2. DILEMA MORAL
Un dilema moral es una situación en la que hay que elegir
entre dos consecuencias desagradables.
¿Qué pasaría si en un avión queda solo un paracaídas y
dentro de este avión que está a punto de estrellarse se
encuentra un médico y un emolientero?
Salvar a uno implica necesariamente dejar morir al otro.
¿A quién se debe salvar?
3. UTILITARISMO
Hay que salvar al médico pues él puede salvar más
vidas y es mucho más costoso en tiempo y esfuerzo
formar a un médico, en cambio, casi cualquier
persona puede ser un emolientero.
Este análisis costo-beneficio que considera los pro y
los contras realizado líneas arriba obedece a criterios
utilitaristas.
4. UTILITARISMO
Esta doctrina surgió en Inglaterra durante la
revolución industrial. Sus principales exponentes
fueron J. Bentham y J. S. Mill.
La ética utilitarista se basa en la idea de que la mejor
acción es la que proporciona la felicidad más grande
al mayor número de personas y la peor, la que
ocasiona miseria en forma semejante.
De este modo, es mejor construir un hospital que
hacerle un monumento al Papa Francisco. Es mejor,
si no hay otra salida, dejar morir a uno que dejar
morir a cinco personas.
5. J. Bentham. Una Introducción a los Principios de
la Moral y la Legislación
La naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el
gobierno de dos amos soberanos: el dolor y el placer. Solo
ellos nos señalan lo que debemos hacer y determinan lo
que haremos. Por una parte, la medida de lo correcto y lo
incorrecto y, por otra, la cadena de causas y efectos están
atadas a su trono. Nos gobiernan en todo lo que hacemos,
en todo lo que decimos y en todo lo que pensamos: todos
los esfuerzos que podamos hacer para librarnos de esta
sujeción solo servirán para demostrarla y confirmarla.
6. Nuestra vida esta sometida a una serie de cálculos. Así,
decido dejar de fumar (un placer intenso) porque temo el
dolor a largo plazo que pueda llevar aparejado (cáncer,
estornudos, ahogo). Hay personas que escogen un trabajo
seguro, pero monótono y repetitivo, frente al riesgo de algo
emocionante pero tremendamente ocasional. Debido a que
las resacas suelen acompañar al consumo excesivo de
bebidas alcohólicas, preferimos el cultivo del gusto musical
u otro talento, etc.
En todo caso, estos cálculos parecen indicar que todos los
placeres (ya sean practicar sexo, leer, jugar al ajedrez...) son
una misma clase de experiencia que solo difiere a nivel
cuantitativo: en su intensidad, su duración, su pureza, etc.
7. Pero, si asumimos lo dicho por Bentham entonces cada
uno se va a preocupar por buscar su propio placer (y evitar
el dolor). Esto nos convertiría en egoístas.
Ahora bien, si somos egoístas y solo nos preocupamos de
nuestros propios placeres y dolores, ¿cómo podemos
esperar que un ser egoísta se preocupe de la felicidad
general? Hay al menos tres razones:
1) Constatar que otro sufre (o goza) también nos produce
sufrimiento (o goce).
2) Un ser demasiado egoísta que roba y engaña se arriesga
a ir preso. Y, con ello, empeoraría su propia situación.
3) Si, a pesar de mi egoísmo, coopero con los demás
puedo salir más beneficiado que trabajando solo.
8. Todas las personas cuentan como una unidad igual de valiosa que las
demás y sus opiniones han de ser tenidas en cuenta en el calculo de la
felicidad general. Un detalle importante es que alguien que siga a
Bentham no podrá creer en los derechos individuales.
Por ejemplo, si tenemos capturado a un individuo que ha puesto una
bomba en una universidad que sabemos que va a estallar y matar a decenas
de personas, ¿es factible torturarlo lo más que se pueda o debemos
respetar su humanidad y dignidad?
Otro ejemplo, si estamos atrapados en un bote a la deriva sin agua ni
comida y dos de nuestros amigos han muerto, ¿sería aceptable comernos
sus cadáveres para sobrevivir o más bien deberíamos darle una digna
sepultura?
El utilitarista benthamita no dudará en permitir la tortura o el canibalismo
si piensa que con ello se evitarán más desgracias.
9. Pero, Mill critica a Bentham en cuanto al aspecto puramente
cuantitativo de los placeres o deseos. Mientras que para
Bentham no se podría decir que es mejor escuchar a Mozart que
el reggaetón o que practicar ballet es mejor que entretenerse
con videojuegos on-line (Dota, Counter Strike, Warcraft), Mill
cree que sí puede haber una manera de compararlos.
Pocas criaturas humanas consentirían en transformarse en
alguno de los animales inferiores ante la promesa del más
completo disfrute de los placeres de estos. Ningún ser
humano inteligente admitiría convertirse en un necio, ninguna
persona culta querría ser un ignorante. Ninguna persona con
sentimientos y conciencia querría ser egoísta y depravada
aunque se le asegure una mejor situación económica.
Esto quiere decir que entre los placeres, además de diferencias
cuantitativas, también las hay cualitativas. Es decir, que
algunos tipos de placeres tienen más valor que otros,
independientemente de su cantidad.
10. De entre dos placeres, si hay uno al que todos, o casi todos los que han
experimentado ambos, conceden una decidida preferencia,
independientemente de todo sentimiento de obligación moral para
preferirlo, ese es el placer más deseable.
Así, Mill afirma que es mejor ser un ser humano insatisfecho que un
cerdo satisfecho, e igualmente que es mejor ser un Sócrates
insatisfecho que un necio satisfecho, y que si el cerdo o el necio opinan
lo contrario “es a causa de que ellos solo conocen una cara de la
cuestión. El otro miembro de la comparación conoce ambas caras”.
Así pues, un ser humano puede preferir leer un libro antes que
enterarse acerca de la vida de Susy Díaz, Laura Bozzo, Monique Pardo
(o ver el programa “Amor, amor, amor”) pues realizar solo lo segundo
no lo elevaría como sí lo haría el realizar lo primero. Y puede pensar
esto solo si ha conocido ambas caras de la cuestión.
11. Se hizo un experimento con ratas a las cuales se les
colocó un dispositivo craneal por las cuales ellas eran
capaces de estimular su cerebro y causarse a sí mismas un
intenso placer repetidamente. Las ratas no comieron ni
bebieron hasta morir. Claramente, estaban
experimentando un intenso placer.
De este modo, si hay que elegir entre un placer intenso o
tener una vida completa llena de buenos placeres no tan
intensos, es propio de la prudencia afirmar que el placer
intenso es un placer inferior. Todos afirmarían que
preferirían ser un humano con placeres superiores que una
rata con un intenso placer pero por un periodo mínimo de
tiempo.
12. Sin embargo, si estamos frente a la posibilidad de
seleccionar entre las temporadas enteras de un programa
de entretenimiento (digamos, “Los cómicos ambulantes”,
“EEG”, “Combate”, etc.) o las obras completas de
todos los literatos peruanos del siglo XX, ¿cuál diríamos
que representa un placer superior? Luego, de responder
esta pregunta ahora cuestionemos ¿cuál realiza la mayoría
de la gente?
Esto genera un problema. Pues, por un lado, sabemos que
es superior visitar el museo de Historia Natural que ir
de paseo a Disneyworld pero, por otro lado, la mayoría
quiere ver a Mickey Mouse. Bajo la tentación de lo
inmediato, de lo que no requiere esfuerzo, podemos elegir
tumbarnos en el sofá para ver un programa de chismes
sabiendo muy bien que hay placeres más elevados.
13. Que nuestras acciones no correspondan a nuestros propios juicios
no significa que estos no sean acertados. A ello se une la idea de
que determinados placeres son aprendidos y requieren de
educación y cultura para saberlos valorar.
La conclusión que obtiene Mill del hecho de que determinados
placeres necesiten cultivarse para crecer es que queda justificado
que el Estado gaste considerables sumas de dinero en la
promoción del arte y la alta cultura.
Mill reconoce que un ser dotado de facultades superiores necesita
más para sentirse feliz, tiene más difícil la conquista de la
felicidad, y además “probablemente está sujeto a sufrimientos
más agudos, y ciertamente los experimenta en mayor número de
ocasiones que un tipo inferior”. Por ello, el más desarrollado
intelectualmente se decepciona más del mundo al ver que se
premia al flojo y se ignora al esforzado (un “combatiente” de
reality gana más que un médico y mucho más que un filósofo
promedio, por cierto).
14. Mill busca apelar a un sentido de dignidad que todos
los seres humanos poseen en un grado u otro, y que
guarda alguna correlación con sus facultades más
elevadas. Esta admisión le lleva a Mill a establecer una
distinción fundamental entre los conceptos de contento
y feliz, completamente distintos. Mientras que la
felicidad alude a algo ciertamente objetivo cuyo valor
va mas allá de las experiencias o juicios individuales
concretos, el contento estaría ligado a algo más
particular y pasajero (comer un plato suculento nos
deja contentos pero no felices).
Mill considera que la naturaleza humana es el criterio
para jerarquizar los placeres, que los seres humanos
debemos tener como fin supremo el desarrollo más
elevado y armonioso posible de todas nuestras
potencialidades, aunque también hayamos visto que
esto es casi imposible.
15. Los seres humanos obtienen placer no solo de experiencias particulares
(por ejemplo, del acto concreto de tomar una cerveza en una tarde
calurosa), sino de la realización de proyectos de amplio alcance
(terminar de hacer la tesis de doctorado, lograr ser profesor de la
universidad en la que te formaste, formar una familia y tener hijos...).
Proyectos que forman lo que llamamos nuestro plan de vida. Por eso,
Mill va a insistir en la visión del ser humano como de alguien que
progresa, y así sus intereses tienen que verse desde esta perspectiva.
Aquí la felicidad ya no es un objetivo directo. No es que la felicidad no
sea el fin que se persigue en la vida, sino que es una especie de
subproducto. La felicidad se logra apuntando a otra cosa, la mejora de
la Humanidad, practicando algún arte del que se disfruta, aprendiendo
idiomas, divulgando la sabiduría, etc. Así, uno ya no busca solo
satisfacciones en la vida, sino que va desarrollando las cualidades de su
interioridad.