1. Galeotes y cómitres
Aquel día no tuvo nada de especial, si no fuera por lo diacrítico del momento llegado.
Esperado. Salirle al encuentro había sido planeado con meritoria mano izquierda. ¿Cuándo y
dónde? Ambos galleros tenían que coincidir para dar el remate final con puntillosa precisión. En
tan jugosa pelea innocua de pugnas compartidas, inofensivas durante la bilateralidad. Todo
debía quedar con tal encaje, y con mejor adorno, que la agudeza de la maniobra debería
garantizar la conclusión certera de la adjudicación final. Mucho más acético que ascético para
quienes no aspiran a una argamasa tan liberada de mellas y defectos.
¿Qué puedes hacer por mí? y, ¿qué puedo hacer yo por ti?, es suficiente premisa para
cumplir, cual maquinaria de reloj de cuarzo lausanés, con la puntualidad que la cita exigía.
Maestría artesanal. Obtención a cambios proporcionales. Toda la untura calculada previamente
para extender la materia sobre la superficial catadura, evitaría que allí nadie se manchara.
Mucho menos quedare pringado. La conversación nunca podría convertirse en las peroratas
que recuerdas desde tu niñez. Soltadas durante los actos de autoridad moral que tus
ascendientes perseveraban en inculcarte. Porque estos eran mondos galeotes. Aquellos
galleros, están en el nivel de cualquier cómitre que valga sin destacamento. Pero persona que
se excede en su rigor al fin y al cabo, por consiguiente, ejerciendo su influencia. Muchos más, su
afluencia a los círculos de la confabulación.
Cuando se observa la separación entre las personas y las cosas deseadas para
asegurarse un futuro mejor de forma vil, mezquina y despreciable, tan solo existen tiempos
transcurridos y distancias recorridas. Es decir, los espacios vitales van variando a gusto del
comendador y todos sus aduladores comensales. Si estás fuera de dichos roles, cúrate el
retorcimiento del dolor desencadenado por boca, estómago y corazón. Vuélvete a tus
adversidades, sin que la ocurrencia de hacerlas comparación te haga sostener la consecución
de alguna clase de resultado auténtico y efectivo. No vas a calmar tu ansiedad. No calmarás tu
afección. No existe calmo para tu tirria animadversión. Continua haciendo lo que puedas sin
detonar los principios fundamentales, aunque veas cómo, a pesar de que cualquier acción y
medida debe estar sujeta o referida a una norma jurídica estricta, te vengan mostrando, no
demostrando, la causalidad de su favorable destino. Con un aplomo asombroso por lo
descarado.
El cómitre azuzó a los galeotes para que bogaran más deprisa...
domingo, 27 de diciembre de 2015
Félix Sánchez