1. Alexi Torres y los paridores de Luz. Acercamiento a la serie de
pinturas Sun Light.
“…la claridad es una enorme ventosa que chupa la sombra,
y las manos van lentamente hacia los ojos”
Virgilio Piñera, 1943. (La Isla en Peso)
La luz como elemento físico a través del cual los fenómenos ópticos hacen que
percibamos los colores y las formas de todo lo que nos rodea, por más de una
ocasión en la historia del arte y la cultura, ha sido agente esencial de estilos
pictóricos y poéticas artísticas por la vocación real y subjetiva que es capaz de
traer a catarsis. Cardinal para entender buena parte de la dinámica vivencial de
periodos y regiones culturales, se convierte así en unidad significante viable para
la descripción de las peculiaridades de modos de vida y comportamientos
humanos y sociales. Nos abre una ventana a la comprensión de las mentalidades de
los grupos marcados por este signo.
La luz del Caribe, la que nos concierne, es una luz particularísima. Hace que todos
los colores se saturen y se intensifiquen, y enfatiza los altos contrastes. Contrastes
que la misma luz lleva a los límites. Unos límites que se vuelven cortantes,
dramáticos; intensos en la blanca claridad.
En los tempranos años de la década del 40’ del pasado siglo, ya Virgilio Piñera
había destacado en su poesía este rasgo modelador de la circunstancia cubana en
su poema La Isla en Peso, haciéndole causa de determinadas costumbres y
estrategias de vida y hasta de comportamientos de sus habitantes, particulares en
la hora del mediodía. Esta idea, en otros caminos de luz, hace presencia ahora en la
serie de pinturas Sun Light del artista Alexi Torres, nacido en la isla y radicado en
Estados Unidos desde el año 2003.
Para entender los caminos por los que nos encauza esta serie de retratos
realizados en la técnica de la pintura al óleo, es necesario entender la génesis de
esta obra. Alexi Torres, nacido en 1976 en el poblado rural de Bermejas, municipio
de la provincia Matanzas, Cuba; estudió pintura en la Academia Elemental de Artes
de su provincia y en la Escuela Nacional de Artes de La Habana, graduándose en
2. 1996, en el segundo quinquenio de una década de profundas crisis en el orden
económico, ideológico, político, migratorio y social en Cuba, acentuadas en el fin de
la Guerra Fría y la caída del campo socialista. Periodo marcado por cambios
radicales en la mentalidad del cubano común, distinguibles en continuidades hasta
el presente; tal como lo demuestra esta obra de Torres.
Aunque es un cubano en la diáspora, y mantiene su estatus de doble ciudadanía,
con profundo arraigo en la realidad norteamericana; Torres no desdeña lo
aprendido y experimentado en sus orígenes. De hecho, la experiencia de vida en
Estados Unidos le proporciona una comprensión global del fenómeno que se cierne
sobre la isla caribeña, y sus visitas por cuestiones familiares le han permitido
participar de la realidad cotidiana del cubano más humilde. De cierta manera, este
entendimiento ha llegado al artista como una suerte de iluminación, admitiendo
como “iluminación” el sentido ilustrado del término: el conocimiento.
De ahí que los términos luz e iluminación se asocien y además operen en la serie
Sun Light como opuestos, a la vez que multiplican sus significaciones desde lo
similar.
Como experimentado pintor, Torres concibe la luz de la intensidad más blanca a
partir de los altos contrastes. En este sentido, nos hace ver como la luz se cuela por
infinidad de ranuras de sombreros y cabellos agitados, y con excelencia técnica nos
hace sentir la impresión poética de la luz cegadora por todas partes; esa que de
tanta luz, no te deja ver, daña la retina y envejece la mirada. Herida del blanco
intenso que corroe la sombra en el campo cubano. Mirada velada por la luz que se
vuelve una metáfora eficaz en el núcleo modelador del pensamiento del artista: luz
cegadora. Tanta realidad cruda, tanta emergencia cotidiana. Tan absortos en
sobrevivir el día a día, el cubano de a pie no puede ver más allá de su realidad
cotidiana.
Por otra parte, otros componentes que caracterizan esta serie y en general, la obra
del artista, apuntan a otras direcciones que complementan la idea central de Sun
Light. En estos, se accede a otras evocaciones etnológicas y culturales. Se trata de la
sapiencia excelsa de la construcción de la imagen del sujeto, del retrato en sí, que
reinterpreta el tipo de representaciones convencionales de este género. La
3. concepción del artista lleva al retrato de la instancia psicológica a la cultural,
logrando emplazar a los sujetos en la realidad cubana rural desde el ejercicio de la
construcción de las formas anatómicas, solucionadas cual si fueran un entretejido
de capas de bejucos, a la usanza de la tradición cubana, presente en la hechura de
sombreros, jabas, y todo tipo de objetos utilitarios.
Con esto, Torres confiere a la imagen del retratado un soplo de vida que intenta
adecuarlo a la lógica sorpresivamente armónica de la naturaleza, como si fuera una
voluntad de hacer crecer, de cultivar. De hecho, tal como lo ha hecho su familia por
generaciones, el artista comienza y termina cada obra según el ciclo lunar, el
mismo que utilizan los que cultivan la tierra para asegurar el buen resultado de los
cultivos. Torres emparenta así concepciones donde arte, vida, pintura y creación se
igualan, valorizando cada acción humana como gesto artístico, a la vez que valoriza
a la obra como gesto natural, descrito por el artista como interconexión, pues para
él, ninguna actividad es superior a otra, sino que todas son complementos del todo,
y como tal las concibe.
Por demás, los retratados pertenecen a distintos grupos etarios y de raza, a la vez
que son amigos, familiares y conocidos del pueblo que vio nacer al artista. Esto
señala una profunda empatía emocional, además de referir particularidades
étnicas y los distintos grados de reflexión de conciencia del tiempo y la vida.
Iluminados por la sabiduría de los días, los sujetos retratados permanecen atados a
una realidad cultural premoderna, enfatizada por Torres en el contexto que recrea
en los planos de fondo y que responden a los arabescos comunes de las celosías
neocoloniales presentes en los pisos de las casas cubanas de finales del siglo XIX y
principios del siglo XX, con lo que significa la circunstancia política dominante.
A Torres le interesa hacer ver una realidad. Le interesa develar, iluminar, mostrar.
Le interesa connotar como en medio del siglo de la información y el desarrollo del
conocimiento, existe un fenómeno como el cubano de condiciones culturales y de
desarrollo premoderno, resultado de la ineficacia de una política que no da paso a
la libertad individual, que ha quedado varada en el tiempo aún después del fin de la
Guerra Fría, atada a las condiciones de vida paupérrimas, las que no son
comúnmente proyectadas como imagen de la isla.
4. Aun así, Torres intensifica la belleza y la sabiduría de sus congéneres, los paridores
de luz. Confía en la belleza y la sabiduría de cada individuo. En la luz que ilumina y
en ocasiones ciega por su propia intensidad.
Toda la operación que conllevó la concreción de esta serie, desde su preparación,
supone un conjunto de pasos que el artista fue concibiendo con extremo cuidado.
La selección de los personajes de cada pintura implica una conexión biográfica con
la vida del artista. En un pueblo de no más de dos kilómetros, todas las familias se
conocen y participan de la comunidad. Torres concibe primero la imagen
fotográfica en close-up que da importancia a la profundidad de la mirada como
elemento sicológico. Elige además a familiares y amigos, así como amigos de sus
familiares y amigos de amigos. Esto le permite contar con una diversidad etaria y
de raza que serán unificadas en el proceso pictórico por el uso intenso de la luz y el
tejido del bejuco como elemento de lo natural y lo armónico, suerte de red que le
permite establecer el tema de la interconectividad y su propia cosmovisión de lo
universal: la unidad de lo diverso.
En el proceso pictórico en sí, establece una profunda empatía emocional con cada
uno de los sujetos retratados. Conecta psicológicamente con ellos a través de las
intensidades de la mirada, lo que le permite interpretar las distintas maneras de
enfrentar y concebir la vida. Por esto cada obra adquiere un título que personaliza
al sujeto, lo nombra, conectándolo así a la realidad inmediata, dimensionada por el
uso del gran formato.
Una de las obras más impresionantes de esta serie: Sun Light. Domingo. (72 x 64)
Oil in Canvas, 2016; cala en la percepción desde una profunda expresividad.
Modelado el rostro con bejucos, tal como las restantes obras de la serie, se
distingue por el excelente trabajo de sombras y luces en una paleta neutra, aun en
los detalles exquisitos del tejido de la fibra natural. La profundidad de los rasgos
faciales del tiempo bajo el sol y las marcas perceptibles del trabajo duro; la
presencia de los haces de luz que destacan el cinismo cansado de la mirada,
denotan una nostalgia hastiada y absoluta, a la vez que muestra una suerte de
sabia aceptación. La mirada intensa, hace intuir la profunda sabiduría que solo
puede dar el tiempo y una vida dedicada a la sobrevivencia a través del trabajo
duro.
5. Por otra parte, Sun Light. Jorge. (60 x 48) Oil in Canvas, 2016; nos presenta en el
plano del close-up la imagen retadora de la juventud, con la postura rebelde que se
deja ser en el trabajo suelto del bejuco que se libera en los bucles del cabello y la
tranquila aceptación de su condición sediciosa. El trabajo de la luz aquí se
intensifica en los cortes duros de la claridad aguda sobre el rostro, que se resiste
conscientemente a tanta blancura que amenaza con cegar. El efecto de la
interpretación sicológica de la personalidad es definitivo. Y entonces, emana la
esperanza y la belleza de la luz propia que se expande junto al deseo de libertad.
Otro tanto sucede con Sun Light. Geimi (84 x 59) Oil in Canvas, 2016; donde la
pericia técnica del artista nos hace ver la trasparencia de la mirada, la inocencia
pura de las promesas de una vida que comienza, ilusionada. Tal como sucede con la
inocencia infantil que traspiran los retratos de Yenedy, de Kevin y de Marco
Aurelio.
Aun así, Alexi Torres nos hace ver también el cinismo duro de los retratos de
Ronald y Yasmay. Las huellas del tiempo del trabajo duro bajo el sol de Ernesto,
Miguel, Oreste. Un conjunto de personalidades particulares, profundas, conscientes
de sí y de su rol vivencial. Retratos diversos, únicos que hacen una imagen intensa
de la isla. Una imagen plena de luz, que se expande, ciega y se impone.
Sun Light es una serie que apela a un signo latente en el contexto cubano de hoy
que procura la circunstancia activa de la isla. En medio de tanta claridad intensa,
tanta realidad que obceca en el duro sol del mediodía descrito por Virgilio que por
momentos justifica la morosidad de la isla, se emplaza la pregunta desafiante al
futuro, nacida de la mentalidad del cubano más humilde. Aun hiriente de luz,
rodeada de mar, atada y encerrada por un discurso político arcaico como los
arabescos de las celosías, la isla nos trae a los paridores de luz, los que hacen
brillar la belleza del sol que define la instancia de la isla. Alexi Torres devela así el
drama intenso de la realidad cubana, revindicada a través de su operación
pictórica en blanca luz purificadora.
Helga Montalván, Junio 2016.