1. EL REINO DE LOS
NÚMEROS
Hace mucho, mucho, mucho tiempo,
en unas tierras muy lejanas entre
montañas se encontraba el famoso
“Reino de los Números”. En él nada
más se encontraban 10 habitantes
conocidos como cero, uno, dos,
tres, cuatro, cinco, seis, siete,
ocho y nueve, los cuáles pensaban
que eran los únicos números que
existían en el mundo. Allí no les
faltaba de nada y siempre iban a
todas partes juntos cantando y
jugando, eran muy felices.
2. Un día, mientras iban al río a
por agua, se desató el problema
que rompería esa felicidad.
Todos los días, ellos iban en
fila, ordenados de menor a mayor:
0-1-2-3-4-5-6-7-8 y 9.
Sin embargo el cero no estaba
demasiado de acuerdo:
- ¡Parad!- dijo el cero-. Estoy
harto de que a pesar de ser
siempre el primero soy el que
menos vale. Nunca nadie cuenta
conmigo a no ser que vaya detrás
de vosotros. Incluso hay un
refrán que dice “vales menos que
un cero a la izquierda”. ¿Acaso
pensáis que no me doy cuenta?.
Todos pensáis que sois más que
yo, y yo no voy a permitirlo. Os
3. demostraré que todos no me
hacéis falta.
Todos los números se quedaron
atónitos sin saber qué decir ni qué
hacer.
Así que el cero, convenció al
dos, al cuatro, al seis y al ocho,
comunicando al resto de números que
se iban al otro lado de la montaña
y que allí crearían un nuevo reino
todos los amigos que siempre se
apoyaban. Sería el “Reino de los
Pares”. Y así, todos ellos se
marcharon a su nuevo reino al otro
lado de la montaña.
4. En ese momento, el resto de
números se quedaron algo asustados,
¿qué harían en el Reino de los
Números sin el resto de números?.
Todos hablaban a la vez, se
quejaban, se ponían nerviosos
imaginando el futuro que les
esperaba, ¿cómo contarían las
personas a partir de ahora?...hasta
que de repente, entre todo el
barullo se escuchó:
- ¡Silencio! ¡tranquilos!- gritó
el uno-. No os asustéis, esto no
es el fin del mundo, aún
quedamos algunos, no se han
marchado todos así que
tranquilizaos. Formaremos un
nuevo reino, el “Reino de los
Impares” y ya veréis como
nuestra vida seguirá siendo
igual que cuando estaban todos.
5. Y así se quedaron todos los
números, divididos en dos reinos,
cada uno a un lado de la montaña en
la que todos se encontraban.
Hasta que un día, mientras todos
estaban afaenados en sus tareas,
cada uno en su reino, comenzaron a
escuchar un gran alboroto. Se oían
chillidos a lo lejos. Estos gritos
continuaron oyéndose un buen rato;
cada vez eran más fuertes, así que
desde ambos reinos, y sin ponerse
de acuerdo, todos sus habitantes
decidieron acercarse al lugar de
donde venía tal bullicio.
Comenzaron a caminar en la
dirección de donde venía el sonido,
hasta que llegaron al cruce que
separaba los caminos que llegaban a
cada reino.
Allí vieron un gran atasco de
números. ¿De dónde habían salido
tantos números? ¿Quiénes eran?
Todos ellos chillaban a la vez,
estaban muy enfadados.
- ¡¿dónde vamos?!
- ¡¿Por dónde tengo que ir?!
- ¡¿cuál es el reino en el que me
toca estar?!.
6. Nadie sabía cuál era el camino que
tenía que coger, ya que no sabían
qué diferenciaba los números que
iban al reino de los pares de los
que iban al de los impares.
Tal era el caos, que ambos
representantes decidieron reunirse.
- Esto no puede continuar así –
dijo el uno-. Hemos de encontrar
una solución, o de lo contrario
las colas de números serán
interminables. Sentémonos a
hablar cero.
- Tienes toda la razón uno, hemos
de encontrar una solución cuanto
antes.
De esta forma, el cero y el uno
se sentaron para hablar y ver qué
hacían con todos esos números que
habían llegado y de los cuáles no
habían sabido nunca nada.
Después de estar reunidos unas
cuantas horas salieron al cruce de
caminos.
- ¡Silencio, silencio! ¡escuchar
un momento por favor! –
gritaron-. -Hemos encontrado una
solución-.
- En primer lugar me gustaría
aclarar una cosa –comenzó a
7. decir el cero-. Como ya sabéis,
hace un tiempo, me enfadé con el
resto de números y en un ataque
de soberbia decidí formar un
reino a parte con mis amigos.
Quiero que todos sepáis que me
arrepiento de ello, y pido
perdón públicamente al resto de
amigos que formábamos parte del
Reino de los Números. Ahora lo
más fácil sería que todos nos
volviésemos a unir y así
evitaríamos todo este problema.
- Sin embargo –continuó diciendo
el uno- esto ya no es posible.
El lugar que habitábamos los
diez que éramos es un lugar muy
pequeño, ya que nunca pensamos
que hubiesen más números en el
mundo, por lo que ese sitio no
puede alojarnos a todos. Así que
después de estar horas buscando
posibles soluciones hemos
encontrado la que , desde
8. nuestro puento de vista,
creemos que es la más adecuada.
Todos los números los miraban
atentamente, esperando escuchar
cuál era esa solución-
- Continuaremos separados en dos
reinos-siguió diciendo el cero-,
el de los Pares y el de los
Impares; para saber quién
pertenece a cada uno, sólo habrá
que fijarse en la última cifra
que lo forma, y dependiendo del
número en el que termine se irá
a uno u otro reino. Si acaba en
cero, dos, cuatro, seis u ocho,
se vendrá al reino de los Pares,
junto con aquellos números que
lo fundamos. Si por el
contrario, la última cifra que
lo forme acaba en uno, tres,
cinco, siete o nueve, formará
parte del Reino de los Impares.
- Esto no quiere decir que
continuemos enfadados, ni
peleados, ya que nos hemos dado
cuenta de que todos somos igual
de importantes y necesarios para
continuar formando números -dijo
el cero-. Es por esto por lo que
hemos pensado que si queréis,
cada año tal día como hoy,
9. celebraremos una gran fiesta
como aniversario: “el día del
número”.
Después de unos minutos de
silencio, en el que todos los
números estaban pensando,
comenzaron a aplaudir la decisión
de sus portavoces.
De esta forma, sin más peleas ni
protestas, comenzaron a organizarse
para tomar cada uno el camino que
les llevaría a su reino.
- ¿Dónde voy yo?
- –dijo el treinta y cuatro-.
- La última cifra que te forma es
el cuatro,
por lo tanto tú irás a mi reino
–dijo el cero-.
- ¿y yo para dónde teno que ir? –
gritó confundido el setenta y
nueve-.
- como la última cifra que tienes
es el nueve, tu irás al reino de
los imapres –le aclaró el uno-.
10. Así, el cero y el uno se quedaron
en el cruce todo el día, para
ayudar a sus nuevos compañeros a
tomar el camino adecuado, ya que
siempre había algún despistado que
tomaba el equivocado.
A partir de ese momento, todos
los números vivieron organizados en
reinos distintos, pero no
enfrentados, celebrando año tras
año su aniversario “EL DÍA DEL
NÚMERO”.