2. Nota.- “Nuestra Época” se publicó en el Blog Tacna Comunitaria, del 23 de Junio del 2012
hasta 31 de Agosto del 2012.
Edición a cargo de: Hugo Turpo Meza
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3. “NUESTRA ÉPOCA” por Ramón García Rodríguez.
Está bajo licencia CC BY-NC-ND, por lo tanto:
Puedes copiar, distribuir, promocionar este libro siempre y cuando tú:
Menciones el nombre del autor
No uses este libro para propósitos comerciales
No alteres, transformes o crees obras derivadas basándolas en este libro
Para más información cliquea sobre la imagen.
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4. ÍNDICE
NUESTRA ÉPOCA – 01 ........................................................................................................5
NUESTRA ÉPOCA - 02 ......................................................................................................8
NUESTRA ÉPOCA - 03 .......................................................................................................12
NUESTRA ÉPOCA - 04: ........................................................................................................18
NUESTRA ÉPOCA - 05: ........................................................................................................21
NUESTRA ÉPOCA – 06:..........................................................................................................26
NUESTRA ÉPOCA – 07:..........................................................................................................30
NUESTRA ÉPOCA - 08: .........................................................................................................34
NUESTRA ÉPOCA - 09: .........................................................................................................37
NUESTRA ÉPOCA - 10: .........................................................................................................40
.....
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5. NUESTRA ÉPOCA – 01
EXPOSICIÓN
Este no es un periódico más que viene a servir intereses
determinados. No nos lo consentiría nuestro orgullo de escritores
nuevos no contaminados con ninguna vergüenza ni con ninguna
responsabilidad. Este es un periódico totalmente nuestro. No lo
sacamos por cuenta de ninguna facción política.
Nos parece indispensable decirlo para que no se nos achaque ni se
nos busque vinculación o afinidad con alguno de los ramplones y
estólidos partidos que, alternándose en el poder, se alternan también en
el desprecio popular.
Sale “Nuestra Época” en una hora de órganos electorales y de
abigarrados pasquines, grotescos y mercenarios todos, para encender
una luz limpia y firme en medio de tanta tenebrosidad y de tanta
sordidez. Nos proponemos quemar, acaso inútilmente, el organismo
político del país, tan corrompido, ya que tan solo la acción material del
fuego puede purificarla.
No vamos a hacer un periódico de procacidad y grosería. Nuestras
plumas, que tan buena y cariñosa hospitalidad reciben en los hogares
de la prensa metropolitana, no son capaces de encanallarse ni de
renunciar a los atributos de su dignidad y de su decencia.
Sacamos este periódico y le ponemos “Nuestra Época” porque
creemos que comienza con nosotros una época de renovación que exige
que las energías de la juventud se pongan al servicio del interés
público. Y, en plena juventud, comprendemos nuestro deber de
concurrir a esta reacción nacional con toda nuestra honradez y con
toda nuestra sinceridad ardorosas y robustas.
Aportamos a esta obra el conocimiento de la realidad nacional que
hemos adquirido durante nuestra labor en la prensa. Situados en el
diarismo, casi desde la niñez, han sido los periódicos para nosotros
magníficos puntos de apreciación del siniestro panorama peruano.
Nuestros hombres figurativos suelen inspirarnos, por haberlos mirado
de cerca, un poco de desdén y un poco de asco. Y esta repulsa continua
nos ha hecho sentir la necesidad de buscarnos un camino propio para
afirmarla y para salvarnos de toda apariencia de solidaridad con el
pecado, el delito y la ineptitud contemporáneos.
No crea el lector que NUESTRA ÉPOCA aparece para perfilar
dogmas. Es un periódico doctrinario. Pero no es un periódico que
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6. aspira a actuar presuntuosamente como maestro ni como catedrático.
Se equivocará muchas veces seguramente. Sólo que cuando se
equivoque no le habrá pagano* nadie su error.
El programa político de NUESTRA ÉPOCA es bien sencillo. Dos
palabras podrían definirlo: decir la verdad. Esto nos parece que sobra
para exhibirnos emancipados de la tutela de los intereses creados y de
las gentes incapaces que, amparados por esos apellidos sociales y esas
reputaciones falsas que decoran este teatro criollo y estúpido de la
política nacional, medrarán a su gusto hasta que la patria deje de ser
una especie de casa de tolerancia con beneficios prácticos para unos
cuantos a costa de la prostitución de los demás.
NUESTRA ÉPOCA es también un periódico literario. Representará
no sólo la capacidad estudiosa y el esfuerzo reformador de la juventud
intelectual a que pertenecemos. Representará asimismo la aptitud
artística. Y la representará con la misma pureza. Aparecerán en estas
páginas prosas y versos selectos de los jóvenes consagrados ya por el
aplauso público.
Queda así apuntada rápidamente, lo más rápidamente posible, la
significación de NUESTRA ÉPOCA. Únicamente nos resta una
advertencia final y tranquilizadora. La de que, aunque somos literatos,
no haremos literatura en la política, ni haremos política en la
literatura.
NUESTRA ÉPOCA
Lima, 22 de junio de 1918
Año 1 Nº 1
8 páginas
Página 1
23.5 x 34 cm
* Podría ser: “no le habrá pagado nadie su error” o
“no le hará pagano a nadie su error”
Con esta serie se inicia el trabajo de preparación del
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7. CENTENARIO DEL SOCIALISMO PERUANO
1918 - 22 DE JUNIO - 2018
Primeramente son presentados los artículos de JCM:
1- EXPOSICIÓN, donde apunta rápidamente la significación del periódico.
2- EL DEBER DEL EJÉRCITO Y EL DEBER DEL ESTADO, donde analiza el aparato militar.
3- LA REORGANIZACIÓN DE LOS GRUPOS POLÍTICOS, donde analiza el aparato burocrático.
Luego se comentará la Exposición y vicisitudes del periódico. Y los dos artículos que son el
primer análisis del aparato burocrático-militar en nuestro país. Como el Estado actual sigue siendo
el que analizara y enfrentara JCM, los tres artículos conservan actualidad y vigencia.
Seguidamente se expondrá el concepto de época, la comprensión de épocas anteriores y la
época actual. Y la importancia del Centenario como motivador de la preparación de la
organización del Socialismo Peruano.
Ya es evidente que el modo de producción capitalista está en su etapa terminal. Ya es evidente
que estamos en el inicio de una nueva época del devenir social Y al cambiar de propiedad será
cierto que “la máquina es la redentora de la humanidad”
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8. NUESTRA ÉPOCA - 02
MALAS TENDENCIAS.
EL DEBER DEL EJÉRCITO Y EL DEBER DEL ESTADO
Hasta ahora dura el eco del discurso del coronel Ballesteros. El que al principio no parecía
sino un ardoroso brindis de sobremesa, de sonoro patriotismo y retórica huachafa, se está
convirtiendo en una bandera militarista. Una bandera de papel de cometa izada en uno de los sables
del 4 de febrero. Pero una bandera de toda suerte.
Acaso a esta fecha el propio coronel Ballesteros se ha asustado de su obra. Probablemente
jamás se le ocurrió que su estribillo de los cañones llegase a conmover la república y a darle a él
-profesional estudioso y sosegado- trazas de caudillo y síntomas de héroe.
Y quiera Dios que así sea. Porque si el coronel Ballesteros en vez de un hombre modesto e
ingenioso, como nosotros lo suponemos, es un hombre calculador y redomado, tendremos en el
retablo de la política criolla a la más peligrosa figura que podría aparecer en él. Tanto que un buen
optimismo nuestro consiste en creer que el coronel Ballesteros no ha medido ni valorizado
previamente la trascendencia de sus palabras sino que las ha dicho como se las ha dictado el
corazón. Pues en esto reside lo indispensable para la tranquilidad y bienandanza nacionales. En que
el discurso del coronel Ballesteros haya sido cosa del corazón y no de la cabeza.
El papel del ejército
No exageramos. Muy grave, muy grave, sería que el ejército del Perú quisiera señalarles a
los poderes públicos una orientación de su gusto. El grado de militarización que al país conviene no
debe ser indicado de ninguna manera por el ejército. Es imprescindible que los poderes públicos
elijan libremente la dirección primaria de la política gubernamental.
Un jefe militar que se pone de pie, delante de un auditorio militar también, para manifestar
que hay que recomendarle al congreso que haga esto y que hay que quejarse de que no haya hecho
aquello es, por eso, un jefe a quien se tiene que mirar como una amenaza.
¿Persigue popularidad? ¿Quiere granjearse unos cuantos aplausos? ¿Busca tales o cuales
felicitaciones? Entonces es un jefe que no se conforma con la normalidad de su existencia
profesional. Es un jefe que ambiciona mayores órbitas de figuración. ¿Pretende únicamente que los
poderes públicos sepan lo que el ejército apetece y anhela? Entonces es un jefe que trata de
presionar a esos poderes públicos en un sentido dado. Es un jefe que enamorado de una convicción,
acertada o no, aspira a imponerla al Estado. Siempre es, pues, un jefe cuya conducta no se encarrila
dentro del rol austero del ejército.
Habrá quienes se pregunten: -¿Luego un militar carece del mismo derecho que cualquier
otro ciudadano para emitir públicamente sus ideas? Le respondemos, naturalmente, que sí. En todo
país el militar no puede obrar como cualquier ciudadano. Es un ciudadano inhabilitado por su
función para el amplio ejercicio de sus derechos políticos. Los militares no pueden celebrar mítines,
no pueden pedir aumento de sueldo, no pueden demandar la guerra ni oponerse a ella, no pueden
votar, no pueden afiliarse a ningún partido político. Su libertad individual está cohibida y su libertad
colectiva anulada. No por capricho su misión es llamada misión de sacrificio y su carrera es llamada
carrera de abnegación.
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9. El fundamento de esta condición particular de los militares está universalmente sancionado.
Luis Araquistaín lo definía brillantemente, no hace mucho, a propósito de las juntas de defensa
constituidas por los oficiales y los sargentos españoles. Araquistaín les negaba a los militares la
capacidad para sindicarse que les otorgaba a todos los funcionarios del Estado. Y se basaba en que
la fuerza de los militares debe ser, al mismo tiempo, su debilidad. El Estado, efectivamente, al
darles esa fuerza les prohíbe que usen de ella en su favor. Y los militares deben abstenerse de toda
actitud de alcance político porque cualquier actitud suya, por tranquila que sea, entraña siempre una
coacción, en virtud de la fuerza que la respalda. Esto es lo que hace censurable el discurso del
general Ballesteros y lo que haría consternador que ese discurso obtuviese muestras de apoyo y de
simpatías del ejército.
Los partidos, los grupos, los bandos políticos, que luchan por el predominio de sus sistemas
y de sus conceptos, deben ser los que estudien y resuelvan si el Perú adopta o no una orientación
militarista. Los militares, si tienen una versión sana de su verdadero papel, no deben intervenir en
ese debate. No puede tolerarse que opinen sobre algo de tanta importancia en la marcha de la
nación. Absolutamente, no. Podría tolerarse tal vez que opinasen acerca de la ubicación del palacio
arzobispal. Su concurrencia al debate público en este caso no sería tampoco cuerda, pero sería
siquiera inofensiva. Daría risa; pero no daría miedo. Sería una bobada. Pero no sería un peligro.
Además, el militarismo es aquí un error.
Ahora bien. No es sólo que el ejército no deba insinuar ni marcar la dirección sustantiva del
Estado. Es mucho más aún. Es también que esa orientación no debe ser en el Perú una orientación
militarista.
Resulta, por consiguiente, que la presión militar para que el país se militarice no sería mala
únicamente por ser presión militar. Sería mala, además, por tender a que el país se militarizase. Nos
colocaría delante de un medio malo y de una finalidad peor. Y así, ni aun podíamos tener el
consuelo de que, hablando un lenguaje de refranes y aforismos, nos dijésemos una vez más que “el
fin justifica los medios”
El país tiene que cuidar de su defensa armada. Pero debe hacerlo dentro de la proporción de
sus recursos económicos. No sería sensato que el Estado abrumase al pueblo con un presupuesto de
guerra exagerado o que adquiriese deudas comprometedoras de su crédito para repletar los parques
militares de esos cañones, fusiles y balas que han obsesionado al coronel Ballesteros.
Ningún Estado debe mostrarse en verdad más parco y discreto que el Estado peruano en
esfuerzos militares. Todo le niega aptitud del Estado militar y nada le indica conveniencia de serlo.
Un motivo nomás podríamos tener para acentuar intensa y denodadamente nuestra
militarización: el anhelo de la revancha contra Chile. Únicamente este romántico sentimiento de
reivindicación podría conducirnos a armarnos y pertrecharnos a cualquier costo. Y ya andamos casi
unánimemente convencidos de la ineficacia de todo revanchismo.
Chile tendría siempre, mientras nos dure el ardimiento revanchista, un poder bélico superior
al nuestro. Cuando nosotros, mediante un sacrificio, compremos un barco, Chile, sin sacrificio
alguno podría comprar tres. Y es que Chile no sólo es un país más rico que el Perú. Es, al mismo
tiempo, un país que se preocupa más que el Perú de mejorar su riqueza. Y es más fuerte que el Perú
porque es más rico.
Luego ni aun el revanchismo puede inducirnos a adoptar una orientación militarista.
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10. Claramente miramos que la riqueza y no las armas nos dará algún día la codiciada superioridad
sobre Chile.
Política de trabajo y no política de apertrechamiento es, pues, la que aquí nos hace falta.
Política de trabajo y también política de educación. Que se explote nuestro territorio y que se acabe
con nuestro analfabetismo y tendremos entonces dinero y soldados para la defensa del territorio
peruano.
Pobres, descamisados y hambrientos, ¿cómo va a ser posible que pensemos en una gran
escuadra ni en un buen ejército? Nos pareceríamos como nación a un hombre que gastase en armas
el dinero que debía gastar en pan y que invirtiese en ejercitarse en la esgrima el tiempo que debía
invertir en ganar dinero.
No podremos tener ejército aún.
Hay mucho más todavía. Carecemos de espíritu militar. Nuestro pueblo no es un pueblo
militar. Y a nadie se le ocurrirá aconsejarnos que improvisemos el espíritu militar que nos falta.
La gran mayoría de los peruanos, los tres millones de indios embrutecidos y esclavizados y
de las sierras, no posee noción de la patria. Y, sin embargo, de esa masa aborigen inconsciente,
habremos de extraer en un caso de guerra el ejército que nos defienda.
Contemplemos ahora mismo nuestro ejército y digámonos si es realmente un ejército.
Analizándolo rápidamente notaremos que la tropa es compuesta por los indios coercitivamente
enrolados. Esos indios no aman ni estiman su condición de soldados. La aborrecen. Se hallan
siempre en el umbral de la deserción.
La oficialidad está compuesta, en un noventa por ciento, por gente llevada a la escuela
militar unas veces por la miseria del medio y otras veces por el fracaso personal. La vocación
militar apenas si asoma de raro en raro. Para comprobarlo basta con reparar en que, mientras en
otros países la aristocracia puebla los colegios militares, entre nosotros, los jóvenes “decentes”
burlan la conscripción. Y en que hasta hace muy poco los severos padres de familia “metían” en la
escuela militar al hijo más desalmado, jaranista y bribón. La escuela militar era para ellos una
especie de escuela correccional donde “a punta de palo” eran enmendados los muchachos de mala
índole y deshonestas travesuras. (*)
No podemos tener, pues, un ejército verdadero. Los peruanos no quieren ser soldados. Si
aumentamos nuestros efectivos no será, evidentemente que hemos concentrado más soldados en
nuestros cuarteles. Será que hemos concentrado más indios cogidos a lazo por subprefectos y
gendarmes.
No debemos entonces engañarnos.
No huyamos de la verdad por fea y amarga que sea. Antes bien, busquémosla para dirigir
nuestros pasos conforme a lo que ella nos diga. Busquémosla aunque ella nos diga que no somos un
pueblo militar y queramos serlo. Aunque nos diga que no tenemos soldados y queramos
acuartelarlos. Aunque nos diga que carecemos de ejército y queramos comprarle mil cañones.
Aunque falta desarrollo económico y queramos apertrechamiento bélico.
Desde hace un siglo aproximadamente consumimos nuestra energía por mantener nuestras
milicias. Por el lujo de querer ser fuertes y marciales nos hemos olvidado de la necesidad de ser
trabajadores y ricos. El pueblo, paupérrimo y miserable, ha vivido para alimentar un ejército. Y, a
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11. costa de todo esto, no contamos hoy con un ejército siquiera. Apenas si hemos formado una
burocracia más o menos bien comida y más o menos mal encaminada.
No vayamos más allá.
Y en vez de pensar en acuartelar soldados pensemos en formarlos. Ya vendrá el día de que
los acuartelemos. Si para nuestra felicidad es preciso que venga.
José Carlos Mariátegui.
(*) Es justicia decir que no pasa lo mismo en la marina. A la escuela naval, más que a la escuela
militarse se encaminan muchos jóvenes por vocación. La oficialidad de la escuadra es más selecta y
culta que la del ejército. Hay también razón para que así sea. La vida en los buques favorece y
auspicia el estudio y se acomoda más al gusto de los espíritus más finos y mejor cultivados.
NUESTRA ÉPOCA, Año 1, N° 1, Lima 22 de junio de 1918, págs. 4-5
Nota.-
Tanto la Exposición (Presentación) como el presente artículo confirman lo que JCM
señalara, que “La orientación socialista de Mariátegui tiene su punto de arranque en la
publicación… de la revista Nuestra Época, influida por la España de Araquistaín”, y que está
en el Informe (en tercera persona) acerca de su actividad política, enviado al Congreso
Constituyente de la Confederación Sindical Latinoamericana (en Uruguay) y al Primer Congreso de
Partidos Comunistas (en Argentina) realizados en 1929.
En el primer número de Nuestra Época aparecieron dos artículos, uno referente a LA
CRISIS DE LOS PARTIDOS (de César Ugarte) y otro referente a EL DEBER DEL EJÉRCITO Y EL
DEBER DEL ESTADO(de JCM) Es evidente, pues, que el periódico se proponía analizar el Estado
peruano en su expresión central, el aparato burocrático militar.
El artículo de César Ugarte fue comentado por JCM en el segundo número de Nuestra
Época. Centrando en la reorganización de los grupos políticos.
El artículo de JCM acerca del deber del ejército generó la reacción inmediata del estamento
militar, lo que provocó mayúsculo escándalo incluso con crisis del Consejo de Ministros. El
material respectivo es materia de la siguiente entrega de esta serie.
El material que aquí se reproduce está basado en la edición facsimilar de Nuestra Época,
sin fecha, 48 págs., 24 x 34 cms., similar al tamaño original del periódico.
Esta labor encomiable y silenciosa es una invalorable contribución de la familia Mariátegui-
Chiappe, que recopiló, editó y difundió el gran inicio del Socialismo Peruano. Con esta labor ya no
puede haber excusas o pretextos para no tomar posición ante la Creación Heroica del Socialismo
Peruano, y menos en los preparativos de su Centenario.
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12. NUESTRA ÉPOCA - 03
MALAS TENDENCIAS.
EL DEBER DEL EJÉRCITO Y EL DEBER DEL ESTADO
1.- UN INCIDENTE
Bulla en un portal:
-¡Claro! ¡Eso no puede ser! ¿Qué significa, entonces, el ejército? ¿Es que así estamos?
Y voces encontradas:
-¡Esos militares no han hecho bien! ¡Ha sido un abuso! ¡Hay que llamarlos al orden!
-¿Pero qué pasa? –inquirimos nosotros.
Entonces nos contaron que en un semanario aparecido el sábado se registra un artículo en que se
recomienda al Perú ser bueno y rico antes que ser fuerte, y se sostiene que el ejército carece todavía,
entre nosotros, de toda la autoridad moral que necesita. Algo así, poco de menos.
-¿Y qué?
-¡Que ese artículo estaba firmado por un periodista joven y culto!
-¿Y qué?
-Que esta tarde han ido a buscar a ese periodista algunos militares y lo han ofendido, en su
imprenta.
Nos quedamos boquiabiertos.
-¡No puede ser! -gritamos al fin-. Habrá sido un incidente provocado por alguna otra cosa. ¡Cómo!
¿La autoridad moral del ejército puesta en duda por ese joven periodista se va a defender con la
violencia? ¡Es un error! ¡No puede ser!
Y nos separamos con la intención de convencernos.
En palacio ya estaba la noticia sofocando al ministro de la guerra. Era él, valgan verdades, el primer
sorprendido:
¡Ya sé! -nos dijo-. Acabo de impartir órdenes eficaces para reprimir este abuso. Estoy
contrariadísimo.
Y a fe que con él va a estarlo todo el mundo. Ese periodista atacado ayer tiene una foja de servicios
honrosa en el periodismo y en la literatura. No es un cualquiera. Merece, por sus dotes, el aprecio
que le concede el público. Podrá estar equivocado; pero en su espíritu cabe el convencimiento de su
error, si alguien se lo prueba. Y sobre todo, en el Perú los periodistas podemos discutir todas
nuestras instituciones democráticas, inclusive el ejército.
¡No faltaba más!
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13. -Señor ministro de la guerra -le dijimos con todo el respeto que nos merecen él y el ejército-, ¡no es
a trompadas como se prueba la autoridad moral!
Y el ministro, felizmente para el país, nos dio la razón.
Luis Fernán Cisneros
En La Prensa: Lima, 25-VI-1918
2.-BORRADOR DE CARTA
Señor don Pedro Ruiz Bravo, director de El Tiempo”
Pte.
Muy señor mío:
El comportamiento un tanto reticente y otro tanto desleal de Ud. Ante la agresión de que he sido
objeto en las oficinas de “El Tiempo”, violadas y vejadas por el tumultuoso grupo de oficiales del
ejército que la perpetró, me hace sentir el deber imperioso de apartarme de este diario al cual me
trajeron, con la complicidad dolorosa de mi abulia y mi inquietud, solicitaciones de usted.
Habría tenido Ud. El derecho para mostrarse asolidario con un redactor a quien no debiera UD.
cooperación tan intensa, perseverante y abnegada como la mía. Cooperación, señor Ruiz Bravo, que
para mí no ha representado sino la esterilización baldía de dos años de mi juventud y mi
contaminación con esos pecados, huachaferías y errores cuya repulsa he tenido que sepultar en el
fondo de mi alma.
Pero conmigo, señor Ruiz Bravo, no ha tenido usted jamás derecho para portarse
inconsecuentemente. Usted no necesita que yo se lo diga por qué. Mejor se lo dirá siempre su
conciencia.
Advierta Ud. Que no me quejo contra “El Tiempo”. Sólo me quejo contra Ud. Si me quejase “El
Tiempo” mis reproches caerían injustamente sobre mis muy queridos, buenos e inteligentes
compañeros que siempre me han rodeado con un cariño, una simpatía y un aliento que yo jamás
sabré merecer bien.
Y sepa Ud. Finalmente que me retiro de “El Tiempo” afligido por la amargura de desgarrar un
compañerismo y una camaradería dueños de todas las devociones de mi corazón.
Sírvase Ud. Dar hospitalidad en las columnas de su diario a esta carta cuya publicación creo
indispensable por varios motivos.
Su atto. y S.S.
(José Carlos Mariátegui)
Texto mecanografiado, sin firma, conservado en el archivo familiar.
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14. Ha sido publicado en su Correspondencia.
Nota de la edición facsimilar
3.-LANCE DE HONOR MARIÁTEGUI – VÁSQUEZ BENAVIDES
Ciudad, 25 de junio de 1918
Señores don Alberto Secada y doctor don Lauro Ángel Curletti
Pte.
Muy señores y amigos míos:
Un grupo de oficiales del ejército me ultrajó ayer en la redacción de “El Tiempo” en la forma
relatada hoy por la prensa, a causa de un artículo mío, que ha sido mal interpretado.
Deseando una explicación satisfactoria o la reparación correspondiente, ruego a ustedes, mis buenos
amigos, se sirvan demandarla del teniente José F. Vásquez Benavides, uno de los oficiales que
encabezaban el grupo y quien declaró reiteradamente que asumía la responsabilidad del acto.
Hago de ustedes mis más autorizados poderdantes.
Y les pido me tengan como su más agradecido y afmo amigo.
José Carlos Mariátegui.
4.- MARIÁTEGUI EXPLICA SU ARTÍCULO DE “NUESTRA ÉPOCA”
Un acendrado fervor doctrinario y un noble ardimiento patriótico me impulsaron a publicar,
ayudado por escritores tan bien intencionados como yo, el periódico “Nuestra Época”, Y esos
mismos sentimientos me inspiraron el artículo sobre el ejército cuya resonancia estruendosa,
conservadora y terrible conturba mi ánima en estos momentos de fiebre y de bullicio.
Mi artículo no fue un estudio del problema militar. Fue únicamente un sumario de mis ideas
sobre ese problema. Fue un índice de mis observaciones. Fue, luego, muy poco.
Demasiado tiene que asombrarme, pues, que ese artículo que quiero que todos miren como
un arranque de mi sinceridad más pura, haya producido acontecimientos tan graves y tan dolorosos.
Porque jamás pude aguantar que algunas palabras mías trastornaran la tranquilidad pública de tal
manera honda y expresiva.
Y como, antes que escritor soy peruano y soy patriota, me apena tanto esta sucesión de
sensibles escenas que estoy a punto de arrepentirme de haber escrito las cuatro cuartillas que así han
conmovido a la república.
Me transformo en espectador. Y contemplo primero el ataque a un hogar periodístico y a un
escritor. Contemplo enseguida la solidaridad contra la censura arrancada a la superioridad por ese
ataque. Contemplo finalmente, una actitud que arredra e intimida al gobierno.
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15. Y naturalmente siento entonces la responsabilidad de estas conmociones. Miro en ellas una
secuela de mi artículo. Y me pregunto si valía la pena expresar una convicción a tan cuantioso
precio.
No he sido yo el ofensor
Antes de pasar adelante he de aclarar el alcance de las palabras mías que han soliviantado a
la oficialidad joven y susceptible. No lo he hecho ya porque no se avenía con mi dignidad de
escritor responder a un ataque con una explicación, por altiva que esta explicación fuese. Ahora
tengo que hacerlo porque es mi responsabilidad quien me pide la explicación.
Dice el párrafo de mi artículo mal interpretado en el ejército: que “la oficialidad está
compuesta, en un noventa por ciento, por gente llevada a la escuela militar unas veces por la miseria
del medio y otras veces por el fracaso personal”.
Y bien.
Esta no es una ofensa al ejército. No lo es por la intención. No lo es por los términos. No lo
es por la idea. La miseria del medio nos aflige a todos. En país rico y activo la gente puede elegir
libre y fácilmente el empleo de su capacidad. En un país pobre e inerte no ocurre lo mismo. La
gente más apta suele ser vencida por la miseria del medio. La miseria del medio es más fuerte que
su aptitud. El fracaso personal no es por ende una culpa ni es, mucho menos, una vergüenza. Es una
consecuencia frecuente y triste del estado económico del país.
Yo, pues, no le he reprobado ni le he inculpado nada a la oficialidad. Tan solo le he discutido
la vocación militar. Y no le he discutido desde un punto de vista lesivo para su honor ni para su
orgullo. Se la he discutido tan solo desde un punto de vista panorámico y general.
Creo oportuno un ejemplo. Y considero que es el ejemplo que puedo presentar con más
sinceridad es, sin duda alguna, el ejemplo mío. Si yo me gobernara, en vez de que me gobernara la
miseria del medio, yo no escribiría diariamente, fatigando y agotando mis aptitudes, artículos de
periódico. Escribiría ensayos artísticos o científicos más de mi gusto. Pero escribiendo versos o
novelas yo ganaría muy pocos centavos porque, como este es un país pobre, no puede mantener
poetas ni novelistas. Los literatos son un lujo de los países ricos. En los países como el nuestro los
literatos que quieren ser literatos -o sea, comer de su literatura- se mueren de hambre. Por esto, si
mi mala ventura me condena a pasarme la vida escribiendo artículos de periódico, automatizado
dentro de un rotativo cualquiera, me habrá vencido la pobreza del medio. Seré un escritor
encadenado al diarismo por el fracaso personal.
Luego no se puede decir sensatamente que yo haya ofendido a la oficialidad. He hablado sin
circunloquios y sin disfraces porque así es mi costumbre. Pero no he hablado con procacidad.
Sin embargo, llevo mi honradez hasta el extremo de averiguar el origen probable de la
equivocación de la oficialidad que me ha juzgado mal. Y me imagino encontrarlo. Mi artículo,
como más arriba lo declaro, no fue sino un índice de mis opiniones. Cada opinión mía apareció en
ese artículo mío sin las comprobaciones por la sencilla razón de que las comprobaciones de cada
opinión habrían ocupado un artículo entero. Ha sido tal vez por esto que no se me ha entendido
bien. Una opinión cualquiera, extraída de ese índice, ha sido suficiente para causar tal cual alarma o
tal cual aprensión en los ánimos tropicales y nerviosos que nos rodea,
Un voto que es una esperanza
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16. Tanto gesto desmandado y agrio, tanta voz altisonante y dura y tanto comportamiento
penoso y anormal podrían hacerme desesperar del ejército de mi patria. Podrían hacerme caer en el
pesimismo más acerbo. Podrían hacerme pensar que había llegado para las instituciones peruanas
una hora de desquiciamiento sombrío. Podrían hacerme suponer que habíamos entrado en un
período de pleno y absoluto señorío de la fuerza y de sus coacciones.
Pero quiero tener fe en los destinos del Perú. Para tenerla necesito olvidarme de que se me
ha atacado por haber emitido mis ideas. Y bien. Me olvido de que se me ha atacado. Un arrebato, un
estrépito me parecen cosas muy propias de la psicología personal. Y, sobre todo, creo indispensable
razonar por encima de ellas.
Mi aspiración actual y vehemente es la aspiración de que el ejército del Perú no se aparte de
su deber. De que el ejército comprenda la austeridad de su rol. De que el ejército no olvide que es
tradicionalmente la institución donde se conciertan, guardan y cultivan las virtudes más
caballerescas, pundonorosas y bizarras.
Y mi aspiración, por ser muy intensa y muy grande, es una esperanza.
José Carlos Mariátegui
En El tiempo: Lima, 27-VI-1918
5.- RENUNCIA DEL MINISTRO DE GUERRA
Señor Dr. D. Francisco Tudela y Varela, Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Estado
en el despacho de Relaciones Exteriores:
Los acontecimientos realizados en el seno del Ejército, a raíz de un artículo publicado en un
semanario de esta capital, me ponen en el caso de renunciar, irrevocablemente, al cargo de Ministro
de Guerra y Marina, con que se sirvió honrarme el Jefe del Estado a propuesta de usted.
Le ruego se digne expresar al Señor Presidente de la República mis agradecimientos por las
reiteradas pruebas de confianza que le he merecido y aceptar al mismo tiempo, con mi adhesión
personal, mi consideración más distinguida.
Dios guarde a usted.
C. A. de la Fuente
En La Crónica: Lima, 27-VI-1918
Nota.- Ante el artículo comentando “el deber del Ejército” un grupo de oficiales agredió
verbal y físicamente a JCM. Quien comandó el ataque fue el teniente Vásquez Benavides, primer
oficial de ancestro africano que llegó a General del Ejército, y en su retiro fue Presidente del Club
de Fútbol Alianza Lima, de “los grones” Pero la procaz agresión provocó crisis ministerial con
renuncia del Ministro de Guerra.
El artículo que “Un acendrado fervor doctrinario y un noble ardimiento patriótico” lo
impulsaron a publicar, confirma que desde 1918, nauseado de política criolla, JCM se orientó
16
17. “resueltamente hacia el Socialismo” Entonces, el punto de partida para el Activista del Socialismo
Peruano es
¡Nausearse de política criolla!
17
18. NUESTRA ÉPOCA - 04:
MALAS TENDENCIAS.
EL DEBER DEL EJÉRCITO Y EL DEBER DEL ESTADO
6.- LA FUERZA ES ASÍ
Han pasado tres días terribles.
Tres días terribles para la república. Tres días terribles para el periodismo. Tres días terribles sobre
todo, para el gobierno del señor Pardo.
El primer día un grupo de oficiales, enfadado contra “Nuestra Época”, vino a esta imprenta en son
de combate.
Y entonces el gobierno del señor Pardo ordenó:
-¡Sumaria investigación! ¡Arresto inmediato! ¡Orden general de censura!
Y clamó al cielo:
-¿Dónde estamos?
El segundo día los oficiales arrugaron el ceño, miraron de mal modo a Palacio y se encogieron de
hombros.
Y entonces el gobierno del señor Pardo bajó la voz:
-Bueno. Arresto no. Pero orden general, sí. Orden general de censura. Censura para “Nuestra
Época” y censura para la agresión. Una mano de cal y otra de arena.
El tercer día los oficiales se juntaron en el Pälais Concert, tomaron champaña, chocaron sus copas,
sonaron sus espadas y se encaminaron en corporación a Palacio silbando una polka.
Y entonces el gobierno del señor Pardo se echó en sus hombres:
-Yo los acompaño a ustedes. Yo soy todo suyo. Suyo afectísimo.
Y ni una palabra de la sumaria investigación, ni una palabra del arresto, ni una palabra de la orden
general.
Sólo una palabra de despedida para el coronel La Fuente caído digna y pundonorosamente. Pero una
palabra a la sordina. Una palabra sin eco. Una palabra muy queda.
Total: una comedia gubernativa en tres jornadas. Una comedia con un poco de drama. Y con final de
tragedia muda.
Una comedia que ni siquiera es original. Que es muy vieja. Que es muy corriente. Que es muy
conocida.
Y que -según la gente que se refocila con las misceláneas de la tradición-, fue estrenada en París
18
19. hace muchos años, en los tiempos de Napoleón el Grande, por una gaceta ilustre: “El Monitor”
órgano de la monarquía. El primer día anunció esa gaceta la fuga de Napoleón de la isla de Elba. Y
lo hizo con este rubro: “El usurpador se ha evadido”. El segundo día anunció el desembarco de
Bonaparte en Francia. Y lo hizo con este rubro: “Bonaparte ha pisado suelo francés”. El tercer día
anunció la entrada de Bonaparte a París. Y lo hizo con este rubro: “Nuestro querido emperador está
entre nosotros”
Todo como mandado a hacer para que el señor Corbacho nos diga desde el fondo de sus archivos:
-La historia se repite…
(José Carlos Mariátegui)
En El Tiempo: Lima, 26-VI-1918
7.- EL ÚLTIMO REMIENDO DEL GABINETE
La caída del coronel La Fuente ha hecho necesario remendar otra vez el gabinete del señor
Tudela y Varela. El remiendo ha sido rápido en esta oportunidad. El coronel La Fuente no ha tenido
que aguardar mucho rato a su sucesor.
Este cambio ministerial podía tener trascendencia si el nuevo ministro representara una
nueva orientación. Pero estamos por creer que no representa orientación alguna. Es un jefe
-pundonoroso y amable seguramente- encumbrado de la noche a la mañana por las curiosas
modalidades de la política nacional. Lo ha sorprendido derrepente la llamada del señor Pardo. Y,
asombrado y confuso, se ha encontrado con la cartera de guerra en las manos.
Sin embargo la situación exige un ministro de guerra dueño de la autoridad, la preparación y
la energía suficientes para acometer la empresa que demandan los intereses de la república y los
anhelos de los buenos militares. Se necesita un ministro de guerra que sepa apreciar y resolver los
problemas militares del momento. Un ministro de guerra que contemple con mirada panorámica y
perspicaz lo que tiene delante de los ojos. Un ministro de guerra que no se halle vinculado a ningún
grupo ni a ninguna bandera. Un ministro de guerra que sienta toda la gravedad de sus
responsabilidades y toda la magnitud de sus deberes.
Muy cómodo es, sin duda, alguna, para un personaje cualquiera instalarse en un ministerio
durante tres o cuatro meses para llenar, sosegada y apaciblemente, una honrosa y decorativa función
burocrática. Un besamanos con muchas congratulaciones amistosas, las felicitaciones rituales de los
periódicos, la publicación de su retrato de gran parada en alguna revista de papel satinado, un
banquete con muchos brindis y muchas galanterías de sobremesa y toda la secuela de cortesías y
halagos de una permanencia cualquiera en el ministerio, son lo bastante para contentar a un jefe que
se conforme con añadir a los honores de su foja de servicios el sonoro título de ministro de la
guerra. Pero un jefe que tenga mayores ambiciones, y que no se contente con enriquecer las notas
de su biografía, no debe ir al ministerio de guerra para ser ministro únicamente. Aceptar un
ministerio no es aceptar una condecoración útil para el adorno de la casaca en los días de Te Deum
en la Catedral y de recepción en el Salón Dorado.
Sobre todo, las emergencias presentes no se avienen con un ministro figurativo que concurra
cotidiana y puntualmente a su oficina para dar audiencia a las viudas, a los indefinidos, y a los
postulantes de la antesala, para suscribir las resoluciones y las notas del formulismo administrativo
y para conversar con el presidente de la república en los banales minutos del consejillo
consuetudinario.
19
20. ¿Se ha detenido a reflexionar en esto el coronel Cateriano antes de recibir de manos del
señor Pardo el ministerio de guerra? No podemos decirlo nosotros. Y probablemente tampoco lo
dirá el coronel Cateriano. Porque aunque deseamos manifestar siempre mayor optimismo posible,
creemos que este cambio ministerial tiene toda la traza de un remiendo sin importancia. Y que el
coronel Cateriano tiene toda la fisonomía de un ministro interino.
José Carlos Mariátegui (Sin firma)
Nuestra Época, N° 2, 6 VII 1918, pág. 2-3
(Facsímile, pág. 45)
Nota.- Marx aclaraba que los hechos en la historia aparecen dos veces; “una vez como
tragedia y la otra como farsa” Y JCM lo documenta en breves líneas analizando lo ocurrido con
Nuestra Época. El escándalo le dio oportunidad para explicar su artículo y que, bien documentado,
la redacción presentada sólo era “un sumario de mis ideas sobre ese problema. Fue un índice de mis
observaciones. Fue, luego, muy poco” Lo importante fue fijar la atención acerca del aparato militar.
¡Y bien que la fijó!
Entonces, en histórica confrontación con el viejo orden social, es evidente que
¡¡¡ASÍ NACIÓ EL SOCIALISMO PERUANO!!!
20
21. NUESTRA ÉPOCA - 05:
LA REORGANIZACIÓN DE LOS GRUPOS POLÍTICOS
Uno de nuestros parlamentarios de más relieve, el doctor José Matías Manzanilla, tan
llevado y traído por las misceláneas humorísticas de la política en gracia a su donaire y a su
facundia, ha declarado, contestando a la encuesta de un diario regionalista del sur, que “no
necesitamos nuevos partidos políticos sino organizar bien los existentes y revisar sus programas
para que respondan a las necesidades y aspiraciones del país”
Es, pues, un político de encumbrada jerarquía quien nos recomienda la reorganización de los
grupos políticos existentes y quien, por ende, cree hacedera y provechosa esa reorganización. Y
quien, al mismo tiempo, no considera oportuna la constitución de un partido de bandera netamente
regionalista.
Las palabras vehementes y rotundas de ese político -“¡no, partidos nuevos no!”- vienen a
encender aún más el debate sobre la crisis de los grupos políticos nacionales. Aquellos que -por
ingenuidad, por conveniencia o por conservadorismo- no quieren que se hable siquiera de otros
partidos sino que se componga, aliñe y entone los partidos actuales, se sienten reforzados por una
opinión autorizada e influyente. Y aquellos que, como nosotros, estamos convencidos de que
nuestros antiguos partidos no pueden sobrevivir más tiempo, miramos ponerse de pie una tesis que,
mal sostenida por gente desganada y vacilante, suponíamos tundida y derrotada irremisiblemente.
¿Cuáles son esos partidos?
César Ugarte, uno de los escritores más investigadores, capaces y cultos de la juventud
peruana, estudiaba con mucha circunspección en el anterior número de “Nuestra Época” el
problema contemplado por el doctor Manzanilla. “No es precisamente -escribía Ugarte- la ruina de
las viejas agrupaciones políticas lo que debemos lamentar, ni es en su artificial reorganización en lo
que debemos cifrar nuestras esperanzas”
El juicio de Ugarte es, sin duda alguna, muy exacto. Y por eso hemos querido recordarlo
antes de dar paso a algunas de las observaciones que nos sugiere la aseveración del doctor
Manzanilla.
Sostenemos no sólo que no habría utilidad en reorganizar los partidos existentes.
Sostenemos que habría peligro en reorganizarlos si, por fortuna, reorganizarlos no fuera imposible.
Sostenemos que los que aún no han muerto están agónicos. Sostenemos que una necesidad
higiénica nos ordena que nos apartemos de ellos. Sostenemos que no es nuestro deber averiguar si
podemos resucitarlos sino, perdiendo toda esperanza romántica de un milagro, inhumarlos sin
tardanza y sin pena.
Los partidos no son eternos. Responden a una necesidad o una inspiración transitorias como
todas las necesidades y aspiraciones. Una vez que desaparece el motivo de su existencia, desaparece
su fuerza. Sabido es que la tradicional división entre conservadores y liberales ha perdido ya su
sentido. La palabra conservador dice ahora poco. La palabra liberal dice menos todavía.
Si esta ley rige para todos los partidos del mundo tiene que regir con mayor motivo para los
partidos peruanos. Los partidos peruanos han tenido su origen en necesidades o aspiraciones muy
fugaces. Su nacimiento ha sido incidental. Un hombre popular ha bastado para construir un partido.
Las agrupaciones políticas han nacido casi con la misma facilidad que las sociedades de
auxilios mutuos. Más que traza de partidos han tenido generalmente traza de clubes electorales con
21
22. bandera transitoria y versátil
¿Qué acierto puede haber entonces en reconstruir partidos tan convencionales, pálidos y
ramplones? Ninguno. Sólo un conservadorismo criollo, fruto de la indolencia, la haronía y la abulia,
puede aconsejarnos esa reconstitución. Y acaso también un negligente anhelo de economizarnos el
trabajo de tener que aprender de memoria los títulos y las direcciones de los nuevos partidos.
Para el doctor Manzanilla únicamente hay que revisar los programas de los partidos. No hay
que hacerlos de nuevo. Hay que modernizarlos no más. Como se han gastado en el uso necesitan
reparación y pintura. Enmendándoles y adornándoles la fachada tornarán a ser sugestivos y
volverán a llamar la atención de la gente que pasa por la calle.
Olvida el doctor Manzanilla que todo está desacreditado en nuestros partidos, que todo es en
ellos inservible, que todo en ellos se está viniendo abajo. Que todo los presenta valetudinarios y
decrépitos. La gente que puede declarar que no pertenece a ningún partido anda orgullosa y ufana y,
como si pertenecer a un partido fuera vergonzoso y vituperable, cree tener en esto un título para
llevar “la frente muy alta”. Y en las clases populares el horror a los partidos es mayor aún. Los
partidos son mirados con hostilidad sañuda. Un político puede adquirir proselitismo y despertar
entusiasmo pero un partido no.
¿Será posible, por ejemplo, reorganizar el partido civil?
No somos de los que hablan con grima, como de una banda nefasta, del partido civil. No
somos de los que culpan al civilismo de todos los desabrimientos, quebrantos y calamidades de la
nación. No somos de los que, alucinados y nerviosos, ven en el civilismo una secta tenebrosa de
hombres desalmados, arteros y falaces.
Consideramos huachafo atacar al civilismo con los pueriles argumentos de quienes desde
hace luengos años vienen pintándolo como una hidra pavorosa y concupiscente, como un azote de
la patria, como un vampiro rapaz y ávido, como una fuente de toda enfermedad y de todo vicio.
Estas pinturas nos hacen pensar en las ingenuas pinturas cristianas del demonio y de sus lóbregos
dominios. Porque descrito con el verbo dramático y la entonación apocalíptica de nuestros retóricos
baratos el civilismo se semeja, salvo algunas pequeñas diferencias exteriores, al ófrico y temerario
demonio descrito por los catequizadores de nuestra Santa Madre Iglesia y retratado en las infantiles
láminas del catecismo.
Son de otra estirpe y de mejor fisonomía las razones que pesan en nuestro ánimo para creer
que el partido civil no debe ni puede sobrevivir por más tiempo. Para asegurar que serán baldíos los
esfuerzos encaminados a darle la autoridad que ha perdido. Y que ningún interés colectivo pide que
se le devuelva
El partido civil surgió de una reacción contra el militarismo. Fue la obra de un hombre de
sobrada voluntad y mucho talento que aprovechó un momento oportuno con sagacidad y
perspicacia. Pero su mismo carácter original era el de un partido precario. Y lo era también su
nombre. Partido civil. Hoy el partido civil no es realmente un partido. Es una facción nominal
destruida por los cismas. Cada uno de sus personajes conspicuos acaudilla un pequeño grupo. Estos
grupos enemistados entre sí, se turnan en la representación oficial del civilismo.
Anarquizado, acéfalo, envejecido, anémico, el partido civil carece de objeto e influencia. Sin
doctrina, sin orientación y sin prestigio, ¿qué matiz del sentimiento público puede personificar? El
pueblo no lo quiere. La gente mercenaria que le sirve para sus escasos estruendos callejeros sólo
sabe de él que es el que paga mejor. Y, para remate, poco a poco han ido disminuyendo en el partido
22
23. civil los hombres, con textura o afición siquiera de estadistas, que mantenían su brillo y dirigían su
acción. Enrarecidos sus políticos -los últimos de los cuales no deben a su filiación civilista sino a
sus méritos intelectuales su derecho a la estimación pública-, le quedan casi solamente sus
capitalistas y sus negociantes de siempre. Y le quedan acosados y cohibidos por la malquerencia
popular.
“Partido civil”. ¿Qué quiere decir en la hora actual este nombre? ¿Qué significa, qué vale,
qué expresa? “Partido civil”. Hablando en verdad, estas palabras no son sino la razón social de una
empresa de negocios políticos en quiebra y liquidación. No habrá siquiera quien le traspase a esta
empresa su giro comercial por un juanillo cualquiera.
¿Y el partido constitucional? ¿Y el partido demócrata? ¿Y el partido liberal?
Mucho menos puede subsistir el partido constitucional. Y es que es una agrupación que no
renueva ni incrementa su proselitismo. Los constitucionales de hoy son los mismos constitucionales
de ayer. Mejor dicho son los constitucionales que quedan de ayer. Son una sociedad de
sobrevivientes de la Breña. Una escolta de honor del venerado general Cáceres.
Para fundar el partido constitucional se juntaron muchos buenos y pundonorosos soldados y
paisanos que miraron en el general Cáceres un caudillo. La gloria de la Breña fue para ellos, al
mismo tiempo, plinto, dosel, escudo y aureola. Más que un partido organizaron, en buena cuenta, un
sindicato de militares y empleados públicos. Una especie de instintivas y empíricas juntas de
defensa con estatuto político. Y, por eso, su único ideal tuvo que consistir en el respeto de la
constitución del 60 y la custodia del orden público. Esa constitución del 60 y ese orden público que
tan huecamente suenan en los fastos con cadenetas y quitasueños de la historia patria.
La estructura del partido constitucional no es, pues, la estructura de un partido político. Es la
estructura de una asociación de legionarios trasladados de la guerra a la política que llevaron a la
administración y al parlamento conceptos de vivac y dianas de cuartel y que, valientes y denodados
pero candorosos y sencillos, se dejaron domeñar por la zalamerías redomadas de civilistas y cívicos.
Otro partido que tampoco podrá ser restaurado es el partido demócrata. El partido demócrata
no constituyó jamás una verdadera agrupación principista, pese a los deseos de su gran jefe. No era
la “declaración de principios” lo que unía a los ciudadanos. Era la figura de Piérola. Por
consiguiente había sólo pierolismo. No había partido demócrata.
Ahora mismo tenemos la prueba de este aserto. La débil eficacia del trabajo de
reorganización del partido demócrata se debe no al influjo del nombre de esa agrupación sino al
influjo de la persona que la preside. Los demócratas siguen siendo pierolistas. El apellido Piérola es
para ellos la única contraseña del partido demócrata. No se convencerían nunca de la autenticidad
de un partido demócrata que no tuviera inscrito el apellido Piérola en su dirección.
El partido liberal, el menos viejo de los viejos partidos, no necesita reorganización. Pero no
tiene vitalidad alguna. No la ha tenido tal vez en ningún momento. Sus elementos básicos fueron
disidentes del pierolismo y dispersos del fracasado partido radical. Y su vínculo doctrinario, un
sonoro y cursi jacobinismo. Las bizarrías del doctor Durand, conspirador temerario, dieron
popularidad al partido. Y el espontáneo poder de captación del nombre liberal, nombre de romántica
resonancia en las provincias, alimentó esa popularidad ocasional.
Nada permite esperar que este partido se vigorice y desarrolle. Todo induce a creer que poco
a poco, extinguidos sus arrestos juveniles y enfriados sus fervores principistas, irá perdiendo la
fuerza provinciana que lo sustenta.
23
24. No prolonguemos, pues, artificialmente la existencia de estos grupos
Aunque la opinión del doctor Manzanilla, ilustre amigo nuestro, la ampare, no podemos
avenirnos con la idea de reorganizar nuestros antiguos partidos políticos. El más breve y benévolo
análisis de esos partidos nos afirma en el convencimiento de su ineptitud y de su caducidad. Y de
que su subsistencia es convencional y aparente.
No son partidos reales. Son simulaciones de partido. Suman unas cuantas mentiras
trascendentales a las muchas mentiras de nuestra vida política. Usurpan los puestos
correspondientes a los partidos políticos. Obstruyen el proceso democrático de la nación.
No necesitamos que se los restaure ficticiamente. Necesitamos que se les sepulte y sustituya.
Nuevas agrupaciones capaces de adquirir efectiva fuerza popular deben remplazar a estas
agrupaciones figurativas y desacreditadas. Nuevas agrupaciones que merezcan la adhesión de la
gente joven, honorable y consciente que siente repulsa por los viejos grupos políticos y que no
inscribiría su nombre, por ningún motivo, en sus ralos padrones.
Todo empeño de inocular vida en organismos moribundos será desventurado y ocioso.
Ahondará y extenderá el desconcierto y la incertidumbre de los pueblos. Mostrará una vez más
nuestro insensato afán de atarnos al pasado. Y hará que en el Perú cada símbolo de acción política
sea un mausoleo.
Nota.- Entre las agrupaciones mencionadas en este artículo no figura el partido nacional
democrático porque no es, sin duda alguna, un partido que perece sino un partido que nace. Es un
partido sin pasado y sin presente; pero no es un partido sin porvenir. Más propiamente: es un intento
de partido. Por ahora su calidad parece la de un club intelectual con corresponsales en provincias y
con afición a la política.
José Carlos Mariátegui, 6-VII-1918
En Nuestra Época: Nº 2, págs. 2-3
Facsímile, págs. 35-36
(Haronía = pereza; valetudinario = enfermizo; grima= disgusto; ófrico: posible error de imprenta;
puede ser órfico, de Orfeo = relativo al orfismo = doctrina y misterios órficos)
Nota.- En carta a Samuel Glusberg, JCM le señaló: “Desde 1918, nauseado de política
criolla -como diarista, y durante algún tiempo redactor político y parlamentario conocí por dentro
los partidos y vi en zapatillas a los estadistas- me orienté resueltamente hacia el socialismo,”
(10.01.28)
Precisamente, en este artículo JCM muestra y demuestra cómo conocía por dentro los
partidos, y cómo vio en zapatillas a los estadistas, a los diputados, senadores, ministros,
presidentes, burocracia estatal.
El Perú no ha sido país de partidos sino apenas de garabatos de partidos. Partidos sólidos,
como los partidos republicanos (conservadores) y los partidos demócratas (liberales) de otras
latitudes, no han funcionado en nuestro país.
Los partidos que menciona JCM no alcanzaron a ser reorganizados. Se extinguieron ante la
nueva realidad del país. El Partido Socialista del Perú, por el que trabajaba JCM, estaba en pleno
24
25. proceso de constituirse en el primer gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia
republicana. La temprana desaparición de JCM, y la incomprensión de la necesidad perentoria de
la forma nacional del socialismo internacional frustraron este proceso. Pero es el mensaje tarea que
nos dejó y que el Socialismo Peruano en su IV generación está a punto de hacer realidad.
Los nuevos partidos que surgieron fueron el Apra y el PCP. Antes del fallecimiento de JCM,
el Apra “cabía en un sillón” expresión de Luis Alberto Sánchez (LAS), uno de sus líderes. Fue el
abandono de las tesis de JCM lo que permitió que cobrara fuerza, pues la política, como la
naturaleza “tiene horror al vacío”
Por eso,El análisis de JCM es modelo para analizar la realidad partidaria actual.
25
26. NUESTRA ÉPOCA – 06:
EL CAMINO PROPIO
MIRADOR POLÍTICO
LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL
Estamos aún lejos de las elecciones presidenciales. En otra época ya sería hora de que
comenzase la grotesca zarzuela de los clubs y de los discursos. Pero en esta época el período
electoral es más corto. El automóvil, el teléfono, la telefunken y la rotativa han abreviado la
duración de los trabajos políticos. Un candidato puede ser popular en un mes. Y puede derrotar a
otro candidato en dos semanas con tres jornadas cívicas y cuatro tiros al aire. El señor Aspíllaga,
postulante actual, se halla en aptitud de dar fe de lo que decimos.
El problema de la sucesión presidencial vuelve a ser, por supuesto, el problema de siempre.
El gobierno, que es hoy un gobierno de clase, quiere que el gobierno venidero sea el que le siente y
acomode. Y mira con el mayor desdén el sentimiento del pueblo. Aunque, si nos atenemos a la ley,
el pueblo será el elector.
El candidato oficial que nos amenaza es, pues, un candidato de clase. No sabemos todavía a
ciencia cierta si será el señor Aspíllaga quien a título de buena persona aspira nuevamente a la
presidencia de la república. Pero sabemos desde ahora, que será siempre un candidato de clase. Y
que candidato de clase, averiguado está quienes pueden serlo, quiere decir candidato incapaz y
decorativo.
¿Quiénes designarán a ese candidato? Se asegura que será una convención de partidos. Y
que el candidato que salga de ella se llamará “candidato nacional” como se llamó a su turno el señor
Pardo.
Y bien. El nombramiento por la convención será para todos los hombres honrados la peor
recomendación que pueda exhibir un candidato. Apenas si hay que fijarse en los partidos que
tomarán parte en ella para comprobarlo. Ninguno de esos partidos es dueño del menor proselitismo
popular. Los delegados que mandarán a la convención serán, casi en su totalidad, las pobres gentes,
más o menos figurativas y más o menos desvergonzadas, que sirven habitualmente en Lima para
asambleas, besamanos y otros simulacros.
Pasemos revista ligeramente a los partidos que probablemente se juntarán y arrebañarán para
que tengamos otro “candidato nacional” como el señor Pardo.
Uno de esos partidos será, naturalmente, el partido civil que, anarquizado y caduco, apenas
si representa unos cuantos millones de soles y otros tantos latifundios. Otro de esos partidos será el
manido partido constitucional que, sin duda, tiene toda la traza de una falange de museo, de una
colección de antiguallas y de un batallón de coroneles indefinidos que, en gracia a la gloria de la
Breña, no merecen más que ser entregados a la custodia del señor Corbacho. Otro será el partido
demócrata que, inhumado por algunos viejos parientes y amigos del señor de Piérola, quiere seguir
girando contra la popularidad de la coalición sin reparar en que le ha llegado la hora de girar en
descubierto. Otro será el partido liberal, que habiendo sido en su nacimiento un acéfalo y huachafo
club de jacobinos escapados del pierolismo, se ha convertido, andando los años, en una especie de
mesnada de lansquenetes que si bien no cobra por hacer la guerra cobra por no hacerla. Otro será el
partido nacional democrático que, aunque el más joven, el intelectual y el más aseado de todos, no
deja por eso de ser más nulo que todos en cuanto a influencia y autoridad sobre el pueblo. Otro,
26
27. finalmente -agregamos nosotros- podría ser el cuerpo general de bomberos si no estuviera
distribuido con justa y matemática proporcionalidad entre los partidos antedichos.
De un concierto tan adefesiero y tan desamparado como una asamblea de tales partidos, no
resultará lógicamente, un candidato que representando la voluntad popular represente al mismo
tiempo la conveniencia de la nación. Resultará el candidato que quiera el señor Pardo. Es decir,
resultará un candidato de clase que, sin estructura de estadista, mirará sin la presidencia de la
república el último peldaño de su carrera de negociante.
José Carlos Mariátegui (Sin firma)
Nuestra Época, N° 1, 22-VI-1918, págs. 2-3)
(Facsímile, pág. 45)
(lansquenete = soldado mercenario de infantería)
LOS CANDIDATOS
Breves apreciaciones personales sobre ellos
Lo que representan en la cultura y en la política nacional
(…)
El doctor Víctor M. Maúrtua
El doctor Víctor M. Maúrtua es el hombre moderno de nuestro retablo político. Es un
estadista de amplia ideología. Es un catedrático de vasta preparación científica. Es un ciudadano
que ha servido eficientemente a su país.
Maúrtua ha podido ser en el Perú un hombre extraordinariamente popular. Su espíritu
inquieto, reformador y revolucionario lo ha empujado constantemente a la lucha al lado del pueblo.
Maúrtua es el primer político peruano que, dentro de una cámara de ambiente gazmoño y tímido,
saturado de prejuicios criollos, ha declarado con orgullo su filiación socialista. Pero Maúrtua no ha
tenido oportunidad de entrar en contacto directo y permanente con el pueblo. En su juventud fue
radical. Perteneció al grupo de don Manuel González Prada y ocupó un puesto en la “Unión
Nacional”. Más tarde, deshecha la “Unión Nacional”, consagrada su actividad personal a los
estudios jurídicos, sus relaciones personales lo llevaron al partido civil. El partido civil le hizo el
beneficio de no emplear su capacidad en el parlamento ni en el gobierno sino en la diplomacia. Y
Maúrtua salió del país para no volver a él hasta el año de 1914. Al volver era, pues, para la mayoría
de las gentes, un tanto desconocido. Y Maúrtua aislado, solitario, desconectado del pueblo, sin
atmósfera propia, no intentó ser un político popular. No tuvo confianza en sus propias fuerzas. Y,
sobre todo, no tuvo ambición.
El paso de Maúrtua por el periodismo, por el parlamento y por el gobierno, en los cuatro
últimos años, ha sido, sin embargo, expresivo de su talento y de su cultura. Maúrtua ha dejado en la
universidad, en el parlamento, en el periodismo y el gobierno su huella de hombre superior. Y en
todo instante se ha caracterizado por la tendencia de elevar el debate de los problemas nacionales.
Por su repugnancia al hábito de empequeñecerlo. Su pensamiento no ha volado nunca a ras del
suelo. Siempre ha volado muy alto. Siempre ha tenido una visión panorámica del presente y del
porvenir.
27
28. Su labor de diplomático y jurisconsulto, encargado de la defensa de nuestros derechos
territoriales, no ha podido ser más excelente y meritoria. A Maúrtua le debe la historia de nuestra
diplomacia su mejor capítulo. El solo pleito de límites que el Perú ha ganado ha sido el de Bolivia.
El laudo arbitral de la Argentina, como se sabe, nos fue favorable. Tan favorable que Bolivia puso el
grito en el cielo contra él y nos arrancó la abdicación de que renunciásemos al derecho que nos
reconocía. Maúrtua fue el abogado del Perú ante el árbitro. Suyo es el alegato que persuadió al
árbitro de la justicia de nuestra causa. Como suyo es también el único libro de valor que contiene la
historia de nuestra cuestión con Chile y la probanza jurídica de la razón que nos asiste.
Hay también un motivo especial para que Maúrtua sea elegido diputado. El de la ofensa que
acaba de inferirle el gobierno provisorio, con absoluto desconocimiento del título que posee a la
gratitud nacional, suprimiendo el cargo diplomático que le confirió el gobierno anterior. Este país,
este país tan escaso de hombres de mérito intelectual, tiene la obligación de desagraviar a Maúrtua.
Tiene la obligación de desagraviarlo demostrándole que no ignora su capacidad y que respeta su
autoridad científica.
José Carlos Mariátegui
En La Razón, N° 67. Lima 24-VII-1919
Obras Juveniles. Tomo 3, págs. 357-359
Nota.- El artículo de JCM, acerca de los grupos políticos, publicado en el N° 2 de Nuestra
Época, tiene un “preámbulo” en el anterior (N° 1), referente a la sucesión presidencial de esos
momentos. Y tiene una continuación en el nuevo periódico que editara JCM, La Razón, donde
expone sus breves apreciaciones acerca de los candidatos del nuevo período electoral (Maúrtua
entre ellos)
Víctor Manuel Maúrtua (1867-1937) Nacido en Ica, diputado por ese departamento, fue de
los pocos en haber declarado con orgullo su filiación socialista. Guillermo Rouillon ofrece
importantes reseñas de su vinculación con JCM. Señala que “Entre los jóvenes que escuchaban al
maestro -casi podemos decir, con fervor religiosos- se despertaba la ambición de cumplir una
misión heroica. A ello se agregaba que Maúrtua en una de sus charlas doctrinarias, trajo a colación
la célebre frase de Marx (incluida en la Tesis sobre Feuerbach), ‘…los filósofos no han hecho más
que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata ahora es de transformarlo…’
Este pensamiento fue toda una revelación para los miembros del grupo, hubo de señalar una tarea,
en lo que concierne a la realidad peruana” (La Creación Heroica de José Carlos Mariátegui,
1975. T. 1. CAPÍTULO V LAS PRIMERAS DIVAGACIONES SOCIALISTAS. Págs. 205-206)
En la cultura y en la política Víctor Maúrtua representa, pues, el más alto valor del
socialismo utopía en nuestro país, así como JCM representa el más alto valor del socialismo
ciencia. Sin Maúrtua como antecesor, no habría podido surgir el Socialismo Peruano en Nuestra
Época.
JCM cumplió a cabalidad la Tesis de Marx. En cuanto a interpretación, está su libro 7
Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. En cuanto a transformación está la
Constitución del Partido Socialista del Perú. Interpretar para transformar, transformar
interpretando.
El Capítulo VII del Tomo 3 de Escritos Juveniles de JCM lleva por título HACIA “UN
CAMINO PROPIO” Muy acertada formulación. Presenta los artículos publicados en Nuestra
Época y en La Razón, periódicos que impulsó y dirigió JCM en 1918 (dos números, interrumpido
28
29. por los sucesos conocidos) y 1919 (diario, de mayo a agosto, interrumpido por su deportación)
Ese término “un camino propio” figura en la Exposición, presentación de Nuestra Época:
“Y esta repulsa continua nos ha hecho sentir la necesidad de buscarnos un camino propio para
afirmarla y para salvarnos de toda apariencia de solidaridad con el pecado, el delito y la ineptitud
contemporáneos”
En verdad, todo cambio social ha requerido y requiere de “un camino propio”, porque el
Socialismo es internacional por su contenido y nacional por su forma.
Esta forma nacional es el camino que abrió JCM. Es EL CAMINO DE MARIÁTEGUI.
Camino del Socialismo Peruano que ha costado décadas descombrar y sistematizar hasta llegar a
su actual etapa de preparación de la organización.
29
30. NUESTRA ÉPOCA – 07:
“YO SOY AQUEL...”
Somos los mismos. Los mismos que en otro diario, de cuyo nombre no queremos
acordarnos, nos reíamos de los políticos de la calle y de los políticos de la casa. Los mismos que le
poníamos cómicas apostillas al diario de los debates. Los mismos que comentábamos con ingenua
travesura los carpetazos de la mayoría automatizada y los gritos de la minoría acéfala. Los mismos
que engrandecíamos solemnemente la noble fama del ilustre parlamentario criollo, don Manuel
Bernardino Pérez. Los mismos que teníamos a mucha y muy grande honra llamarnos risueñamente
bolcheviques. Somos los mismos.
Los que están ahora lejos de nosotros no quieren creerlo. Murmuran que no es cierto: que no
somos los mismos. Pero es que jamás supieron cómo éramos nosotros. Creyeron siempre que
éramos como ellos. Y a nosotros, por supuesto, hasta en nuestros instantes de más cristiana y
evangélica humildad, nos hizo muy poca gracia esta creencia.
A la casa y al periódico que hospedaron, hasta hace tres meses, nuestra palabra y nuestro
pensamiento, nos llevó esta sana y buena inquietud que de nosotros vive señoreada. Éramos
entonces más jóvenes que ahora. Y decir que éramos más jóvenes es decir que éramos más ilusos,
Nos sedujo la idea de acometer una empresa denodada y atrevida. Nos poseyó el convencimiento de
que habíamos nacido para la lucha. Nos pareció muy bien eso de escribir como nos viniese en gana.
Pero muy pronto nos sentimos, consternados y tristes, que en esa casa y en ese periódico no
podíamos vivir a gusto. Comprendimos, poco a poco, que nuestro hogar no era ése. Pensamos que
allí nos faltaba oxígeno, nos faltaba luz y nos faltaba todo contentamiento. Procuramos, como el
poeta de las flores del mal, formarnos con nuestras ideas y nuestros ensueños una tibia y grata
atmósfera propia. Mas fue en balde. Desde ese instante anduvimos en lucha con nosotros mismos.
Nuestra abulia y nuestra pereza nos sujetaban y nos aprehendían. Adormecían nuestras ansias de
independencia. Prolongaban nuestra solidaridad con gentes y con actitudes malvenidas con nuestro
comportamiento.
Hasta que llegó un día en que esta sana y buena inquietud consiguió libertarnos. Un día en
que, convencidos de que esa casa no era nuestra casa y ese periódico no era nuestro periódico,
cerramos la máquina de escribir acuciosa, disciplinada y colaboradora que tan fidelísimamente nos
sirviera, y cogimos nuestro sombrero. Un día que nosotros habríamos querido que no fuera un día
vulgar, pero que el Destino resolvió que fuera un día ruidoso.
Quienes no habíamos podido ser amigos de la persona, del arte y de la gracia de Norka
Rouskaya sin escándalo y sin estrépito, y quienes por un simple artículo de semanario nos habíamos
echado encima terribles enojos, violentas ojerizas y desmesuradas responsabilidades, no podíamos
abandonar una imprenta desapercibida y silenciosamente. Nuestra renuncia no podía ser sólo una
renuncia. Tenía que ser una ruptura. Y no podía ser únicamente una ruptura. Tenía que ser un cisma.
Y tenía que ser un cisma sonoro.
Por eso escribimos ahora desde esta columna. La columna es otra. El diario es otro. La
imprenta es otra. La oficina es otra. Y hasta la máquina de escribir, a pesar se ser muy Underwood,
muy norteamericana y muy solícita, es también otra.
Pero nosotros somos los mismos. Los mismos de siempre. Y aquellos que pretenden negarlo,
parecen, en cambio, ¡qué mudados!, ¡qué distintos! Y son, sin embargo, los mismos igualmente…
30
31. José Carlos Mariátegui, 14-V-1919
En La Razón, diario de Lima, N° 1
Sección Voces
Problema eterno
-Pero, ¿cómo quieren ustedes que se resuelva el poder presidencial? ¡Si es un problema sin
solución desde hace mucho tiempo! ¡Si es un problema eterno! ¡Un problema que cambia, en su
aspecto, pero no cambia en su esencia!
JCM, La Razón, 09.06.19
LA PATRIA NUEVA
Un personal senil y claudicante
Ya está plasmada la fisonomía del régimen de la “Patria Nueva”. Ha habido una serie de
indecisiones, de tropiezos y tanteos para formarla. Se ha formado como no podía dejar de formarse.
Como era inevitable que fuera. Algunos ingenuos pensaron en un régimen de renovación efectiva.
Creyeron posible la organización de un gobierno sano y fuerte, nuevo, idealista.
Olvidaron, por supuesto que los gobiernos de esta índole son gobiernos de opinión. Se
funden en el crisol del ardor popular. No de un ardor histérico y circunstancial. Sino en el
convencimiento cálido y adoctrinado de la masa colectiva.
El señor Leguía no se preocupó ni mucho ni poco antes de llegar al poder, de formar ese
volumen de opinión ciudadana. Creyó que le bastaba para constituirse en gobierno las alharacas y
las desordenadas actividades de sus partidarios. Y efectivamente ha sido así. El señor Leguía ha
logrado llegar al poder. Pero no ha conseguido formar un gobierno de verdad. Para conseguir esto
debió anticipadamente formar un núcleo potente y disciplinado, unido por el nexo de la doctrina y
por la unanimidad de la aspiración ideal. En brazos de esa mesocracia ignorante y alucinada que lo
ha seguido no podía sino llegar al poder. Y llegar al poder es muy poca cosa para un hombre con
vastas aspiraciones, con clara conciencia de su valor histórico, con profundo concepto de su misión
en la vía pública, con aguda percepción de las corrientes sentimentales de su tiempo y con talla, en
fin, de verdadero héroe popular. Muchos estadistas se han inmortalizado y viven en la memoria de
los pueblos sin haber escalado jamás los grados del poder.
Cómo se ha formado la plana mayor del gobierno leguiista
No forma la plana mayor de la banda del señor Leguía ningún ejemplar de esa turbulenta y
bulliciosa fauna partidaria que en su nombre aturdió el país durante tres años. Toda esta banda de
sus partidarios ha quedado en la zaga. La plana mayor se ha formado de tipos clásicos. De hombres
catalogados. De figuras gastadas en la vida pública, que han experimentado los desengaños del
funcionarismo y el desprecio del país.
No hay un solo hombre nuevo en el alto grupo del gobierno. No hay ni una inteligencia joven ni una
arrogancia primaveral. Tampoco hay ímpetus de renovación. Se amalgaman allí los nombres de
fatales horas pretéritas. Hombres que no pudieron mantenerse a flote en los vaivenes de la política
de acomodos, transacciones y vergüenzas que ha llenado las tres últimas décadas de nuestra historia
republicana.
31
32. Todos los hombres que pensaron y se alimentaron para la lucha moderna y elevada. Para la
gran controversia de las ideas y las doctrinas. Que creyeron que el tiempo nos traería un aliento de
modernidad y de efluvio de idealismo. Nuestro propio pueblo que ha sentido las urgencias infinitas
de la vida nueva del mundo. Todo estos, absolutamente todos, se sienten a esta hora defraudados y
vencidos.
Otra vez vuelven a ser primeras figuras del gobierno nacional el general Canevaro, el señor
Malpartida y el señor Villanueva, el señor Valcárcel y el señor Torre González. Estos son los
prohombres del gobierno actual. Son los mismos hombres fracasados en la función pública. Son los
mismos hombres que en la hora iluminada, se borró del escalafón político. Son los negros autores
del fracaso del país. Son los incapaces, los protervos, los que arrancaron al pueblo todos sus
derechos y toda su libertad, los que han llegado al borde del sepulcro sin dejar más que una
pantanosa huella de su paso por la vida gubernamental. Estos son los prohombres del señor Leguía.
¿Puede hacerse con estos hombres un gobierno propulsor y moderno?
El señor Leguía no es un genio. No es un talento. No es una cultura. Es apenas un hombre
inteligente e intuitivo, avezado en asuntos comerciales y en las habilidades de la política criolla.
¿Puede con estos sencillos elementos mentales imponerse a su estado mayor? Seguramente no.
Junto a él están los hombres expertos en todos los subterfugios y en todos los vicios. Los hombres
responsables de muchos delitos y signados por todos los pecados. A estos hombres no puede
vencerlos sino el ostracismo. El alejamiento permanente del poder. Rodeado por ellos, el señor
Leguía tendrá que sucumbir inevitablemente. Y sucumbiría también sin ellos. Porque el señor
Leguía no representa en el gobierno un volumen de opinión adoctrinada. Representa sólo un criterio
personal y el apetito de mucha gente. Cuando el señor Leguía cambiase su estado mayor, lo
formaría con los hombres de 1910. El país, entonces, no podría saber si la incapacidad por
ignorancia y por inmoralidad es peor a la incapacidad por senectud y por perversión.
Ya se están viendo los primeros frutos del gobierno formado con tales hombres. Se ha hecho
retroceder al país al individualismo gubernamental. Se ha subordinado la autoridad del congreso al
capricho del presidente de la república. Se ha constituido un pequeño organismo burocrático para la
fabricación de representantes. Y se está realizando la más tranquila y segura imposición electoral
que se ha efectuado en la república.
Así comienza la era de la Patria Nueva. Comienza con la resurrección de hombres que
debían estar políticamente inhumados. Con el resurgimiento de políticos de los que el país no quería
acordarse. De los que es piadoso no acordarse. De los que ahora provocan una execración; pero,
más tarde, cuando actúe directamente el siniestro cacique de Cajamarca o el torvo ministro de Santa
Catalina provocarán la verdadera revolución del pueblo. Tal vez por esto, sería mejor que actuaran
prontamente.
José Carlos Mariátegui, 03-VIII-1919. Hoja volante impresa.
Editorial de La Razón. El periódico fue suprimido por la censura de la imprenta arzobispal
donde se imprimía.
En octubre JCM sale deportado a Europa
(En Invitación a la Vida Heroica. Antología. Lima-1989)
“He madurado más que cambiado. Lo que existe en mí ahora, existía embrionaria y larvadamente
cuando yo tenía veinte años…”
32
33. JCM, 23.07.26
Nota.- Cuando JCM señala: “Los mismos que teníamos a mucha y muy grande honra
llamarnos risueñamente bolcheviques”, está recordando su primer artículo al respecto, a menos
de dos meses de triunfar la Revolución Bolchevique, cuando declara: “¡Bueno! ¡Muy bolcheviques
y muy peruanos! ¡Pero más peruanos que bolcheviques!” (Maximalismo Peruano 30.XII.1917. El
Tiempo, Sección Voces)
Así comenzó el paso que dio el pueblo peruano, del socialismo utopía de Víctor Maúrtua al
socialismo ciencia de JCM. En menos de dos años ocurrió este gran paso.
Y con Nuestra Época se inició el Socialismo Peruano. A pocos años de su Centenario es
menester comenzar por recapitular tan trascendental proceso.
Internacionalmente se vivía los estragos de la primera crisis del siglo XX, la I-GM y la
conmoción causada por la Revolución de Octubre. En nuestro país se actuaba bajo el gobierno de
José Pardo (1915-1919) Hay que estudiar este doble aspecto en el devenir de la IG-SP.
La segunda crisis ocurrió con la II-GM, la agresión nazi-fascista a la URSS, la disolución de
la III-IC, las revoluciones de China, Cuba, Vietnam. En nuestro país se actuaba bajo el gobierno de
Manuel Prado, y después el golpe militar de Manuel A. Odría. En este ambiente comenzó a cobrar
fuerza el reconocimiento de la Obra de JCM.
La tercera crisis ocurrió con el surgimiento de la crisis financiera, la crisis del campo
socialista. En nuestro país con el surgimiento de los focos guerrilleros, el golpe militar de Velasco-
Morales, la insurgencia senderista, Belaúnde, la normalización electoral.
La cuarta crisis, la actual, señala la crisis terminal del sistema capitalista. En nuestro país se
dejaba atrás el golpe militar y se afianzaba la sucesión presidencial, incluso con un militar elegido
“por voto popular” En verdad, “un problema que cambia, en su aspecto, pero no cambia en su
esencia” Para comprenderlo hay que estudiar la relación:
Izquierda Democrática - Nacionalismo Étnico - Socialismo Peruano
33
34. NUESTRA ÉPOCA - 08:
¿EXISTE UNA INQUIETUD PROPIA DE NUESTRA ÉPOCA?
La inquietud contemporánea es un fenómeno del que forman parte las más opuestas
actitudes. El término se presta necesariamente, por tanto, a la especulación y al equívoco. Se agitan
dentro de la “inquietud contemporánea” los que profesan una fe como los que andan en su
búsqueda. El catolicismo de Max Jacob figura entre los signos de esta inquietud, al mismo título
que el marxismo, de André Bretón y sus compañeros de La Revolution Surrealiste*. El fascismo
pretende representar un “espíritu nuevo”, exactamente como el bolchevismo.
Existe una inquietud propia de nuestra época, en el sentido de que esta época tiene como
todas las épocas de transición y de crisis, problemas que la individualizan. Pero esta inquietud en
unos es desesperación, en los demás vacío.
No se puede hablar de una “inquietud contemporánea” como de la uniforme y misteriosa
preparación espiritual de un mundo nuevo.
Del mismo modo que en el arte de vanguardia, se confunde los elementos de revolución con
los elementos de decadencia, en la “inquietud contemporánea” se confunde la fe ficticia, intelectual,
pragmática de los que encuentran un equilibrio en los dogmas y el orden antiguo, con la fe
apasionada, riesgosa, heroica de los que combaten peligrosamente por la victoria de un orden
nuevo.
La historia clínica de la “inquietud contemporánea” anotará, con meticulosa objetividad, todos los
síntomas de la crisis del mundo moderno, pero nos servirá muy poco como medio de resolverla. La
encuesta de los Cahiers de l’Etoile** no invita a otra cosa que a un examen de conciencia, del que
no puede salir, como resultado o indicación de conjunto, sino una pluralidad desorientadora de
proposiciones.
Lo que se designa con el nombre de “inquietud” no es, en último análisis, sino la expresión
intelectual y sentimental. Los artistas y los pensadores de esta época rehúsan, por orgullo o por
temor, ver en su desequilibrio y en su angustia, el reflejo de la crisis del capitalismo.
Quieren sentirse ajenos o superiores a esta crisis. No se dan cuenta de que la muerte de los
principios y dogmas que constituyen el Absoluto burgués ha sido decretado en un plano distinto del
de su especulación personal.
La burguesía ha perdido el poder moral que antes le consentía retener en sus rangos, sin
conflicto interno, a la mayoría de los intelectuales. Las fuerzas centrífugas, cesionistas***, actúan
sobre éstos con una intensidad y multiplicidad antes desconocidas. De aquí, las defecciones como
las conversiones. La inquietud aparece como una gran crisis de conciencia.
La inquietud contemporánea, por consiguiente, está hecha de factores negativos y positivos.
La inquietud de los espíritus que no tienden sino a la seguridad y al reposo carece de todo valor
creativo. Por este sendero no se descubrirá sino los refugios, las ciudadelas del pasado. En el
hombre moderno, la abdicación más cobarde es del que busca asilo en ellos.
Nuestra primera declaratoria de guerra debe ser a la que mi compatriota Iberico llama
“filosofías de retorno”. ¿El florecimiento de estas filosofías, en un clima mórbido de decadencia,
34
35. entra en gran escala en Occidente en la “inquietud contemporánea”? Esta es la cuestión principal
que hay que esclarecer para no tomar sutiles álibis**** de la Inteligencia y teorías derrotistas sobre
la modernidad como elaboraciones de un espíritu nuevo.
JCM, 29.08.30 COC. T. 6, págs. 29-31
Publicado en Mundial, 18 días antes de su muerte, respondiendo a un cuestionario de la
revista francesas Cahiers de l’Etoile. Se han suprimido los primeros párrafos, por su carácter
circunstancial, que decían así: “La redacción de Cahiers de l’Etoile me ha incluido entre los
escritores consultados en su gran encuesta internacional sobre la ‘inquietud contemporánea’. Estoy
en deuda con esta revista desde hace unos meses; y creería llegar con excesivo retardo a su cita, si
no encontrase en los últimos números de algunas revistas de América las primeras respuestas del
mundo hispánico, entre ellas la de Juan Marinello que tan deferente y elogiosamente me menciona.
La demora de otros justifica o atenúa la mía.
Estimo útil la transcripción del cuestionario sometido al análisis y a la crítica de los
escritores consultados:
A) ¿Existe una inquietud propia de nuestra época?
B) ¿La constata usted en su mundo?
1- ¿Qué formas toma?
2- ¿Cómo se expresa esta inquietud dentro y frente a la vida social?
(¿La interdependencia de los países, la condensación de la población en los grandes centros, el
maquinismo colectivo, el automatismo individual, tienden a aniquilar la personalidad humana?)
3- ¿Y dentro de la vida sexual?
4- ¿Y dentro de la fe?
5- ¿Cuál es su efecto sobre la actividad creadora?
C ¿La inquietud, no es el sufrimiento de una humanidad que espera encontrar su unidad
libertándose de sus prisiones (tiempo, espacio y soledad individual)? (En este caso, ¿una época de
gran inquietud no señala el despertar de una nueva conciencia? ¿Y si estamos en tal época, podemos
ya despejar esta nueva conciencia y sus características?)”
Nota de la Empresa Editora Amauta
(* La Revolución Surrealista; **Cuadernos de la Estrella; *** puede ser seccionistas, de seccionar,
separar; ****coartadas)
Nota.- JCM inició su exposición ante la época contemporánea con NUESTRA ÉPOCA, y la
concluyó con ¿EXISTE UNA INQUIETUD PROPIA DE NUESTRA ÉPOCA? Sorprende la
coincidencia, pero desde el inicio hasta el final de sus aportes al Socialismo Peruano tuvo siempre
en cuenta que se trataba de una nueva época en el devenir de la humanidad.
Esta preocupación, esta inquietud daba la vuelta al mundo. En todas partes se tomaba
conciencia de que la crisis que se enfrentaba era por el cambio del sistema social. Por eso, a diez
años justos de su Maximalismo Peruano, pudo señalar que:
35
36. El destino de Norteamérica no puede ser contemplado sino en un plano mundial. Y en este
plano, el capitalismo norteamericano, vigoroso y próspero internamente aún, cesa de ser un
fenómeno nacional y autónomo, para convertirse en la culminación de un fenómeno mundial,
subordinado a un ineludible sino histórico.
(31.12.27)
Es el trasfondo de la época contemporánea que sucede a la época moderna.
36
37. NUESTRA ÉPOCA - 09:
POR QUÉ NUESTRA ÉPOCA
La presente serie Nuestra Época, semana a semana en ocho entregas ha presentado el material
que muestra cómo surgió el Socialismo Peruano. Ningún Activista que se reclame del Socialismo
Peruano podrá en adelante ignorar consciente, subconsciente, inconscientemente este material. Es
punto de partida para su actividad militante, combativa.
Este material tiene un histórico antecedente: Maximalismo Peruano (31.12.17), difundido ya
repetidamente en otros envíos. (Se incluirá en la versión pdf de esta serie) Tiene su punto inicial en
el primer número del periódico Nuestra Época (22 06.18) Y tiene su culminación en ¿Existe una
inquietud propia de Nuestra Época? (29.03.30)
Cuando algunos pretendieron marginar la obra del Iniciador del Socialismo Peruano, no faltaron
quienes, lustro a lustro, incluso en trabajo anónimo, “de bajo perfil”, se dedicaron a recopilar,
difundir, ordenar, sistematizar básicamente su contribución histórica. Entre ellos están en primer
lugar la familia Mariátegui Chiappe, Moisés Arroyo Posada, Guillermo Rouillon, Alberto Tauro,
Jorge Falcón, Genaro Carnero Checa, Ricardo Luna Vegas. La lista es larga, e incluye a connotados
escritores extranjeros. ¡Reconocimiento y respeto a todos ellos!
JCM captó rápidamente que el mundo ingresaba en una nueva época, la época contemporánea, la
época del socialismo. Por eso, conscientemente puso el nombre de Nuestra Época al periódico que
marcó el inicio del Socialismo Peruano. Y, continuando, puso por nombre La Escena
Contemporánea al primer libro que publicó.
Los términos época, época contemporánea son ahora de uso común. Pero es menester
precisarlos para comprenderlos mejor. Sobre todo ahora que el capitalismo está en su etapa superior
y en su crisis terminal; y que con este telón de fondo se ha iniciado la preparación para conmemorar
dignamente el CENTENARIO DEL SOCIALISMO PERUANO.
Cuando la crisis mundial de comienzos del siglo pasado, que provocó por una parte la I Guerra
Mundial (1914-1918) y por otra la Revolución de Octubre (1917), se comenzó a utilizar el término
“nueva época” En Sobre la Caricatura del Marxismo (--.08.16) Lenin titula su Capítulo 2 como
“Nuestra Concepción de la Nueva Época” Ahí señala que “Las resoluciones de nuestro partido
hablan de la guerra actual, engendrada por las condiciones generales de la época imperialista. La
correlación de ‘época’ y ‘guerra imperialista’ está planteada por nosotros correctamente.” Entonces,
primero admitió el término “época imperialista”, y luego precisó tanto el término época como el
término imperialismo. (Y por eso tituló su investigación como “El imperialismo, fase superior del
capitalismo”)
En el folleto, primero señala que el término imperialismo es una palabreja. Y luego analiza el
concepto “época” y lo sustituye correctamente por fase. Este análisis, por lo general, pasa sin mayor
atención en más de un lector.
Lenin critica que para su interlocutor “¡Resulta, según él, que hablar concretamente significa
hablar de ‘época’! Y eso precisamente es inexacto”
Luego precisa que “La época se llama precisamente así porque abarca toda una suma de
fenómenos y guerras diversos, típicos y no típicos, grandes y pequeños, propios de los países
avanzados y de los atrasados. Eludir estas cuestiones concretas por medio de frases generales acerca
de la ‘época’, (…) significa abusar del concepto ‘época’” Y que “Este razonamiento es un modelo
de empleo caricaturesco del concepto ‘época imperialista’ ¡Precisamente porque este concepto es
nuevo e importante hay que luchar contra la caricatura!”
Y aclarando el fondo del debate, explica que “Desde el punto de vista económico, el
37
38. imperialismo (o ‘época’ del capital financiero, no se trata de palabras) es el grado superior del
desarrollo del capitalismo, precisamente el grado en que la producción se hace tan grande y
gigantesca que la libertad de competencia es sustituida por el monopolio. En esto consiste la
esencia económica del imperialismo. El monopolio se manifiesta en los trusts, consorcios, etc.; en la
omnipotencia de los bancos gigantescos, en el acaparamiento de fuentes de materias primas, etc.; en
la concentración del capital bancario, etc. Todo el quid de la cuestión está en el monopolio
económico” (Énfasis agregados)
Este grado superior recibe el nombre de fase, no de época. La época abarca fenómenos típicos
y no típicos. Entonces, es menester precisar la terminología.
Hay que partir del término tiempo como duración. Esta duración tiene varios niveles, que son
conocidos y usados como era, edad, época, período, etapa, fase, grado.
Era, del latín aera = cifra, tiempo largo
Edad, del latín aetas = tiempo
Época, del griego epokhée = lapso, período largo
Período, del griego peri = alrededor, y hodos = camino, espacio de tiempo
Etapa, del flamenco stapel = fase, división
Fase, del griego phásis = faceta, cambio
Grado, del latín gradus = paso, peldaño
Era y Edad se usan básicamente como sinónimos. Se tiene así la “era cristiana”, la “edad de
piedra” El término Edad fue usado previamente por la historia mundial. Y así se tiene Edad
Antigua, Edad Media, Edad Moderna.
Época tiene similitud con Edad, pero se usa también como Etapa. Es usada por el marxismo
para señalar Época Comunista Primitiva, Época Esclavista, Época Feudalista, Época Capitalista,
Época Socialista. Usando la terminología anterior, la Época Socialista se denomina también Edad o
Época Contemporánea (Llamada Pos-moderna por la sociología burguesa)
Desde el punto de vista económico, cada época tiene una fase superior (etapa, grado) Y así se
tiene:
EDAD ÉPOCA ETAPA SUPERIOR
ANTIGUA
COMUNISMO
PRIMITIVO DESPOTISMO
ESCLAVISMO IMPERIALISMO
MEDIA FEUDALISMO ABSOLUTISMO
MODERNA CAPITALISMO FINANCIERISMO
“POS MODERNA”
CONTEMPORÁNEA SOCIALISMO COMUNISMO
38
39. En el lenguaje común, Época es término usado coloquialmente. Así, se dice que “esta victoria
marca toda una época”; “en mis buenas épocas yo jugaba fútbol”, “ya pasó su época, no friegue
más” Y, sin mayor precisión, también se le usa en la literatura general. Sin embargo, al leer se puede
entender si se trata de edad, era; o si se trata de etapa, fase.
Período, Etapa, Fase, Grado, pueden ser considerados como subdivisiones de Era, Edad,
Época. Así se puede pormenorizar una investigación, clasificación, historia.
Y así como hubo imprecisión en denominar la etapa superior del capitalismo (llamarla
época y llamarla imperialismo), también hubo y aún hay imprecisión respecto al socialismo y
comunismo. La revolución proletaria comenzó por llamarse comunista. (Y de ahí el Manifiesto
Comunista). Luego se aceptó el nombre de socialista, pero señalando que el socialismo es la etapa
inferior del comunismo. Después, precisando los términos se tiene que socialismo es el modo de
producción que sucede al capitalismo, y comunismo es su etapa superior.
JCM no se equivocó, pues, en nombrar la realidad que vivía como nuestra época, como
época contemporánea, ni al nuevo modo de producción como socialismo. Y tampoco se equivocó
al nombrar al Partido del Cambio Social como Partido Socialista.
Y llegó a señalar que “La inquietud contemporánea es un fenómeno del que forman parte las
más opuestas actitudes. El término se presta necesariamente, por tanto, a la especulación y al
equívoco. Se agitan dentro de la ´inquietud contemporánea´ los que profesan una fe como los que
andan en su búsqueda”
Todavía hay en nuestra escena política quienes profesan una fe y quienes andan en su
búsqueda. Pero en cada una de sus etapas, el Socialismo Peruano siempre ha enrolado, enrola y
enrolará a quienes profesan una fe,
¡LA FE EN EL PERÚ INTEGRAL!
39
40. NUESTRA ÉPOCA - 10:
1
COROLARIO DE NUESTRA ÉPOCA
1
¡Bueno! ¡Muy bolsheviquis y muy peruanos! ¡Pero más peruanos que
bolsheviquis!
30.12.17
2
Y esta repulsa continua nos hace sentir la necesidad de buscarnos un
camino propio para afirmarla y para salvarnos de toda apariencia de
solidaridad con el pecado, el delito y la ineptitud contemporáneos.
22.06.18
3
Que no empleen sus armas ni dilapiden su tiempo en herirse unos a otros,
sino en combatir el orden social, sus instituciones, sus injusticias y sus
crímenes.
01.05.24
4
No es mi ideal el Perú colonial ni el Perú incaico sino un Perú integral.
Aquí estamos, he escrito al fundar una revista de doctrina y polémica, los
que queremos crear un Perú nuevo en el mundo nuevo
11.03.27
5
El destino del hombre es la creación. Y el trabajo es creación, vale decir
liberación. El hombre se realiza en su trabajo.
--.07.28
6
La tendencia ideológica más afirmativa y definida de la actualidad
nacional es la tendencia socialista; las otras, si existen, están todavía por
precisar o son simples resurrecciones de viejas tendencias, débil y
40
41. confusamente retocadas.
De la solidaridad de los intelectuales de vanguardia del proletariado y del
campesinado, saldrá la fuerza política de mañana. Muchos factores
favorecen la formación de un partido socialista, que dé un programa y un
rumbo a las masas obreras y campesinas. Con la liquidación de los viejos
y febles partidos, se ha producido una sustitución de los antiguos temas
políticos por los temas económicos. En este terreno, ninguna doctrina se
mueve con más seguridad que el socialismo.
--.03.29
7
Los revolucionarios de hoy nos sentimos mucho más solidarios de lo que
algunos pueden suponer con los revolucionarios de ayer.
21.09.29
8
Mientras me sostenga la solidaridad de grupos como ese, y como los que
componen ya nuestros cuadros de provincias, no cejaré en el empeño de
dar vida a un partido de masas y de ideas, el primer gran partido de
masas y de ideas de toda nuestra vida republicana.
14.10.29
9
No puede haber renovación sino sobre la base de grandes principios.
Trabajen mucho.
16.04.30
41