3. ¿Qué es la naturaleza?
Se entienden, dos cosas:
A) El conjunto de todos los seres no artificiales que
existen en el universo. En este sentido la naturaleza se
caracteriza por constituir un cosmos, no un caos,
obedece a leyes.
B) Otro sentido de la palabra, indica un principio de
movimiento y de reposo que se encuentra en todos los
seres del cosmos constituyéndoles de un modo
intrínseco
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4. EL HOMBRE ENTRE LOS DEMÁS SERES DE LA
NATURALEZA
Ingrediente primario e ineludible de la sociedad.
Por él hay que iniciar la reflexión filosófica acerca de lo
que no es más que la agrupación constituida para que los
hombres vivan y alcancen su perfección en el mundo.
La sociedad comienza por el hombre, esto es: en sus
inicios está siempre presente un ser racional y libre, o
sea, un ser que por su inteligencia y por su capacidad de
decisiones autónomas supera, de un modo esencial, a
todos los demás seres del universo.
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5. Esto le ha permitido elevarse desde las
organizaciones primitivas de los comienzos de la
historia hasta las complejas formas de la vida
social de nuestros días, con sus avances técnicos,
científicos y artísticos. El hombre, ocupa un
puesto especial y privilegiado en el universo.
no se
mueve por
instintos
puede darse
cuenta de la realidad
que lo circunda y de
su propia existencia
tiene poder para
transformar esa
realidad por medio
de su trabajo
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6. las sociedades humanas: producto de una larga
evolución:
A lo largo de la historia del pensamiento
filosófico y sobre todo a fines del siglo
XVIII, durante el siglo XIX y comienzos del
XX, han existido filósofos e investigadores
científicos, que han sostenido que las
sociedades humanas no son más que el
producto de una larga evolución a partir
de las agrupaciones de animales ----abejas,
hormigas, castores, por ejemplo---- y que
no hay ninguna diferencia esencial entre
las sociedades animales y las humanas.
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7. Hombre y sociedad
La sociedad que nos interesa es, pues, una sociedad
plenamente humana, o sea, integrada exclusivamente
por seres racionales y libres, que buscan un bien y una
perfección que no pueden obtener de forma aislada.
Para conocer bien la sociedad y comprender más a
fondo su naturaleza y sus fines necesitamos tener una
idea clara acerca del hombre, de su posición en el
mundo y de su singular destino.
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8. Todo estudio sociológico debe ir precedido por un estudio
antropológico.
¿Quién es el hombre?
¿Cuáles son sus fines existenciales?
¿Cuál es su destino propio?
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9. el enigma humano…
Max Scheler, en su obra “El
puesto del hombre en el
cosmos” nos ofrece una
descripción fenomenológica que
busca al menos aclarar en la
medida de nuestras
posibilidades, el enigma del ser
humano.
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11. Al enfrentarse con lo otro, el
hombre se encuentra con dos
grandes reinos de la naturaleza: el
inorgánico y el orgánico.
El hombre es, un conjunto de
sustancias físicas entre otras que
hay en el universo. Constituye un
ente sui generis en el reino
mineral y está sujeto a las
mismas leyes físico químicas
que rigen la materia.
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12. El Hombre: algo superior a la simple materia inorgánica…
La vida es movimiento autónomo e
inmanente, con una teleología
propia
En este mundo de los seres vivos se
da un fenómeno que para nosotros
tiene mucha importancia: es el de
la conciencia.
La conciencia, es la actividad por
la cuál el viviente se da cuenta de
lo que le rodea y reacciona frente a
los estímulos exteriores.
Es el principio de lo que podríamos
llamar el conocimiento.
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13. El hombre: un ser que se conoce
En el hombre, por su naturaleza racional, hay una percepción
interna que le permite no sólo darse cuenta de lo que le rodea,
sino de si mismo en el acto de percibir.
En el hombre, esta conciencia recibe el nombre de refleja,
porque es volver en si mismo y penetrar en su propia realidad.
Esta conciencia refleja, es característica del ser humano y
privativa de él. Ningún animal, por perfecto que sea, es
capaz de conocerse a si mismo o de realizar un acto
autónomo de voluntad, independientemente de su
instinto. Y aquí entramos, entonces, en un reino nuevo,
peculiar y exclusivo del hombre, le llamaremos, el dominio de
la conciencia, o sea de lo psíquico.
En este dominio de lo psíquico nos encontraremos varios
fenómenos de diversa índole: intelectivos, volitivos,
afectivos, subconscientes y muchos más. Pero su
característica común y principal, resulta ser un centro activo,
capaz de un conocimiento reflejo y de decisiones autónomas; y
por consiguiente el hombre adquiere su identidad personal y
su unidad propia. Este centro es el sujeto psicológico
inteligente y libre.03/30/15 www.marcoalberca.com
14. El Hombre: ser espiritual
el hombre, que participa del reino de la
materia, de la vida, de la conciencia,
penetra finalmente en un dominio que
le es propio y exclusivo: ‘‘el espiritual’’.
Scheler encuentra tres características
del espíritu humano:
Su poder de objetivación, el hombre
es capaz de elevar a la dignidad de
objetos las cosas que le rodean y le
oponen resistencia, así el hombre tiene
oportunidad de conocerlos y decidir
libremente acerca de ellos.
Su autoconciencia, el hombre es
capaz de conocerse a si mismo, de ser
dueño de si y de esta manera construir
su propio destino.
Su actualidad, el espíritu humano se
manifiesta como un continuo
autorrealizarse
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16. El hombre es persona.
¿Qué quiere decir esto? pues,
que tiene una manera especial de ser y existir que lo
distinguen de todos los demás seres de la naturaleza y
le dan una dignidad suprema en el universo.
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19. Noción de Persona
En lucha contra los enemigos de la ortodoxia cristiana, los doctores de la
Iglesia defendieron la tesis de que en Dios hay unidad de naturaleza y
trinidad de personas.
Y aclararon, que a lo largo de los siglos, la diferencia que había entre el
constitutivo esencial de las personas divinas y el de las personas humanas.
Con esto se introdujo la noción de persona en la teología cristiana y la
filosofía.
En contacto con la filosofía griega de la antigüedad y sobre todo con la
aristotélica, los pensadores cristianos elaboraron una noción metafísica de
la persona, basada en la sustancia (ousía).
El hombre es un ser sustancial que se compone de dos sustancias
incompletas ----cuerpo y alma---- unificadas en un sujeto permanente y
autónomo, que es la persona. Un filósofo cristiano del siglo VI de la Era
Cristiana, Manlio Severino Boecio, nos dejó una definición clásica de la
persona humana: es la sustancia individual de naturaleza racional.
Santo Tomás de Aquino examinó minuciosamente el tema de la persona,
a la que llamó ‘‘lo más, perfecto que hay en el universo’’. La persona
humana reúne el grado más elevado de individualidad y la autoconciencia
que le da su naturaleza racional.03/30/15 www.marcoalberca.com
20. La persona y la libertad
¿En qué consiste la libertad?, ¿Cómo puede la persona ser
dueña de sí misma de modo que no viva como un animal,
arrastrada por sus instintos?
Además de instintos, el hombre tiene voluntad, que es
una tendencia al bien, pero no a este o aquel bien concreto,
sino al bien universal, a todo lo que se presente como
bueno en sentido absoluto.
La voluntad siempre busca el bien: ¿qué criterio usa la
voluntad para elegir una cosa u otra?
La respuesta es: lo mejor, lo que elegimos, lo decide la
persona misma, siguiendo los dictados de la razón.
La razón nos muestra las cosas como son en sí mismas.
La libertad es, la capacidad que posee el hombre de
aceptarse como es, y, sobre todo, de guiarse por su
propia razón, de aceptar la realidad y de actuar de
acuerdo con ella.
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Notas del editor
2.2.1 La libertad es ante todo una facultad dinámica que mueve a obrar con dominio intelectual sobre el acto producido.
2.2.2 De los actos del hombre, aunque todos pertenecen a la persona, también los más primariamente materiales o reflejos, no todos pueden considerarse libres: sólo se conceptúan como tales los que contienen un compromiso de dominio intelectual.
2.2.3 Actividades fisiológicas como crecer, respirar, encanecer, llorar; o actividades sentimentales como amar, disgustarse, desmoralizarse, tener antipatía; corresponden a actos humanos que no pueden considerarse libres porque no son consecuencia de una decisión evaluatoria inteligente, sino de una respuesta operativa motivada por un estímulo exterior. Es cierto que todas estas actividades son intelectualmente conocidas e incluso se puede conceder un consentimiento implícito de la voluntad sobre las mismas, pero, de alguna manera, el dominio de su producción queda habitualmente excluido del imperio de la voluntad, porque el mismo acto se conoce como espontáneo o necesario bajo una determinada situación de influjos.
2.2.4 Para que un acto pueda ser libre, el fundamento primario es que el intelecto lo conozca como libre. La voluntariedad de ejercicio sigue a la forma de ser, y tan sólo lo que es percibido como propio del dominio personal por el intelecto puede causar decisiones libres. Por ello, la libertad además de como facultad se constituye como hábito intelectual.
2.2.5 Quienes sostienen la imposibilidad del ejercicio de la libertad niegan la propia experiencia intelectual de obrar con dominio sobre el acto realizado. La actividad intelectual quedaría reducida a conocer las determinaciones que inducen sus actos, pero sin que haya potencialmente posibilidad de creatividad, de sintetizar variables que configuren una forma personal de respuesta que se ordena ejecutar a la voluntad.
2.2.6 En algunos análisis del pensamiento se ha vinculado la libertad a la facultad de escoger o decidir entre una variable de estímulos. Esta perspectiva es confusa, ya que la realidad de la diversidad de estímulos y posibilidad de decidir sobre los mismos no justifica que no haya un estímulo más estimable que los demás en cada oportunidad, y que realmente no se siga una elección sino una respuesta conducida.
2.2.7 La marca de la libertad está en que el intelecto ante una sugerencia o idea, sea única o múltiple, proyecta una valoración propia sustentada en sus intuiciones o experiencias, que origina una decisión personal a obrar de esa determinada manera, bien sea adhiriéndose sin más a la sugerencia, eligiendo entre varias posibilidades, o inhibiéndose a obrar.
2.2.8 Hasta dónde y cuánto es lo que el intelecto se implica en cada juicio, o por el contrario se muestra pasivo y reflejo, es lo que determina el hábito intelectual de cada personalidad. Ser libre es un modo de ser propio de la persona humana; precisamente ese ser libre le constituye hábil para el mayor o menor desarrollo de sus facultades.
2.2.9 Podría pensarse que la libertad estuviera condicionada a la potencia de la mente, o sea al paradigma de ideas o síntesis capaz de formular cada persona, pero ello sólo es cierto en parte. Una mente abierta proporciona mucha mayor información para la toma de decisión de la inteligencia, pero el discernimiento para obrar de ésta no es necesariamente proporcional a aquella. La libertad estaría más ligada a la sabiduría que al conocimiento, si bien éste se presenta como una inagotable fuente de recursos para que la sabiduría se manifieste con todo su esplendor.
2.2.10 Del conocimiento intelectual que permite obrar con dominio voluntario del acto, se deriva la responsabilidad del efecto del acto sobre la naturaleza circundante. Los actos humanos o son espontáneos, y por tanto naturales, o son inteligentes y asumen consecuentemente el conocimiento que debiera de su impacto en la realidad próxima.
2.2.11 Los actos humanos voluntarios por ser creativos modifican la configuración del entorno. La influencia positiva o negativa de los actos en los demás entes distintos del sujeto es lo que se entiende por responsabilidad.
2.2.12 El ser humano por la responsabilidad del influjo de sus actos asume una ética, o sea, adecuación de sus actos al bien. La ética que está, en parte, innata en las intuiciones intelectivas se desarrolla y enriquece por la experiencia, y constituye la conciencia que juzga el bien que se deriva de los actos libres.
2.2.13 La ordenación de la experiencia no sólo se configura por la reflexión de la incidencia de las propias decisiones, sino que se construye por la asimilación del estudio de la trascendencia de los actos ajenos contemporáneos e históricos.
2.2.14 La responsabilidad atañe también a cada persona en el ámbito de fortalecer su experiencia, con la aplicación del sentido común y el estudio, para obrar con mayor conocimiento y libertad.
Esta concepción del ser humano no siempre fue clara en el pensamiento occidental. Entre los antiguos griegos ----verdaderos padres de la
especulación filosófica---- la idea del hombre se fue formando paulatinamente a través del tiempo. Al principio, la inquietud filosófica se orientaba hacia la naturaleza material, hacia la búsqueda del principio constitutivo del cosmos. ¿Era agua? ¿era aire? ¿era fuego? ¿era algo indeterminado?
El hombre ocupaba todavía un lugar secundario, aunque no dejaba de interesar a los filósofos, quienes veían en él su naturaleza racional, capaz de llegar a lo más profundo de las cosas. Fueron los sofistas, que llegaron a la Península Helénica en la época de la democratización de Atenas ----hacia el siglo V a.C.---- los que con su escepticismo radical y su pragmatismo político pusieron a discusión el problema de la naturaleza del hombre y sus fines en la vida. Sus dudas acerca de la verdad, la justicia y otros valores humanos fundamentales, hicieron centrar el interés de la filosofía en la figura del ser humano.
Con esto, entró la filosofía griega en un periodo antropológico. Fue la época de oro de la especulación filosófica, en la que aparecieron los tres
grandes maestros de nuestro mundo occidental: Sócrates, Platón y Aristóteles. El primero, en sus discusiones con los sofistas, nos legó grandes
enseñanzas acerca del hombre, de la necesidad de conocerse a si mismo y de su capacidad para llegar a las grandes ideas de bien y de justicia y realizarlas en el mundo. Fue el fundador de la ética política y murió valientemente por la defensa de sus ideas. Platón, por su parte, trató en muchas partes de sus interesantísimos Diálogos , el problema de la naturaleza del ser humano y de su contacto con el reino de las ideas. Escribió bellas páginas acerca del amor, de la belleza, de la verdad, del bien, de la justicia, de la santidad. Y son muy conocidos sus mitos y alegorías, como la de la caverna, en su diálogo de La república (politeia), en la que se refiere a la condición de los hombres que viven entre las sombras de este mundo y las luces que proyectan las ideas. Su noción del hombre era la de un ser compuesto de cuerpo y alma, en la que ésta estaba como encarcelada en la parte material. No concibió la unidad de ambas partes. Aristóteles, su discípulo más destacado, se inclinó por el realismo y fue más preciso en la descripción del ser humano. En sus obras fundamentales de ética y política hizo muchas y muy significativas consideraciones sobre los hábitos humanos, sus virtudes y sus necesidades de sociabilidad. Fue un maestro consumado en las cuestiones morales y políticas.
Los griegos, sin embargo, no tuvieron un concepto total del hombre.
Se fijaron, sobre todo, en su aspecto de ser racional. Hablaron mucho del alma humana como nous o logos , de entendimiento y de razón, pero no llegaron a comprender toda la riqueza del espíritu. Los aspectos de afectividad, voluntad y libre decisión no les fueron muy familiares. Tal vez se debió a que estaban bajo el influjo de las ideas de necesidad y destino. Los hombres no podían eludir el destino señalado por los dioses inmortales.
Esta concepción del ser humano no siempre fue clara en el pensamiento occidental. Entre los antiguos griegos ----verdaderos padres de la
especulación filosófica---- la idea del hombre se fue formando paulatinamente a través del tiempo. Al principio, la inquietud filosófica se orientaba hacia la naturaleza material, hacia la búsqueda del principio constitutivo del cosmos. ¿Era agua? ¿era aire? ¿era fuego? ¿era algo indeterminado?
El hombre ocupaba todavía un lugar secundario, aunque no dejaba de interesar a los filósofos, quienes veían en él su naturaleza racional, capaz de llegar a lo más profundo de las cosas. Fueron los sofistas, que llegaron a la Península Helénica en la época de la democratización de Atenas ----hacia el siglo V a.C.---- los que con su escepticismo radical y su pragmatismo político pusieron a discusión el problema de la naturaleza del hombre y sus fines en la vida. Sus dudas acerca de la verdad, la justicia y otros valores humanos fundamentales, hicieron centrar el interés de la filosofía en la figura del ser humano.
Con esto, entró la filosofía griega en un periodo antropológico. Fue la época de oro de la especulación filosófica, en la que aparecieron los tres
grandes maestros de nuestro mundo occidental: Sócrates, Platón y Aristóteles. El primero, en sus discusiones con los sofistas, nos legó grandes
enseñanzas acerca del hombre, de la necesidad de conocerse a si mismo y de su capacidad para llegar a las grandes ideas de bien y de justicia y realizarlas en el mundo. Fue el fundador de la ética política y murió valientemente por la defensa de sus ideas. Platón, por su parte, trató en muchas partes de sus interesantísimos Diálogos , el problema de la naturaleza del ser humano y de su contacto con el reino de las ideas. Escribió bellas páginas acerca del amor, de la belleza, de la verdad, del bien, de la justicia, de la santidad. Y son muy conocidos sus mitos y alegorías, como la de la caverna, en su diálogo de La república (politeia), en la que se refiere a la condición de los hombres que viven entre las sombras de este mundo y las luces que proyectan las ideas. Su noción del hombre era la de un ser compuesto de cuerpo y alma, en la que ésta estaba como encarcelada en la parte material. No concibió la unidad de ambas partes. Aristóteles, su discípulo más destacado, se inclinó por el realismo y fue más preciso en la descripción del ser humano. En sus obras fundamentales de ética y política hizo muchas y muy significativas consideraciones sobre los hábitos humanos, sus virtudes y sus necesidades de sociabilidad. Fue un maestro consumado en las cuestiones morales y políticas.
Los griegos, sin embargo, no tuvieron un concepto total del hombre.
Se fijaron, sobre todo, en su aspecto de ser racional. Hablaron mucho del alma humana como nous o logos , de entendimiento y de razón, pero no llegaron a comprender toda la riqueza del espíritu. Los aspectos de afectividad, voluntad y libre decisión no les fueron muy familiares. Tal vez se debió a que estaban bajo el influjo de las ideas de necesidad y destino. Los hombres no podían eludir el destino señalado por los dioses inmortales.
Fue el cristianismo, con sus enseñanzas acerca de un Dios único, creador y padre de todos los hombres, principio y fin de las vidas huma-
nas, el que cambió radicalmente las concepciones del mundo antiguo. Y especialmente la del hombre. El ser humano fue concebido en adelante
como un ser racional y libre, creado a imagen y semejanza de Dios y por ello, capaz de amar a Dios y al prójimo y de decidir su destino en forma
autónoma. Con la doctrina de Cristo, entró la libertad, igualdad y fraternidad en el mundo. Posteriormente ya no hubo diferencias entre varones y
mujeres, esclavos y hombres libres, judíos y paganos, como decía San Pablo en sus epístolas, sino que todos los hombres eran uno en Cristo Jesús.