El modelo oligárquico autoritario se caracterizó por un gobierno de élites donde el poder estaba en manos de unos pocos grupos privilegiados pertenecientes a la burguesía y la iglesia católica. Este modelo se vivió con mayor intensidad en países como Chile, Argentina, México y Perú entre 1850 y 1920, donde las élites controlaron el Estado y la economía para su propio beneficio de manera excluyente hacia las clases populares como los campesinos.