La redundancia, la repetición de pautas conscientes e inconscientes. No es fácil cambiar la mecánica de costumbres, rutinas, rituales y hábitos disfuncionales por otros más sanos. Ni en uno mismo ni en los demás.
1. Efrén Martín, gerente de FV y profesor de Deusto Business School
EEll EEtteerrnnoo RReettoorrnnoo
- El violentola usócomoproyectil.
- El emprendedorconstruyócon ella.
- El caminante cansadola usócomoasiento.
- Para los niños fue un juguete.
- Drummond hizopoesía con ella.
- David matóa Goliat.
- Michelángeloextrajode ella la más bellaescultura.
- El distraído tropezócon ella,inclusohasta más de una vez.
En todos los casos la diferencia no estaba en la piedra... sino
en el hombre.
Nº 99 marzo 2015 http://confidenciasdeungerente.blogspot.com www.fvmartin.net
Para Friedrich Nietzsche: “No sólo son los
acontecimientos los que se repiten, sino
también los pensamientos, sentimientos e
ideas, vez tras vez, en una repetición
infinita e incansable” (wikipedia). Así, nuestro
devenir está condicionado no sólo por el ritmo
de la realidad sino por nuestro propio cerebro;
que sigue el derrotero de dos peligrosos
“ismos”: psicoticismo y neuroticismo. A saber:
Tenemos una ligera inclinación esquizoide-
paranoide, que nos permite vivir de
acuerdo a imágenes y planes de lo que aún
no existe -y puede que jamás existió o llegue
a existir-; de acuerdo a una percepción
alterada de la realidad debido a expectativas
y creencias. El daño no es sólo para uno
mismo, sino para todos, pues todos
queremos inocular nuestra locura de ideas,
sentimientos y actuación a los demás; vía
comunicación amable o violenta.
Tenemos otra tendencia parcialmente
obsesivo-compulsiva, al buscar refugio en
rituales mecánicos que se toman como
solución cuando solamente son un problema
añadido. Pautas individuales reforzadas por
su rentabilidad económica. ¿Cómo sería
nuestra sociedad sin estas redundancias?:
adicción al dinero y a las compras; al trabajo
y al tabaco; al juego, al alcohol y la comida; a
preocuparnos por el futuro, las intenciones
de otros y nuestra seguridad; a infoxicarnos
con TV, cine, libros e Internet; junto a festejos
y perversiones varias, además de luchas por
status y poder.
Sin demencias y rumiaciones, nuestras vidas
perderían todo su absurdo significado.
Librándonos de ellas, quizá podríamos
encontrar un sentido mejor; junto a la
aceptación de una realidad que, sin tener nada
nuevo bajo el Sol, no nos resultase aburrida.
Afortunadamente, no somos enfermos
mentales, somos seres con un carácter con
enorme fortaleza potencial para soportar el
ciclo demoledor de la existencia y disfrutar de
cada instante desde la grandeza: “Quien
tiene un porqué para vivir puede soportar
casi cualquier cómo”. Quienes no quisieron
quedarse en mero “potencial” lograron
romper la rutina automática de ideas,
sentimientos y comportamientos; creando
conscientemente hábitos para desarrollarse
en torno a su virtud principal:
Lao Tsé fue ejemplo vivo de Sabiduría.
Epicteto, de Templanza.
Lincoln, de Coraje.
Gandhi, de Justicia.
Teresa de Calcuta, de Humanidad.
Buda, de Trascendencia, buscando la salida
de la “Rueda de Reencarnaciones”.
Hay quien dice que tropezar no es malo…
Lo malo es encariñarse con la piedra