2. Espero la resurrección de los muertos
La muerte a la luz del misterio pascual
La pedagogía de la muerte
3. La pregunta por lo que hay
después de la muerte fue
durante mucho tiempo
tema dominante del
pensamiento cristiano.
Recordemos el himno
latino del siglo XIII Dies Irae.
En los siglos XV y XVI esta
pregunta se llevó hasta el
extremo de que el gusto
por lo macabro dominó
ampliamente en el arte:
los cuadros de
santos de este
período solían
llevar una
calavera.
4. •Reflexionar
cristianamente sobre el
“más allá” de la muerte
parece como una huida
de las tareas en este
mundo y por ello es
mejor evitarlo en la
predicación e, incluso,
en la teología.
•No teniendo una
respuesta satisfactoria
para el hombre
contemporáneo, se
ha decidido guardar
silencio sobre ella.
Esta pregunta
apenas ya si
se plantea en la
cultura
contemporáne
a.
El tema de la
muerte se
considera un
tabú del que
es mejor no
hablar.
Por influencia
de la crítica
filosófica de dos
grandes
pensadores
ateos del siglo
XIX,
Carlos Marx y
Federico
Nietzsche,
5. Para San Pablo, sin embargo, el tema de
la muerte y de la vida eterna era algo
decisivo en su predicación.
•“Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de
los difuntos, para que no os aflijáis como los que no
tienen esperanza.
Pues si creemos que Jesús murió y
resucitó, de igual modo Dios llevará con
él, por medio de Jesús, a los que han
muerto” (1 Ts 4, 13-14).
6. Si Jesús se hubiese limitado a
hacer consideraciones sobre
la muerte del tipo
•“Necio, esta noche te van a reclamar el alma,
y
• ¿de quién será lo que has preparado?
•Así es el que atesora para sí y no es rico ante
Dios” (Lc 12, 20-21),
•La situación de los hombres ante la muerte no
habría cambiado mucho.
El centro de la tradición
cristiana en la Iglesia primitiva
desde los primeros momentos
es el hecho de que se anuncia
a Jesucristo como aquel que
ha resucitado.
El punto de referencia para
predicar la inmortalidad y la
vida eterna es que el Señor
está vivo y glorioso junto a Dios
Padre.
7. Para el cristiano son decisivas las
palabras del Señor a Marta:
•“yo soy la resurrección y la vida: quien cree en mí,
aunque haya muerto, vivirá (Jn 11, 25).
San Pablo explicará la esperanza en la
resurrección de los muertos y la vida
eterna diciendo:
•“Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte,
para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en una vida nueva.
•Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte
como la suya, lo seremos también en una resurrección
como la suya” (Rm 6, 4-5).
8. En la carta a su discípulo
Tito volverá a repetir:
“Es palabra digna de crédito: si morimos con él,
también viviremos con él; si perseveramos,
también reinaremos con él” (Tit 2, 11-12).
En la liturgia de la Iglesia
podemos escuchar:
“Aunque la certeza de morir nos entristece, nos
consuela la promesa de la futura inmortalidad.
Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no
termina, se transforma; y al deshacerse nuestra
morada terrenal, adquirimos una mansión eterna
en el cielo” (Prefacio de difuntos).
9. •Así pues, por Cristo y
en Cristo se ilumina el
enigma del dolor y de
la muerte, que fuera
de su Evangelio nos
abruma.
•Cristo resucitó,
destruyendo la muerte
con su muerte, y nos
dio la vida, para que,
hijos en el Hijo,
clamemos en el
Espíritu: Abba, Padre”
(GS nº 22).
•“Este es el gran
misterio del
hombre que la
Revelación
cristiana esclarece
para los creyentes.
•El concilio Vaticano
II nos enseña:
10. La reflexión sobre la
muerte nos ayuda a
no estar demasiado
apegados a las
cosas de este
mundo,
olvidándonos de
que
“aquí no tenemos
ciudad permanente,
sino que andamos en
busca de la futura” (Hb
13-14).
La meditación sobre la
muerte nos invita
también a la vigilancia,
nos enseña a
prepararnos para el
encuentro con el Señor
al final de nuestra vida.
Por eso la Iglesia no
duda en advertirnos al
comienzo de la
cuaresma, al
imponernos la ceniza:
“acuérdate de que eres
polvo y al polvo
volverás”.
11. Finalmente, la consideración de la
muerte en la perspectiva cristiana no
nos puede apartar de los problemas
de esta vida, sino que por el contrario
confiere una gran seriedad al
compromiso con el mundo:
•“En verdad os digo: lo que
no hicisteis con uno de estos,
los más pequeños, tampoco
lo hicisteis conmigo.
•Y estos irán al castigo eterno
y los justos a la vida eterna”
(Mt 25, 45-46).
12. Escucha, Señor,
nuestras súplicas
para que al
confesar la
resurrección de
Jesucristo, tu Hijo,
se afiance también
nuestra esperanza
de que todos tus
hijos resucitarán.
Por N.S.J. Amén.