4. El origen Trinitario de la Iglesia brota espontáneamente de la afirmación
categórica que solemnemente hace el Vaticano II: "La Iglesia es en Cristo como
un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la
unidad de todo el género humano" (LG 1). Y más concretamente "Sacramento
Universal de Salvación" (LG 9; 48; GS 45; AG 5; SC 5). Dice GS 21: "A la Iglesia
toca hacer presentes y como visibles a Dios Padre y a su Hijo Encarnado con la
continua renovación y purificación propias bajo la guía del Espíritu Santo".
5. La Iglesia tiene un carácter Trinitario porque
es la expresión visible y estable, en el espacio
y en el tiempo, de la realidad salvífica a la que
Dios, Uno y Trino, convoca a todos los
hombres. En Puebla encontramos muchas
alusiones al respecto. Así, por ejemplo, dice
en el número 230: "En esto consiste el
'Misterio' de la Iglesia: es una realidad
humana formada por hombres limitados y
pobres, pero penetrada por la insondable
presencia y fuerza del Dios Trino que en ella
resplandece, convoca y salva".
6. También en el 215 dice: "La comunión que ha de construirse entre
los hombres, abarca el ser desde las raíces de su amor y ha de
manifestarse en toda la vida, aún en su dimensión económica,
social y política. Producida por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
es la comunicación de su propia comunión trinitaria".
7. El Misterio de la Iglesia, en el fondo, es
el Misterio de la Trinidad en la
humanidad, o la entrada de la
humanidad en la vida íntima de Dios. El
P. Congar se expresa así: "La Trinidad y
la Iglesia: es verdaderamente Dios que
procede de Dios y que retorna a Dios,
llevando consigo, en sí, a su criatura
humana" (2). Ya San Cirilo de Alejandría
(muerto en 444) decía: "Como todo
viene del Padre por el Hijo en el Espíritu
Santo, así todo es reconducido en el
Espíritu por el Hijo al Padre" (3).
8. Para expresar que la Iglesia pertenece de una manera intrínseca,
profunda y perenne a la Trinidad, podemos adecuadamente
llamarla "Familia de Dios" (Ef 2, 19), "Cuerpo de Cristo" (iCor 12,27)
y "Templo del Espíritu Santo" (1 Cor 3,16). Dice así Puebla 240: "La
Iglesia no es el lugar donde los hombres se 'sienten', sino donde se
'hacen' - real, profunda, ontológicamente- 'Familia de Dios'. Se
convierten verdaderamente en hijos del Padre en Jesucristo, quien
les participa su vida por el poder del Espíritu, mediante el
bautismo. Esta gracia de la filiación divina es el gran tesoro que la
Iglesia debe ofrecer a los hombres de nuestro continente".
9. VOLUNTAD SALVÍFICA DEL PADRE
En total ha sido la paternidad divina el motivo más profundo y constante, el
único motivo de la creación y de la Iglesia. Dice, en efecto, LG 2 que "El Padre
eterno, por una disposición libérrima y arcana de su sabiduría y bondad, creó el
universo y decretó elevar a los hombres a participar de la vida divina... y los
'predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo' (Rom, 8,29)... y
estableció convocar a quienes creen en Cristo en la santa Iglesia que ya fue
prefigurada desde el origen del mundo". También el Decreto Ad Gentes 2
afirma que "el propósito salvífico dimana del 'amor fontal' o caridad de Dios
Padre que, creándonos libremente por un acto de su excesiva y misericordiosa
benignidad, nos llama graciosamente a participar con El en la vida y en la
gloria..., no sólo individualmente, sino constituyéndonos en un pueblo".
10. MISIÓN REDENTORA DEL HIJO
La Iglesia, analógicamente, así como reproduce en la tierra el Misterio de la
Trinidad, así reproduce también el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios,
porque, aunque en la Iglesia no hay dos naturalezas propiamente dichas, sí hay
dos elementos (el humano y el divino, el visible y el invisible) que conforman
no una única persona, como acontece en Jesucristo, pero sí una sola
personalidad, por sujeto místico. Así, "la ley de la Encarnación del Verbo es la
ley de la Iglesia" (17), porque del seno del Padre y de las entrañas virginales de
María nos vino el Redentor, y "del Costado de Cristo, dormido en la Cruz, nació
el Sacramento admirable de la Iglesia entera" (SC 5) o, como dice A. Beni:
"Concebida •n la Encarnación, la Iglesia nace propiamente sobre la Cruz" (18).
11. Jesucristo es el Sacramento
de su Padre y la Iglesia es el
Sacramento de Jesucristo. El
Redentor es Jesucristo, pero
la Iglesia es el sacramento
de la redención; El,
Jesucristo, es el principio, el
centro y el culmen de la
realidad salvífica; y Ella, la
Iglesia, es la realización
concreta, la expresión visible
y estable de esa realidad
salvífica.
12. MISIÓN SANTIFICADORA DEL ESPÍRITU SANTO
El Espíritu Santo es ahora y siempre el segundo misionero de la Trinidad. Como el
Hijo fue enviado por el Padre, así "para que lo que una vez se obró para todos en
orden a la salvación, alcance su efecto en todo el curso de los tiempos, Cristo
envió de parte del Padre al Espíritu Santo, para que llevara a cabo interiormente
su obra salvífica e impulsara a la Iglesia a extenderse a sí misma" (AG 3 y 4).
13. También Juan Pablo II en su
Encíclica Dominum et vivificantem,
42 dice: “Sin duda la obra salvífica es
encomendada por Jesús a los
hombres: a los Apóstoles y a la
Iglesia. Sin embargo, en estos
hombres y por medio de ellos, el
Espíritu Santo sigue siendo el
protagonista trascendente de la
realización de esta obra en el
espíritu del hombre y en la historia
del mundo”.
14. El Espíritu Santo es el "Alma de la Iglesia" (20), porque obra
en Ella como el alma en el cuerpo, es decir, la vivifica, la
santifica y la une. San Agustín se expresa al respecto así:
"Nuestro espíritu, aquel por el cual todo hombre tiene
vida, se llama alma. Considerad lo que hace el alma en el
cuerpo: ella vivifica todos los miembros: ve con los ojos,
oye con los oídos, huele con la nariz, habla con la lengua,
labora por medio de las manos y mediante los pies camina;
ella está presente en todos los miembros para que vivan;
da a todos la vida y a cada uno su propia función.
15. El Espíritu Santo es el alma vivificante o principio
motor y animador de las tres funciones o
actividades a través de las cuales la Iglesia se
construye y prolonga la Misión de Cristo para llevar
la luz y la vida al mundo entero:
-la función profética
-la función litúrgica
-la función Pastoral.
16. CRISTOCENTRISMO ECLESIOLÓGICO
El Cristocentrismo Eclesiológico es una constante en el
Vaticano II.
Seguramente que el Vaticano II, más que ningún otro
Concilio Ecuménico, ha sido "El Concilio acerca de la
Iglesia, y, por consiguiente, el Concilio de la Eclesiología,
pero su herencia doctrinal está centrada en la Teología del
Misterio de la Iglesia en cuanto continuación del Misterio
de Cristo en la Historia de la Salvación"
17. En realidad, toda la eclesiología del Vaticano II está, y tiene que
estar, estrechamente unida a la Cristología. En efecto, la Iglesia es
Sacramento perenne Universal de salvación, porque es Sacramento
de Jesucristo, que es el protosacramento (Sacramento por
excelencia) del Padre; la Iglesia es "esen- cialmente misionera" (AG
2), porque es enviada por Jesucristo, el Primer Misio- nero del
Padre, para que anuncie el Evangelio a todas las naciones (Mt.
28,19: Mc 16,15) hasta que El vuelva (Hch 1,11); la Iglesia es Nuevo
Pueblo de Dios porque es el Cuerpo de Cristo, la esposa del
Redentor de las naciones.
18. NECESIDAD DE LA IGLESIA PARA LA
SALVACIÓN
El Vaticano II, luego de analizar cómo la Iglesia es el
Sacramento o revelación progresiva del designio Salvífico
de Dios Padre y Sacramento o prolongación de la Obra
Redentora de Jesucristo, "enseña, fundado en la Sagrada
Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia peregrinante es
necesaria para la salvación. Pues, el único Mediador y
camino de salvación es Cristo, quien se hace presente a
todos nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia.
19. Juan Pablo II en Re Mi 9 dice: «El
Concilio ha reclamado ampliamente
el papel de la Iglesia para la
salvación de la humanidad. A la para
que reconoce que Dios ama a todos
los hombres y les concede la
posibilidad de salvarse (Cfr. 1 Tim
2,4), la Iglesia profesa que Dios ha
constituido a Cristo como único
mediador y que ella misma ha sido
constituida como sacramento
universal de salvación”.