2. El nombre de Dios
“Abbá”, en labios de Jesús
Padre nuestro
“Abbá” en la Iglesia primitiva
3. “Dios dijo a Moisés:
“ ‘Yo soy el que
soy’; esto dirás a los
hijos de Israel:
‘Yo soy’ me envía a
vosotros”.
Dios añadió:
Esto dirás a los hijos de
Israel: “El Señor, Dios de
vuestros padres, el Dios de
Abrahám, Dios de Isaac,
Dios de Jacob, me envía a
vosotros.” (Ex 3, 14-15).
4. Todavía hoy, los judíos piadosos no se
atreven a pronunciar el nombre divino
y en sus escritos religiosos dejan en
blanco el espacio donde debería
aparecer su nombre.
El mandamiento “no tomarás el
nombre de Dios en vano” se llevaba así
hasta sus últimas consecuencias.
En hebreo, “Yo soy” se escribe sin
vocales, con las cuatro letras
sagradas “YHWH”, que se
pronuncian generalmente
“Yahveh” y que se traduce como
“Señor”.
5. Esto constituía una novedad y
hasta casi una provocación para
aquellas gentes, pues dirigido a
Dios sonaba irrespetuoso.
Jesús no se refería a Dios como
“Yahveh”, ni siquiera como
“Adonay”.
En los evangelios, siempre
que Jesús se dirige a Dios,
aparece el nombre de
“Padre” o “Padre mío”.
6. Llamándole así, Jesús se manifestaba
como “Hijo de Dios” y expresaba su
relación con Dios Padre como la de un
niño que se dirige con todo cariño hacia
su padre en la tierra.
Jesús es el Hijo de Dios y, por eso,
conoce verdaderamente quién es Dios y
así puede comunicar a los hombres
cómo es Dios y su voluntad de
salvarnos. Jesús nos comunica siempre
la “palabra de Dios”, que es él mismo.
7. Cuando, tras su
resurrección de entre los
muertos, se aparece a
María Magdalena, le
transmite este mensaje:
“Ve a mis hermanos y diles:
‘Subo al Padre mío y Padre
vuestro, al Dios mio y al Dios
vuestro” (Jn 20, 17-18).
8. Jesús, cuando estaba con
sus discípulos, les enseñó
a rezar a Dios, llamándole
también “Padre” (Abbá).
Es la oración del
“Padrenuestro”.
9. Él es el Hijo eterno de Dios, igual a Dios.
Nosotros, en cambio, podemos llamar a
Dios “Padre”, padre nuestro, por gracia
de Dios, que nos adopta como hijos por
puro amor suyo hacia nosotros. Somos
hijos adoptivos de Dios.
Por eso también nosotros, aún sin
merecerlo, también podemos llamarle
“Padre” y tener con él las relaciones de
amor y confianza como las de un niño
con su padre o con su madre.
10. “Cuantos se dejan
llevar por el Espíritu
de Dios,esos son hijos
de Dios.
Pues, no habéis
recibido un espíritu de
esclavitud, para recaer
en el temor, sino que
habéis recibido un
Espíritu de hijos de
adopción, en el que
clamamos:
• ‘¡Abbá, Padre!’
(Rom 8, 14-15).
11. “ Como sois hijos, Dios envió a
nuestros corazones el Espíritu de
su Hijo, que clama: ‘¡Abbá,
Padre!’.
Así que ya no eres
esclavo, sino hijo; y si
eres hijo, eres también
heredero por voluntad
de Dios” (Ga 4, 6-7).
Por eso, siguiendo el ejemplo de
los primeros cristianos, también
nosotros continuamos rezando el
“Padrenuestro”, como la oración
propia de los hijos de Dios que
somos como don divino.
12. Padre nuestro, que estás en el cielo,
Santificado sea tu nombre. Venga a
nosotros tu reino. Hágase tu voluntad,
así en la tierra, como en el cielo. Danos
hoy nuestro pan de cada día.
Perdónanos nuestras deudas, así como
nosotros perdonamos a nuestros
deudores. Y no nos dejes caer en la
tentación. Mas líbranos del Mal .
Amén.