1. Intensos e intonsos
En una ocasión, un intrépido periodista de sucesos, realizó un reportaje objetivo sobre un
acontecimiento acaecido en su zona de trabajo de campo. Le enviaron a cubrirlo, y ampliaba la noticia
sobre la aparición del cuerpo de una persona de mediana edad en el fondo de un
pozo. En su narración relataba que el sujeto había caído en el interior de la
profunda excavación a cinco metros de altura. Uno de sus lectores habitual u
ocasional, no sé si además es importante, se le ocurrió rectificarle mediante el
envío de una carta nominativa dirigida al bueno del periodista, pero remitida a la
dirección del periódico. En ella apelaba a que se realizara la siguiente corrección: _ Se referirá usted a
cinco metros de profundidad.
La directora del periódico planteó al periodista que analizara la posibilidad de comunicar la
rectificación dado que el error de estilo en su escritura le parecía evidente. El periodista, tras un
inmediato examen de la propuesta de publicación de una fe de erratas, contestó así al lector y a su
superior: _ No encuentro razón alguna para considerarlo como un error de escritura. Escribía desde la
perspectiva del muerto.
Y es que todos pasamos por situaciones donde nuestra excesiva y especial sensibilidad sobre
algún asunto nos hace creer, pensar y opinar de una forma arbitraria. A veces inoportuna. A veces
absurda. A veces improcedente. Cuando la sensibilidad es la principal manera de entender y sentir
ciertas cosas, a menudo nuestra facultad de concebir y juzgar se resiente. En lugar de comprender bien
algo, formamos nuestro parecer en torno a un sentimiento que estamos experimentando, y nos resta
capacidad de aforo en el raciocinio, mucha capacidad. La suficiencia con la que llegamos a opinar nos
impide acertar con la valoración en toda su dimensión. Pensamos, y sin autoridad moral hacemos
pensar al prójimo de los entornos más adyacentes, que la intención, tradición y propósito del rectificado
no es sana,limpia o admirable. El adonis o la helena que pudiera ser protagonista de este momento, hay
que derribarlo,dejarlo abatido.
Cuando la idea transmitida no crea confusión, aunque alguien lo hubiera dicho o escrito con
una ortodoxia superior, parece que la oscuridad y la distorsión es más bien provocada por quien se
centra en el pequeño detalle del resbalón, sin ecuanimidad. Resaltar los traspiés de los restantes,
incluso con esbelta concurrencia, es el método del que disponemos los recientes para no solo ocultar los
propios, sino esquivar la oportunidad de repararlos, mientras tanto preocupan los de los demás. Los
resortes por los que incluso cualquiera de ellos se afana en protegerse así, hace emerger una situación
de pleno desafuero. Las formas de considerar las cosas admite muchas perspectivas, la del muerto y la
del vivo cuanto menos, pero sobre todo obliga a razonar aquella desde la que cada cual transmite sus
razones.
Por tanto, no solo existen recientes y restantes, sino que existen intensos e intonsos. Una
guerra de individuos intensos, configura numerosas contiendas y rivalidades entre intonsos al fin y al
cabo. Así se acaban volviendo aunque ellos consideran haber compilado en su perímetro egocentrista la
máxima virtud edulcora de verdad y autenticidad.
En muchas de estas ocasiones, todo el propósito es no moverse nunca ni un palmo de su
pensamiento, posición impostada o aparienciaenvenenada.
Viernes, 10 de febrero de 2017
Félix Sánchez
Un ciudadano más