuché una historia sobre un prelado de París al que le comentaron que en su comunidad espiritual había una 26
  • 27. monja que decía que hablaba con Jesús todas las noches. La monja fue llamada a comparecer ante la autoridad eclesiástica y, cuando le confirmó el rumor, el prelado le dijo: “La próxima vez que Jesús hable contigo, pregúntale: ‘¿Cuál fue el pecado que Monseñor cometió en París antes de convertirse en sacerdote?’”. Varios días después, la monja solicitó otra audiencia con el prelado, y este le preguntó: “¿Has hablado con Jesús nuevamente, hija mía?”. La monja respondió: “Sí, santo padre”. “¿Le hiciste a Jesús la pregunta que te indiqué?”. La monja dijo que, efectivamente, se la había hecho. Entonces, el prelado le preguntó: “¿Y qué te dijo Jesús?”. La monja respondió: “Jesús me dijo que le dijera que no lo recordaba”. Si creemos en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, esa es la respuesta que debemos esperar oír ante la pregunta del prelado. ¿Es esa la respuesta que usted esperaba oír? Cuando aplicamos el evangelio de salvación a nuestros pecados, sencillamente debemos disciplinarnos para recordar lo que Dios recuerda y olvidar lo que Dios olvida. Debemos implementar esa disciplina espiritual y recibir la seguridad del perdón en las tres direcciones que he mencionado. Quisiera repetirlas: Debemos mirar hacia arriba, para recibir el perdón de Dios. Debemos mirar a nuestro alrededor para perdonar a los demás como Dios nos ha perdonado y también recibir su perdón cuando hemos pecado contra ellos. Finalmente, debemos mirar dentro de nosotros mismos y perdonarnos. La combinación de estas dos disciplinas espirituales producirá sanidad interior, lo cual nos convencerá de que la salvación nos lleva a una sanidad interior que es más importante que la sanidad física. 27
  • 28. Capítulo 5 Receta para la salvación Toda cultura, toda religión en todo el mundo trata de ofrecer recetas para la mayor necesidad del hombre: la necesidad de salvación eterna y personal. La Palabra de Dios nos dice que Dios amó de tal manera al mundo que envió a Su Hijo para que fuera el Salvador del mundo; y, cuando estuvo aquí, su Hijo nos dijo que había venido al mundo para salvarlo (Juan 3:16-18). El Salvador que murió en una cruz por nuestra salvación también nos dio una receta que nos muestra cómo aplicar esa salvación en forma personal. La historia, o una buena enciclopedia, nos cuentan sobre las siete maravillas del mundo antiguo, las siete maravillas del mundo moderno, y las siete maravillas naturales del mundo. La Biblia nos dice que la dimensión más importante de la vida es la espiritual, y que las verdaderas maravillas de este mundo son las Siete Maravillas Espirituales del Mundo. El diseño más grande del mundo La primera maravilla espiritual es el diseño más grande del mundo. Las personas que estudian este mundo a través de un telescopio o un microscopio están intrigadas por el diseño y el orden asombrosos que hay en él. El diseño y el orden que vemos en las cosas grandes y en las cosas pequeñas de este mundo son majestuosos, hermosos y complejos. Cuando consideramos el diseño fenomenal del macrocosmos y el microcosmos, se requiere más fe para creer que este mundo simplemente “apareció por accidente” que para creer que hay un Arquitecto y un Creador de todo lo que podemos ver. Las personas de fe creen que el diseño espectacular que 28
  • 29. observamos en todo el mundo que nos rodea es la firma de Dios escrita sobre la tela de su creación. Un diccionario define la palabra “yo” de esta forma: “la singularidad, la individualidad de una persona dada que la hace distinta de toda otra persona”. En la versión New English Bible (inglesa), Jesús aparece haciendo estas preguntas: “¿Qué consigue un hombre si gana todo el mundo a costa de su verdadero yo? ¿Qué puede dar para volver a comprar ese yo?”. El Dios Todopoderoso nos ha creado, a usted y a mí, con una individualidad potencial que puede hacernos diferentes de todo otro ser humano de la tierra. Jesús nos está diciendo que no debemos cambiar nuestro verdadero yo, la identidad que Dios nos ha dado, ni por todo el mundo. Dios es el Arquitecto y el Creador de este mundo, y también de usted y de mí. Es propio del carácter de Dios que creamos que Él tiene un propósito deliberado para todo lo que diseña y crea. El diseño único que Dios nos dice que tiene para cada vida humana individual ¡es el diseño más grande del mundo! Un indicio de que nuestra individualidad ha sido diseñada y planeada es el hecho de que cada uno de los más de seis mil millones de seres humanos que vivimos hoy aquí en la tierra tenemos huellas digitales, registros de voz y ADN únicos. Hay sesenta mil millones de dedos en la tierra hoy, y cada uno de esos dedos tiene una huella digital única. La profunda afirmación bíblica de que Dios tiene un diseño único para las seis mil millones de vidas que se están desarrollando en la tierra hoy, que tuvo un plan similar para todos los que vivieron antes de nosotros, y que tendrá un plan similar para todos los que nos sigan, es una de las maravillas espirituales del mundo. (Marcos 8:36,37, Salmos 139;16, Jeremías 1:5, Romanos 12:1,2). 29
  • 30. El divorcio más grande del mundo Tal vez usted se esté preguntando: “¿Cómo es posible que exista un Dios, un orden y un diseño, detrás de un mundo como el nuestro, lleno de alienación, divorcios, familias fracturadas, crímenes, homicidios, armas nucleares y biológicas de destrucción masiva, guerras, refugiados, disturbios, enfermedades incurables y problemas desconcertantes y agobiantes que nos confunden y nos abruman completamente? Si Dios tiene un diseño para todo y para todos, ¿por qué está nuestro mundo tan lleno de un sufrimiento que parece significar que los sucesos de nuestras vidas no están planeados, sino que han sido asignados por alguna especie de caos aleatorio? ¿Por qué hay tantas personas en este mundo que sufren y que están deprimidas, confundidas, alienadas, solitarias e infelices?”. La Biblia responde estas preguntas. No encontraremos un punto de vista sobre la vida más realista ni mejores respuestas a estas preguntas que en la Palabra de Dios. Ella nos dice que Dios desea que vivamos según su diseño para la vida del ser humano. Pero también nos ha dado la libertad de aceptar o rechazar la posibilidad de tener una relación con nuestro Creador y su diseño para nuestra vida. Podemos usar esta libertad que Dios nos ha dado para seguir nuestros propios caminos egoístas, para hacer nuestra voluntad y declarar nuestra independencia de Él. Podemos divorciarnos de Dios y de su diseño para nuestra vida. La dura realidad de que Dios nos crea con la libertad de tomar decisiones incorrectas y después nos permite divorciarnos de nuestro Creador y de su plan para nuestras vidas convierte a este divorcio epidémico entre nosotros y nuestro Dios en el divorcio más grande del mundo, y una de 30
  • 31. las maravillas espirituales del mundo. La reconciliación de ese divorcio es el tema de la Biblia. (Génesis 3, Isaías 53:6, Juan 3:19, Romanos 1:24,26,28, 3:23). El dilema más grande del mundo El Dios revelado en la Biblia, que es la esencia del amor perfecto, desea ardientemente tener una relación de amor con sus hijos. Sin embargo, este Dios de la Biblia es también un Dios santo, la esencia de la justicia perfecta. Las descripciones bíblicas del carácter de Dios nos dan una norma absoluta con la cual podemos medir lo que está bien y lo que está mal en nuestro mundo. No hay forma de que un Dios amoroso y santo pueda pasar por alto el divorcio más grande del mundo. Dado que Dios es el Padre celestial perfecto, en cierto sentido se enfrenta a un dilema que es muy similar al que enfrentan muchos padres. Cuando nosotros, como padres, queremos tener una relación de amor con nuestros hijos rebeldes, ¿cómo les demostramos un amor y una aceptación piadosos e incondicionales sin violar lo que creemos y les hemos enseñado que es lo correcto? Del mismo modo, ¿cómo puede nuestro Dios, cuyo carácter es la esencia del amor perfecto y la justicia perfecta, responder de una forma que sea coherente con su carácter esencial a nuestra actitud de solicitarle el divorcio? Ese es el dilema más grande del mundo, y otra de las maravillas espirituales del mundo. (Génesis 3:8-13, Lucas 15:11-24, Hebreos 12:5-11, Apocalipsis 3:19,20). La declaración más grande del mundo La declaración más grande del mundo es la declaración más importante de la Biblia, que proclama que Dios resolvió 31
  • 32. el dilema más grande del mundo y el divorcio más grande del mundo. En la Biblia encontrará la declaración más grande de Jesús: que Él, el Hijo unigénito de Dios, al morir en la cruz, ofreció la única solución de Dios para el problema del pecado, y la única salvación de Dios para el pecado a este mundo pecaminoso, alienado y doliente en general, y a cada ser humano en particular. El mensaje de la Biblia es la Buena Noticia de que, cuando Jesús murió en la cruz, Dios hizo algo que era coherente con su amor perfecto y su justicia perfecta. Cuando Jesús murió en la cruz, Dios cargó sobre su único Hijo amado todo el castigo que los seres humanos realmente merecíamos por nuestros pecados. De esta forma, Dios ejerció y satisfizo su justicia perfecta. Dios ciertamente expresó su amor perfecto cuando Jesús murió en la cruz y, sobre todo, al hacerlo, Jesús nos permitió acceder a la única forma de poder resolver nuestro divorcio de Dios. Esta es la forma en que Jesús comunicó la base y la idea central de su gran declaración: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. La declaración más grande del mundo convierte a la cruz de Jesucristo en la maravilla espiritual más importante del mundo. (Juan 3:14-21, Mateo 20:28, Isaías 53:5, 1 Pedro 2:24, 2 Corintios 5:18-21). La decisión más grande del mundo Jesús puso en perspectiva la decisión más grande del mundo para nosotros cuando nos dijo a cada uno que debíamos creer personalmente en la declaración más grande del mundo. Inmediatamente después de proclamar que Él era el único Salvador dado por Dios, y hablando de sí mismo, Jesús dijo: 32
  • 33. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído... Y esta es la condenación...” (Juan 3:18,19). La decisión de creer en la declaración más grande de Jesús tiene que ser la decisión más grande del mundo, porque, según Él, si creemos en su declaración, hemos resuelto el problema de nuestro pecado que nos divorciaba de Dios. Sin embargo, si no creemos en Él, somos condenados, precisamente, porque no creemos en la Buena Noticia que fue proclamada por Jesús. Si la decisión que tomamos de creer en la gran declaración de Jesús es la diferencia entre nuestra condenación eterna y nuestra salvación, entonces esa decisión de creer o no creer es la decisión más grande del mundo, y otra de las maravillas espirituales del mundo. (Juan 3:16-19, 1:12, Hechos 16:30-32, Romanos 10:9-10). La dirección más grande del mundo Si usted sigue la lógica de mi razonamiento, es muy probable que se esté preguntando: “¿Cómo puedo saber cuándo he tomado la decisión más grande del mundo?”. Jesús contestó esa pregunta por usted cuando pronunció esta palabra: “Sígueme”. El espíritu del pacto con el que Jesús desafió a los que decían creer en Él era: “Sígueme y te haré...” En esencia, Jesús estaba diciendo: “Sígueme. Esa es tu parte. Yo te haré. Esta es mi parte. Tú sígueme. Esa es tu responsabilidad. Yo te haré. Esta es mi responsabilidad”. Esas breves frases son mi paráfrasis del contrato verbal con el cual Jesús daba inicio al viaje espiritual de fe de aquellos que lo seguían. Cuando usted toma la decisión de creer y asume el compromiso de seguir a Jesús, si alguien pudiera mostrarle lo que estará haciendo dentro de veinte años, se llevaría una 33
  • 34. gran sorpresa. Lo que puede parecerle imposible en el punto de partida de su viaje de fe es posible, porque Jesús siempre cumplirá su parte cuando usted cree en Él y asume el compromiso de convertirse en un verdadero discípulo suyo y seguirlo. Cuando las personas que le decían a Jesús que creían en Él oían esa palabra y sopesaban el pacto con el que los desafiaba, pronto descubrían que seguir a Jesús significaba que tenían que apartarse de sus pecados, entregarle sus vidas incondicionalmente, y seguirlo. Muchas de las personas que dijeron a Jesús que creían en Él no estaban dispuestas a validar su fe entregándose incondicionalmente a Él ni estaban dispuestas a seguirlo según sus condiciones. Sin embargo, la minoría comprometida que sí asumió el compromiso de creer en Jesús y seguirlo también descubrió algo. Los auténticos discípulos de Jesucristo hicieron el emocionante descubrimiento de que seguir a Jesús daba significado, definición, dirección, propósito y valor a sus vidas. Las personas que dicen creer en Jesús y que están dispuestas a asumir el compromiso de seguirlo siempre descubrirán que la dirección de seguirlo es la dirección más grande del mundo. Si usted observa cuidadosamente los cambios drásticos que se producen en las vidas de los que profesan creer en Jesús y verdaderamente lo siguen, y la falta de cambio en las vidas de los que profesan creer pero no lo siguen verdaderamente, le resultará obvio que la dirección de seguir a Jesús es otra maravilla espiritual vital del mundo. Cuando usted tome la decisión de creer en Jesús y seguirlo, y Él lo convierta en todo aquello para lo que lo salvó, habrá probado personalmente que la dirección más grande de la vida es la 34
  • 35. dirección de seguir a Jesús. (Mateo 4:19, Apocalipsis 1.5,6, Juan 8:30-36, Lucas 5:1-11). La dinámica más grande del mundo Si bien la muerte de Jesucristo es la maravilla espiritual más importante del mundo, la verdad más emocionante acerca de Él en el Nuevo Testamento es esta misma Buena Noticia que, según el Libro de los Hechos, fue predicada por todos los apóstoles: ¡Jesucristo resucitó de los muertos! El Cristo resucitado vive hoy en la tierra, en sus discípulos. Él es el responsable de todos los cambios en sus vidas. El Cristo viviente es también la Fuente de Poder, el responsable del impacto y la influencia de sus discípulos en todo el mundo y en cada generación. El Cristo resucitado, que vive su vida en y a través de sus verdaderos discípulos, es la Dinámica más grande del mundo. ¡El hecho de que el mismo Cristo resucitado quiera vivir su vida en y a través de personas como usted y yo, hoy, es una de las grandes maravillas espirituales del mundo! Según Jesús, aquellos que experimentan esta gran dinámica han “nacido de nuevo”. Si usted no ha nacido de nuevo, tome la decisión de creer en Jesucristo y asuma el compromiso de dirigirse en la gran dirección de seguir a Jesús, que es la parte que usted debe hacer. Cuando dé estos dos importantes pasos, descubrirá que, entonces, el Cristo resucitado y viviente dirigirá su vida y le dará poder, que es la parte y la promesa que le corresponde a Él. Entregue su vida al control y a la dirección de Cristo. En el tiempo y la forma que Él desee, usted nacerá de nuevo. También recuperará ese gran diseño que Dios siempre ha deseado para su vida, que para usted es el diseño más grande del mundo. 35
  • 36. Cuando usted asuma el compromiso de creer en Jesús y seguirlo, y cuando viva su vida según el diseño que Dios tiene para ella, no habrá nadie en la tierra como usted. La vida que viva como seguidor de Jesucristo se destacará por una hermosa diversidad. La belleza de la diversidad de su nueva vida en Cristo sobrepasará en mucho la hermosa diversidad de sus huellas digitales, su registro de voz o su ADN. ¿Quiere nacer de nuevo? ¿Está dispuesto a tomar la decisión más grande del mundo y creer en la gran declaración de Jesucristo? ¿Está dispuesto a entregarle su vida incondicionalmente? ¿Ha decidido que ahora quiere recibir la dinámica más grande del mundo y asumir el compromiso de comenzar a avanzar en la dirección de seguir a Jesús? Si quiere comenzar su viaje espiritual de fe con Jesús, haga la siguiente oración a Dios, sinceramente y desde su corazón: “Amado Padre celestial, confieso que soy un pecador y confío en tu Hijo, Jesucristo, para que sea mi Salvador. Pongo toda mi confianza en su muerte en la cruz y en su resurrección de los muertos para el perdón de cada uno de mis pecados. Ahora renuncio a todos mis pecados y me aparto de ellos. Quiero reconciliarme de mi divorcio de ti. Aquí y ahora, declaro que Jesucristo es mi Señor y Salvador, y entrego mi vida incondicionalmente a su control y dirección. Pon mi vida en alineación perfecta con ese gran diseño que siempre has deseado para mi vida. Ayúdame a seguir a tu Hijo, Jesucristo, a confiar en su poder y autoridad, a vivir para exaltarlo, y para tu gloria. Gracias por proveer una salvación tan grande y eterna para mí. Amén”. (Juan 3:3-8, 1:12,13, Pedro 1:22-3:3, Filipenses 1:6, 2:13, Efesios 2:8- 10). 36
  • 37. Si usted ha repetido esta oración, dígaselo a alguien y luego póngase en contacto con nosotros. Tenemos más literatura útil que lo ayudará al comenzar su viaje de fe siguiendo a Jesucristo (Hechos 2:21, 16:30,31, Romanos 10:8- 13). 37
  • 38. Capítulo 6 Receta para la adversidad Escuche estas palabras del Señor Jesús en el final de su más grande discurso, el Sermón del Monte: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:24-27). Supongamos que usted es un gran artista, y yo le doy tela, pinturas, pinceles y todo lo necesario para hacer un hermoso cuadro. Entonces yo pronuncio la palabra “vida” y le digo que pinte cualquier cosa que le venga a la mente cuando escuche esa palabra. ¿Qué pintaría? Cuando concluyó su Sermón del Monte, Jesús pintó este retrato de la vida: Dos casas contiguas, que son atacadas por sendas tormentas. Eso es la vida, según Jesús. En su retrato de la vida, Jesús señala que estas casas parecen iguales... hasta que llegan las tormentas. Entonces descubrimos que las casas no son iguales. Una de ellas cae con gran estruendo, pero la otra, no. La diferencia es que la casa que cayó había sido construida sin fundamentos, mientras que la que no cayó estaba construida sobre una base firme, de roca. Si un joven pintara su propio retrato de la vida, quizá el cuadro sería idealista, como, por ejemplo, una persona surfeando en la cresta de una gran ola. El retrato pintado por sus padres o abuelos podría ser más pesimista, como, por 38
  • 39. ejemplo, una persona en un bote que se hunde a 80 kilómetros de la costa, sin ayuda a la vista. El retrato de la vida que pinta Jesús no es ni pesimista ni optimista. Es realista. La vida es dura. La vida es tormentosa, según Jesús. Y según el retrato de la vida que Él pinta, nadie está a salvo de las tormentas de la vida... especialmente los seguidores de Jesús. Algunos devotos seguidores de Jesús, cuando experimentan tormentas, creen que a ellos no debería sucederles, porque son discípulos comprometidos de Jesucristo. Hay una teología muy popular en la actualidad, llamada “teología de la prosperidad”, que enseña que el pueblo de Dios jamás debería sufrir ni enfermarse, y siempre debería prosperar, estar sano y hasta llegar a ser rico. Muchos reciben la enseñanza de que Jesús les prometió una vida libre de toda clase de adversidad. Están convencidos de que la vida no debe ser difícil para un creyente, y de que cuando ellos decidieron creer en Jesús y seguirlo, recibieron inmunidad contra las tormentas de la vida. Jesús destruye este mito con su conclusión del Sermón del Monte. En esta conclusión, también hace una profunda declaración sobre las consecuencias de la adversidad. Jesús enseñó que muchas personas creen que la vida que Él promete a sus seguidores comienza con una ancha puerta, seguida de un amplio y sencillo camino. Pero eso no es cierto. Jesús enseñó que ese enfoque “amplio” y fácil de la vida lleva a la destrucción (Mateo 7:13). Mientras enseñaba esta misma metáfora, Jesús prometió que sus discípulos descubrirían que la calidad de vida que Él promete comienza con una puerta estrecha, seguida de un camino difícil y disciplinado. Pero también prometió que la vida difícil y disciplinada de un discípulo suyo llevaría a 39
  • 40. la vida abundante que prometió a quienes lo siguen (Juan 10:10). Jesús era lo suficientemente realista como para enseñar que solo unos pocos lo seguirían a Él y encontrarían esta calidad de vida. Una lectura cuidadosa del Nuevo Testamento y de la historia de la Iglesia demuestra que los pocos que siguieron a Jesús descubrieron, verdaderamente, esa calidad de vida cuando tomaron el compromiso de seguir a Jesús por la puerta estrecha y recorrer el camino disciplinado y difícil del discipulado, cumpliendo las condiciones que marcó Jesús. Una fórmula para la adversidad Generalmente, las personas creen que la adversidad que enfrentan es causa directa de las consecuencias que viven. Es común escuchar afirmaciones como: “Perdí mi trabajo y estoy deprimido. Tan deprimido que estoy pensando en suicidarme”. Básicamente, están diciendo: “La adversidad que sufro es la causa directa de la depresión emocional que experimento”. La enseñanza de Jesús que hemos visto difiere de esta perspectiva. La adversidad no lleva directamente a consecuencias emocionales o de otro tipo, según Jesús. Él nos presenta a dos hombres que enfrentan exactamente la misma adversidad. Usa las mismas palabras para describir en qué consiste esa adversidad: descendió lluvia, vinieron ríos y soplaron vientos contra las dos casas que representan las vidas de estos dos hombres. En ambos casos sucede exactamente lo mismo, pero las consecuencias son opuestas. ¿Ha observado usted con cuánta frecuencia Jesús contradecía el sistema de creencias de sus discípulos, mientras les enseñaba acerca de la fe? Esta gran metáfora de las tormentas, al final de Mateo capítulo siete, es seguida, en el capítulo ocho, por otra historia de una tormenta: 40
  • 41. “Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado. [...] Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza” (Mateo 8:18, 23- 26). Hace muchos años que esta historia me fascina. Comienza con una gran tormenta, y termina con una gran calma. Entre la gran tormenta y la gran calma, hay una gran pregunta. En el relato del mismo incidente que hace Lucas, la pregunta es: “¿Dónde está vuestra fe?” (8:25). Una traducción bíblica la presenta de esta forma: “¿Cuándo comenzaréis a creer en mí?”. La esencia de esta gran pregunta acerca de la fe es: “¿Cómo se relaciona vuestra fe con esta tormenta?”. Jesús estaba desafiando, sin duda, el sistema de creencias de sus apóstoles. Los antiguos padres de la Iglesia veían muchas alegorías en la Biblia. Cuando consideraban que una historia bíblica era una alegoría, esto no significaba que la consideraran un mito. Ellos definían una alegoría como una historia en la que las personas, los lugares y las cosas tienen un significado más profundo, que nos instruye espiritualmente. Ellos consideraban que esta historia era una alegoría de la Iglesia, del pueblo redimido por Dios. Cuando dice que Jesús “mandó pasar al otro lado” (v. 18), es una imagen del Señor llevándonos al otro lado, es decir, a la eternidad. Es una alegoría que muestra a Jesús en la barca con nosotros, mientras todos viajamos al “otro lado”. Jesús también nos enseña que la vida es difícil, y que podemos tener muchas 41
  • 42. tormentas en el camino al otro lado. Algunos creen que Jesús enseña que la vida misma es una tormenta que debemos atravesar mientras viajamos de esta vida a nuestra vida eterna en el cielo. Hay otra historia acerca de una tormenta en el Evangelio de Mateo. Leemos que, en esa ocasión, Jesús había dicho a los discípulos que entraran al bote y pasaran antes que Él al otro lado del Mar de Galilea. Después de despedir a las cinco mil familias hambrientas que acababa de alimentar, se retiró a la montaña, en soledad, para orar (Mateo 14:22-33). Cuando llegó la noche, Él aún estaba allí solo, pero la barca estaba ahora a una distancia considerable de la orilla, azotada por las olas, porque una de esas repentinas tormentas por las cuales ese mar ha cobrado tan mala fama se había lanzado sobre ella. Durante la cuarta vigilia de la noche (alrededor de las cuatro de la madrugada), Jesús se dirigió hacia la barca caminando sobre el agua. Cuando los apóstoles lo vieron andar sobre el mar, quedaron aterrados. El texto griego original nos dice que estos veteranos pescadores lanzaron alaridos de terror cuando vieron a Jesús caminando sobre el agua en medio de esa terrible tormenta. Jesús les dijo que no tuvieran miedo: “Yo soy”. Pedro dijo: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. Jesús le hizo la invitación, y Pedro salió de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Él. Pero cuando vio el viento, tuvo miedo y, al comenzar a hundirse, gritó: “¡Señor, sálvame!”. Inmediatamente, Jesús extendió su mano y lo atrapó. “Hombre de poca fe -le dijo- ¿por qué dudaste?”. Cuando ambos estuvieron a salvo dentro de la barca, el viento se calmó, y esta gran tormenta también se convirtió en una gran calma. 42
  • 43. Hay momentos, en nuestro ministerio y en nuestra misión como enviados, en que Él nos llama a “caminar sobre el agua”. Cuando reciba la indicación de caminar sobre las aguas, de hacer lo imposible, asegúrese de que es el Señor quien se lo indica, y asegúrese muy bien de que lo haya invitado a caminar sobre esas aguas. Si no se cumplen estas dos condiciones... usted tragará mucha agua. Pero Pedro aprendió una cosa más con respecto a caminar sobre el agua. Tenía que mantener sus ojos fijos en el Señor. Leemos que “al ver el fuerte viento...” Pedro, en realidad, no vio el viento, y lo mismo nos sucede a nosotros cuando quitamos nuestros ojos de Jesús. Vemos cosas que no están ahí. Comenzamos a concentrarnos en los “qué sucedería si...” de la vida. Pedro sí vio las olas del mar en medio de la tormenta. Cuando Pedro gritó al Señor que lo salvara, inmediatamente, Jesús extendió su mano, lo atrapó y le puso un sobrenombre. Ya le había puesto el sobrenombre de “Pedro”. Cuando conoció a Jesús, su nombre era Simón, y Jesús lo llamó “Pedro”. Pedro era inestable cuando conoció a Jesús, pero Él lo llamó “Pedro” (piedra) durante tres años, hasta que llegó a ser estable como una piedra. Aquí, Jesús le puso otro sobrenombre: “Hombre de poca fe”. Creo que Jesús tenía un gran sentido del humor y que sonreía al ponerle estos sobrenombres a Pedro. Cuando Jesús le pregunta a Pedro “¿Por qué dudaste?”, en griego, literalmente, dice: “¿Por qué lo pensaste dos veces, Pedro?”. La aplicación personal es que una vez que sabemos que es el Señor y que Él nos está llamando a andar sobre el agua -a hacer lo que otros creerían imposible-, no debemos pensarlo dos veces. Cuando Jesús tomó a Pedro de la mano y le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”, creo que 43
  • 44. estaba sonriendo y diciéndole, básicamente: “Casi lo lograbas, Pedro. ¿Por qué lo pensaste dos veces?”. ¿Cómo cree usted que llegaron a la barca? ¿Le parece que Jesús habrá llevado a Pedro en sus brazos, como a un bebé, o cree que Pedro habrá caminado sobre el agua junto con Jesús hasta llegar a la barca? Es interesante preguntárselo. Esto es más que el relato de un gran milagro. Estoy de acuerdo con los padres de la Iglesia cuando ellos lo consideran una alegoría de los enviados. Para ellos, es una alegoría que muestra los desafíos que enfrenta la fe de aquellos que “caminan sobre las aguas” con Jesús, en obediencia a su Gran Comisión. Un gran misionero y estadista llamó al milagro de las cinco mil familias hambrientas que Jesús había alimentado “una alegoría de la visión misionera de Jesús para el mundo”. Las familias hambrientas representan al mundo con todas sus necesidades. Jesús tomó el almuerzo de un niñito, lo partió y lo bendijo. Después lo entregó en manos de los apóstoles y, a través de ellos, a la multitud hambrienta. Si incluimos a mujeres y niños, Jesús alimentó, quizás, a unas veinte mil personas con el almuerzo de ese niñito, que probablemente fueran solo cinco pequeñas galletas y dos sardinas. Después de alimentar a la multitud, Jesús fue a la montaña y oró hasta las cuatro de la mañana, aproximadamente. ¿Por qué cosas oró? Una vez más, es solo una conjetura, pero creo que oró por el mundo representado por esa multitud a la que había alimentado milagrosamente. Y creo que también oró por esos doce hombres que estaban luchando contra la feroz tormenta. Tengo esa convicción, porque su visión y su estrategia misionera era que todo lo que tenía para darle a este mundo necesitado iba a pasar por las manos de esos doce hombres. 44
  • 45. 45 En resumen En la gran metáfora de la tormenta al final de su Sermón del Monte y en estos dos relatos de tormentas, Jesús, obviamente, nos está enseñando: “Miren, la vida tiene sus tormentas. No pueden evitar estas tormentas, porque si tuvieran inmunidad contra ellas, ustedes y su fe jamás crecerían”. La forma en que Jesús enseña y demuestra su receta contra la adversidad es algo así: Debemos procesar las adversidades que enfrentamos a través de nuestro sistema de creencias. Podríamos decir que debemos procesar nuestra adversidad a través de nuestra fe, a través de la oración, o a través de toda la Biblia. Todas estas expresiones de fe son parte de nuestro sistema de creencias. Cuando caminamos sobre el agua con Jesús, llevando su evangelio al mundo, se nos indica que nos acerquemos osadamente al trono de gracia para obtener misericordia para nuestras fallas y gracia para ayudarnos en momentos de necesidad (Hebreos 4:16). Recibir la gracia que necesitamos obviamente contribuye dinámicamente a nuestro crecimiento espiritual. ¿Cuándo recibimos la gracia que nos hace crecer espiritualmente? Cuando experimentamos estas tormentas y las evaluamos a través del prisma de nuestros sistemas de creencias. Entonces recibimos la gracia de Dios que nos hace crecer espiritualmente. El Cristo que vive en nosotros está vitalmente comprometido con que usted y yo crezcamos espiritualmente. Es por eso que permite y, algunas veces, también envía tormentas a nuestras vidas. Siempre podemos contar con que la receta de Jesús para la adversidad nos señalará el camino a través de las tormentas para el crecimiento espiritual que Él desea que
  • 46. experimentemos. Esto ocurre cuando Él permite que atravesemos esas tormentas o dirige nuestro recorrido de fe a través de ellas. 46
  • 47. Capítulo 7 Receta para el carácter “Pedí ser fuerte para lograr muchas cosas; pero fui hecho débil para que aprendiera a obedecer humildemente. Pedí salud para hacer grandes cosas; pero recibí debilidad para hacer mejores cosas. Pedí riqueza para poder ser feliz; pero recibí pobreza, para ser sabio. Pedí poder para recibir las alabanzas de los hombres; pero fui hecho débil para sentir la necesidad de Dios. No recibí nada de lo que pedí, pero tengo todo lo que había esperado. Casi a pesar de mí mismo, mis silenciosas oraciones fueron contestadas y, entre todos los hombres, soy el más bendecido”. Este poema fue escrito por un soldado en 1862. Una de las razones por las cuales nuestra vida y nuestras oraciones son como las describe este soldado es que Dios está totalmente dedicado a esto: Él quiere ver el perfecto carácter de su Hijo desarrollarse en usted y en mí, a través del poder del Cristo vivo y del Espíritu Santo. Él permitirá que venga a nuestras vidas cualquier cosa que ayude a desarrollar ese carácter en nosotros. Ahora, leamos las profundas palabras de Jesús acerca de cómo se forma el carácter. Al leerlas, tenga en cuenta que Jesús simplemente está formulando en forma diferente la receta para la adversidad que estudiamos en el capítulo anterior: “Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén; los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban. Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen. 47
  • 48. “Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas? Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.[...] invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas” (Marcos 7:1-3, 5-8, 13). Más tarde, Jesús explicó al pueblo lo que les había dicho a los líderes religiosos: “Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga” (14-16). “Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos. Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (17-23). 48
  • 49. Cuando Jesús dijo estas palabras, que estaban dirigidas a los líderes religiosos de los judíos, estaba comparando a la inspirada Palabra de Dios con sus “tradiciones”. Y confrontó a los líderes religiosos al decirles que ellos invalidaban la Palabra de Dios con las tradiciones que habían transmitido. Cuando nos adentramos en la esencia de esta enseñanza acerca de la formación del carácter, Jesús presenta muy claramente el desafío. Según Jesús, el carácter puede ser determinado por los mandamientos de los hombres o por los mandamientos de Dios. Y, naturalmente, la mayor definición de carácter que el mundo haya visto jamás es Jesucristo. Es por eso que Él no se limitó a aparecer y morir por nuestros pecados en un día. Podría haber hecho eso en una sola tarde. Pero vivió aquí durante treinta y tres años, porque deseaba enseñarnos y mostrarnos con su ejemplo el carácter de Dios, o la voluntad de Dios con respecto de la forma en que debe vivir un ser humano. ¿Cómo se desarrolla el carácter? Jesús nos presenta el modelo de dos dimensiones que determinan el carácter. Hay una dimensión de formación del carácter que va de adentro hacia fuera, y otra que va de afuera hacia dentro. Jesús hacía énfasis en la primera dimensión, y los líderes religiosos, en la segunda. Hoy llamamos a esta segunda dimensión “entorno”. Hay muchos sociólogos y asistentes sociales que están totalmente convencidos de que cambiar el entorno en que vive una persona causará un cambio en su carácter. ¿Por qué sucede que podemos exponer a dos personas al mismo entorno, exactamente, en cuanto a vida hogareña, educación, pobreza o riqueza, y tendremos dos respuestas completamente diferentes de adentro hacia fuera? Podemos culpar a la pobreza de provocar ciertos comportamientos delictivos, pero también se le atribuye a la pobreza la 49
  • 50. formación de algunos de los caracteres más nobles que haya visto jamás este mundo. ¿Qué hay en el interior de un ser humano que marca la diferencia en la forma en que él responde al mundo? Jesús dijo: “Esa es la dimensión vital de la formación del carácter”. Los factores que influyen de afuera hacia dentro no son los principales en la formación del carácter. Son importantes, pero es la respuesta de adentro de la vida de la persona hacia todo lo que viene de afuera la que forma su carácter. ¿Qué es lo que hace posible que tengamos la respuesta adecuada desde adentro a todas esas fuerzas que entran desde afuera? Para que se produzca la respuesta adecuada, desde adentro, a las fuerzas que hacen impacto en nuestras vidas desde afuera, es necesario un milagro en nuestro corazón, según dice Jesús... y también toda la Biblia. La palabra “corazón” se encuentra más de mil veces en la Biblia. Cuando las Escrituras mencionan el corazón, se refieren a la mente, la voluntad, los motivos y las emociones que impulsan tantas de nuestras ambiciones, decisiones y elecciones. Veamos estas referencias al corazón en la Biblia: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas”. “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. “Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” 50
  • 51. (Proverbios 4:23; Mateo 12:34; Lucas 6:45; Salmos 119:11; Romanos 10:8-10). Cuando la Biblia habla del corazón, se refiere, básicamente, a lo que Pablo denomina “el hombre interior”. Según Jesús y Pablo, todos tenemos un hombre interior y un hombre exterior. Es en nuestro hombre interior donde decidimos cómo responderemos a todas las influencias que vienen de afuera y hacen impacto en nuestras vidas. La esencia pura de lo que Jesús dijo es: “No hay nada fuera de un hombre que pueda corromperlo si entra en él. Es lo que sale del hombre lo que lo corrompe”. Fue Jesús quien dijo: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). En otras palabras, se puede saber qué hay en el corazón de una persona por lo que ella dice. Todas las acciones de las personas son determinadas por lo que sucede en sus corazones. En el Antiguo Testamento, escuchamos a los profetas, como Jeremías, predicar que el corazón del hombre es perverso y tan engañoso que solo Dios puede conocerlo. Escuchamos a David pedir a Dios que le muestre la verdad acerca de su interior. Cuando Dios lo hace, David exclama que él era un pecador desde que se formó en el vientre de su madre, que ya era pecador cuando fue concebido. Es por eso que vemos, en el Antiguo Testamento, que Dios da un nuevo corazón a las personas, y escuchamos que David pide a Dios un milagro creativo en su corazón. (Jeremías 17:9,10; Salmos 51:5,6,10). Cuando usted eduque a sus hijos de afuera hacia dentro, se dará cuenta de que, si tiene tres hijos, necesitará tres milagros. Si tiene dos hijos, necesitará dos milagros. El milagro que necesita es que Dios dé a los corazones de ellos el don de la fe. Que ellos crean el evangelio en sus corazones y confiesen con su boca que Jesús murió y resucitó 51
  • 52. para que ellos sean salvos. Ellos deben nacer de nuevo y recibir ese milagro creativo por el cual oró David. Si usted es guía de niños espirituales, necesita y debe orar por un milagro de Dios que forme sus caracteres espirituales dándoles la dinámica de adentro hacia fuera para responder a todas las fuerzas externas que quieren influir sobre su interior, y que enfrentan todos los días. Allí es donde todos debemos encontrar los valores y la dinámica que forman nuestro carácter. En el comienzo de este capítulo, sugerí que esta enseñanza de Jesús es una forma diferente de presentar su receta para la adversidad. Quizá usted se pregunte ahora cómo ese relacionan estas dos enseñanzas. Casi todo el mundo supone que su felicidad, serenidad y bienestar dependen de sus circunstancias. En esta receta para el carácter, Jesús enseña, en realidad, la misma metáfora con la que concluyó su Sermón del Monte. Cuando Él pintó su realista imagen de la vida con aquellas dos casas que sufrían las mismas tormentas, estaba enseñando que no eran las presiones externas las que determinaban esos caracteres. Eran los fundamentos, o la falta de ellos -que no podía ser vista- lo que daba forma a sus caracteres y revelaba cómo eran. Esta es, en realidad, la misma enseñanza, presentada de forma diferente. Así como las dos casas representaban dos vidas con idénticos problemas exteriores, no es lo que viene contra nosotros en forma de circunstancias externas adversas lo que forma nuestro carácter. Cuando encontramos en nuestro corazón la dinámica para responder a esas circunstancias exteriores, entonces se determina nuestro carácter. Según Jesús, Jeremías y David, es en nuestro corazón donde se encuentra nuestro mayor problema, y es en nuestro corazón donde necesitamos una solución milagrosa. Por tanto, debemos 52
  • 53. estar de acuerdo con David y Jeremías cuando nos muestran nuestros problemas de corazón, y orar la misma oración que hizo David, pidiendo un milagro creativo en nuestro corazón. Jesús enseñó esta misma verdad sobre la naturaleza humana y la única solución para ella, cuando le dijo a Nicodemo: “Lo que es nacido de la carne, [solo] carne es; [...]. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:6,7). Cuando la Biblia usa la palabra “carne” en este sentido, significa ‘naturaleza humana sin intervención de Dios’. Cuando Jesús confrontó a los líderes religiosos, y cuando se encontró con Nicodemo, enseñó, una y otra vez, que nuestro mayor problema es el corazón, y la única solución: “Os es necesario nacer de nuevo”. El nuevo nacimiento es la receta de Jesús para el carácter y para la adversidad. Lo desafío a reflexionar sobre estos tres últimos capítulos de las recetas de Cristo que he compartido con usted. ¿Ha aceptado la receta de Cristo para su salvación, y la ha aplicado a sí mismo? Nunca podrá aceptar y aplicar sus recetas para la adversidad y el carácter hasta que haya aplicado su receta para la salvación. Le ruego, como ministro de Cristo, que tome la decisión más importante del mundo, avance en la mejor dirección del mundo, y reciba la dinámica más grande del mundo. Solo entonces recuperará el diseño de Dios para su vida y tendrá en su corazón el fundamento necesario para soportar las tormentas de la vida. Cuando dé ese paso de vital importancia, comuníquese con nosotros, y le ayudaremos a crecer en su nueva vida en Cristo. 53