Este documento resume cinco parábolas de Jesús en Lucas 6:39-45. En la primera parábola, Jesús advierte que un ciego no puede guiar a otro ciego o ambos caerán. Luego explica que un discípulo no puede superar a su maestro. La tercera parábola enseña sobre no ver la "viga" en tu propio ojo mientras señalas la "mota" en el ojo de otro. La cuarta dice que un árbol se conoce por su fruto. Finalmente, la quinta pará
1. Parábolas:
El Hipócrita Ciego
El Discípulo y el Maestro
La Mota y la Viga
El Árbol y su Fruto
El Tesoro del Corazón
(Lucas 6:39–45)
Les dijo también una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo? Un
discípulo no está por encima de su maestro; mas todo discípulo, después de que se ha preparado bien, será como su
maestro. ¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu
propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la mota que está en tu ojo”, cuando tú
mismo no ves la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo y entonces verás con claridad
para sacar la mota que está en el ojo de tu hermano. Porque no hay árbol bueno que produzca fruto malo, ni a la
inversa, árbol malo que produzca fruto bueno. Pues cada árbol por su fruto se conoce. Porque los hombres no
recogen higos de los espinos, ni vendimian uvas de una zarza. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca
lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla
su boca. LBLA
Les dijo también una parábola (v. 39a). Con esta breve declaración nuestro Señor introduce una
nueva sección del discurso, que contiene una serie de breves parábolas, cuyo objetivo es hacer reflexionar
a los oyentes a lo que ya ha dicho –Su discurso profético (6:20-26) y al de exhortación (6:27-38) – Este
pasaje –del v.39 al 45– parece una serie de dichos aislados, William Barclay nos explica:
1. “Puede ser que Lucas haya recogido aquí cosas que Jesús dijo en diferentes ocasiones, y nos las dé
como un compendio de reglas acerca de la vida.
2. O puede ser que tengamos aquí un ejemplo de una manera de enseñar típicamente judía. Le
llamaban jaraz, que quiere decir ensartar perlas. Los rabinos decían que un predicador no debe
detenerse más de dos minutos en cada asunto, sino que debe pasar pronto de uno a otro para
mantener el interés. Por eso la manera de predicar de los judíos nos parece deshilvanada.”
Nuestro Señor les había enseñado a los discípulos que habían de tener un ministerio de dar. Ahora les
advierte que la magnitud en que pueden ser bendición para otros queda limitada por su propia
condición espiritual. Un ciego no puede guiar a otro ciego; ambos caerán en un hoyo. No podemos
dar a otros lo que nosotros mismos no tenemos. Si somos ciegos a ciertas áreas de la Palabra de
Dios, no podremos ayudar a alguien en las mismas. Si hay puntos ciegos en nuestra vida
espiritual, podemos estar seguros de que habrá puntos ciegos en las vidas de los que reciben de
nosotros.
Un maestro que ignora el camino del cielo, es imposible que guíe á sus oyentes al cielo. El que
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2. oye á tal maestro corre el riesgo terrible de perderse eternamente. Un profesor no puede guiar a
sus alumnos más allá de donde haya llegado él, asimismo un discípulo no está por encima de su
maestro; pero todo el que sea bien enseñado, será como su maestro. Una persona no puede enseñar
lo que no conoce, no puede guiar a sus estudiantes a un nivel más elevado que aquel al que él
mismo haya llegado. Cuanto más les enseña, tanto más ellos se vuelven como él. Pero su propia
etapa de crecimiento constituye el límite superior al que podrá llevarlos, un discípulo está
perfectamente bien preparado como tal cuando llega a ser como su maestro, las debilidades y
fortalezas en la doctrina o vida del maestro pasarán a las vidas de sus discípulos, y cuando la
instrucción haya quedado completada, no se puede esperar de los discípulos que sean más que el
maestro. Aquí tenemos una doble advertencia, en nuestro discipulado tenemos que buscarnos el
mejor profesor, porque será el único que nos pueda guiar más y más lejos.
Si queremos escaparnos del peligro contra el cual nos advierte nuestro Señor, bueno será que
tengamos cuidado de comparar la doctrina que oímos con la de las Sagradas Escrituras.
No debemos creer las cosas meramente porque las digan los pastores o maestros; pues es posible
que se equivoquen, o aún peor; que a propósito tergiversen el verdadero mensaje de Dios.
Traigamos a la memoria las palabras de nuestro Señor en otra ocasión; "Guardaos de los falsos
profetas," Mat_7:15; y seguir los consejos de los apóstoles Pablo y Juan: " Examinadlo todo."
"No crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, sino sométanlo a prueba para
ver si es de Dios" 1 Tes_5:21; 1 Jn_4:1. Con la Biblia en la mano, y con la promesa de la guía del
Espíritu Santo a todos los que la soliciten, no tendremos excusa si nuestras almas se descarrían. La
ceguera de los ministros no sirve para excusar la ignorancia de los hijos de Dios. El hombre que
por indolencia, o superstición, o fingida humildad, acepta ciegamente todo lo que el ministro
enseñe, por heterodoxo que sea, correrá al fin la suerte de su guía espiritual. Si los hijos de Dios
ponen su confianza en guías ciegos, no debe sorprenderse si le conduce al hoyo.
Esta importante verdad queda más notablemente expuesta en la ilustración de la mota y la viga.
Un día un hombre está andando por una era donde están batiendo el grano. Un golpe de viento
repentino levanta una pequeña paja de la era y se posa en su ojo.
Se frota el ojo para librarse de ella, pero cuanto más se frota, tanto más se irrita el ojo.
Precisamente en aquel momento acude otro hombre y ve el problema del otro y se ofrece a
ayudarlo. Pero este hombre ¡tiene una viga que le sobresale del ojo! Difícilmente puede ayudarle
porque no puede ver lo que está haciendo.
El objetivo principal que nuestro Señor se propuso fue imprimir en el ánimo de los pastores y
maestros la importancia de que sus hechos estén en armonía con lo que predican. El pasaje es una
solemne amonestación para que no contradigamos con nuestra vida lo que decimos con nuestros
labios. El predicador jamás se granjeará la atención y el respeto de los miembros de su iglesia,
amigos, vecinos y conocidos si no practica lo que predica. La ordenación, los grados
universitarios, los títulos pomposos, y las prédicas ruidosas de pureza de doctrina, jamás ayudarán
a los ministros del culto a predicar de una manera edificante, si sus oyentes los ven entregados a
hábitos cuestionables o inmorales.
Esta es una lección que muchas otras personas, además de los ministros, deben practicar. Toda
cabeza de familia, todos los maestros de escuelas, en fin; todo hijo de Dios --deben acordarse con
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